1 TIMOTEO

INTRODUCCIÓN (1,1-2)

Saludo

Capítulo 1

1 Pablo, apóstol de Cristo Jesús por mandato de Dios, Salvador nuestro, y de Cristo Jesús, esperanza nuestra,

2 a Timoteo, verdadero hijo en la fe: gracia, misericordia y paz de parte de Dios Padre y de Cristo Jesús, Señor nuestro.

CUERPO EPISTOLAR (1,3-6,19)

Misión de Timoteo y los falsos maestros

3 Al salir para Macedonia, te encargué que permanecieras en Éfeso; tenías que transmitir a algunos la orden de que no enseñaran doctrinas diferentes

4 ni se ocuparan de fábulas y de genealogías interminables, cosas que llevan más a disquisiciones que a la realización del plan de Dios de acuerdo con la fe.

5 Esta orden tiene por objeto el amor que brota de un corazón limpio, de una buena conciencia y de una fe sincera.

6 Algunos se han desviado de estas cosas y se han vuelto a una vana palabrería;

7 pretenden ser maestros de la ley, cuando no saben lo que dicen ni entienden lo que tan rotundamente afirman.

Verdadera finalidad de la ley

8 Sabemos que la ley es buena siempre que se use legítimamente,

9 teniendo claro que no ha sido formulada para el justo, sino para los que viven sin normas o no se someten a ellas; para los impíos y los pecadores; para los irreligiosos y los profanos; para los parricidas y los matricidas; para los asesinos,

10 los fornicarios, los invertidos, los traficantes de personas, los mentirosos, los perjuros y para todo lo demás que se oponga a la sana doctrina

11 según el Evangelio de la gloria del Dios bienaventurado, que me ha sido confiado.

Vocación de Pablo al apostolado

12 Doy gracias a Cristo Jesús, Señor nuestro, que me hizo capaz, se fió de mí y me confió este ministerio,

13 a mí, que antes era un blasfemo, un perseguidor y un insolente. Pero Dios tuvo compasión de mí porque no sabía lo que hacía, pues estaba lejos de la fe;

14 sin embargo, la gracia de nuestro Señor sobreabundó en mí junto con la fe y el amor que tienen su fundamento en Cristo Jesús.

15 Es palabra digna de crédito y merecedora de total aceptación que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, y yo soy el primero;

16 pero por esto precisamente se compadeció de mí: para que yo fuese el primero en el que Cristo Jesús mostrase toda su paciencia y para que me convirtiera en un modelo de los que han de creer en él y tener vida eterna.

17 Al Rey de los siglos, inmortal, invisible, único Dios, honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Encargo a Timoteo

18 Timoteo, hijo mío, te confío este encargo, de acuerdo con las profecías pronunciadas anteriormente acerca de ti, para que, apoyado en ellas, combatas el noble combate,

19 conservando la fe y la buena conciencia. Algunos se desentendieron de esta y naufragaron en la fe;

20 entre ellos están Himeneo y Alejandro, a quienes he entregado a Satanás para que aprendan a no blasfemar.

Oración por todos

Capítulo 2

1 Ruego, pues, lo primero de todo, que se hagan súplicas, oraciones, peticiones, acciones de gracias, por toda la humanidad,

2 por los reyes y por todos los constituidos en autoridad, para que podamos llevar una vida tranquila y sosegada, con toda piedad y respeto.

3 Esto es bueno y agradable a los ojos de Dios, nuestro Salvador,

4 que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad.

5 Pues Dios es uno, y único también el mediador entre Dios y los hombres: el hombre Cristo Jesús,

6 que se entregó en rescate por todos; este es un testimonio dado a su debido tiempo

7 y para el que fui constituido heraldo y apóstol –digo la verdad, no miento–, maestro de las naciones en la fe y en la verdad.

Comportamiento en la oración y en las asambleas

8 Quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar, alzando unas manos limpias, sin ira ni divisiones;

9 de igual modo, las mujeres convenientemente vestidas, arregladas con decencia y modestia; no con peinados de trenzas y oro o perlas, ni con ropa costosa,

10 sino como conviene a mujeres que profesan la piedad mediante las buenas obras.

11 Que la mujer aprenda sosegadamente y con toda sumisión.

12 No consiento que la mujer enseñe ni que domine sobre el varón, sino que permanezca sosegada.

13 Pues primero fue formado Adán; después, Eva.

14 Además, Adán no fue engañado; en cambio, la mujer, habiendo sido engañada, incurrió en transgresión,

15 aunque se salvará por la maternidad, si permanece en la fe, el amor y la santidad, junto con la modestia.

El obispo

Capítulo 3

1 Es palabra digna de crédito que, si alguno aspira al episcopado, desea una noble tarea.

2 Pues conviene que el obispo sea irreprochable, marido de una sola mujer, sobrio, sensato, ordenado, hospitalario, hábil para enseñar,

3 no dado al vino ni amigo de reyertas, sino comprensivo; que no sea agresivo ni amigo del dinero;

4 que gobierne bien su propia casa y se haga obedecer de sus hijos con todo respeto.

5 Pues si uno no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios?

6 Que no sea alguien recién convertido a la fe, por si se le sube a la cabeza y es condenado lo mismo que el diablo.

7 Conviene además que tenga buena fama entre los de fuera, para que no caiga en descrédito ni en el lazo del diablo.

El diácono

8 En cuanto a los diáconos, sean asimismo respetables, sin doble lenguaje, no aficionados al mucho vino ni dados a negocios sucios;

9 que guarden el misterio de la fe con la conciencia pura.

10 Tienen que ser probados primero y, cuando se vea que son intachables, que ejerzan el ministerio.

11 Las mujeres, igualmente, que sean respetables, no calumniadoras, sobrias, fieles en todo.

12 Los diáconos sean maridos de una sola mujer, que gobiernen bien a sus hijos y sus propias casas.

13 Porque quienes ejercen bien el ministerio logran buena reputación y mucha confianza en lo referente a la fe que se funda en Cristo Jesús.

La Iglesia y el misterio de la piedad

14 Aunque espero estar pronto contigo, te escribo estas cosas

15 por si tardo, para que sepas cómo conviene conducirse en la casa de Dios, que es la Iglesia del Dios vivo, columna y fundamento de la verdad.

16 En verdad es grande el misterio de la piedad, el cual fue manifestado en la carne,
justificado en el Espíritu,
mostrado a los ángeles,
proclamado en las naciones,
creído en el mundo,
recibido en la gloria.

La ascesis de los falsos maestros

Capítulo 4

1 El Espíritu dice expresamente que en los últimos tiempos algunos se alejarán de la fe por prestar oídos a espíritus embaucadores y a enseñanzas de demonios,

2 inducidos por la hipocresía de unos mentirosos, que tienen cauterizada su propia conciencia,

3 que prohíben casarse y mandan abstenerse de alimentos que Dios creó para que los creyentes y los que han llegado al conocimiento de la verdad participen de ellos con acción de gracias.

4 Porque toda criatura de Dios es buena, y no se debe rechazar nada, sino que hay que tomarlo todo con acción de gracias,

5 pues es santificado por la palabra de Dios y la oración.

Lo provechoso de la instrucción y de la piedad

6 Si propones estas cosas a los hermanos, serás un buen servidor de Cristo Jesús, nutrido con las palabras de la fe y de la buena doctrina que tú has seguido tan atentamente.

7 En cambio, evita las fábulas profanas y propias de ancianas. Ejercítate en la piedad.

8 El ejercicio corporal aprovecha para poco, mientras que la piedad aprovecha para todo. Tiene la promesa de la vida, la presente y la futura.

9 Es palabra digna de crédito y merecedora de total aceptación.

10 Pues para esto nos fatigamos y luchamos, porque hemos puesto la esperanza en el Dios vivo, que es salvador de todos, sobre todo de los que creen.

Exhortación

11 Ordena estas cosas y enséñalas.

12 Que nadie te menosprecie por tu juventud; sé, en cambio, un modelo para los fieles en la palabra, la conducta, el amor, la fe, la pureza.

13 Hasta que yo llegue, centra tu atención en la lectura, la exhortación, la enseñanza.

14 No descuides el don que hay en ti, que te fue dado por intervención profética con la imposición de manos del presbiterio.

15 Medita estas cosas y permanece en ellas, para que todos vean cómo progresas.

16 Cuida de ti mismo y de la enseñanza. Sé constante en estas cosas, pues haciendo esto te salvarás a ti mismo y a los que te escuchan.

El trato correcto según las edades

Capítulo 5

1 No increpes al anciano, sino exhórtalo como a un padre; a los jóvenes, como a hermanos;

2 a las ancianas, como a madres; a las jóvenes, como a hermanas, con toda pureza.

Las viudas

3 Honra a las viudas, a las que son verdaderamente viudas.

4 Pero si alguna viuda tiene hijos o nietos, que estos aprendan primero a cumplir con sus deberes con la propia familia y a corresponder como es debido a lo que han recibido de los progenitores, porque esto es agradable a los ojos de Dios.

5 La que es verdaderamente viuda, y ha quedado sola, tiene puesta su esperanza en Dios y persevera en las súplicas y en las oraciones noche y día.

6 En cambio, la que se da a los placeres, aunque viva, está muerta.

7 Ordena estas cosas, para que sean irreprochables.

8 Pues si alguno no cuida de los suyos y sobre todo de los de su casa, ha renegado de la fe y es peor que uno que no cree.

9 Para que una viuda sea inscrita en la lista se requiere que no tenga menos de sesenta años, que haya sido mujer de un solo marido

10 y esté acreditada por sus buenas obras: si crió bien a sus hijos, si practicó la hospitalidad, si lavó los pies de los santos, si asistió a los atribulados, si procuró hacer todo tipo de obras buenas.

11 No aceptes a las viudas jóvenes, pues, cuando se avivan en ellas los impulsos sensuales que alejan de Cristo, quieren casarse,

12 y se ven condenadas por haber roto su compromiso anterior.

13 Y al mismo tiempo, como además están ociosas, se acostumbran a ir por las casas; con lo cual, además de ociosas, se hacen también charlatanas y entrometidas, hablando lo que no conviene.

14 Quiero, pues, que las jóvenes se casen, tengan hijos, gobiernen su propia casa y no den al adversario ningún pretexto para que critique.

15 Pues ya algunas se han descarriado siguiendo a Satanás.

16 Si alguna creyente tiene viudas, que las asista, para que no se grave a la Iglesia y esta pueda asistir a las que son verdaderamente viudas.

Los presbíteros

17 Los presbíteros que presiden bien son dignos de doble honor, principalmente los que se afanan en la predicación y en la enseñanza.

18 Pues dice la Escritura: No pondrás bozal al buey que trilla, y El obrero es digno de su salario.

19 No admitas una acusación contra un presbítero, a menos que se apoye en dos o tres testigos.

20 A los que pequen, repréndelos delante de todos, para que los demás cobren temor.

21 Te conjuro delante de Dios y de Cristo Jesús y de los ángeles elegidos que observes estas cosas sin prejuicios y sin dejarte llevar por favoritismos.

22 A nadie impongas las manos precipitadamente, ni te hagas cómplice de pecados ajenos. Consérvate puro.

23 En adelante ya no bebas más agua sola, sino toma un poco de vino a causa del estómago y de tus frecuentes enfermedades.

24 Los pecados de algunos son manifiestos incluso antes del juicio; los de otros, en cambio, lo son inmediatamente después.

25 De igual modo, también las buenas obras son manifiestas y las que no son buenas no pueden permanecer ocultas.

Los esclavos

Capítulo 6

1 Cuantos están bajo el yugo de la esclavitud consideren a sus amos dignos de todo respeto, para que el nombre de Dios y la doctrina no sean maldecidos.

2 Mas quienes tengan amos creyentes no los menosprecien porque son hermanos; al contrario, sírvanlos mejor, pues los que se benefician de su buena obra son creyentes y amados.

Enseñanza malsana y codicia

Esto es lo que tienes que enseñar y recomendar.

3 Si alguno enseña otra doctrina y no se aviene a las palabras sanas de nuestro Señor Jesucristo y a la doctrina que es conforme a la piedad,

4 es un orgulloso y un ignorante, que padece la enfermedad de plantear cuestiones y discusiones sobre palabras; de ahí salen envidias, polémicas, blasfemias, malévolas suspicacias,

5 altercados interminables de hombres corrompidos en la mente y privados de la verdad, que piensan que la piedad es un medio de lucro.

6 La piedad es ciertamente una gran ganancia para quien se contenta con lo suficiente.

7 Pues nada hemos traído al mundo, como tampoco podemos llevarnos nada de él.

8 Teniendo alimentos y con qué cubrirnos, contentémonos con esto.

9 Los que quieren enriquecerse sucumben a la tentación, se enredan en un lazo y son presa de muchos deseos absurdos y nocivos, que hunden a los hombres en la ruina y en la perdición.

10 Porque el amor al dinero es la raíz de todos los males, y algunos, arrastrados por él, se han apartado de la fe y se han acarreado muchos sufrimientos.

Perseverancia en la fe

11 Tú, en cambio, hombre de Dios, huye de estas cosas. Busca la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre.

12 Combate el buen combate de la fe, conquista la vida eterna, a la que fuiste llamado y que tú profesaste noblemente delante de muchos testigos.

13 Delante de Dios, que da vida a todas las cosas, y de Cristo Jesús, que proclamó tan noble profesión de fe ante Poncio Pilato, te ordeno

14 que guardes el mandamiento sin mancha ni reproche hasta la manifestación de nuestro Señor Jesucristo,

15 que, en el tiempo apropiado, mostrará el bienaventurado y único Soberano, Rey de los reyes y Señor de los señores,

16 el único que posee la inmortalidad, que habita una luz inaccesible, a quien ningún hombre ha visto ni puede ver. A él honor y poder eterno. Amén.

Los ricos

17 A los ricos de este mundo ordénales que no sean altaneros ni pongan su esperanza en la incertidumbre de la riqueza, sino en Dios que nos provee de todo en abundancia para que lo disfrutemos;

18 que hagan el bien, sean ricos en buenas obras, generosos y dispuestos a compartir;

19 y así atesorarán un excelente fondo para el porvenir y alcanzarán aquella que es realmente la vida verdadera.

CONCLUSIÓN Y RECAPITULACIÓN (6,20-21)

20 Timoteo, guarda el depósito, apártate de las habladurías perniciosas y de las objeciones del mal llamado conocimiento;

21 pues algunos que lo profesaban se desviaron de la fe. La gracia esté con vosotros.