1 Revelación de Jesucristo, que Dios le encargó mostrar a sus siervos acerca de lo que tiene que suceder pronto. La dio a conocer enviando su ángel a su siervo Juan,
2 el cual fue testigo de la palabra de Dios y del testimonio de Jesucristo de todo cuanto vio.
3 Bienaventurado el que lee, y los que escuchan las palabras de esta profecía, y guardan lo que en ella está escrito, porque el tiempo está cerca.
4 Juan a las siete iglesias de Asia:
Gracia y paz a vosotros
de parte del que es, el que era y ha de venir;
de parte de los siete Espíritus que están ante su Trono;
5 y de parte de Jesucristo,
el testigo fiel,
el primogénito de entre los muertos,
el príncipe de los reyes de la tierra.
Al que nos ama,
y nos ha librado de nuestros pecados con su sangre,
6 y nos ha hecho reino y sacerdotes para Dios, su Padre.
A él, la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén.
7 Mirad: viene entre las nubes. Todo ojo lo verá, también los que lo traspasaron. Por él se lamentarán todos los pueblos de la tierra.
Sí, amén.
8 Dice el Señor Dios: «Yo soy el Alfa y la Omega, el que es, el que era y ha de venir, el todopoderoso».
9 Yo, Juan, vuestro hermano y compañero en la tribulación, en el reino y en la perseverancia en Jesús, estaba desterrado en la isla llamada Patmos a causa de la palabra de Dios y del testimonio de Jesús.
10 El día del Señor fui arrebatado en espíritu y escuché detrás de mí una voz potente como de trompeta
11 que decía: «Lo que estás viendo, escríbelo en un libro y envíalo a las siete iglesias, a Éfeso, a Esmirna, a Pérgamo, a Tiatira, a Sardes, a Filadelfia y a Laodicea».
12 Me volví para ver la voz que hablaba conmigo, y, vuelto, vi siete candelabros de oro,
13 y en medio de los candelabros como un Hijo de hombre, vestido de una túnica talar, y ceñido el pecho con un cinturón de oro.
14 Su cabeza y sus cabellos eran blancos como la lana blanca, como la nieve, y sus ojos como llama de fuego.
15 Sus pies eran semejantes al bronce bruñido incandescente en el crisol; y su voz como rumor de muchas aguas.
16 Tenía en su mano derecha siete estrellas; y de su boca salía una espada aguda de doble filo; su rostro era como el sol cuando brilla en su apogeo.
17 Cuando lo vi, caí a sus pies como muerto. Pero él puso su mano derecha sobre mí, diciéndome: «No temas; yo soy el Primero y el Último,
18 el Viviente; estuve muerto, pero ya ves: vivo por los siglos de los siglos, y tengo las llaves de la muerte y del abismo.
19 Escribe, pues, lo que estás viendo: lo que es y lo que ha de suceder después de esto.
20 En cuanto al misterio de las siete estrellas que has visto en mi derecha, y los siete candelabros de oro, las siete estrellas son los ángeles de las siete iglesias; y los siete candelabros que has visto son las siete iglesias».
1 Escribe al ángel de la Iglesia en Éfeso: Esto dice el que tiene las siete estrellas en su derecha, el que camina en medio de los siete candelabros de oro.
2 Conozco tus obras, tu fatiga, tu perseverancia, que no puedes soportar a los malvados, y que has puesto a prueba a los que se llaman apóstoles, pero no lo son, y has descubierto que son mentirosos.
3 Tienes perseverancia y has sufrido por mi nombre y no has desfallecido.
4 Pero tengo contra ti que has abandonado tu amor primero.
5 Acuérdate, pues, de dónde has caído, conviértete y haz las obras primeras. Si no, vendré a ti y removeré tu candelabro, si no te conviertes.
6 Con todo, tienes esto a favor: que aborreces las obras de los nicolaítas, que yo también aborrezco.
7 El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al vencedor le daré a comer del árbol de la vida, que está en el paraíso de Dios.
8 Escribe al ángel de la Iglesia en Esmirna: Esto dice el Primero y el Último, el que estuvo muerto y ha vuelto a la vida.
9 Conozco tu tribulación y tu pobreza –aunque eres rico– y las calumnias de los que se llaman judíos pero que no son sino sinagoga de Satanás.
10 No tengas miedo de lo que vas a padecer. Mira, el Diablo va a meter a algunos de vosotros en la cárcel para que seáis tentados durante diez días. Sé fiel hasta la muerte y te daré la corona de la vida.
11 El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. El vencedor no sufrirá daño de la muerte segunda.
12 Escribe al ángel de la Iglesia en Pérgamo: Esto dice el que tiene la espada aguda de doble filo.
13 Sé que habitas donde está el trono de Satanás; pero mantienes mi nombre y no has renegado de mi fe ni siquiera en los días de Antipas, mi testigo fiel, a quien han dado muerte entre vosotros, ahí donde Satanás habita.
14 Pero tengo algo contra ti: tienes ahí a los que profesan la enseñanza de Balaán, el que enseñó a Balac a poner tropiezos a los hijos de Israel, a comer de lo sacrificado a los ídolos y a fornicar.
15 De la misma manera también tú tienes a los que profesan igualmente la doctrina de los nicolaítas.
16 Conviértete, pues; si no, vendré pronto a ti y combatiré contra ellos con la espada de mi boca.
17 El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al vencedor le daré el maná escondido, y una piedrecita blanca, y escrito en ella un nombre nuevo, que nadie conoce sino aquel que lo recibe.
18 Escribe al ángel de la Iglesia en Tiatira: Esto dice el Hijo de Dios, el que tiene sus ojos como llama de fuego y sus pies como bronce bruñido.
19 Conozco tus obras, tu amor, tu fe, tu servicio, tu perseverancia, que tus obras últimas son mejores que las primeras.
20 Pero tengo contra ti que permites a esa mujer Jezabel, que se llama profetisa, enseñar y engañar a mis siervos a fornicar y comer de lo sacrificado a los ídolos.
21 Yo le he dado un tiempo para que se convierta, pero no quiere convertirse de su fornicación.
22 Mira, voy a postrarla en cama, y a los que adulteren con ella los someteré a una gran tribulación, si no se convierten de sus obras;
23 y a sus hijos los heriré de muerte; y todas las iglesias conocerán que yo soy el que sondea entrañas y corazones, y os daré a cada uno según vuestras obras.
24 Pero a vosotros, los demás de Tiatira, a cuantos no profesáis esta doctrina, los que no habéis conocido las profundidades de Satanás, como ellos las llaman, os digo: no os impongo otra carga.
25 Solo que mantengáis lo que tenéis hasta que yo vuelva.
26 Al vencedor, que cumpla mis obras hasta el final, le daré autoridad sobre las naciones
27 y las pastoreará con cetro de hierro y se quebrarán como vasos de loza,
28 como yo he recibido de mi Padre; y le daré la estrella de la mañana.
29 El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.
1 Escribe al ángel de la Iglesia en Sardes: Esto dice el que tiene los siete Espíritus de Dios y las siete estrellas. Conozco tus obras, tienes nombre como de quien vive, pero estás muerto.
2 Sé vigilante y reanima lo que te queda y que estaba a punto de morir, pues no he encontrado tus obras perfectas delante de mi Dios.
3 Acuérdate de cómo has recibido y escuchado mi palabra, y guárdala y conviértete. Si no vigilas, vendré como ladrón y no sabrás a qué hora vendré sobre ti.
4 Pero tienes en Sardes unas cuantas personas que no han manchado sus vestiduras, y pasearán conmigo en blancas vestiduras, porque son dignos.
5 El vencedor será vestido de blancas vestiduras, no borraré su nombre del libro de la vida y confesaré su nombre delante de mi Padre y delante de sus ángeles.
6 El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.
7 Escribe al ángel de la Iglesia en Filadelfia: Esto dice el Santo y el Verdadero, el que tiene la llave de David, de forma que si él abre, nadie cierra, y si él cierra, nadie abre.
8 Conozco tus obras; mira, he dejado delante de ti una puerta abierta que nadie puede cerrar, porque, aun teniendo poca fuerza, has guardado mi palabra y no has renegado de mi nombre.
9 Mira, voy a entregarte algunos de la sinagoga de Satanás, los que se llaman judíos y no lo son, sino que mienten. Mira, los haré venir y postrarse ante tus pies para que sepan que yo te he amado.
10 Porque has guardado mi consigna de perseverancia, yo también te guardaré de la hora de la tentación que va a venir sobre todo el mundo, para tentar a los habitantes de la tierra.
11 Mira, vengo pronto. Mantén lo que tienes, para que nadie se lleve tu corona.
12 Al vencedor le haré columna en el templo de mi Dios y nunca más saldrá fuera; escribiré sobre él el nombre de mi Dios, el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, la que desciende del cielo de junto a mi Dios, y mi nombre nuevo.
13 El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.
14 Escribe al ángel de la Iglesia en Laodicea: Esto dice el Amén, el testigo fiel y veraz, el principio de la creación de Dios.
15 Conozco tus obras: no eres ni frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente!
16 Pero porque eres tibio, ni frío ni caliente, estoy a punto de vomitarte de mi boca.
17 Porque dices: «Yo soy rico, me he enriquecido, y no tengo necesidad de nada»; y no sabes que tú eres desgraciado, digno de lástima, pobre, ciego y desnudo.
18 Te aconsejo que me compres oro acrisolado al fuego para que te enriquezcas; y vestiduras blancas para que te vistas y no aparezca la vergüenza de tu desnudez; y colirio para untarte los ojos a fin de que veas.
19 Yo, a cuantos amo, reprendo y corrijo; ten, pues, celo y conviértete.
20 Mira, estoy de pie a la puerta y llamo. Si alguien escucha mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo.
21 Al vencedor le concederé sentarse conmigo en mi trono, como yo he vencido y me he sentado con mi Padre en su trono.
22 El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.
1 Después de esto, miré y vi una puerta abierta en el cielo; y aquella primera voz, como de trompeta, que oí hablando conmigo, decía: «Sube aquí y te mostraré lo que tiene que suceder después de esto».
2 Enseguida fui arrebatado en espíritu. Vi un trono puesto en el cielo, y sobre el trono uno sentado.
3 El que estaba sentado en el trono era de aspecto semejante a una piedra de diamante y cornalina, y había un arco iris alrededor del trono de aspecto semejante a una esmeralda.
4 Y alrededor del trono había otros veinticuatro tronos, y sobre los tronos veinticuatro ancianos sentados, vestidos con vestiduras blancas y con coronas de oro sobre sus cabezas.
5 Y del trono salen relámpagos, voces y truenos; y siete lámparas de fuego están ardiendo delante del trono, que son los siete espíritus de Dios,
6 y delante del trono como un mar transparente, semejante al cristal. Y en medio del trono y a su alrededor, había cuatro vivientes, llenos de ojos por delante y por detrás.
7 El primer viviente era semejante a un león, el segundo a un toro, el tercero tenía cara como de hombre, y el cuarto viviente era semejante a un águila en vuelo.
8 Los cuatro vivientes, cada uno con seis alas, estaban llenos de ojos por fuera y por dentro. Día y noche cantan sin pausa: «Santo, Santo, Santo es el Señor Dios, el todopoderoso; el que era y es y ha de venir».
9 Cada vez que los vivientes dan gloria y honor y acción de gracias al que está sentado en el trono, al que vive por los siglos de los siglos,
10 los veinticuatro ancianos se postran ante el que está sentado en el trono, adoran al que vive por los siglos de los siglos y arrojan sus coronas ante el trono diciendo:
11 «Eres digno, Señor, Dios nuestro, de recibir la gloria, el honor y el poder, porque tú has creado el universo; porque por tu voluntad lo que no existía fue creado».
1 Vi en la mano derecha del que está sentado en el trono un libro escrito por dentro y por fuera, y sellado con siete sellos.
2 Y vi a un ángel poderoso, que pregonaba en alta voz: «¿Quién es digno de abrir el libro y desatar sus sellos?».
3 Y nadie, ni en el cielo ni en la tierra ni debajo de la tierra, podía abrir el libro ni mirarlo.
4 Yo lloraba mucho, porque no se había encontrado a nadie digno de abrir el libro y de mirarlo.
5 Pero uno de los ancianos me dijo: «Deja de llorar; pues ha vencido el león de la tribu de Judá, el retoño de David, y es capaz de abrir el libro y sus siete sellos».
6 Y vi en medio del trono y de los cuatro vivientes, y en medio de los ancianos, a un Cordero de pie, como degollado; tenía siete cuernos y siete ojos, que son los siete espíritus de Dios enviados a toda la tierra.
7 Se acercó para recibir el libro de la mano derecha del que está sentado en el trono.
8 Cuando recibió el libro, los cuatro vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron ante el Cordero; tenían cítaras y copas de oro llenas de perfume, que son las oraciones de los santos.
9 Y cantan un cántico nuevo: «Eres digno de recibir el libro y de abrir sus sellos, porque fuiste degollado, y con tu sangre has adquirido para Dios hombres de toda tribu, lengua, pueblo y nación;
10 y has hecho de ellos para nuestro Dios un reino de sacerdotes, y reinarán sobre la tierra».
11 Miré, y escuché la voz de muchos ángeles alrededor del trono, de los vivientes y de los ancianos, y eran miles de miles, miríadas de miríadas,
12 y decían con voz potente: «Digno es el Cordero degollado de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría, la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza».
13 Y escuché a todas las criaturas que hay en el cielo, en la tierra, bajo la tierra, en el mar –todo cuanto hay en ellos–, que decían: «Al que está sentado en el trono y al Cordero la alabanza, el honor, la gloria y el poder por los siglos de los siglos».
14 Y los cuatro vivientes respondían: «Amén». Y los ancianos se postraron y adoraron.
1 Y cuando el Cordero abrió el primero de los siete sellos, miré y oí a uno de los vivientes que decía con voz de trueno: «Ven».
2 Y vi un caballo blanco; el jinete tenía un arco, se le dio una corona y salió como vencedor y para vencer otra vez.
3 Cuando abrió el segundo sello, oí al segundo viviente que decía: «Ven».
4 Salió otro caballo, rojo, y al jinete se le dio poder para quitar la paz de la tierra y hacer que los hombres se degüellen unos a otros; se le dio también una gran espada.
5 Cuando abrió el tercer sello, oí al tercer viviente que decía: «Ven». Y vi un caballo negro; el jinete tenía en la mano una balanza.
6 Y oí como una voz en medio de los cuatro vivientes que decía: «Una medida de trigo, un denario; tres medidas de cebada, un denario; al aceite y al vino no los dañes».
7 Cuando abrió el cuarto sello, oí la voz del cuarto viviente que decía: «Ven».
8 Y vi un caballo amarillento; el jinete se llamaba Muerte, y el Abismo lo seguía. Se les dio potestad sobre la cuarta parte de la tierra, para matar con espada, hambre, epidemias y con las fieras salvajes.
9 Cuando abrió el quinto sello, vi debajo del altar las almas de los degollados por causa de la Palabra de Dios y del testimonio que mantenían.
10 Y gritaban con voz potente: «¿Hasta cuándo, Dueño santo y veraz, vas a estar sin hacer justicia y sin vengar nuestra sangre de los habitantes de la tierra?».
11 A cada uno de ellos se le dio una túnica blanca, y se les dijo que tuvieran paciencia todavía un poco, hasta que se completase el número de sus compañeros y hermanos que iban a ser martirizados igual que ellos.
12 Vi cuando abrió el sexto sello: se produjo un gran terremoto, el sol se puso negro como un sayal de pelo, la luna entera se tiñó de sangre,
13 y las estrellas del cielo cayeron a la tierra como caen los higos de una higuera cuando la sacude un huracán.
14 Desapareció el cielo como un libro que se enrolla, y montes e islas se desplazaron de su lugar.
15 Los reyes de la tierra, los magnates, los generales, los ricos, los poderosos y todos, esclavos y libres, se escondieron en las cuevas y entre las rocas.
16 Y decían a los montes y a las rocas: «Caed sobre nosotros y ocultadnos de la vista del que está sentado en el trono y de la ira del Cordero,
17 porque ha llegado el gran Día de su ira, y ¿quién podrá mantenerse en pie?».
1 Después de esto vi cuatro ángeles de pie sobre los cuatro ángulos de la tierra que sujetaban a los cuatro vientos de la tierra para que ningún viento soplase sobre la tierra ni sobre el mar ni sobre ningún árbol.
2 Vi después a otro ángel que subía del oriente llevando el sello del Dios vivo. Gritó con voz potente a los cuatro ángeles encargados de dañar a la tierra y al mar,
3 diciéndoles: «No dañéis a la tierra ni al mar ni a los árboles hasta que sellemos en la frente a los siervos de nuestro Dios».
4 Oí también el número de los sellados, ciento cuarenta y cuatro mil, de todas las tribus de Israel.
5 De la tribu de Judá, doce mil sellados; de la tribu de Rubén, doce mil; de la tribu de Gad, doce mil;
6 de la tribu de Aser, doce mil; de la tribu de Neftalí, doce mil; de la tribu de Manasés, doce mil;
7 de la tribu de Simeón, doce mil; de la tribu de Leví, doce mil; de la tribu de Isacar, doce mil;
8 de la tribu de Zabulón, doce mil; de la tribu de José, doce mil; de la tribu de Benjamín, doce mil sellados.
9 Después de esto vi una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de todas las naciones, razas, pueblos y lenguas, de pie delante del trono y delante del Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos.
10 Y gritan con voz potente: «¡La victoria es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero!».
11 Y todos los ángeles que estaban de pie alrededor del trono y de los ancianos y de los cuatro vivientes cayeron rostro a tierra ante el trono, y adoraron a Dios,
12 diciendo: «Amén. La alabanza y la gloria y la sabiduría y la acción de gracias y el honor y el poder y la fuerza son de nuestro Dios, por los siglos de los siglos. Amén».
13 Y uno de los ancianos me dijo: «Estos que están vestidos con vestiduras blancas, ¿quiénes son y de dónde han venido?».
14 Yo le respondí: «Señor mío, tú lo sabrás». Él me respondió: «Estos son los que vienen de la gran tribulación: han lavado y blanqueado sus vestiduras en la sangre del Cordero.
15 Por eso están ante el trono de Dios, dándole culto día y noche en su templo. El que se sienta en el trono acampará entre ellos.
16 Ya no pasarán hambre ni sed, no les hará daño el sol ni el bochorno.
17 Porque el Cordero que está delante del trono los apacentará y los conducirá hacia fuentes de aguas vivas. Y Dios enjugará toda lágrima de sus ojos».
1 Y cuando abrió el séptimo sello se hizo en el cielo silencio como de media hora.
2 Y vi a los siete ángeles que están de pie delante de Dios; y les dieron siete trompetas.
3 Y vino otro ángel y se puso de pie junto al altar con un incensario de oro, y le fueron dados muchos perfumes, para que los añadiese a las oraciones de todos los santos sobre el altar de oro que está delante del trono.
4 Y subió el humo de los perfumes con las oraciones de los santos de mano del ángel a la presencia de Dios.
5 El ángel tomó el incensario, lo llenó del fuego del altar y lo arrojó a la tierra: hubo truenos, voces, relámpagos y un terremoto.
6 Y los siete ángeles que tenían las siete trompetas se prepararon para tocar.
7 Y el primero tocó la trompeta, y hubo granizo y fuego mezclados con sangre,y fueron arrojados a la tierra. Una terce-ra parte de la tierra se abrasó, una tercera parte de los árboles se abrasó y toda la hierba verde se abrasó.
8 Y el segundo ángel tocó la trompeta; algo así como una montaña enorme, ardiendo en fuego, fue arrojada al mar: y la tercera parte del mar se convirtió en sangre,
9 la tercera parte de los seres que viven en el mar murió y la tercera parte de las naves fue destruida.
10 Y el tercer ángel tocó la trompeta; y cayó del cielo una estrella gigantesca, ardiendo como una antorcha, y cayó sobre la tercera parte de los ríos y sobre los manantiales de las aguas.
11 El nombre de la estrella es Ajenjo: la tercera parte de las aguas se convirtió en ajenjo, y mucha gente murió por las aguas, porque se habían vuelto amargas.
12 Y el cuarto ángel tocó la trompeta, y fue herida una tercera parte del sol, una tercera parte de la luna y una tercera parte de las estrellas, de modo que se oscureció la tercera parte de ellos y el día perdió una tercera parte de su luz, y lo mismo la noche.
13 Miré: y oí un águila que volaba por mitad del cielo, y decía con gran voz: «¡Ay, ay, ay de los habitantes de la tierra por los toques de trompeta que faltan, por los tres ángeles que están a punto de tocar!».
1 El quinto ángel tocó la trompeta, y vi una estrella caída del cielo a la tierra. Y le fue dada la llave del pozo del abismo,
2 y abrió el pozo del abismo; y subió humo del pozo como el humo de un gran horno, y se oscurecieron el sol y el aire por el humo del pozo.
3 Del humo salieron langostas hacia la tierra, y les fue dado poder como el poder que tienen los escorpiones de la tierra.
4 Se les dijo que no hicieran daño a la hierba ni a nada verde ni a ningún árbol, sino solo a las personas que no llevan el sello de Dios en la frente.
5 Y les fue dado poder no para matarlos, sino para atormentarlos durante cinco meses. Y su tormento es como el tormento del escorpión cuando pica a un hombre.
6 Y en aquellos días los hombres buscarán la muerte y no la encontrarán; desearán morir, y la muerte huirá de ellos.
7 Y el aspecto de las langostas era como de caballos preparados para la guerra; llevan en la cabeza una especie de coronas que parecen de oro, y sus rostros eran como rostros humanos.
8 Y tenían cabellos como cabellos de mujer, y sus dientes eran como de león.
9 Y tenían corazas como corazas de hierro, y el ruido de sus alas era como el ruido de carros con muchos caballos que corren al combate.
10 Tienen colas como de escorpiones, y aguijones, y en sus colas reside su poder para dañar a los hombres durante cinco meses.
11 Tienen como rey sobre ellos al ángel del abismo; en hebreo su nombre es Abaddón y en griego Apolíon.
12 El primer ¡ay! ha pasado; mira que vienen todavía dos después de esto.
13 El sexto ángel tocó la trompeta, y oí una voz que salía de los cuatro ángulos del altar de oro que está delante de Dios.
14 Y le decía al sexto ángel, al que tenía la trompeta: «Suelta a los cuatro ángeles que están atados junto al gran río, el Éufrates».
15 Quedaron sueltos los cuatro ángeles que estaban preparados para aquella hora y día y mes y año, para matar a la tercera parte de los hombres.
16 Y el número de las tropas de caballería era doscientos millones; yo oí su número.
17 En la visión vi así a los caballos y a sus jinetes: tenían corazas de fuego, jacinto y azufre; las cabezas de los caballos eran como cabezas de león, y de sus bocas sale fuego, humo y azufre.
18 Por estas tres plagas que salían de su boca, fuego, humo y azufre, murió la tercera parte de los hombres.
19 Pues el poder de los caballos está en su boca y también en sus colas, ya que sus colas parecen serpientes con cabezas, y con ellas hacen el daño.
20 El resto de los hombres, los que no murieron por estas plagas, tampoco se arrepintieron de las obras de sus manos, no dejaron de adorar a los demonios y a los ídolos de oro y plata, bronce, piedra y madera, que no ven ni oyen ni andan.
21 No se arrepintieron tampoco de sus homicidios ni de sus hechicerías ni de su fornicación ni de sus robos.
1 Y vi otro ángel poderoso que descendía del cielo envuelto en una nube, con el arco iris sobre su cabeza; su rostro era como el sol y sus piernas como columnas de fuego.
2 Tenía en la mano un librito abierto. Puso el pie derecho sobre el mar y el izquierdo sobre la tierra;
3 y gritó con voz potente como ruge el león. Y cuando gritó, los siete truenos hablaron con sus voces.
4 Y cuando hablaron los siete truenos, iba yo a escribir, pero oí una voz del cielo que decía: «Sella lo que han dicho los siete truenos, y no lo escribas».
5 El ángel que había visto de pie sobre el mar y sobre la tierra levantó la mano derecha al cielo
6 y juró por el que vive por los siglos de los siglos, el que creó el cielo y cuanto contiene, la tierra y cuanto contiene, el mar y cuanto contiene: «Se ha terminado el tiempo;
7 cuando el séptimo ángel empuñe su trompeta y dé su toque, entonces, en esos días, se habrá cumplido el misterio de Dios, según la buena nueva que había anunciado a sus siervos los profetas».
8 Y la voz del cielo que había escuchado se puso a hablarme de nuevo diciendo: «Ve a tomar el librito abierto de la mano del ángel que está de pie sobre el mar y la tierra».
9 Me acerqué al ángel y le pedí que me diera el librito. Él me dice: «Toma y devóralo; te amargará en el vientre, pero en tu boca será dulce como la miel».
10 Tomé el librito de mano del ángel y lo devoré; en mi boca sabía dulce como la miel, pero, cuando lo comí, mi vientre se llenó de amargor.
11 Y me dicen: «Es preciso que profetices de nuevo sobre muchos pueblos, naciones, lenguas y reinos».
1 Y se me dio una caña en forma de vara, diciendo: Levántate y mide el santuario de Dios y el altar, y a los que están adorando en él.
2 Pero el atrio exterior del santuario déjalo fuera y no lo midas, porque ha sido dado a los gentiles, y pisotearán la ciudad santa durante cuarenta y dos meses.
3 Y haré que mis dos testigos profeticen durante mil doscientos sesenta días, vestidos de sayal.
4 Estos son los dos olivos y los dos candelabros que están ante el Señor de la tierra.
5 Y si alguien quiere hacerles daño, sale un fuego de su boca y devora a sus enemigos; y si alguien quisiera hacerles daño, es necesario que muera de esa manera.
6 Estos tienen el poder de cerrar el cielo, para que no caiga lluvia durante los días de su profecía, y tienen poder sobre las aguas para convertirlas en sangre y para herir la tierra con toda clase de plagas siempre que quieran.
7 Y cuando hayan terminado su testimonio, la bestia que sube del abismo les hará la guerra y los vencerá y los matará.
8 Y sus cadáveres yacerán en la plaza de la gran ciudad, que se llama espiritualmente Sodoma y Egipto, donde también su Señor fue crucificado.
9 Y gentes de los pueblos, tribus, lenguas y naciones contemplan sus cadáveres durante tres días y medio y no permiten que sus cadáveres sean puestos en un sepulcro.
10 Y los habitantes de la tierra se alegran por ellos y se regocijan y se enviarán regalos unos a otros, porque los dos profetas fueron un tormento para los habitantes de la tierra.
11 Y después de tres días y medio, un espíritu de vida procedente de Dios entró en ellos, y se pusieron de pie, y un gran temor cayó sobre quienes los contemplaban.
12 Y oyeron una gran voz del cielo, que les decía: «Subid aquí». Y subieron al cielo en una nube, y sus enemigos se quedaron mirándolos.
13 Y en aquel momento sobrevino un gran terremoto y la décima parte de la ciudad se derrumbó y siete mil personas murieron por el terremoto y los supervivientes quedaron aterrorizados y dieron gloria al Dios del cielo.
14 El segundo ay ha pasado; mira que el tercero va a llegar pronto.
15 Y el séptimo ángel tocó la trompeta, y hubo grandes voces en el cielo: «¡El reino del mundo ha pasado a nuestro Señor y a su Cristo, y reinará por los siglos de los siglos!».
16 Y los veinticuatro ancianos que están sentados delante de Dios cayeron rostro a tierra y adoraron a Dios,
17 diciendo: «Gracias te damos, Señor Dios omnipotente, el que eres y el que eras, porque has asumido tu gran poder para establecer tu reinado.
18 Se encolerizaron las gentes, llegó tu cólera, y el tiempo de que sean juzgados los muertos, y de dar el galardón a tus siervos los profetas, y a los santos y a los que temen tu nombre, y a los pequeños y a los grandes, y de arruinar a los que arruinaron la tierra».
19 Se abrió en el cielo el santuario de Dios, y apareció en su santuario el arca de su alianza, y hubo relámpagos y voces y truenos y una fuerte granizada.
1 Un gran signo apareció en el cielo: una mujer vestida del sol, y la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza;
2 y está encinta, y grita con dolores de parto y con el tormento de dar a luz.
3 Y apareció otro signo en el cielo: un gran dragón rojo que tiene siete cabezas y diez cuernos, y sobre sus cabezas siete diademas,
4 y su cola arrastra la tercera parte de las estrellas del cielo y las arrojó sobre la tierra. Y el dragón se puso en pie ante la mujer que iba a dar a luz, para devorar a su hijo cuando lo diera a luz.
5 Y dio a luz un hijo varón, el que ha de pastorear a todas las naciones con vara de hierro, y fue arrebatado su hijo junto a Dios y junto a su trono;
6 y la mujer huyó al desierto, donde tiene un lugar preparado por Dios para ser alimentada mil doscientos sesenta días.
7 Y hubo un combate en el cielo: Miguel y sus ángeles combatieron contra el dragón, y el dragón combatió, él y sus ángeles.
8 Y no prevaleció y no quedó lugar para ellos en el cielo.
9 Y fue precipitado el gran dragón, la serpiente antigua, el llamado Diablo y Satanás, el que engaña al mundo entero; fue precipitado a la tierra y sus ángeles fueron precipitados con él.
10 Y oí una gran voz en el cielo que decía: «Ahora se ha establecido la salvación y el poder y el reinado de nuestro Dios, y la potestad de su Cristo; porque fue precipitado el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba ante nuestro Dios día y noche.
11 Ellos lo vencieron en virtud de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio que habían dado, y no amaron tanto su vida que temieran la muerte.
12 Por eso, estad alegres, cielos, y los que habitáis en ellos». ¡Ay de la tierra y del mar!, porque el Diablo ha bajado a vosotros, rebosando furor, sabiendo que le queda ya poco tiempo.
13 Y cuando vio el dragón que había sido precipitado a la tierra, persiguió a la mujer que había dado a luz al hijo varón.
14 Y le fueron dadas a la mujer las dos alas de la gran águila, para que volara al desierto, a su lugar, donde es alimentada un tiempo, y dos tiempos y medio tiempo, lejos de la presencia de la serpiente.
15 Y vomitó la serpiente de su boca, detrás de la mujer, agua como un río para hacer que el río la arrastrara.
16 Y la tierra ayudó a la mujer, y abrió la tierra su boca y se tragó el río que había arrojado el dragón de su boca.
17 Y se llenó de ira el dragón contra la mujer, y se fue a hacer la guerra al resto de su descendencia, los que guardan los mandamientos de Dios y mantienen el testimonio de Jesús.
18 El dragón se detuvo en la arena del mar.
1 Vi una bestia que salía del mar; tenía diez cuernos y siete cabezas, llevaba en los cuernos diez diademas y en las cabezas un nombre blasfemo.
2 La bestia que vi era semejante a una pantera con patas de oso y fauces de león. El dragón le dio su poder, su trono y gran autoridad.
3 Y vi que una de sus cabezas estaba como herida de muerte, pero su herida mortal se había curado. Todo el mundo, admirado, seguía a la bestia;
4 y adoraron al dragón por haber dado su autoridad a la bestia, y adoraron a la bestia, diciendo: «¿Quién como la bestia?, ¿quién puede combatir con ella?».
5 Y se le dio una boca grandilocuente y blasfema y se le dio autoridad para actuar cuarenta y dos meses.
6 Abrió su boca para blasfemar contra Dios, para blasfemar contra su nombre y contra su morada y contra los que habitan en el cielo.
7 Y se le dio combatir contra los santos y vencerlos, y se le dio autoridad sobre toda raza, pueblo, lengua y nación.
8 Lo adorarán todos los habitantes de la tierra, cuyos nombres no están escritos en el libro de la vida del Cordero degollado, desde la creación del mundo.
9 Quien tenga oídos, que oiga:
10 El que está destinado al cautiverio, al cautiverio va. El que mata a espada, a espada tiene que morir. ¡Aquí se requiere la paciencia y la fe de los santos!
11 Vi otra bestia que salía de la tierra; tenía dos cuernos de cordero, pero hablaba como un dragón,
12 y ejerce toda la autoridad de la primera bestia, en su presencia; y hace que la tierra y todos sus habitantes adoren a la primera bestia, cuya llaga mortal había sido curada.
13 Y realiza grandes signos, incluso hace bajar fuego del cielo a la tierra, en presencia de los hombres.
14 Y engaña a los habitantes de la tierra mediante los signos que se le concedió realizar en presencia de la bestia, diciendo a los habitantes de la tierra que hiciesen una imagen de la bestia que tenía la herida de espada, pero que ha sobrevivido.
15 Se le concedió infundir espíritu a la imagen de la bestia, de modo que la imagen de la bestia pudiera hablar e hiciera morir a cuantos no adorasen la imagen de la bestia.
16 Y hace que a todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos, se les ponga una marca en la mano derecha o en la frente,
17 de modo que nadie pueda comprar ni vender si no tiene la marca o el nombre de la bestia.
18 Aquí se requiere sabiduría. El que tenga inteligencia, cuente la cifra de la bestia, pues es cifra humana. Y su cifra es seiscientos sesenta y seis.
1 Miré y he aquí que el Cordero estaba de pie sobre el monte Sión, y con él ciento cuarenta y cuatro mil que llevaban grabados en la frente su nombre y el nombre de su Padre.
2 Oí también como una voz del cielo, como voz de muchas aguas y como voz de un trueno poderoso; y la voz que escuché era como de citaristas que tañían sus citaras.
3 Y cantan un cántico nuevo delante del trono, delante de los cuatro vivientes y los ancianos. Y nadie podía aprender el cántico sino los ciento cuarenta y cuatro mil, los rescatados de la tierra.
4 Estos son los que no se contaminaron con mujeres, porque son vírgenes. Estos son los que siguen al Cordero adondequiera que vaya. Estos fueron rescatados como primicias de los hombres para Dios y el Cordero.
5 En su boca no se halló mentira: son intachables.
6 Vi otro ángel que volaba por mitad del cielo; llevaba un evangelio eterno para anunciarlo a los habitantes de la tierra, a toda nación, raza, lengua y pueblo.
7 Decía con voz poderosa: «Temed a Dios y dadle gloria, porque ha llegado la hora de su juicio; adorad al que hizo el cielo, la tierra, el mar y los manantiales de las aguas».
8 Y otro ángel, el segundo, le seguía diciendo: «Cayó, cayó la gran Babilonia, la que ha embriagado a todas las naciones con el vino del furor de su fornicación».
9 Y otro ángel, el tercero, les seguía diciendo con gran voz: «El que adore a la bestia y a su imagen y reciba su marca en la frente o en la mano,
10 ese beberá del vino del furor de Dios, escanciado sin mezcla en la copa de su ira, y será atormentado con fuego y azufre en presencia de los santos ángeles y del Cordero.
11 El humo de su tormento sube por los siglos de los siglos, y no tienen descanso ni de día ni de noche los que adoran a la bestia y a su imagen y reciben la marca de su nombre».
12 ¡Aquí se requiere la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús!
13 Oí una voz del cielo, que decía: «Escribe: ¡Bienaventurados los muertos, los que mueren en el Señor! Sí –dice el Espíritu–, que descansen de sus fatigas, porque sus obras los acompañan».
14 Miré, y apareció una nube blanca; y sentado sobre la nube alguien como un Hijo de hombre, que tenía en la cabeza una corona de oro y en su mano una hoz afilada.
15 Salió otro ángel del santuario clamando con gran voz al que estaba sentado sobre la nube: «Mete tu hoz y siega; ha llegado la hora de la siega, pues ya está seca la mies de la tierra».
16 El que estaba sentado encima de la nube metió su hoz sobre la tierra y la tierra quedó segada.
17 Otro ángel salió del santuario del cielo, llevando él también una hoz afilada.
18 Y del altar salió otro ángel, el que tiene poder sobre el fuego, y gritó con gran voz al que tenía la hoz afilada, diciendo: «Mete tu hoz afilada y vendimia los racimos de la viña de la tierra, porque los racimos están maduros».
19 El ángel metió su hoz en la tierra y vendimió la viña de la tierra y echó las uvas en el gran lagar de la ira de Dios.
20 Pisotearon el lagar fuera de la ciudad, y salió tanta sangre del lagar, que subió hasta los frenos de los caballos en un radio de mil seiscientos estadios.
1 Vi en el cielo otro signo, grande y maravilloso: Siete ángeles que llevaban siete plagas, las últimas, pues con ellas se consuma la ira de Dios.
2 Vi una especie de mar de vidrio mezclado con fuego; los vencedores de la bestia, de su imagen y del número de su nombre estaban de pie sobre el mar cristalino; tenían en la mano las cítaras de Dios.
3 Y cantan el cántico de Moisés, el siervo de Dios, y el cántico del Cordero, diciendo: «Grandes y admirables son tus obras, Señor, Dios omnipotente; justos y verdaderos tus caminos, rey de los pueblos.
4 ¿Quién no temerá y no dará gloria a tu nombre? Porque vendrán todas las naciones y se postrarán ante ti, porque tú solo eres santo y tus justas sentencias han quedado manifiestas».
5 Después de esto miré y se abrió el santuario de la Tienda del Testimonio,
6 y salieron del santuario los siete ángeles que llevaban las siete plagas, vestidos de lino puro resplandeciente y ceñidos alrededor del pecho con cinturones de oro.
7 Uno de los cuatro vivientes dio a los siete ángeles siete copas de oro llenas de la ira de Dios, que vive por los siglos de los siglos.
8 Y el santuario se llenó de humo procedente de la gloria de Dios y de su poder; y nadie podía entrar en el santuario hasta que se consumaran las siete plagas de los siete ángeles.
1 Y oí una voz potente que salía del santuario y decía a los siete ángeles: «Id a derramar en la tierra las siete copas de la ira de Dios».
2 Salió el primero y derramó su copa en la tierra, y una úlcera maligna y dolorosa apareció en las personas que llevaban la marca de la fiera y adoraban su imagen.
3 El segundo derramó su copa en el mar, y el mar se convirtió en sangre como de muerto; y todo ser vivo que había en el mar murió.
4 El tercero derramó su copa en los ríos y manantiales, y se convirtieron en sangre.
5 Oí al ángel de las aguas que decía: «Justo eres, el que es y el que eras, el Santo, porque has realizado estos juicios:
6 a los que derramaron sangre de los santos y profetas, tú les has dado a beber sangre. Se lo merecen».
7 Y oí que el altar decía: «Sí, Señor, Dios, el todopoderoso, tus juicios son verdaderos y rectos».
8 El cuarto derramó su copa en el sol y se le permitió abrasar a las personas con su fuego;
9 y las personas fueron abrasadas por el enorme calor; y blasfemaron contra el nombre de Dios que tenía el poder sobre estas plagas, pero no se convirtieron dando gloria a Dios.
10 El quinto derramó su copa sobre el trono de la fiera, y su reino quedó en tinieblas; y se mordían la lengua de dolor
11 y maldecían al Dios del cielo por sus dolores y sus úlceras, pero no se arrepintieron de sus obras.
12 El sexto derramó su copa sobre el gran río, el Éufrates, y se secó su agua, de forma que quedó preparado el camino de los reyes que vienen del Oriente.
13 Y vi salir de la boca del dragón, de la boca de la bestia y de la boca del falso profeta tres espíritus inmundos en forma de ranas.
14 Son los espíritus demoníacos que hacen signos y se dirigen a los reyes de la tierra entera con el fin de congregarlos para la batalla del gran Día de Dios todopoderoso.
15 «Mira, vengo como un ladrón. Bienaventurado el que vela y guarda sus vestidos, para que no tenga que pasear desnudo y vean sus vergüenzas».
16 Y los congregó en un lugar llamado en hebreo Harmaguedón.
17 El séptimo derramó su copa en el aire, y del santuario y del trono salió una voz potente que decía: «Ya está hecho».
18 Hubo relámpagos, voces y truenos, y hubo un terremoto tan violento como no lo ha habido desde que hay hombres en la tierra.
19 La gran ciudad se partió en tres y las capitales de las naciones se derrumbaron. Dios se acordó de la gran Babilonia y le hizo beber la copa de vino del furor de su ira.
20 Todas las islas huyeron, los montes desaparecieron.
21 Un gran pedrisco con piedras como de un talento de peso cayó del cielo sobre las personas, y las personas maldijeron a Dios por la plaga del pedrisco, porque era una plaga terrible.
1 Y vino uno de los siete ángeles que tenían las siete copas, y habló conmigo diciendo:
«Ven, que te voy a mostrar el juicio de la gran prostituta, la que está sentada sobre muchas aguas,
2 con la que han fornicado los reyes de la tierra, la que ha emborrachado a los habitantes de la tierra con el vino de su prostitución».
3 Y fui arrebatado en espíritu a un desierto. Vi allí una mujer sentada sobre una bestia de color escarlata, cubierta de títulos blasfemos, que tenía siete cabezas y diez cuernos.
4 La mujer iba vestida de púrpura y escarlata y enjoyada con oro, piedras preciosas y perlas. Tenía en su mano una copa de oro llena de abominaciones y de las impurezas de su fornicación;
5 en la frente llevaba escrito un nombre misterioso: «La gran Babilonia, madre de las prostitutas y de las abominaciones de la tierra».
6 Y vi a la mujer borracha de la sangre de los santos y de la sangre de los testigos de Jesús. Al verla, me quedé muy asombrado.
7 El ángel me dijo: «¿Por qué te has asombrado? Yo te explicaré el misterio de la mujer y de la bestia que la lleva: la de las siete cabezas y los diez cuernos.
8 La bestia que has visto era pero no es, va a subir del abismo para ir a su ruina. Los habitantes de la tierra cuyos nombres no están escritos desde la creación del mundo en el libro de la vida se sorprenderán al ver que la bestia que era y no es se presenta de nuevo.
9 ¡Aquí se requiere inteligencia y sabiduría! Las sietes cabezas son siete colinas donde está sentada la mujer, y siete reyes:
10 cinco cayeron, uno es, el otro no ha llegado todavía y cuando llegue durará poco tiempo.
11 La bestia que era y no es, aunque aparece como octavo, es al mismo tiempo uno de los siete, y va a su ruina.
12 Los diez cuernos que has visto son también diez reyes, los cuales no han recibido todavía el reino, pero recibirán autoridad por breve tiempo, asociados a la bestia.
13 Estos se han puesto de acuerdo para entregar su poder y su autoridad a la bestia.
14 Combatirán contra el Cordero, pero el Cordero los vencerá, porque es Señor de señores y Rey de reyes, y con él los llamados, elegidos y fieles».
15 Y añadió: «Las aguas donde has visto sentada a la prostituta son pueblos y multitudes, naciones y lenguas.
16 Y los diez cuernos que has visto y la bestia, estos aborrecerán a la prostituta y la dejarán asolada y desnuda; se comerán su carne y la destruirán con fuego.
17 Dios les ha puesto en el corazón ejecutar su designio divino, ponerse de acuerdo para entregar su reino a la bestia hasta que se cumplan las palabras de Dios.
18 Y la mujer que has visto es la gran ciudad, emperatriz de los reyes de la tierra».
1 Después de esto vi otro ángel que bajaba del cielo con gran autoridad, y la tierra se deslumbró con su resplandor.
2 Y gritó con fuerte voz: «Cayó, cayó la gran Babilonia. Y se ha convertido en morada de demonios, en guarida de todo espíritu inmundo, en guarida de todo pájaro inmundo y abominable;
3 porque del vino del furor de su prostitución han bebido todas las naciones, los reyes de la tierra fornicaron con ella, y los mercaderes de la tierra se enriquecieron con el poder de su opulencia».
4 Y oí otra voz del cielo que decía: «Pueblo mío, salid de ella, para que no os hagáis cómplices de sus pecados y para que no os alcancen sus plagas;
5 porque sus pecados se han amontonado hasta el cielo, y Dios se ha acordado de sus crímenes.
6 Pagadle con su misma moneda, devolvedle el doble de sus obras, mezcladle en la copa el doble de lo que ella mezcló.
7 En proporción a su fasto y a su lujo, dadle tormento y duelo. Porque ella decía en su corazón: “Estoy sentada como una reina, no soy viuda y no veré duelo nunca";
8 por eso, en un solo día vendrán todas sus plagas, muerte, duelo y hambre, y será consumida por el fuego, porque es poderoso el Señor Dios que la condena.
9 Llorarán y harán duelo por ella los reyes de la tierra que con ella fornicaron y se dieron al lujo, cuando vean el humo de su incendio;
10 y desde lejos, por miedo a su tormento, dirán: “¡Ay, ay de la gran ciudad, Babilonia, la ciudad poderosa! ¡Porque en una hora ha llegado tu castigo!".
11 También los mercaderes de la tierra llorarán y harán duelo por ella, porque ya nadie compra sus mercancías:
12 mercancías de oro y plata, piedras preciosas y perlas; de lino, púrpura, seda y escarlata, toda clase de madera aromática, los objetos de marfil, instrumentos de madera preciosa, de bronce, hierro y mármol;
13 cinamomo y plantas olorosas, perfumes, mirra e incienso, vino y aceite, flor de harina y trigo, vacas y ovejas, caballos y carros, esclavos y personas humanas.
14 Y los frutos maduros, tan apetecidos por ti, se alejaron de ti, todo lo precioso y espléndido se ha acabado para ti, y ya nunca volverán.
15 Los que comerciaban con estos productos, que se hicieron ricos a costa de ella, se quedarán lejos por miedo de su tormento, llorando y lamentándose así:
16 “¡Ay, ay de la gran ciudad! La que se vestía de lino, púrpura y escarlata y se enjoyaba con oro, piedras preciosas y perlas.
17 ¡Porque en una hora ha quedado asolada tanta riqueza!"». Y todos los pilotos, los que navegan de puerto en puerto, los marineros y cuantos bregan en el mar, se quedaron lejos
18 y gritaban al ver el humo de su incendio: «¿Qué otra ciudad tan castigada como la gran ciudad?».
19 Se echaron polvo en la cabeza y gritaban llorando y haciendo duelo: «¡Ay, ay de la gran ciudad, a cuya costa se hicieron ricos todos los que tenían barcos en el mar; que en una hora ha quedado asolada!».
20 ¡Regocíjate, cielo, por ella, y también vosotros, los santos, los apóstoles y los profetas! Porque Dios, al condenarla, ha reivindicado vuestra causa.
21 Un ángel vigoroso levantó una piedra grande como una rueda de molino y la precipitó al mar diciendo: «Así, con este ímpetu será precipitada Babilonia, la gran ciudad, y no quedará rastro de ella.
22 No se escuchará más en ti la voz de citaristas ni músicos, de flautas y trompetas. No habrá más en ti artífices de ningún arte; y ya no se escuchará en ti el ruido del molino; ni brillará más en ti luz de lámpara;
23 ni se escuchará más en ti la voz del novio y de la novia, porque tus mercaderes eran los magnates de la tierra y con tus brujerías embaucaste a todas las naciones.
24 Y en ella se encontró sangre de profetas y de santos y de todos los degollados en la tierra».
1 Después de esto oí en el cielo como el vocerío de una gran muchedumbre, que decía: «¡Aleluya! La salvación, la gloria y el poder son de nuestro Dios,
2 porque sus juicios son verdaderos y justos. Él ha condenado a la gran prostituta que corrompía la tierra con sus fornicaciones, y ha vengado en ella la sangre de sus siervos»
3 Y por segunda vez dijeron: «¡Aleluya!». Y el humo de su incendio sube por los siglos de los siglos.
4 Y los veinticuatro ancianos y los cuatro vivientes se postraron y adoraron a Dios, que está sentado en el trono, diciendo: «¡Amén! Aleluya».
5 Y salió una voz del trono que decía: «Alabad a nuestro Dios sus siervos todos, los que lo teméis, pequeños y grandes».
6 Y oí como el rumor de una muchedumbre inmensa, como el rumor de muchas aguas, y como el fragor de fuertes truenos, que decían: «Aleluya. Porque reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo,
7 alegrémonos y gocemos y démosle gracias. Llegó la boda del Cordero, su esposa se ha embellecido,
8 y se le ha concedido vestirse de lino resplandeciente y puro –el lino son las buenas obras de los santos–».
9 Y me dijo: «Escribe: “Bienaventurados los invitados al banquete de bodas del Cordero"». Y añadió: «Estas son palabras verdaderas de Dios».
10 Caí a sus pies para adorarlo, pero él me dijo: «No lo hagas, yo soy como tú y como tus hermanos que mantienen el testimonio de Jesús; a Dios has de adorar». El testimonio de Jesús es el espíritu de profecía.
11 Y vi el cielo abierto, y apareció un caballo blanco; su jinete se llama «Fiel y Veraz», porque juzga con justicia y combate.
12 Sus ojos son como llama de fuego, muchas diademas ciñen su cabeza, y lleva grabado un nombre que nadie conoce sino él.
13 Va envuelto en un manto empapado en sangre, y es su nombre «el Verbo de Dios».
14 Lo siguen las tropas del cielo sobre caballos blancos, vestidos de lino blanco y puro.
15 Y de su boca sale una espada aguda, para herir con ella a las naciones, pues él las regirá con vara de hierro y pisará el lagar del vino del furor de la ira de Dios todopoderoso.
16 En el manto y en el muslo lleva escrito un título: «Rey de reyes y Señor de señores».
17 Vi un ángel de pie sobre el sol, que gritó con una gran voz, diciendo a todas las aves que vuelan por mitad del cielo: «Venid, reuníos para el gran banquete de Dios;
18 comeréis carne de reyes, carne de generales, carne de poderosos, carne de caballos y de jinetes, carne de hombres de toda clase, libres y esclavos, pequeños y grandes».
19 Vi a la bestia y a los reyes de la tierra con sus tropas, reunidos para hacer la guerra contra el jinete del caballo y su ejército.
20 Fue hecha prisionera la bestia y con ella el falso profeta, el que hacía signos en su presencia, con los que extraviaba a los que llevaban la marca de la bestia y adoraban su imagen. Los dos fueron arrojados vivos en el lago de fuego que arde en azufre.
21 Y los demás fueron muertos por la espada que salía de la boca del jinete del caballo. Y todas las aves se hartaron de su carne.
1 Vi también un ángel que bajaba del cielo con la llave del abismo y una cadena grande en la mano.
2 Sujetó al dragón, la antigua serpiente, o sea, el Diablo o Satanás, y lo encadenó por mil años;
3 lo arrojó al abismo, echó la llave y puso un sello encima, para que no extravíe a las naciones antes que se cumplan los mil años. Después tiene que ser desatado por un poco de tiempo.
4 Vi unos tronos y se sentaron sobre ellos, y se les dio el poder de juzgar; vi también las almas de los decapitados por el testimonio de Jesús y la palabra de Dios, los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen y no habían recibido su marca en la frente ni en la mano. Estos volvieron a la vida y reinaron con Cristo mil años.
5 Los demás muertos no volvieron a la vida hasta pasados los mil años. Esta es la primera resurrección.
6 Bienaventurado y santo quien tiene parte en la primera resurrección; sobre ellos no tiene poder la muerte segunda, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo y reinarán con él mil años.
7 Y cuando se cumplan los mil años, Satanás será soltado de la prisión.
8 Y saldrá para engañar a las naciones de los cuatro lados de la tierra, a Gog y Magog, y congregarlos para la batalla; serán innumerables como las arenas del mar.
9 Avanzaron sobre la anchura de la tierra y cercaron el campamento de los santos y la ciudad predilecta, pero bajó fuego del cielo y los devoró.
10 El diablo que los había engañado fue arrojado al lago de fuego y azufre con la bestia y el falso profeta, y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos.
11 Vi un trono blanco y grande, y al que estaba sentado en él. De su presencia huyeron cielo y tierra, y no dejaron rastro.
12 Vi a los muertos, pequeños y grandes, de pie ante el trono. Se abrieron los libros y se abrió otro libro, el de la vida. Los muertos fueron juzgados según sus obras, escritas en los libros.
13 El mar devolvió a sus muertos, Muerte y Abismo devolvieron a sus muertos, y todos fueron juzgados según sus obras.
14 Después, Muerte y Abismo fueron arrojados al lago de fuego –el lago de fuego es la muerte segunda–.
15 Y si alguien no estaba escrito en el libro de la vida fue arrojado al lago de fuego.
1 Y vi un cielo nuevo y una tierra nueva, pues el primer cielo y la primera tierra desaparecieron, y el mar ya no existe.
2 Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén que descendía del cielo, de parte de Dios, preparada como una esposa que se ha adornado para su esposo.
3 Y oí una gran voz desde el trono que decía: «He aquí la morada de Dios entre los hombres, y morará entre ellos, y ellos serán su pueblo, y el “Dios con ellos" será su Dios».
4 Y enjugará toda lágrima de sus ojos, y ya no habrá muerte, ni duelo, ni llanto ni dolor, porque lo primero ha desaparecido.
5 Y dijo el que está sentado en el trono: «Mira, hago nuevas todas las cosas». Y dijo: «Escribe: estas palabras son fieles y verdaderas».
6 Y me dijo: «Hecho está. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al que tenga sed yo le daré de la fuente del agua de la vida gratuitamente.
7 El vencedor heredará esto: yo seré Dios para él, y él será para mí hijo.
8 Pero los cobardes, incrédulos, abominables, asesinos, impuros, hechiceros, idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda».
9 Y vino uno de los siete ángeles que tenían las siete copas llenas de las siete últimas plagas, y me habló diciendo: «Mira, te mostraré la novia, la esposa del Cordero».
10 Y me llevó en Espíritu a un monte grande y elevado, y me mostró la ciudad santa de Jerusalén que descendía del cielo, de parte de Dios,
11 y tenía la gloria de Dios; su resplandor era semejante a una piedra muy preciosa, como piedra de jaspe cristalino.
12 Tenía una muralla grande y elevada, tenía doce puertas y sobre las puertas doce ángeles y nombres grabados que son las doce tribus de Israel.
13 Al oriente tres puertas, al norte tres puertas, al sur tres puertas, al poniente tres puertas,
14 y la muralla de la ciudad tenía doce cimientos y sobre ellos los nombres de los doce apóstoles del Cordero.
15 Y el que hablaba conmigo usaba como medida una caña de oro para medir la ciudad, sus puertas y su muralla.
16 La ciudad se asienta sobre un cuadrado: su longitud es igual a su anchura. Y midió la ciudad con la caña: doce mil estadios; su longitud, anchura y altura son iguales.
17 Y midió su muralla: ciento cuarenta y cuatro codos, con medida humana, que era la del ángel.
18 Y el material de su muralla es de jaspe y la ciudad es de oro puro semejante al vidrio puro.
19 Y los cimientos de la muralla de la ciudad están adornados con toda clase de piedras preciosas: el primero es de jaspe, el segundo de zafiro, el tercero de calcedonia, el cuarto de esmeralda,
20 el quinto de sardónica, el sexto de cornalina, el séptimo de crisólito, el octavo de berilo, el noveno de topacio, el décimo de ágata, el undécimo de jacinto, el duodécimo de amatista.
21 Y las doce puertas son doce perlas, cada una de las puertas hecha de una sola perla. Y la plaza de la ciudad era de oro puro como vidrio translúcido.
22 Y en ella no vi santuario, pues el Señor, Dios todopoderoso, es su santuario, y también el Cordero.
23 Y la ciudad no necesita del sol ni de la luna que la alumbre, pues la gloria del Señor la ilumina, y su lámpara es el Cordero.
24 Y las naciones caminarán a su luz, y los reyes de la tierra traerán su gloria hasta ella;
25 sus puertas no cerrarán, pues allí no habrá noche,
26 y llevarán hasta ella la gloria y el honor de las naciones.
27 Y no entrará en ella nada profano, ni el que comete abominación y mentira, sino solo los inscritos en el libro de la vida del Cordero.
1 Y me mostró un río de agua de vida, reluciente como el cristal, que brotaba del trono de Dios y del Cordero.
2 En medio de su plaza, a un lado y otro del río, hay un árbol de vida que da doce frutos, uno cada mes. Y las hojas del árbol sirven para la curación de las naciones.
3 Y no habrá maldición alguna. Y el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le darán culto.
4 Y verán su rostro, y su nombre está sobre sus frentes.
5 Y ya no habrá más noche, y no tienen necesidad de luz de lámpara ni de luz de sol, porque el Señor Dios los iluminará y reinarán por los siglos de los siglos.
6 Y me dijo:
Estas son palabras fieles y veraces; el Señor, Dios de los espíritus de los profetas, ha enviado su ángel para mostrar a sus siervos lo que tiene que suceder pronto.
7 Mira, yo vengo pronto. Bienaventurado el que guarda las palabras proféticas de este libro.
8 Yo, Juan, soy el que oí y vi esto; y cuando oí y vi, caí a los pies del ángel que me mostraba esto para adorarlo.
9 Y me dijo: «Mira, no lo hagas. Yo soy un compañero de servicio tuyo y de tus hermanos los profetas y de los que guardan las palabras de este libro. Adora a Dios».
10 Y me dijo:
No selles las palabras proféticas de este libro, porque el tiempo está cerca.
11 Que el injusto siga cometiendo injusticias y el manchado siga manchándose; que el justo siga practicando la justicia y el santo siga santificándose.
12 Mira, yo vengo pronto y traeré mi recompensa conmigo para dar a cada uno según sus obras.
13 Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin, el primero y el último.
14 Bienaventurados los que lavan sus vestiduras para tener acceso al árbol de la vida y entrar por las puertas en la ciudad.
15 Fuera los perros, los hechiceros, los lujuriosos, los asesinos, los idólatras y todo el que ama y practica la injusticia.
16 Yo, Jesús, he enviado a mi ángel para dar testimonio de esto a las iglesias. Yo soy la raíz y la descendencia de David, la estrella radiante de la mañana.
17 El Espíritu y la esposa dicen: ¡Ven!
Y quien lo oiga, diga: «¡Ven!». Y quien tenga sed, que venga. Y quien quiera, que tome el agua de la vida gratuitamente.
18 Yo declaro a todo el que oye las palabras proféticas de este libro: Si alguien añade algo a estas cosas, Dios añadirá sobre él las plagas que están escritas en este libro.
19 Y si alguien quita algo de las palabras de este libro profético, Dios quitará su parte del árbol de la vida y de la ciudad santa, descritas en este libro.
20 Dice el que da testimonio de estas cosas: «Sí, vengo pronto».
Amén, ¡Ven, Señor Jesús!
21 La gracia del Señor Jesús esté con todos.