ÁNGELUS
Miércoles 26 de diciembre de 2007
Queridos hermanos y hermanas:
El día que sigue a la Navidad, la liturgia nos hace celebrar el "nacimiento para el cielo" del primer mártir, san Esteban. "Lleno de fe y de Espíritu Santo" (Hch 6, 5), fue elegido como diácono en la comunidad de Jerusalén, juntamente con otros seis discípulos de cultura griega. Con la fuerza que le daba Dios, san Esteban realizaba numerosos milagros y anunciaba en las sinagogas el Evangelio con "sabiduría inspirada". Fue lapidado a las puertas de la ciudad y murió, como Jesús, invocando el perdón para sus asesinos (cf. Hch 7, 59-60).
El profundo vínculo que une a Cristo con su primer mártir, san Esteban, es la caridad divina: el mismo Amor que impulsó al Hijo de Dios a abajarse y hacerse obediente hasta la muerte de cruz (cf. Flp 2, 6-8), impulsó después a los Apóstoles y a los mártires a dar la vida por el Evangelio.
Conviene poner siempre de relieve esta característica distintiva del martirio cristiano: es exclusivamente un acto de amor a Dios y a los hombres, incluidos los perseguidores. Por eso, hoy, en la santa misa, hemos pedido al Señor que nos enseñe "a amar también a nuestros enemigos, imitando al mártir san Esteban, ya que celebramos la muerte de quien supo orar por sus perseguidores" (oración "colecta").
¡Cuántos hijos e hijas de la Iglesia, a lo largo de los siglos, han seguido este ejemplo! Desde la primera persecución en Jerusalén, pasando por las de los emperadores romanos, hasta las multitudes de mártires de nuestros tiempos. En efecto, también hoy, desde diversos lugares del mundo, con frecuencia llegan noticias de misioneros, sacerdotes, obispos, religiosos, religiosas y fieles laicos perseguidos, encarcelados, torturados, privados de libertad o impedidos de ejercerla por ser discípulos de Cristo y apóstoles del Evangelio. A veces se sufre y se muere también por la comunión con la Iglesia universal y la fidelidad al Papa.
En la encíclica Spe salvi (cf. Spe salvi, 37), recordando la experiencia del mártir vietnamita Pablo Le-Bao-Thin (que murió en el año 1857), puse de relieve que el sufrimiento se transforma en alegría mediante la fuerza de la esperanza que brota de la fe.
El mártir cristiano, como Cristo y por la unión con él, "acepta en lo más íntimo la cruz, la muerte, y la transforma en una acción de amor. Lo que desde el exterior es violencia brutal, desde el interior se transforma en un acto de un amor que se entrega totalmente. (...) La violencia se transforma en amor y, por tanto, la muerte en vida" (Homilía en la clausura de la Jornada mundial de la juventud, Marienfeld, domingo 21 de agosto de 2005: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 26 de agosto de 2005, p. 13). El mártir cristiano actualiza la victoria del amor sobre el odio y sobre la muerte.
Pidamos por todos los que sufren a causa de su fidelidad a Cristo y a su Iglesia. Que María santísima, Reina de los mártires, nos ayude a ser testigos creíbles del Evangelio, respondiendo a los enemigos con la fuerza desarmante de la verdad y de la caridad.