ÁNGELUS
Ancona Domingo 11 de septiembre de 2011

Queridos hermanos y hermanas:

Antes de concluir esta solemne celebración eucarística, la oración del Ángelus nos invita a reflejarnos en María santísima para contemplar el abismo de amor del que proviene el sacramento de la Eucaristía. Gracias al "fiat" de la Virgen, el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros. Meditando el misterio de la Encarnación, nos dirigimos todos, con la mente y el corazón, al santuario de la Santa Casa de Loreto, del que nos separan sólo pocos kilómetros. Toda la tierra marquisana está iluminada por la presencia espiritual de María en su histórico santuario, que embellece y dulcifica más aún estas colinas. A Ella encomiendo en este momento la ciudad de Ancona, la diócesis, Las Marcas e Italia entera, para que en el pueblo italiano esté siempre viva la fe en el misterio eucarístico que en cada ciudad y en cada pueblo, desde los Alpes hasta Sicilia, hace presente a Cristo Resucitado, fuente de esperanza y de consuelo para la vida cotidiana, especialmente en los momentos difíciles.

Hoy nuestro pensamiento se dirige también al 11 de septiembre de hace diez años. Al recordar al Señor de la Vida a las víctimas de los atentados perpetrados aquel día y a sus familiares, invito a los responsables de las naciones y a los hombres de buena voluntad a rechazar siempre la violencia como solución de los problemas, a resistir a la tentación del odio y a obrar en la sociedad inspirándose en los principios de la solidaridad, de la justicia y de la paz.

Finalmente, por intercesión de María santísima, ruego al Señor que recompense a cuantos han trabajado en la preparación y organización de este Congreso eucarístico nacional, y a ellos dirijo de corazón mi más vivo agradecimiento.