REGINA CAELI
Turin, Plaza "San Carlo", Domingo 2 de mayo de 2010
Mientras nos disponemos a concluir esta solemne celebración, elevamos una oración a María santísima, a quien en Turín se venera como la patrona principal con el título de Bienaventurada Virgen Consoladora. A ella encomiendo esta ciudad y todos sus habitantes. Vela, oh María, por las familias y por el mundo del trabajo; vela por cuantos han perdido la fe y la esperanza; consuela a los enfermos, a los presos y a todos los que sufren; sostén, oh Auxilio de los cristianos, a los jóvenes, a los ancianos y a las personas que pasan dificultades. Vela, oh Madre de la Iglesia, por los pastores y por toda la comunidad de los creyentes, para que sean "sal y luz" en medio de la sociedad.
La Virgen María, más que cualquier otra criatura, contempló a Dios en el rostro humano de Jesús. Lo vio recién nacido, envuelto en pañales y recostado en un pesebre; lo vio cuando acababa de morir, cuando lo bajaron de la cruz, lo envolvieron en una sábana y lo llevaron al sepulcro. La imagen de su Hijo torturado quedó grabada en su alma; pero esta imagen se vio transfigurada después por la luz de la Resurrección. Así, en el corazón de María se custodia el misterio del rostro de Cristo, misterio de muerte y de gloria. Siempre podemos aprender de ella a mirar a Jesús con una mirada de amor y de fe, a reconocer en ese rostro humano el Rostro de Dios.
A la Virgen santísima encomiendo con gratitud a todos aquellos que han trabajado para mi visita, y para la ostensión de la Sábana Santa. Pido por ellos y para que estos acontecimientos favorezcan una profunda renovación espiritual.