1 CORINTIOS

INTRODUCCIÓN (1,1-9)

Presentación y saludo

Capítulo 1

1 Pablo, llamado a ser Apóstol de Jesucristo por voluntad de Dios, y Sóstenes nuestro hermano,

2 a la Iglesia de Dios que está en Corinto, a los santificados por Jesucristo, llamados santos con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro:

3 a vosotros, gracia y paz de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.

Acción de gracias

4 Doy gracias a mi Dios continuamente por vosotros, por la gracia de Dios que se os ha dado en Cristo Jesús;

5 pues en él habéis sido enriquecidos en todo: en toda palabra y en toda ciencia;

6 porque en vosotros se ha probado el testimonio de Cristo,

7 de modo que no carecéis de ningún don gratuito, mientras aguardáis la manifestación de nuestro Señor Jesucristo.

8 Él os mantendrá firmes hasta el final, para que seáis irreprensibles el día de nuestro Señor Jesucristo.

9 Fiel es Dios, el cual os llamó a la comunión con su Hijo, Jesucristo nuestro Señor.

CUERPO EPISTOLAR (1,10-15,58)
Divisiones en la comunidad

Los hechos

10 Os ruego, hermanos, en nombre de nuestro Señor Jesucristo, que digáis todos lo mismo y que no haya divisiones entre vosotros. Estad bien unidos con un mismo pensar y un mismo sentir.

11 Pues, hermanos, me he enterado por los de Cloe de que hay discordias entre vosotros.

12 Y os digo esto porque cada cual anda diciendo: «Yo soy de Pablo, yo soy de Apolo, yo soy de Cefas, yo soy de Cristo».

13 ¿Está dividido Cristo? ¿Fue crucificado Pablo por vosotros? ¿Fuisteis bautizados en nombre de Pablo?

14 Doy gracias a Dios porque no he bautizado a ninguno de vosotros, salvo a Crispo y a Gayo,

15 de modo que nadie puede decir que ha sido bautizado en mi nombre.

16 Bueno, también bauticé a la casa de Estéfanas; por lo demás, no sé si he bautizado a algún otro.

17 Pues no me envió Cristo a bautizar, sino a anunciar el Evangelio, y no con sabiduría de palabras, para no hacer ineficaz la cruz de Cristo.

La sabiduría de Dios en Cristo

18 Pues el mensaje de la cruz es necedad para los que se pierden; pero para los que se salvan, para nosotros, es fuerza de Dios.

19 Pues está escrito: Destruiré la sabiduría de los sabios, frustraré la sagacidad de los sagaces.

20 ¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el docto? ¿Dónde está el sofista de este tiempo? ¿No ha convertido Dios en necedad la sabiduría del mundo?

21 Y puesto que, en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios por el camino de la sabiduría, quiso Dios valerse de la necedad de la predicación para salvar a los que creen.

22 Pues los judíos exigen signos, los griegos buscan sabiduría;

23 pero nosotros predicamos a Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles;

24 pero para los llamados –judíos o griegos–, un Cristo que es fuerza de Dios y sabiduría de Dios.

25 Pues lo necio de Dios es más sabio que los hombres; y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres.

26 Y si no, fijaos en vuestra asamblea, hermanos: no hay en ella muchos sabios en lo humano, ni muchos poderosos, ni muchos aristócratas;

27 sino que, lo necio del mundo lo ha escogido Dios para humillar a los sabios, y lo débil del mundo lo ha escogido Dios para humillar lo poderoso.

28 Aún más, ha escogido la gente baja del mundo, lo despreciable, lo que no cuenta, para anular a lo que cuenta,

29 de modo que nadie pueda gloriarse en presencia del Señor.

30 A él se debe que vosotros estéis en Cristo Jesús, el cual se ha hecho para nosotros sabiduría de parte de Dios, justicia, santificación y redención.

31 Y así –como está escrito–: el que se gloríe, que se gloríe en el Señor.

Capítulo 2

1 Yo mismo, hermanos, cuando vine a vosotros a anunciaros el misterio de Dios, no lo hice con sublime elocuencia o sabiduría,

2 pues nunca entre vosotros me precié de saber cosa alguna, sino a Jesucristo, y este crucificado.

3 También yo me presenté a vosotros débil y temblando de miedo;

4 mi palabra y mi predicación no fue con persuasiva sabiduría humana, sino en la manifestación y el poder del Espíritu,

5 para que vuestra fe no se apoye en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios.

La sabiduría de los predicadores

6 Sabiduría, sí, hablamos entre los perfectos; pero una sabiduría que no es de este mundo ni de los príncipes de este mundo, condenados a perecer,

7 sino que enseñamos una sabiduría divina, misteriosa, escondida, predestinada por Dios antes de los siglos para nuestra gloria.

8 Ninguno de los príncipes de este mundo la ha conocido, pues, si la hubiesen conocido, nunca hubieran crucificado al Señor de la gloria.

9 Sino que, como está escrito: Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el hombre puede pensar lo que Dios ha preparado para los que lo aman.

10 Y Dios nos lo ha revelado por el Espíritu; pues el Espíritu lo sondea todo, incluso lo profundo de Dios.

11 Pues, ¿quién conoce lo íntimo del hombre, sino el espíritu del hombre, que está dentro de él? Del mismo modo, lo íntimo de Dios lo conoce solo el Espíritu de Dios.

12 Pero nosotros hemos recibido un Espíritu que no es del mundo; es el Espíritu que viene de Dios, para que conozcamos los dones que de Dios recibimos.

13 Cuando explicamos verdades espirituales a hombres de espíritu, no las exponemos en el lenguaje que enseña el saber humano, sino en el que enseña el Espíritu.

14 Pues el hombre natural no capta lo que es propio del Espíritu de Dios, le parece una necedad; no es capaz de percibirlo, porque solo se puede juzgar con el criterio del Espíritu.

15 En cambio, el hombre espiritual lo juzga todo, mientras que él no está sujeto al juicio de nadie.

16 «¿Quién ha conocido la mente del Señor para poder instruirlo?». Pues bien, nosotros tenemos la mente de Cristo.

Capítulo 3

1 Tampoco yo, hermanos, pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo.

2 Por eso, en vez de alimento sólido, os di a beber leche,

3 pues todavía no estabais para más. Aunque tampoco lo estáis ahora, pues seguís siendo carnales. En efecto, mientras haya entre vosotros envidias y contiendas, ¿no es que seguís siendo carnales y que os comportáis al modo humano?

4 Pues si uno dice «yo soy de Pablo» y otro, «yo de Apolo», ¿no os comportáis al modo humano?

Los predicadores, al servicio de Cristo

5 En definitiva, ¿qué es Apolo y qué es Pablo? Servidores a través de los cuales accedisteis a la fe, y cada uno de ellos como el Señor le dio a entender.

6 Yo planté, Apolo regó, pero fue Dios quien hizo crecer;

7 de modo que, ni el que planta es nada, ni tampoco el que riega; sino Dios, que hace crecer.

8 El que planta y el que riega son una misma cosa, si bien cada uno recibirá el salario según lo que haya trabajado.

9 Nosotros somos colaboradores de Dios y vosotros, campo de Dios, edificio de Dios.

10 Conforme a la gracia que Dios me ha dado, yo, como hábil arquitecto, puse el cimiento, mientras que otro levanta el edificio. Mire cada cual cómo construye.

11 Pues nadie puede poner otro cimiento fuera del ya puesto, que es Jesucristo.

12 Y si uno construye sobre el cimiento con oro, plata, piedras preciosas, madera, hierba, paja,

13 la obra de cada cual quedará patente, la mostrará el día, porque se revelará con fuego. Y el fuego comprobará la calidad de la obra de cada cual.

14 Si la obra que uno ha construido resiste, recibirá el salario.

15 Pero si la obra de uno se quema, sufrirá el castigo; mas él se salvará, aunque como quien escapa del fuego.

16 ¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?

17 Si alguno destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él; porque el templo de Dios es santo: y ese templo sois vosotros.

18 Que nadie se engañe. Si alguno de vosotros se cree sabio en este mundo, que se haga necio para llegar a ser sabio.

19 Porque la sabiduría de este mundo es necedad ante Dios, como está escrito: Él caza a los sabios en su astucia.

20 Y también: El Señor penetra los pensamientos de los sabios y conoce que son vanos.

21 Así, pues, que nadie se gloríe en los hombres, pues todo es vuestro:

22 Pablo, Apolo, Cefas, el mundo, la vida, la muerte, lo presente, lo futuro.

23 Todo es vuestro, vosotros de Cristo y Cristo de Dios.

Los predicadores y la comunidad

Capítulo 4

1 Que la gente solo vea en nosotros servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios.

2 Ahora, lo que se busca en los administradores es que sean fieles.

3 Para mí lo de menos es que me pidáis cuentas vosotros o un tribunal humano; ni siquiera yo me pido cuentas.

4 La conciencia, es verdad, no me remuerde; pero tampoco por eso quedo absuelto: mi juez es el Señor.

5 Así, pues, no juzguéis antes de tiempo, dejad que venga el Señor. Él iluminará lo que esconden las tinieblas y pondrá al descubierto los designios del corazón; entonces cada uno recibirá de Dios lo que merece.

6 Hermanos, he aplicado lo anterior a Apolo y a mí por causa vuestra, para que con nuestro caso aprendáis a jugar limpio y no os engriáis el uno contra el otro.

7 A ver, ¿quién te hace tan importante? ¿Tienes algo que no hayas recibido? Y, si lo has recibido, ¿a qué tanto orgullo, como si nadie te lo hubiera dado?

8 Ya tenéis todo lo que ansiabais, ya sois ricos, habéis conseguido un reino sin nosotros. ¿Qué más quisiera yo? Así reinaríamos juntos.

9 Por lo que veo, a nosotros, los apóstoles, Dios nos coloca los últimos; como condenados a muerte, dados en espectáculo público para ángeles y hombres.

10 Nosotros unos locos por Cristo, vosotros, sensatos en Cristo; nosotros débiles, vosotros fuertes; vosotros célebres, nosotros despreciados;

11 hasta ahora pasamos hambre y sed y falta de ropa; recibimos bofetadas, no tenemos domicilio,

12 nos agotamos trabajando con nuestras propias manos; nos insultan y les deseamos bendiciones; nos persiguen y aguantamos;

13 nos calumnian y respondemos con buenos modos; nos tratan como a la basura del mundo, el desecho de la humanidad; y así hasta el día de hoy.

Conclusiones: Pablo y la comunidad

14 No os escribo esto para avergonzaros, sino para amonestaros. Porque os quiero como a hijos;

15 ahora que estáis en Cristo tendréis mil tutores, pero padres no tenéis muchos; por medio del Evangelio soy yo quien os ha engendrado para Cristo Jesús.

16 Así pues, os ruego que seáis imitadores míos.

17 Por ello os he enviado a Timoteo, hijo mío querido y fiel en el Señor, el cual os recordará mis normas de conducta en Cristo Jesús, conforme las enseño por doquier en todas las iglesias.

18 Pensando que yo no iré a visitaros, algunos se han engreído.

19 Mas iré pronto a visitaros, si Dios quiere; y entonces conoceré no las palabras de los orgullosos, sino su poder;

20 pues el reino de Dios no consiste en palabras sino en poder.

21 ¿Qué queréis? ¿Que vaya a visitaros con un palo o con amor y espíritu de mansedumbre?

Tres grandes abusos

El caso del incestuoso

* Capítulo 5

1 Se oye decir en todas partes que hay entre vosotros un caso de inmoralidad; y una inmoralidad tal que no se da ni entre los gentiles: uno convive con la mujer de su padre.

2 ¿Y vosotros seguís tan ufanos? Estaría mejor ponerse de luto y expulsar de entre vosotros al que ha hecho eso.

3 Pues lo que es yo, ausente en el cuerpo, pero presente en espíritu, ya he tomado una decisión como si estuviera presente: reunidos vosotros

4 en el nombre de nuestro Señor Jesús, y yo presente en espíritu, con el poder de nuestro Señor Jesús

5 entregar al que ha hecho eso en manos de Satanás; para destrucción de la carne, a fin de que el espíritu se salve en el día del Señor.

6 Ese orgullo vuestro no tiene razón de ser. ¿No sabéis que un poco de levadura fermenta toda la masa?

7 Barred la levadura vieja para ser una masa nueva, ya que sois panes ácimos. Porque ha sido inmolada nuestra víctima pascual: Cristo.

8 Así, pues, celebremos la Pascua, no con levadura vieja (levadura de corrupción y de maldad), sino con los panes ácimos de la sinceridad y la verdad.

9 En la carta que os escribí os decía que no os juntarais con los inmorales.

10 No me refería a los inmorales de este mundo, ni tampoco a los codiciosos, a los estafadores o idólatras; para eso tendríais que salir de este mundo.

11 Lo que de hecho os dije es que no os juntarais con uno que se llama hermano y es inmoral, codicioso, idólatra, difamador, borracho o estafador: con quien sea así, ni compartir la mesa.

12 ¿Acaso me toca a mí juzgar a los de fuera? ¿No es a los de dentro a quienes juzgáis vosotros?

13 A los de fuera los juzgará Dios. Expulsad al malvado de entre vosotros.

El recurso a tribunales civiles

Capítulo 6

1 ¿Hay alguien entre vosotros que, teniendo un pleito con otro, se atreve a llevarlo a juicio ante los impíos y no ante los santos?

2 ¿Habéis olvidado que los santos juzgarán el universo? Pues si vosotros vais a juzgar al mundo, ¿no estaréis a la altura de juzgar minucias?

3 Recordad que juzgaremos a ángeles; cuánto más, asuntos de la vida ordinaria.

4 De manera que para juzgar los asuntos ordinarios dais jurisdicción a gente que en la Iglesia no cuenta.

5 ¿No os da vergüenza? ¿Es que no hay entre vosotros ningún entendido que sea capaz de arbitrar entre dos hermanos?

6 No señor, un hermano tiene que estar en pleito con otro y además entre gentiles.

7 Desde cualquier punto de vista ya es un fallo que haya pleitos entre vosotros. ¿No estaría mejor sufrir la injusticia? ¿No estaría mejor dejarse robar?

8 En cambio, sois vosotros los injustos y los ladrones, y eso con hermanos vuestros.

9 ¿No sabéis que ningún malhechor heredará el reino de Dios? No os hagáis ilusiones: los inmorales, idólatras, adúlteros, lujuriosos, invertidos,

10 ladrones, codiciosos, borrachos, difamadores o estafadores no heredarán el reino de Dios. Así erais algunos antes.

11 Pero fuisteis lavados, santificados, justificados en el nombre del Señor Jesucristo y en el Espíritu de nuestro Dios.

La fornicación

12 Todo me es lícito, pero no todo me aprovecha. Todo me es lícito, pero no me dejaré dominar por nada.

13 El alimento es para el vientre y el vientre para el alimento; pero Dios destruirá una cosa y la otra. El cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor; y el Señor, para el cuerpo.

14 Y Dios resucitó al Señor y nos resucitará también a nosotros con su poder.

15 ¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? ¿Y voy a tomar los miembros de Cristo para hacerlos miembros de una prostituta? De ningún modo.

16 ¿O no sabéis que unirse a una prostituta es hacerse un cuerpo con ella? Porque dice: «Serán los dos una sola carne».

17 En cambio, el que se une al Señor es un espíritu con él.

18 Huid de la inmoralidad. Cualquier pecado que cometa el hombre queda fuera de su cuerpo. Pero el que fornica peca contra su propio cuerpo.

19 ¿Acaso no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que habita en vosotros y habéis recibido de Dios? Y no os pertenecéis,

20 pues habéis sido comprados a buen precio. Por tanto, ¡glorificad a Dios con vuestro cuerpo!

El matrimonio y la virginidad

Sobre la continencia voluntaria y el matrimonio

Capítulo 7

1 Acerca de lo que habéis escrito, es bueno que el hombre no toque mujer.

2 Con todo, por el riesgo de inmoralidad, que cada cual tenga su propia mujer y cada mujer su propio marido.

3 Que el marido dé a la mujer lo que es debido y de igual modo la mujer al marido.

4 La mujer no dispone de su cuerpo, sino el marido; de igual modo, tampoco el marido dispone de su propio cuerpo, sino la mujer.

5 No os privéis uno del otro, si no es de común acuerdo y por cierto tiempo, para dedicaros a la oración; después volved a estar juntos, no sea que Satanás os tiente por vuestra incontinencia.

6 Esto os lo digo como una concesión, no como una orden,

7 aunque deseo que todos los hombres fueran como yo mismo. Pero cada cual tiene su propio don de Dios, unos de un modo y otros de otro.

8 Ahora bien, a los no casados y a las viudas les digo: es bueno que se mantengan como yo.

9 Pero si no se contienen, cásense; es mejor casarse que abrasarse.

10 A los casados les ordeno, no yo sino el Señor: que la mujer no se separe del marido;

11 pero si se separa, que permanezca sin casarse o que se reconcilie con el marido; y que el marido no repudie a la mujer.

12 A los otros les digo yo, no el Señor: si un hermano tiene una mujer no creyente y ella está de acuerdo en vivir con él, que no la repudie.

13 Y si una mujer tiene un marido no creyente, y él está de acuerdo en vivir con ella, que no repudie al marido,

14 pues el marido no creyente se santifica por la mujer y la mujer no creyente se santifica por el hermano; si fuera de otro modo, vuestros hijos serían impuros, y de hecho son santos.

15 Ahora bien, si el no creyente quiere divorciarse, que se divorcie; en estos casos, el hermano o la hermana no están esclavizados; pues Dios os ha llamado en paz.

16 ¿Qué sabes tú, mujer, si salvarás al marido?, ¿o qué sabes tú, marido, si salvarás a la mujer?

17 Por lo demás, que cada cual se comporte como le ha asignado el Señor, como Dios le ha llamado; y esto es lo que ordeno en todas las iglesias.

18 Si alguno fue llamado siendo circunciso, que no lo oculte; si fue llamado siendo incircunciso, que no se circuncide.

19 La circuncisión no es nada; la incircuncisión tampoco; lo que cuenta es el cumplimiento de los mandamientos de Dios.

20 Que cada cual permanezca en la vocación a la que ha sido llamado.

21 Si has sido llamado siendo esclavo, no te preocupes, aunque, si tienes la posibilidad de ser libre, aprovéchala.

22 Pues el que ha sido llamado en el Señor siendo esclavo es liberto del Señor; de igual modo, el que ha sido llamado siendo libre, es esclavo del Señor.

23 Habéis sido comprados a buen precio. No os hagáis esclavos de hombres.

24 Hermanos, que cada cual permanezca en la situación en la que fue llamado.

Sobre los célibes

25 Acerca de los célibes no tengo precepto del Señor, pero doy mi parecer como alguien que, por la misericordia del Señor, es fiel.

26 Considero que, por la angustia que apremia, es bueno para un hombre quedarse así.

27 ¿Estás unido a una mujer? No busques la separación. ¿Estás libre de mujer? No busques mujer;

28 pero, si te casas, no pecas; y, si una soltera se casa, tampoco peca. Aunque estos tales sufrirán la tribulación de la carne; y yo quiero ahorrársela.

29 Digo esto, hermanos, que el momento es apremiante. Queda como solución que los que tienen mujer vivan como si no la tuvieran;

30 los que lloran, como si no lloraran; los que están alegres, como si no se alegraran; los que compran, como si no poseyeran;

31 los que negocian en el mundo, como si no disfrutaran de él: porque la representación de este mundo se termina.

32 Quiero que os ahorréis preocupaciones: el no casado se preocupa de los asuntos del Señor, buscando contentar al Señor;

33 en cambio, el casado se preocupa de los asuntos del mundo, buscando contentar a su mujer,

34 y anda dividido. También la mujer sin marido y la soltera se preocupan de los asuntos del Señor, de ser santa en cuerpo y alma; en cambio, la casada se preocupa de los asuntos del mundo, buscando contentar a su marido.

35 Os digo todo esto para vuestro bien; no para poneros una trampa, sino para induciros a una cosa noble y al trato con el Señor sin preocupaciones.

36 Si, a pesar de todo, alguien considera que se comporta inadecuadamente con su doncella virgen, por estar en la flor de su edad y conviene proceder así, actúe conforme a su voluntad; no peca, cásense.

37 Pero el que se sienta firme, sin presiones y con total libertad, y esté internamente resuelto a respetar la virginidad de su doncella, hará bien.

38 En definitiva, quien se casa con su doncella hace bien, y quien no se casa con ella, hace mejor.

39 Una esposa está ligada a su marido mientras este viva. Pero si el marido muere, es libre de casarse con quien quiera; solo que debe hacerlo en el Señor.

40 Pero, en mi opinión, es más feliz si permanece así; que también yo creo tener el Espíritu de Dios.

Sobre la carne inmolada a los ídolos

Conocimiento y caridad

Capítulo 8

1 Acerca de lo sacrificado a los ídolos, sé que todos tenemos conocimiento. Pero el conocimiento engríe, mientras que el amor edifica.

2 Si alguno cree conocer algo, eso significa que aún no conoce como es debido.

3 Si alguno ama a Dios, ese tal es conocido por él.

4 Sobre el hecho de comer lo sacrificado a los ídolos, sabemos que en el mundo un ídolo no es nada y que no hay más Dios que uno;

5 pues aunque están los que son dioses en el cielo y en la tierra, de manera que resultan numerosos los dioses y numerosos los señores,

6 para nosotros no hay más que un Dios, el Padre, de quien procede todo y para el cual somos nosotros, y un solo Señor, Jesucristo, por quien existe todo y nosotros por medio de él.

7 Sin embargo, no todos tienen este conocimiento: algunos, acostumbrados a la idolatría hasta hace poco, comen pensando que la carne está consagrada al ídolo, y como su conciencia está insegura, se mancha.

8 Pero no es la comida lo que nos permite estar delante de Dios; nada nos falta si comemos, ni llevamos ventaja si no comemos.

9 Pero tened cuidado, no sea que vuestra misma libertad se convierta en piedra de escándalo para los débiles.

10 En efecto, si alguien te viese a ti que tienes conocimiento sentado a la mesa en un templo idolátrico, ¿no se verá impelida la conciencia del débil a comer la carne sacrificada a los ídolos?

11 Así por tu conocimiento se pierde el inseguro, un hermano por quien Cristo murió.

12 Al pecar de esa manera contra los hermanos, turbando su conciencia insegura, pecáis contra Cristo.

13 Por eso, si por una cuestión de alimentos peligra un hermano mío, nunca volveré a comer carne, para no ponerlo en peligro.

El ejemplo de Pablo

Renuncia a derechos apostólicos

Capítulo 9

1 ¿No soy libre? ¿No soy apóstol? ¿No he visto a Jesucristo, nuestro Señor? ¿No sois vosotros el resultado de mi trabajo en el Señor?

2 Si para otros no soy apóstol, para vosotros sí lo soy; pues el sello de mi apostolado sois vosotros en el Señor.

3 Mi defensa contra los que me acusan es esta:

4 ¿Acaso no tenemos derecho a comer y a beber?

5 ¿Acaso no tenemos derecho a llevar con nosotros una mujer hermana en la fe, como los demás apóstoles y los hermanos del Señor y Cefas?

6 ¿Acaso somos Bernabé y yo los únicos que estamos privados del derecho a dejar el trabajo?

7 ¿Quién hace el servicio militar a sus propias expensas? ¿Quién planta una viña y no come su fruto? ¿O quién apacienta un rebaño y no se alimenta de la leche del rebaño?

8 ¿Acaso digo esto desde una perspectiva humana? ¿O no lo dice también la ley?

9 Pues en la ley de Moisés está escrito: No pondrás bozal al buey que trilla. ¿Acaso se preocupa Dios de los bueyes?

10 ¿No lo dice precisamente por nosotros? Por nosotros precisamente se escribió que el que ara debe arar con esperanza y el que trilla con la esperanza de tener parte en la cosecha.

11 Si nosotros hemos sembrado entre vosotros lo espiritual, ¿será extraño que cosechemos lo material?

12 Si otros gozan de ese derecho entre vosotros, ¿no lo tendremos más nosotros? Pero no hemos utilizado este derecho, sino que todo lo soportamos, para no poner impedimento al Evangelio de Cristo.

13 ¿No sabéis que los que se ocupan en las cosas sagradas comen del templo, que los que sirven al altar participan del altar?

14 De igual modo ordenó el Señor que los que anuncian el Evangelio vivan del Evangelio.

15 Pero yo no he hecho uso de nada de esto. Es decir, que no he escrito estas cosas para que se haga así conmigo. (¡Más me valdría morir…!). Nadie me quitará esta gloria.

16 El hecho de predicar no es para mí motivo de orgullo. No tengo más remedio y, ¡ay de mí si no anuncio el Evangelio!

17 Si yo lo hiciera por mi propio gusto, eso mismo sería mi paga. Pero, si lo hago a pesar mío, es que me han encargado este oficio.

18 Entonces, ¿cuál es la paga? Precisamente dar a conocer el Evangelio, anunciándolo de balde, sin usar el derecho que me da la predicación del Evangelio.

Libertad y esclavitud por el Evangelio

19 Porque, siendo libre como soy, me he hecho esclavo de todos para ganar a los más posibles.

20 Me he hecho judío con los judíos, para ganar a los judíos; con los que están bajo ley me he hecho como bajo ley, no estando yo bajo ley, para ganar a los que están bajo ley;

21 con los que no tienen ley me he hecho como quien no tiene ley, no siendo yo alguien que no tiene ley de Dios, sino alguien que vive en la ley de Cristo, para ganar a los que no tienen ley.

22 Me he hecho débil con los débiles, para ganar a los débiles; me he hecho todo para todos, para ganar, sea como sea, a algunos.

23 Y todo lo hago por causa del Evangelio, para participar yo también de sus bienes.

24 ¿No sabéis que en el estadio todos los corredores cubren la carrera, aunque uno solo se lleva el premio? Pues corred así: para ganar.

25 Pero un atleta se impone toda clase de privaciones; ellos para ganar una corona que se marchita; nosotros, en cambio, una que no se marchita.

26 Por eso corro yo, pero no al azar; lucho, pero no contra el aire;

27 sino que golpeo mi cuerpo y lo someto, no sea que, habiendo predicado a otros, quede yo descalificado.

La historia de Israel como advertencia

Capítulo 10

1 Pues no quiero que ignoréis, hermanos, que nuestros padres estuvieron todos bajo la nube y todos atravesaron el mar

2 y todos fueron bautizados en Moisés por la nube y por el mar;

3 y todos comieron el mismo alimento espiritual;

4 y todos bebieron la misma bebida espiritual, pues bebían de la roca espiritual que los seguía; y la roca era Cristo.

5 Pero la mayoría de ellos no agradaron a Dios, pues sus cuerpos quedaron tendidos en el desierto.

6 Estas cosas sucedieron en figura para nosotros, para que no codiciemos el mal como lo codiciaron ellos.

7 Y para que no seáis idólatras como algunos de ellos, según está escrito: El pueblo se sentó a comer y a beber y se levantaron a divertirse.

8 Y para que no forniquemos, como fornicaron algunos de ellos, y cayeron en un solo día veintitrés mil.

9 Y para que no tentemos a Cristo, como lo tentaron algunos de ellos, y murieron mordidos por las serpientes.

10 Y para que no murmuréis, como murmuraron algunos de ellos, y perecieron a manos del Exterminador.

11 Todo esto les sucedía alegóricamente y fue escrito para escarmiento nuestro, a quienes nos ha tocado vivir en la última de las edades.

12 Por lo tanto, el que se crea seguro, cuídese de no caer.

13 No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea de medida humana. Dios es fiel, y él no permitirá que seáis tentados por encima de vuestras fuerzas, sino que con la tentación hará que encontréis también el modo de poder soportarla.

Conclusión

Huir de la idolatría

14 Así pues, queridos, huid de la idolatría.

15 Os hablo como a personas sensatas; juzgad vosotros lo que digo.

16 El cáliz de la bendición que bendecimos, ¿no es comunión de la sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no es comunión del cuerpo de Cristo?

17 Porque el pan es uno, nosotros, siendo muchos, formamos un solo cuerpo, pues todos comemos del mismo pan.

18 Considerad al Israel según la carne: ¿los que comen de las víctimas no se unen al altar?

19 ¿Qué quiero decir? ¿Que las víctimas sacrificadas a los ídolos son algo o que los ídolos son algo?

20 No, sino que los gentiles ofrecen sus sacrificios a los demonios, no a Dios; y no quiero que os unáis a los demonios.

21 No podéis beber del cáliz del Señor y del cáliz de los demonios. No podéis participar de la mesa del Señor y de la mesa de los demonios.

22 ¿O vamos a provocar los celos del Señor? ¿Acaso somos más fuertes que él?

La nada de los ídolos y la conciencia del otro

23 «Todo es lícito», pero no todo es conveniente; «todo es lícito», pero no todo es constructivo.

24 Que nadie busque su interés, sino el del prójimo.

25 Todo lo que se compra en la carnicería, comedlo, sin poneros a investigar nada por razo-nes de conciencia,

26 pues del Señor es la tierra y lo que contiene.

27 Si os invita un no creyente y deseáis ir, comed de todo lo que os pongan delante, sin poneros a investigar nada por razones de conciencia.

28 Pero si alguno os dice: «Esto ha sido sacrificado a los dioses», no comáis en razón de aquel que ha dado el aviso y de la conciencia.

29 Me refiero no a tu propia conciencia, sino a la del otro, pues ¿cómo va a juzgar mi libertad la conciencia de otro?

30 Si yo participo con acción de gracias, ¿por qué van a censurarme por aquello por lo que doy gracias?

31 Así pues, ya comáis, ya bebáis o hagáis lo que hagáis, hacedlo todo para gloria de Dios.

32 No deis motivo de escándalo ni a judíos, ni a griegos, ni a la Iglesia de Dios;

33 como yo, que procuro contentar en todo a todos, no buscando mi propia ventaja, sino la de la mayoría, para que se salven.

Capítulo 11

1 Sed imitadores míos como yo lo soy de Cristo.

Dos problemas relativos a las reuniones comunitarias

El velo de las mujeres

2 Os alabo porque os acordáis en todo de mí y mantenéis las tradiciones como os las transmití.

3 Pero quiero que sepáis que la cabeza de todo varón es Cristo y que la cabeza de la mujer es el varón y que la cabeza de Cristo es Dios.

4 Todo varón que ora o profetiza con algo sobre la cabeza deshonra su cabeza;

5 y toda mujer que ora o profetiza con la cabeza descubierta deshonra su cabeza: es lo mismo que quien la lleva rapada.

6 Y si una mujer no se cubre, que se rape la cabeza; ahora bien, si para una mujer es vergonzoso pelarse hasta raparse, que se cubra la cabeza.

7 Pues un varón no debe cubrirse la cabeza, siendo como es imagen y gloria de Dios; la mujer por su parte es gloria del varón.

8 Pues no procede el varón de la mujer, sino la mujer del varón.

9 Pues tampoco el varón fue creado para la mujer, sino la mujer para el varón.

10 Por ello debe ponerse la mujer un signo de autoridad sobre la cabeza por razón de los ángeles.

11 Aunque en el Señor, ni mujer sin varón, ni varón sin mujer,

12 pues si la mujer procede del varón, el varón viene de la mujer. Y todo procede de Dios.

13 Juzgad vosotros mismos: ¿es apropiado que una mujer rece a Dios con la cabeza descubierta?

14 ¿No os enseña la propia naturaleza que mientras que para un hombre es una deshonra llevar melena,

15 para la mujer es un honor llevar el pelo largo, pues la melena se le ha dado como velo?

16 Pero si alguien quiere discutir, nosotros no tenemos esa costumbre ni tampoco las iglesias de Dios.

La Cena del Señor

El problema

17 Al prescribiros esto, no puedo alabaros, porque vuestras reuniones causan más daño que provecho.

18 En primer lugar, he oído que cuando se reúne vuestra asamblea hay divisiones entre vosotros; y en parte lo creo;

19 realmente tiene que haber escisiones entre vosotros para que se vea quiénes resisten a la prueba.

20 Así, cuando os reunís en comunidad, eso no es comer la Cena del Señor,

21 pues cada uno se adelanta a comer su propia cena, y mientras uno pasa hambre, el otro está borracho.

22 ¿No tenéis casas donde comer y beber? ¿O tenéis en tan poco a la Iglesia de Dios que humilláis a los que no tienen? ¿Qué queréis que os diga? ¿Que os alabe? En esto no os alabo.

La tradición sobre la Cena

23 Porque yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido: Que el Señor Jesús, en la noche en que iba a ser entregado, tomó pan

24 y, pronunciando la Acción de Gracias, lo partió y dijo: «Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía».

25 Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo: «Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre; haced esto cada vez que lo bebáis, en memoria mía».

Incidencia en la vida de la comunidad

26 Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva.

27 De modo que quien coma del pan y beba del cáliz del Señor indignamente, es reo del cuerpo y de la sangre del Señor.

28 Así, pues, que cada cual se examine, y que entonces coma así del pan y beba del cáliz.

29 Porque quien come y bebe sin discernir el cuerpo come y bebe su condenación.

30 Por ello hay entre vosotros muchos enfermos y no pocos han muerto.

31 Por el contrario, si nos examinamos personalmente, no seremos juzgados.

32 Aunque cuando nos juzga el Señor, recibimos una admonición, para no ser condenados junto con el mundo.

33 Por ello, hermanos míos, cuando os reunís para comer esperaos unos a otros.

34 Si uno tiene hambre, que coma en casa, a fin de que no os reunáis para condena. Lo demás lo prescribiré cuando vaya.

En torno a los carismas

Acción del Espíritu y confesión de fe

* Capítulo 12

1 Acerca de los dones espirituales, no quiero, hermanos, que sigáis en la ignorancia.

2 Sabéis que cuando erais gentiles, os sentíais impulsados a correr tras los ídolos mudos.

3 Por ello os hago saber que nadie que hable por el Espíritu de Dios dice: «¡Anatema sea Jesús!»; y nadie puede decir: «¡Jesús es Señor!», sino por el Espíritu Santo.

Diversidad y unidad

4 Y hay diversidad de carismas, pero un mismo Espíritu;

5 hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor;

6 y hay diversidad de actuaciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos.

7 Pero a cada cual se le otorga la manifestación del Espíritu para el bien común.

8 Y así uno recibe del Espíritu el hablar con sabiduría; otro, el hablar con inteligencia, según el mismo Espíritu.

9 Hay quien, por el mismo Espíritu, recibe el don de la fe; y otro, por el mismo Espíritu, don de curar.

10 A este se le ha concedido hacer milagros; a aquel, profetizar. A otro, distinguir los buenos y malos espíritus. A uno, la diversidad de lenguas; a otro, el don de interpretarlas.

11 El mismo y único Espíritu obra todo esto, repartiendo a cada uno en particular como él quiere.

El símil del cuerpo

12 Pues, lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo.

13 Pues todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu.

14 Pues el cuerpo no lo forma un solo miembro, sino muchos.

15 Si dijera el pie: «Puesto que no soy mano, no formo parte del cuerpo», ¿dejaría por eso de ser parte del cuerpo?

16 Y si el oído dijera: «Puesto que no soy ojo, no formo parte del cuerpo», ¿dejaría por eso de ser parte del cuerpo?

17 Si el cuerpo entero fuera ojo, ¿dónde estaría el oído?; si fuera todo oído, ¿dónde estaría el olfato?

18 Pues bien, Dios distribuyó cada uno de los miembros en el cuerpo como quiso.

19 Si todos fueran un solo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo?

20 Sin embargo, aunque es cierto que los miembros son muchos, el cuerpo es uno solo.

21 El ojo no puede decir a la mano: «No te necesito»; y la cabeza no puede decir a los pies: «No os necesito».

22 Sino todo lo contrario, los miembros que parecen más débiles son necesarios.

23 Y los miembros del cuerpo que nos parecen más despreciables los rodeamos de mayor respeto; y los menos decorosos los tratamos con más decoro;

24 mientras que los más decorosos no lo necesitan. Pues bien, Dios organizó el cuerpo dando mayor honor a lo que carece de él,

25 para que así no haya división en el cuerpo, sino que más bien todos los miembros se preocupen por igual unos de otros.

26 Y si un miembro sufre, todos sufren con él; si un miembro es honrado, todos se alegran con él.

27 Pues bien, vosotros sois el cuerpo de Cristo, y cada uno es un miembro.

28 Pues en la Iglesia Dios puso en primer lugar a los apóstoles; en segundo lugar, a los profetas, en el tercero, a los maestros, después, los milagros, después el carisma de curaciones, la beneficencia, el gobierno, la diversidad de lenguas.

29 ¿Acaso son todos apóstoles? ¿O todos son profetas? ¿O todos maestros? ¿O hacen todos milagros?

30 ¿Tienen todos don para curar? ¿Hablan todos en lenguas o todos las interpretan?

31 Ambicionad los carismas mayores.

El amor, camino por excelencia

Y aún os voy a mostrar un camino más excelente.
Capítulo 13

1 Si hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, pero no tengo amor, no sería más que un metal que resuena o un címbalo que aturde.

2 Si tuviera el don de profecía y conociera todos los secretos y todo el saber; si tuviera fe como para mover montañas, pero no tengo amor, no sería nada.

3 Si repartiera todos mis bienes entre los necesitados; si entregara mi cuerpo a las llamas, pero no tengo amor, de nada me serviría.

4 El amor es paciente, es benigno; el amor no tiene envidia, no presume, no se engríe;

5 no es indecoroso ni egoísta; no se irrita; no lleva cuentas del mal;

6 no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad.

7 Todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.

8 El amor no pasa nunca. Las profecías, por el contrario, se acabarán; las lenguas cesarán; el conocimiento se acabará.

9 Porque conocemos imperfectamente e imperfectamente profetizamos;

10 mas, cuando venga lo perfecto, lo imperfecto se acabará.

11 Cuando yo era niño, hablaba como un niño, sentía como un niño, razonaba como un niño. Cuando me hice un hombre, acabé con las cosas de niño.

12 Ahora vemos como en un espejo, confusamente; entonces veremos cara a cara. Mi conocer es ahora limitado; entonces conoceré como he sido conocido por Dios.

13 En una palabra, quedan estas tres: la fe, la esperanza y el amor. La más grande es el amor.

Don de profecía y don de lenguas

Capítulo 14

1 Esforzaos por conseguir el amor y anhelad también los dones espirituales, y, sobre todo, el don de profecía.

2 Pues el que habla en lenguas, no habla para hombres, sino para Dios, pues nadie lo entiende, ya que él habla en espíritu cosas misteriosas.

3 Por su parte, el que profetiza habla para hombres, edificando, exhortando, consolando.

4 El que habla en lenguas, se edifica a sí mismo, mas el que profetiza edifica a la Iglesia.

5 Mi deseo es que todos vosotros habléis en lenguas, pero más todavía que profeticéis. Es mayor el que profetiza que el que habla en lenguas, a no ser que las interprete y contribuya así a la edificación de la comunidad.

6 Pues bien, hermanos: si yo llegara a vosotros hablando en lenguas, ¿de qué os serviría, si no os hablase con revelación, o bien con ciencia o con profecía o enseñanza?

7 Lo mismo ocurre con los instrumentos musicales inanimados, como por ejemplo una flauta o una cítara: si no emiten sonidos que puedan distinguirse unos de otros, ¿cómo se sabrá lo que se toca con la flauta o con la cítara?

8 Y si una trompeta emitiera un sonido indefinido, ¿quién se prepararía para la batalla?

9 Lo mismo vosotros, si no emitís con vuestra lengua palabras con sentido, ¿cómo se sabrá lo que habláis? Es como si hablarais al aire.

10 Es cierto que las clases de lenguas que hay en el mundo son muchísimas y no hay nadie que no tenga su propia lengua;

11 por ello, si yo desconozco el valor del sonido, seré un extraño para quien me habla y el que me habla será un extraño para mí.

12 Lo mismo vosotros: ya que anheláis tanto los dones espirituales, procurad sobresalir para la edificación de la comunidad.

13 Por ello, el que hable en lenguas, que pida en la oración poder interpretar.

14 Pues si yo oro en lenguas, ora mi espíritu, mientras que mi mente se queda sin fruto.

15 ¿Entonces qué? Oraré con el espíritu, pero oraré también con la mente; cantaré con el espíritu, pero cantaré también con la mente.

16 De otro modo, si bendices con el espíritu, ¿cómo va a decir «Amén» a tu acción de gracias el que asiste como simple oyente, si no entiende lo que estás diciendo?

17 Porque es verdad que tú das gracias de forma adecuada, pero el otro no se edifica.

18 Doy gracias a Dios porque hablo en lenguas más que todos vosotros;

19 pero en la iglesia prefiero hablar cinco palabras con sentido para instruir a los demás, que diez mil palabras en lenguas.

La profecía y el anuncio de la fe

20 Hermanos, no seáis niños en vuestros pensamientos, antes bien, comportaos como niños en lo que toca a la maldad, pero en lo que toca a los pensamientos, sed adultos.

21 En la ley está escrito que por medio de gente que habla lenguas extranjeras y por medio de labios de extraños hablaré a este pueblo; pero ni aun así me escucharán, dice el Señor.

22 Así pues, las lenguas son un signo no para los creyentes sino para los no creyentes, mientras que la profecía es un signo no para los no creyentes, sino para los creyentes.

23 Por tanto, si se reúne toda la comunidad en el mismo lugar y todos hablan en lenguas, y entran en ella personas no iniciadas o no creyentes, ¿no dirán que estáis locos?

24 En cambio, si todos profetizan y entra una persona no creyente o no iniciada, esta es convencida por todos, examinada por todos,

25 quedando al descubierto lo que hay oculto en su corazón; y así, postrada rostro en tierra, adorará a Dios, proclamando que «Dios está verdaderamente entre vosotros».

Organización del ejercicio de los carismas

26 Entonces, ¿qué, hermanos? Cuando os reunís, uno tiene un salmo, otro tiene una enseñanza, otro tiene una revelación, otro tiene don de lenguas, otro tiene una interpretación: hágase todo para edificación.

27 Si alguien habla en lenguas, que lo hagan dos o a lo sumo tres, y además por turno; y que uno interprete.

28 Pero en caso de que no hubiere intérprete, que calle en la asamblea y hable para sí y para Dios.

29 Por lo que toca a los profetas, que hablen dos o tres y que los otros disciernan.

30 Y si a algún otro de los que están sentados se le revela algo, que calle el primero.

31 Pues podéis profetizar todos uno a uno, para que todos aprendan y todos se sientan animados.

32 Y los espíritus de los profetas están sometidos a los profetas.

33 Que Dios no es Dios de confusión sino de paz.

El silencio de las mujeres en las asambleas

34 Como en todas las iglesias de los santos, que las mujeres callen en las asambleas, pues no les está permitido hablar; más bien, que se sometan, como dice incluso la ley.

35 Pero si quieren aprender algo, que pregunten en casa a sus maridos, pues es indecoroso que las mujeres hablen en la asamblea.

36 ¿O es que ha salido la palabra de Dios de entre vosotros o ha llegado solo a vosotros?

Exhortación conclusiva

37 Si alguien cree ser profeta o espiritual, reconozca que esto que os escribo es precepto del Señor.

38 Pero si alguien lo ignora, él será ignorado.

39 De modo que, hermanos míos, anhelad profetizar y no impidáis hablar en lenguas.

40 Pero hágase todo decorosamente y con orden.

La resurrección de los muertos

La primera predicación y la confesión de fe cristiana

* Capítulo 15

1 Os recuerdo, hermanos, el Evangelio que os anuncié y que vosotros aceptasteis, en el que además estáis fundados,

2 y que os está salvando, si os mantenéis en la palabra que os anunciamos; de lo contrario, creísteis en vano.

3 Porque yo os transmití en primer lugar, lo que también yo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras;

4 y que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras;

5 y que se apareció a Cefas y más tarde a los Doce;

6 después se apareció a más de quinientos hermanos juntos, la mayoría de los cuales vive todavía, otros han muerto;

7 después se apareció a Santiago, más tarde a todos los apóstoles;

8 por último, como a un aborto, se me apareció también a mí.

9 Porque yo soy el menor de los apóstoles y no soy digno de ser llamado apóstol, porque he perseguido a la Iglesia de Dios.

10 Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia para conmigo no se ha frustrado en mí. Antes bien, he trabajado más que todos ellos. Aunque no he sido yo, sino la gracia de Dios conmigo.

11 Pues bien; tanto yo como ellos predicamos así, y así lo creísteis vosotros.

Resurrección de Cristo y resurrección de los cristianos

12 Si se anuncia que Cristo ha resucitado de entre los muertos, ¿cómo dicen algunos de entre vosotros que no hay resurrección de muertos?

13 Pues bien: si no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo ha resucitado.

14 Pero si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra predicación y vana también vuestra fe;

15 más todavía: resultamos unos falsos testigos de Dios, porque hemos dado testimonio contra él, diciendo que ha resucitado a Cristo, a quien no ha resucitado... si es que los muertos no resucitan.

16 Pues si los muertos no resucitan, tampoco Cristo ha resucitado;

17 y, si Cristo no ha resucitado, vuestra fe no tiene sentido, seguís estando en vuestros pecados;

18 de modo que incluso los que murieron en Cristo han perecido.

19 Si hemos puesto nuestra esperanza en Cristo solo en esta vida, somos los más desgraciados de toda la humanidad.

20 Pero Cristo ha resucitado de entre los muertos y es primicia de los que han muerto.

21 Si por un hombre vino la muerte, por un hombre vino la resurrección.

22 Pues lo mismo que en Adán mueren todos, así en Cristo todos serán vivificados.

23 Pero cada uno en su puesto: primero Cristo, como primicia; después todos los que son de Cristo, en su venida;

24 después el final, cuando Cristo entregue el reino a Dios Padre, cuando haya aniquilado todo principado, poder y fuerza.

25 Pues Cristo tiene que reinar hasta que ponga a todos sus enemigos bajo sus pies.

26 El último enemigo en ser destruido será la muerte,

27 porque lo ha sometido todo bajo sus pies. Pero, cuando dice que ha sometido todo, es evidente que queda excluido el que le ha sometido todo.

28 Y, cuando le haya sometido todo, entonces también el mismo Hijo se someterá al que se lo había sometido todo. Así Dios será todo en todos.

29 De otro modo, ¿qué obtendrán los que se bautizan por los muertos? Si es verdad que los muertos no van a resucitar en absoluto, ¿por qué se bautizan entonces por ellos?

30 Y nosotros mismos, ¿por qué nos exponemos continuamente al peligro?

31 Muero diariamente; lo digo, hermanos, por la gloria que tengo por vosotros en Cristo Jesús, nuestro Señor.

32 Y si combatí contra fieras en Éfeso por motivos humanos, ¿de qué me sirve? Si los muertos no resucitan, comamos y bebamos, que mañana moriremos.

33 No os engañéis: «Las malas compañías corrompen las costumbres».

34 Recuperad la debida sobriedad y no pequéis. Pues lo que tienen algunos es ignorancia de Dios: os lo digo para vergüenza vuestra.

El modo de la resurrección

35 Alguno preguntará: ¿Y cómo resucitan los muertos? ¿Con qué cuerpo vendrán?

36 Insensato, lo que tú siembras no recibe vida si (antes) no muere.

37 Y al sembrar, no siembras el cuerpo que llegará a ser, sino un simple grano, de trigo, por ejemplo, o de cualquier otra planta.

38 Pero Dios le da el cuerpo según ha querido, y a cada semilla su propio cuerpo.

39 No toda carne es la misma carne, sino que una cosa es la carne de los humanos, otra la carne de los animales, otra la carne de las aves y otra la de los peces.

40 Y hay cuerpos celestes y cuerpos terrestres; pero el resplandor de los celestes es uno y el de los terrestres, otro;

41 uno es el resplandor del sol y otro el resplandor de la luna, y otro el resplandor de las estrellas; pues una estrella se distingue de otra por su brillo.

42 Lo mismo es la resurrección de los muertos: se siembra un cuerpo corruptible, resucita incorruptible;

43 se siembra un cuerpo sin gloria, resucita glorioso; se siembra un cuerpo débil, resucita lleno de fortaleza;

44 se siembra un cuerpo animal, resucita espiritual. Si hay un cuerpo animal, lo hay también espiritual.

45 Efectivamente, así está escrito: el primer hombre, Adán, se convirtió en ser viviente. El último Adán, en espíritu vivificante.

46 Pero no fue primero lo espiritual, sino primero lo material y después lo espiritual.

47 El primer hombre, que proviene de la tierra, es terrenal; el segundo hombre es del cielo.

48 Como el hombre terrenal, así son los de la tierra; como el celestial, así son los del cielo.

49 Y lo mismo que hemos llevado la imagen del hombre terrenal, llevaremos también la imagen del celestial.

La victoria definitiva sobre la muerte

50 Os digo, hermanos, que ni la carne ni la sangre pueden heredar el reino de Dios; tampoco la corrupción heredará la incorrupción.

51 Mirad, os voy a declarar un misterio: No todos moriremos, pero todos seremos transformados.

52 En un instante, en un abrir y cerrar de ojos, cuando suene la última trompeta; porque sonará, y los muertos resucitarán incorruptibles, y nosotros seremos transformados.

53 Porque es preciso que esto que es corruptible se vista de incorrupción, y que esto que es mortal se vista de inmortalidad.

54 Y cuando esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: La muerte ha sido absorbida en la victoria.

55 ¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está, muerte, tu aguijón?

56 El aguijón de la muerte es el pecado, y la fuerza del pecado, la ley.

57 ¡Gracias a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo!

Exhortación conclusiva

58 De modo que, hermanos míos queridos, manteneos firmes e inconmovibles. Entregaos siempre sin reservas a la obra del Señor, convencidos de que vuestro esfuerzo no será vano en el Señor.

INDICACIONES Y SALUDOS FINALES (16,1-18)

La colecta en favor de los cristianos de Jerusalén

Capítulo 16

1 Sobre la colecta en favor de los santos, haced vosotros lo mismo que ordené a las iglesias de Galacia:

2 que cada uno de vosotros aparte el primer día de la semana lo que haya podido ahorrar y que lo guarde; de este modo, no habrá que hacer colectas cuando yo vaya.

3 Y cuando llegue yo, a los que vosotros hayáis elegido los enviaré con cartas para que lleven vuestro donativo a Jerusalén.

4 Y si es conveniente que vaya también yo, irán conmigo.

Planes de viaje

5 Cuando pase por Macedonia os visitaré, pues voy a ir por Macedonia;

6 pero entre vosotros tal vez me quede, o incluso pasaré el invierno, para que me proveáis para el viaje, vaya donde vaya.

7 Pues ahora no deseo veros de paso, porque espero quedarme con vosotros algún tiempo, si el Señor lo permite.

8 Con todo, me quedaré en Éfeso hasta Pentecostés,

9 pues se me ha abierto una puerta grande y favorable a la acción, aun siendo muchos los adversarios.

Timoteo y Apolo

10 Por otra parte, cuando llegue Timoteo, procurad que no se atemorice entre vosotros, pues trabaja en la obra del Señor como yo;

11 que nadie lo desprecie, sino todo lo contrario: despedidlo en paz, para que venga adonde yo estoy, pues lo estoy esperando junto con los hermanos.

12 Por lo que respecta al hermano Apolo, le he pedido encarecidamente que vaya a vosotros junto con los hermanos. Pero se ha decidido rotundamente que no vaya ahora; irá cuando sea oportuno.

La casa de Estéfanas

13 Vigilad, manteneos firmes en la fe, sed valientes y valerosos.

14 Que todo lo vuestro se haga con amor.

15 Un último ruego, hermanos: sabéis que la casa de Estéfanas es primicia de Acaya y que se pusieron al servicio de los santos.

16 Someteos también vosotros a gente como esta y a cualquiera que coopere en sus esfuerzos.

17 Me alegro de la llegada de Estéfanas, Fortunato y Acaico, pues han suplido vuestra falta;

18 es decir, han tranquilizado mi espíritu y el vuestro. Así pues, manifestad vuestro reconocimiento a personas como estas.

CONCLUSIÓN (16,19-24)

19 Os saludan las iglesias de Asia. Muchos saludos, en el Señor, de Áquila y Prisca, y de la iglesia que se reúne en su casa.

20 Os saludan todos los hermanos. Saludaos mutuamente con el beso santo.

21 El saludo lo he escrito yo mismo, Pablo.

22 Si alguien no ama al Señor, sea anatema. Maranatá.

23 La gracia del Señor Jesús con vosotros.

24 Mi amor, con todos vosotros en Cristo Jesús.