Antología de Textos

PECADO VENIAL

1. La mayor desgracia para el hombre es, sin duda, el pecado mortal. Incomparablemente mayor que la pérdida de toda la fortuna, de la honra, o que la enfermedad más grave y dolorosa: nada puede compararse al pecado mortal. Con él se pierden la gracia santificante, las virtudes y dones, todos los méritos conseguidos hasta ese momento... Y después del pecado mortal, el peligro y la mayor desgracia para el alma es el pecado venial.
Quien comete un pecado mortal es como el viajero que caminando hacia un lugar determinado se pone de pronto completamente de espaldas a él y comienza a caminar en sentido contrario. El que comete un pecado venial se desvía del recto camino, pero sin perder la orientación fundamental hacia el punto donde se dirige.
2. El pecado venial priva de muchas gracias actuales que el Espíritu Santo había vinculado a nuestra fidelidad, o, al menos, a nuestra contrición, si no fuimos fieles. Es un gran tesoro perdido. Disminuye el fervor de la caridad, aumenta las dificultades para la práctica de las virtudes, que cada vez se presentan como más difíciles. Predispone al pecado mortal, que llegará si no se reacciona.
En la otra vida, el pecado venial da origen a un castigo en el Purgatorio, impide un aumento de gloria para toda la eternidad, y el grado de alabanza que podremos otorgar a Dios será inferior al que hubiéramos dado si no existieran esos pecados.
3. Contra el pecado venial debemos fomentar la contrición sincera, la mortificación y la piedad. Un clima interior de piedad hace difícil la entrada al pecado venial. Y si se introduce en el alma, la piedad lleva enseguida a la contrición. La comunión y la confesión frecuentes son la mejor ayuda en la lucha para evitar los pecados veniales.

Citas de la Sagrada Escritura

Quien es fiel en lo poco también es fiel en lo mucho, y el que es infiel en lo poco también es infiel en lo mucho. Lc 16, 10
Todos ofendemos en mucho. Si alguno no peca de palabra es varón perfecto, capaz de gobernar con el freno todo su cuerpo. St 3, 2
...Un poco de fuego basta para quemar un gran bosque. St 3, 5
Cazad las raposas, las pequeñas raposas que destrozan las viñas, nuestras viñas en flor. Conf 2, 15
El que sabe que su hermano comete un pecado que no es de muerte, ruegue por él. 1Jn 5, 16
Si dijéramos que no tenemos pecados, nosotros mismos nos engañamos. 1Jn 1, 8
Yo os digo que de cualquier palabra ociosa que hablen los hombres han de dar cuenta en el día del juicio. Mt 12, 36

Los pecados veniales "hacen mucho daño al alma"

4114 Los pecados veniales hacen mucho daño al alma. -Por eso, "capite nobis vulpes parvulas, quae demoliuntur vineas", dice el Señor en el "Cantar de los Cantares": cazad las pequeñas raposas que destruyen la viña (J. Escrivá de Balaguer, Camino, 329).

4115 Si todas estas faltas se acumulan sobre nosotros, ¿no podrán estrujarnos, por menudas que sean? ¿Qué más da te aplaste el plomo que la arena? El plomo es masa compacta; la arena se forma de granitos, pero su muchedumbre te sepulta ¡Pecados leves! ¿No ves cómo de menudas gotas se desbordan los ríos y se llevan las tierras? Son pequeñas, pero son muchas (San Agustín, Sermón 56).

4116 El pecado venial no es causa de que comulguemos indignamente; pero silo es de que saquemos poco fruto de la Sagrada Comunión (Santo Cura de Ars, Sermón sobre la comunión).

Huir del pecado venial deliberado. Lucha diaria

4117 Mas cuando ya llega el alma a contemplación [...] el temor de Dios también anda muy al descubierto, como el amor no va disimulado aún en lo exterior. Aunque con mucho aviso sean miradas estas personas, no las verán andar descuidadas, que por grandes que las tengamos en mirarlas, las tiene el Señor de tal manera que, si gran interés se les ofrece, no harán de advertencia un pecado venial; mortales temen como al fuego (Santa Teresa, C. de perfección, 41, 1).

4118 Mira cómo el agua del mar se filtra por las rendijas del casco, y poco a poco llena las bodegas, y si no se la saca sumerge la nave... Imitad a los navegantes: sus manos no cesan hasta secar el hondón del barco; no cesen tampoco las vuestras de obrar el bien. Sin embargo, a pesar de todo, volverá a llenarse otra vez el fondo de la nave, porque persisten las rendijas de la flaqueza humana; y de nuevo será necesario achicar el agua (San Agustín, Sermón 16).

4119 Y así como hay cosas que ayudan a la devoción, así también hay cosas que la impiden, entre las cuales la primera son los pecados, no sólo los mortales, sino también los veniales, porque éstos, aunque no quitan la caridad, quitan el fervor de la caridad, que es casi lo mismo que devoción, por donde es razón evitarlos con todo cuidado, ya que no fuese por el mal que nos hacen, a lo menos por el grande bien que nos impiden (San Pedro de Alcántara, Trat. de la oración y meditación, 2, 3).

Los pecados veniales y la confesión sacramental. Otros remedios

4120 ¡Qué pena me das mientras no sientas dolor de tus pecados veniales! -Porque, hasta entonces, no habrás comenzado a tener verdadera vida interior (J. Escrivá de Balaguer, Camino, 330).

4121 Tendremos siempre materia de arrepentimiento respecto a esas menudas infracciones en que "el justo cae siete veces al día y se levanta otras tantas". Porque, queramos o no, las cometemos todos los días. Ora a sabiendas, ora por ignorancia u olvido, de pensamiento de palabra, por sorpresa o por impulso inevitable, o por la fragilidad de nuestra carne, es difícil que nos veamos libres de ellas (Casiano, Colaciones, 20).

4122 En la acusación de los pecados veniales no digas solamente el hecho, sino también el motivo que te ha inducido a cometerlos. Pongo por ejemplo: no te contentes con decir: he mentido sin perjuicio de nadie; di también si ha sido por vanagloria, para alabarte o excusarte, o por alegría vana, o por no ceder en tu opinión (San Francisco de Sales, Introd. a la vida devota, 2, 19).

4123 Nunca falta qué perdonar: somos hombres. Hablé algo más de la cuenta, dije algo que no debía, reí con exceso, bebí demasiado, comí sin moderación, oí de buen grado lo que no me estaba bien oír, vi con gusto lo que no era bueno ver, pensé con deleite lo que no debí pensar... (San Agustín, Sermón 57).

4124 Ten siempre verdadero dolor de los pecados que confiesas, por leves que sean, y haz firme propósito de la enmienda para en adelante. Muchos hay que pierden grandes bienes y mucho aprovechamiento espiritual porque, confesándose de los pecados veniales como por costumbre y cumplimiento, sin pensar enmendarse, permanecen toda la vida cargados de ellos (San Francisco de Sales, Introd. a la vida devota, 2, 19).

4125 Los pecados veniales se les perdonarían después de esta vida, "incluso en cuanto a la culpa", del mismo modo que se perdonan en esta vida, a saber, por un acto de amor de Dios que rechaza los pecados veniales cometidos. Pero como después de esta vida nadie puede merecer, por haber terminado el estado de merecimiento, ese movimiento de amor les quita ciertamente el impedimento del pecado venial, pero sin merecer la absolución o remisión de la pena, como ocurre en esta vida (Santo Tomás, de malo, q. 7, a. 11).

4126 En la confesión recibirás el perdón de los pecados veniales que confesares, gran fortaleza para evitarlos en adelante, mucha luz para discernirlos y abundante gracia para resarcir todo el daño que te hubieren causado; practicarás al mismo tiempo las virtudes de humildad, obediencia, sencillez y caridad, y en este solo acto de confesarte ejercitarás más virtudes que en otro alguno (San Francisco de Sales, Introd. a la vida devota, 2, 19).

4127 de los pecados que no conducen a la muerte, y de los cuales ni aun aquellos que sirven a Dios fielmente están libres, por mucho cuidado que tengan, habla así el discípulo amado: "Si dijéremos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y no hay verdad en nosotros. Y, si dijéremos que no hemos pecado, hacemos a Dios mentiroso, y su palabra no está en nosotros". Porque es imposible que ningún justo esté exento de estas pequeñas faltas que se cometen de palabra, de pensamiento, por ignorancia y olvido, violencia, voluntad o distracción. Tales faltas, aunque difieren del pecado que lleva a la muerte, no dejan de tener culpabilidad moral y son por lo mismo reprensibles (Casiano, Colaciones, 11).

4128 No puede el hombre, en esta vida, no tener pecados, aunque sean leves; pero no desprecies estos pecados leves de que hablamos. Muchas cosas pequeñas hacen una grande; muchas gotas llenan un río; muchos granos hacen un montón. ¿Y qué esperanza cabe? Ante todo, la confesión (San Agustín, Trat. 1 Epístola de S. Juan, 1).

4129 (debemos) tomar agua bendita a fin de ahuyentar al demonio, y hacer la señal de la cruz, diciendo: "Dios mío, por esta agua bendita y por la preciosa sangre de Jesucristo vuestro Hijo, lavadme, purificadme de todos mis pecados". Y estemos ciertos de que silo practicamos con fe, mientras no estemos manchados por pecado mortal alguno, borraremos todos nuestros pecados veniales (Santo Cura de Ars, Sermón sobre el precepto 1º. del decálogo).

4130 Las grandes caídas se deben con frecuencia a la falta de lucha en lo pequeño Cuando alguien sucumbe en su vida espiritual y mide el ¿suelo en su caída, no hay que creer que ello obedezca a una causa repentina. Porque, una de dos, o la formación defectuosa recibida en el principio de su carrera le ha conducido por una falsa senda, o bien una negligencia persistente ha minado poco a poco su virtud y, dejando crecer los vicios, le ha precipitado en una lamentable ruina [...]
Una casa no se hunde por un impulso momentáneo. Las más de las veces es a causa de un viejo defecto de construcción. En ocasiones es la prolongada desidia de los moradores lo que motiva la penetración del agua. Al principio se infiltra gota a gota y va insensiblemente carcomiendo el maderaje y pudriendo el armazón. Con el tiempo, el pequeño orificio va tomando mayores proporciones, originándose hendiduras y desplomes considerables. Al cabo, la lluvia procelosa penetra a torrentes (Casiano, Colaciones, 6).