ANGELUS
Plaza Pablo VI - Brescia, Domingo 8 de noviembre de 2009
Al concluir esta solemne celebración, doy cordialmente las gracias a quienes se han encargado de la animación litúrgica y a quienes de diferentes maneras han colaborado en la preparación y realización de mi visita pastoral aquí, a Brescia. ¡Gracias a todos! Saludo también a quienes nos siguen a través de la radio y la televisión, así como a quienes están en la plaza de San Pedro, de manera especial a los numerosos voluntarios de la Unión nacional "Pro Loco" de Italia. En este momento del Ángelus deseo recordar la profunda devoción que el siervo de Dios Giovanni Battista Montini tenía por la Virgen María. Celebró su primera misa en el santuario de Santa María de las Gracias, corazón mariano de vuestra ciudad, no muy lejos de esta plaza. De ese modo, puso su sacerdocio bajo la protección materna de la Madre de Jesús, y este vínculo lo acompañó toda la vida.
A medida que sus responsabilidades eclesiales aumentaban, iba madurando una visión cada vez más amplia y orgánica de la relación entre la santísima Virgen María y el misterio de la Iglesia. Desde esta perspectiva, es memorable el discurso de clausura de la tercera etapa del concilio Vaticano II, el 21 de noviembre de 1964. En esa sesión, se promulgó la constitución Lumen gentium sobre la Iglesia, que, según palabras de Pablo VI, "tiene como vértice y corona todo un capítulo dedicado a la Virgen". El Papa observó que se trataba de la síntesis más extensa de la doctrina mariana elaborada por un concilio ecuménico, con el fin de "manifestar el rostro de la santa Iglesia, a la que María está íntimamente unida" (Enchiridion Vaticanum, Bolonia 1979, p. [185], n. 300-302; "Concilio Vaticano II. Constituciones, Decretos. Declaraciones", BAC, Madrid 1968, p. 1077). En ese contexto proclamó a María santísima "Madre de la Iglesia" (cf. ib., n. 306), subrayando, con profunda sensibilidad ecuménica, que "la devoción a María... es un medio esencialmente ordenado a orientar las almas hacia Cristo y de esta forma unirlas al Padre, en el amor del Espíritu Santo" (ib., n. 315).
Recordando esas palabras de Pablo VI, también nosotros elevamos hoy nuestra oración: Virgen María, Madre de la Iglesia, te encomendamos a esta Iglesia bresciana y a toda la población de esta región. Acuérdate de todos tus hijos; avala sus oraciones ante Dios; conserva sólida su fe; fortifica su esperanza; aumenta su caridad. ¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María! (cf. ib., n. 317.320.325).