ÁNGELUS
Domingo 15 de junio de 2008

Queridos hermanos y hermanas:

Antes de concluir la celebración, expreso mi gratitud a cuantos la han preparado con tanto esmero y la han animado con la música y el canto. Doy las gracias a los que han organizado mi viaje y están contribuyendo a que se desarrolle del mejor modo posible: pienso en las diversas autoridades locales, en las Fuerzas del orden, en los voluntarios y en vosotros, queridos habitantes de Brindisi. Os invito a todos, como cada domingo, a uniros a mí en la oración del Ángelus.

El lugar en el que nos encontramos -el puerto- tiene un profundo significado simbólico. Todo puerto habla de acogida, de refugio, de seguridad; habla de un arribo deseado tras la navegación, tal vez larga y difícil. Pero habla también de salidas, de proyectos y aspiraciones, de futuro. En particular, el puerto de Brindisi desempeña un papel de primer plano en las comunicaciones con el mar Mediterráneo y con Oriente; por eso alberga también una base de las Naciones Unidas, que cumple una función importante desde el punto de vista humanitario.

Por tanto, desde este lugar tan sugestivo, no lejos de la ciudad indicada como el "buen día" de Italia (Calimera), deseo renovar el mensaje cristiano de cooperación y paz entre todos los pueblos, especialmente entre los que rodean este mar, antigua cuna de civilización, y los de Oriente Próximo y Oriente Medio. Y me complace hacerlo con las palabras que dirigí hace dos meses en Nueva York a la Asamblea general de las Naciones Unidas: "La acción de la comunidad internacional y de sus instituciones, dando por sentado el respeto de los principios que están en la base del orden internacional, no tiene por qué ser interpretada nunca como una imposición injustificada y una limitación de soberanía. Al contrario, es la indiferencia o la falta de intervención lo que causa un daño real. Lo que se necesita es una búsqueda más profunda de los medios para prevenir y controlar los conflictos, explorando cualquier vía diplomática posible y prestando atención y estímulo también a las más tenues señales de diálogo o deseo de reconciliación" (Discurso a la ONU, 18 de abril de 2008: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 25 de abril de 2008, p. 10).

Desde este borde de Europa, proyectado hacia el Mediterráneo, entre Oriente y Occidente, nos dirigimos una vez más a María, Madre que nos "indica el camino" -Odigitria-, dándonos a Jesús, Camino de la paz. La invocamos idealmente con todos los títulos con los que se la venera en los santuarios de Puglia. Desde este antiguo puerto, la invocamos en particular como "Puerto de salvación" para cada hombre y para toda la humanidad.

Que su protección materna defienda siempre a vuestra ciudad y vuestra región, a Italia, a Europa y al mundo entero de las tempestades que se ciernen sobre la fe y los valores verdaderos; que permita a las generaciones jóvenes remar mar adentro sin miedo para afrontar con esperanza cristiana el viaje de la vida.

María, Puerto de salvación, ruega por nosotros.