Antología de Textos

ROMANO PONTIFICE

1. Jesús promete a Pedro que él será la roca, el cimiento de su Iglesia. Será Cristo en la tierra. Y yo te digo que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella... (Mt 16, 18 ss) "Son palabras graves, importantes y solemnes que Jesús dirige a Simón [...].
"Y Jesús cambia a Simón su nombre, poniéndole el de Pedro, significando con ello la entrega de una misión especial; le promete edificar sobre él su Iglesia, sobre la cual no prevalecerán las fuerzas del mal o de la muerte; le entrega las llaves del Reino de Dios, nombrándolo así máximo responsable de su Iglesia, y le da el poder de interpretar auténticamente la ley divina [...].
"Nos parece escuchar, como dirigidas a Nos, las palabras que, según San Efrén, Cristo dirige a Pedro: Simón, mi apóstol, yo te he constituido fundamento de la Santa Iglesia. Yo te he llamado ya desde el principio Pedro, porque tú sostendrás todos los edificios; tú eres el superintendente de todos los que edificarán la Iglesia sobre la tierra; ... tú eres el manantial de la fuente, de la que mana mi doctrina; ... tú eres la cabeza de mis Apóstoles; ... yo te he dado las llaves de mi reino" (JUAN PABLO I, Aloc. 3-IX-1978).
Esta promesa tendría su cumplimiento pocos días después de la Resurrección, cuando el Señor le preguntó por tres veces si le amaba más que los otros, junto al lago de Genezaret. Entonces fue proclamado por Cristo su continuador, su vicario con esa misión pastoral que el mismo Jesús indicó como su misión más característica y preferida: Yo soy el Buen Pastor.
"Es siempre esclarecedor y conmovedor meditar en los textos evangélicos que expresan el único e irreductible papel de Pedro en el Colegio de los Apóstoles y en la Iglesia de los primeros tiempos. Es incluso sorprendente, para cada uno de nosotros, ver cómo Cristo continuó poniendo su confianza en Pedro, a pesar de su momentánea debilidad. Y Pedro tomó en serio su papel, hasta el punto de derramar su sangre como supremo testimonio. Ciertamente, su primera Carta parece evidenciar que él meditó profundamente en las sorprendentes palabras que Jesús le había dicho. Revela la espiritualidad personal de quien había recibido el encargo de reunir el rebaño del único Pastor: Apacentad el rebaño de Dios que os ha sido confiado [...] no por sórdido lucro, sino con prontitud de ánimo [...]. Así, al aparecer el Pastor Soberano, recibiréis la corona inmarcesible de la gloria (1P5, 2-4; cfr. ibíd., 2, 25). Pedro recuerda que él es la roca, pero también el Pastor. Y, cuando exhorta a los presbíteros a desempeñar con entusiasmo su encomienda pastoral, lo hace porque recuerda haber recibido su propia misión pastoral como respuesta a la triple confesión de amor.
"El carisma de San Pedro pasó a sus sucesores" (JUAN PABLO II, Aloc. 30-XII-1980).
2. Pedro moriría unos años más tarde, pero su oficio de Pastor supremo de la Iglesia "es preciso que dure eternamente por obra del Señor, para perpetua salud y bien perenne de la Iglesia, que -fundada sobre la piedra- debe permanecer firme hasta la consumación de los siglos" (CONO. VAT. I, Const. Pastor aeternus, cap. 2). La Tradición unánime de la Iglesia afirma que esta sucesión se encuentra solo en "los obispos de la Santa Sede Romana, por él fundada y consagrada por su sangre, de modo que quienquiera que sea el que sucede a Pedro en esta Cátedra, ese, según la institución de Cristo mismo, obtiene el Primado de Pedro sobre la Iglesia Universal" (CONC. VAT. I, Const. Pastor aeternus, cap. 2).
3. El Papa hace las veces de Cristo en la tierra; hemos de amarle, escucharle, porque en su voz está la verdad. Y haremos que sus palabras lleguen a todos los rincones de la tierra, sin deformaciones, para que muchos desorientados vean la luz, y muchos afligidos recobren la esperanza. Viviendo la Comunión de los santos, rezaremos cada día por su persona, como uno de los más gratos deberes de nuestra caridad ordenada.
La devoción y el amor al Papa constituye para nosotros los católicos un distintivo único, que comporta el testimonio de una fe vivida hasta sus últimas consecuencias.
El Papa es para nosotros la tangible presencia de Jesús, "el dulce Cristo en la tierra" como le llamaba Santa Catalina de Siena; y nos mueve a quererlo, y a oír esa voz del Maestro interior que habla en nosotros y nos dice: Este es mi elegido, escuchadlo, pues el Papa "hace las veces de Cristo mismo, Maestro, Pastor y Pontífice, y actúa en su lugar" (CONC. VAT. II, Const. Lumen gentium, 21).

Citas de la Sagrada Escritura

Era Andrés, el hermano de Simón Pedro, uno de los que oyeron a Juan y le siguieron. Encontró él luego a su hermano Simón y le dijo: Hemos hallado al Mesías, que quiere decir el Cristo. Le condujo a Jesús, que, fijando en él la vista, dijo: Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú serás llamado Cefas, que quiere decir Pedro. Jn 1, 40-42
Viniendo Jesús a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre? Ellos contestaron: Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que Jeremías u otro de los profetas. Y El les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy? Tomando la palabra Simón Pedro, dijo: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo. Y Jesús, respondiendo, dijo: Bienaventurado tú, Simón Bar Jona, porque no es la carne ni la sangre quien esto te ha revelado, sino mi Padre, que está en los cielos. Y yo te digo a ti que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré yo mi iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Yo te daré las llaves del reino de los cielos, y cuanto desatares en la tierra será desatado en los cielos, y cuanto desatares en la tierra será desatado en los cielos. Mt 16, 13-19
Simón, Simón, Satanás os busca para ahecharos como trigo; pero yo he rogado por ti para que no desfallezca tu fe, y tú, una vez convertido, confirma a tus hermanos. Lc 22, 31-32
Cuando hubieron comido, dijo Jesús a Simón Pedro: Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos? El le dijo: Sí, Señor, tú sabes que te amo. Díjole: Apacienta mis corderos. Por segunda vez le dijo: Simón, hijo de Juan, ¿me amas? Pedro le respondió: Si, Señor, tú sabes que te amo. Jesús le dijo: Apacienta mis ovejas. Por tercera vez le dijo: Simón, hijo de Juan, ¿me amas? Pedro se entristeció de que por tercera vez le preguntase: ¿Me amas? Y le dijo: Señor tú lo sabes todo, tú sabes que te amo. Díjole Jesús: Apacienta mis ovejas. Jn 21, 15-17

Tú eres Pedro

4630 Es al mismo Pedro a quien se dijo: "Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia" (Mt 16, 18). Por lo tanto, donde está Pedro, allí está la Iglesia; donde está la Iglesia, no hay muerte, sino vida eterna. (S. Ambrosio, Coment. sobre el Salmo 12).

4631 "Yo te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares sobre la tierra será atado en el cielo, y todo lo que desatares sobre la tierra será desatado en el cielo"
Verdad es que este poder fue comunicado también a los demás apóstoles y que este decreto constitutivo concierne igualmente a todos los que rigen la Iglesia; pero, al confiar semejante prerrogativa, no sin razón se dirige el Señor a uno solo, aunque hable para todos. Esta autoridad queda confiada de un modo singular a Pedro, porque él es constituido cabeza de todos los pastores de la Iglesia. (S. León Magno, Sermón 4).

4632 Ignacio, llamado también Teóforos, a la Iglesia que ha sido objeto de la misericordia de Dios en la gloria del Padre y de Jesucristo su Hijo único, a la Iglesia amada e iluminada en la voluntad del que quiere todas las cosas que existen, según la fe y la caridad de Jesucristo Dios Nuestro; Iglesia, además, que preside en la región de los romanos; digna de Dios, digna de todo decoro, digna de toda bienaventuranza, digna de alabanza, digna de alcanzar todo cuanto desee, digna de toda santidad; que preside en la caridad, y tiene la ley de Cristo, señalada por el nombre del Padre, mi saludo en el nombre de Jesucristo, Hijo del Padre; a todos vosotros, romanos, que estáis unidos espiritualmente y corporalmente en la obediencia a todos sus mandamientos, llenos de la gracia de Dios, puros de toda apariencia de doctrina herética, os deseo en Cristo Jesús, nuestro Dios, todo bien y salud sin mancha. (S. Ignacio de Antioquía, Carta a los Romanos, 1).

4633 Tú eres Pedro, esto es: "Yo soy la piedra inquebrantable, yo soy la piedra angular que hago de los dos pueblos una sola cosa, yo soy el fundamento fuera del cual nadie puede edificar; pero también tú eres piedra, porque por mi virtud has adquirido tal firmeza, que tendrás juntamente conmigo, por participación, los poderes que yo tengo en propiedad"
"Y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y los poderes del Infierno no la derrotarán". Sobre esta piedra firme –quiere decir– edificaré un templo eterno, y la alta mole de mi Iglesia, llamada a penetrar en el cielo, se apoyará en la firmeza de esta fe

Los poderes del infierno no podrán impedir esta profesión de fe, los vínculos de la muerte no la sujetarán, porque estas palabras son palabras de vida. Ellas introducen en el cielo a los que los las aceptan, hunden en el infierno a los que las niegan. (S. León Magno, Sermón 4).

4634 "Yo te daré las llaves del reino de los cielos, y todo lo que atares sobre la tierra será atado en el cielo; y todo lo que desatares sobre la tierra será desatado en el cielo". Simón Pedro representaba a la Iglesia universal, que en este mundo es azotada por las lluvias, por las riadas y por las tormentas de sus diversas pruebas, pero, a pesar de todo, no me, porque está fundada sobre piedra, de donde viene el nombre de Pedro. (S. Agustín, Trat. Evang. S. Juan, 124).

4635 Pedro por su naturaleza era simplemente un hombre; por la gracia, un cristiano; por una gracia más abundante, uno y a la vez el primero de los Apóstoles. (S. Agustín, Trat. Evang. S. Juan, 124).

4636 de entre todo el mundo, sólo Pedro es elegido para ser puesto al frente de la multitud de los llamados, de todos os apóstoles, de todos, los Padres de la Iglesia; pues aunque en el pueblo de Dios son muchos los sacerdotes, muchos los pastores, a todos los rige Pedro, bajo el supremo gobierno de Cristo. Dios, amadísimos hermanos, se dignó conceder a este hombre una grande y admirable participación en su poder; y todo aquello que quiso que los demás efes del pueblo tuvieran en común con él, se lo otorgó a través de él. (S. León Magno, Sermón 4).

4637 Los bienaventurados apóstoles que fundaron y constituyeron esa iglesia confiaron después a Lino el oficio episcopal de gobernarla. Este Lino es el citado por Pablo en sus cartas a Timoteo. Le siguió Anacleto; tras él, en tercer lugar; después de los apóstoles, fue Clemente quien tuvo el episcopado: había conocido a los apóstoles, había hablado con ellos y tenía ante sus ojos la tradición, mientras aún resonaba la predicación apostólica; y no era él el único, porque sobrevivían muchos otros instruidos directamente por los, apóstoles. Bajo Clemente tuvo lugar una rebelión no pequeña entre los hermanos que estaban en Corinto; la Iglesia de Roma escribió por eso una carta muy enérgica a los corintios, llamándolos a la paz, fortaleciendo su fe y proclamando la tradición recibida poco antes de los apóstoles [...]
A este Clemente le sucedió Evaristo; y a Evaristo, Alejandro; después, en sexto lugar, fue constituido obispo Sixto; tras él, Telesforo, que tuvo un glorioso martirio. después Higinio, Pío y Aniceto. A Aniceto le sucedió Sotero. Y ahora, en el duodécimo lugar, tras los apóstoles, es Eleuterio quien tiene el Episcopado. Por este orden y sucesión es como ha llegado hasta nosotros la tradición apostólica, la predicación de la verdad en la Iglesia. Se trata de una fortísima demostración de que es una e idéntica la fe vivificante confiada por los apóstoles a las iglesias, y la genuinamente conservada hasta hoy. (S. Ireneo de Lyon, Trat. contra las herejías, 3).

Tiene la suprema potestad sobre toda Iglesia. Infalibilidad

4638 Esta infalibilidad con la que el Divino Redentor ha querido dotar a su Iglesia para definir la doctrina de fe o de costumbres se extiende tanto cuanto se extiende el depósito de la divina Revelación, que se ha de custodiar santamente y se ha de exponer con fidelidad. de esta infalibilidad goza, en virtud de su cargo, el Romano Pontífice, Cabeza del Colegio de los Obispos, cuando, como supremo pastor y doctor de todos los fieles que confirma en la fe a sus hermanos, proclama una doctrina de fe o de costumbres con un acto definitorio (cfr. Lc 22, 32). Por eso, son llamadas justamente sus definiciones irreformables por razón de sí mismas, y no en virtud, del consentimiento de la Iglesia, ya que se pronuncian con la asistencia del Espíritu Santo que se le prometió en la persona de S. Pedro y, por lo tanto, no necesitan ninguna aprobación de otros ni admiten apelación alguna ante otro tribunal. El Romano Pontífice, en esos casos, no expresa su sentencia como persona privada, sino que, como maestro supremo de la Iglesia universal, en quien singularmente reside el carisma de la infalibilidad de la propia Iglesia, expone o defiende la doctrina de la fe católica. (Conc. Vat. II, Const. Lumen gentium, 25).

4639 Con un furor que dura siglos, los pueblos de Oriente continúan chocando entre sí, y hacen trizas la túnica inconsútil del Señor, tejida de arriba abajo sin costuras. Raposas devastan la viña de Cristo; entre cisternas agrietadas y secas es difícil encontrar dónde está aquella fuente sellada, aquel huerto cerrado, de que habla la Escritura.
Por eso, he decidido consultar a la cátedra de Pedro, donde está aquella fe que exaltó la boca de un apóstol; y vengo a pedir alimento para mi alma, allí donde una vez recibí el vestido de Cristo.

No, ciertamente; ni la inmensidad del mar, ni la enorme distancia de la tierra han podido impedirme buscar la perla preciosa. Donde esté el cuerpo, allí se congregarán las águilas (Lc 17, 37). Cuando se ha disipado el patrimonio por unos hijos perversos, sólo en Vos se conserva intacta la herencia de los padres [...].
Prescindiendo de lo que puede ser objeto de envidia, olvidando el esplendor de la altísima dignidad romana, yo quiero hablar con el sucesor del pescador, con el discípulo de la cruz.
No sigo más primado que el de Cristo; por eso me pongo en comunión con tu Beatitud, es decir, con la cátedra de Pedro. Sé que sobre esta piedra está edificada la Iglesia. Quien se alimente del Cordero fuera de esa casa es un impío. Quien no está en el arca de Noé, perecerá el día del diluvio. (S. Jerónimo, Carta al Papa Dámaso, 2).

4640 El Señor se preocupa especialmente de Pedro, y ruega en forma particular por la fe de Pedro, como si la perseverancia de, los otros estuviera principalmente, garantizada, siempre que no fuera vencido el ánimo del jefe. Por esto, en Pedro viene protegida la fortaleza de todos, y el auxilio de la gracia divina sigue en este orden: la firmeza que es dada por medio de Cristo a Pedro, es conferida a los demás apóstoles a través de Pedro. (S. León Magno, Sermón 4).

4641 Te exhortamos, venerable hermano, a que aceptes con obediencia todo lo que ha escrito el santísimo Papa de Roma; porque el bienaventurado Pedro, que vive y preside en su propia sede, ayuda a los que buscan la verdad de la fe. Puesto que nosotros, en aras de la paz y de la fe, no podemos tratar temas que afecten a la fe sino en comunión con el obispo de Roma (S. Pedro Crisólogo, Carta a Eutiques, 2).

En él vemos a Cristo. Amor al Papa

4642 El amor al Papa se remonta a los primitivos tiempos de la Iglesia. Conservémoslo cuidadosamente; es propio de almas santas. Pedro necesita ayudas para gobernar la Iglesia: la asistencia indefectible de Cristo y la plegaria humilde de todos los cristianos. (J. Chevrot, Simón Pedro, p. 130).

4643 Simón, mi apóstol, yo te he constituido fundamento de la Santa Iglesia. Yo te he llamado ya desde el principio Pedro, porque tú sostendrás todos los edificios, tú eres el superintendente de todos los que edificarán la Iglesia sobre la tierra [...]; tú eres el manantial de la fuente de la que mana mi doctrina [...]; tú eres la cabeza de mis apóstoles [...]; yo te he dado las llaves de mi reino. (S. Efrén, Sermones para la Semana Santa, 4).

4644 Esta Iglesia Católica es romana. Yo saboreo esta palabra: ¡romana! Me siento romano, porque romano quiere decir universal, católico; porque me lleva a querer tiernamente al Papa, "il dolce Cristo in terra", como gustaba repetir Santa Catalina de Siena, a quien tengo por amiga amadísima. [...] Venero con todas mis fuerzas la Roma de Pedro y de Pablo, bañada por la sangre de los mártires, centro de donde tantos han salido para propagar en el mundo entero la palabra salvadora de Cristo. Ser romano no entraña ninguna muestra de particularismo, sino de ecumenismo auténtico; supone el deseo de agrandar el corazón, de abrirlo a todos con las ansias redentoras de Cristo, que a todos busca y a todos acoge, porque a todos ha amado primero.
[...] El amor al Romano Pontífice ha de ser en nosotros una hermosa pasión, porque en él vemos a Cristo (J. Escrivá de Balaguer, Hom . Lealtad a la Iglesia, 4-VI-1972).

4645 En efecto, pese haber delegado a muchos pastores el cuidado de sus ovejas, no ha abandonado personalmente la solicitud de su rebaño amado. de su asistencia, fundamental y eterna, deriva también hasta nosotros el apoyo del apóstol Pedro, cuya misión no puede ser minusvalorada. La solidez de este fundamento sobre el que se edifica la Iglesia entera, en toda su extensión, jamás se ha cuarteado, por grande que sea la mole del templo construido sobre él. La solidez de la fe que alabamos en el Príncipe de los apóstoles es perpetua; y como dura para siempre esa fe de Pedro en Cristo, también dura para siempre lo que Cristo estableció en Pedro. (S. León Magno, Sermón 3).

4645b La fidelidad al Romano Pontífice implica una obligación clara y determinada: la de conocer el pensamiento del Papa, manifestado en Encíclicas o en otros documentos, haciendo cuanto esté de nuestra parte para que todos los católicos atiendan al magisterio del Padre Santo, y acomoden a esas enseñanzas su actuación en la vida (SAN JOSEMARÍA ESCRIVÁ, Forja, n. 633).

4646 ¡No durmamos más, desechemos el sueño de la negligencia, porfiando con humildes y continuas oraciones por el Cuerpo Místico de la Santa Iglesia y por el Vicario de Cristo! ¡No ceséis de rezar por él; que Dios le dé luz y fortaleza para resistir los golpes de los demonios encarnados, amadores de sí mismos, que quieren contaminar nuestra fe! ¡Es tiempo de llorar! (Santa Catalina de Siena, Carta 316, 2, 456).