ÁNGELUS
Solemnidad de la Epifanía del Señor. Jueves 6 de enero de 2011
Queridos hermanos y hermanas:
Hemos celebrado en la basílica la fiesta de la Epifanía –disculpad mi retraso–. Epifanía quiere decir manifestación de Jesús a todos los pueblos, representados hoy por los Magos, que llegaron a Belén desde Oriente para rendir homenaje al Rey de los judíos, cuyo nacimiento habían conocido por la aparición de una nueva estrella en el cielo (cf. Mt 2, 1-12). En efecto, antes de la llegada de los Magos, el conocimiento de este hecho apenas había superado el círculo familiar: además de María y José, y probablemente de otros parientes, sólo era conocido por los pastores de Belén, los cuales, al oír el gozoso anuncio, habían acudido a ver al Niño mientras aún se hallaba recostado en el pesebre. Así, la venida del Mesías, el esperado de las naciones, anunciado por los profetas, inicialmente permanecía en el ocultamiento. Precisamente hasta que llegaron a Jerusalén aquellos personajes misteriosos, los Magos, solicitando noticias acerca del "Rey de los judíos" recién nacido. Obviamente, tratándose de un rey, se dirigieron al palacio real, donde residía Herodes. Pero este no sabía nada de dicho nacimiento y, muy preocupado, convocó inmediatamente a los sacerdotes y los escribas, los cuales, basándose en la célebre profecía de Miqueas (cf. Mi 5, 1), afirmaron que el Mesías debía nacer en Belén. Y, de hecho, tras reanudar su camino en esa dirección, los Magos vieron de nuevo la estrella, que los guió hasta el lugar donde se encontraba Jesús. Al entrar, se postraron y lo adoraron, ofreciendo dones simbólicos: oro, incienso y mirra. He aquí la epifanía, la manifestación: la venida y la adoración de los Magos es el primer signo de la identidad singular del Hijo de Dios, que también es Hijo de la Virgen María. Desde entonces comenzó a propagarse la pregunta que acompañará toda la vida de Cristo y que de diversas maneras atraviesa los siglos: ¿quién es este Jesús?
Queridos amigos, esta es la pregunta que la Iglesia quiere suscitar en el corazón de todos los hombres: ¿quién es Jesús? Este es el anhelo espiritual que impulsa su misión: dar a conocer a Jesús, su Evangelio, para que todos los hombres puedan descubrir en su rostro humano el rostro de Dios, y ser iluminados por su misterio de amor. La Epifanía anuncia la apertura universal de la Iglesia, su llamada a evangelizar a todos los pueblos. Pero la Epifanía nos dice también de qué modo la Iglesia realiza esta misión: reflejando la luz de Cristo y anunciando su Palabra. Los cristianos están llamados a imitar el servicio que prestó la estrella a los Magos. Debemos brillar como hijos de la luz, para atraer a todos a la belleza del reino de Dios. Y a todos los que buscan la verdad debemos ofrecerles la Palabra de Dios, que lleva a reconocer en Jesús "el Dios verdadero y la vida eterna" (1Jn 5, 20).
Una vez más, sentimos en nosotros un profundo agradecimiento a María, la Madre de Jesús. Ella es la imagen perfecta de la Iglesia que da al mundo la luz de Cristo: es la Estrella de la evangelización. "Respice Stellam", nos dice san Bernardo: mira la Estrella, tú que andas buscando la verdad y la paz; dirige tu mirada a María, y ella te mostrará a Jesús, luz para todos los hombres y para todos los pueblos.