ÁNGELUS
Domingo 29 de abril de 2007
Queridos hermanos y hermanas:
Hoy, IV domingo de Pascua, domingo del "Buen Pastor", se celebra la Jornada mundial de oración por las vocaciones. Todos los fieles están invitados a orar en especial por las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada.
Esta mañana, en la basílica de San Pedro, he tenido la alegría de ordenar a 22 nuevos sacerdotes. Nos sentimos felices por ello. A la vez que saludo con afecto a estos neo-sacerdotes, así como a sus familiares y amigos, os invito a recordar a quienes el Señor sigue llamando por su nombre, como hizo un día con los Apóstoles a orillas del lago de Galilea, para que se conviertan en "pescadores de hombres", es decir, en sus colaboradores más directos en el anuncio del Evangelio y en el servicio al reino de Dios en nuestro tiempo.
Pidamos para todos los sacerdotes el don de la perseverancia: que se mantengan fieles a la oración, celebren la santa misa con devoción siempre renovada, vivan a la escucha de la palabra de Dios y asimilen día a día los mismos sentimientos y actitudes de Jesucristo, el buen Pastor. Oremos, asimismo, por quienes se preparan para el ministerio sacerdotal y por los formadores de los seminarios de Roma, de Italia y de todo el mundo; oremos por las familias, para que en ellas siga brotando y madurando la "semilla" de la llamada al ministerio presbiteral.
Este año el tema de la Jornada mundial de oración por las vocaciones es: "La vocación al servicio de la Iglesia comunión". Para presentar el misterio de la Iglesia en nuestro tiempo, el concilio ecuménico Vaticano II privilegió la categoría de "comunión". Desde esta perspectiva, asume gran relieve la rica variedad de dones y de ministerios que existe en el pueblo de Dios. Todos los bautizados están llamados a contribuir a la obra de la salvación. Sin embargo, en la Iglesia hay algunas vocaciones especialmente dedicadas al servicio de la comunión.
El primer responsable de la comunión católica es el Papa, Sucesor de Pedro y Obispo de Roma; con él, los obispos, sucesores de los Apóstoles, son custodios y maestros de la unidad, con la colaboración de los presbíteros. Pero también las personas consagradas y todos los fieles están al servicio de la comunión. En el corazón de la Iglesia comunión está la Eucaristía: las diferentes vocaciones encuentran en este supremo Sacramento la fuerza espiritual para edificar constantemente en la caridad el único Cuerpo eclesial.
Nos dirigimos ahora a María, Madre de Cristo, el buen Pastor. Ella, que respondió prontamente a la llamada de Dios diciendo: "He aquí la esclava del Señor" (Lc 1, 38), nos ayude a todos a acoger con alegría y disponibilidad la invitación de Cristo a ser sus discípulos, animados siempre por el deseo de formar "un solo corazón y una sola alma" (Hch 4, 32).