ÁNGELUS
Domingo 29 de junio de 2008

Queridos hermanos y hermanas:

Este año, la fiesta de los apóstoles San Pedro y San Pablo cae en domingo, de modo que toda la Iglesia, y no sólo la de Roma, la celebra de forma solemne. Esta coincidencia es propicia también para dar mayor relieve a un acontecimiento extraordinario: el Año paulino, que inauguré oficialmente ayer por la tarde junto a la tumba del Apóstol de los gentiles, y que durará hasta el 29 de junio de 2009. En efecto, los historiadores sitúan el nacimiento de Saulo, que luego se convirtió en Pablo, entre los años 7 y 10 después de Cristo. Por eso, al cumplirse alrededor de dos mil años, he querido convocar este jubileo especial, que naturalmente tendrá como centro Roma, en particular la basílica de San Pablo extramuros y el lugar de su martirio, en Tre Fontane. Pero implicará a toda la Iglesia, a partir de Tarso, ciudad natal de san Pablo, y de los demás lugares paulinos meta de peregrinaciones en la actual Turquía, así como en Tierra Santa y en la isla de Malta, adonde llegó el Apóstol tras un naufragio y sembró la semilla fecunda del Evangelio.

En realidad, el horizonte del Año paulino no puede por menos de ser universal, porque san Pablo fue por excelencia el apóstol de aquellos que con respecto a los judíos estaban "lejos", y que "gracias a la sangre de Cristo" llegaron a estar "cerca" (cf. Ef 2, 13). Por eso, también hoy, en un mundo que se ha vuelto más "pequeño", pero donde muchísimos aún no han encontrado al Señor Jesús, el jubileo de san Pablo invita a todos los cristianos a ser misioneros del Evangelio.

Esta dimensión misionera necesita ir siempre acompañada por la de la unidad, representada por san Pedro, la "roca" sobre la que Jesucristo edificó su Iglesia. Como subraya la liturgia, los carismas de estos dos grandes Apóstoles son complementarios para la edificación del único pueblo de Dios, y los cristianos no pueden dar un testimonio válido de Cristo si no están unidos entre sí. Hoy, el tradicional rito del palio, que durante la santa misa impuse a los arzobispos metropolitanos nombrados durante el último año, pone de relieve el tema de la unidad. Hoy lo han recibido 40, y otros dos lo recibirán en sus sedes. También a ellos va nuevamente mi saludo cordial. Además, en esta solemnidad es motivo de especial alegría para el Obispo de Roma acoger al Patriarca ecuménico de Constantinopla, en la querida persona de Su Santidad Bartolomé I, al que renuevo mi saludo fraterno, extendiéndolo a toda la delegación de la Iglesia ortodoxa que lo acompaña.

Año paulino, evangelización, comunión en la Iglesia y plena unidad de todos los cristianos: oremos ahora por estas grandes intenciones, encomendándolas a la intercesión celestial de María santísima, Madre de la Iglesia y Reina de los Apóstoles.