XIV Congregación General del Sínodo
Martes 14 de octubre de 2008
Queridos hermanos y hermanas, el trabajo para mi libro sobre Jesús nos ofrece ampliamente la ocasión de ver todo el bien que nos llega de la exégesis moderna, pero también de reconocer sus problemas y sus riesgos. La Dei verbum, 12, ofrece dos indicaciones metodológicas para un adecuado trabajo exegético. En primer lugar, confirma la necesidad de la utilización del método histórico-crítico, cuyos elementos esenciales describe brevemente. Esta necesidad es la consecuencia del principio cristiano formulado en el evangelio de san Juan: "Verbum caro factum est" (Jn 1, 14). El hecho histórico es una dimensión constitutiva de la fe cristiana. La historia de la salvación no es una mitología, sino una verdadera historia y, por tanto, hay que estudiarla con los métodos de la investigación histórica seria.
Sin embargo, esta historia posee otra dimensión, la de la acción divina. En consecuencia la Dei verbum habla de un segundo nivel metodológico necesario para una interpretación correcta de las palabras, que son al mismo tiempo palabras humanas y Palabra divina. El Concilio, siguiendo una regla fundamental para la interpretación de cualquier texto literario, dice que la Escritura se ha de interpretar con el mismo espíritu con que fue escrita y para ello indica tres elementos metodológicos fundamentales cuyo fin es tener en cuenta la dimensión divina, pneumatológica de la Biblia; es decir:
1) Se debe interpretar el texto teniendo presente la unidad de toda la Escritura; esto hoy se llama exégesis canónica; en los tiempos del Concilio este término no había sido creado aún, pero el Concilio dice lo mismo: es necesario tener presente la unidad de toda la Escritura.
2) También se debe tener presente la tradición viva de toda la Iglesia.
3) Es necesario, por último, observar la analogía de la fe.
Sólo donde se aplican los dos niveles metodológicos, el histórico-crítico y el teológico, se puede hablar de una exégesis teológica, de una exégesis adecuada a este Libro. Mientras que con respecto al primer nivel la actual exégesis académica trabaja a un altísimo nivel y nos ayuda realmente, no se puede decir lo mismo del otro nivel. A menudo este segundo nivel, el nivel constituido por los tres elementos teológicos indicados por la Dei verbum, casi no existe. Y esto tiene consecuencias bastante graves.
La primera consecuencia de la ausencia de este segundo nivel metodológico es que la Biblia se convierte en un libro sólo del pasado. Se pueden extraer de él consecuencias morales, se puede aprender la historia, pero el libro como tal habla sólo del pasado y la exégesis ya no es realmente teológica, sino que se convierte en pura historiografía, en historia de la literatura. Esta es la primera consecuencia: la Biblia queda como algo del pasado, habla sólo del pasado.
Existe también una segunda consecuencia aún más grave: donde desaparece la hermenéutica de la fe indicada por la Dei verbum, aparece necesariamente otro tipo de hermenéutica, una hermenéutica secularizada, positivista, cuya clave fundamental es la convicción de que lo divino no aparece en la historia humana. Según esta hermenéutica, cuando parece que hay un elemento divino, se debe explicar de dónde viene esa impresión y reducir todo al elemento humano. Por consiguiente, se proponen interpretaciones que niegan la historicidad de los elementos divinos.
Hoy, el llamado mainstream de la exégesis en Alemania niega, por ejemplo, que el Señor haya instituido la sagrada Eucaristía y dice que el cuerpo de Jesús permaneció en la tumba. La Resurrección no sería un hecho histórico, sino una visión teológica. Esto sucede porque falta una hermenéutica de la fe: se consolida entonces una hermenéutica filosófica profana, que niega la posibilidad de la entrada y de la presencia real de lo Divino en la historia.
La consecuencia de la ausencia del segundo nivel metodológico es la creación de una profunda brecha entre exégesis científica y lectio divina. Precisamente de aquí surge a veces cierta perplejidad también en la preparación de las homilías. Cuando la exégesis no es teología, la Escritura no puede ser el alma de la teología y, viceversa, cuando la teología no es esencialmente interpretación de la Escritura en la Iglesia, esta teología ya no tiene fundamento.
Por eso, para la vida y para la misión de la Iglesia, para el futuro de la fe, es absolutamente necesario superar este dualismo entre exégesis y teología. La teología bíblica y la teología sistemática son dos dimensiones de una única realidad, que llamamos teología. Por consiguiente, sería de desear que en una de las propuestas se hable de la necesidad de tener presentes en la exégesis los dos niveles metodológicos indicados en el número 12 de la Dei verbum, en donde se habla de la necesidad de desarrollar una exégesis no sólo histórica, sino también teológica. Así pues, será necesario ampliar la formación de los futuros exegetas en este sentido, para abrir realmente los tesoros de la Escritura al mundo de hoy y a todos nosotros.