ÁNGELUS
Domingo 29 de mayo de 2005
Queridos hermanos y hermanas:
Con esta solemne celebración litúrgica concluye el XXIV Congreso eucarístico de la Iglesia que está en Italia. He deseado estar presente en este gran testimonio de fe en la divina Eucaristía. Me alegra deciros ahora que en verdad me ha impresionado mucho vuestra ferviente participación. Con profunda devoción os habéis reunido todos en torno a Jesús Eucaristía, al final de una intensa semana de oración, reflexión y adoración. Nuestro corazón está lleno de gratitud a Dios y a cuantos han contribuido a la realización de un acontecimiento eclesial tan extraordinario, un acontecimiento particularmente significativo porque se celebra en el marco del Año de la Eucaristía, que ha tenido en el Congreso su momento culminante.
Antes de la bendición final, recemos ahora el Angelus Domini, contemplando el misterio de la Encarnación, con el que el misterio de la Eucaristía está íntimamente relacionado. En la escuela de María, "Mujer eucarística", como solía invocarla el amado Papa Juan Pablo II, acojamos en nosotros mismos la presencia viva de Jesús, para llevarlo a todos con amor servicial. Aprendamos a vivir siempre en comunión con Cristo crucificado y resucitado, dejándonos guiar por la Madre celestial suya y nuestra. Así, nuestra existencia, alimentada por la Palabra y por el Pan de vida, llegará a ser totalmente eucarística, y se convertirá en acción de gracias al Padre por Cristo en el Espíritu Santo.