ÁNGELUS
IV domingo de Pascua 13 de abril de 2008
Queridos hermanos y hermanas:
En este IV domingo de Pascua, en el que la liturgia nos presenta a Jesús como el buen Pastor, se celebra la Jornada mundial de oración por las vocaciones. En todos los continentes, las comunidades eclesiales imploran al unísono del Señor numerosas y santas vocaciones al sacerdocio, a la vida consagrada y misionera, y al matrimonio cristiano, y meditan sobre el tema: "Las vocaciones al servicio de la Iglesia-misión". Este año la Jornada mundial de oración por las vocaciones se sitúa en la perspectiva del "Año paulino", que comenzará el 28 de junio próximo, para celebrar el bimilenario del nacimiento del apóstol san Pablo, el misionero por excelencia.
En la experiencia del Apóstol de los gentiles, a quien el Señor llamó para ser "ministro del Evangelio", vocación y misión son inseparables. Por tanto, constituye un modelo para todo cristiano y, de modo particular, para los misioneros ad vitam, o sea, para los hombres y las mujeres que se dedican totalmente a anunciar a Cristo a quienes aún no lo conocen: esta vocación sigue manteniendo toda su validez.
Este servicio misionero lo realizan en primer lugar los sacerdotes, ofreciendo la palabra de Dios y los sacramentos y manifestando mediante su caridad pastoral con todos, sobre todo con los enfermos, los pequeños y los pobres, la presencia sanadora de Jesucristo. Demos gracias a Dios por estos hermanos nuestros que se entregan sin reservas en el ministerio pastoral, coronando a veces su fidelidad a Cristo con el sacrificio de su vida, como les sucedió ayer a dos religiosos asesinados en Guinea y Kenia. A ellos se dirige nuestra admiración y nuestra gratitud, juntamente con nuestra oración de sufragio.
Oremos también para que sea cada vez mayor el número de quienes deciden vivir radicalmente el Evangelio mediante los votos de castidad, pobreza y obediencia: hombres y mujeres que desempeñan un papel primario en la evangelización. Algunos de ellos se dedican a la contemplación y a la oración; otros, a una multiforme acción educativa y caritativa, pero a todos los une un mismo objetivo: testimoniar la primacía de Dios sobre todo y difundir su reino en todos los ámbitos de la sociedad. Muchos de ellos, como escribió el siervo de Dios Pablo VI, "son emprendedores y su apostolado está frecuentemente marcado por una originalidad y una imaginación que suscitan admiración. Son generosos: no raras veces se les encuentra en la vanguardia de la misión y afrontando los más grandes riesgos para su salud y su propia vida" (Evangelii nuntiandi, 69).
Por último, no hay que olvidar que también la vocación al matrimonio cristiano es una vocación misionera: en efecto, los esposos están llamados a vivir el Evangelio en las familias, en los ambientes de trabajo, en las comunidades parroquiales y civiles. Además, en ciertos casos, prestan una valiosa colaboración a la misión Ad gentes.
Queridos hermanos y hermanas, invoquemos la maternal protección de María sobre las múltiples vocaciones que existen en la Iglesia, para que se desarrollen con un fuerte carácter misionero. A ella, Madre de la Iglesia y Reina de la paz, le encomiendo también la especial experiencia misionera que viviré en los próximos días durante el viaje apostólico a Estados Unidos y la visita a la ONU, a la vez que os pido a todos vosotros que me acompañéis con vuestra oración.