ÁNGELUS
Plaza de San Pedro, 25 de octubre de 2009

Queridos hermanos y hermanas:

Hace poco, con la celebración eucarística en la basílica de San Pedro, ha concluido la II Asamblea especial para África del Sínodo de los obispos. Tres semanas de oración y de escucha recíproca, para discernir lo que el Espíritu Santo dice hoy a la Iglesia que vive en el continente africano, pero al mismo tiempo a la Iglesia universal. Los padres sinodales, venidos de todos los países de África, han presentado la rica realidad de las Iglesias locales. Juntos hemos compartido sus alegrías por el dinamismo de las comunidades cristianas, que continúan creciendo en cantidad y calidad. Damos gracias a Dios por el impulso misionero que ha encontrado terreno fértil en numerosas diócesis y que se expresa en el envío de misioneros a otros países africanos y a otros continentes. Se ha dado un relieve particular a la familia, que también en África constituye la célula primaria de la sociedad, pero que hoy se encuentra amenazada por corrientes ideológicas procedentes también del exterior. Y ¿qué decir de los jóvenes expuestos a este tipo de presión, influenciados por modelos de pensamiento y de comportamiento que contrastan con los valores humanos y cristianos de los pueblos africanos? Naturalmente, se han presentado en la Asamblea los problemas actuales de África y su gran necesidad de reconciliación, de justicia y de paz. Precisamente a esto la Iglesia responde volviendo a proponer, con renovado vigor, el anuncio del Evangelio y la acción de promoción humana. Animada por la Palabra de Dios y por la Eucaristía, se esfuerza por lograr que nadie se vea privado de lo necesario para vivir y que todos puedan llevar una vida digna del ser humano.

Recordando el viaje apostólico que realicé a Camerún y Angola el pasado mes de marzo, y que tenía también como objetivo poner en marcha la preparación inmediata del segundo Sínodo para África, hoy deseo dirigirme a todas las poblaciones africanas, en particular a quienes comparten la fe cristiana, para entregarles idealmente el Mensaje final de esta Asamblea sinodal. Es un Mensaje que parte de Roma, sede del Sucesor de Pedro, quien preside en la comunión universal, pero puede decirse, en un sentido no menos verdadero, que tiene su origen en África, de donde recoge las experiencias, las expectativas, los proyectos, y ahora vuelve a África, llevando la riqueza de un acontecimiento de profunda comunión en el Espíritu Santo. Queridos hermanos y hermanas que me escucháis desde África, encomiendo de modo especial a vuestra oración los frutos del trabajo de los padres sinodales, y os animo con las palabras del Señor Jesús: ¡sed sal y luz en la amada tierra africana!

Mientras concluye este Sínodo, deseo recordar ahora que el próximo año está prevista una Asamblea especial para Oriente Medio del Sínodo de los obispos. Con ocasión de mi visita a Chipre tendré el gusto de entregar el Instrumentum laboris de esa Asamblea. Demos gracias al Señor, que no se cansa nunca de edificar su Iglesia en la comunión, e invoquemos con confianza la intercesión maternal de la Virgen María.