ÁNGELUS
Valle Faul - Viterbo. Domingo 6 de septiembre de 2009

Queridos hermanos y hermanas:

Al término de esta solemne celebración eucarística, doy de nuevo las gracias al Señor por haberme dado la alegría de realizar esta visita pastoral a vuestra comunidad diocesana. He venido entre vosotros para alentaros y para confirmaros en la fidelidad a Cristo, como bien indica además el tema que habéis elegido: "Confirma a tus hermanos" (Lc 22, 31). Jesús dirigió estas palabras al apóstol Pedro en la última Cena, encomendándole la tarea de ser aquí en la tierra Pastor de toda la Iglesia.

Desde hace muchos siglos vuestra diócesis se caracteriza por un singular vínculo de afecto y de comunión con el Sucesor de Pedro. He podido percibirlo al visitar el palacio de los Papas y, en particular, la sala del "Cónclave". En el extenso territorio de la antigua Tuscia nació san León Magno, quien prestó un gran servicio a la verdad en la caridad, mediante un asiduo ejercicio de la palabra, testimoniado por sus Sermones y sus Cartas. En Blera tuvo lugar el nacimiento del Papa Sabiniano, sucesor de san Gregorio Magno; en Canino nació Pablo III. Viterbo fue escogida durante toda la segunda parte del siglo XIII como residencia de los Romanos Pontífices; aquí cinco de mis predecesores fueron elegidos y cuatro de ellos fueron sepultados; cincuenta la visitaron –el último fue el siervo de Dios Juan Pablo II, hace 25 años–. Estas cifras revisten un significado histórico, pero, en este momento, quisiera recalcar sobre todo su valor espiritual. A Viterbo se le llama justamente "Ciudad de los Papas", y esto constituye para vosotros un estímulo ulterior para vivir y testimoniar la fe cristiana, la misma fe por la que dieron la vida los santos mártires Valentín e Hilario, custodiados en la iglesia catedral, los primeros de una larga estela de santos, mártires y beatos de vuestra tierra.

"Confirma a tus hermanos": hoy advierto esta invitación del Señor dirigida a mí con una intensidad singular. Orad, queridos hermanos y hermanas, para que cumpla siempre con fidelidad y amor la misión de Pastor de toda la grey de Cristo (cf. Jn 21, 15 ss). Por mi parte, aseguro un constante recuerdo ante el Señor por vuestra comunidad diocesana, para que sus distintas articulaciones –de las que he podido admirar una simbólica representación en las nuevas puertas de la catedral– tiendan cada vez más a una plena unidad y comunión fraterna, condiciones indispensables para dar al mundo un testimonio evangélico eficaz. Esta tarde encomendaré estas intenciones a la Virgen María, al visitar el santuario de la Virgen de la Encina. Ahora, con la oración que recuerda su "sí" al anuncio del ángel, le pedimos que mantenga nuestra fe siempre fuerte y gozosa.