ÁNGELUS
Domingo 29 de julio de 2007

Queridos hermanos y hermanas:

Habiendo vuelto anteayer de Lorenzago, me alegra encontrarme nuevamente aquí, en Castelgandolfo, en el ambiente familiar de esta hermosa localidad, donde pienso pasar, Dios mediante, el resto del período estival. Siento el vivo deseo de dar gracias una vez más al Señor por haber podido pasar unos días serenos entre las montañas de Cadore, y expreso mi agradecimiento a todos los que organizaron eficientemente mi estancia allí y velaron con esmero por ella.

Con igual afecto quisiera saludaros y expresaros mis sentimientos de gratitud a vosotros, queridos peregrinos, y sobre todo a vosotros, queridos habitantes de Castelgandolfo, que me habéis acogido con vuestra típica cordialidad y me acompañáis siempre con discreción durante el tiempo que paso entre vosotros.

El domingo pasado, recordando la "Nota" que el 1 de agosto de hace 90 años dirigió el Papa Benedicto XV a los países beligerantes en la primera guerra mundial, hablé sobre el tema de la paz. Ahora una nueva ocasión me invita a reflexionar sobre otro importante asunto relacionado con ese tema. En efecto, precisamente hoy se celebra el 50° aniversario de la entrada en vigor del Estatuto del OIEA, el Organismo internacional de energía atómica, instituido con el mandato de "solicitar y aumentar la contribución de la energía atómica a las causas de la paz, de la salud y de la prosperidad en todo el mundo" (art. II del Estatuto). La Santa Sede, aprobando plenamente las finalidades de dicho Organismo, es miembro de él desde su fundación y sigue sosteniendo su actividad.

Los cambios históricos acontecidos durante los últimos 50 años muestran que, en la difícil encrucijada en que se encuentra la humanidad, es cada vez más actual y urgente el compromiso de fomentar la no proliferación de armas nucleares, promover un progresivo y concordado desarme nuclear y favorecer el uso pacífico y seguro de la tecnología nuclear para un auténtico desarrollo, respetuoso del ambiente y siempre atento a las poblaciones menos favorecidas.

Por eso, deseo que tengan éxito los esfuerzos de quienes trabajan para alcanzar con determinación estos tres objetivos, con el fin de hacer que "los recursos ahorrados de este modo puedan emplearse en proyectos de desarrollo en favor de todos los habitantes y, en primer lugar, de los más pobres" (Mensaje para la Jornada mundial de la paz de 2006, n. 13: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 16 de diciembre de 2005, p. 4). En efecto, conviene reafirmar también en esta ocasión que "es preciso sustituir (...) la carrera de armamentos por un esfuerzo común para movilizar los recursos hacia objetivos de desarrollo moral, cultural y económico "redefiniendo las prioridades y las escalas de valores"" (Catecismo de la Iglesia católica, n. 2438).

Encomendemos nuevamente a la intercesión de María santísima nuestra oración por la paz, en particular para que los conocimientos científicos y técnicos se apliquen siempre con sentido de responsabilidad y para el bien común, en el pleno respeto del derecho internacional. Oremos para que los hombres vivan en paz y todos se sientan hermanos, hijos de un único Padre: Dios.