A los obispos de la Conferencia Episcopal de Escocia
5 de febrero 2010
Queridos hermanos en el episcopado:
Os doy una cordial bienvenida a todos con ocasión de vuestra visita ad limina a Roma. Os agradezco las amables palabras que el cardenal Keith Patrick O'Brien me ha dirigido en vuestro nombre, y os aseguro mis oraciones constantes por vosotros y por los fieles encomendados a vuestra solicitud pastoral. Vuestra presencia aquí expresa una realidad que está en el centro de toda diócesis católica: su relación de comunión con la Sede de Pedro y, por lo tanto, con la Iglesia universal. Las iniciativas pastorales que tienen en cuenta, como es debido, esta dimensión esencial llevan a una auténtica renovación: cuando se aceptan con alegría y se viven plenamente los vínculos de comunión con la Iglesia universal y, en especial con Roma, la fe del pueblo crece libremente y produce una cosecha de buenas obras.
Es una feliz coincidencia que el Año sacerdotal, que toda la Iglesia está celebrando actualmente, corresponda al IV centenario de la ordenación sacerdotal del gran mártir escocés san Juan Ogilvie. Venerado con razón como un fiel servidor del Evangelio, destacó realmente por su entrega en un ministerio pastoral difícil y peligroso, hasta tal punto de que sacrificó su vida. Tomadlo como ejemplo para los sacerdotes hoy. Me alegra saber que concedéis gran importancia a la formación permanente de vuestro clero, especialmente mediante la iniciativa "Sacerdotes para Escocia". El testimonio de sacerdotes auténticamente comprometidos en la oración y alegres en su ministerio da fruto no sólo en la vida espiritual de los fieles, sino también en nuevas vocaciones. Sin embargo, recordad que vuestras loables iniciativas para promover las vocaciones deben ir acompañadas por una catequesis continua entre los fieles sobre el verdadero significado del sacerdocio. Subrayad el papel indispensable del sacerdote en la vida de la Iglesia, sobre todo al celebrar la Eucaristía, mediante la cual la Iglesia misma recibe la vida. Y alentad a quienes tienen la tarea de la formación de los seminaristas para que hagan todo lo posible a fin de preparar una nueva generación de sacerdotes comprometidos y fervorosos, bien formados humana, académica y espiritualmente para la tarea del ministerio en el siglo XXI.
Junto con un adecuado aprecio del papel del sacerdote es necesaria una correcta comprensión de la vocación específica del laicado. A veces una tendencia a confundir apostolado laical con ministerio laical ha llevado a una concepción retraída de su papel eclesial. Sin embargo, según la visión del concilio Vaticano II, dondequiera que los fieles laicos vivan su vocación bautismal –en la familia, en casa, en el trabajo– participan activamente en la misión de la Iglesia de santificar al mundo. Un enfoque renovado respecto al apostolado laical ayudará a clarificar las funciones del clero y del laicado, y así se dará un fuerte impulso a la tarea de evangelización de la sociedad.
Esta tarea requiere estar preparados para afrontar con firmeza los desafíos que plantea el laicismo creciente en vuestro país. El apoyo a la eutanasia ataca el corazón mismo de la concepción cristiana de la dignidad de la vida humana. Los avances recientes en ética médica y algunas de las prácticas defendidas en el campo de la embriología dan motivo de seria preocupación. Si la enseñanza de la Iglesia queda comprometida, aunque sea ligeramente, en una de estas áreas, resulta difícil defender la plenitud de la doctrina católica de modo integral. Por lo tanto, los pastores de la Iglesia deben exhortar continuamente a los fieles a una fidelidad total al Magisterio de la Iglesia, sosteniendo y defendiendo al mismo tiempo el derecho de la Iglesia a vivir libremente en la sociedad de acuerdo con sus creencias.
La Iglesia ofrece al mundo una visión positiva y estimulante de la vida humana, la belleza del matrimonio y la alegría de la paternidad. Esta visión hunde sus raíces en el amor infinito, transformador y ennoblecedor de Dios por nosotros, que nos abre los ojos para reconocer y amar su imagen en nuestro prójimo (cf. Deus caritas est, 10-11 et passim). Aseguraos de presentar esta enseñanza de modo que se la reconozca por lo que es: un mensaje de esperanza. Con demasiada frecuencia la doctrina de la Iglesia se percibe como una serie de prohibiciones y posiciones retrógradas, mientras que en realidad, como sabemos, es creativa y vivificante, y está orientada a la realización más plena del gran potencial de bien y de felicidad que Dios ha infundido en cada uno de nosotros.
La Iglesia en vuestro país, como en muchos países del norte de Europa, ha sufrido la tragedia de la división. Es triste recordar la gran ruptura con el pasado católico de Escocia acontecida hace 450 años. Doy gracias a Dios por los avances que se han logrado para cicatrizar las heridas heredadas de ese periodo, especialmente el sectarismo que ha seguido levantando la cabeza incluso en tiempos recientes. Al participar en Action of Churches Together in Scotland, veis que la labor de reconstrucción de la unidad entre los seguidores de Cristo se lleva a cabo con constancia y empeño. Resistiendo a cualquier presión de diluir el mensaje cristiano, prefijaos el objetivo de una unidad plena y visible, porque nada menos que esto puede corresponder a la voluntad de Cristo.
Podéis estar orgullosos de la contribución que dan las escuelas católicas de Escocia para superar el sectarismo y entablar buenas relaciones entre las comunidades. Los colegios religiosos son una gran fuerza para la cohesión social, y cuando tengáis ocasión, haréis bien en subrayarlo. Al alentar a los educadores católicos en su trabajo, poned un énfasis especial en la calidad y la profundidad de la educación religiosa, a fin de preparar un laicado católico articulado y bien informado, capaz y deseoso de llevar a cabo su misión "tratando las realidades temporales y ordenándolas según Dios" (Christifideles laici, 15). Una presencia católica fuerte en los medios de comunicación, en la política local y nacional, en el sistema judicial, en las profesiones y en las universidades sólo puede servir para enriquecer la vida nacional de Escocia, porque las personas que tienen fe dan testimonio de la verdad, especialmente cuando la verdad se pone en duda.
Este año tendré la alegría de estar con vosotros y con los católicos de Escocia en vuestra tierra natal. Al prepararos para la visita apostólica, animad al pueblo a rezar a fin de que sea un tiempo de gracia para toda la comunidad católica. Aprovechad la oportunidad para profundizar su fe y reavivar su compromiso de dar testimonio del Evangelio. Que, como los monjes de Iona difundieron el mensaje cristiano a lo largo y lo ancho de toda Escocia, también ellos sean hoy faros de fe y de santidad para el pueblo de Escocia.
Con estas reflexiones, encomiendo vuestra labor apostólica a la intercesión de Nuestra Señora, de san Andrés, de santa Margarita y de todos los santos de Escocia. A todos vosotros, a vuestro clero, a los religiosos y a los fieles laicos, imparto de corazón mi bendición apostólica como prenda de paz y alegría en nuestro Señor Jesucristo.