ÁNGELUS
Domingo 6 de julio de 2008
Queridos hermanos y hermanas:
Ante todo, dirijo un saludo afectuoso y agradecido a las autoridades y a toda la comunidad civil y eclesial de Castelgandolfo, que me dispensan siempre durante mi estancia una cordial y solícita acogida. Mi pensamiento va ya a Australia, adonde, si Dios quiere, iré el sábado próximo, 12 de julio. En efecto, en Sydney, en el sudeste de ese país, tendrá lugar la XXIII Jornada mundial de la juventud.
En los meses pasados, la "Cruz de los jóvenes" ha atravesado toda Oceanía, y en Sydney una vez más será testigo silenciosa del pacto de alianza entre el Señor Jesucristo y las nuevas generaciones. El 15 de julio está prevista la fiesta de acogida de los jóvenes; el sábado 19 tendrá lugar la gran vigilia; y el domingo 20, la celebración eucarística, momento culminante y conclusión del acontecimiento. La Conferencia episcopal australiana lo ha preparado todo con gran esmero, sostenida eficazmente por la colaboración de las autoridades civiles. Los primeros grupos de muchachos y muchachas ya están partiendo de los demás continentes con destino a Australia. Invito a toda la Iglesia a sentirse partícipe en esta nueva etapa de la gran peregrinación de los jóvenes a través del mundo, iniciada en 1985 por el siervo de Dios Juan Pablo II.
La próxima Jornada mundial de la juventud se anuncia como un renovado Pentecostés. En efecto, ya desde hace un año las comunidades cristianas se preparan siguiendo el camino que indiqué en el Mensaje sobre el tema: "Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos" (Hch 1, 8). Es la promesa que Jesús hizo a sus discípulos después de la resurrección, y sigue siendo válida y actual en la Iglesia: el Espíritu Santo, esperado y acogido en la oración, infunde en los creyentes la capacidad de ser testigos de Jesús y de su Evangelio. Soplando sobre la vela de la Iglesia, el Espíritu divino la impulsa continuamente a "remar mar adentro", de generación en generación, para llevar a todos la buena nueva del amor de Dios, revelado plenamente en Cristo Jesús, muerto y resucitado por nosotros.
Estoy seguro de que desde todas las partes de la tierra los católicos se unirán a mí y a los jóvenes reunidos, como en un Cenáculo, en Sydney invocando intensamente al Espíritu Santo, para que inunde los corazones de luz interior, de amor a Dios y a los hermanos, y de valiente iniciativa para introducir el mensaje eterno de Jesús en la diversidad de lenguas y culturas.
Junto con la cruz, el icono de la Virgen María acompaña las Jornadas mundiales de la juventud. A su protección maternal encomendamos este viaje a Australia y el encuentro de los jóvenes en Sydney. Asimismo, en este primer domingo de julio deseo invocar la intercesión de María para que el período de verano brinde a todos la ocasión de un tiempo de descanso y de fortalecimiento físico y espiritual.