ÁNGELUS
Castelgandolfo
Domingo 2 de agosto de 2009
Queridos hermanos y hermanas:
He regresado hace pocos días del Valle de Aosta y ahora me encuentro entre vosotros con vivo agrado, queridos amigos de Castelgandolfo. Al obispo, al párroco y a la comunidad parroquial, así como a las autoridades civiles y a todos los castellani, junto a los peregrinos y veraneantes, renuevo con afecto mi saludo, unido a un sentido agradecimiento por vuestra acogida, siempre tan cordial. Gracias también por la cercanía espiritual que muchos me han demostrado cuando, en Les Combes, me ocurrió el pequeño infortunio en la muñeca derecha.
Queridos hermanos y hermanas, el Año sacerdotal que estamos celebrando constituye una magnífica ocasión para profundizar en el valor de la misión de los presbíteros en la Iglesia y en el mundo. Al respecto nos llegan útiles motivos de reflexión de la memoria de los santos que la Iglesia nos propone diariamente. En estos primeros días del mes de agosto, por ejemplo, recordamos algunos que son verdaderos modelos de espiritualidad y de entrega sacerdotal. Ayer fue la memoria litúrgica de san Alfonso María de Ligorio, obispo y doctor de la Iglesia, gran maestro de teología moral y modelo de virtudes cristianas y pastorales, siempre atento a las necesidades religiosas del pueblo.
Hoy contemplamos en san Francisco de Asís el ardiente amor por la salvación de las almas, que todo sacerdote debe alimentar constantemente: en efecto, hoy se celebra el llamado "Perdón de Asís", que obtuvo del Papa Honorio III en el año 1216, después de haber tenido una visión mientras se hallaba en oración en la pequeña iglesia de la Porciúncula. Apareciéndosele Jesús en su gloria, con la Virgen María a su derecha y muchos ángeles a su alrededor, le dijo que expresara un deseo, y Francisco imploró un "perdón amplio y generoso" para todos aquellos que, "arrepentidos y confesados", visitaran aquella iglesia. Recibida la aprobación pontificia, el santo no esperó ningún documento escrito, sino que corrió a Asís y, al llegar a la Porciúncula, anunció la gran noticia: "Hermanos míos, ¡quiero enviaros a todos al paraíso!". A partir de entonces, desde el mediodía del 1 de agosto hasta la medianoche del 2, se puede lucrar, con las condiciones habituales, la indulgencia plenaria también por los difuntos, visitando una iglesia parroquial o franciscana.
¿Qué decir de san Juan María Vianney, a quien recordaremos el 4 de agosto? Precisamente para celebrar el 150° aniversario de su muerte he convocado el Año sacerdotal. De este humilde párroco, que constituye un modelo de vida sacerdotal no sólo para los párrocos, sino para todos los sacerdotes, me propongo volver a hablar en la catequesis de la audiencia general del próximo miércoles.
Después, el 7 de agosto será la memoria de san Cayetano de Thiene, quien solía repetir que "las almas no se purifican con el amor sentimental, sino con el amor de los hechos". Y al día siguiente, 8 de agosto, la Iglesia nos señalará como modelo a santo Domingo, del que se ha escrito que "abría la boca o para hablar con Dios en la oración o para hablar de Dios".
Finalmente, no puedo dejar de recordar también la gran figura del Papa Montini, Pablo VI, de cuya muerte, ocurrida precisamente aquí, en Castelgandolfo, el 6 de agosto se cumplen 31 años. Su vida, tan profundamente sacerdotal y llena de tanta humanidad, permanece en la Iglesia como un don por el que hay que dar gracias a Dios. Que la Virgen María, Madre de la Iglesia, ayude a los sacerdotes a estar todos totalmente enamorados de Cristo, siguiendo el ejemplo de estos modelos de santidad sacerdotal.