1 Alejandro el macedonio, hijo de Filipo, que ocupaba el trono de Grecia, salió de Macedonia, derrotó y suplantó a Darío, rey de Persia y Media,
2 entabló numerosos combates, ocupó fortalezas, asesinó a reyes,
3 llegó hasta el confín del mundo, saqueó innumerables naciones. Cuando la tierra enmudeció ante él, su corazón se llenó de soberbia y de orgullo;
4 reunió un ejército potentísimo y dominó países, pueblos y soberanos, que le pagaron tributo.
5 Pero después cayó en cama y, cuando vio cercana la muerte,
6 llamó a los generales más ilustres, educados con él desde la juventud, y les repartió el reino antes de morir.
7 A los doce años de reinado, Alejandro murió,
8 y sus generales se hicieron cargo del gobierno, cada cual en su territorio;
9 al morir Alejandro todos ciñeron la corona real; y después, durante muchos años, lo hicieron sus hijos, que multiplicaron las desgracias del mundo.
10 De ellos brotó un vástago perverso, Antíoco Epífanes, hijo del rey Antíoco. Había estado en Roma como rehén y subió al trono el año ciento treinta y siete de la era seléucida.
11 Por entonces surgieron en Israel hijos apóstatas que convencieron a muchos: «Vayamos y pactemos con las naciones vecinas, pues desde que nos hemos aislado de ellas nos han venido muchas desgracias».
12 Les gustó la propuesta
13 y algunos del pueblo decidieron acudir al rey. El rey les autorizó a adoptar la legislación pagana; y entonces, acomodándose a las costumbres de los gentiles,
14 construyeron en Jerusalén un gimnasio,
15 disimularon la circuncisión, apostataron de la alianza santa, se asociaron a los gentiles y se vendieron para hacer el mal.
Campaña de Egipto y saqueo del templo de Jerusalén
16 Cuando ya se sintió seguro en el trono, Antíoco se propuso reinar también sobre Egipto, para ser así rey de dos reinos.
17 Invadió Egipto con un poderoso ejército, con carros, elefantes, caballos y una gran flota.
18 Atacó a Tolomeo, rey de Egipto. Tolomeo retrocedió y huyó, sufriendo muchas bajas.
19 Entonces Antíoco ocupó las plazas fuertes de Egipto y saqueó el país.
20 Cuando volvía de conquistar Egipto, el año ciento cuarenta y tres, subió contra Israel y contra Jerusalén con un poderoso ejército.
21 Entró con arrogancia en el santuario, robó el altar de oro, el candelabro y todos sus accesorios,
22 la mesa de los panes presentados, las copas para la libación, las fuentes y los incensarios de oro, la cortina y las coronas. Y arrancó todo el decorado de oro de la fachada del templo;
23 se incautó también de la plata y el oro, la vajilla de valor y los tesoros escondidos que encontró,
24 y se lo llevó todo a su tierra, después de verter muchas sangre y de proferir fanfarronadas increíbles.
25 Un lamento por Israel se oyó en todo el país.
26 Gimieron los príncipes y los ancianos,
desfallecieron doncellas y jóvenes,
se marchitó la belleza de las mujeres.
27 Entonó el esposo una elegía,
la esposa hizo duelo sentada en la alcoba.
28 La tierra tembló por sus habitantes,
y toda la casa de Jacob se cubrió de vergüenza.
29 Dos años después el rey envió un recaudador fiscal que se presentó en Jerusalén con un poderoso ejército.
30 Hablaba pérfidamente en son de paz. La gente se fió de él. Entonces cayó de improviso sobre la ciudad, le asestó un duro golpe y mató a muchos israelitas.
31 Saqueó la ciudad, la incendió y arrasó sus casas y la muralla que la rodeaba.
32 Se llevaron cautivos a las mujeres y los niños y se apoderaron del ganado.
33 Después reconstruyeron la Ciudad de David, rodeándola de una muralla alta y maciza, con sólidas torres, y se convirtió en su acrópolis.
34 Instalaron allí a gentes perversas, judíos renegados que se hicieron fuertes en ella.
35 Se aprovisionaron de armas y víveres, y depositaron en ella el botín que habían recogido en Jerusalén. Se convirtieron en un enclave peligroso.
36 Se convirtió en una insidia contra el santuario,
en una continua amenaza para Israel.
37 Derramaron sangre inocente en torno al santuario,
y profanaron el santuario.
38 Los habitantes de Jerusalén huyeron por su causa,
la ciudad se convirtió en morada de extranjeros.
Se hizo extraña para sus nativos
y sus propios hijos la abandonaron.
39 Su santuario quedó desolado como un desierto,
sus fiestas convertidas en duelo,
sus sábados en irrisión,
su honor en desprecio.
40 Su deshonra igualó a su fama,
su grandeza se mudó en duelo.
41 El rey decretó la unidad nacional para todos los súbditos de su reino,
42 obligando a cada uno a abandonar la legislación propia. Todas las naciones acataron la orden del rey
43 e incluso muchos israelitas adoptaron la religión oficial: ofrecieron sacrificios a los ídolos y profanaron el sábado.
44 El rey despachó correos a Jerusalén y a las ciudades de Judá, con órdenes escritas: tenían que adoptar la legislación extranjera,
45 se prohibía ofrecer en el santuario holocaustos, sacrificios y libaciones, y guardar los sábados y las fiestas;
46 se mandaba contaminar el santuario y a los fieles,
47 construyendo aras, templos y capillas idolátricas, sacrificando cerdos y animales inmundos;
48 tenían que dejar sin circuncidar a los niños y profanarse a sí mismos con toda clase de impurezas y abominaciones,
49 de manera que olvidaran la ley y cambiaran todas las costumbres.
50 El que no cumpliese la orden del rey sería condenado a muerte.
51 En estos términos escribió el rey a todos sus súbditos. Nombró inspectores para todo el pueblo, y mandó que en todas las ciudades de Judá, una tras otra, se ofreciesen sacrificios.
52 Se les unió mucha gente del pueblo, todos ellos traidores a la ley, y cometieron tales tropelías en el país
53 que los israelitas tuvieron que esconderse en cualquier refugio disponible.
54 El día quince de casleu del año ciento cuarenta y cinco, el rey Antíoco mandó poner sobre el altar de los holocaustos la abominación de la desolación; y fueron poniendo aras por todas las poblaciones judías del contorno.
55 Quemaban incienso ante las puertas de las casas y en las plazas.
56 Rasgaban y echaban al fuego los libros de la ley que encontraban;
57 al que le descubrían en casa un libro de la Alianza, y a quien vivía de acuerdo con la ley, lo ajusticiaban según el decreto real.
58 Como tenían el poder, todos los meses hacían lo mismo a los israelitas que se encontraban en las ciudades.
59 El veinticinco de cada mes sacrificaban sobre el ara pagana que se hallaba encima del altar de los holocaustos.
60 A las madres que circuncidaban a sus hijos, las mataban como ordenaba el edicto
61 con las criaturas colgadas al cuello; y mataban también a sus familiares y a los que habían circuncidado a los niños.
62 Pero hubo muchos israelitas que resistieron, haciendo el firme propósito de no comer alimentos impuros.
63 Prefirieron la muerte antes que contaminarse con aquellos alimentos y profanar la Alianza santa. Y murieron.
64 Una cólera terrible se abatió sobre Israel.
1 Por entonces surgió Matatías, hijo de Juan, hijo de Simón sacerdote de la familia de Joarib; aunque oriundo de Jerusalén, se había establecido en Modín.
2 Tenía cinco hijos: Juan, apodado el Feliz;
3 Simón, llamado el Fanático;
4 Judas, llamado Macabeo;
5 Eleazar, llamado Avarán; y Jonatán, llamado Apfús.
6 Al ver Matatías los sacrilegios que se cometían en Judá y en Jerusalén,
7 exclamó: «¡Ay de mí! ¿Por qué nací para ver la ruina de mi pueblo y la ruina de la ciudad santa, y quedarme ahí sentado, cuando la ciudad es entregada en manos de enemigos, y su santuario en poder extraño?
8 Ha quedado su templo como varón sin honor,
9 el ajuar que era su gloria, llevado como botín;
asesinados sus niños en las plazas,
y sus jóvenes, por la espada enemiga.
10 ¿Qué nación no ha ocupado sus dominios
y no se ha apropiado de sus despojos?
11 Todas sus joyas le han sido arrancadas
y la que antes era libre, ahora es esclava.
12 Ahí está: nuestro santuario, belleza y gloria nuestra,
está desolado, profanado por los gentiles.
13 ¿Para qué seguir viviendo?».
14 Matatías y sus hijos se rasgaron las vestiduras, se vistieron de sayal e hicieron gran duelo.
15 Los funcionarios reales, encargados de imponer la apostasía, llegaron a Modín para que la gente ofreciese sacrificios,
16 y muchos israelitas acudieron a ellos. Matatías y sus hijos se reunieron aparte.
17 Los funcionarios del rey tomaron la palabra y dijeron a Matatías: «Tú eres una persona ilustre, un hombre importante en esta ciudad, y estás respaldado por tus hijos y parientes.
18 Adelántate el primero, haz lo que manda el rey, como lo han hecho todas las naciones; y los mismos judíos, y los que han quedado en Jerusalén. Tú y tus hijos recibiréis el título de Amigos del rey; os premiarán con oro y plata y muchos regalos».
19 Pero Matatías respondió en voz alta: «Aunque todos los súbditos del rey le obedezcan apostatando de la religión de sus padres y aunque prefieran cumplir sus órdenes,
20 yo, mis hijos y mis parientes viviremos según la Alianza de nuestros padres.
21 ¡Dios me libre de abandonar la ley y nuestras costumbres!
22 No obedeceremos las órdenes del rey, desviándonos de nuestra religión ni a derecha ni a izquierda».
23 Nada más decirlo, un judío se adelantó a la vista de todos, dispuesto a sacrificar sobre el ara de Modín, como lo mandaba el rey.
24 Al verlo, Matatías se indignó, tembló de cólera y, en un arrebato de ira santa, corrió a degollar a aquel hombre sobre el ara.
25 Y, acto seguido, mató al funcionario real que obligaba a sacrificar y derribó el ara.
26 Lleno de celo por la ley, hizo lo que Pinjás a Zimrí, hijo de Salu.
27 Luego empezó a decir a voz en grito por la ciudad: «¡Todo el que sienta celo por la ley y quiera mantener la Alianza, que me siga!».
28 Y se echó al monte, con sus hijos, dejando en la ciudad todo cuanto tenía.
29 Por entonces, muchos decidieron bajar al desierto para instalarse allí, porque deseaban vivir santamente de acuerdo con el derecho y la justicia,
30 ellos, con sus hijos, mujeres y ganados, porque las desgracias habían llegado al colmo.
31 Los funcionarios reales y la guarnición de Jerusalén, Ciudad de David, recibieron el aviso de que unos hombres que rechazaban el mandato real habían bajado a las cuevas del desierto.
32 Muchos soldados corrieron tras ellos y los alcanzaron. Acamparon junto a ellos y se prepararon para atacarlos en un día de sábado.
33 Les conminaron: «¡Ya basta! Si salís y obedecéis la orden del rey, salvaréis vuestras vidas».
34 Pero ellos respondieron: «No saldremos ni obedeceremos la orden del rey, profanando el sábado».
35 Los soldados los atacaron inmediatamente.
36 Pero ellos no les replicaron ni les tiraron piedras ni se atrincheraron en las cuevas,
37 sino que dijeron: «¡Muramos todos con la conciencia limpia! El cielo y la tierra son testigos de que nos matáis injustamente».
38 Así que los atacaron en sábado y murieron ellos, con sus mujeres, hijos y ganados: unas mil personas.
39 Cuando Matatías y los suyos lo supieron, hicieron gran duelo por ellos,
40 y comentaban entre sí: «Si todos actuamos como nuestros hermanos, sin luchar contra los gentiles por nuestra vida y por nuestras normas, muy pronto nos exterminarán de la tierra».
41 Aquel mismo día tomaron esta decisión: «A todo el que venga a atacarnos en sábado, le haremos frente para no morir todos como murieron nuestros hermanos en las cuevas».
42 Por entonces se les agregó el grupo de «los leales», israelitas valientes, todos entregados de corazón a la ley;
43 se les sumaron también como refuerzos todos los que querían escapar de aquellas desgracias.
44 Organizaron un ejército y descargaron su ira contra los pecadores y su cólera contra los apóstatas. Los que se libraron del ataque fueron a refugiarse entre los gentiles.
45 Matatías y sus partidarios organizaron una correría, derribaron las aras,
46 circuncidaron por la fuerza a los niños no circuncidados que encontraban en territorio israelita
47 y persiguieron a los insolentes; la campaña fue un éxito,
48 de manera que rescataron la ley de manos de los gentiles y sus reyes, y mantuvieron a raya a los malvados.
49 Cuando le llegó la hora de morir, Matatías dijo a sus hijos:
«Hoy triunfan la insolencia y el descaro;
son tiempos de subversión y de ira,
50 Ahora, hijos míos, sed celosos de la ley
y dad la vida por la Alianza de vuestros padres.
51 Recordad las hazañas que hicieron nuestros padres en su tiempo
y conseguiréis gloria sin par y fama perpetua.
52 Abrahán demostró su fidelidad en la prueba,
y le fue contado como justicia.
53 José, en el tiempo de su angustia, observó la ley
y llegó a ser señor de Egipto.
54 Pinjás, nuestro padre, por su ardiente celo,
alcanzó la Alianza de un sacerdocio eterno.
55 Josué, por cumplir el mandato,
llegó a ser juez de Israel.
56 Caleb, por su testimonio ante la asamblea,
recibió su patrimonio en la tierra.
57 David, por su misericordia,
obtuvo el trono real para siempre.
58 Fue arrebatado al cielo Elías,
por su ardiente celo de la ley.
59 Ananías, Azarías y Misael, por su confianza,
se salvaron de la hoguera.
60 Por su inocencia, Daniel
se salvó de las fauces de los leones.
61 Y así, repasad cada generación:
los que esperan en Dios no desfallecen.
62 No temáis las palabras de un hombre pecador,
pues su fasto acabará en estiércol y gusanos;
63 hoy es exaltado y mañana desaparecerá:
retornará al polvo y sus planes fracasarán.
64 Hijos míos, sed valientes en defender la ley,
que ella será vuestra gloria.
65 Mirad, sé que vuestro hermano Simón es prudente; obedecedlo siempre, que él será vuestro padre.
66 Y Judas Macabeo, aguerrido desde joven, será vuestro caudillo y dirigirá la guerra contra el extranjero.
67 Vosotros ganaos a todos los que guardan la ley y vengad a vuestro pueblo;
68 dad a los gentiles su merecido y cumplid cuidadosamente los preceptos de la ley».
69 Y, después de bendecirlos, fue a reunirse con sus antepasados.
70 Murió el año ciento cuarenta y seis. Lo enterraron en la sepultura familiar, en Modín, y todo Israel le hizo solemnes funerales.
1 Sucedió a Matatías su hijo Judas, apodado Macabeo.
2 Le apoyaban todos sus hermanos y todos los partidarios de su padre, que seguían luchando por Israel llenos de entusiasmo.
3 Judas dilató la fama de su pueblo;
vistió la coraza como un gigante,
ciñó sus armas y entabló combates,
protegiendo sus campamentos con la espada.
4 Fue un león con sus hazañas,
un cachorro que ruge por la presa.
5 Rastreó y persiguió a los apóstatas,
quemó a los agitadores del pueblo.
6 Por miedo a Judas, los apóstatas se acobardaron,
los malhechores quedaron consternados;
y por él se consiguió la liberación.
7 Hizo sufrir a muchos reyes,
alegró a Jacob con sus hazañas,
su recuerdo será siempre bendito.
8 Recorrió las ciudades de Judá,
exterminando de ella a los impíos;
apartó de Israel la cólera divina.
9 Su renombre llenó la tierra,
porque reunió a los que estaban perdidos.
10 Apolonio reunió un ejército extranjero y un gran contingente de Samaría para luchar contra Israel.
11 Cuando lo supo Judas, salió a hacerle frente, lo derrotó y lo mató. Muchos fueron los caídos, y los supervivientes huyeron.
12 Al recoger los despojos, Judas se quedó con la espada de Apolonio y la usó siempre en la guerra.
13 Cuando Serón, general en jefe del ejército sirio, se enteró de que Judas había reunido en torno a sí una tropa numerosa de hombres adictos en edad militar,
14 se dijo: «Voy a ganar fama y renombre en el reino, luchando contra Judas y los suyos, esos que despreciaron la orden del rey».
15 Se le sumó un poderoso ejército de gente impía, que subió con él para ayudarle a vengarse de los hijos de Israel.
16 Cuando llegaba cerca de la cuesta de Bet Jorón, Judas le salió al encuentro con un puñado de hombres;
17 pero al ver el ejército que venía de frente, dijeron a Judas: «¿Cómo vamos a luchar contra esa multitud bien armada, siendo nosotros tan pocos? Y además estamos agotados, porque no hemos comido en todo el día».
18 Judas respondió: «Es fácil que muchos caigan en manos de pocos, pues al Cielo lo mismo le cuesta salvar con muchos que con pocos;
19 la victoria no depende del número de soldados, pues la fuerza llega del cielo.
20 Ellos vienen a atacarnos llenos de insolencia e impiedad, para aniquilarnos y saquearnos a nosotros, a nuestras mujeres y a nuestros hijos,
21 mientras que nosotros luchamos por nuestra vida y nuestra religión.
22 El Señor los aplastará ante nosotros. No les temáis».
23 Nada más terminar de hablar, se lanzó contra ellos de repente. Derrotaron a Serón y su ejército,
24 y lo persiguieron por la bajada de Bet Jorón hasta la llanura. Serón tuvo unas ochocientas bajas y los demás huyeron al territorio filisteo.
25 Judas y sus hermanos empezaron a ser temidos y una ola de pánico cayó sobre las naciones vecinas.
26 Su fama llegó a oídos del rey, porque las naciones comentaban las batallas de Judas.
27 Cuando el rey Antíoco se enteró, montó en cólera y mandó juntar todas las fuerzas de su reino, un ejército poderosísimo.
28 Abrió su tesoro y dio a las tropas la soldada de un año con la orden de que estuvieran preparadas para cualquier evento.
29 Pero advirtió que se le acababa el dinero del tesoro y que los tributos de la región eran escasos, debido a las revueltas y calamidades que él había provocado en el país al suprimir las leyes que estaban en vigor desde los primeros tiempos.
30 Como le había ocurrido más de una vez, temió entonces no tener para los gastos y donativos que antes solía prodigar, superando en ello a sus predecesores.
31 Hallándose, pues, en tan grave aprieto, resolvió ir a Persia para recoger los tributos de aquellas provincias y reunir mucho dinero.
32 A Lisias, personaje de la nobleza y de la familia real, lo dejó al frente del gobierno, desde el río Éufrates hasta la frontera de Egipto;
33 le confió la tutela de su hijo Antíoco hasta su vuelta;
34 puso a su disposición la mitad de sus tropas y de sus elefantes, y le dio orden de ejecutar cuanto había resuelto. En lo que tocaba a los habitantes de Judea y Jerusalén,
35 debía enviar contra ellos un ejército que exterminara y aniquilara las fuerzas de Israel y a los que quedaban en Jerusalén, hasta borrar su recuerdo del lugar.
36 Luego establecería extranjeros en todo su territorio y repartiría sus tierras entre ellos.
37 El rey, por su parte, tomando consigo la otra mitad del ejército, partió de Antioquía, capital de su reino, el año ciento cuarenta y siete. Atravesó el río Éufrates y prosiguió su marcha a través de las provincias del Norte.
38 Lisias eligió a Tolomeo, hijo de Dorimeno, a Nicanor y a Gorgias, hombres poderosos entre los Amigos del rey,
39 y envió con ellos cuarenta mil infantes y siete mil jinetes a invadir y arrasar la tierra de Judá, como había ordenado el rey.
40 Partieron con todo su ejército, llegaron y acamparon cerca de Emaús, en la llanura.
41 Cuando los mercaderes de la región oyeron hablar de ellos, tomaron grandes sumas de plata y oro, además de cadenas, y se fueron al campamento para adquirir como esclavos a los hijos de Israel. Al ejército se les unieron también tropas de Idumea y de la tierra de los filisteos.
42 Judas y sus hermanos comprendieron que la situación era grave: el ejército estaba acampado en su territorio y conocían la consigna del rey de destruir el pueblo y acabar con él.
43 Y se dijeron unos a otros: «Reparemos la ruina de nuestro pueblo y luchemos por nuestro pueblo y por el santuario».
44 Se convocó la asamblea para prepararse a la guerra y hacer oración, pidiendo piedad y misericordia.
45 Jerusalén estaba despoblada como un desierto,
ninguno de sus hijos entraba ni salía;
pisoteado el santuario,
extranjeros en la acrópolis,
convertida en albergue de gentiles.
Jacob había perdido la alegría,
no sonaba ya la cítara ni la flauta.
46 Por eso, una vez reunidos se fueron a Mispá, frente a Jerusalén, porque tiempo atrás había habido en Mispá un lugar de oración para Israel.
47 Ayunaron aquel día, se vistieron de sayal, se esparcieron ceniza sobre la cabeza y se rasgaron las vestiduras.
48 Desenrollaron el volumen de la ley para consultarlo, como los gentiles consultan las imágenes de sus ídolos.
49 Llevaron los ornamentos sacerdotales, las primicias y los diezmos, e hicieron comparecer a los nazireos que habían cumplido su voto.
50 Levantaron sus clamores al Cielo diciendo: «¿Qué haremos con estos? ¿A dónde los llevaremos?
51 Tu santuario está pisoteado y profanado, tus sacerdotes tristes y humillados;
52 ya ves, los gentiles se han reunido contra nosotros para aniquilarnos. Tú conoces lo que traman contra nosotros.
53 ¿Cómo podremos resistirles, si tú no nos auxilias?».
54 Hicieron sonar las trompetas y lanzaron el alarido.
55 A continuación, Judas nombró jefes del pueblo: jefes de mil hombres, de cien, de cincuenta y de diez.
56 A los que estaban construyendo casas, a los que acababan de casarse o a los que acababan de plantar una viña y a los miedosos, les mandó, conforme a la ley, que se volvieran a sus casas.
57 Luego, el ejército se puso en marcha y acamparon al sur de Emaús.
58 Judas les ordenó: «¡Preparaos! Sed valientes y estad dispuestos de madrugada para entrar en batalla con estos gentiles que se han coaligado contra nosotros para aniquilarnos a nosotros y nuestro santuario.
59 Más vale morir en la batalla que quedarnos mirando las desgracias de nuestra nación y del santuario.
60 Lo que el Cielo tenga dispuesto, lo cumplirá».
1 Gorgias emprendió la marcha de noche con cinco mil hombres y mil jinetes escogidos,
2 con la intención de caer sobre el campamento de los judíos y derrotarlos por sorpresa. Gente de la acrópolis de Jerusalén le servía de guía.
3 Pero lo supo Judas y salió él a su vez con sus guerreros para derrotar al ejército real que quedaba en Emaús,
4 mientras las tropas aún estaban dispersas fuera del campamento.
5 Gorgias llegó de noche al campamento de Judas y, al no encontrar a nadie, los estuvo buscando por los montes, pues decía: «Estos van huyendo de nosotros».
6 Al rayar el día, apareció Judas en la llanura con tres mil hombres. Solo que no tenían escudos ni espadas como hubiesen querido.
7 Cuando vieron el campamento de los gentiles fortificado, bien atrincherado, rodeado de la caballería y con tropas aguerridas,
8 Judas arengó a los suyos: «No temáis su número, ni su pujanza os acobarde.
9 Recordad cómo se salvaron nuestros antepasados en el mar Rojo, cuando el faraón los perseguía con su ejército.
10 Clamemos ahora al Cielo, a ver si tiene piedad de nosotros, recuerda la Alianza con nuestros padres y aplasta hoy este campamento ante nosotros.
11 Así todas las naciones reconocerán que hay quien rescata y salva a Israel».
12 Los extranjeros alzaron los ojos y, viendo a los judíos que venían contra ellos,
13 salieron del campamento dispuestos a luchar. Los soldados de Judas hicieron sonar la trompeta
14 y entraron en combate. Salieron derrotados los gentiles y huyeron hacia la llanura.
15 Todos los rezagados cayeron a filo de espada. Los de Judas los persiguieron hasta Guézer y hasta las llanuras de Idumea, Azoto y Yamnia; de ellos cayeron hasta tres mil hombres.
16 Judas regresó con su ejército de la persecución
17 y advirtió al pueblo: «Contened vuestros deseos de botín, que otra batalla nos amenaza;
18 Gorgias y su ejército se encuentran cerca de nosotros en los montes. Haced frente ahora a nuestros enemigos y combatid contra ellos; después podéis haceros con el botín tranquilamente».
19 Apenas había acabado Judas de hablar, cuando se dejó ver un destacamento que asomaba por el monte.
20 Al ver que los suyos habían huido y que el campamento había sido incendiado, como se lo daba a entender la humareda que divisaban,
21 se llenaron de temor; y observando además en la llanura al ejército de Judas dispuesto para el combate,
22 huyeron todos a la tierra de los filisteos.
23 Judas se volvió entonces al campamento para saquearlo. Recogieron mucho oro y plata, telas teñidas en púrpura roja y violeta, y muchas otras riquezas.
24 De regreso cantaban y bendecían al Cielo: «Porque es bueno, porque es eterno su amor».
25 En aquel día Israel experimentó una gran liberación.
26 Los extranjeros que habían podido escapar con vida se fueron a comunicar a Lisias todo lo que había ocurrido.
27 Al oírlos quedó consternado y abatido porque a Israel no le había sucedido lo que él quería ni las cosas habían salido como el rey se lo tenía ordenado.
28 Así que al año siguiente, Lisias reclutó sesenta mil hombres escogidos y cinco mil jinetes para combatir contra los judíos.
29 Llegaron a Idumea y acamparon en Bet Sur. Judas fue a su encuentro con diez mil hombres,
30 y cuando vio aquel poderoso ejército, oró diciendo: «Bendito eres, Salvador de Israel, que quebrantaste el ímpetu de aquel gigante por mano de tu siervo David y entregaste el campamento de los filisteos en manos de Jonatán, hijo de Saúl, y de su escudero.
31 Pon de la misma manera ese ejército en manos de tu pueblo Israel y queden avergonzados de sus infantes y de su caballería.
32 Infúndeles miedo, disuelve la confianza que ponen en su fuerza y queden abatidos con su derrota.
33 Hazles sucumbir bajo la espada de los que te aman y entonen himnos en tu alabanza todos los que conocen tu Nombre».
34 Lucharon cuerpo a cuerpo y cayeron unos cinco mil hombres del ejército de Lisias.
35 Al ver Lisias rotas sus líneas de combate y la intrepidez de los soldados de Judas, y cómo estaban resueltos a vivir o morir heroicamente, marchó a Antioquía para reclutar mercenarios con ánimo de presentarse de nuevo en Judea con fuerzas más numerosas.
36 Judas y sus hermanos propusieron: «Nuestros enemigos están vencidos; subamos, pues, a purificar el santuario y a restaurarlo».
37 Se reunió todo el ejército y subieron al monte Sión.
38 Cuando vieron el santuario desolado, el altar profanado, las puertas quemadas, la maleza crecida en los atrios como en un bosque o en un monte cualquiera, y las dependencias derruidas,
39 se rasgaron las vestiduras, hicieron gran duelo y se pusieron ceniza sobre sus cabezas.
40 Cayeron rostro en tierra y, a una señal dada por las trompetas, alzaron sus clamores al Cielo.
41 Judas dio orden a sus hombres de combatir a los de la acrópolis hasta terminar la purificación del santuario.
42 Luego eligió sacerdotes irreprochables, observantes de la ley,
43 que purificaron el santuario y arrojaron las piedras contaminadas a un lugar inmundo.
44 Deliberaron sobre lo que había de hacerse con el altar de los holocaustos que estaba profanado.
45 Con buen parecer acordaron demolerlo para que no fuese motivo de oprobio, dado que los gentiles lo habían contaminado. Así que demolieron el altar
46 y depositaron sus piedras en el monte del templo, en un lugar conveniente, hasta que surgiera un profeta que resolviera el caso.
47 Tomaron luego piedras sin tallar, como prescribía la ley, y construyeron un altar nuevo igual que el anterior.
48 Restauraron el santuario y el interior del edificio y consagraron los atrios.
49 Renovaron los utensilios sagrados y metieron en el santuario el candelabro, el altar del incienso y la mesa.
50 Quemaron incienso sobre el altar y encendieron las lámparas del candelabro para que iluminaran el santuario.
51 Cuando pusieron panes sobre la mesa y corrieron las cortinas, dieron fin a la obra que habían emprendido.
52 El año ciento cuarenta y ocho, el día veinticinco del mes noveno (es decir, casleu), todos madrugaron
53 para ofrecer un sacrificio, según la ley, en el nuevo altar de los holocaustos que habían reconstruido.
54 Precisamente en el aniversario del día en que lo habían profanado los gentiles, lo volvieron a consagrar, cantando himnos y tocando cítaras, laúdes y timbales.
55 Todo el pueblo se postró en tierra adorando y alabando al Cielo, que les había dado el triunfo.
56 Durante ocho días celebraron la consagración, ofreciendo con alegría holocaustos y sacrificios de comunión y de alabanza.
57 Decoraron la fachada del santuario con coronas de oro y escudos. Restauraron también el portal y las dependencias, poniéndoles puertas.
58 El pueblo celebró una gran fiesta, que invalidó la profanación de los gentiles.
59 Judas, con sus hermanos y toda la asamblea de Israel, determinó que se conmemorara anualmente la nueva consagración del altar con solemnes festejos, durante ocho días a partir del veinticinco del mes de casleu.
60 Por aquel tiempo, levantaron en torno al monte Sión altas murallas y sólidas torres, no fuera que otra vez se presentaran los gentiles y lo pisotearan como antes.
61 Judas puso allí una guarnición que lo defendiera. También fortificó Bet Sur para que el pueblo tuviese una fortaleza frente a Idumea.
1 Cuando las naciones circunvecinas supieron que había sido reconstruido el altar y restaurado como antes el santuario, se irritaron mucho.
2 Decidieron acabar con los descendientes de Jacob que vivían entre ellos y comenzaron a matar y exterminar a gente del pueblo.
3 Entonces Judas atacó a los hijos de Esaú en Idumea, a la tierra de Acrabatena, porque hostigaban a los israelitas. Les infligió una gran derrota, los sometió y los saqueó.
4 Recordó luego la maldad de los hijos de Beán, que constituían una trampa peligrosa para el pueblo por las emboscadas que les tendían en los caminos;
5 les obligó a encerrarse en sus torres, les puso cerco y, consagrándolos al exterminio, abrasó las torres con todos los que estaban dentro.
6 Marchó a continuación contra los amonitas y encontró una tropa numerosa y bien armada, cuyo jefe era Timoteo.
7 Trabó con ellos muchos combates, los derrotó y los deshizo.
8 Se apoderó de Yazer y sus aldeas, y regresó a Judea.
9 Los gentiles de Galaad se aliaron para exterminar a los israelitas que vivían en su territorio, pero estos se refugiaron en la fortaleza de Datemá.
10 Enviaron cartas a Judas y sus hermanos con este mensaje: «Los gentiles que nos rodean se han aliado para exterminarnos;
11 se están preparando para venir a apoderarse de la fortaleza donde nos hemos refugiado y Timoteo está al frente de su ejército.
12 Ven, pues, ahora a librarnos de sus manos, porque muchos de los nuestros han caído ya;
13 todos los hermanos nuestros que vivían en la tierra de Tob han muerto y sus mujeres, hijos y bienes han sido llevados al cautiverio; han perecido allí unas mil personas».
14 Estaban todavía leyendo las cartas, cuando otros mensajeros, con la ropa hecha jirones, llegaron de Galilea con esta noticia:
15 «Se han aliado los de Tolemaida, Tiro, Sidón y toda la Galilea de los gentiles para acabar con nosotros».
16 Cuando Judas y el pueblo oyeron tales noticias, convocaron una gran asamblea para deliberar qué debían hacer a fin de socorrer a sus hermanos que estaban en situación angustiada y hostilizados por los enemigos.
17 Judas dijo a su hermano Simón: «Elige unos cuantos y vete a liberar a tus hermanos de Galilea; mi hermano Jonatán y yo iremos a la región de Galaad».
18 Dejó para defensa de Judea a José, hijo de Zacarías, y a Azarías, oficial de tropa, con el resto del ejército,
19 dándoles esta orden: «Tomad el mando de las tropas y no entréis en batalla con los gentiles hasta que nosotros regresemos».
20 Se le dieron tres mil hombres a Simón para la campaña de Galilea y ocho mil a Judas para la de Galaad.
21 Simón partió para Galilea y después de trabar muchos combates con los gentiles, los derrotó
22 y los persiguió hasta las puertas de Tolemaida. Sucumbieron unos tres mil gentiles y Simón se llevó sus despojos.
23 Tomó luego consigo a los judíos de Galilea y Arbatá, con sus mujeres, hijos y cuanto poseían, y los llevó a Judea con gran regocijo.
24 Por su parte, Judas Macabeo y su hermano Jonatán atravesaron el Jordán y caminaron tres jornadas por el páramo.
25 Se encontraron con los nabateos, que los acogieron amistosamente y les contaron lo que les ocurría a sus hermanos de la región de Galaad:
26 que muchos de ellos se encontraban encerrados en Bosra y Béser, en Alemá, Casfo, Maqued y Carnáin, todas ellas plazas fuertes e importantes;
27 que también había otros que estaban encerrados en las demás ciudades de la región de Galaad, y que sus enemigos habían fijado la fecha del día siguiente para atacar las fortalezas, ocuparlas y exterminar a todos en un solo día.
28 Inmediatamente Judas hizo que su ejército tomara el camino de Bosra, a través del páramo; tomó la ciudad y después de pasar a filo de espada a todo varón y de saquearla por completo, la incendió.
29 Partió de allí por la noche y avanzó hasta las cercanías de la fortaleza.
30 Cuando, al llegar el día, los judíos alzaron los ojos, vieron un ejército innumerable que colocaba escalas y máquinas de guerra para tomar la fortaleza; habían comenzado el ataque.
31 Al ver que el asalto se había iniciado y que el clamor de la ciudad subía hasta el cielo, con el son de las trompetas y el alarido de la guerra,
32 Judas ordenó a los hombres de su ejército: «Combatid hoy por vuestros hermanos».
33 Y, ordenados en tres columnas, los hizo avanzar detrás del enemigo tocando las trompetas y gritando invocaciones.
34 El ejército de Timoteo, al reconocer que era el Macabeo, huyó ante él; Judas les infligió una gran derrota y dejó tendidos unos ocho mil hombres aquel día.
35 Se volvió luego Judas contra Alemá. La atacó, la tomó y, después de matar a todos los varones y saquearla, la dio a las llamas.
36 Partiendo de allí, se apoderó de Casfo, Maqued, Béser y de las restantes ciudades de la región de Galaad.
37 Después de estos acontecimientos, Timoteo juntó un nuevo ejército y acampó junto a Rafón, al otro lado del torrente.
38 Judas envió gente para reconocer el campamento y le trajeron el siguiente informe: «Todos los gentiles de nuestro alrededor se le han unido y forman un ejército considerable.
39 Tienen además, como auxiliares, mercenarios árabes. Acampan al otro lado del torrente y están preparados para venir a atacarte». Judas salió a su encuentro
40 y mientras se aproximaba con su ejército al torrente de agua, Timoteo dijo a los oficiales de sus tropas: «Si él atraviesa primero hacia nosotros, no podremos resistirle, porque es seguro que tendrá ventaja sobre nosotros;
41 pero si muestra miedo y acampa al otro lado del río, pasaremos nosotros hacia él y lo venceremos».
42 Cuando Judas llegó al borde del agua del torrente, formó a los oficiales de leva en la ribera y les dio esta orden: «No dejéis acampar a nadie; que todos vayan al combate».
43 Él pasó el primero hacia el enemigo y toda su tropa le siguió. Derrotaron a todos los gentiles, que arrojaron las armas y corrieron a buscar refugio al santuario de Carnáin.
44 Pero los judíos tomaron la ciudad y quemaron el santuario con todos los que había dentro. Carnáin fue arrasada. Y ya nadie pudo resistir a Judas.
45 Judas reunió a todos los israelitas de la región de Galaad, pequeños y grandes, a sus mujeres, hijos y bienes, una inmensa muchedumbre, para llevarlos a la tierra de Judá,
46 Llegaron a Efrón, ciudad importante y muy fortificada, que caía de camino. Necesariamente tenían que pasar por ella, por no haber posibilidad de desviarse ni a la derecha ni a la izquierda.
47 Pero los habitantes les negaron el paso y bloquearon las puertas con piedras.
48 Judas les envió un mensaje en son de paz, diciéndoles: «Pasaremos por tu país para llegar al nuestro; nadie os hará mal alguno; nos limitaremos a pasar a pie». Pero no quisieron abrirle.
49 Entonces Judas ordenó pregonar por el campamento que cada uno estuviera preparado donde se encontrara.
50 La gente de guerra tomó posición y Judas atacó la ciudad día y noche, hasta que cayó en sus manos.
51 Hizo pasar a filo de espada a todos los varones, arrasó, saqueó y atravesó la ciudad por encima de los cadáveres.
52 Pasaron el Jordán para entrar en la gran llanura frente a Bet Seán.
53 Durante toda la marcha Judas iba recogiendo a los rezagados y animando al pueblo hasta llegar a la tierra de Judá.
54 Subieron al monte Sión con alegría y alborozo, y ofrecieron holocaustos por haber regresado felizmente sin haber perdido a ninguno de los suyos.
55 Mientras Judas y Jonatán estaban en la tierra de Galaad, y su hermano Simón en Galilea, frente a Tolemaida,
56 José, hijo de Zacarías, y Azarías, oficiales del ejército, se enteraron de las proezas y combates que aquellos habían realizado,
57 y se dijeron: «Hagamos nosotros también célebre nuestro nombre, saliendo a combatir a los gentiles de los alrededores».
58 Y dieron orden a la tropa que estaba bajo su mando de ir contra Yamnia.
59 Pero Gorgias salió de la ciudad con su gente para ir a su encuentro y entrar en batalla.
60 José y Azarías fueron derrotados y perseguidos hasta la frontera de Judea. Sucumbieron aquel día alrededor de dos mil hombres del ejército de Israel.
61 Sobrevino este grave revés al ejército por no haber obedecido a Judas y a sus hermanos, creyéndose capaces de grandes hazañas.
62 Pero ellos no eran de aquella casta de hombres a quienes estaba confiada la salvación de Israel.
63 El valeroso Judas y sus hermanos se hicieron muy célebres ante todo Israel y ante todas las naciones adonde llegaba su nombre.
64 Las gentes se agolpaban a su alrededor para aclamarlos.
65 Judas salió con sus hermanos a luchar contra los hijos de Esaú, en el sur del país. Tomó Hebrón y sus aldeas, arrasó sus fortificaciones y prendió fuego a las torres de su contorno.
66 Partió luego en dirección a la tierra de los filisteos y atravesó Maresá.
67 Cayeron aquel día algunos sacerdotes al querer significarse tomando parte imprudentemente en el combate.
68 Dobló luego Judas hacia Asdod, en territorio de los filisteos, y destruyó sus altares, dio fuego a las imágenes de sus dioses y saqueó sus ciudades. Después regresó a la tierra de Judá.
1 El rey Antíoco recorría las provincias del norte cuando se enteró de que había en Persia una ciudad llamada Elimaida, famosa por su riqueza en plata y oro,
2 con un templo lleno de tesoros: escudos dorados, lorigas y armas depositadas allí por Alejandro el de Filipo, rey de Macedonia, primer rey de los griegos.
3 Antíoco fue allá e intentó apoderarse de la ciudad y saquearla; pero no pudo, porque los de la ciudad, dándose cuenta de lo que pretendía,
4 salieron a atacarlo. Antíoco tuvo que huir y emprendió apesadumbrado el viaje de vuelta a Babilonia.
5 Cuando él se encontraba todavía en Persia, llegó un mensajero con la noticia de que la expedición militar contra Judea había fracasado
6 y que Lisias, que en un primer momento se había presentado como caudillo de un poderoso ejército, había huido ante los judíos; estos, sintiéndose fuertes con las armas, pertrechos y el enorme botín de los campamentos saqueados,
7 habían derribado la abominación de la desolación construida sobre el altar de Jerusalén, habían levantado en torno al santuario una muralla alta como la de antes y habían hecho lo mismo en Bet Sur, ciudad que pertenecía al rey.
8 Al oír este informe, el rey se asustó y se impresionó de tal forma que cayó en cama y enfermó de tristeza, porque no le habían salido las cosas como quería.
9 Allí pasó muchos días, cada vez más triste. Pensó que se moría,
10 llamó a todos sus Amigos y les dijo: «El sueño ha huido de mis ojos y estoy abrumado por las preocupaciones,
11 y me digo: “¡A qué tribulación he llegado, en qué violento oleaje estoy metido, yo, que era feliz y querido cuando era poderoso!
12 Pero ahora me viene a la memoria el daño que hice en Jerusalén, robando todo el ajuar de plata y oro que había allí, y enviando gente que exterminase sin motivo a los habitantes de Judea.
13 Reconozco que por eso me han venido estas desgracias. Ya veis, muero de tristeza en tierra extranjera"».
14 Llamó luego a Filipo, uno de sus Amigos, y lo puso al frente de todo su reino.
15 Le dio su corona, su manto real y su anillo, encargándole que educara a su hijo Antíoco y lo preparara para que fuese rey.
16 Allí murió el rey Antíoco el año ciento cuarenta y nueve.
17 Lisias, al enterarse de la muerte del rey, puso en el trono a su hijo Antíoco, a quien había educado desde niño, y le dio el sobrenombre de Eupátor.
18 Mientras tanto, la guarnición de la acrópolis tenía confinado a Israel en el recinto del santuario; buscaba siempre la oportunidad de causarle mal y de ofrecer apoyo a los gentiles.
19 Resuelto Judas a exterminarlos, convocó a todo el ejército para sitiarlos.
20 El año ciento cincuenta, una vez reunidos, comenzaron el sitio de la acrópolis y construyeron catapultas y máquinas de asalto.
21 Pero algunos de los sitiados lograron romper el cerco; se les juntaron algunos otros israelitas apóstatas
22 y acudieron al rey para decirle: «¿Hasta cuándo vas a estar sin hacer justicia y sin vengar a nuestros hermanos?
23 Nosotros aceptamos voluntariamente servir a tu padre, seguir sus instrucciones y obedecer sus órdenes.
24 Por ello los hijos de nuestro pueblo han puesto sitio a la acrópolis y nos tratan como extraños. Más aún, han matado a cuantos de nosotros han caído en sus manos y nos han arrebatado nuestras haciendas.
25 Pero no solo han alzado su mano contra nosotros, sino también contra todos vuestros territorios.
26 Ya ves que ahora tienen cercada la acrópolis de Jerusalén con intención de ocuparla y han fortificado el santuario y Bet Sur.
27 Si no te das prisa en atajarlos, se atreverán a más, y ya te será imposible contenerlos».
28 Al oírlo el rey montó en cólera y convocó a todos los grandes del reino, jefes de infantería y de caballería.
29 Le llegaron tropas mercenarias de otros reinos y de ultramar.
30 El número de sus fuerzas era de cien mil infantes, veinte mil jinetes y treinta y dos elefantes adiestrados para la lucha.
31 Atravesando Idumea, pusieron cerco a Bet Sur. La lucha se prolongó muchos días. Prepararon máquinas de asalto; pero los sitiados, en salidas que hacían, se las quemaban, peleando valerosamente.
32 Entonces Judas partió de la acrópolis y acampó junto a Bet Zacarías, frente al campamento real.
33 El rey se levantó de madrugada y puso en marcha el ejército a toda prisa por el camino de Bet Zacarías. Los ejércitos se dispusieron a entrar en batalla tocando las trompetas.
34 A los elefantes les habían dado zumo de uvas y moras para prepararlos para el combate.
35 Los repartieron entre los escuadrones. Mil hombres, con cota de malla y casco de bronce en la cabeza, se alineaban al lado de cada elefante. Además, con cada bestia iban quinientos jinetes escogidos,
36 que estaban donde el animal estuviese y lo acompañaban adonde fuese, sin apartarse de él.
37 Cada elefante llevaba encima, sujeta con cinchas, una torre de madera bien protegida y cuatro guerreros que combatían desde ella, además del guía indio.
38 El rey colocó el resto de la caballería a un lado y otro, en los flancos del ejército, con la misión de hostigar al enemigo y proteger los escuadrones.
39 Cuando relumbró el sol sobre los escudos de oro y bronce, resplandecieron los montes con su fulgor y brillaron como antorchas encendidas.
40 Una parte del ejército real se desplegó por las alturas de los montes, mientras la otra lo hizo por el llano; avanzaban con seguridad y buen orden.
41 Se estremecieron todos los que oían el griterío de aquella muchedumbre y el estruendo que levantaba al marchar y entrechocar las armas; era, en efecto, un ejército inmenso y poderoso.
42 Judas y su ejército se adelantaron para entrar en batalla, y cayeron seiscientos hombres del ejército real.
43 Eleazar, llamado Avarán, se fijó en un elefante engualdrapado con insignias reales que sobresalía por su corpulencia entre los demás elefantes y creyó que el rey iba en él.
44 Pensó en entregarse por salvar a su pueblo y conseguir así renombre inmortal.
45 Corrió audazmente hacia el elefante, metiéndose entre el escuadrón, matando a derecha e izquierda y haciendo que los enemigos se apartaran de él a un lado y a otro;
46 se deslizó debajo del elefante para atacarlo y lo mató. Se desplomó el elefante sobre él y allí murió Eleazar.
47 Los judíos, al fin, viendo la potencia del rey y la impetuosidad de sus tropas, retrocedieron ante ellas.
48 Los del ejército real subieron a Jerusalén, al encuentro de los judíos, y el rey acampó con intención de invadir Judea y el monte Sión.
49 Hizo la paz con los de Bet Sur, que evacuaron la ciudad al no tener víveres consigo para sostener el sitio por ser año sabático para la tierra.
50 El rey ocupó Bet Sur y dejó allí una guarnición para su defensa.
51 Luego estuvo muchos días sitiando el santuario: levantó allí ballestas de tiro y máquinas de asalto, lanzallamas, catapultas, escorpiones de lanzar flechas y hondas.
52 Por su parte, los judíos sitiados hicieron también máquinas defensivas y combatieron durante muchos días.
53 Pero no había víveres en los almacenes, porque aquel era el año séptimo, y además los israelitas liberados de los gentiles y traídos a Judea habían consumido las últimas reservas.
54 Víctimas, pues, del hambre, dejaron unos pocos hombres en el santuario y los demás se dispersaron cada uno por su lado.
55 Lisias se enteró de que Filipo, a quien el rey Antíoco había confiado en vida educar a su hijo Antíoco para ser rey,
56 había vuelto desde Persia y Media con las tropas de la expedición real, y que trataba de hacerse con el poder.
57 Entonces se dio prisa en volver, diciendo al rey, a los generales y a la tropa: «Cada día estamos más débiles; las provisiones faltan; la plaza que asediamos está bien fortificada y los asuntos del gobierno son urgentes.
58 Demos, pues, la mano a estos hombres, hagamos la paz con ellos y con toda su nación
59 y permitámosles vivir según su legislación tradicional, pues, irritados por habérsela abolido, se vienen portando de esta manera».
60 El rey y los jefes aprobaron la idea y el rey envió una propuesta de paz a los sitiados. Estos la aceptaron
61 y el rey y los jefes la confirmaron con juramento.
Con esta garantía los judíos salieron de la fortaleza
62 y el rey entró en el monte Sión. Pero al ver la fortaleza de aquel lugar, violó el juramento que había hecho y ordenó destruir la muralla que lo circundaba.
63 Luego, a toda prisa, emprendió el regreso a Antioquía, donde se encontró con que Filipo se había apoderado de la ciudad. El rey lo atacó y le arrebató la ciudad por la fuerza.
1 El año ciento cincuenta y uno, Demetrio, hijo de Seleuco, salió de Roma y, con unos pocos hombres, desembarcó en una ciudad marítima donde se proclamó rey.
2 Cuando se disponía a entrar en el palacio real de sus antepasados, el ejército apresó a Antíoco y a Lisias para llevarlos a su presencia.
3 Al saberlo, Demetrio dijo: «No quiero ver sus caras».
4 El ejército los mató y Demetrio se sentó en el trono real.
5 Entonces todos los israelitas apóstatas e impíos acudieron a él, con Alcimo al frente, que pretendía el cargo del sumo sacerdocio.
6 Ya en su presencia, acusaron al pueblo diciendo: «Judas y sus hermanos han hecho perecer a todos tus amigos y a nosotros nos han expulsado de nuestro país.
7 Envía, pues, ahora, a una persona de tu confianza, que vaya y vea los estragos que han causado en nosotros y en la provincia real, y los castigue a ellos y a todos los que los apoyan».
8 El rey eligió a Báquides, uno de sus Amigos, gobernador de Transeufratina, grande en el reino y fiel al rey.
9 Lo envió con el impío Alcimo, a quien concedió el sacerdocio, con la orden de castigar a los hijos de Israel.
10 Partieron con un ejército numeroso, entraron en la tierra de Judea y enviaron mensajeros a Judas y sus hermanos con falsas propuestas de paz.
11 Pero estos no hicieron caso a sus palabras, porque vieron que había venido con un gran ejército.
12 No obstante, un grupo de letrados se reunió con Alcimo y Báquides, tratando de encontrar una solución justa.
13 «Los leales» eran los primeros entre los hijos de Israel en pedirles la paz,
14 pues se decían: «Un sacerdote del linaje de Aarón ha venido con el ejército: no nos hará ningún mal».
15 Báquides habló con ellos amistosamente y les aseguró bajo juramento: «No intentaremos haceros mal ni a vosotros ni a vuestros amigos».
16 Le creyeron, pero él prendió a sesenta de ellos y los mató en un mismo día, según aquel texto de la Escritura:
17 «Esparcieron la carne y la sangre de tus santos en torno a Jerusalén y no hubo quien les diese sepultura».
18 Con esto, el miedo hacia ellos y el espanto se apoderó de todo el pueblo que decía: «No tienen sinceridad ni honradez, pues han violado el pacto y el juramento que habían jurado».
19 Báquides partió de Jerusalén y acampó en Betsaid. De allí mandó apresar a muchos de los suyos que habían desertado y a algunos del pueblo; los mató y los arrojó en la cisterna grande.
20 Luego puso la provincia en manos de Alcimo, dejó con él tropas que lo sostuvieran y marchó adonde estaba el rey.
21 Alcimo tuvo que luchar para defender su cargo de sumo sacerdote.
22 Se le unieron todos los perturbadores del pueblo, se hicieron dueños de la tierra de Judea y causaron un enorme estrago en Israel.
23 Cuando Judas vio todo el daño que Alcimo y los suyos hacían a los hijos de Israel, mayor que el que habían causado los gentiles,
24 salió a recorrer todo el territorio de Judea para castigar a los desertores e impedirles circular por la región.
25 Al ver Alcimo que Judas y los suyos cobraban fuerza, comprendiendo que no podía ofrecerles resistencia, se dirigió al rey y los acusó de graves delitos.
26 Entonces el rey envió a Nicanor, uno de sus generales más distinguidos y enemigo declarado de Israel, y le mandó exterminar al pueblo.
27 Nicanor llegó a Jerusalén con un ejército numeroso y envió a Judas y a sus hermanos un insidioso mensaje de paz diciéndoles:
28 «No haya pugna entre nosotros; iré a veros con una pequeña escolta en son de paz».
29 Fue, pues, adonde estaba Judas y ambos se saludaron amistosamente, pero los enemigos estaban preparados para secuestrar a Judas.
30 Este se enteró de que Nicanor había venido con engaños, se atemorizó y no quiso verlo más.
31 Nicanor, viendo descubiertos sus planes, salió a enfrentarse con Judas cerca de Cafarsalamá.
32 Cayeron unos quinientos hombres del ejército de Nicanor y los demás huyeron a la Ciudad de David.
33 Después de estos sucesos, subió Nicanor al monte Sión. Algunos sacerdotes y ancianos del pueblo salieron del santuario para saludarlo amistosamente y mostrarle el holocausto que se ofrecía por el rey.
34 Pero él se burló de ellos, los escarneció y escupió, y les habló con insolencia.
35 Encolerizado, juró: «Si ahora mismo no se me entrega a Judas y a su ejército en mis manos, cuando vuelva victorioso, prenderé fuego a este templo». Y salió enfurecido.
36 Los sacerdotes entraron y, de pie ante el altar y el santuario, exclamaron llorando:
37 «Tú has elegido este templo dedicado a tu Nombre, para que fuese casa de oración y súplica para tu pueblo;
38 castiga a este hombre y a su ejército, que caigan atravesados por la espada. Acuérdate de sus blasfemias y no les des tregua».
39 Nicanor salió de Jerusalén y acampó en Bet Jorón, donde se le unió un contingente de Siria.
40 Judas acampó en Adasá con tres mil hombres y oró diciendo:
41 «Cuando los enviados del rey blasfemaron, salió tu ángel y mató a ciento ochenta y cinco mil de ellos;
42 destruye también hoy este ejército ante nosotros y reconozcan los que queden, que su jefe profirió palabras impías contra tu santuario. ¡Júzgalo según su maldad!».
43 El día trece del mes de adar trabaron batalla los ejércitos y salió derrotado el de Nicanor. Nicanor cayó el primero en el combate
44 y su ejército, al verlo caído, arrojó las armas y se dio a la fuga.
45 Los judíos estuvieron persiguiéndolos un día entero, desde Adasá hasta llegar a Guézer, con las trompetas tocando a rebato detrás de ellos.
46 De todas las aldeas judías del contorno salió gente que, rodeándolos, les obligaron a volverse los unos sobre los otros. Todos cayeron a espada: no quedó ni uno de ellos.
47 Tomaron los despojos y el botín; cortaron la cabeza de Nicanor y su mano derecha, aquella que había extendido con insolencia, y las llevaron para exponerlas a la vista de Jerusalén.
48 El pueblo se llenó de gran alegría; celebraron aquel día como un gran día de regocijo
49 y acordaron conmemorarlo cada año el trece de adar.
50 La tierra de Judá gozó de sosiego por algún tiempo.
1 La fama de los romanos llegó a oídos de Judas: que eran poderosos, que se mostraban benévolos con todos sus aliados, que establecían amistad con cuantos acudían a ellos.
2 Le contaron sus guerras y las proezas que habían realizado entre los galos: cómo los habían dominado y sometido a tributo;
3 todo cuanto habían hecho en la región de España para apoderarse de sus minas de plata y oro,
4 cómo se habían hecho dueños de todo el país gracias a su astucia y perseverancia, a pesar de ser un país lejano. Habían derrotado a los reyes que los habían atacado desde los confines de la tierra, aplastándolos definitivamente; los demás les pagaban tributo cada año.
5 Habían vencido en la guerra a Filipo, a Perseo, rey de Macedonia, y a cuantos se habían aliado contra ellos, y los habían sometido.
6 Antíoco el Grande, rey de Asia, había ido a atacarlos con ciento veinte elefantes, caballería, carros y tropas muy numerosas, y fue derrotado por ellos,
7 lo apresaron vivo y lo obligaron, a él y a sus sucesores en el trono, a pagarles un gran tributo, a entregar rehenes y a ceder
8 algunas de sus mejores provincias: la provincia Índica, Media y Lidia; se las quitaron para dárselas al rey Eumenes.
9 También los de Grecia habían concebido el proyecto de ir a exterminarlos;
10 pero los romanos, al enterarse, enviaron contra ellos a un solo general, les hicieron la guerra, mataron a muchos de ellos, llevaron cautivos a sus mujeres y niños, saquearon sus bienes, subyugaron el país, arrasaron sus fortalezas y los sometieron a servidumbre hasta el día de hoy.
11 A los demás reinos y a las islas, a cuantos en alguna ocasión les hicieron frente, los destruyeron y redujeron a servidumbre. En cambio, a sus amigos y a los que buscan apoyo en ellos, les mantuvieron su amistad.
12 Tienen bajo su dominio a los reyes vecinos y a los lejanos, y todos cuantos oyen su nombre los temen.
13 Aquellos a quienes quieren ayudar a conseguir el trono, reinan, y deponen a los que ellos quieren. Están en la cima del poder.
14 No obstante, ninguno de ellos se ciñe la corona ni se viste de púrpura para darse importancia.
15 Se han creado un Senado, donde cada día trescientos veinte consejeros deliberan constantemente en favor del pueblo para mantenerlo en buen orden.
16 Confían cada año a uno solo el mando sobre ellos y el dominio sobre toda su tierra. Todos obedecen a este solo hombre sin que haya entre ellos envidias ni celos.
17 Judas eligió a Eupólemo, hijo de Juan, hijo de Acos, y a Jasón, hijo de Eleazar, y los envió a Roma a concertar un tratado de amistad y mutua defensa,
18 para sacudirse el yugo de encima, porque veían que el imperio de los griegos tenía esclavizado a Israel.
19 Partieron, pues, para Roma y, después de un larguísimo viaje, entraron en el Senado, donde, tomando la palabra, dijeron:
20 «Judas, llamado Macabeo, sus hermanos y el pueblo judío nos han enviado a vosotros para concertar un tratado de mutua defensa y de paz, y para que nos inscribáis en el número de vuestros aliados y amigos».
21 La propuesta les pareció bien.
22 Esta es la copia de la carta que enviaron a Jerusalén, grabada en planchas de bronce, para que quedase allí como documento del tratado de paz y mutua defensa:
23 «¡Prosperidad a los romanos y a la nación de los judíos por mar y por tierra para siempre! ¡Lejos de ellos la espada enemiga!
24 Pero, si se declara una guerra primera contra Roma o contra cualquiera de sus aliados en cualquier parte de sus dominios,
25 la nación de los judíos luchará de todo corazón a su lado, según las circunstancias se lo dicten.
26 A los enemigos no les darán si les suministrarán trigo, armas, dinero ni naves. Así lo ha decidido Roma. Guardarán fielmente los compromisos sin recibir compensación alguna.
27 Igualmente, si después se declara una guerra contra los judíos, los romanos lucharán a su lado con todo empeño, según las circunstancias se lo dicten.
28 A los enemigos no les darán ni trigo, ni armas, ni dinero ni naves. Así lo ha decidido Roma. Estos compromisos se cumplirán lealmente.
29 En estos términos se han concertado los romanos con el pueblo judío.
30 Si posteriormente unos y otros deciden añadir o quitar algo, lo podrán hacer de mutuo acuerdo, y lo que añadan o quiten será válido.
31 En cuanto a los males que el rey Demetrio les ha causado, le hemos escrito diciéndole: “ ¿Por qué has hecho pesar tu yugo sobre nuestros amigos y aliados los judíos? Si otra vez vuelven a quejarse de ti, nosotros defenderemos sus derechos y te haremos la guerra por mar y tierra"».
1 En cuanto Demetrio supo que Nicanor y su ejército habían sucumbido en el combate, volvió a enviar a Báquides y a Alcimo a la tierra de Judea con el ala derecha del ejército.
2 Emprendieron la marcha por el camino de Galilea, acamparon junto a Mesalot de Arbela, ocuparon la ciudad y mataron a muchos.
3 El primer mes del año ciento cincuenta y dos, acamparon frente a Jerusalén,
4 pero luego partieron de allí, camino de Berea, con veinte mil de infantería y dos mil jinetes.
5 Judas acampaba en Eleasa con tres mil soldados escogidos,
6 y al ver la enorme muchedumbre de enemigos, se aterrorizaron; muchos del campamento desertaron y solo quedaron ochocientos.
7 Al ver Judas que su ejército se deshacía precisamente cuando era inminente la batalla, se descorazonó, porque ya no era posible reunirlos.
8 Aunque desalentado, dijo a los que quedaban: «¡Hala, subamos contra el enemigo! A lo mejor podemos derrotarlos».
9 Los suyos intentaban disuadirle: «Es completamente imposible. Pero si salvamos ahora la vida, volveremos con los nuestros y entonces combatiremos. Ahora somos pocos».
10 Judas repuso: «¡Nada de huir ante el enemigo! Si nos ha llegado la hora, muramos valientemente por nuestros compatriotas, sin dejar una mancha en nuestra fama».
11 El ejército enemigo salió del campamento y formó frente a ellos, con la caballería dividida en dos cuerpos, y los honderos y arqueros delante del ejército, los más aguerridos en primera fila.
12 Báquides iba en el ala derecha. La falange avanzó por ambos lados, a toque de trompeta. Los de Judas también tocaron las trompetas.
13 El suelo retembló por el fragor de los ejércitos. Se entabló el combate al amanecer y duró hasta la tarde.
14 Judas vio que Báquides y los más fuertes del ejército estaban a la derecha. Se le juntaron los más animosos,
15 destrozaron el ala derecha y la persiguieron hasta los montes de Azara.
16 Pero, cuando los del ala izquierda vieron que el ala derecha estaba destrozada, se lanzaron en persecución de Judas y sus compañeros.
17 El combate arreció y hubo muchas bajas por ambas partes.
18 Judas cayó también y los demás huyeron.
19 Jonatán y Simón recogieron el cadáver de su hermano Judas y lo enterraron en la sepultura familiar, en Modín.
20 Todo Israel lo lloró y le hizo solemnes funerales, entonando durante muchos días esta elegía:
21 «¡Cómo cayó el valiente, salvador de Israel!».
22 No hemos escrito otros datos de la historia de Judas, sus hazañas militares y sus títulos de gloria, porque fueron muchísimos.
23 Con la muerte de Judas, volvieron a surgir apóstatas por todo el territorio de Israel y levantaron cabeza todos los malhechores.
24 Hubo entonces un hambre terrible y el pueblo de la tierra se pasó a su bando.
25 Báquides escogió a unos hombres impíos y los puso al frente del gobierno del país.
26 Daban batidas siguiendo el rastro de los amigos de Judas y se los llevaban a Báquides, que los castigaba y escarnecía.
27 Israel cayó en una tribulación tan grande como no la había sufrido desde los tiempos en que cesaron los profetas.
28 Entonces todos los amigos de Judas se reunieron y dijeron a Jonatán:
29 «Desde la muerte de tu hermano Judas no tenemos un hombre semejante a él que guíe la lucha contra los enemigos, contra Báquides y contra los que odian a nuestra nación.
30 Por eso, te elegimos hoy a ti para que, ocupando el lugar de tu hermano, seas nuestro jefe y caudillo en la lucha que sostenemos».
31 En aquel momento Jonatán tomó el mando como sucesor de su hermano Judas.
32 Al enterarse Báquides, trató de matarlo.
33 Pero cuando lo supieron Jonatán, su hermano Simón y todos sus partidarios, huyeron al desierto de Técoa, donde establecieron su campamento junto a las aguas de la cisterna de Asfar.
34 Báquides se enteró un día de sábado y pasó con todas las tropas a la otra orilla del Jordán.
35 Jonatán envió a su hermano Juan como jefe de la comitiva, a pedir a sus amigos, los nabateos, autorización para dejar con ellos sus pertrechos, que eran muchos.
36 Pero los hijos de Jambrí, los de Mádaba, hicieron una salida, se apoderaron de Juan y de cuanto llevaba, y se alejaron con su botín.
37 Después de esto, Jonatán y su hermano Simón recibieron esta noticia: «Los hijos de Jambrí celebran una espléndida boda; a la novia, hija de uno de los principales de Canaán, la llevan desde Nabatá, en medio de gran pompa».
38 Recordaron entonces el sangriento fin de su hermano Juan y subieron a ocultarse al abrigo del monte.
39 Al alzar los ojos, vieron que una numerosa caravana, en medio de tumultuosa algazara, avanzaba al encuentro del novio, acompañado de sus amigos y de su hermano, con tambores, música y otros instrumentos.
40 Los de Jonatán entonces salieron de su escondite a su encuentro para matarlos. Hirieron de muerte a muchos y los demás huyeron a los montes. Se hicieron con todos sus despojos.
41 «La boda acabó en duelo y el canto de los músicos en lamentación».
42 Una vez vengada la sangre de su hermano, se volvieron a las marismas del Jordán.
43 Al enterarse Báquides, vino en sábado con numerosa tropa a las riberas del Jordán.
44 Jonatán dijo a su gente: «Levantémonos y luchemos por nuestras vidas, que hoy no es como ayer y anteayer.
45 Estamos entre dos frentes; a un lado y a otro tenemos las aguas del Jordán, las marismas y las malezas: no es posible batirse en retirada.
46 Gritad, pues, ahora al Cielo para que nos salve de nuestros enemigos».
47 Entablado el combate, Jonatán alargó su mano para herir a Báquides, pero este esquivó el golpe retrocediendo,
48 con lo que Jonatán y los suyos pudieron lanzarse al Jordán y ganar a nado la orilla opuesta. Sus enemigos no atravesaron el río en su persecución.
49 Unos mil hombres del ejército de Báquides cayeron aquel día.
50 Vuelto a Jerusalén, Báquides hizo levantar plazas fuertes en Judea: la fortaleza de Jericó, Emaús, Bet Jorón, Betel, Timná, Piratón y Tefón, con altas murallas, puertas y cerrojos,
51 y puso en ellas guarniciones para que hostigaran a Israel.
52 Fortificó también las ciudades de Bet Sur y Guézer, y la acrópolis; y dejó en ellas tropas y depósitos de víveres.
53 Tomó como rehenes a los hijos de los principales de la región y los encarceló en la acrópolis de Jerusalén.
54 El segundo mes del año ciento cincuenta y tres, Alcimo ordenó demoler el muro del atrio interior del Lugar Santo. Destruía con ello la obra de los profetas. Había comenzado la demolición,
55 cuando precisamente entonces Alcimo sufrió un ataque y su obra quedó parada. La boca se le quedó cerrada y paralizada, de suerte que ya no le fue posible pronunciar ni una palabra ni hacer testamento.
56 Alcimo murió entonces en medio de grandes dolores.
57 Cuando Báquides vio que Alcimo había muerto, se volvió adonde estaba el rey. Hubo tranquilidad en la tierra de Judá por espacio de dos años.
58 Los apóstatas deliberaron diciendo: «Ya veis a Jonatán y los suyos viviendo tranquilos y confiados. Hagamos venir ahora a Báquides y los prenderá a todos ellos en una sola noche».
59 Fueron y parlamentaron con él.
60 Báquides se puso en marcha con un gran ejército. Envió cartas secretas a todos sus aliados de Judea ordenándoles prender a Jonatán y a los suyos. Pero no lo consiguieron, porque se descubrió su plan;
61 Jonatán y los suyos, por su parte, prendieron a unos cincuenta hombres de la región como principales conspiradores y les dieron muerte.
62 A continuación, Jonatán, Simón y los suyos se retiraron a Betbasí, en el desierto, repararon lo que estaba derruido en aquella plaza y la fortificaron.
63 En cuanto se enteró Báquides, juntó a toda su gente y convocó a sus partidarios de Judea.
64 Llegó y puso cerco a Betbasí, la atacó durante muchos días, emplazando máquinas de asalto.
65 Jonatán, dejando a su hermano Simón en la ciudad, hizo una salida por la región con una pequeña tropa,
66 con la que derrotó en su campamento a Odomerá y a sus hermanos, así como a los hijos de Fasirón. Empezaron a atacarlos avanzando entre las tropas.
67 Simón y sus hombres, por su parte, salieron de la ciudad y dieron fuego a las máquinas de asalto.
68 Trabaron combate con Báquides, lo derrotaron y lo dejaron sumido en profunda amargura porque había fracasado su plan de ataque.
69 Montó en cólera contra los apóstatas que le habían aconsejado venir a la región, mató a muchos de ellos y decidió volverse a su tierra.
70 Al saberlo Jonatán, le envió legados para concertar con él la paz y conseguir que les devolviera los prisioneros.
71 Báquides aceptó y accedió a las peticiones de Jonatán. Juró no hacerle daño en toda su vida
72 y le devolvió los prisioneros que anteriormente había capturado en la tierra de Judea. Partió luego para su tierra y no volvió más a territorio judío.
73 Así descansó la espada de Israel. Jonatán se estableció en Micmás, comenzó a gobernar al pueblo e hizo desaparecer de Israel a los impíos.
1 El año ciento sesenta, Alejandro Epífanes, hijo de Antíoco, vino por mar y ocupó Tolemaida, donde, habiendo sido bien acogido, se proclamó rey.
2 Al tener noticia de ello, el rey Demetrio juntó un ejército muy numeroso y salió a su encuentro para combatir contra él.
3 Envió también Demetrio una carta amistosa a Jonatán en la que prometía engrandecerle,
4 porque se decía a sí mismo: «Adelantémonos a hacer la paz con ellos antes de que Jonatán la haga con Alejandro contra nosotros,
5 al recordar los males que les causamos a él, a sus hermanos y a su nación».
6 Le autorizaba a reclutar tropas, fabricar armamento y contarse entre sus aliados. Mandaba, además, que le fuesen entregados los rehenes que se encontraban en la acrópolis.
7 Jonatán fue a Jerusalén y leyó la carta ante todo el pueblo y ante los que ocupaban la acrópolis.
8 Les entró mucho miedo al ver que el rey le autorizaba reclutar tropas.
9 La gente de la acrópolis entregó los rehenes a Jonatán y él los devolvió a sus padres.
10 Jonatán fijó su residencia en Jerusalén y se puso a reconstruir y restaurar la ciudad.
11 Ordenó a los albañiles levantar las murallas y rodear el monte Sión con piedras de sillería para fortificarlo, y así lo hicieron.
12 Los extranjeros que ocupaban las fortalezas levantadas por Báquides huyeron;
13 abandonando sus puestos, partieron cada uno para su país.
14 Solo en Bet Sur quedaron algunos de los que habían abandonado la ley y los preceptos, porque esta plaza era su refugio.
15 El rey Alejandro se enteró de las promesas que Demetrio había hecho a Jonatán. Le contaron además las guerras y proezas que este y sus hermanos habían realizado, y las fatigas que había soportado.
16 Entonces dijo: «¿Podremos hallar otro hombre como este? Hagamos de él un amigo y un aliado nuestro».
17 Le escribió, pues, y le envió una carta redactada en los siguientes términos:
18 «El rey Alejandro saluda a su hermano Jonatán.
19 Hemos oído que eres un guerrero valeroso y digno de ser amigo nuestro.
20 Por eso te nombramos hoy sumo sacerdote de tu nación y te concedemos el título de Amigo del rey –le enviaba al mismo tiempo una clámide de púrpura y una corona de oro–. Por tu parte haz tuya nuestra causa y guárdanos tu amistad».
21 El mes séptimo del año ciento sesenta, con ocasión de la fiesta de las Tiendas, Jonatán se revistió de los ornamentos sagrados, reclutó tropas y fabricó gran cantidad de armamento.
22 Demetrio, al saber lo sucedido, dijo disgustado:
23 «¿Qué habremos hecho para que Alejandro se nos haya adelantado en ganar la amistad y el apoyo de los judíos?
24 También yo les escribiré palabras persuasivas, ofreciéndoles cargos y recompensas para que luchen a mi lado».
25 Les escribió en estos términos:
26 «El rey Demetrio saluda a la nación judía. Nos hemos enterado con satisfacción de que habéis guardado las cláusulas de nuestros pactos y perseverado en nuestra amistad sin pasaros al bando de nuestros enemigos.
27 Continuad, pues, guardándonos fidelidad y os recompensaremos por todo lo que hagáis por nosotros.
28 Os dejaremos exentos de muchos impuestos y os concederemos favores.
29 Ya desde ahora os libe-ro y descargo a todos los judíos de los impuestos y contribuciones de la sal y de las coronas.
30 Renuncio también de hoy en adelante a percibir el tercio de las cosechas y la mitad de los frutos de los árboles que me correspondían, de la tierra de Judea y también de los tres distritos de Samaría y Galilea que le son anexionados a partir de hoy.
31 Que Jerusalén sea ciudad santa y exenta; que lo sean también todo su territorio, sus diezmos y tributos.
32 Renuncio asimismo a mis atribuciones sobre la acrópolis de Jerusalén y se la cedo al sumo sacerdote, que podrá poner como guarnición en ella a los hombres que él elija.
33 A todo judío que haya sido llevado cautivo desde Judea a cualquier parte de mi reino, le devuelvo la libertad sin rescate. Queden todos libres de tributo, incluido el de los ganados.
34 Todas las fiestas, los sábados y los novilunios y, además del día fijado, los tres días que preceden y siguen a la fiesta sean todos ellos días de inmunidad y franquicia para todos los judíos residentes en mi reino:
35 nadie tendrá autorización para demandar ni inquietar a ninguno por ningún motivo.
36 En los ejércitos del rey sean alistados hasta treinta mil judíos, que percibirán la soldada asignada a las demás tropas del rey.
37 De ellos, algunos serán apostados en las fortalezas importantes del rey y otros ocuparán puestos de confianza en el reino. Sus oficiales y jefes serán judíos, y vivirán conforme a sus leyes, como lo ha dispuesto el rey para la tierra de Judá.
38 Los tres distritos de la provincia de Samaría incorporados a Judea, queden anexionados a Judea y contados como suyos, de modo que, sometidos a un mismo jefe, no acaten otra autoridad que la del sumo sacerdote.
39 Entrego Tolemaida y sus dominios como obsequio al santuario de Jerusalén para cubrir los gastos normales del santuario.
40 Por mi parte, daré cada año quince mil siclos de plata, que se tomarán de los ingresos reales en las localidades convenientes.
41 Todo el excedente que los funcionarios no hayan entregado como en años anteriores, lo darán desde ahora para las obras del templo.
42 Además, los cinco mil siclos de plata que se deducían de los ingresos del Lugar Santo en la cuenta de cada año, los cedo por ser emolumento de los sacerdotes en servicio del culto.
43 Todo aquel que por deudas con los impuestos reales, o por cualquier otra deuda, se refugie en el templo de Jerusalén o en su recinto, quede inmune, él y cuantos bienes posea en mi reino.
44 Los gastos que se originen de las construcciones y reparaciones en el santuario correrán a cuenta del rey.
45 También los gastos originados por la reconstrucción de las murallas de Jerusalén, por las fortificaciones de sus defensas y por la reconstrucción de las murallas de Judea correrán a cuenta del rey».
46 Cuando Jonatán y el pueblo oyeron tales ofrecimientos, no les dieron crédito ni los aceptaron, porque recordaban los graves males que Demetrio había causado a Israel y la opresión tan grande a que los había sometido.
47 Se decidieron, por tanto, por el partido de Alejandro que, a su parecer, les ofrecía mejores propuestas de paz; fueron siempre sus aliados.
48 El rey Alejandro juntó un gran ejército y acampó frente a Demetrio.
49 Los dos reyes trabaron combate y salió huyendo el ejército de Demetrio. Alejandro se lanzó en su persecución y se les impuso.
50 Aunque mantuvo un encarnizado combate hasta la puesta del sol, Demetrio cayó aquel día.
51 Alejandro envió embajadores a Tolomeo, rey de Egipto, con el siguiente mensaje:
52 «Vuelto a mi reino, me he sentado en el trono de mis padres y he tomado el poder después de derrotar a Demetrio y hacerme dueño de nuestro país;
53 porque trabé combate con él y, tras derrotarlo junto con su ejército, nos sentamos en su trono real.
54 Establezcamos, pues, vínculos de amistad entre nosotros y dame a tu hija por esposa. Seré tu yerno y te haré, como a ella, regalos dignos de ti».
55 El rey Tolomeo le contestó: «¡Feliz el día en que has vuelto a la tierra de tus padres y te has sentado en el trono de tu reino!
56 Pues bien, haré por ti lo que has escrito. Pero ven a encontrarme en Tolemaida para que nos veamos y seré tu suegro, como has dicho».
57 Tolomeo partió de Egipto llevando consigo a su hija Cleopatra y llegó a Tolemaida. Era el año ciento sesenta y dos.
58 El rey Alejandro fue a su encuentro, y Tolomeo le entregó a su hija Cleopatra y celebró la boda en Tolemaida con la magnificencia con que acostumbran los reyes.
59 El rey Alejandro escribió a Jonatán que fuera a verlo.
60 Partió este con gran pompa hacia Tolemaida, se entrevistó con los dos reyes, les dio a ellos y a sus amigos plata y oro, les hizo numerosos regalos y se ganó sus simpatías.
61 Entonces se confabularon algunos apóstatas, peste de Israel, para querellarse contra él, pero el rey no les hizo ningún caso;
62 antes bien, dio orden de que, quitando a Jonatán la ropa que llevaba, lo vistieran de púrpura. Cumplida la orden,
63 el rey lo hizo sentar a su lado y dijo a sus nobles: «Salid con él por la ciudad y pregonad que nadie, bajo ningún pretexto, acuse a Jonatán ni lo moleste por nada».
64 Cuando sus acusadores vieron el honor que se le tributaba de acuerdo con el pregón y que estaba vestido de púrpura, huyeron todos.
65 El rey, queriendo honrarlo, lo inscribió entre sus primeros Amigos y lo nombró estratega y gobernador.
66 Jonatán regresó a Jerusalén con paz y contento.
67 El año ciento sesenta y cinco, Demetrio, hijo de Demetrio, vino de Creta a la tierra de sus padres.
68 Al enterarse el rey Alejandro, quedó muy disgustado y se volvió a Antioquía.
69 Demetrio confió el mando a Apolonio, gobernador de Celesiria, el cual, juntando un numeroso ejército, acampó en Yamnia y envió a decir al sumo sacerdote Jonatán:
70 «Tú eres el único que se ha rebelado contra nosotros y por tu causa he quedado en ridículo. ¿Por qué alardeas de tu poder desafiándonos desde los montes?
71 Si de veras tienes confianza en tu ejército, baja ahora a encontrarte con nosotros en la llanura y allí nos mediremos; conmigo está el ejército de las ciudades.
72 Pregunta y sabrás quién soy yo y quiénes son nuestros aliados. Ellos dicen que no podréis manteneros frente a nosotros, porque ya por dos veces tus padres fueron derrotados en su propio país;
73 y que ahora no podrás resistir a la caballería y a un ejército tan grande en la llanura, donde no hay piedras ni rocas ni un sitio adonde escapar».
74 Cuando Jonatán oyó las palabras de Apolonio, se sublevó su espíritu. Escogió diez mil hombres y partió de Jerusalén. Su hermano Simón acudió a su encuentro para ayudarle.
75 Acampó frente a Jafa. Los de la ciudad le cerraron las puertas, porque en Jafa había una guarnición de Apolonio. La atacaron
76 y la gente de la ciudad, atemorizada, le abrió las puertas, y Jonatán se hizo dueño de Jafa.
77 Cuando Apolonio se enteró, puso en pie de guerra a tres mil jinetes y numerosa infantería, y partió en dirección a Asdod, pero al mismo tiempo, confiando en su numerosa caballería, avanzó por la llanura.
78 Jonatán fue tras él persiguiéndolo hacia Asdod y ambos ejércitos trabaron combate.
79 Apolonio había dejado a su espalda mil jinetes ocultos.
80 Jonatán se dio cuenta de que se trataba de una emboscada. Y, aunque el enemigo rodeó a su ejército y dispararon flechas sobre la tropa desde la mañana hasta el atardecer,
81 el ejército se mantuvo firme, como lo había ordenado Jonatán, mientras los caballos de los enemigos se cansaron.
82 Entonces Simón hizo avanzar su ejército y atacó a la falange –pues la caballería ya estaba agotada–, la derrotó y la puso en fuga,
83 mientras la caballería huía en desbandada por la llanura. En su huida llegaron a Asdod y entraron en Bet Dagón, el templo de su ídolo, para salvarse.
84 Pero Jonatán prendió fuego a Asdod y a las ciudades de su entorno, se hizo con el botín y abrasó el templo de Dagón y a los que en él se habían refugiado.
85 Los muertos a espada y los abrasados por el fuego fueron unos ocho mil hombres.
86 Jonatán partió de allí y acampó frente a Ascalón, cuyos habitantes salieron a recibirlo con grandes honores.
87 Luego Jonatán regresó a Jerusalén con los suyos, cargados de rico botín.
88 Cuando el rey Alejandro se enteró de estos acontecimientos, concedió nuevos honores a Jonatán,
89 le envió un broche de oro, como se suele regalar a los parientes de los reyes, y le dio en propiedad Acarón y todo su territorio.
1 El rey de Egipto reunió un ejército numeroso como las arenas de la playa y una gran flota. Intentaba apoderarse astutamente del reino de Alejandro y unirlo al suyo.
2 Salió, pues, hacia Siria en son de paz y la gente de las ciudades le abría las puertas y salía a su encuentro, ya que tenían orden del rey Alejandro de salir a recibirlo porque era su suegro.
3 Pero una vez que entraba en las ciudades, Tolomeo dejaba una guarnición militar en cada una de ellas.
4 Cuando llegó cerca de Asdod, le mostraron el templo de Dagón incendiado, la ciudad y sus aldeas destruidas, los cadáveres esparcidos por el suelo y los restos calcinados de los abrasados en la guerra con Jonatán, pues los habían amontonado a lo largo del recorrido.
5 Contaron al rey lo que había hecho Jonatán para que el rey le censurara, pero el rey guardó silencio.
6 Jonatán salió al encuentro del rey con gran fasto en Jafa; se saludaron y pernoctaron allí.
7 Luego Jonatán acompañó al rey hasta el río Eléutero y regresó a Jerusalén.
8 El rey Tolomeo, por su parte, se hizo dueño de las ciudades de la costa hasta Seleucia Marítima, mientras tramaba planes siniestros contra Alejandro.
9 Envió embajadores al rey Demetrio con este mensaje: «Ven y concertemos entre nosotros un pacto. Te daré a mi hija, la mujer de Alejandro, y reinarás en el reino de tu padre.
10 Estoy arrepentido de haberle dado mi hija pues ha intentado asesinarme».
11 Le hacía estos cargos porque codiciaba su reino.
12 Quitándole, pues, su hija, se la dio a Demetrio, rompió con Alejandro y quedó patente la enemistad entre ambos.
13 Tolomeo entró en Antioquía y se ciñó la corona de Asia, y así ciñó su frente con dos coronas, la de Egipto y la de Asia.
14 En este tiempo se encontraba el rey Alejandro en Cilicia por haberse sublevado la gente de aquella región.
15 Al saber Alejandro lo que ocurría, vino a luchar contra él. Tolomeo salió a su encuentro con un poderoso ejército y lo hizo huir.
16 Alejandro huyó a Arabia buscando un refugio allí, mientras el rey Tolomeo quedaba triunfador.
17 El árabe Zabdiel cortó la cabeza a Alejandro y se la envió a Tolomeo.
18 Pero tres días después murió el rey Tolomeo y los habitantes de las plazas fuertes asesinaron a las guarniciones allí acantonadas.
19 Demetrio comenzó a reinar el año ciento sesenta y siete.
20 Por aquellos días Jonatán reunió a los de Judea para atacar la acrópolis de Jerusalén y levantó contra ella muchas máquinas de asalto.
21 Entonces algunos apóstatas que odiaban a su nación acudieron al rey para anunciarle que Jonatán había cercado la acrópolis.
22 La noticia lo irritó y, nada más oírla, se puso en marcha y vino a Tolemaida. Escribió a Jonatán que levantara el cerco y viniera a Tolemaida lo antes posible a entrevistarse con él.
23 Jonatán, al enterarse, ordenó que continuase el asedio. Eligió algunos ancianos y sacerdotes de Israel, y asumió el riesgo de la visita.
24 Tomando plata, oro, vestidos y otros presentes en gran cantidad, partió a verse con el rey en Tolemaida y lo encontró favorable a él.
25 Algunos compatriotas apóstatas lo acusaban,
26 pero el rey le trató como le habían tratado sus predecesores y le honró en presencia de todos sus Amigos.
27 Le confirmó en el sumo sacerdocio y en todas las dignidades que antes tenía, e hizo que se le contara entre sus primeros Amigos.
28 Jonatán pidió al rey que eximiera de impuestos a Judea y a Samaría, prometiéndole a cambio nueve mil kilos de plata.
29 Accedió el rey y escribió a Jonatán una carta sobre todos estos puntos redactada en la forma siguiente:
30 «El rey Demetrio saluda a su hermano Jonatán y a la nación judía.
31 Para vuestra información os enviamos copia de la carta que hemos escrito a nuestro pariente Lástenes acerca de vosotros:
32 “El rey Demetrio saluda a su padre Lástenes.
33 Hemos decidido favorecer a la nación judía por sus buenas disposiciones hacia nosotros, porque son amigos nuestros y nos guardan lealtad.
34 Les confirmamos en la posesión del territorio de Judea y de los tres distritos de Ofra, Lida y Rama que han sido segregados de Samaría y agregados a Judea con todos sus anejos. Los que ofrecen sacrificios en Jerusalén quedan exentos de los impuestos que el rey percibía de ellos anualmente por los productos de la tierra y el fruto de los árboles.
35 En cuanto a los otros derechos que tenemos sobre los diezmos y tributos nuestros, sobre las salinas y coronas que se nos deben, les concedemos desde ahora una exención total.
36 Jamás será derogada ninguna de estas concesiones a partir de hoy.
37 Procurad hacer una copia de estas disposiciones para que le sea entregada a Jonatán y la ponga en el monte santo en sitio visible"».
38 El rey Demetrio, viendo que el país estaba en calma bajo su mando y que nada le ofrecía resistencia, licenció a todas sus tropas mandando a cada uno a su casa, excepto a los extranjeros que había reclutado en ultramar. Todas las tropas que había recibido de sus antepasados se enemistaron con él.
39 Entonces Trifón, antiguo partidario de Alejandro, al ver que todas las tropas murmuraban contra Demetrio, se fue adonde estaba el árabe Yamlicú, preceptor del niño Antíoco, hijo de Alejandro,
40 y le insistía en que se lo entregase a fin de ponerlo en el trono de su padre. Le puso al corriente de toda la actuación de Demetrio y del odio que le tenían sus tropas. Permaneció allí muchos días.
41 Entretanto Jonatán envió a pedir al rey Demetrio que retirara las guarniciones de la acrópolis y de las plazas fuertes porque hostilizaban a Israel.
42 Demetrio le contestó: «No solo haré esto por ti y tu nación, sino que os colmaré de honores a ti y a tu nación cuando tenga oportunidad.
43 Pero ahora harás bien en enviarme hombres que luchen en mi favor, pues todas mis tropas me han abandonado».
44 Jonatán le envió a Antioquía tres mil guerreros valientes, y, cuando llegaron, el rey Demetrio experimentó gran satisfacción por su venida.
45 La población, unos ciento veinte mil, se amotinó en el centro de la ciudad y querían matar al rey.
46 Este se refugió en el palacio, mientras los vecinos de la ciudad ocuparon sus calles y comenzaron el ataque.
47 El rey llamó entonces en su auxilio a los judíos. Todos se congregaron en torno a él y luego se diseminaron por la ciudad. Aquel día llegaron a matar hasta cien mil.
48 Prendieron fuego a la ciudad, se hicieron ese día con un botín considerable y salvaron al rey.
49 Cuando los vecinos vieron que los judíos dominaban la ciudad a placer, perdieron el ánimo y levantaron sus clamores al rey suplicándole:
50 «Hagamos las paces y que los judíos cesen en sus ataques contra nosotros y contra la ciudad».
51 Rindieron las armas e hicieron la paz. Los judíos se cubrieron de gloria ante el rey y ante todos los de su imperio y se volvieron a Jerusalén con un rico botín.
52 El rey Demetrio ocupó el trono real y el país quedó sosegado bajo su mando.
53 Pero no cumplió ninguna de sus promesas y se enemistó con Jonatán. Lejos de corresponder a los servicios que le había prestado, le causaba grandes molestias.
54 Después de estos acontecimientos, volvió Trifón y con él Antíoco, un muchacho muy joven todavía, que se proclamó rey y se ciñó la corona.
55 Todas las tropas que Demetrio había licenciado se unieron a él y salieron a luchar contra Demetrio, lo derrotaron y le pusieron en fuga.
56 Trifón se sirvió de los elefantes y se apoderó de Antioquía.
57 El joven Antíoco escribió a Jonatán diciéndole: «Te confirmo en el cargo del sumo sacerdocio, te pongo al frente de los cuatro distritos y te mantengo entre los Amigos del rey».
58 Le envió una vajilla de oro con todo el servicio de mesa, y le autorizó a beber en copas de oro, vestir púrpura y llevar broche de oro.
59 A su hermano Simón lo nombró gobernador militar desde la Escala de Tiro hasta la frontera de Egipto.
60 Jonatán fue a recorrer la Transeufratina y sus ciudades. Todas las tropas de Siria se le unieron como aliadas. Llegó a Ascalón y sus habitantes salieron a recibirlo con todos los honores.
61 De allí pasó a Gaza, pero los habitantes le cerraron las puertas. Entonces la sitió y entregó sus arrabales a las llamas y al pillaje.
62 Los de la ciudad vinieron a suplicarle la paz y Jonatán se la concedió, pero tomó como rehenes a los hijos de los jefes y los envió a Jerusalén. Luego siguió recorriendo la región hasta Damasco.
63 Jonatán se enteró de que los generales de Demetrio se habían presentado en Cades de Galilea con un ejército numeroso para quitarle su cargo.
64 Entonces Jonatán dejando en el país a su hermano Simón, salió a su encuentro.
65 Simón acampó frente a Bet Sur, la atacó durante muchos días y la bloqueó.
66 Le pidieron la paz, y él se la concedió. Les hizo salir de allí, ocupó la ciudad y puso en ella una guarnición.
67 Por su parte, Jonatán y su ejército acamparon junto al lago de Genesaret, y muy de madrugada partieron hacia la llanura de Jasor,
68 donde el ejército de extranjeros se les enfrentó, después de dejar hombres emboscados en los montes. Mientras este ejército avanzaba de frente,
69 surgieron de sus puestos los emboscados y entablaron combate.
70 Todos los hombres de Jonatán se dieron a la fuga sin que quedara ni uno de ellos, a excepción de Matatías, hijo de Absalón, y de Judas, hijo de Alfeo, oficiales del ejército.
71 Jonatán entonces se rasgó las vestiduras, echó polvo sobre su cabeza y oró.
72 Vuelto al combate, derrotó al enemigo y lo puso en fuga.
73 Al verlo, los hombres suyos que huían, volvieron a él y con él persiguieron al enemigo hasta su campamento en Cades y acamparon allí.
74 Hasta tres mil hombres cayeron aquel día del ejército extranjero. Jonatán regresó a Jerusalén.
1 Viendo Jonatán que las circunstancias le eran favorables, escogió algunos hombres y los envióa Roma, con el fin de confirmar y renovar la amistad con los romanos.
2 Con el mismo objeto envió cartas a los de Esparta y a otros lugares.
3 Se fueron, pues, a Roma, y cuando entraron en el Senado dijeron: «Jonatán, sumo sacerdote, y el pueblo judío nos han enviado para renovar el anterior pacto de amistad y de mutua defensa con ellos».
4 Los romanos les dieron salvoconducto para la autoridad de cada lugar a fin de que pudieran regresar a Judea sanos y salvos.
5 Esta es la copia de la carta que Jonatán escribió a los espartanos:
6 «Jonatán, sumo sacerdote, los ancianos de la nación, los sacerdotes y el resto del pueblo judío saludan a sus hermanos los espartanos.
7 Ya en tiempos pasados vuestro rey Areo envió una carta al sumo sacerdote Onías en la que le decía que vosotros erais hermanos nuestros, como lo atestigua la copia adjunta.
8 Onías recibió con honores al embajador y acogió la carta que hablaba claramente de mutua defensa y amistad.
9 Aunque nosotros no sentimos necesidad de ello por tener como consolación los libros santos que están en nuestras manos,
10 hemos procurado enviaros embajadores para renovar con vosotros la amistad y la fraternidad, y evitar que nos hagamos extraños para vosotros, pues ha pasado mucho tiempo ya desde que nos enviasteis aquel mensaje.
11 Por nuestra parte, en las fiestas y días señalados, os recordamos sin cesar en toda ocasión en los sacrificios que ofrecemos y en nuestras oraciones, pues es justo y conveniente acordarse de los hermanos.
12 Nos alegramos de vuestra fama.
13 Nosotros, en cambio, nos hemos visto rodeados por muchas guerras y tribulaciones, pues nos han atacado los reyes vecinos.
14 Pero en estas luchas no hemos querido molestaros a vosotros ni a los demás aliados y amigos nuestros,
15 porque contamos con el auxilio del Cielo que, viniendo en nuestra ayuda, nos ha librado de nuestros enemigos y a ellos los ha humillado.
16 Así pues, hemos elegido a Numenio, hijo de Antíoco, y a Antípatro, hijo de Jasón, y los hemos enviado a Roma para renovar el pacto de amistad y de mutua defensa que antes teníamos,
17 y les hemos dado orden de presentarse también a vosotros para saludaros y entregaros nuestra carta sobre la renovación de nuestra fraternidad.
18 Haced ahora el favor de contestarnos».
19 Esta es la copia de la carta enviada a Onías:
20 «Areo, rey de los espartanos, saluda al sumo sacerdote Onías.
21 En un documento relativo a espartanos y judíos se ha descubierto que son hermanos y que proceden de la estirpe de Abrahán.
22 Y ahora que lo sabemos, os pedimos por favor que nos escribáis sobre vuestra situación.
23 Por nuestra parte os manifestamos: vuestro ganado y vuestros bienes son como nuestros; y los nuestros, vuestros son. Por eso damos orden de que así os lo comuniquen en estos términos».
24 Jonatán se enteró de que los generales de Demetrio habían vuelto con un ejército mayor que antes para atacarlo.
25 Partió, pues, de Jerusalén y fue a encontrarse con ellos en la región de Jamat, sin darles tiempo de que entraran en su propio territorio.
26 Envió espías al campamento enemigo y, a su vuelta, se enteró de que los enemigos estaban dispuestos a sorprender a los judíos por la noche.
27 Cuando se puso el sol, Jonatán ordenó a los suyos que se mantuviesen en vela toda la noche, con las armas a mano, preparados para luchar; y dispuso avanzadillas alrededor del campamento.
28 Cuando los enemigos supieron que Jonatán y los suyos estaban preparados para entrar en combate, sintieron miedo y, llenos de pánico, encendieron fogatas en su campamento y se retiraron.
29 Jonatán y los suyos, como veían brillar las fogatas, no se percataron de lo ocurrido hasta el amanecer.
30 Jonatán se lanzó entonces en su persecución, pero no les pudo dar alcance porque habían atravesado ya el río Eléutero.
31 Jonatán se volvió contra los árabes llamados zabadeos, los derrotó y se hizo con sus despojos.
32 Levantó luego el campamento, llegó a Damasco y recorrió toda la región.
33 Simón por su parte hizo una incursión hasta Ascalón y las plazas fuertes vecinas. Se volvió luego hacia Jafa y la conquistó,
34 ya que se había enterado de que sus habitantes querían entregar aquella plaza fuerte a los partidarios de Demetrio. Dejó en ella una guarnición para defenderla.
35 Jonatán, ya de vuelta, reunió la asamblea de los ancianos del pueblo y acordó con ellos edificar fortalezas en Judea,
36 dar mayor altura a las murallas de Jerusalén y levantar un muro alto separando la ciudad y la acrópolis, de modo que esta quedara aislada para que nadie pudiera comprar ni vender.
37 Por eso se reunieron para reconstruir la ciudad, pues había caído un tramo de la muralla que daba al torrente por la parte oriental; restauró también el barrio llamado Cafenatá.
38 Simón, por su parte, reconstruyó Adidá en la Sefelá, la fortificó y le puso puertas con cerrojos.
39 Trifón aspiraba a reinar en Asia, ceñirse la corona y eliminar al rey Antíoco.
40 Temiendo que Jonatán se lo estorbara haciéndole la guerra, trataba de secuestrarlo y de matarlo. Por ello se puso en marcha y llegó a Beisán.
41 Jonatán salió a su encuentro con cuarenta mil hombres escogidos para la guerra y llegó a Beisán.
42 Trifón vio que había venido con un ejército numeroso y temió echarle mano.
43 Es más, lo recibió con honores, lo presentó a todos sus Amigos, le hizo regalos y ordenó a sus Amigos y a sus tropas que lo obedeciesen como si fuese él mismo.
44 Y dijo a Jonatán: «¿Por qué has fatigado a toda esta gente si no hay guerra entre nosotros?
45 Envíalos a sus casas, elige algunos hombres que te acompañen y ven conmigo a Tolemaida. Te entregaré la ciudad, las demás fortalezas, el resto del ejército y todos los funcionarios; luego emprenderé el regreso, ya que para eso he venido».
46 Jonatán se fió de él y obró como le decía: despachó sus tropas, que partieron hacia la tierra de Judá,
47 y mantuvo consigo tres mil hombres, de los cuales dejó dos mil en Galilea y mil lo acompañaron.
48 Pero apenas entró Jonatán en Tolemaida, los habitantes de la ciudad cerraron las puertas, lo apresaron a él y pasaron a filo de espada a cuantos habían entrado con él.
49 Trifón envió tropas y caballería a Galilea y a la gran llanura de Esdrelón para acabar con todos los partidarios de Jonatán.
50 Pero estos, que ya sabían que Jonatán había sido apresado y muerto con sus acompañantes, se animaron entre sí y avanzaron, cerradas las filas, decididos al combate.
51 Sus perseguidores los vieron dispuestos a jugarse la vida y se volvieron.
52 Aquellos llegaron sanos y salvos a la tierra de Judá. Lloraron a Jonatán y a sus compañeros. Un gran temor se apoderó de ellos. Todo Israel hizo un gran duelo.
53 Las naciones todas del entorno trataban de aniquilarlos: «No tienen jefe –decían– ni tienen quien les ayude. Esta es la ocasión de atacarlos y borrar su recuerdo de entre los hombres».
1 Cuando Simón se enteró de que Trifón había reunido un ejército numeroso para ir a devastar la tierra de Judá,
2 viendo al pueblo espantado y temeroso, subió a Jerusalén, congregó al pueblo
3 y le arengó diciendo: «Vosotros sabéis todo lo que hemos hecho mis hermanos, la familia de mi padre y yo por la ley y el santuario, y las guerras y dificultades que hemos sufrido.
4 Por ello, todos mis hermanos han muerto por Israel y he quedado yo solo.
5 Pero lejos de mí escatimar ahora mi vida en momentos de peligro, pues yo no soy mejor que mis hermanos;
6 por el contrario, vengaré a mi nación, el Lugar Santo y a vuestras mujeres e hijos, ya que, movidas por el odio, se han unido todas las naciones para aniquilarnos».
7 Al oír estas palabras, se enardeció el espíritu del pueblo
8 y respondió aclamándolo: «Tú eres nuestro caudillo después de Judas y de tu hermano Jonatán.
9 Dirígenos en la guerra y haremos cuanto nos mandes».
10 Simón reunió entonces a todos los hombres aptos para la guerra y se dio prisa en acabar las murallas de Jerusalén hasta que la fortificó en todo su contorno.
11 A Jonatán, hijo de Absalón, lo envió a Jafa con un importante destacamento; él expulsó a los que estaban en la ciudad y se estableció en ella.
12 Trifón partió de Tolemaida con un ejército numeroso para entrar en la tierra de Judá, llevando consigo prisionero a Jonatán.
13 Simón puso su campamento en Adidá, frente a la llanura.
14 Al enterarse Trifón de que Simón había reemplazado a su hermano Jonatán y que estaba preparado para entrar en combate contra él, le envió mensajeros diciéndole:
15 «Tenemos detenido a tu hermano Jonatán a causa de las deudas contraídas con el tesoro real en el desempeño de sus cargos.
16 Envíanos tres mil kilos de plata y a dos de sus hijos como rehenes, no sea que, una vez libre, se rebele contra nosotros. Entonces lo soltaremos».
17 Simón, aunque se dio cuenta de que trataban de engañarlo, envió a buscar el dinero y a los niños, para no provocar contra sí mismo la enemistad del pueblo, que podría comentar:
18 «Porque no envié yo el dinero y los niños, ha muerto Jonatán».
19 Envió, pues, a los niños y los tres mil kilos de plata, pero Trifón faltó a su palabra y no soltó a Jonatán.
20 Después de esto, Trifón se puso en marcha para invadir la región y devastarla. Dio un rodeo por el camino de Adorá, mientras Simón y su ejército obstaculizaban su marcha por doquier.
21 Los de la acrópolis enviaron legados a Trifón apremiándole para que fuera a través del desierto adonde estaban ellos y les enviara víveres.
22 Trifón preparó toda su caballería para ir, pero aquella noche cayó tal cantidad de nieve que le impidió acudir. Partió de allí y se fue hacia Galilea.
23 Cuando se encontraba cerca de Bascamá, hizo matar a Jonatán, quien fue enterrado allí.
24 Luego Trifón regresó a su país.
25 Simón envió a recoger los restos mortales de su hermano Jonatán y le dio sepultura en Modín, ciudad de sus padres.
26 Todo Israel hizo solemnes funerales por él y lo lloró durante muchos días.
27 Simón construyó sobre el sepulcro de su padre y sus hermanos un mausoleo alto, que pudiera verse, de piedras pulidas por delante y por detrás.
28 Levantó siete pirámides, una frente a otra, dedicadas a su padre, a su madre y a sus cuatro hermanos.
29 Levantó, alrededor de ellas, grandes columnas y sobre las columnas colocó panoplias como recuerdo permanente. Al lado de las panoplias esculpió unas naves que pudieran ser contempladas por todos los navegantes.
30 Tal fue el mausoleo que construyó en Modín y que subsiste en nuestros días.
31 Trifón conspiró contra el joven rey Antíoco y le dio muerte.
32 Ocupó el trono en su lugar, se ciñó la corona de Asia y causó grandes estragos en el país.
33 Simón, por su parte, reconstruyó las fortalezas de Judea, las rodeó de altas torres y grandes murallas con puertas y cerrojos, y almacenó víveres en ellas.
34 Además, Simón escogió algunos hombres que envió al rey Demetrio intentando conseguir una remisión de deudas para la región, dado que toda la actividad de Trifón había sido un continuo robo.
35 El rey Demetrio contestó a su petición y le escribió la siguiente carta:
36 «El rey Demetrio saluda a Simón, sumo sacerdote y Amigo de reyes, a los ancianos y a la nación judía.
37 Hemos recibido la corona de oro y la palma que nos habéis enviado, y estamos dispuestos a concertar con vosotros una paz completa y a escribir a los funcionarios que os concedan la remisión de las deudas.
38 Cuanto hemos decidido sobre vosotros quede firme y sean vuestras las fortalezas que habéis construido.
39 Os perdonamos los errores y delitos cometidos hasta el día de hoy, y la corona que nos debéis. Si algún otro tributo se percibía en Jerusalén, ya no se exija.
40 Y si algunos de vosotros son aptos para alistarse en nuestra guardia, que lo haga, y haya paz entre nosotros».
41 El año ciento setenta Israel quedó libre del yugo de las naciones
42 y el pueblo comenzó a escribir en las actas y contratos: «En el año primero de Simón, gran sumo sacerdote, estratega y caudillo de los judíos».
43 Por aquellos días Simón acampó junto a Guézer y la cercó con sus tropas. Construyó una torre móvil de asalto que aproximó a la ciudad y, abriendo brecha en un baluarte, lo ocupó.
44 Saltaron los de la torre móvil a la ciudad y se produjo en ella gran agitación.
45 Los habitantes subieron a la muralla con sus mujeres e hijos y, rasgándose las vestiduras, pidieron la paz a Simón a grandes gritos.
46 «No nos trates –le decían– según nuestras maldades, sino según tu misericordia».
47 Simón accedió y suspendió el ataque, pero los echó de la ciudad y mandó purificar las casas en que había ídolos. Entonces hizo su entrada en la ciudad con himnos de alabanza y de acción de gracias.
48 Echó de la ciudad todo lo que la profanaba, instaló en ella gentes observantes de la ley, fortificó Guézer y se construyó allí una residencia.
49 Los de la acrópolis de Jerusalén, como no podían moverse libremente por la región, sin comprar ni vender, padecían mucha hambre, y bastantes de ellos habían perecido por inanición.
50 Clamaron a Simón que hiciera con ellos la paz y Simón se la concedió. Los expulsó de allí y purificó de profanaciones la acrópolis.
51 El día veintitrés del segundo mes del año ciento setenta y uno, hicieron su entrada en ella, con aclamaciones y palmas, al son de cítaras, platillos y arpas, con himnos y cantos, porque el mayor enemigo había sido vencido y expulsado de Israel.
52 Simón dispuso que este día se celebrara con júbilo todos los años. Fortificó el monte del templo que está al lado de la acrópolis y se estableció allí con los suyos.
53 Y cuando Simón vio que su hijo Juan era todo un hombre, le nombró jefe de todas las fuerzas del ejército con residencia en Guézer.
1 El año ciento setenta y dos el rey Demetrio reunió su ejército y partió para Media en busca de ayuda a fin de combatir a Trifón.
2 Pero cuando se enteró Arsaces, rey de Persia y Media, de que Demetrio había entrado en su territorio, envió a uno de sus generales para capturarlo vivo.
3 Partió este y derrotó al ejército de Demetrio, lo hizo prisionero y lo llevó ante Arsaces, quien lo metió en la cárcel.
4 La tierra de Judá gozó de paz
durante todos los días de Simón.
Él procuró el bien a su nación,
les resultó grato su gobierno
y su magnificencia en todo tiempo.
5 Añadió a sus títulos de gloria
la conquista de Jafa como puerto,
y se abrió paso hacia las islas del mar.
6 Amplió las fronteras de su nación,
se hizo dueño del país
7 y repatrió a muchos cautivos.
Tomó Guézer, Bet Sur y la acrópolis,
la limpió de su profanación,
no hubo quien le resistiera.
8 Cultivaban en paz sus campos;
la tierra daba sus cosechas
y los árboles del llano sus frutos.
9 Los ancianos se sentaban en las plazas,
hablaban todos de sus venturas,
los jóvenes vestían galas y armadura.
10 Proveyó de víveres a las ciudades,
las protegió con fortalezas,
su renombre llegaba a los confines del orbe.
11 Restableció la paz en la tierra,
Israel gozó de gran alegría.
12 Se sentaba cada uno bajo su parra y su higuera,
y nadie hubo que los inquietara.
13 Sus contendientes desaparecieron del país,
los reyes cayeron en aquellos días.
14 Apoyó a los humildes de su pueblo,
observó con fidelidad la ley
y exterminó a malvados y apóstatas.
15 Al templo dio esplendor
y aumentó su ajuar sagrado.
16 En Roma y en Esparta sintieron la noticia de la muerte de Jonatán.
17 Cuando supieron que su hermano Simón le había sucedido en el sumo sacerdocio y había tomado el mando del país y sus ciudades,
18 le escribieron en planchas de bronce para renovar con él el pacto de amistad y mutua defensa que habían establecido con sus hermanos Judas y Jonatán.
19 El documento se leyó en Jerusalén ante la asamblea.
20 Esta es la copia de la carta enviada por los espartanos: «Los magistrados y la ciudad de Esparta saludan al gran sacerdote Simón, a los ancianos, a los sacerdotes y al resto del pueblo judío, nuestros hermanos.
21 Los embajadores enviados a nuestro pueblo nos han informado de vuestra gloria y esplendor y nos hemos alegrado con su venida.
22 Hemos registrado sus declaraciones en las actas oficiales en estos términos: “Numenio, hijo de Antíoco, y Antípatros, hijo de Jasón, embajadores de los judíos, se nos han presentado para renovar su pacto de amistad con nosotros.
23 El pueblo ha tenido a bien recibirlos con honor y depositar la copia de sus discursos en los archivos públicos, a fin de que el pueblo espartano conserve su recuerdo. Se ha sacado una copia de ello para el sumo sacerdote Simón"».
24 Más tarde Simón envió a Numenio hasta Roma con un gran escudo de oro, de seiscientos kilos de peso, para confirmar el pacto de mutua defensa con ellos.
25 Cuando estos hechos llegaron a conocimiento del pueblo, la gente comentaba: «¿Cómo mostraremos nuestro agradecimiento a Simón y a sus hijos?
26 Porque tanto él, como sus hermanos y su familia, han luchado con constancia contra los enemigos de Israel y le han conseguido la libertad». Grabaron una inscripción en bronce y la fijaron en unas columnas en el monte Sión.
27 Esta es la copia de la inscripción: «El dieciocho de elul del año ciento setenta y dos, año tercero del gran sumo sacerdote Simón, en Asaramel,
28 en la gran asamblea de los sacerdotes, del pueblo, de las autoridades de la nación y de los ancianos del país, se nos hizo saber lo siguiente:
29 Cuando se libraban muchos combates en nuestra región, Simón, hijo de Matatías, sacerdote descendiente de los hijos de Joarib, y sus hermanos, se expusieron al peligro, hicieron frente a los enemigos de su nación, a fin de conservar incólumes el santuario y la ley, y alcanzaron inmensa gloria para su nación.
30 Jonatán reunificó la nación y llegó a ser sumo sacerdote suyo hasta que fue a reunirse con sus antepasados.
31 Los enemigos de los judíos quisieron invadir el país y atacar al santuario.
32 Pero entonces surgió Simón para combatir por su nación y gastó gran parte de sus bienes en equipar y pagar las tropas de la nación.
33 Fortificó las ciudades de Judea y Bet Sur, ciudad fronteriza de Judea donde se encontraban antes las armas de los enemigos, y puso en ella una guarnición de guerreros judíos.
34 Fortificó Jafa, situada junto al mar, y Guézer, en los límites de Asdod, donde habitaban anteriormente los enemigos, y estableció en ellas una población judía a la que proveyó de todo lo necesario para su mantenimiento.
35 Al ver el pueblo la fidelidad de Simón y la gloria que procuraba alcanzar para su nación, lo nombró su caudillo y sumo sacerdote por todos los servicios que había prestado, por la justicia y fidelidad que había guardado a su nación y por sus esfuerzos de toda clase para exaltar a su pueblo.
36 En sus días se consiguió felizmente por su medio expulsar a los gentiles de la región ocupada y a los que se encontraban en la Ciudad de David, en Jerusalén, donde se había construido una acrópolis, desde la que hacían salidas y mancillaban los alrededores del santuario, ultrajando gravemente su pureza.
37 Simón estableció en la acrópolis guerreros judíos, la fortificó para seguridad de la región y de la ciudad, y elevó las murallas de Jerusalén.
38 En consecuencia, el rey Demetrio le confirmó en el cargo del sumo sacerdocio,
39 le contó entre los Amigos y lo colmó de honores;
40 porque se había enterado de que los romanos llamaban a los judíos amigos, aliados y hermanos, que habían recibido con honor a los embajadores de Simón,
41 y que a los judíos y a los sacerdotes les había parecido bien que Simón fuese su caudillo y sumo sacerdote para siempre, hasta que apareciera un profeta digno de fe;
42 y también que fuese su estratega, que se encargase del santuario, de la administración del país, de los armamentos y de plazas fuertes
43 (que se encargase del santuario), que todos le obedeciesen, que se redactasen en su nombre todos los documentos del país, que vistiese de púrpura y llevase adornos de oro.
44 A nadie del pueblo, ni a los sacerdotes, le estará permitido rechazar ninguna de estas disposiciones, ni contradecir sus órdenes, ni convocar en el país asambleas sin contar con él, ni vestir de púrpura, ni llevar broche de oro.
45 Todo aquel que obre contrariamente a estas decisiones o anule alguna de ellas, será culpable.
46 El pueblo entero estuvo de acuerdo en conceder a Simón el derecho de obrar conforme a estas disposiciones,
47 y Simón aceptó con agrado ejercer el sumo sacerdocio, ser estratega y etnarca de los judíos y sacerdotes, y estar al frente de todos».
48 Decretaron que este documento se grabase en planchas de bronce, que se fijasen estas en el recinto del santuario, en sitio visible,
49 y que se archivasen copias en el tesoro a disposición de Simón y de sus hijos.
1 Antíoco, hijo del rey Demetrio, envió desde ultramar una carta a Simón, sacerdote y etnarca de los judíos, y a toda la nación,
2 redactada en los siguientes términos:
«El rey Antíoco saluda a Simón, gran sacerdote y etnarca, y a la nación judía.
3 Dado que unos hombres perniciosos se han apoderado del reino de nuestros padres, he resuelto reivindicar mis derechos sobre él y restablecerlo como antes estaba. He reclutado fuerzas considerables y equipado navíos de guerra,
4 y quiero desembarcar en el país para enfrentarme con los que lo han arruinado y han devastado muchas ciudades de mi reino.
5 Ahora bien, ratifico en tu favor todas las exenciones que te concedieron los reyes anteriores a mí y cualesquiera otras exenciones que te otorgaron.
6 Te autorizo a acuñar moneda propia de curso legal en tu país.
7 Jerusalén y el Lugar Santo sean ciudad franca. Todas las armas que has fabricado y las fortalezas que has construido y ahora ocupas, queden en tu poder.
8 Cuanto debes al tesoro real y cuanto en el futuro dejes a deber, te sea perdonado desde ahora para siempre.
9 Y cuando hayamos recuperado nuestro reino, te honraremos a ti, a tu nación y al templo con tales honores que vuestra gloria será conocida en toda la tierra».
10 El año ciento setenta y cuatro, Antíoco partió hacia la tierra de sus padres, y todas las tropas se pasaron a él de modo que pocos quedaron con Trifón.
11 Antíoco se lanzó en su persecución y Trifón se refugió en Dor, a orillas del mar,
12 porque era consciente de que las desgracias se abatían sobre él y se encontraba abandonado de sus tropas.
13 Antíoco puso cerco a Dor con los ciento veinte mil combatientes y los ocho mil jinetes que tenía consigo.
14 Cercó la ciudad, y las naves se acercaron por mar, de modo que acosó a la ciudad por tierra y por mar, sin dejar que nadie entrase o saliese.
15 Entretanto, regresaron de Roma Numenio y sus acompañantes trayendo cartas para los reyes y países, escritas así:
16 «Lucio, cónsul de los romanos, saluda al rey Tolomeo.
17 Han venido a nosotros, en calidad de amigos y aliados nuestros, los embajadores judíos para renovar nuestro antiguo pacto de amistad y mutua defensa, enviados por el sumo sacerdote Simón y por el pueblo judío,
18 y nos han traído un escudo de oro de unos seiscientos kilos.
19 Nos ha parecido bien, en consecuencia, escribir a los reyes de los distintos países que no intenten causarles mal alguno, ni los ataquen a ellos ni sus ciudades ni su país, y que no presten su apoyo a los que los ataquen.
20 Hemos decidido aceptarles el escudo.
21 Si, pues, judíos traidores huyen de su país y se refugian en el vuestro, entregadlos al sumo sacerdote Simón para que los castigue según la ley».
22 Cartas iguales fueron remitidas al rey Demetrio, a Atalo, a Ariartes, a Arsaces
23 y a todos los países: Sápsame, Esparta, Delos, Mindo, Sición, Caria, Panfilia, Licia, Halicarnaso, Rodas, Fasélida, Cos, Side, Arvad, Gortina, Cnido, Chipre y Cirene.
24 Redactaron además una copia de esta carta para el sumo sacerdote Simón.
25 Mientras tanto, el rey Antíoco asediaba Dor desde los arrabales, lanzaba sin tregua sus tropas contra la ciudad y construía máquinas de guerra. Tenía bloqueado a Trifón y nadie podía entrar ni salir.
26 Simón le envió dos mil hombres escogidos para ayudarlo en la lucha, además de plata, oro y abundante material.
27 Pero no quiso recibir el envío; antes bien rescindió cuanto había convenido anteriormente con Simón y se mostró hostil con él.
28 Envió a Atenobio, uno de sus Amigos, a entrevistarse con él y decirle: «Vosotros ocupáis Jafa, Guézer y la acrópolis de Jerusalén, ciudades de mi imperio.
29 Habéis devastado sus territorios, causado graves daños en el país y os habéis adueñado de muchas localidades de mi reino.
30 Devolved, pues, ahora las ciudades que habéis tomado y los impuestos de las localidades de las que os habéis adueñado fuera de los límites de Judea.
31 O bien, pagad en compensación nueve mil kilos de plata y otros nueve mil kilos por los estragos que habéis causado y por los impuestos de las ciudades. De lo contrario nos presentaremos ahí para atacaros».
32 Llegó, pues, Atenobio, el Amigo del rey, a Jerusalén, y, al ver la magnificencia de Simón, su aparador con vajilla de oro y plata y todo el esplendor que lo rodeaba, quedó asombrado. Le comunicó el mensaje del rey
33 y Simón le respondió con estas palabras: «Ni nos hemos apoderado de tierras ajenas ni nos hemos apropiado bienes de otros, sino de la heredad de nuestros padres. Por algún tiempo la poseyeron injustamente nuestros enemigos
34 y nosotros, aprovechando una ocasión favorable, hemos recuperado la heredad de nuestros antepasados.
35 En cuanto a Jafa y Guézer que nos reclamas, esas ciudades causaban grandes daños al pueblo y asolaban nuestro país. Por ellas daremos tres mil kilos (de plata)». Atenobio no le respondió,
36 se volvió airado al rey y le refirió la respuesta, la magnificencia de Simón y todo lo que había visto. El rey se puso furioso.
37 Trifón, embarcado en una nave, huyó a Ortosia.
38 Entonces el rey nombró a Cendebeo jefe supremo de la zona marítima y le entregó tropas de infantería y de caballería,
39 con la orden de acampar frente a Judea, reconstruir Cedrón, fortificar sus puertas y combatir contra el pueblo. El rey salió a perseguir a Trifón.
40 Cendebeo llegó a Yamnia y comenzó a hostigar al pueblo y a efectuar incursiones por Judea para hacer cautivos y matar a la gente.
41 Reconstruyó Cedrón, donde alojó caballería y tropas para hacer incursiones por los caminos de Judea, como se lo tenía ordenado el rey.
1 Juan subió desde Guézer y comunicó a su padre Simón las actividades de Cendebeo.
2 Simón llamó entonces a sus dos hijos mayores, Judas y Juan, y les dijo: «Mis hermanos y yo, y toda la familia, hemos combatido a los enemigos de Israel desde la juventud hasta el día de hoy y, con nuestro esfuerzo, llevamos muchas veces a feliz término la liberación de Israel;
3 pero ahora ya estoy viejo, mientras que vosotros, por la misericordia del Cielo, estáis en buena edad. Ocupad, pues, mi puesto y el de mi hermano, salid a combatir por vuestra nación y que el auxilio del cielo os acompañe».
4 Escogió luego en el país veinte mil combatientes y jinetes que partieron contra Cendebeo y pasaron la noche en Modín.
5 Al levantarse de mañana, avanzaron hacia la llanura y se encontraron de frente con un ejército numeroso de infantería y caballería, separado de ellos por un torrente.
6 Juan, con su tropa, tomó posiciones frente al enemigo y, advirtiendo que su tropa tenía miedo de pasar el torrente, lo pasó él el primero; y sus hombres, al verlo, pasaron tras él.
7 Dividió la tropa y puso a los jinetes en medio de la infantería, pues la caballería de los contrarios era muy numerosa.
8 Tocaron las trompetas, y Cendebeo y su ejército salieron derrotados. Muchos de ellos cayeron heridos de muerte y los que quedaron huyeron en dirección a la fortaleza.
9 Entonces cayó herido Judas, el hermano de Juan. Pero Juan los persiguió hasta que Cendebeo entró en Cedrón, que él había reconstruido.
10 Fueron también a refugiarse en las torres que hay por los campos de Asdod. Juan incendió la ciudad, causándoles dos mil bajas y regresó en paz a Judea.
11 Tolomeo, hijo de Abubo, había sido nombrado gobernador de la llanura de Jericó, y poseía mucha plata y oro,
12 por ser yerno del sumo sacerdote.
13 Su corazón se ensoberbeció tanto que quiso apoderarse del país, para lo cual tramaba matar a traición a Simón y a sus hijos.
14 Yendo Simón de inspección por las ciudades del país, preocupándose por la administración, bajó con sus hijos Matatías y Judas, a Jericó. Era el año ciento setenta y siete en el mes undécimo, que es el mes de sebat.
15 El hijo de Abubo los recibió traicioneramente en un fortín llamado Dok, construido por él, les dio un gran banquete y ocultó allí algunos hombres.
16 Cuando Simón y sus hijos estaban bebidos, Tolomeo se levantó con los suyos, tomaron sus armas y, lanzándose sobre Simón en la sala del banquete, lo mataron a él, a sus dos hijos y a algunos de sus servidores.
17 Perpetró así una alevosa traición, devolviendo mal por bien.
18 Luego Tolomeo consignó por escrito lo sucedido e informó al rey contándole lo ocurrido y pidiéndole que le enviara tropas de socorro para entregarle el país y sus ciudades.
19 Envió otros emisarios a Guézer para eliminar a Juan. Escribió cartas a los oficiales invitándoles a entrevistarse con él para darles plata, oro y otros regalos.
20 A otro grupo lo envió a apoderarse de Jerusalén y del monte del templo.
21 Pero uno se adelantó y anunció a Juan en Guézer que su padre y sus hermanos habían perecido y añadió: «Ha enviado gente a matarte también a ti».
22 Al oír estas noticias, Juan quedó consternado, prendió a los hombres que venían a matarlo y los ejecutó, pues sabía que pretendían asesinarlo.
23 Las restantes actividades de Juan, sus guerras, las proezas que llevó a cabo, las murallas que levantó y otras empresas suyas
24 están escritas en el libro de los Anales de su pontificado, a partir del día en que fue nombrado sumo sacerdote como sucesor de su padre.