ÁNGELUS
Domingo 22 de abril de 2007
Queridos hermanos y hermanas:
Antes de concluir esta celebración, deseo dar las gracias a todos los que la han preparado y animado con esmero y devoción. Dirijo un saludo afectuoso a las personas ancianas y enfermas que han seguido la santa misa mediante la radio y la televisión, así como a las comunidades de clausura y a todos los que, por diversos motivos, no han podido estar aquí y se han unido espiritualmente a nosotros. En particular, recuerdo a los reclusos de la cárcel de Torre del Gallo, que me han escrito una hermosa carta.
Entre los presentes quisiera saludar de nuevo a los jóvenes, tanto a los de Pavía como a los que han venido de las diócesis cercanas. Queridos muchachos y muchachas, os deseo que descubráis cada vez más la alegría de seguir a Jesús y de convertiros en amigos suyos. Es la alegría de Pedro y de los demás Apóstoles, de los santos y de las santas de todos los tiempos. Es la misma alegría que me impulsó a escribir el libro Jesús de Nazaret, recién publicado. Para los más jóvenes resultará un poco ardua su lectura, pero idealmente os lo entrego a vosotros, para que acompañe el camino de fe de las nuevas generaciones.
Pensando en los jóvenes, me complace recordar que hoy se celebra en Italia la Jornada de la Universidad católica del Sagrado Corazón. Es una cita significativa, porque la Universidad católica constituye un punto de referencia para la comunidad eclesial y da una valiosa contribución científica, cultural y formativa a todo el país.
Dirijamos ahora la mente y el corazón a la Virgen María. A ella le encomiendo toda la diócesis de Pavía, que la venera en tantos santuarios y lugares de oración. A su protección materna encomiendo cada comunidad y cada familia, especialmente las situaciones de mayor dificultad. Que María santísima obtenga a todos paz y consuelo. Invoquémosla cantando juntos la antífona del tiempo de Pascua.