1 Al principio creó Dios el cielo y la tierra.
2 La tierra estaba informe y vacía; la tiniebla cubría la superficie del abismo, mientras el espíritu de Dios se cernía sobre la faz de las aguas.
3 Dijo Dios: «Exista la luz». Y la luz existió.
4 Vio Dios que la luz era buena. Y separó Dios la luz de la tiniebla.
5 Llamó Dios a la luz «día» y a la tiniebla llamó «noche». Pasó una tarde, pasó una mañana: el día primero.
6 Y dijo Dios: «Exista un firmamento entre las aguas, que separe aguas de aguas».
7 E hizo Dios el firmamento y separó las aguas de debajo del firmamento de las aguas de encima del firmamento. Y así fue.
8 Llamó Dios al firmamento «cielo». Pasó una tarde, pasó una mañana: el día segundo.
9 Dijo Dios: «Júntense las aguas de debajo del cielo en un solo sitio, y que aparezca lo seco». Y así fue.
10 Llamó Dios a lo seco «tierra», y a la masa de las aguas llamó «mar». Y vio Dios que era bueno.
11 Dijo Dios: «Cúbrase la tierra de verdor, de hierba verde que engendre semilla, y de árboles frutales que den fruto según su especie y que lleven semilla sobre la tierra». Y así fue.
12 La tierra brotó hierba verde que engendraba semilla según su especie, y árboles que daban fruto y llevaban semilla según su especie. Y vio Dios que era bueno.
13 Pasó una tarde, pasó una mañana: el día tercero.
14 Dijo Dios: «Existan lumbreras en el firmamento del cielo, para separar el día de la noche, para señalar las fiestas, los días y los años,
15 y sirvan de lumbreras en el firmamento del cielo, para iluminar sobre la tierra». Y así fue.
16 E hizo Dios dos lumbreras grandes: la lumbrera mayor para regir el día, la lumbrera menor para regir la noche; y las estrellas.
17 Dios las puso en el firmamento del cielo para iluminar la tierra,
18 para regir el día y la noche y para separar la luz de la tiniebla. Y vio Dios que era bueno.
19 Pasó una tarde, pasó una mañana: el día cuarto.
20 Dijo Dios: «Bullan las aguas de seres vivientes, y vuelen los pájaros sobre la tierra frente al firmamento del cielo».
21 Y creó Dios los grandes cetáceos y los seres vivientes que se deslizan y que las aguas fueron produciendo según sus especies, y las aves aladas según sus especies. Y vio Dios que era bueno.
22 Luego los bendijo Dios, diciendo: «Sed fecundos y multiplicaos, llenad las aguas del mar; y que las aves se multipliquen en la tierra».
23 Pasó una tarde, pasó una mañana: el día quinto.
24 Dijo Dios: «Produzca la tierra seres vivientes según sus especies: ganados, reptiles y fieras según sus especies». Y así fue.
25 E hizo Dios las fieras según sus especies, los ganados según sus especies y los reptiles según sus especies. Y vio Dios que era bueno.
26 Dijo Dios: «Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza; que domine los peces del mar, las aves del cielo, los ganados y los reptiles de la tierra».
27 Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó, varón y mujer los creó.
28 Dios los bendijo; y les dijo Dios: «Sed fecundos y multiplicaos, llenad la tierra y sometedla; dominad los peces del mar, las aves del cielo y todos los animales que se mueven sobre la tierra».
29 Y dijo Dios: «Mirad, os entrego todas las hierbas que engendran semilla sobre la superficie de la tierra y todos los árboles frutales que engendran semilla: os servirán de alimento.
30 Y la hierba verde servirá de alimento a todas las fieras de la tierra, a todas las aves del cielo, a todos los reptiles de la tierra y a todo ser que respira». Y así fue.
31 Vio Dios todo lo que había hecho, y era muy bueno. Pasó una tarde, pasó una mañana: el día sexto.
1 Así quedaron concluidos el cielo, la tierra y todo el universo.
2 Y habiendo concluido el día séptimo la obra que había hecho, descansó el día séptimo de toda la obra que había hecho.
3 Y bendijo Dios el día séptimo y lo consagró, porque en él descansó de toda la obra que Dios había hecho cuando creó.
4 Esta es la historia del cielo y de la tierra cuando fueron creados.
5 no había aún matorrales en la tierra, ni brotaba hierba en el campo, porque el Señor Dios no había enviado lluvia sobre la tierra, ni había hombre que cultivase el suelo;
6 pero un manantial salía de la tierra y regaba toda la superficie del suelo.
7 Entonces el Señor Dios modeló al hombre del polvo del suelo e insufló en su nariz aliento de vida; y el hombre se convirtió en ser vivo.
8 Luego el Señor Dios plantó un jardín en Edén, hacia Oriente, y colocó en él al hombre que había modelado.
9 El Señor Dios hizo brotar del suelo toda clase de árboles hermosos para la vista y buenos para comer; además, el árbol de la vida en mitad del jardín, y el árbol del conocimiento del bien y el mal.
10 En Edén nacía un río que regaba el jardín, y allí se dividía en cuatro brazos:
11 el primero se llama Pisón; rodea toda la tierra de Javilá, donde hay oro.
12 El oro de este país es bueno; allí hay también bedelio y lapislázuli.
13 El segundo río se llama Guijón; rodea toda la tierra de Cus.
14 El tercero se llama Tigris y corre al este de Asiria. El cuarto es el Éufrates.
15 El Señor Dios tomó al hombre y lo colocó en el jardín de Edén, para que lo guardara y lo cultivara.
16 El Señor Dios dio este mandato al hombre: «Puedes comer de todos los árboles del jardín,
17 pero del árbol del conocimiento del bien y el mal no comerás, porque el día en que comas de él, tendrás que morir».
18 El Señor Dios se dijo: «No es bueno que el hombre esté solo; voy a hacerle a alguien como él, que le ayude».
19 Entonces el Señor Dios modeló de la tierra todas las bestias del campo y todos los pájaros del cielo, y se los presentó a Adán, para ver qué nombre les ponía. Y cada ser vivo llevaría el nombre que Adán le pusiera.
20 Así Adán puso nombre a todos los ganados, a los pájaros del cielo y a las bestias del campo; pero no encontró ninguno como él, que le ayudase.
21 Entonces el Señor Dios hizo caer un letargo sobre Adán, que se durmió; le sacó una costilla, y le cerró el sitio con carne.
22 Y el Señor Dios formó, de la costilla que había sacado de Adán, una mujer, y se la presentó a Adán.
23 Adán dijo: «¡Esta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne! Su nombre será “mujer", porque ha salido del varón».
24 Por eso abandonará el varón a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne.
25 Los dos estaban desnudos, Adán y su mujer, pero no sentían vergüenza uno de otro.
1 La serpiente era más astuta que las demás bestias del campo que el Señor había hecho.
2 Y dijo a la mujer: «¿Conque Dios os ha dicho que no comáis de ningún árbol del jardín?».
3 La mujer contestó a la serpiente: «Podemos comer los frutos de los árboles del jardín; pero del fruto del árbol que está en mitad del jardín nos ha dicho Dios: “No comáis de él ni lo toquéis, de lo contrario moriréis"».
4 La serpiente replicó a la mujer: «No, no moriréis;
5 es que Dios sabe que el día en que comáis de él, se os abrirán los ojos, y seréis como Dios en el conocimiento del bien y el mal».
6 Entonces la mujer se dio cuenta de que el árbol era bueno de comer, atrayente a los ojos y deseable para lograr inteligencia; así que tomó de su fruto y comió. Luego se lo dio a su marido, que también comió.
7 Se les abrieron los ojos a los dos y descubrieron que estaban desnudos; y entrelazaron hojas de higuera y se las ciñeron.
8 Cuando oyeron la voz del Señor Dios que se paseaba por el jardín a la hora de la brisa, Adán y su mujer se escondieron de la vista del Señor Dios entre los árboles del jardín.
9 El Señor Dios llamó a Adán y le dijo: «¿Dónde estás?».
10 Él contestó: «Oí tu ruido en el jardín, me dio miedo, porque estaba desnudo, y me escondí».
11 El Señor Dios le replicó: «¿Quién te informó de que estabas desnudo?, ¿es que has comido del árbol del que te prohibí comer?».
12 Adán respondió: «La mujer que me diste como compañera me ofreció del fruto y comí».
13 El Señor Dios dijo a la mujer: «¿Qué has hecho?». La mujer respondió: «La serpiente me sedujo y comí».
14 El Señor Dios dijo a la serpiente:
«Por haber hecho eso, maldita tú
entre todo el ganado y todas las fieras del campo;
te arrastrarás sobre el vientre
y comerás polvo toda tu vida; |
15 pongo hostilidad entre ti y la mujer,
entre tu descendencia y su descendencia;
esta te aplastará la cabeza
cuando tú la hieras en el talón».
16 A la mujer le dijo:
«Mucho te haré sufrir en tu preñez,
parirás hijos con dolor,
tendrás ansia de tu marido,
y él te dominará».
17 A Adán le dijo:
«Por haber hecho caso a tu mujer
y haber comido del árbol del que te prohibí,
maldito el suelo por tu culpa:
comerás de él con fatiga mientras vivas; |
18 brotará para ti cardos y espinas,
y comerás hierba del campo.
19 Comerás el pan con sudor de tu frente,
hasta que vuelvas a la tierra,
porque de ella fuiste sacado;
pues eres polvo y al polvo volverás».
20 Adán llamó a su mujer Eva, por ser la madre de todos los que viven.
21 El Señor Dios hizo túnicas de piel para Adán y su mujer, y los vistió.
22 Y el Señor Dios dijo: «He aquí que el hombre se ha hecho como uno de nosotros en el conocimiento del bien y el mal; no vaya ahora a alargar su mano y tome también del árbol de la vida, coma de él y viva para siempre».
23 El Señor Dios lo expulsó del jardín de Edén, para que labrase el suelo de donde había sido tomado.
24 Echó al hombre, y a oriente del jardín de Edén colocó a los querubines y una espada llameante que brillaba, para cerrar el camino del árbol de la vida.
1 Adán conoció a Eva, su mujer, que concibió y dio a luz a Caín. Y ella dijo: «He adquirido un hombre con la ayuda del Señor».
2 Después dio a luz a Abel, su hermano. Abel era pastor de ovejas, y Caín cultivaba el suelo.
3 Pasado un tiempo, Caín ofreció al Señor dones de los frutos del suelo;
4 también Abel ofreció las primicias y la grasa de sus ovejas. El Señor se fijó en Abel y en su ofrenda,
5 pero no se fijó en Caín ni en su ofrenda; Caín se enfureció y andaba abatido.
6 El Señor dijo a Caín: «¿Por qué te enfureces y andas abatido?
7 ¿No estarías animado si obraras bien?; pero, si no obras bien, el pecado acecha a la puerta y te codicia, aunque tú podrás dominarlo».
8 Caín dijo a su hermano Abel: «Vamos al campo». Y, cuando estaban en el campo, Caín atacó a su hermano Abel y lo mató.
9 El Señor dijo a Caín: «¿Dónde está Abel, tu hermano?». Respondió Caín: «No sé; ¿soy yo el guardián de mi hermano?».
10 El Señor le replicó: «¿Qué has hecho? La sangre de tu hermano me está gritando desde el suelo.
11 Por eso te maldice ese suelo que ha abierto sus fauces para recibir de tus manos la sangre de tu hermano.
12 Cuando cultives el suelo, no volverá a darte sus productos. Andarás errante y perdido por la tierra».
13 Caín contestó al Señor: «Mi culpa es demasiado grande para soportarla.
14 Puesto que me expulsas hoy de este suelo, tendré que ocultarme de ti, andar errante y perdido por la tierra, y cualquiera que me encuentre me matará».
15 El Señor le dijo: «El que mate a Caín lo pagará siete veces». Y el Señor puso una señal a Caín para que, si alguien lo encontraba, no lo matase.
16 Caín salió de la presencia del Señor y habitó en Nod, al este de Edén.
17 Caín conoció a su mujer; ella concibió y dio a luz a Henoc. Caín estaba edificando una ciudad y le puso el nombre de su hijo Henoc.
18 A Henoc le nació Irad, e Irad engendró a Mejuyael; Mejuyael engendró a Metusael, y Metusael engendró a Lamec.
19 Lamec tomó dos mujeres: una se llamaba Ada y la otra Sila.
20 Ada dio a luz a Yabel, que fue el padre de los que habitan en tiendas con ganados.
21 Su hermano se llamaba Yubal, que fue el padre de los que tocan la cítara y la flauta.
22 Sila, a su vez, dio a luz a Tubalcaín, forjador de herramientas de cobre y hierro; la hermana de Tubalcaín era Naama.
23 Lamec dijo a sus mujeres:
«Ada y Sila, escuchad mi voz;
mujeres de Lamec, prestad oído a mi palabra.
A un hombre he matado por herirme,
y a un joven por golpearme.
24 Caín será vengado siete veces,
y Lamec setenta y siete».
25 Adán conoció otra vez a su mujer, que dio a luz un hijo y lo llamó Set, pues dijo: «Dios me ha dado otro descendiente en lugar de Abel, asesinado por Caín».
26 A Set le nació también un hijo, que se llamó Enós. Por entonces se comenzó a invocar el nombre del Señor.
1 Este es el libro de los descendientes de Adán.
El día en que Dios creó al hombre, a imagen de Dios lo hizo.
2 Los creó varón y mujer, los bendijo y les puso el nombre de «Adán» el día en que los creó.
3 Adán tenía ciento treinta años cuando engendró un hijo a imagen suya, a su semejanza, y lo llamó Set.
4 Después de haber engendrado a Set, vivió Adán ochocientos años y engendró hijos e hijas.
5 Adán vivió un total de novecientos treinta años.
6 Set tenía ciento cinco años cuando engendró a Enós.
7 Después de haber engendrado a Enós, vivió Set ochocientos siete años y engendró hijos e hijas.
8 Set vivió un total de novecientos doce años.
9 Enós tenía noventa años cuando engendró a Quenán.
10 Después de haber engendrado a Quenán, vivió Enós ochocientos quince años y engendró hijos e hijas.
11 Enós vivió un total de novecientos cinco años.
12 Quenán tenía setenta años cuando engendró a Malalel.
13 Después de haber engendrado a Malalel, vivió Quenán ochocientos cuarenta años y engendró hijos e hijas.
14 Quenán vivió un total de novecientos diez años.
15 Malalel tenía sesenta y cinco años cuando engendró a Yared.
16 Después de haber engendrado a Yared, vivió Malalel ochocientos treinta años y engendró hijos e hijas.
17 Malalel vivió un total de ochocientos noventa y cinco años.
18 Yared tenía ciento sesenta y dos años cuando engendró a Henoc.
19 Después de haber engendrado a Henoc, vivió Yared ochocientos años y engendró hijos e hijas.
20 Yared vivió un total de novecientos sesenta y dos años.
21 Henoc tenía sesenta y cinco años cuando engendró a Matusalén.
22 Después de haber engendrado a Matusalén, siguió Henoc los caminos de Dios durante trescientos años y engendró hijos e hijas.
23 Henoc vivió trescientos sesenta y cinco años.
24 Henoc siguió los caminos de Dios y después desapareció, porque Dios se lo llevó.
25 Matusalén tenía ciento ochenta y siete años cuando engendró a Lamec.
26 Después de haber engendrado a Lamec, vivió Matusalén setecientos ochenta y dos años y engendró hijos e hijas.
27 Matusalén vivió un total de novecientos sesenta y nueve años.
28 Lamec tenía ciento ochenta y dos años cuando engendró a un hijo,
29 a quien llamó Noé, pues dijo: «Este nos aliviará de nuestro trabajo y del cansancio de nuestras manos en el suelo que el Señor maldijo».
30 Después de haber engendrado a Noé, vivió Lamec quinientos noventa y cinco años y engendró hijos e hijas.
31 Lamec vivió un total de setecientos setenta y siete años.
32 Noé tenía quinientos años cuando engendró a Sem, Cam y Jafet.
1 Cuando los hombres comenzaron a multiplicarse sobre la superficie del suelo y engendraron hijas,
2 los hijos de Dios vieron que las hijas de los hombres eran bellas y se escogieron mujeres entre ellas.
3 Dijo entonces el Señor: «Mi espíritu no durará por siempre en el hombre, porque es carne; solo vivirá ciento veinte años».
4 Por aquel tiempo había gigantes en la tierra; e incluso después, cuando los hijos de Dios se unieron a las hijas de los hombres y engendraron hijos. Estos fueron los héroes de antaño, los hombres de renombre.
5 Al ver el Señor que la maldad del hombre crecía sobre la tierra y que todos los pensamientos de su corazón tienden siempre y únicamente al mal,
6 el Señor se arrepintió de haber creado al hombre en la tierra y le pesó de corazón.
7 Dijo, pues, el Señor: «Voy a borrar de la superficie de la tierra al hombre que he hecho, junto con los cuadrúpedos, reptiles y aves del cielo, pues me pesa haberlos hecho».
8 Pero Noé obtuvo el favor del Señor.
9 Esta es la historia de Noé. Noé era un hombre justo e íntegro entre sus contemporáneos. Noé siguió los caminos de Dios
10 y engendró tres hijos: Sem, Cam y Jafet.
11 La tierra estaba corrompida ante Dios y llena de violencia.
12 Dios vio la tierra y, en efecto, estaba corrompida, pues todas las criaturas de la tierra se habían corrompido en su proceder.
13 Dios dijo a Noé: «Por lo que a mí respecta, ha llegado el fin de toda criatura, pues por su culpa la tierra está llena de violencia; así que he pensado exterminarlos junto con la tierra.
14 Fabrícate un arca de madera de ciprés. Haz compartimentos en el arca, y calafatéala por dentro y por fuera.
15 La fabricarás así: medirá ciento cincuenta metros de larga, veinticinco de ancha y quince de alta.
16 Haz una claraboya a medio metro del remate, pon una puerta al costado del arca y haz una cubierta inferior, otra intermedia y otra superior.
17 Yo voy a enviar el diluvio a la tierra para exterminar toda criatura viviente bajo el cielo; todo cuanto existe en la tierra perecerá.
18 Pero yo estableceré mi alianza contigo, y entrarás en el arca con tu mujer, tus hijos y sus mujeres.
19 Meterás también en el arca una pareja de cada criatura viviente, macho y hembra, para que conserve la vida contigo.
20 De cada especie de aves, de ganados y de reptiles de la tierra, entrará una pareja contigo para conservar la vida.
21 Recoge toda clase de alimentos y almacénalos para que os sirva de sustento a ti y a ellos».
22 Noé hizo todo lo que le mandó Dios.
1 El Señor dijo a Noé: «Entra en el arca con toda tu familia, pues tú eres el único justo que he encontrado en tu generación.
2 De cada animal puro toma siete parejas, macho y hembra; de los no puros, una pareja, macho y hembra;
3 y lo mismo de los pájaros, siete parejas, macho y hembra, para que conserven la especie en la tierra.
4 Dentro de siete días haré llover sobre la tierra durante cuarenta días con sus noches, y borraré de la superficie del suelo a todos los vivientes que he hecho».
5 Noé hizo todo lo que le mandó el Señor.
6 Tenía Noé seiscientos años cuando vino el diluvio a la tierra.
7 Noé entró en el arca con sus hijos, su mujer y sus nueras, para librarse de las aguas del diluvio.
8 De los animales puros e impuros, de las aves y de todos los reptiles de la tierra,
9 entraron con Noé en el arca de dos en dos, macho y hembra, como Dios había mandado a Noé.
10 Pasados siete días, las aguas del diluvio cubrieron la tierra.
11 En el año seiscientos de la vida de Noé, el día diecisiete del segundo mes, reventaron las fuentes del gran abismo y se abrieron las compuertas del cielo,
12 y estuvo lloviendo sobre la tierra cuarenta días y cuarenta noches.
13 Aquel mismo día entró Noé en el arca con sus hijos, Sem, Cam y Jafet, su mujer y sus tres nueras;
14 y con ellos toda clase de fieras, de ganados, de reptiles, que se arrastran por la tierra, y de aves (pájaros y seres alados), según sus especies.
15 Entraron con Noé en el arca parejas de todas las criaturas con aliento vital;
16 de todas las criaturas entraron macho y hembra, como se lo había mandado Dios. Y tras él cerró el Señor la puerta.
17 El diluvio duró cuarenta días sobre la tierra; el agua creció y levantó el arca, que se alzó por encima de la tierra.
18 El agua se hinchaba y crecía mucho sobre la tierra y el arca flotaba sobre la superficie del agua.
19 El agua se hinchaba más y más sobre la tierra, hasta cubrir las montañas más altas bajo el cielo;
20 unos siete metros por encima subió el agua, cubriendo las montañas.
21 Perecieron todas las criaturas que se movían en la tierra: aves, ganados, fieras y cuanto bullía sobre la tierra; y todos los hombres.
22 Todo lo que exhalaba aliento de vida, todo cuanto existía en la tierra firme, murió.
23 Así fueron exterminados todos los seres de la superficie del suelo, desde los hombres hasta los ganados, los reptiles y las aves del cielo; todos fueron exterminados de la tierra. Solo quedó Noé y los que estaban con él en el arca.
24 Las aguas llenaron la tierra durante ciento cincuenta días.
1 Entonces Dios se acordó de Noé, de todas las fieras y de todo el ganado que estaban con él en el arca; Dios hizo soplar el viento sobre la tierra y el agua comenzó a bajar.
2 Se cerraron los manantiales del abismo y las compuertas del cielo, y cesó la lluvia del cielo.
3 El agua se fue retirando poco a poco de la tierra y decreció, de modo que a los ciento cincuenta días,
4 el día diecisiete del mes séptimo, el arca encalló sobre las montañas de Ararat.
5 El agua continuó disminuyendo hasta el mes décimo, y el día primero de ese mes asomaron los picos de las montañas.
6 Pasados cuarenta días, Noé abrió la claraboya que había hecho en el arca
7 y soltó el cuervo, que estuvo saliendo y retornando hasta que se secó el agua en la tierra.
8 Después soltó la paloma, para ver si había menguado el agua sobre la superficie del suelo.
9 Pero la paloma no encontró donde posarse y volvió al arca, porque todavía había agua sobre la superficie de toda la tierra. Él alargó su mano, la agarró y la metió consigo en el arca.
10 Esperó otros siete días y de nuevo soltó la paloma desde el arca.
11 Al atardecer, la paloma volvió con una hoja verde de olivo en el pico. Noé comprendió que el agua había menguado sobre la tierra.
12 Esperó todavía otros siete días y soltó la paloma, que ya no volvió.
13 El año seiscientos uno, el día primero del mes primero se secó el agua en la tierra. Noé abrió la claraboya del arca, miró y vio que la superficie del suelo estaba seca.
14 El día veintisiete del mes segundo la tierra estaba seca.
15 Entonces dijo Dios a Noé:
16 «Sal del arca con tu mujer, tus hijos y tus nueras.
17 Haz salir también todos los animales que están contigo, todas las criaturas: aves, ganados y reptiles; que se muevan por la tierra, sean fecundos y se multipliquen en ella».
18 Salió, pues, Noé con sus hijos, su mujer y sus nueras.
19 También salieron del arca, por familias, todos los animales, todos los ganados, todas las aves y todos los reptiles que se mueven sobre la tierra.
20 Noé construyó un altar al Señor, tomó animales y aves de toda especie pura y los ofreció en holocausto sobre el altar.
21 El Señor olió el aroma que aplaca y se dijo: «No volveré a maldecir el suelo a causa del hombre, porque la tendencia del corazón humano es mala desde la juventud. No volveré a destruir a los vivientes como acabo de hacerlo.
22 Mientras dure la tierra no han de faltar
siembra y cosecha, frío y calor,
verano e invierno, día y noche».
1 Dios bendijo a Noé y a sus hijos diciéndoles: «Sed fecundos, multiplicaos y llenad la tierra.
2 Todos los animales de la tierra y todas las aves del cielo os temerán y os respetarán; todos los reptiles del suelo y todos los peces del mar están a vuestra disposición.
3 Todo lo que vive y se mueve os servirá de alimento: os lo entrego todo, lo mismo que los vegetales.
4 Pero no comáis carne con sangre, que es su vida.
5 Pediré cuentas de vuestra sangre, que es vuestra vida; se las pediré a cualquier animal. Y al hombre le pediré cuentas de la vida de su hermano.
6 Quien derrame la sangre de un hombre,
por otro hombre será su sangre derramada;
porque a imagen de Dios hizo él al hombre.
7 Vosotros sed fecundos y multiplicaos, moveos por la tierra y dominadla».
8 Dios dijo a Noé y a sus hijos:
9 «Yo establezco mi alianza con vosotros y con vuestros descendientes,
10 con todos los animales que os acompañan, aves, ganados y fieras, con todos los que salieron del arca y ahora viven en la tierra.
11 Establezco, pues, mi alianza con vosotros: el diluvio no volverá a destruir criatura alguna ni habrá otro diluvio que devaste la tierra».
12 Y Dios añadió: «Esta es la señal de la alianza que establezco con vosotros y con todo lo que vive con vosotros, para todas las generaciones:
13 pondré mi arco en el cielo, como señal de mi alianza con la tierra.
14 Cuando traiga nubes sobre la tierra, aparecerá en las nubes el arco
15 y recordaré mi alianza con vosotros y con todos los animales, y el diluvio no volverá a destruir a los vivientes.
16 Aparecerá el arco en las nubes, y al verlo recordaré la alianza perpetua entre Dios y todos los seres vivientes, todas las criaturas que existen sobre la tierra».
17 Aún dijo Dios a Noé: «Esta es la señal de la alianza que establezco con toda criatura que existe en la tierra».
18 Los hijos de Noé que salieron del arca fueron Sem, Cam y Jafet. Cam es el padre de Canaán.
19 Estos tres son los hijos de Noé que se propagaron por toda la tierra.
20 Noé era agricultor y fue el primero en plantar una viña.
21 Bebió del vino, se emborrachó y quedó desnudo dentro de su tienda.
22 Cam, padre de Canaán, vio a su padre desnudo y salió a contárselo a sus dos hermanos.
23 Sem y Jafet tomaron el manto, se lo echaron ambos sobre sus hombros y, caminando de espaldas, taparon la desnudez de su padre; como tenían el rostro vuelto, no vieron desnudo a su padre.
24 Cuando Noé se despertó de la borrachera y se enteró de lo que había hecho con él su hijo menor,
25 dijo:
«Maldito sea Canaán.
Sea el último siervo de sus hermanos».
26 Y añadió:
«Bendito sea el Señor, Dios de Sem.
Sea Canaán su siervo. |
27 El Señor haga fecundo a Jafet,
y more en las tiendas de Sem
y sea Canaán su siervo».
28 Noé vivió después del diluvio trescientos cincuenta años.
29 Noé vivió un total de novecientos cincuenta años.
1 Estos son los descendientes de los hijos de Noé, Sem, Cam y Jafet, nacidos después del diluvio.
2 Hijos de Jafet: Gomer, Magog, Madai, Yaván, Tubal, Mesec y Tirás.
3 Hijos de Gomer: Asquenat, Rifat y Togarma.
4 Hijos de Yaván: Elisa, Tarsis, Quitín y Dodanín.
5 De estos se ramificaron los pueblos de la costa por países, cada uno con su lengua, por familias y naciones.
6 Hijos de Cam: Cus, Misráin, Put y Canaán.
7 Hijos de Cus: Seba, Javila, Sabta, Raama y Sabteca. Hijos de Raama: Seba y Dedán.
8 Cus engendró a Nimrod, el primer héroe de la tierra.
9 Fue un heroico cazador ante el Señor. Por eso se dice: «Heroico cazador ante el Señor, como Nimrod».
10 Las capitales de su reino fueron Babel, Erec, Acad y Calne, en la tierra de Senaar.
11 De este país salió para Asur y construyó Nínive, Rejobotir, Calaj
12 y Resen, entre Nínive y Calaj: es la gran ciudad.
13 Misráin engendró a los lidios, anamitas, leabitas, naftujitas,
14 patrusitas, calusitas y caftoritas, de los que proceden los filisteos.
15 Canaán engendró a Sidón, su primogénito, y a Jet,
16 y a los jebuseos, amorreos, guirgaseos,
17 heveos, arquitas y sinitas,
18 arvaditas, samaritas y jamatitas. Después se dispersaron las familias cananeas.
19 La frontera de los cananeos se extendía desde Sidón, en dirección a Guerar, hasta Gaza; y en dirección a Sodoma, Gomorra, Adma y Seboín, hasta Lesa.
20 Estos son los hijos de Cam, por familias y lenguas, por territorios y naciones.
21 Sem, hermano mayor de Jafet y antepasado de todos los hijos de Eber, también engendró hijos.
22 Hijos de Sem: Elán, Asur, Arfacsad, Lud y Arán.
23 Hijos de Arán: Uz, Jul, Gueter y Mas.
24 Arfacsad engendró a Selaj y Selaj engendró a Eber.
25 Eber engendró dos hijos: uno se llamó Peleg, porque en su tiempo se dividió la tierra, y su hermano se llamó Yoctán.
26 Yoctán engendró a Almodad, Selef, Jasarmavet, Yeraj,
27 Adorán, Uzal, Diclá,
28 Obal, Abimael, Seba,
29 Ofir, Javila y Yobab. Todos estos fueron hijos de Yoctán.
30 Su territorio se extendía desde Mesa hasta Sefar, la montaña oriental.
31 Esos son los descendientes de Sem, por familias, lenguas, territorios y naciones.
32 Estas son las familias de los hijos de Noé, por genealogías y naciones. De ellas se ramificaron las naciones de la tierra después del diluvio.
1 Toda la tierra hablaba una misma lengua con las mismas palabras.
2 Al emigrar los hombres desde Oriente, encontraron una llanura en la tierra de Senaar y se establecieron allí.
3 Se dijeron unos a otros: «Vamos a preparar ladrillos y a cocerlos al fuego». Y emplearon ladrillos en vez de piedras, y alquitrán en vez de argamasa.
4 Después dijeron: «Vamos a construir una ciudad y una torre que alcance el cielo, para hacernos un nombre, no sea que nos dispersemos por la superficie de la tierra».
5 El Señor bajó a ver la ciudad y la torre que estaban construyendo los hombres.
6 Y el Señor dijo: «Puesto que son un solo pueblo con una sola lengua y esto no es más que el comienzo de su actividad, ahora nada de lo que decidan hacer les resultará imposible.
7 Bajemos, pues, y confundamos allí su lengua, de modo que ninguno entienda la lengua del prójimo».
8 El Señor los dispersó de allí por la superficie de la tierra y cesaron de construir la ciudad.
9 Por eso se llama Babel, porque allí confundió el Señor la lengua de toda la tierra, y desde allí los dispersó el Señor por la superficie de la tierra.
10 Estos son los descendientes de Sem:
Sem tenía cien años cuando engendró a Arfacsad, dos años después del diluvio.
11 Después de haber engendrado a Arfacsad, vivió Sem quinientos años, y engendró hijos e hijas.
12 Arfacsad tenía treinta y cinco años cuando engendró a Selaj.
13 Después de haber engendrado a Selaj, vivió Arfacsad cuatrocientos tres años, y engendró hijos e hijas.
14 Selaj tenía treinta años cuando engendró a Eber.
15 Después de haber engendrado a Eber, vivió Selaj cuatrocientos tres años, y engendró hijos e hijas.
16 Eber tenía treinta y cuatro años cuando engendró a Peleg.
17 Después de haber engendrado a Peleg, vivió Eber cuatrocientos treinta años, y engendró hijos e hijas.
18 Peleg tenía treinta años cuando engendró a Reu.
19 Después de haber engendrado a Reu, vivió Peleg doscientos nueve años, y engendró hijos e hijas.
20 Reu tenía treinta y dos años cuando engendró a Serug.
21 Después de haber engendrado a Serug, vivió Reu doscientos siete años, y engendró hijos e hijas.
22 Serug tenía treinta años cuando engendró a Najor.
23 Después de haber engendrado a Najor, vivió Serug doscientos años, y engendró hijos e hijas.
24 Najor tenía veintinueve años cuando engendró a Teraj.
25 Después de haber engendrado a Teraj, vivió Najor ciento diecinueve años, y engendró hijos e hijas.
26 Teraj tenía setenta años cuando engendró a Abrán, a Najor y a Arán.
27 Estos son los descendientes de Teraj:
Teraj engendró a Abrán, Najor y Arán. Arán engendró a Lot.
28 Arán murió en vida de su padre Teraj, en su país natal, Ur de los caldeos.
29 Abrán y Najor se casaron. La mujer de Abrán se llamaba Saray y la mujer de Najor, Milcá, hija de Arán, padre de Milcá y Yiscá.
30 Saray era estéril, no tenía hijos.
31 Teraj tomó a Abrán su hijo, a Lot su nieto, hijo de Arán, a Saray su nuera, mujer de su hijo Abrán, y salió con ellos de Ur de los caldeos para dirigirse a la tierra de Canaán. Llegaron a Jarán y se establecieron allí.
32 Teraj vivió doscientos cinco años y murió en Jarán.
1 El Señor dijo a Abrán: «Sal de tu tierra, de tu patria, y de la casa de tu padre, hacia la tierra que te mostraré.
2 Haré de ti una gran nación, te bendeciré, haré famoso tu nombre y serás una bendición.
3 Bendeciré a los que te bendigan, maldeciré a los que te maldigan, y en ti serán benditas todas las familias de la tierra».
4 Abrán marchó, como le había dicho el Señor, y con él marchó Lot. Abrán tenía setenta y cinco años cuando salió de Jarán.
5 Abrán llevó consigo a Saray su mujer, a Lot su sobrino, todo lo que había adquirido y todos los esclavos que había ganado en Jarán, y salieron en dirección a Canaán. Cuando llegaron a la tierra de Canaán,
6 Abrán atravesó el país hasta la región de Siquén, hasta la encina de Moré. En aquel tiempo habitaban allí los cananeos.
7 El Señor se apareció a Abrán y le dijo: «A tu descendencia daré esta tierra». Él construyó allí un altar en honor del Señor que se le había aparecido.
8 Desde allí continuó hacia las montañas, al este de Betel, y plantó allí su tienda, con Betel a poniente y Ay a levante. Construyó allí un altar al Señor e invocó el nombre del Señor.
9 Después Abrán se trasladó por etapas al Negueb.
10 Pero sobrevino un hambre en el país y Abrán bajó a Egipto para establecerse allí, porque el hambre arreciaba en el país.
11 Cuando estaba llegando a Egipto, dijo a Saray su mujer: «Mira, sé que eres una mujer hermosa;
12 cuando te vean los egipcios, dirán: “Es su mujer", y me matarán a mí y a ti te dejarán con vida.
13 Por favor, di que eres mi hermana, para que me traten bien en atención a ti y salve mi vida por causa tuya».
14 Cuando Abrán llegó a Egipto, vieron los egipcios que su mujer era muy hermosa.
15 La vieron también los oficiales del faraón y la ponderaron ante el faraón. La mujer fue llevada al palacio del faraón.
16 A Abrán se le trató bien en atención a ella, y obtuvo ovejas, vacas, asnos, siervos, siervas, asnas y camellos.
17 Pero el Señor afligió al faraón y a su casa con grandes plagas por causa de Saray, mujer de Abrán.
18 Entonces el faraón llamó a Abrán y le dijo: «¿Qué me has hecho? ¿Por qué no me informaste de que era tu mujer?
19 ¿Por qué me dijiste: “Es mi hermana", de modo que yo la tomé por esposa? Ahora, pues, aquí tienes a tu mujer, tómala y vete».
20 El faraón ordenó a sus hombres que lo despidieran con su mujer y todas sus pertenencias.
1 Abrán subió de Egipto al Negueb con su mujer y todas sus pertenencias; Lot lo acompañaba.
2 Abrán era muy rico en ganado, plata y oro.
3 Desde el Negueb se trasladó por etapas a Betel, al lugar donde había plantado su tienda al principio, entre Betel y Ay,
4 donde antes había construido un altar; y allí invocó el nombre del Señor.
5 También Lot, que iba con Abrán, poseía ovejas, vacas y tiendas,
6 de modo que ya no podían vivir juntos en el país, porque sus posesiones eran inmensas y ya no cabían juntos.
7 Por ello surgieron disputas entre los pastores de Abrán y los de Lot. Además, en aquel tiempo los cananeos y los perizitas habitaban en el país.
8 Abrán dijo a Lot: «No haya disputas entre nosotros dos, ni entre mis pastores y tus pastores, pues somos hermanos.
9 ¿No tienes delante todo el país? Sepárate de mí: si vas a la izquierda, yo iré a la derecha; si vas a la derecha, yo iré a la izquierda».
10 Lot echó una mirada y vio que toda la vega del Jordán, hasta la entrada de Soar, era de regadío –esto era antes de que el Señor destruyera Sodoma y Gomorra– como el jardín del Señor o como Egipto.
11 Lot se escogió la vega del Jordán y marchó hacia levante; y así se separaron el uno del otro.
12 Abrán habitó en Canaán; Lot en las ciudades de la vega, plantando las tiendas hasta Sodoma.
13 Los habitantes de Sodoma eran malvados y pecaban gravemente contra el Señor.
14 El Señor dijo a Abrán, después que Lot se había separado de él: «Alza tus ojos y mira desde el lugar en donde estás hacia el norte, el mediodía, el levante y el poniente.
15 Toda la tierra que ves te la daré a ti y a tus descendientes para siempre.
16 Haré a tus descendientes como el polvo de la tierra: el que pueda contar el polvo de la tierra podrá contar a tus descendientes.
17 Levántate, recorre el país a lo largo y a lo ancho, pues te lo voy a dar».
18 Abrán alzó la tienda y fue a establecerse junto a la encina de Mambré, en Hebrón, donde construyó un altar al Señor.
1 Por aquel tiempo, Anrafel, rey de Senaar, Arioc rey de Elasar, Quedorlaomer rey de Elán y Tidal rey de Goín
2 declararon la guerra a Bera rey de Sodoma, a Birsa rey de Gomorra, a Sinab rey de Adma, a Semeber rey de Seboín y al rey de Bela, esto es, de Soar.
3 Todos estos se reunieron en el valle de Sidín, o sea el mar de la Sal.
4 Durante doce años habían sido vasallos de Quedorlaomer, pero al decimotercero se rebelaron.
5 El año decimocuarto vino Quedorlaomer con sus reyes aliados y derrotaron a los refaítas en Asterot Carnáin, a los zuzíes en Ham, a los emitas en la llanura de Quiriatáin,
6 y a los joritas en las montañas de Seír, junto a El Farán, al lado del desierto.
7 Después se volvieron y vinieron a En Mispat, o sea Cadés, y sometieron el territorio de los amalecitas y también a los amorreos, que habitaban en Jasasón Tamar.
8 Entonces hicieron una expedición los reyes de Sodoma, Gomorra, Adma, Seboín y Bela, esto es, Soar, y presentaron batalla en el valle de Sidín
9 a Quedorlaomer rey de Elán, a Tidal rey de Goín, a Anrafel rey de Senaar, a Arioc rey de Elasar: cuatro reyes contra cinco.
10 El valle de Sidín estaba lleno de pozos de betún y los reyes de Sodoma y Gomorra cayeron en ellos al huir, mientras los otros escapaban a la montaña.
11 Los enemigos saquearon las posesiones de Sodoma y Gomorra con todas las provisiones y se fueron.
12 Al marcharse, se llevaron también a Lot, sobrino de Abrán, con sus posesiones, pues él habitaba en Sodoma.
13 Un fugitivo vino y se lo contó a Abrán el hebreo, que habitaba en el encinar de Mambré el amorreo, hermano de Escol y de Aner, aliados de Abrán.
14 Cuando Abrán oyó que su sobrino había caído prisionero, reunió a sus hombres adiestrados, trescientos dieciocho nacidos en su casa, y emprendió la persecución de aquellos hasta Dan.
15 De noche cayó sobre ellos con su tropa, los batió y persiguió hasta Joba, al norte de Damasco.
16 Recuperó todas sus posesiones y se trajo también a su hermano Lot con sus posesiones, las mujeres y la tropa.
17 Cuando Abrán volvía de derrotar a Quedarlaomer y a los reyes aliados, salió a su encuentro el rey de Sodoma en el valle de Save, o sea el valle del Rey.
18 Entonces Melquisedec, rey de Salén, sacerdote del Dios altísimo, sacó pan y vino,
19 y le bendijo diciendo:
«Bendito sea Abrán por el Dios altísimo,
creador de cielo y tierra; |
20 bendito sea el Dios altísimo,
que te ha entregado tus enemigos».
Y Abrán le dio el diezmo de todo.
21 Luego el rey de Sodoma dijo a Abrán: «Dame la gente, quédate con las posesiones».
22 Pero Abrán replicó: «Juro por el Señor Dios altísimo, creador de cielo y tierra,
23 que no aceptaré un hilo ni una correa de sandalia ni nada de cuanto te pertenece, para que no digas: “Yo he enriquecido a Abrán".
24 No acepto más que lo que han comido mis muchachos y la porción de los que me acompañaron, Aner, Escol y Mambré; que ellos tomen su porción».
1 Después de estos sucesos, el Señor dirigió a Abrán, en una visión, la siguiente palabra: «No temas, Abrán, yo soy tu escudo, y tu paga será abundante».
2 Abrán contestó: «Señor Dios, ¿qué me vas a dar si soy estéril, y Eliezer de Damasco será el amo de mi casa?».
3 Abrán añadió: «No me has dado hijos, y un criado de casa me heredará».
4 Pero el Señor le dirigió esta palabra: «No te heredará ese, sino que uno salido de tus entrañas será tu heredero».
5 Luego lo sacó afuera y le dijo: «Mira al cielo, y cuenta las estrellas, si puedes contarlas». Y añadió: «Así será tu descendencia».
6 Abrán creyó al Señor y se le contó como justicia.
7 Después le dijo: «Yo soy el Señor que te saqué de Ur de los caldeos, para darte en posesión esta tierra».
8 Él replicó: «Señor Dios, ¿cómo sabré que voy a poseerla?».
9 Respondió el Señor: «Tráeme una novilla de tres años, una cabra de tres años, un carnero de tres años, una tórtola y un pichón».
10 Él los trajo y los cortó por el medio, colocando cada mitad frente a la otra, pero no descuartizó las aves.
11 Los buitres bajaban a los cadáveres y Abrán los espantaba.
12 Cuando iba a ponerse el sol, un sueño profundo invadió a Abrán y un terror intenso y oscuro cayó sobre él.
13 El Señor dijo a Abrán: «Has de saber que tu descendencia vivirá como forastera en tierra ajena, la esclavizarán y la oprimirán durante cuatrocientos años.
14 Pero yo juzgaré a la nación a quien han de servir, y después saldrán cargados de riquezas.
15 Tú te reunirás en paz con tus padres y te enterrarán en buena vejez.
16 A la cuarta generación volverán aquí tus descendientes, pues hasta entonces no habrá llegado al colmo la maldad de los amorreos».
17 El sol se puso y vino la oscuridad; una humareda de horno y una antorcha ardiendo pasaban entre los miembros descuartizados.
18 Aquel día el Señor concertó alianza con Abrán en estos términos: «A tu descendencia le daré esta tierra, desde el río de Egipto al gran río Éufrates:
19 los quenitas, quenicitas, cadmonitas,
20 hititas, perizitas, refaítas,
21 amorreos, cananeos, guirgaseos y jebuseos».
1 Saray, la mujer de Abrán, no le daba hijos; pero tenía una esclava egipcia llamada Agar.
2 Saray dijo a Abrán: «El Señor no me concede hijos, llégate, pues, a mi esclava a ver si tengo hijos por medio de ella». Abrán aceptó la propuesta de Saray.
3 Así, a los diez años de habitar Abrán en Canaán, Saray, la mujer de Abrán, tomó a Agar, la esclava egipcia, y se la dio a Abrán, su marido, como esposa.
4 Él se llegó a Agar y ella concibió. Al verse encinta, le perdió el respeto a su señora.
5 Entonces Saray dijo a Abrán: «Tú eres responsable de esta injusticia; yo he puesto en tus brazos a mi esclava, y ella al verse encinta me desprecia. El Señor juzgue entre nosotros dos».
6 Abrán dijo a Saray: «En tu poder está tu esclava, trátala como te parezca». Saray la maltrató y ella se escapó.
7 El ángel del Señor la encontró junto a una fuente en el desierto, la fuente del camino de Sur,
8 y le dijo: «Agar, esclava de Saray, ¿de dónde vienes y adónde vas?». Ella respondió: «Vengo huyendo de Saray mi señora».
9 El ángel del Señor le dijo: «Vuelve a tu señora y sométete a su poder».
10 Y el ángel del Señor añadió: «Haré tan numerosa tu descendencia, que no se podrá contar».
11 Y el ángel del Señor concluyó: «Mira, estás encinta, darás a luz un hijo y lo llamarás Ismael, porque el Señor ha escuchado tu aflicción.
12 Será un potro salvaje: su mano irá contra todos y la de todos contra él; acampará separado de sus hermanos».
13 Agar invocó al Señor, que le había hablado, con el nombre de El Roi (Dios que me ve), pues se dijo: «¿No he visto aquí al que me ve?».
14 Por eso se denominó aquel pozo Beer Lajay Roi (Pozo del Viviente que me ve). Está entre Cadés y Bared.
15 Agar dio un hijo a Abrán, y Abrán llamó Ismael al hijo que le había dado Agar.
16 Abrán tenía ochenta y seis años cuando Agar le engendró a Ismael.
1 Cuando Abrán tenía noventa y nueve años, se le apareció el Señor y le dijo: «Yo soy Dios todopoderoso, camina en mi presencia y sé perfecto.
2 Yo concertaré una alianza contigo: te haré crecer sin medida».
3 Abrán cayó rostro en tierra y Dios le habló así:
4 «Por mi parte, esta es mi alianza contigo: serás padre de muchedumbre de pueblos.
5 Ya no te llamarás Abrán, sino Abrahán, porque te hago padre de muchedumbre de pueblos.
6 Te haré fecundo sobremanera: sacaré pueblos de ti, y reyes nacerán de ti.
7 Mantendré mi alianza contigo y con tu descendencia en futuras generaciones, como alianza perpetua. Seré tu Dios y el de tus descendientes futuros.
8 Os daré a ti y a tu descendencia futura la tierra en que peregrinas, la tierra de Canaán, como posesión perpetua, y seré su Dios».
9 El Señor añadió a Abrahán: «Por tu parte, guarda mi alianza, tú y tus descendientes en sucesivas generaciones.
10 Esta es la alianza que habréis de guardar, una alianza entre yo y vosotros y tus descendientes: sea circuncidado todo varón entre vosotros.
11 Os circuncidaréis la carne del prepucio y esa será la señal de mi alianza con vosotros.
12 A los ocho días de nacer serán circuncidados todos los varones de cada generación: los nacidos en casa y los comprados con dinero a extranjeros que no sean de vuestra raza.
13 Deberán ser circuncidados los nacidos en casa y los comprados con dinero. Así llevaréis en la carne mi alianza como alianza perpetua.
14 Todo varón incircunciso, que no haya circuncidado la carne de su prepucio, será extirpado de mi pueblo, por haber quebrantado mi alianza.
15 El Señor dijo a Abrahán: «Saray, tu mujer, ya no se llamará Saray, sino Sara.
16 La bendeciré y te dará un hijo, a quien también bendeciré. De ella nacerán pueblos y reyes de naciones».
17 Abrahán cayó rostro en tierra y se sonrió, pensando en su interior: «¿Un centenario va a tener un hijo y Sara va a dar a luz a los noventa?».
18 Y Abrahán dijo a Dios: «Ojalá pueda vivir Ismael en tu presencia».
19 Dios replicó: «No, es Sara quien te va a dar un hijo; lo llamarás Isaac; con él estableceré mi alianza y con sus descendientes, una alianza perpetua.
20 En cuanto a Ismael, escucho tu petición: lo bendeciré, lo haré fecundo, lo haré crecer sobremanera, engendrará doce príncipes y lo convertiré en una gran nación.
21 Pero mi alianza la concertaré con Isaac, el hijo que te dará Sara, el año que viene por estas fechas».
22 Cuando el Señor terminó de hablar con Abrahán, se retiró.
23 Entonces Abrahán tomó a su hijo Ismael, a todos los nacidos en su casa y a los comprados con dinero, a todos los varones de su casa, y les circuncidó la carne del prepucio aquel mismo día, como le había dicho Dios.
24 Abrahán tenía noventa y nueve años cuando le circuncidaron la carne de su prepucio.
25 Su hijo Ismael tenía trece años cuando le circuncidaron la carne de su prepucio.
26 Aquel mismo día se hicieron circuncidar Abrahán y su hijo Ismael.
27 Y todos los varones de su casa, los nacidos en casa y los comprados con dinero a extranjeros, fueron circuncidados con él.
1 El Señor se apareció a Abrahán junto a la encina de Mambré, mientras él estaba sentado a la puerta de la tienda, en lo más caluroso del día.
2 Alzó la vista y vio tres hombres frente a él. Al verlos, corrió a su encuentro desde la puerta de la tienda, se postró en tierra
3 y dijo: «Señor mío, si he alcanzado tu favor, no pases de largo junto a tu siervo.
4 Haré que traigan agua para que os lavéis los pies y descanséis junto al árbol.
5 Mientras, traeré un bocado de pan para que recobréis fuerzas antes de seguir, ya que habéis pasado junto a la casa de vuestro siervo». Contestaron: «Bien, haz lo que dices».
6 Abrahán entró corriendo en la tienda donde estaba Sara y le dijo: «Aprisa, prepara tres cuartillos de flor de harina, amásalos y haz unas tortas».
7 Abrahán corrió enseguida a la vacada, escogió un ternero hermoso y se lo dio a un criado para que lo guisase de inmediato.
8 Tomó también cuajada, leche y el ternero guisado y se lo sirvió. Mientras él estaba bajo el árbol, ellos comían.
9 Después le dijeron: «¿Dónde está Sara, tu mujer?». Contestó: «Aquí, en la tienda».
10 Y uno añadió: «Cuando yo vuelva a verte, dentro del tiempo de costumbre, Sara habrá tenido un hijo. Sara estaba escuchando detrás de la entrada de la tienda.
11 Abrahán y Sara eran ancianos, de edad muy avanzada, y Sara ya no tenía sus períodos.
12 Sara se rió para sus adentros, pensando: «Cuando ya estoy agotada, ¿voy a tener placer, con un marido tan viejo?».
13 Entonces el Señor dijo a Abrahán: «¿Por qué se ha reído Sara, diciendo: “De verdad que voy a tener un hijo, yo tan vieja"?
14 ¿Hay algo demasiado difícil para el Señor? Cuando vuelva a visitarte por esta época, dentro del tiempo de costumbre, Sara habrá tenido un hijo».
15 Pero Sara lo negó: «No me he reído», dijo, pues estaba asustada. Él replicó: «No lo niegues, te has reído».
16 Los hombres se levantaron de allí y miraron hacia Sodoma. Abrahán los acompañaba para despedirlos.
17 El Señor pensó: «¿Puedo ocultarle a Abrahán lo que voy a hacer?
18 Abrahán se convertirá en un pueblo grande y numeroso, y en él se bendecirán todos los pueblos de la tierra.
19 Lo he escogido para que mande a sus hijos, a su casa y a sus sucesores que guarden el camino del Señor, practicando la justicia y el derecho; y así cumplirá el Señor a Abrahán lo que le ha prometido».
20 El Señor dijo: «El clamor contra Sodoma y Gomorra es fuerte y su pecado es grave:
21 voy a bajar, a ver si realmente sus acciones responden a la queja llegada a mí; y si no, lo sabré».
22 Los hombres se volvieron de allí y se dirigieron a Sodoma, mientras Abrahán seguía en pie ante el Señor.
23 Abrahán se acercó y le dijo: «¿Es que vas a destruir al inocente con el culpable?
24 Si hay cincuenta inocentes en la ciudad, ¿los destruirás y no perdonarás el lugar por los cincuenta inocentes que hay en él?
25 ¡Lejos de ti tal cosa!, matar al inocente con el culpable, de modo que la suerte del inocente sea como la del culpable; ¡lejos de ti! El juez de toda la tierra, ¿no hará justicia?».
26 El Señor contestó: «Si encuentro en la ciudad de Sodoma cincuenta inocentes, perdonaré a toda la ciudad en atención a ellos».
27 Abrahán respondió: «¡Me he atrevido a hablar a mi Señor, yo que soy polvo y ceniza!
28 Y si faltan cinco para el número de cincuenta inocentes, ¿destruirás, por cinco, toda la ciudad?». Respondió el Señor: «No la destruiré, si es que encuentro allí cuarenta y cinco».
29 Abrahán insistió: «Quizá no se encuentren más que cuarenta». Él dijo: «En atención a los cuarenta, no lo haré».
30 Abrahán siguió hablando: «Que no se enfade mi Señor si sigo hablando. ¿Y si se encuentran treinta?». Él contestó: «No lo haré, si encuentro allí treinta».
31 Insistió Abrahán: «Ya que me he atrevido a hablar a mi Señor, ¿y si se encuentran allí veinte?». Respondió el Señor: «En atención a los veinte, no la destruiré».
32 Abrahán continuó: «Que no se enfade mi Señor si hablo una vez más: ¿Y si se encuentran diez?». Contestó el Señor: «En atención a los diez, no la destruiré».
33 Cuando terminó de hablar con Abrahán, el Señor se fue; y Abrahán volvió a su lugar.
1 Los dos ángeles llegaron a Sodoma al atardecer, mientras Lot estaba sentado a la puerta de Sodoma. Al verlos, Lot se levantó para ir a su encuentro, se postró rostro en tierra
2 y dijo: «Señores míos, os ruego que vengáis a casa de vuestro servidor, para pasar la noche y lavaros los pies; por la mañana seguiréis vuestro camino». Ellos contestaron: «No, pasaremos la noche en la plaza».
3 Pero él insistió tanto que fueron con él y entraron en su casa. Les preparó una comida, coció panes ácimos y comieron.
4 Aún no se habían acostado, cuando los hombres de la ciudad, los sodomitas, rodearon la casa, desde los jóvenes a los viejos, todo el pueblo sin excepción.
5 Y gritaban a Lot y le decían: «¿Dónde están los hombres que han entrado en tu casa esta noche? Sácanoslos para que los conozcamos».
6 Lot salió adonde estaban ellos, a la entrada, cerrando la puerta tras de sí,
7 y dijo: «Por favor, hermanos míos, no cometáis esta maldad.
8 Mirad, tengo dos hijas que aún no han conocido varón; os las sacaré para que las tratéis como os parezca bien, pero no hagáis nada a estos hombres que se han cobijado bajo mi techo».
9 Pero ellos contestaron: «¡Quita allá!». Y añadieron: «Este individuo ha venido como inmigrante y pretende ser juez. Ahora te trataremos peor que a ellos». Y forcejearon con Lot, acercándose a forzar la puerta.
10 Entonces los visitantes alargaron sus manos, metieron a Lot en casa y cerraron la puerta;
11 y a los que estaban ante la puerta, desde el menor hasta el mayor, los cegaron con un resplandor, de modo que, por más que tanteaban, no daban con la puerta.
12 Los visitantes dijeron a Lot: «¿A quién más tienes aquí? Saca de este lugar a tus yernos, hijos, hijas y todo cuanto poseas en la ciudad,
13 porque vamos a destruir este lugar, pues el clamor contra ellos ante el Señor es enorme, y el Señor nos ha enviado para destruirlo».
14 Lot salió a hablar con sus yernos, prometidos de sus hijas, y les dijo: «Levantaos, salid de este lugar, porque el Señor va a destruir la ciudad». Pero sus yernos lo tomaron a broma.
15 Al amanecer, los ángeles urgieron a Lot: «Levántate, toma a tu mujer y a tus dos hijas que están aquí, no vayas a perecer por culpa de la ciudad».
16 Y como no se decidía, los hombres los tomaron de la mano a él, a su mujer y a sus dos hijas, por la misericordia del Señor hacia él,
17 y lo sacaron, poniéndolo fuera de la ciudad y diciéndole: «Ponte a salvo; por tu vida, no mires atrás ni te detengas en la vega; ponte a salvo en los montes, para no perecer».
18 Lot les respondió: «No, Señor mío.
19 Aunque tu siervo ha alcanzado tu favor, pues me has tratado con gran misericordia, salvándome la vida, yo no puedo ponerme a salvo en los montes; la desgracia me alcanzará y moriré.
20 Mira, cerca de aquí hay una ciudad pequeña, donde puedo refugiarme. ¡Permíteme escapar allá! ¿No es acaso muy pequeña? Así yo salvaré la vida».
21 Le contestó: «Accedo a lo que pides, no arrasaré la ciudad que dices.
22 Aprisa, ponte a salvo allí, pues no puedo hacer nada hasta que llegues allá». Por eso la ciudad se llama Soar.
23 Salía el sol sobre la tierra cuando Lot llegó a Soar.
24 El Señor hizo llover sobre Sodoma y Gomorra azufre y fuego desde el cielo.
25 Arrasó aquellas ciudades y toda la vega; los habitantes de las ciudades y la vegetación del suelo.
26 La mujer de Lot miró atrás, y se convirtió en estatua de sal.
27 Abrahán madrugó y se dirigió al sitio donde había estado delante del Señor.
28 Miró en dirección de Sodoma y Gomorra, toda la extensión de la vega, y vio humo que subía del suelo, como humo de horno.
29 Cuando Dios destruyó las ciudades de la vega, se acordó de Abrahán y sacó a Lot de la catástrofe, al arrasar las ciudades donde había vivido Lot.
30 Lot subió de Soar y se estableció en los montes con sus dos hijas, pues tenía miedo de vivir en Soar. Se estableció en una cueva con sus dos hijas.
31 La mayor dijo a la menor: «Nuestro padre es viejo y no hay en el país ningún hombre que se una a nosotras, como se acostumbra en todas partes.
32 Ven, emborrachemos a nuestro padre y acostémonos con él; así tendremos descendencia de él».
33 Aquella noche emborracharon a su padre y la mayor fue y se acostó con él, sin que él se diera cuenta al acostarse y levantarse ella.
34 Al día siguiente la mayor dijo a la menor: «Puesto que anoche dormí yo con mi padre, esta noche lo emborracharemos también, y tú te acuestas con él para tener descendencia de él».
35 Aquella noche también emborracharon a su padre y la menor fue y se acostó con él, sin que él se diera cuenta al acostarse y levantarse ella.
36 Las dos hijas de Lot concibieron de su padre.
37 La mayor dio a luz un hijo y lo llamó Moab. Es el antepasado del Moab actual.
38 También la menor dio a luz un hijo y lo llamó Amón. Es el antepasado de los actuales amonitas.
1 Abrahán partió de allí hacia la región del Negueb y se estableció entre Cadés y Sur. Mientras estaba residiendo en Guerar,
2 Abrahán dijo de su mujer Sara: «Es mi hermana». Abimélec, rey de Guerar, mandó que le trajeran a Sara.
3 Pero Dios se le apareció de noche, en sueños, a Abimélec y le dijo: «Vas a morir por haber tomado esa mujer, pues está casada».
4 Abimélec, que no se había acercado a ella, dijo: «Señor, ¿vas a matar también a gente inocente?
5 ¿No me dijo él: “Es mi hermana", y ella misma dijo: “Es mi hermano"? Lo he hecho de buena fe y con manos limpias».
6 Dios le respondió en sueños: «También yo sé que lo has hecho de buena fe; incluso yo mismo te he preservado de pecar contra mí; por eso no he permitido que la toques.
7 Ahora devuelve la mujer de ese hombre, porque es un profeta e intercederá por ti y vivirás; pero si no se la devuelves, debes saber que moriréis tú y todos los tuyos».
8 Abimélec se levantó temprano, llamó a todos sus servidores y les contó todo lo sucedido. Y los hombres se asustaron mucho.
9 Luego Abimélec llamó a Abrahán y le dijo: «¿Qué nos has hecho? ¿Qué mal te he hecho para que nos hayas expuesto a mí y a mi reino a un pecado tan grande? Lo que has hecho conmigo no se debe hacer».
10 Abimélec preguntó aún a Abrahán: «¿Qué miras tenías para hacer tal cosa?».
11 Abrahán respondió: «Pensé: “seguramente no existe temor de Dios en este lugar y me matarán por causa de mi mujer".
12 Además, en realidad, es mi hermana, hija de mi padre, aunque no de mi madre, y la tomé por mujer.
13 Cuando Dios me hizo vagar lejos de mi casa paterna, le dije: “Hazme este favor: en todos los sitios adonde lleguemos di que soy tu hermano"».
14 Entonces Abimélec tomó ovejas y vacas, siervos y siervas, y se las dio a Abrahán; y le devolvió a Sara, su mujer.
15 Después dijo Abimélec: «Ahí tienes mi país a tu disposición; instálate donde mejor te parezca».
16 A Sara le dijo: «He entregado a tu hermano mil monedas de plata; serán como un velo en los ojos para ti y para todos los que están contigo. Quedas rehabilitada».
17 Abrahán rogó a Dios, y Dios curó a Abimélec, a su mujer y a sus concubinas, que tuvieron hijos,
18 pues el Señor había cerrado la matriz a todas en casa de Abimélec, por causa de Sara, mujer de Abrahán.
1 El Señor visitó a Sara, como había dicho. El Señor cumplió con Sara lo que le había prometido.
2 Sara concibió y dio a Abrahán un hijo en su vejez, en el plazo que Dios le había anunciado.
3 Abrahán llamó Isaac al hijo que le había nacido, el que le había dado Sara.
4 Abrahán circuncidó a su hijo Isaac el octavo día, como le había mandado Dios.
5 Abrahán tenía cien años cuando le nació su hijo Isaac.
6 Sara dijo: «Dios me hizo reír; todo el que lo oiga, reirá conmigo».
7 Y añadió: «¿Quién le habría dicho a Abrahán que Sara iba a amamantar hijos?, pues le he dado un hijo en su vejez».
8 El chico creció y lo destetaron. Abrahán dio un gran banquete el día que destetaron a Isaac.
9 Al ver que el hijo de Agar, la egipcia, y de Abrahán jugaba con Isaac,
10 Sara dijo a Abrahán: «Expulsa a esa criada y a su hijo, pues no va a heredar el hijo de esa criada con mi hijo Isaac».
11 Abrahán se llevó un disgusto, pues era hijo suyo.
12 Pero Dios dijo a Abrahán: «No te aflijas por el muchacho y la criada; haz todo lo que dice Sara, porque será Isaac quien continúe tu descendencia.
13 Pero también al hijo de la criada lo convertiré en un gran pueblo, pues es descendiente tuyo».
14 Abrahán madrugó, tomó pan y un odre de agua, lo cargó a hombros de Agar y la despidió con el muchacho. Ella marchó y fue vagando por el desierto de Berseba.
15 Cuando se agotó el agua del odre, colocó al niño debajo de unas matas;
16 se apartó y se sentó a solas, a la distancia de un tiro de arco, diciendo: «No puedo ver morir al niño». Se sentó aparte y, alzando la voz, rompió a llorar.
17 Dios oyó la voz del niño, y el ángel de Dios llamó a Agar desde el cielo; le dijo: «¿Qué te pasa, Agar? No temas, porque Dios ha oído la voz del chico, allí donde está.
18 Levántate, toma al niño y agárrale fuerte de la mano, porque haré que sea un pueblo grande».
19 Dios le abrió los ojos y vio un pozo de agua; ella fue, llenó el odre de agua y dio de beber al muchacho.
20 Dios estaba con el muchacho, que creció, habitó en el desierto y se hizo un experto arquero.
21 Vivió en el desierto de Farán y su madre tomó para él una mujer egipcia.
22 Por aquel tiempo, Abimélec con Picol, jefe de su tropa, dijo a Abrahán: «Dios está contigo en todo lo que haces.
23 Ahora, pues, júrame por Dios aquí mismo que no me engañarás a mí, ni a mis parientes, ni a mi raza, sino que me tratarás a mí y a la tierra en que estás residiendo como emigrante, con la misma lealtad con que yo te he tratado».
24 Abrahán respondió: «Lo juro».
25 Pero Abrahán se quejó a Abimélec por causa del pozo de agua del que se habían apoderado.
26 Abimélec le dijo: «No sé quién lo hizo. Además tampoco tú me habías informado, ni yo lo había oído hasta hoy».
27 Entonces Abrahán tomó ovejas y vacas, se las dio a Abimélec y los dos concertaron una alianza.
28 Abrahán apartó siete corderas del rebaño
29 y Abimélec preguntó a Abrahán: «¿Qué significan esas siete corderas que has apartado?».
30 Respondió: «Tú recibirás de mi mano esas siete corderas, como testimonio de que yo cavé este pozo».
31 Por eso se llama aquel lugar Berseba, porque allí juraron los dos.
32 Concluida la alianza en Berseba, Abimélec y Picol, jefe de su tropa, se volvieron a la tierra de los filisteos.
33 Abrahán plantó un tamarisco en Berseba e invocó allí el nombre del Señor Dios Eterno.
34 Abrahán residió mucho tiempo en la tierra de los filisteos.
1 Después de estos sucesos, Dios puso a prueba a Abrahán.
Le dijo: «¡Abrahán!». Él respondió: «Aquí estoy».
2 Dios dijo: «Toma a tu hijo único, al que amas, a Isaac, y vete a la tierra de Moria y ofrécemelo allí en holocausto en uno de los montes que yo te indicaré».
3 Abrahán madrugó, aparejó el asno y se llevó consigo a dos criados y a su hijo Isaac; cortó leña para el holocausto y se encaminó al lugar que le había indicado Dios.
4 Al tercer día levantó Abrahán los ojos y divisó el sitio desde lejos.
5 Abrahán dijo a sus criados: «Quedaos aquí con el asno; yo con el muchacho iré hasta allá para adorar, y después volveremos con vosotros».
6 Abrahán tomó la leña para el holocausto, se la cargó a su hijo Isaac, y él llevaba el fuego y el cuchillo. Los dos caminaban juntos.
7 Isaac dijo a Abrahán, su padre: «Padre». Él respondió: «Aquí estoy, hijo mío». El muchacho dijo: «Tenemos fuego y leña, pero ¿dónde está el cordero para el holocausto?».
8 Abrahán contestó: «Dios proveerá el cordero para el holocausto, hijo mío». Y siguieron caminando juntos.
9 Cuando llegaron al sitio que le había dicho Dios, Abrahán levantó allí el altar y apiló la leña, luego ató a su hijo Isaac y lo puso sobre el altar, encima de la leña.
10 Entonces Abrahán alargó la mano y tomó el cuchillo para degollar a su hijo.
11 Pero el ángel del Señor le gritó desde el cielo: «¡Abrahán, Abrahán!». Él contestó: «Aquí estoy».
12 El ángel le ordenó: «No alargues la mano contra el muchacho ni le hagas nada. Ahora he comprobado que temes a Dios, porque no te has reservado a tu hijo, a tu único hijo».
13 Abrahán levantó los ojos y vio un carnero enredado por los cuernos en la maleza. Se acercó, tomó el carnero y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo.
14 Abrahán llamó aquel sitio «El Señor ve», por lo que se dice aún hoy «En el monte el Señor es visto».
15 El ángel del Señor llamó a Abrahán por segunda vez desde el cielo
16 y le dijo: «Juro por mí mismo, oráculo del Señor: por haber hecho esto, por no haberte reservado tu hijo, tu hijo único,
17 te colmaré de bendiciones y multiplicaré a tus descendientes como las estrellas del cielo y como la arena de la playa. Tus descendientes conquistarán las puertas de sus enemigos.
18 Todas las naciones de la tierra se bendecirán con tu descendencia, porque has escuchado mi voz».
19 Abrahán volvió al lado de sus criados y juntos se pusieron en camino hacia Berseba, y Abrahán se quedó a vivir en Berseba.
20 Después de estos sucesos, le comunicaron a Abrahán: «También Milcá ha dado hijos a tu hermano Najor:
21 Uz el primogénito, Buz su hermano y Quemuel, padre de Arán;
22 Quesed, Jazo, Fildas, Yidlaf y Betuel.
23 Betuel engendró a Rebeca. Milcá dio estos ocho hijos a Najor, hermano de Abrahán.
24 Y una concubina, llamada Rauma, también le dio hijos: Tebaj, Gaján, Tajas y Maacá.
1 Sara vivió ciento veintisiete años.
2 Murió Sara en Quiriat Arbá, o sea Hebrón, en la tierra de Canaán. Abrahán fue a hacer duelo por Sara y a llorarla.
3 Después Abrahán dejó a su difunta y habló así a los hititas:
4 «Yo soy un emigrante, residente entre vosotros. Dadme un sepulcro en propiedad, entre vosotros, para enterrar a mi difunta».
5 Los hititas respondieron a Abrahán:
6 «Escúchanos, señor; tú eres un príncipe de Dios entre nosotros. Entierra a tu difunta en el mejor de nuestros sepulcros. Ninguno de nosotros te negará un sepulcro para enterrar a tu difunta».
7 Abrahán se levantó, hizo una inclinación ante la gente del país, los hititas,
8 y les habló así: «Si realmente queréis que entierre a mi difunta, escuchadme y suplicad en mi nombre a Efrón, hijo de Sojar,
9 para que me venda la cueva de Macpela, que es suya y se encuentra en el extremo de su campo. Que me la venda al precio completo, ante vosotros, como sepulcro en propiedad».
10 Efrón estaba sentado entre los hititas. Efrón, el hitita, respondió a Abrahán de forma que lo oyesen los hititas y cuantos entraban por la puerta de la ciudad:
11 «No, señor mío, escúchame: te doy el campo y te doy también la cueva que hay en él. Te la doy en presencia de mis paisanos; entierra a tu difunta».
12 Abrahán hizo una inclinación ante la gente del país
13 y habló a Efrón de forma que lo oyese la gente del país: «Escúchame tú, por favor: yo te doy el precio del campo, acéptalo y enterraré allí a mi difunta».
14 Efrón contestó a Abrahán:
15 «Señor mío, escucha: el terreno vale unas cuatrocientas monedas de plata. ¿Qué es eso entre nosotros dos? Entierra, pues, a tu difunta».
16 Abrahán accedió a la petición de Efrón. Abrahán pesó para Efrón la plata de que este había hablado en presencia de los hititas: unas cuatrocientas monedas de plata de curso entre mercaderes.
17 Y así el campo de Efrón en Macpela, frente a Mambré, el campo con la cueva y todos los árboles dentro de sus linderos,
18 pasó a ser propiedad de Abrahán, en presencia de los hititas y de cuantos entraban por la puerta de la ciudad.
19 Después Abrahán enterró a Sara, su mujer, en la cueva del campo de Macpela, frente a Mambré, o sea Hebrón, en la tierra de Canaán.
20 Y así el campo con la cueva pasó de los hititas a Abrahán como sepulcro en propiedad.
1 Abrahán era anciano, de edad avanzada, y el Señor había bendecido a Abrahán en todo.
2 Abrahán dijo al criado más viejo de su casa, que administraba todas las posesiones: «Pon tu mano bajo mi muslo
3 y júrame por el Señor, Dios del cielo y de la tierra, que no tomarás mujer para mi hijo de entre las hijas de los cananeos, en cuya tierra habito,
4 sino que irás a mi tierra nativa a tomar mujer para mi hijo Isaac».
5 El criado contestó: «Y si la mujer no quiere venir conmigo a esta tierra, ¿tengo que llevar a tu hijo a la tierra de donde saliste?».
6 Abrahán le replicó: «De ninguna manera lleves a mi hijo allá.
7 El Señor Dios del cielo, que me sacó de la casa paterna y del país nativo, y que me juró: “A tu descendencia daré esta tierra", enviará su ángel delante de ti, y traerás de allí mujer para mi hijo.
8 Pero si la mujer no quiere venir contigo, quedas libre del juramento. Mas a mi hijo, no lo lleves allá».
9 El criado puso su mano bajo el muslo de Abrahán, su amo, y le juró cumplirlo.
10 Entonces el criado tomó diez de los camellos de su amo y, llevando toda clase de regalos de su amo, se puso en marcha hacia Arán Najaráin, la ciudad de Najor.
11 Hizo arrodillarse a los camellos junto a un pozo fuera de la ciudad, al atardecer, cuando suelen salir las aguadoras.
12 Y dijo: «Señor, Dios de mi amo Abrahán, concédeme hoy una señal propicia y muestra tu benevolencia a mi amo Abrahán.
13 Aquí estoy junto a la fuente, mientras las muchachas de la ciudad salen a sacar agua;
14 la muchacha a la que yo diga: “Por favor, inclina tu cántaro para que beba" y que me responda: “Bebe y también abrevaré tus camellos", esa sea la que has destinado para tu siervo Isaac. Así sabré que muestras benevolencia con mi amo».
15 Apenas había acabado de hablar, cuando salía Rebeca, hija de Betuel, el hijo de Milcá, la mujer de Najor, el hermano de Abrahán, con el cántaro al hombro.
16 La muchacha era muy hermosa, una doncella que no había conocido varón. Bajó a la fuente, llenó el cántaro y subió.
17 El criado corrió a su encuentro y le dijo: «Por favor, déjame beber un poco de agua de tu cántaro».
18 Ella respondió: «Bebe, señor mío». Y enseguida bajó el cántaro al brazo y le dio de beber.
19 Cuando terminó de darle de beber, ella dijo: «Voy a sacar también agua para tus camellos, hasta que se sacien».
20 Y enseguida vació el cántaro en el abrevadero, corrió al pozo a sacar más y sacó para todos los camellos.
21 El hombre la contemplaba en silencio hasta saber si el Señor daba éxito a su viaje o no.
22 Cuando los camellos terminaron de beber, el hombre tomó un anillo de oro de unos seis gramos de peso y se lo puso en la nariz, y le colocó en los brazos dos pulseras de oro de unos ciento veinte gramos.
23 Luego le preguntó: «¿De quién eres hija? Dímelo, por favor. ¿Hay sitio en casa de tu padre para que pasemos la noche?».
24 Ella le contestó: «Soy hija de Betuel, el hijo de Milcá y de Najor».
25 Y añadió: «También tenemos paja y forraje en abundancia y sitio para pasar la noche».
26 El hombre se inclinó en señal de adoración al Señor
27 y dijo: «Bendito sea el Señor, Dios de mi amo Abrahán, que no ha retirado su benevolencia y fidelidad a mi amo. El Señor me ha guiado por el camino justo a la casa del hermano de mi amo».
28 La muchacha fue corriendo a casa de su madre a contar todas estas cosas.
29 Rebeca tenía un hermano llamado Labán, que salió corriendo hacia la fuente, en busca del hombre.
30 En cuanto vio el anillo y las pulseras en los brazos de su hermana y oyó decir a su hermana Rebeca: «Así me ha hablado el hombre», Labán fue en busca del hombre, que aún estaba con los camellos junto a la fuente.
31 Y le dijo: «Ven, bendito del Señor, ¿por qué permaneces fuera? Yo te he preparado alojamiento y sitio para los camellos».
32 El hombre entró en la casa. Desaparejaron los camellos y les dieron paja y forraje. Luego trajeron agua para que se lavasen los pies el hombre y sus acompañantes.
33 Pero cuando le sirvieron de comer, dijo: «No comeré hasta exponer lo que he de decir». «Habla», le respondieron.
34 Él dijo: «Soy criado de Abrahán.
35 El Señor ha colmado de bendiciones a mi amo, que ha prosperado; le ha dado ovejas y vacas, plata y oro, siervos y siervas, camellos y asnos.
36 Sara, la mujer de mi amo, le ha dado un hijo en su vejez; y a él le ha cedido todos sus bienes.
37 Mi amo me hizo prestar este juramento: “No tomarás mujer para mi hijo de entre las hijas de los cananeos, en cuya tierra habito,
38 sino que irás a casa de mis padres y mis parientes y allí tomarás mujer para mi hijo".
39 Yo contesté a mi amo: “¿Y si la mujer no quiere venir conmigo?".
40 Él replicó: “El Señor, en cuya presencia he caminado, enviará su ángel contigo y dará éxito a tu viaje, y así tomarás mujer para mi hijo en la casa de mi padre y mis parientes.
41 Pero quedarás libre de mi maldición si, llegado a casa de mis parientes, no te la quieren dar; entonces quedarás libre de mi maldición".
42 Cuando llegué hoy a la fuente, dije: “Señor, Dios de mi amo Abrahán, si quieres dar éxito al viaje que he emprendido,
43 aquí estoy junto a la fuente; la muchacha que salga a sacar agua y yo le diga: ‘Dame de beber un poco de agua de tu cántaro’,
44 y ella me responda: ‘Bebe tú y sacaré también para tus camellos’, esa será la mujer que el Señor destina para el hijo de mi amo".
45 Apenas había acabado yo de hablar para mis adentros, cuando salía Rebeca con su cántaro al hombro. Bajó a la fuente, sacó agua y le dije: “Por favor, dame de beber".
46 Ella enseguida bajó el cántaro de su hombro y me respondió: “Bebe tú y abrevaré también tus camellos". Bebí yo y ella abrevó también los camellos.
47 Y le pregunté: “¿De quién eres hija?". Me respondió: “De Betuel, hijo de Najor y Milcá". Entonces le puse un anillo en la nariz y pulseras en los brazos,
48 y me incliné en adoración al Señor, bendiciendo al Señor, Dios de mi amo Abrahán, que me ha guiado por el camino justo, para llevar al hijo de mi amo la hija de su hermano.
49 Ahora, pues, si queréis ser benévolos y leales con mi amo, decídmelo; y si no, decídmelo también, para actuar en consecuencia».
50 Labán y Betuel le contestaron: «El asunto viene del Señor; nosotros no podemos responderte bien o mal.
51 Ahí tienes a Rebeca, tómala y vete, y sea la mujer del hijo de tu amo, como el Señor ha dicho».
52 Cuando el criado de Abrahán oyó sus palabras, se postró en tierra ante el Señor.
53 Luego el criado sacó objetos de plata, objetos de oro y vestidos, y se los dio a Rebeca. Ofreció también regalos a su hermano y a su madre.
54 Después comieron él y sus acompañantes, y pasaron la noche. Cuando se levantaron por la mañana, dijo el criado: «Dejadme volver a mi amo».
55 El hermano y la madre respondieron: «Deja que la chica se quede con nosotros unos diez días, después se marchará».
56 Pero él replicó: «No me retengáis, ya que el Señor ha dado éxito a mi viaje; dejadme volver a mi amo».
57 Ellos dijeron: «Llamemos a la chica y preguntémosle su opinión».
58 Llamaron a Rebeca y le preguntaron: «¿Quieres ir con este hombre?». Ella respondió: «Sí».
59 Entonces despidieron a su hermana Rebeca, a su nodriza, al criado de Abrahán y a sus acompañantes.
60 Y bendijeron a Rebeca diciendo:
«Tú eres nuestra hermana,
crece mil y mil veces;
que tu descendencia someta
el poder de sus enemigos».
61 Rebeca y sus doncellas se levantaron, montaron en los camellos y siguieron al hombre. Así el criado de Abrahán tomó a Rebeca y se fue.
62 Isaac había vuelto del pozo de Lajay Roi. Por entonces habitaba en la región del Negueb.
63 Una tarde, salió a pasear por el campo y, alzando la vista, vio acercarse unos camellos.
64 También Rebeca alzó la vista y, al ver a Isaac, bajó del camello.
65 Ella dijo al criado: «¿Quién es aquel hombre que viene por el campo en dirección a nosotros?». Respondió el criado: «Es mi amo». Entonces ella tomó el velo y se cubrió.
66 El criado le contó a Isaac todo lo que había hecho.
67 Isaac la condujo a la tienda de su madre Sara, la tomó por esposa y con su amor se consoló de la muerte de su madre.
1 Abrahán tomó otra mujer, llamada Queturá,
2 la cual le dio a Zimrán, Yocsán, Medán, Madián, Yisbac y Suaj.
3 Yocsán engendró a Seba y Dedán. Los hijos de Dedán fueron los asuritas, letusitas y leumitas.
4 Los hijos de Madián fueron Efa, Efer, Henoc, Abida y Eldaá. Todos estos fueron descendientes de Queturá.
5 Abrahán legó todo lo que poseía a Isaac.
6 A los hijos de sus concubinas, Abrahán les hizo donaciones; y todavía en vida los envió hacia las tierras de oriente, lejos de su hijo Isaac.
7 Abrahán vivió ciento setenta y cinco años.
8 Murió en buena vejez, anciano y colmado de años, y se reunió con su pueblo.
9 Sus hijos Isaac e Ismael lo enterraron en la cueva de Macpela, frente a Mambré, en el campo del hitita Efrón, hijo de Soar,
10 el campo que Abrahán había comprado a los hititas. Allí fue enterrado Abrahán junto a su mujer Sara.
11 Después de la muerte de Abrahán, Dios bendijo a su hijo Isaac. Isaac se estableció junto al pozo de Lajay Roi.
12 Estos son los descendientes de Ismael, hijo de Abrahán y Agar, la egipcia, criada de Sara.
13 Y estos son los nombres de los hijos de Ismael, por orden de nacimiento: Nebayot, el primogénito de Ismael, Quedar, Adbeel, Mibsán,
14 Misma, Duma, Masa,
15 Jadad, Temá, Yetur, Nafis y Quedma.
16 Estos son los hijos de Ismael y estos sus nombres, por poblados y campamentos: doce jefes de tribu.
17 Los años de la vida de Ismael fueron ciento treinta y siete; luego expiró y fue a reunirse con su pueblo.
18 Los ismaelitas se extendieron desde Javila hasta Sur, junto a Egipto, según se va a Asur, unos frente a otros.
19 Estos son los descendientes de Isaac, hijo de Abrahán. Abrahán engendró a Isaac.
20 Cuando Isaac tenía cuarenta años, tomó por esposa a Rebeca, hija de Betuel, el arameo de Padán Arán, y hermana de Labán el arameo.
21 Isaac rogó al Señor por su mujer, que era estéril. El Señor le atendió y su mujer Rebeca concibió.
22 Pero los niños chocaban tanto en su seno que ella exclamó: «Si es así, ¿para qué estoy aquí?». Y se fue a consultar al Señor.
23 El Señor le dijo:
«Dos naciones hay en tu vientre,
dos pueblos se separarán de tus entrañas.
Un pueblo dominará al otro,
el mayor servirá al menor».
24 Cuando se cumplió el tiempo de dar a luz, había dos mellizos en su vientre.
25 Salió primero uno rojo, todo peludo como un manto, y lo llamaron Esaú.
26 Después salió su hermano, agarrando con la mano el talón de Esaú, y lo llamaron Jacob. Isaac tenía sesenta años cuando nacieron.
27 Los muchachos crecieron. Esaú era un experto cazador, hombre de campo, mientras que Jacob era un hombre comedido, amante de la tienda.
28 Isaac prefería a Esaú, porque le gustaba la caza, pero Rebeca prefería a Jacob.
29 Un día que Jacob estaba preparando un potaje, llegó Esaú del campo, agotado.
30 Esaú dijo a Jacob: «Dame un bocado de ese potaje rojo, pues estoy agotado». Por eso se lo llamó Edón.
31 Jacob respondió: «Véndeme ahora mismo tus derechos de primogenitura».
32 Esaú replicó: «Estoy a punto de morir, ¿de qué me sirve la primogenitura?».
33 Jacob le dijo: «Júramelo ahora mismo». Él se lo juró, y vendió a Jacob su derecho de primogenitura.
34 Entonces Jacob dio a Esaú pan y potaje de lentejas. Él comió y bebió; luego se levantó y se fue. Así menospreció Esaú sus derechos de primogenitura.
1 Sobrevino un hambre en el país, distinta del hambre anterior que hubo en tiempos de Abrahán, e Isaac fue a Guerar, donde Abimélec era rey de los filisteos.
2 El Señor se le había aparecido y le había dicho: «No bajes a Egipto, quédate en el país que yo te indicaré.
3 Reside en ese país, y yo estaré contigo y te bendeciré, pues a ti y a tus descendientes os daré todas estas tierras, cumpliendo el juramento que hice a tu padre Abrahán.
4 Multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y daré a tus descendientes todas estas tierras. En tus descendientes se bendecirán todas las naciones de la tierra,
5 porque Abrahán escuchó mi voz y acató mis órdenes, mandatos, decretos e instrucciones».
6 Isaac se estableció en Guerar.
7 Como los hombres del lugar preguntaran por su mujer, él respondió: «Es mi hermana», pues tenía miedo de decir: «Es mi mujer», no fueran a matarlo aquellos hombres por causa de Rebeca, pues era muy hermosa.
8 Había pasado bastante tiempo; un día Abimélec, rey de los filisteos, estaba mirando por la ventana, cuando vio a Isaac acariciando a su mujer Rebeca.
9 Entonces Abimélec llamó a Isaac y le dijo: «¡Así que es tu mujer! ¿Por qué has dicho: “Es mi hermana"?». Isaac contestó: «Porque pensé que podía morir yo por causa de ella».
10 Abimélec replicó: «¿Qué nos has hecho? Por poco no se acuesta uno del pueblo con tu mujer, haciéndonos a todos culpables».
11 Abimélec dio esta orden a todo el pueblo: «El que toque a este hombre o a su mujer, es reo de muerte».
12 Isaac sembró en aquella tierra y aquel año cosechó el ciento por uno, pues le bendijo el Señor.
13 El hombre prosperó y creció continuamente hasta hacerse muy rico.
14 Poseía rebaños de ovejas y vacas, y una gran servidumbre, tanto que los filisteos le envidiaban.
15 Todos los pozos que habían cavado los criados de su padre en tiempos de su padre Abrahán, cuando este vivía, los cegaron los filisteos llenándolos con tierra.
16 Y Abimélec dijo a Isaac: «Vete de entre nosotros, porque te has hecho más poderoso que nosotros».
17 Isaac se fue de allí y acampó en el valle de Guerar, donde se estableció.
18 Isaac volvió a cavar los pozos de agua que habían sido cavados en tiempo de su padre Abrahán y que los filisteos habían cegado después de la muerte de Abrahán, y los llamó con los mismos nombres que su padre les había puesto.
19 Los criados de Isaac cavaron en el valle y encontraron allí un pozo de agua corriente.
20 Pero los pastores de Guerar riñeron con los pastores de Isaac y les dijeron: «El agua es nuestra». Y llamó al pozo Esec, porque habían reñido con él.
21 Cavaron luego otro pozo y también discutieron por él. Y lo llamó Sitna.
22 Se alejó de allí y cavó otro pozo, por el cual ya no riñeron. Y lo llamó Rejobot, queriendo decir: «Esta vez el Señor nos ha concedido espacio para crecer en el país».
23 Desde allí se dirigió a Berseba.
24 Aquella noche se le apareció el Señor y le dijo: «Yo soy el Dios de tu padre Abrahán; no temas, porque yo estoy contigo. Te bendeciré y multiplicaré tu descendencia, en atención a mi siervo Abrahán».
25 Construyó allí un altar e invocó el nombre del Señor. Plantó allí su tienda y los criados de Isaac cavaron allí un pozo.
26 Abimélec vino desde Guerar a visitarlo con Ajuzat, su consejero, y Picol, jefe de su tropa.
27 Isaac les preguntó: «¿A qué habéis venido aquí, si me odiáis y me habéis echado de entre vosotros?».
28 Contestaron: «Hemos visto claramente que el Señor está contigo y pensamos: “Haya un juramento entre los dos, entre nosotros y tú". Queremos concertar una alianza contigo:
29 tú no nos harás mal alguno, pues nosotros no te hemos tocado; más bien nos hemos portado bien contigo y te hemos dejado ir en paz. Que el Señor te bendiga ahora».
30 Les preparó un banquete, comieron y bebieron.
31 Al día siguiente madrugaron y se prestaron juramento mutuo. Isaac los despidió y se fueron en paz.
32 Aquel mismo día llegaron los criados de Isaac y le hablaron del pozo que habían cavado y le dijeron: «Hemos encontrado agua».
33 Él lo llamó Seba, y de ahí que la ciudad se llame Berseba, hasta hoy.
34 Tenía Esaú cuarenta años cuando tomó por esposa a Judit, hija de Beerí, y a Basmat, hija del hitita Elón.
35 Causaron muchos disgustos a Isaac y Rebeca.
1 Cuando Isaac se hizo viejo y perdió la vista, llamó a su hijo mayor: «Hijo mío». Le contestó: «Aquí estoy».
2 Él le dijo: «Mira, yo soy viejo y no sé cuándo moriré.
3 Toma tus aparejos, arco y aljaba, y sal al campo a buscarme caza;
4 después me preparas un guiso sabroso, como a mí me gusta, y me lo traes para que lo coma; pues quiero darte mi bendición antes de morir».
5 Rebeca escuchó la conversación de Isaac con Esaú, su hijo. Salió Esaú al campo a cazar para su padre.
6 Y Rebeca dijo a su hijo Jacob: «Acabo de oír a tu padre, que, hablando con tu hermano Esaú, le decía:
7 “Tráeme caza y prepárame un guiso sabroso para que lo coma y te bendiga en presencia del Señor, antes de morir".
8 Ahora pues, hijo mío, escúchame bien y haz lo que yo te mando.
9 Ve al rebaño y tráeme dos buenos cabritos, para preparar con ellos un guiso sabroso, como a él le gusta.
10 Se lo llevarás a tu padre para que coma, y así te bendecirá antes de morir».
11 Jacob replicó a Rebeca, su madre: «Ten en cuenta que mi hermano Esaú es velludo y yo, en cambio, lampiño.
12 Si por casualidad me palpa mi padre y quedo ante él como un mentiroso, atraería sobre mí la maldición, en vez de la bendición».
13 Pero su madre le dijo: «Caiga sobre mí tu maldición, hijo mío. Tú hazme caso, ve y tráemelos».
14 Fue, pues, a buscarlos y se los trajo a su madre. Su madre preparó un guiso sabroso, como le gustaba a su padre.
15 Luego Rebeca tomó un traje de su hijo mayor Esaú, el mejor que tenía en casa, y vistió con él a Jacob, su hijo menor.
16 Con la piel de los cabritos le cubrió los brazos y la parte lisa del cuello.
17 Y puso en manos de su hijo Jacob el guiso sabroso que había preparado y el pan.
18 Él entró en la habitación de su padre y dijo: «Padre». Respondió Isaac: «Aquí estoy; ¿quién eres, hijo mío?».
19 Contestó Jacob a su padre: «Soy Esaú, tu primogénito; he hecho lo que me mandaste. Incorpórate, siéntate y come de mi caza; después podrás bendecirme».
20 Isaac dijo a su hijo: «¿Cómo la has podido encontrar tan pronto, hijo mío?». Él respondió: «El Señor tu Dios me la puso al alcance».
21 Isaac dijo a Jacob: «Acércate que te palpe, hijo mío, a ver si eres tú mi hijo Esaú o no».
22 Se acercó Jacob a su padre Isaac, que lo palpó y le dijo: «La voz es de Jacob, pero los brazos son de Esaú».
23 Y no lo reconoció porque sus brazos estaban peludos como los de su hermano Esaú. Así que le bendijo.
24 Pero insistió: «¿Eres tú realmente mi hijo Esaú?». Respondió Jacob: «Yo soy».
25 Isaac dijo: «Sírveme, hijo mío, que coma yo de tu caza; después te bendeciré». Se la sirvió y él comió. Le trajo vino y bebió.
26 Entonces le dijo su padre Isaac: «Acércate y bésame, hijo mío».
27 Se acercó y lo besó. Y, al oler el aroma del traje, le bendijo con estas palabras:
«El aroma de mi hijo
es como el aroma de un campo
que bendijo el Señor.
28 Que Dios te conceda el rocío del cielo,
la fertilidad de la tierra,
abundancia de trigo y de vino.
29 Que te sirvan los pueblos,
y se postren ante ti las naciones.
Sé señor de tus hermanos,
que ellos se postren ante ti.
Maldito quien te maldiga,
bendito quien te bendiga».
30 Apenas había terminado Isaac de bendecir a Jacob, en el instante en que salía Jacob de la presencia de su padre Isaac, su hermano Esaú volvía de cazar.
31 También él preparó un guiso sabroso; se lo llevó a su padre y le dijo: «Padre, incorpórate y come de la caza de tu hijo; después podrás bendecirme».
32 Su padre Isaac le preguntó: «¿Quién eres tú?». Respondió él: «Soy Esaú, tu hijo primogénito».
33 Isaac se estremeció profundamente y preguntó: «Entonces ¿quién es el que me ha traído la caza? Yo la he comido antes de que tú llegaras, lo he bendecido y quedará bendito».
34 Cuando Esaú oyó las palabras de su padre, lanzó un grito fuerte, amargado en extremo, y dijo a su padre: «Padre, bendíceme a mí también».
35 Pero él respondió: «Tu hermano ha venido con astucia y se ha llevado tu bendición».
36 Respondió Esaú: «Con razón se llama Jacob; ya me ha suplantado dos veces: antes me quitó mi primogenitura y ahora me ha quitado mi bendición». Y añadió: «¿No has reservado una bendición para mí?».
37 Isaac respondió a Esaú: «Le he constituido señor tuyo y le he dado a todos sus hermanos por siervos suyos; le he concedido el trigo y el vino. ¿Qué puedo ya hacer por ti, hijo mío?».
38 Replicó Esaú a su padre: «¿Solo tienes una bendición, padre mío? Padre, bendíceme también a mí». Esaú rompió a llorar a gritos.
39 Entonces su padre Isaac le respondió:
«Lejos de la tierra fértil tendrás tu morada,
y lejos del rocío del cielo.
40 Vivirás de tu espada,
y servirás a tu hermano.
Y cuando te rebeles,
sacudirás el yugo de tu cuello».
41 Esaú concibió odio a Jacob, por la bendición que su padre le había dado, y se decía: «Se acercan los días del fin del duelo por mi padre, y entonces mataré a mi hermano Jacob».
42 Cuando comunicaron a Rebeca las palabras de su hijo mayor Esaú, mandó llamar a Jacob, su hijo menor, y le dijo: «Tu hermano Esaú planea matarte para vengarse de ti.
43 Ahora pues, hijo mío, escúchame: Huye a Jarán, a casa de mi hermano Labán,
44 y quédate con él una temporada hasta que se le pase la cólera a tu hermano
45 y cese su indignación contra ti y se olvide de lo que has hecho. Entones yo haré que te traigan de allí. ¿Por qué he de verme privada de vosotros dos en un solo día?».
46 Rebeca dijo a Isaac: «Estas mujeres hititas me hacen la vida imposible. Si Jacob toma por mujer a una hitita como estas, una nativa, ¿de qué me sirve vivir?».
1 Isaac llamó a Jacob, le bendijo y le dio estas órdenes: «No tomes por mujer a una cananea.
2 Anda, vete a Padán Arán, a casa de Betuel, tu abuelo materno, y toma allí por mujer a una de las hijas de Labán, hermano de tu madre.
3 Que Dios todopoderoso te bendiga, te haga fecundo y te multiplique, hasta que llegues a ser una multitud de pueblos.
4 Que él te conceda la bendición de Abrahán, a ti y a tu descendencia, para que poseas la tierra donde resides, que Dios ha entregado a Abrahán».
5 Isaac despidió a Jacob, que se fue a Padán Arán, a casa de Labán, hijo de Betuel el arameo, hermano de Rebeca, la madre de Jacob y Esaú.
6 Se enteró Esaú de que Isaac había bendecido a Jacob y le había enviado a Padán Arán para que tomase mujer allí; y de que, al bendecirle, le había dado esta orden: «No tomes por mujer a una cananea»;
7 y de que Jacob, obedeciendo a su padre y a su madre, había ido a Padán Arán.
8 Cuando Esaú cayó en la cuenta de que las mujeres cananeas desagradaban a su padre Isaac,
9 se dirigió adonde estaba Ismael y, además de las mujeres que tenía, tomó por esposa a Majlat, hija de Ismael, el hijo de Abrahán, hermana de Nebayot.
10 Jacob salió de Berseba en dirección a Jarán.
11 Llegó a un determinado lugar y se quedó allí a pernoctar, porque ya se había puesto el sol. Tomando una piedra de allí mismo, se la colocó por cabezal y se echó a dormir en aquel lugar.
12 Y tuvo un sueño: una escalinata, apoyada en la tierra, con la cima tocaba el cielo. Ángeles de Dios subían y bajaban por ella.
13 El Señor, que estaba en pie junto a ella, le dijo: «Yo soy el Señor, el Dios de tu padre Abrahán y el Dios de Isaac. La tierra sobre la que estás acostado la daré a ti y a tu descendencia.
14 Tu descendencia será como el polvo de la tierra, y te extenderás a occidente y oriente, a norte y sur; y todas las naciones de la tierra serán benditas por causa tuya y de tu descendencia.
15 Yo estoy contigo; yo te guardaré donde quiera que vayas, te haré volver a esta tierra y no te abandonaré hasta que cumpla lo que he prometido».
16 Cuando Jacob despertó de su sueño, dijo: «Realmente el Señor está en este lugar y yo no lo sabía».
17 Y, sobrecogido, añadió: «Qué terrible es este lugar: no es sino la casa de Dios y la puerta del cielo».
18 Jacob se levantó de madrugada, tomó la piedra que había colocado por cabezal, la erigió como estela y derramó aceite por encima.
19 Y llamó a aquel lugar Betel, aunque antes la ciudad se llamaba Luz.
20 Jacob hizo un voto en estos términos: «Si Dios está conmigo y me guarda en el camino que estoy haciendo, si me da pan para comer y vestidos para cubrirme,
21 si vuelvo sano y salvo a casa de mi padre, entonces el Señor será mi Dios,
22 y esta piedra que he erigido como estela será una casa de Dios; y de todo lo que me des, te daré el diezmo».
1 Jacob continuó su viaje hacia la tierra de los orientales.
2 En el campo vio un pozo y tres rebaños de ovejas tumbadas junto a él, pues los rebaños solían abrevarse de aquel pozo. Una piedra grande tapaba la boca del pozo.
3 Cuando se reunían allí todos los rebaños, se corría la piedra de la boca del pozo y se abrevaba el ganado; luego se volvía la piedra a su sitio sobre la boca del pozo.
4 Jacob dijo a los pastores: «Hermanos, ¿de dónde sois?». Respondieron: «Somos de Jarán».
5 Les preguntó: «¿Conocéis a Labán, hijo de Najor?». Contestaron: «Sí».
6 Les dijo: «¿Qué tal está?». Respondieron: «Está bien; mira, su hija Raquel llega con el rebaño».
7 Él dijo: «Aún es pleno día y no es hora de reunir el ganado; abrevad el rebaño y llevadlo a pastar».
8 Contestaron: «No podemos hasta que se reúnan todos los rebaños y se corra la piedra de la boca del pozo; entonces abrevaremos el rebaño».
9 Todavía estaba él hablando con ellos, cuando llegó Raquel con el rebaño de su padre, pues era pastora.
10 Apenas vio Jacob a Raquel, hija de Labán, hermano de su madre, con el rebaño de su tío Labán, se acercó, corrió la piedra de la boca del pozo y abrevó el rebaño de su tío Labán.
11 Después Jacob besó a Raquel y se echó a llorar.
12 Jacob explicó a Raquel que era pariente de su padre e hijo de Rebeca. Ella corrió a contárselo a su padre.
13 Cuando Labán oyó las noticias acerca de Jacob, hijo de su hermana, salió corriendo a su encuentro, lo abrazó, lo besó y lo llevó a su casa; y él contó a Labán todo lo sucedido.
14 Labán le dijo: «Tú eres realmente de mi hueso y carne». Y se quedó con él un mes.
15 Labán dijo a Jacob: «¿Acaso por ser pariente mío me vas a servir de balde? Dime qué salario quieres».
16 Labán tenía dos hijas: la mayor se llamaba Lía y la menor se llamaba Raquel.
17 Lía tenía ojos apagados; Raquel era de buen tipo y bello semblante.
18 Jacob, que se había enamorado de Raquel, le dijo: «Te serviré siete años por Raquel, tu hija menor».
19 Labán respondió: «Mejor es dártela a ti que dársela a un extraño. Quédate conmigo».
20 Jacob sirvió por Raquel siete años, que le parecieron unos pocos días, de lo enamorado que estaba.
21 Jacob dijo a Labán: «Se ha cumplido el plazo; dame mi mujer para que cohabite con ella».
22 Labán reunió a todos los hombres del lugar y les ofreció un banquete.
23 Por la noche tomó a su hija Lía y se la llevó a Jacob, que se acostó con ella.
24 Además, Labán designó a su criada Zilpa como criada de su hija Lía.
25 A la mañana Jacob vio que era Lía, y dijo a Labán: «¿Qué me has hecho? ¿No te he servido por Raquel? ¿Por qué me has engañado?».
26 Labán replicó: «No es costumbre en este lugar dar la menor antes que la mayor.
27 Completa la semana nupcial de esta y te daré también la otra, a cambio de que me sirvas otros siete años».
28 Jacob aceptó y, cumplida la semana de esta, Labán le dio por mujer a su hija Raquel.
29 Además, Labán designó a su criada Bilá como criada de su hija Raquel.
30 Él cohabitó también con Raquel y amó a Raquel más que a Lía; y se quedó a su servicio otros siete años.
31 El Señor vio que Lía era menospreciada y la hizo fecunda, mientras Raquel seguía estéril.
32 Lía concibió, dio a luz un hijo y lo llamó Rubén, pues dijo: «El Señor ha visto mi aflicción; ahora me amará mi marido».
33 Concibió de nuevo y dio a luz un hijo, y dijo: «El Señor ha oído que era menospreciada y me ha dado este también». Y lo llamó Simeón.
34 Volvió a concebir, dio a luz un hijo y dijo: «Ahora sí me cobrará afecto mi marido, pues le he dado tres hijos». Y lo llamó Leví.
35 Concibió de nuevo, dio a luz un hijo y dijo: «Esta vez alabaré al Señor». Por eso lo llamó Judá. Y dejó de tener hijos.
1 Viendo Raquel que no daba hijos a Jacob, tuvo celos de su hermana y dijo a Jacob: «Dame hijos o me muero».
2 Jacob se enfadó con Raquel y dijo: «¿Estoy yo en el lugar de Dios, que te ha negado el fruto del vientre?».
3 Ella dijo: «Ahí tienes a mi criada Bilá. Cohabita con ella, para que dé a luz en mis rodillas; así también tendré yo hijos por medio de ella».
4 Entonces le dio a su criada Bilá por mujer y Jacob cohabitó con ella.
5 Bilá concibió y dio a luz un hijo.
6 Raquel dijo: «Dios me ha hecho justicia y ha escuchado mi súplica, dándome un hijo». Por eso lo llamó Dan.
7 Concibió de nuevo Bilá, la criada de Raquel, y dio otro hijo a Jacob.
8 Raquel dijo: «Dios me ha hecho competir con mi hermana y la he vencido». Y lo llamó Neftalí.
9 Cuando vio Lía que había dejado de tener hijos, tomó a su criada Zilpa y se la dio a Jacob por mujer.
10 Zilpa, la esclava de Lía, dio un hijo a Jacob.
11 Lía exclamó: «¡Qué suerte!». Y lo llamó Gad.
12 Zilpa, la criada de Lía, dio un segundo hijo a Jacob.
13 Y Lía dijo: «¡Qué felicidad! Seguro que las mujeres me felicitarán». Y lo llamó Aser.
14 Un día, durante la siega del trigo, Rubén salió al campo y encontró unas mandrágoras, que llevó a su madre Lía. Raquel dijo a Lía: «Dame algunas mandrágoras de tu hijo».
15 Lía contestó: «¿Te parece poco haberme quitado a mi marido, que vas a quitarme también las mandrágoras de mi hijo?». Raquel replicó: «Que se acueste contigo esta noche a cambio de las mandrágoras de tu hijo».
16 Cuando Jacob volvía del campo, por la tarde, le salió Lía al encuentro, y le dijo: «Tienes que venir conmigo, pues he pagado por ti con unas mandrágoras de mi hijo». Y él se acostó con ella aquella noche.
17 Dios escuchó a Lía, que concibió y dio a Jacob el quinto hijo.
18 Ella dijo: «Dios me ha pagado por haber dado mi criada a mi marido». Y lo llamó Isacar.
19 Concibió de nuevo Lía y dio a Jacob el sexto hijo.
20 Lía dijo: «Dios me ha dado una buena dádiva: esta vez mi marido me tratará como una princesa, pues le he dado seis hijos». Y lo llamó Zabulón.
21 Después dio a luz una hija y la llamó Dina.
22 Entonces se acordó Dios de Raquel. Dios la escuchó e hizo fecundo su seno.
23 Ella concibió, dio a luz un hijo y dijo: «Dios ha quitado mi afrenta».
24 Y lo llamó José, pues dijo: «¡Que el Señor me añada otro hijo!».
25 Después que Raquel dio a luz a José, dijo Jacob a Labán: «Déjame marchar a mi lugar y mi país.
26 Dame mis mujeres, por las que te he servido, y mis hijos, y me marcharé; pues tú sabes el servicio que te he hecho».
27 Labán le respondió: «Si he alcanzado tu favor, escúchame: he adivinado que el Señor me ha bendecido por tu causa».
28 Y añadió: «Dime qué paga quieres, y te la daré».
29 Le respondió: «Tú sabes lo que te he servido y cómo le ha ido a tu ganado conmigo.
30 Lo poco que poseías antes que yo llegara ha crecido muchísimo, porque el Señor te ha bendecido por mi causa. Ahora bien, ¿cuándo voy a hacer yo también algo por mi propia casa?».
31 Labán preguntó: «¿Qué te he de dar?». Jacob respondió: «No me des nada. Si estás de acuerdo con mi propuesta, yo volveré a pastorear y guardar tu rebaño.
32 Pasaré hoy entre todo tu rebaño, apartando de él toda oveja oscura y toda cabra manchada o moteada; ese será mi salario.
33 Y así el día de mañana, cuando vengas a comprobar mi salario, mi honradez quedará en claro: cualquier cabra no manchada o moteada y cualquier oveja no oscura, que estén en mi poder, es que las he robado».
34 Dijo Labán: «Está bien, sea como tú dices».
35 Aquel mismo día apartó Jacob los machos cabríos rayados o manchados y todas las cabras moteadas y manchadas, todo lo que tenía algo de blanco y todo lo negro entre las ovejas, y lo confió a sus hijos.
36 Después Labán se alejó de Jacob a una distancia de tres jornadas, mientras Jacob pastoreaba el resto del rebaño de Labán.
37 Jacob tomó varas verdes de chopo, almendro y plátano, y peló en ellas unas tiras blancas, dejando al descubierto lo blanco de las varas.
38 Luego colocó las varas peladas frente al ganado en los pilones de los abrevaderos, donde el ganado venía a beber. El ganado se apareaba cuando venía a beber.
39 Así el ganado se apareó frente a las varas y parían crías rayadas, moteadas y manchadas.
40 Jacob apartó los corderos y los echó a las reses rayadas y oscuras del ganado de Labán. Así mantuvo separado su ganado, sin mezclarlo con el rebaño de Labán.
41 Cuando las reses más fuertes se iban a aparear, Jacob colocaba las varas delante de ellas en el abrevadero, para que se apareasen frente a las varas.
42 En cambio, cuando las reses eran débiles, no las colocaba; de este modo, las reses endebles eran las de Labán y las fuertes las de Jacob.
43 Así prosperó muchísimo y llegó a tener numerosos rebaños, siervos y siervas, camellos y asnos.
1 Jacob oyó que los hijos de Labán decían: «Jacob se ha apoderado de todo lo de nuestro padre y a costa de nuestro padre ha hecho toda esa fortuna».
2 Jacob observó el gesto de Labán y vio que ya no se portaba con él como antes.
3 El Señor dijo a Jacob: «Vuelve a la tierra de tus padres, donde naciste, y yo estaré contigo».
4 Entonces Jacob hizo venir a Raquel y Lía al campo de los rebaños
5 y les dijo: «Vengo observando el gesto de vuestro padre y ya no se porta conmigo como antes, pero el Dios de mi padre está conmigo.
6 Vosotras sabéis que he servido a vuestro padre con toda mi fuerza;
7 pero vuestro padre me ha engañado y me ha cambiado diez veces el salario, aunque Dios no le ha permitido perjudicarme.
8 Si él decía: “Las reses manchadas serán tu salario", todo el rebaño paría crías manchadas; y si decía: “Las reses rayadas serán tu salario", todo el rebaño paría crías rayadas.
9 Así Dios le ha quitado el rebaño a vuestro padre y me lo ha dado a mí.
10 Una vez, durante el tiempo en que se aparea el ganado, vi en sueños que todos los machos que se apareaban eran rayados, moteados y manchados.
11 El ángel de Dios me llamó en sueños: “Jacob"; yo respondí: “Aquí estoy".
12 Él dijo: “Alza la vista y verás que todos los machos que se aparean son rayados, moteados y manchados; es que yo he visto todo lo que Labán te ha hecho.
13 Yo soy el Dios de Betel, donde ungiste una estela y me hiciste un voto. Ahora levántate, sal de esta tierra y vuelve a tu tierra nativa"».
14 Raquel y Lía respondieron: «¿Tenemos aún parte o herencia en la casa de nuestro padre?
15 ¿No nos trata como a extranjeras? Nos ha vendido y ha gastado nuestro dinero.
16 En realidad, toda la riqueza que Dios le ha quitado a nuestro padre era nuestra y de nuestros hijos. Por tanto, haz todo lo que Dios te ha dicho».
17 Jacob se levantó, montó a sus hijos y a sus mujeres en los camellos,
18 y se llevó todo su ganado y todas las posesiones que había adquirido –el ganado de su propiedad que había adquirido en Padán Arán– y se dirigió a la casa de su padre Isaac, en tierra de Canaán.
19 Labán había ido a esquilar el ganado y Raquel robó los amuletos de su padre.
20 Jacob había embaucado a Labán el arameo, encubriéndole su intención de huir.
21 Así que huyó con todas sus pertenencias y cruzó el río en dirección a la montaña de Galaad.
22 Al tercer día comunicaron a Labán que Jacob había huido.
23 Él tomó a sus parientes consigo y le persiguió durante siete jornadas, hasta que le dio alcance en las montaña de Galaad.
24 Pero aquella noche Dios se le apareció a Labán el arameo en sueños y le dijo: «Guárdate de hablar nada con Jacob, ni bueno ni malo».
25 Labán alcanzó a Jacob, cuando este había plantado su tienda en la montaña; y Labán plantó sus tiendas en la montaña de Galaad.
26 Labán dijo a Jacob: «¿Qué has hecho? ¿Por qué me has embaucado y te has llevado a mis hijas como cautivas de guerra?
27 ¿Por qué has huido furtivamente, y me engañaste, sin decirme nada? Yo te habría despedido con alegría y con cánticos, con panderetas y cítaras.
28 Ni siquiera me dejaste dar un beso a mis hijas y a mis nietos. Te has portado neciamente.
29 En mi poder está haceros daño, pero el Dios de tu padre me dijo anoche: “Cuídate de meterte con Jacob en cualquier sentido".
30 Ahora bien, si te has marchado porque añorabas la casa paterna, ¿por qué me has robado a mis dioses?».
31 Jacob respondió a Labán: «Tuve miedo, pues pensé que podías quitarme a tus hijas.
32 Eso sí, aquel a quien le encuentres tus dioses no quedará con vida. En presencia de nuestros parientes, registra lo que yo tengo y toma lo tuyo». Jacob no sabía que Raquel se los había robado.
33 Labán entró en la tienda de Jacob, en la de Lía y en la de las dos criadas, y no encontró nada. Salió de la tienda de Lía y entró en la de Raquel.
34 Entretanto, Raquel había tomado los amuletos, los había colocado en la silla del camello y se había sentado encima. Labán registró toda la tienda, sin encontrar nada.
35 Ella dijo a su padre: «No tome a mal mi señor el que no pueda levantarme en su presencia, pues me ha venido el período de las mujeres». Y así, aunque él buscó, no encontró los amuletos.
36 Entonces Jacob se irritó y comenzó a discutir con Labán. Dijo Jacob a Labán: «¿Qué crimen he cometido o cuál es mi culpa para que me acoses así?
37 Has registrado todas mis cosas, ¿qué has encontrado que pertenezca a tu casa? Ponlo aquí ante mis parientes y los tuyos, y ellos nos juzgarán a los dos.
38 Hace veinte años que estoy contigo: tus ovejas y tus cabras no han abortado, y no he comido los carneros de tu rebaño.
39 Nunca te traje una res despedazada; yo mismo la restituía. Me reclamabas lo robado de día y lo robado de noche.
40 Durante el día me devoraba el calor y por la noche el frío; y no conciliaba el sueño.
41 De los veinte años que he pasado en tu casa, catorce te he servido por tus dos hijas y otros seis por tu ganado; y tú has cambiado mi salario diez veces.
42 Si el Dios de mi padre, el Dios de Abrahán y el Protector de Isaac no hubiera estado conmigo, me habrías despedido con las manos vacías. Pero Dios se fijó en mi aflicción y fatiga y me ha hecho justicia anoche».
Alianza entre Jacob y Labán
43 Labán respondió a Jacob: «Estas hijas son mis hijas, y estos hijos son mis hijos; mío es el rebaño, y todo lo que ves es mío. ¿Qué puedo hacer hoy por estas hijas mías y por los hijos que ellas dieron a luz?
44 Ahora ven, hagamos una alianza tú y yo, que sirva de testimonio entre los dos».
45 Jacob entonces tomó una piedra y la erigió como estela.
46 Luego dijo Jacob a sus parientes: «Recoged piedras». Ellos recogieron piedras, hicieron un montón y comieron sobre él.
47 Labán lo llamó Yegar Saadutá y Jacob lo llamó Galaad.
48 Labán dijo: «Este montón es hoy testimonio entre tú y yo». Por eso lo llamó Galaad.
49 También lo llamó Mispá, pues dijo: «Que el Señor vele entre tú y yo cuando nos hayamos separado el uno del otro.
50 Si maltratas a mis hijas o tomas otras mujeres aparte de mis hijas, aunque nadie lo vea, Dios será testigo entre tú y yo».
51 Dijo además Labán a Jacob: «Mira este montón y esta estela que he erigido entre tú y yo:
52 testigo sea este montón y testigo esta estela de que yo no traspasaré este montón hacia ti, ni tú traspasarás este montón ni esta estela hacia mí, con intenciones hostiles.
53 Que el Dios de Abrahán y el Dios de Najor (Dios de sus padres) juzgue entre nosotros». Y Jacob juró por el Protector de Isaac, su padre.
54 Luego Jacob ofreció un sacrificio en la montaña e invitó a sus parientes a comer. Comieron y pasaron la noche en la montaña.
1 A la mañana siguiente, Labán madrugó, besó a sus nietos y a sus hijas y los bendijo. Después se volvió a su casa.
2 Jacob siguió su camino y se encontró con unos ángeles de Dios.
3 Al verlos, dijo: «Este es el campamento de Dios». Y llamó aquel lugar Majanáin.
4 Jacob envió mensajeros por delante a su hermano Esaú, a la tierra de Seír, al campo de Edón,
5 con este mensaje: «Decid a mi señor Esaú: “Esto dice tu siervo Jacob: He estado viviendo con Labán, deteniéndome allí hasta ahora.
6 Tengo bueyes, asnos, ovejas, siervos y siervas; he enviado a informar a mi señor, para obtener su favor"».
7 Los mensajeros volvieron a Jacob y le dijeron: «Hemos ido adonde tu hermano Esaú y él mismo viene a tu encuentro con cuatrocientos hombres».
8 Jacob sintió mucho miedo y angustia, y dividió en dos campamentos su gente, sus ovejas, vacas y camellos,
9 pues pensó: «Si Esaú llega a un campamento y lo destruye, se salvará el otro».
10 Luego dijo Jacob: «Dios de mi padre Abrahán y Dios de mi padre Isaac, Señor que me dijiste: “Vuelve a tu tierra nativa que yo seré bueno contigo";
11 no merezco los favores ni la lealtad con que has tratado a tu siervo, pues con un bastón crucé este Jordán y ahora vuelvo con dos campamentos.
12 Líbrame de la mano de mi hermano, de la mano de Esaú, pues temo que venga y mate a las madres con los hijos.
13 Pues tú me dijiste: “Yo seré muy bueno contigo, haré tu descendencia como la arena del mar, tan numerosa que no se puede contar"».
14 Y pasó allí la noche.
Después, de lo que tenía a mano, escogió un regalo para su hermano Esaú:
15 doscientas cabras y veinte machos cabríos, doscientas ovejas y veinte carneros,
16 treinta camellas de leche con sus crías, cuarenta vacas y diez bueyes, veinte asnas y diez asnos.
17 Y se los confió a sus criados, cada rebaño por separado, y les dijo: «Id delante de mí, dejando un espacio entre cada rebaño».
18 Al primero le dio esta orden: «Cuando te encuentre mi hermano Esaú y te pregunte: “¿De quién eres, a dónde vas, para quién es eso que llevas?",
19 responderás: “Es de tu siervo Jacob, un regalo que envía a mi señor Esaú; y él viene también detrás de nosotros"».
20 Al segundo, al tercero y a todos los que llevaban los rebaños, les dio esta orden: «En los mismos términos hablaréis a Esaú cuando lo encontréis.
21 Aseguraos de decirle: “Mira, también tu siervo Jacob viene detrás de nosotros"». Pues pensaba: «Le calmaré con el regalo que va por delante y luego le veré; quizá me ponga buena cara».
22 Mandó, pues, el regalo por delante y él pasó aquella noche en el campamento.
23 Todavía de noche se levantó Jacob, tomó a las dos mujeres, las dos criadas y los once hijos, y cruzó el vado de Yaboc.
24 Después de tomarlos y hacerles pasar el torrente, hizo pasar cuanto poseía.
25 Y Jacob se quedó solo.
Un hombre luchó con él hasta la aurora.
26 Y viendo que no podía a Jacob, le tocó la articulación del muslo y se la dejó tiesa mientras peleaba con él.
27 El hombre le dijo: «Suéltame, que llega la aurora». Jacob respondió: «No te soltaré hasta que me bendigas».
28 Él le preguntó: «¿Cómo te llamas?». Contestó: «Jacob».
29 Le replicó: «Ya no te llamarás Jacob, sino Israel, porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido».
30 Jacob, a su vez, preguntó: «Dime tu nombre». Respondió: «¿Por qué me preguntas mi nombre?». Y le bendijo.
31 Jacob llamó aquel lugar Penuel, pues se dijo: «He visto a Dios cara a cara y he quedado vivo».
32 Cuando atravesaba Penuel, salía el sol y él iba cojeando del muslo.
33 Por eso los hijos de Israel hasta hoy no comen el tendón de la articulación del muslo, porque Jacob fue herido en dicho tendón del muslo.
1 Cuando Jacob alzó la vista y vio a Esaú que venía acompañado de cuatrocientos hombres, repartió los niños entre Lía, Raquel y las dos criadas.
2 Puso en cabeza a las criadas con sus hijos, detrás a Lía con los suyos, y por fin a Raquel con José.
3 Él pasó delante de ellos y se postró en tierra siete veces hasta llegar donde su hermano.
4 Esaú corrió a su encuentro, lo abrazó, se le echó al cuello y lo besó llorando.
5 Después alzó Esaú los ojos y, viendo a las mujeres y a los niños, preguntó: «¿Quiénes son estos?». Respondió: «Son los hijos que Dios ha concedido a tu siervo».
6 Se acercaron las criadas con sus hijos y se postraron.
7 Después se acercó Lía con sus hijos y se postró. Finalmente se acercaron José y Raquel, y se postraron.
8 Volvió a preguntar: «¿Qué pretendes con toda esa caravana que he ido encontrando?». Contestó: «Es para obtener el favor de mi señor».
9 Esaú respondió: «Yo tengo bastante, hermano mío, quédate con lo tuyo».
10 Pero Jacob replicó: «No, te lo ruego; si he obtenido tu favor, acepta este regalo de mi mano, pues he visto tu rostro como quien ve el rostro de Dios y me has acogido benévolamente.
11 Acepta este regalo que te he traído, pues Dios me ha favorecido y tengo de todo». Y como insistía, lo aceptó.
12 Luego dijo Esaú: «Pongámonos en marcha, y yo iré a tu lado».
13 Pero Jacob le replicó: «Mi señor sabe que los niños son débiles y que las ovejas y las vacas están criando; si les fuerzo una jornada, perecerá todo el ganado.
14 Pase mi señor delante de su siervo, y yo caminaré despacio detrás de la caravana que me precede y detrás de mis hijos, hasta alcanzar a mi señor en Seír».
15 Esaú contestó: «Al menos dejaré contigo una parte de mi gente». «¿Para qué –respondió Jacob– si he obtenido el favor de mi señor?».
16 Así, Esaú regresó a Seír aquel día,
17 mientras Jacob marchó a Sucot, donde se construyó una casa e hizo establos para el ganado. Por eso se llama aquel lugar Sucot.
18 Jacob llegó sano y salvo a Siquén, en tierra de Canaán, proveniente de Padán Arán, y acampó frente a la ciudad.
19 La parcela de terreno donde había plantado su tienda se la compró después a los hijos de Jamor, padre de Siquén, por cien monedas.
20 Allí erigió un altar y lo llamó «El, Dios de Israel».
1 Dina, la hija que Lía había dado a Jacob, salió a visitar a las mujeres del país.
2 Cuando la vio Siquén, hijo de Jamor el heveo, jefe del país, la agarró, se acostó con ella y la violó.
3 Pero llegó a sentir tal afecto por Dina, hija de Jacob, que se enamoró de la muchacha y trató de conquistar su corazón.
4 Siquén dijo a su padre Jamor: «Tómame esa muchacha por mujer».
5 Jacob oyó que su hija Dina había sido deshonrada. Pero como sus hijos estaban en el campo con el ganado, Jacob se calló hasta que volvieran.
6 Entretanto, Jamor, padre de Siquén, salió para hablar con Jacob.
7 Cuando, de vuelta del campo, se enteraron los hijos de Jacob, se indignaron y se enfurecieron por la ofensa hecha a Israel acostándose con la hija de Jacob, algo que no debía hacerse.
8 Jamor les dijo: «Mi hijo Siquén se ha enamorado de vuestra hija. Por favor, dádsela por mujer.
9 Emparentad con nosotros: dadnos vuestras hijas y tomaos las nuestras.
10 Así podréis vivir con nosotros. La tierra está a vuestra disposición: estableceos en ella, comerciad y adquirid posesiones».
11 Siquén dijo al padre y a los hermanos de Dina: «Si he obtenido vuestro favor, os daré lo que me digáis.
12 Pedidme una dote alta, y os pagaré lo que me digáis, con tal de que me deis la muchacha en matrimonio».
13 Los hijos de Jacob respondieron a Siquén y a su padre Jamor con engaño, porque su hermana Dina había sido deshonrada;
14 les dijeron: «No podemos hacer una cosa así, dar nuestra hermana a un incircunciso, pues sería una afrenta para nosotros.
15 Solo aceptamos con esta condición: que seáis como nosotros, circuncidando a todos vuestros varones.
16 Entonces os daremos nuestras hijas y tomaremos las vuestras, habitaremos con vosotros y seremos un solo pueblo.
17 Pero si no queréis circuncidaros, tomaremos a nuestra hija y nos iremos».
18 Parecieron bien sus palabras a Jamor y a Siquén, hijo de Jamor,
19 y no tardó el muchacho en realizarlo, porque estaba enamorado de la hija de Jacob y él era el más respetado en la casa de su padre.
20 Fueron, pues, Jamor y su hijo Siquén a la puerta de la ciudad, y hablaron así a sus conciudadanos:
21 «Estos hombres son pacíficos con nosotros; que habiten en nuestra tierra y comercien en ella, pues la tierra es suficientemente espaciosa para ellos. Tomaremos sus hijas por mujeres y les daremos las nuestras.
22 Pero solo aceptan habitar con nosotros y ser un solo pueblo con esta condición: que circuncidemos a todos los varones, como ellos están circuncidados.
23 ¿No serán así nuestros sus ganados, su hacienda y todos sus animales? Asintamos y habiten con nosotros».
24 Todos los que salían por la puerta de la ciudad asintieron a la propuesta de Jamor y de su hijo Siquén. Y fueron circuncidados todos los varones que salían por la puerta de la ciudad.
25 Al tercer día, cuando estaban convaleciendo, dos hijos de Jacob, Simeón y Leví, hermanos de Dina, tomaron su espada, entraron sin resistencia en la ciudad y mataron a todos los varones.
26 Mataron también a espada a Jamor y a su hijo Siquén; luego sacaron a Dina de casa de Siquén; y salieron.
27 Los hijos de Jacob cayeron sobre los muertos y saquearon la ciudad, por haber sido deshonrada su hermana.
28 Se apoderaron de sus ovejas, bueyes y asnos, y de todo lo que había en la ciudad y en el campo.
29 Se llevaron toda su fortuna, sus niños y sus mujeres, y saquearon cuanto había en las casas.
30 Jacob dijo a Simeón y a Leví: «Me habéis metido en un apuro, haciéndome odioso a los habitantes del país, los cananeos y los perizitas. Yo tengo poca gente; si se reúnen contra mí y me atacan, me destruirán a mí y a mi familia».
31 Pero ellos replicaron: «¿Y debería nuestra hermana haber sido tratada como una prostituta?».
1 Dios dijo a Jacob: «Anda, sube a Betel y establécete allí. Construye allí un altar al Dios que se te apareció cuando huías de tu hermano Esaú».
2 Jacob dijo a toda su familia y a toda su gente: «Retirad los dioses extranjeros que tengáis, purificaos y cambiaos de ropa.
3 Subamos a Betel, donde construiré un altar al Dios que me escuchó en el peligro y me acompañó en mi viaje».
4 Ellos entregaron a Jacob los dioses extranjeros que tenían y los pendientes que llevaban. Jacob los enterró bajo la encina que hay junto a Siquén.
5 Entonces cayó un terror de Dios sobre las ciudades de la comarca, de modo que no persiguieron a los hijos de Jacob.
6 Jacob con toda su gente llegó a Luz –que hoy es Betel–, en tierra de Canaán.
7 Allí construyó un altar y llamó al lugar «El Betel», porque allí se le había revelado Dios, mientras huía de su hermano.
8 Por entonces murió Débora, nodriza de Rebeca, y fue enterrada junto a Betel, bajo la encina; por eso se le puso el nombre de «Encina del llanto».
9 Dios se apareció de nuevo a Jacob, a su llegada de Padán Arán, y le bendijo.
10 Luego Dios le dijo: «Tu nombre es Jacob. Ya no se te llamará Jacob; tu nombre será Israel». Y lo llamó Israel.
11 Dios añadió: «Yo soy Dios todopoderoso. Sé fecundo y multiplícate: un pueblo, una muchedumbre de pueblos nacerá de ti, y saldrán reyes de tus entrañas.
12 Te daré la tierra que di a Abrahán y a Isaac; y se la daré también a tus descendientes».
13 Entonces Dios se separó de él, en el lugar donde había hablado con él.
14 Jacob erigió una estela de piedra en el lugar donde Dios había hablado con él, derramó sobre ella una libación y la ungió con aceite.
15 Y Jacob llamó Betel a aquel lugar donde Dios había hablado con él.
16 Después marcharon de Betel y, estando todavía a cierta distancia de Efratá, Raquel dio a luz; su parto fue muy doloroso.
17 Cuando le apretaban los dolores del parto, la comadrona le dijo: «No tengas miedo, pues también este es un niño».
18 A punto de expirar –pues se estaba muriendo– lo llamó Benoní, pero su padre lo llamó Benjamín.
19 Murió Raquel y la enterraron en el camino de Efratá, hoy Belén.
20 Jacob erigió una estela sobre su sepulcro, la misma estela que aún está en el sepulcro de Raquel.
21 Israel se marchó y plantó su tienda más allá de Migdal Eder.
22 Durante la estancia de Israel en esta región, Rubén fue y se acostó con Bilá, concubina de su padre, e Israel se enteró.
Los hijos de Jacob fueron doce.
23 Hijos de Lía: Rubén, primogénito de Jacob, Simeón, Leví, Judá, Isacar y Zabulón.
24 Hijos de Raquel: José y Benjamín.
25 Hijos de Bilá, criada de Raquel: Dan y Neftalí.
26 E hijos de Zilfá criada de Lía: Gad y Aser. Estos son los hijos de Jacob nacidos en Padán Arán.
27 Jacob volvió a casa de su padre Isaac, a Mambré, en Quiriat Arbá, hoy Hebrón, donde habían residido Abrahán e Isaac.
28 Isaac vivió ciento ochenta años.
29 Isaac murió anciano y colmado de años; y se reunió con sus antepasados. Lo enterraron sus hijos Esaú y Jacob.
1 Estos son los descendientes de Esaú, o sea Edón.
2 Esaú tomó a sus mujeres de entre las cananeas: Ada, hija de Elón, el hitita; Olibama, hija de Aná, hijo del heveo Sibeón,
3 y Basemat, hija de Ismael y hermana de Nebayot.
4 Ada dio a Esaú Elifaz; Basemat a Reuel
5 y Olibama a Yeus, Yalán y Córaj. Tales son los hijos de Esaú, nacidos en la tierra de Canaán.
6 Esaú tomó a sus mujeres, a sus hijos, a sus hijas, y a todas las personas de su casa, sus rebaños, todos sus animales y todos los bienes que había adquirido en la tierra de Canaán y se fue a la tierra de Seír, lejos de su hermano Jacob,
7 pues tenían demasiadas posesiones para vivir juntos; y la tierra donde residían no podía mantenerlos a causa de sus numerosos rebaños.
8 Esaú se estableció en la montaña de Seír (Esaú es Edón).
9 Estos son los descendientes de Esaú, padre de los edomitas, en la montaña de Seír.
10 Los nombres de los hijos de Esaú son estos: Elifaz, hijo de Ada, mujer de Esaú, y Reuel, hijo de Basemat, mujer de Esaú.
11 Los hijos de Elifaz fueron: Temán, Omar, Sefo, Gatán y Quenaz.
12 Elifaz, hijo de Esaú, tenía también una concubina, Timna, que le dio a Amalec. Tales son los descendientes de Ada, mujer de Esaú.
13 Los hijos de Reuel son estos: Najat, Zeraj, Sama y Miza. Tales fueron los hijos de Basemat, mujer de Esaú.
14 Estos fueron los hijos de Olibama, mujer de Esaú, hija de Aná, hijo de Sibeón, que le dio a Esaú: Yeus, Yalán y Córaj.
15 Los jefes de los hijos de Esaú fueron los siguientes. Hijos de Elifaz, primogénito de Esaú: los jefes de Temán, Omar, Sefo, Quenaz,
16 Córaj, Gatán y Amalec. Tales son los jefes de Elifaz, en la tierra de Edón; estos son los hijos de Ada.
17 Los hijos de Reuel, hijo de Esaú, son estos: los jefes Najat, Zeraj, Sama y Miza. Estos son los jefes de Reuel, en la tierra de Edón; estos son los descendientes de Basemat, mujer de Esaú.
18 Los hijos de Olibama, mujer de Esaú, son estos: los jefes de Yeus, Yalán y Córaj; estos son los jefes de la mujer de Esaú, Olibama, hija de Aná.
19 Tales son los descendientes de Esaú, o sea Edón, y estos son sus jefes.
20 Los hijos de Seír, el jorita, habitantes del país, fueron estos: Lotán, Sobal, Sibeón, Aná,
21 Disón, Eser y Disán; estos son los jefes de los joritas, hijos de Seír, en la tierra de Edón.
22 Los hijos de Lotán fueron Jorí y Emán; y la hermana de Lotán era Timna.
23 Los hijos de Sobal fueron Alván, Manajat, Ebal, Sefo y Onán.
24 Los hijos de Sibeón fueron Ayá y Aná; este Aná es el que encontró agua en el desierto, cuando apacentaba los asnos de su padre Sibeón.
25 Los hijos de Aná fueron Disón y Olibama, hija de Aná.
26 Los hijos de Disón fueron Jemdán, Esbán, Yitrán y Querán.
27 Los hijos de Eser fueron Bilán, Zaaván y Acán.
28 Los hijos de Disán fueron Uz y Arán.
29 Los jefes de los joritas fueron estos: los jefes Lotán, Sobal, Sibeón, Aná,
30 Disón, Eser y Disán. Tales son los jefes de los joritas, por clanes, en la tierra de Seír.
31 Los reyes que reinaron en la tierra de Edón, antes de que los hijos de Israel tuvieran rey, fueron estos.
32 En Edón reinó Bela, hijo de Beor; su ciudad se llamaba Dinaba.
33 Cuando murió Bela, le sucedió en el trono Yobab, hijo de Zeraj, de Bosra.
34 A la muerte de Yobab, le sucedió en el trono Jusán, de la tierra de los temanitas.
35 Cuando murió Jusán, le sucedió en el trono Adad, hijo de Bedad, que derrotó a los madianitas en el campo de Moab; su ciudad se llamaba Avit.
36 A la muerte de Adad, le sucedió en el trono Samla de Masreca.
37 Cuando murió Samla, le sucedió en el trono Saúl, de Rejobot del Río.
38 A la muerte de Saúl, le sucedió en el trono Baaljanán, hijo de Acbor.
39 Y a la muerte de Baaljanán, hijo de Acbor, le sucedió en el trono Adar; su ciudad se llamaba Pau y su mujer Metabel, hija de Matred, hija de Mezaab.
40 Estos son los nombres de los jefes de Esaú, por grupos, localidades y nombres: Timna, Alva, Yetet,
41 Olibama, Ela, Pinón,
42 Quenaz, Temán, Mibsar,
43 Magdiel e Irán. Estos son los jefes de Edón, según los territorios propios en que habitan. Esaú es el padre de los edomitas.
1 Jacob se estableció en la tierra donde había residido su padre, en la tierra de Canaán.
2 La historia de Jacob es esta. José tenía diecisiete años y pastoreaba el rebaño con sus hermanos. Era un muchacho que ayudaba a los hijos de Bilá y Zilfá, mujeres de su padre. José comunicó a su padre la mala fama de sus hermanos.
3 Israel amaba a José más que a todos los otros hijos, porque le había nacido en la vejez, y le hizo una túnica con mangas.
4 Al ver sus hermanos que su padre lo prefería a los demás, empezaron a odiarlo y le negaban el saludo.
5 Un día José tuvo un sueño y se lo contó a sus hermanos, que lo odiaron aún más.
6 Les dijo: «Escuchad este sueño que he tenido.
7 Estábamos atando gavillas en el campo, y de pronto mi gavilla se levantó y se mantuvo en pie, mientras que vuestras gavillas la rodeaban y se postraban ante ella».
8 Sus hermanos le dijeron: «¿Acaso vas a ser tú nuestro rey o vas a someternos a tu dominio?». Y lo odiaron todavía más a causa de sus sueños y de sus palabras.
9 Aún tuvo otro sueño, que contó también a sus hermanos: «He tenido otro sueño: el sol, la luna y once estrellas se postraban ante mí».
10 Cuando se lo contó a su padre y a sus hermanos, su padre le respondió: «¿Qué significa ese sueño que has tenido? ¿Es que yo, tu madre y tus hermanos vamos a postrarnos por tierra ante ti?».
11 Sus hermanos lo envidiaban, pero su padre guardaba la cosa para sí.
12 Sus hermanos trashumaron a Siquén con los rebaños de su padre.
13 Israel dijo a José: «Tus hermanos deben de estar con los rebaños en Siquén; ven, que te voy a mandar donde están ellos». Le contestó: «Aquí estoy».
14 Su padre le dijo: «Ve a ver cómo están tus hermanos y el ganado, y tráeme noticias». Lo envió, pues, desde el valle de Hebrón y José se dirigió a Siquén.
15 Un hombre lo encontró errando por el campo y le preguntó: «¿Qué buscas?».
16 Él contestó: «Busco a mis hermanos; por favor, dime dónde están pastoreando».
17 El hombre respondió: «Se han marchado de aquí, y les he oído decir que iban hacia Dotán». José fue tras sus hermanos y los encontró en Dotán.
18 Ellos lo vieron desde lejos y, antes de que se acercara, maquinaron su muerte.
19 Se decían unos a otros: «Ahí viene el soñador.
20 Vamos a matarlo y a echarlo en un aljibe; luego diremos que una fiera lo ha devorado; veremos en qué paran sus sueños».
21 Oyó esto Rubén, e intentando salvarlo de sus manos, dijo: «No le quitemos la vida».
22 Y añadió: «No derraméis sangre; echadlo en este aljibe, aquí en la estepa; pero no pongáis las manos en él». Lo decía para librarlo de sus manos y devolverlo a su padre.
23 Cuando llegó José al lugar donde estaban sus hermanos, lo sujetaron, le quitaron la túnica, la túnica con mangas que llevaba puesta,
24 lo cogieron y lo echaron en un pozo. El pozo estaba vacío, sin agua.
25 Luego se sentaron a comer y, al levantar la vista, vieron una caravana de ismaelitas que transportaban en camellos goma, bálsamo y resina de Galaad a Egipto.
26 Judá propuso a sus hermanos: «¿Qué sacaremos con matar a nuestro hermano y con tapar su sangre?
27 Vamos a venderlo a los ismaelitas y no pongamos nuestras manos en él, que al fin es hermano nuestro y carne nuestra». Los hermanos aceptaron.
28 Al pasar unos mercaderes madianitas, tiraron de su hermano; y, sacando a José del pozo, lo vendieron a unos ismaelitas por veinte monedas de plata. Estos se llevaron a José a Egipto.
29 Cuando Rubén volvió al pozo y vio que José no estaba allí, rasgó sus vestiduras
30 y, volviendo a sus hermanos, les dijo: «El muchacho no está; y yo, ¿a dónde voy yo ahora?».
31 Entonces tomaron la túnica de José, degollaron un cabrito y empaparon la túnica en la sangre.
32 Luego enviaron la túnica con mangas a su padre con este recado: «Esto hemos encontrado, mira a ver si es la túnica de tu hijo o no».
33 Él la reconoció y exclamó: «Es la túnica de mi hijo; una bestia lo ha devorado. Sin duda, José ha sido despedazado».
34 Jacob rasgó sus vestiduras, se ciñó a los lomos un sayo e hizo luto por su hijo muchos días.
35 Todos sus hijos e hijas intentaron consolarlo, pero él rehusó el consuelo, diciendo: «De luto bajaré al lugar de los muertos, adonde está mi hijo». Y su padre lo lloró.
36 Los madianitas, entretanto, vendieron a José en Egipto a Putifar, cortesano del faraón y jefe de la guardia.
1 Por aquel tiempo Judá se separó de sus hermanos y se dirigió a un cierto adulamita, llamado Jirá.
2 Judá vio allí a la hija de un cananeo, llamado Sua, la tomó y cohabitó con ella.
3 Ella concibió y dio a luz un hijo, a quien llamó Er.
4 Concibió de nuevo y dio a luz un hijo, a quien llamó Onán.
5 Volvió a dar a luz otro hijo, a quien llamó Sela; estaba en Cazib cuando dio a luz.
6 Judá tomó una mujer, llamada Tamar, para su primogénito Er.
7 Pero Er, primogénito de Judá, desagradaba al Señor, y el Señor lo hizo morir.
8 Entonces dijo Judá a Onán: «Cásate con la viuda de tu hermano, cumpliendo con tu obligación de cuñado, y procúrale descendencia a tu hermano».
9 Pero Onán, sabiendo que la descendencia no iba a ser suya, cuando cohabitaba con la viuda de su hermano, derramaba por tierra, para no procurar descendencia a su hermano.
10 Desagradó al Señor lo que hacía y lo hizo morir también.
11 Entonces dijo Judá a su nuera Tamar: «Quédate como viuda en casa de tu padre, hasta que crezca mi hijo Sela». Pues pensaba: «No sea que muera él también, como sus hermanos». Y Tamar se fue a vivir a casa de su padre.
12 Pasó mucho tiempo y murió la mujer de Judá, la hija de Sua. Cuando terminó el duelo, Judá subió a Timna, con su amigo Jirá el adulamita, a esquilar su rebaño.
13 Le comunicaron a Tamar: «Tu suegro sube a Timna a esquilar el rebaño».
14 Entonces ella se quitó los vestidos de viuda, se cubrió con un velo para disfrazarse y se sentó a la entrada de Enain, junto al camino que va a Timna; pues veía que Sela era ya adulto y no había sido dada a él por mujer.
15 La vio Judá y creyó que era una prostituta, pues llevaba cubierto el rostro.
16 Él giró hacia ella por el camino y le dijo: «Deja que me acueste contigo», pues no sabía que era su nuera. Contestó ella: «¿Qué me vas a dar por acostarte conmigo?».
17 Él respondió: «Te enviaré un cabrito del rebaño». Replicó ella: «Si me das algo en prenda hasta que me lo envíes».
18 Preguntó él: «¿Qué prenda he de darte?». Ella respondió: «Tu sello, tu cordón y el bastón que tienes en la mano». Él se lo entregó, se acostó con ella y la dejó encinta.
19 Ella se fue, se quitó el velo y se puso los vestidos de viuda.
20 Judá envió el cabrito por medio de su amigo el adulamita para recuperar la prenda de manos de la mujer, pero este no la encontró.
21 Preguntó entonces a la gente del lugar: «¿Dónde está la ramera que se ponía en Enain, junto al camino?». Le respondieron: «Aquí no ha habido ninguna ramera».
22 Entonces volvió a Judá y le dijo: «No la he encontrado; es más, la gente del lugar me ha dicho que allí no ha habido ninguna ramera».
23 Judá replicó: «Que se quede con ello; no vayan a burlarse de nosotros. Yo le he enviado el cabrito y tú no la has encontrado».
24 Unos tres meses después le comunicaron a Judá: «Tu nuera Tamar se ha prostituido y ha quedado encinta a causa de su prostitución». Judá dijo: «Que la saquen y la quemen».
25 Cuando la sacaban, ella envió este recado a su suegro: «El hombre a quien pertenecen estos objetos me ha dejado encinta». Y añadió: «Comprueba de quién son este sello, este cordón y este bastón».
26 Judá los reconoció y dijo: «Ella es más inocente que yo, pues no le di a mi hijo Sela». Pero no volvió a unirse con ella.
27 Cuando llegó la hora del parto, ella tenía dos mellizos en el vientre.
28 Y al dar a luz, uno de ellos sacó una mano y la comadrona lo agarró y le ató una cinta roja a la muñeca, diciendo: «Este ha salido primero».
29 Pero él retiró su mano y salió su hermano. La comadrona dijo: «¡Qué brecha te has abierto!». Y lo llamó Peres.
30 Después salió el hermano con la cinta roja en la muñeca y lo llamó Zeraj.
1 Cuando bajaron a José a Egipto, un egipcio llamado Putifar, cortesano del faraón y jefe de la guardia, se lo compró a los ismaelitas, que lo habían llevado allí.
2 El Señor estaba con José, de modo que fue hombre afortunado y permaneció en casa de su amo egipcio.
3 Este vio que el Señor estaba con José y que hacía prosperar todo lo que él emprendía.
4 Así obtuvo José el favor de su amo, quien lo puso a su servicio y lo constituyó administrador de su casa, confiándole todo lo que tenía.
5 Desde que lo nombró administrador de su casa y de todo lo suyo, el Señor bendijo la casa del egipcio en atención a José, y la bendición del Señor descendió sobre todo lo que poseía, en la casa y en el campo.
6 Él puso todo lo que poseía en manos de José, sin preocuparse de otra cosa que del pan que comía. José era de buen tipo y bello semblante.
7 Después de cierto tiempo, la mujer de su amo puso sus ojos en José y le dijo: «Acuéstate conmigo».
8 Pero él rehusó, y dijo a la mujer de su amo: «Mira, mi amo no se preocupa de lo que hay en la casa y todo lo suyo lo ha puesto en mi mano.
9 Él no ejerce más autoridad en esta casa que yo, y no se ha reservado nada sino a ti, porque eres su mujer. ¿Cómo voy a cometer yo semejante injusticia y a pecar contra Dios?».
10 Y, aunque ella insistía un día y otro, José no accedió a acostarse ni a estar con ella.
11 Pero cierto día entró él en casa para hacer su trabajo y no había ningún criado allí en la casa.
12 Ella lo agarró por su vestido y le dijo: «Acuéstate conmigo». Pero él, dejando el vestido en su mano, salió afuera y huyó.
13 Cuando ella vio que él había dejado el traje en su mano y había huido afuera,
14 llamó a sus criados y les dijo: «Mirad, nos han traído un hebreo para que se aproveche de nosotros; ha venido a mí para acostarse conmigo, pero yo he gritado.
15 Al oír que yo alzaba la voz y gritaba, dejó su vestido junto a mí y huyó, saliendo afuera».
16 Y ella mantuvo junto a sí el vestido hasta que volvió a casa su marido.
17 Y le repitió la misma historia: «El esclavo hebreo que nos has traído ha venido a mí para aprovecharse de mí.
18 Yo alcé la voz y grité, y él dejó el vestido junto a mí y huyó afuera».
19 Al oír el marido la historia que le contaba su mujer: «Esto y esto me ha hecho tu siervo», montó en cólera,
20 prendió a José y lo metió en la cárcel, donde estaban los presos del rey. Y allí quedó, en la cárcel.
21 Pero el Señor estaba con José y le concedió su benevolencia, haciendo que se ganara el favor del jefe de la cárcel.
22 Este confió a José todos los presos de la cárcel, siendo él quien decidía todo lo que allí se hacía.
23 El jefe de la cárcel no se preocupaba de nada de lo encargado a José, pues el Señor estaba con él; y cuanto este emprendía el Señor lo hacía prosperar.
1 Algún tiempo después, el copero y el panadero del rey de Egipto ofendieron a su señor, el rey de Egipto.
2 El faraón se encolerizó contra sus dos cortesanos, el jefe de los coperos y el jefe de los panaderos,
3 y los puso bajo custodia en casa del jefe de la guardia, en la cárcel donde José estaba preso.
4 El jefe de la guardia se los confió a José para que les sirviera.
Después de permanecer en custodia durante algún tiempo,
5 ambos, el copero y el panadero del rey de Egipto, que estaban presos en la cárcel, tuvieron sendos sueños la misma noche, cada sueño con su propio significado.
6 Cuando José vino a ellos por la mañana, los vio tristes
7 y preguntó a los cortesanos del faraón que estaban bajo custodia con él, en casa de su señor: «¿Por qué tenéis hoy mala cara?».
8 Le contestaron: «Hemos tenido un sueño y no hay quien lo interprete». Dijo José: «¿No pertenecen a Dios las interpretaciones? Contádmelos».
9 El jefe de los coperos contó su sueño a José y le dijo: «Soñé que tenía una viña delante de mí.
10 La viña tenía tres ramas, echó brotes y flores, y maduraron las uvas.
11 Yo tenía en mi mano la copa del faraón; tomé las uvas, las exprimí en la copa del faraón, y puse la copa en su mano».
12 José le contestó: «Esta es la interpretación: las tres ramas son tres días.
13 Dentro de tres días, el faraón te hará comparecer, te restablecerá en tu cargo, y pondrás la copa del faraón en su mano, como hacías antes cuando eras copero.
14 A ver si te acuerdas de mí cuando te vaya bien y me haces el favor de recordarme al faraón para que me saque de esta prisión,
15 pues fui raptado de la tierra de los hebreos, y aquí no he hecho nada malo para que me metan en el calabozo».
16 Viendo el jefe de los panaderos que la interpretación era favorable, dijo a José: «También yo soñé que llevaba tres cestas de mimbre sobre mi cabeza.
17 En la cesta superior había toda clase de pastas, de las que hacen los reposteros para el faraón, y las aves las comían de la cesta que estaba sobre mi cabeza».
18 José contestó: «Esta es la interpretación: las tres cestas son tres días.
19 Dentro de tres días, el faraón te hará comparecer y te colgará de un palo, y las aves comerán tu carne».
20 Al tercer día, el faraón celebraba su cumpleaños y dio un banquete a todos sus servidores; e hizo comparecer ante estos al jefe de los coperos y al jefe de los panaderos.
21 Al jefe de los coperos lo restableció en su cargo, para que pusiera la copa en la mano del faraón;
22 pero al jefe de los panaderos lo colgó, como les había interpretado José.
23 Pero el jefe de los coperos no se acordó de José, sino que lo olvidó.
1 Dos años después, el faraón soñó que estaba de pie junto al Nilo,
2 y que salían de él siete vacas hermosas y gordas, que se pusieron a pacer en el juncal.
3 Detrás de ellas salieron del Nilo otras siete vacas feas y flacas que se pusieron junto a las otras a la orilla del Nilo.
4 Las siete vacas feas y flacas se comieron a las siete vacas hermosas y gordas. Entonces el faraón despertó.
5 Volvió a dormirse y tuvo un segundo sueño: siete espigas granadas y hermosas brotaban de un mismo tallo.
6 Detrás de ellas brotaron otras siete espigas raquíticas y agostadas por el viento solano.
7 Las siete espigas raquíticas se tragaron a las siete espigas granadas y llenas. Entonces el faraón despertó: había sido un sueño.
8 A la mañana siguiente, turbado el ánimo, mandó llamar a todos los magos de Egipto y a todos sus sabios. El faraón les contó el sueño, pero nadie pudo interpretárselo.
9 Entonces el jefe de los coperos dijo al faraón: «Es hora de que reconozca mi falta.
10 Cuando el faraón se irritó contra sus servidores y me puso bajo custodia en casa del jefe de la guardia a mí y al jefe de los panaderos,
11 él y yo tuvimos un sueño la misma noche; cada sueño con su propio sentido.
12 Había allí con nosotros un joven hebreo, criado del jefe de la guardia; le contamos nuestros sueños y él nos los interpretó, dando a cada sueño su propio sentido.
13 Y conforme nos los interpretó, así sucedió: a mí se me restableció en mi cargo, y a él se lo colgó».
14 El faraón mandó llamar a José. Lo sacaron rápidamente del calabozo; se cortó el pelo, se cambió de ropas y se presentó al faraón.
15 El faraón dijo a José: «Tuve un sueño y nadie pudo interpretarlo; pero he oído decir de ti que apenas oyes un sueño lo interpretas».
16 José replicó al faraón: «No yo, sino Dios dará al faraón respuesta propicia».
17 El faraón dijo a José: «Soñé que estaba de pie junto al Nilo,
18 y que salían de él siete vacas gordas y hermosas que se pusieron a pacer en el juncal.
19 Detrás de ellas salieron otras siete vacas flacas, muy feas y macilentas; no las he visto tan malas en toda la tierra de Egipto.
20 Las vacas flacas y feas se comieron a las siete vacas primeras, las gordas;
21 pero, cuando se las habían tragado, no se notaba que las tuvieran dentro de ellas, pues su aspecto seguía siendo tan malo como al principio. Entonces desperté.
22 En otro sueño, vi brotar de un tallo siete espigas granadas y hermosas.
23 Detrás de ellas brotaron otras siete espigas raquíticas y agostadas por el viento solano.
24 Las siete espigas raquíticas se tragaron a las siete espigas hermosas. Se lo conté a los magos, pero ninguno pudo interpretármelo».
25 José dijo al faraón: «El sueño del faraón es uno solo. Dios anuncia al faraón lo que va a hacer.
26 Las siete vacas hermosas son siete años, y las siete espigas hermosas son siete años: es el mismo sueño.
27 Las siete vacas flacas y feas que salían tras ellas son siete años, y las siete espigas raquíticas y agostadas por el viento solano son siete años de hambre.
28 Es justamente lo que he dicho al faraón: Dios ha mostrado al faraón lo que va a hacer.
29 Van a venir siete años de gran abundancia en toda la tierra de Egipto.
30 Pero después vendrán siete años de hambre, que harán olvidar toda la abundancia en la tierra de Egipto, pues el hambre consumirá el país.
31 No se sabrá lo que es la abundancia en el país, a causa del hambre que seguirá, pues esta será terrible.
32 El que se haya repetido el sueño del faraón dos veces significa que Dios confirma su palabra y que se apresura a cumplirla.
33 Por consiguiente, que el faraón busque un hombre perspicaz y sabio, y lo ponga al frente de la tierra de Egipto.
34 Intervenga el faraón y nombre inspectores sobre el país, que recauden la quinta parte del producto de la tierra de Egipto durante los siete años de abundancia;
35 que reúnan toda clase de alimentos durante los años buenos que van a venir, almacenen trigo, bajo la autoridad del faraón, en las ciudades, y lo guarden.
36 Servirán de provisiones al país para los siete años de hambre que vendrán después en la tierra de Egipto, y así no perecerá de hambre el país».
37 Al faraón y a todos sus servidores les pareció bien la propuesta;
38 y les dijo el faraón: «¿Acaso podemos encontrar un hombre como este, en quien esté el espíritu de Dios?».
39 Y el faraón dijo a José: «Puesto que Dios te ha hecho conocer todo esto, no hay nadie tan perspicaz y sabio como tú.
40 Tú estarás al frente de mi casa y todo mi pueblo acatará tus órdenes; solamente en el trono seré superior a ti».
41 Y añadió el faraón a José: «Mira, te pongo al frente de toda la tierra de Egipto».
42 Luego el faraón se quitó el anillo de su mano y lo puso en la mano de José; le hizo vestir ropas de lino y le puso un collar de oro al cuello.
43 Luego lo hizo montar en la carroza de su primer ministro y la gente gritaba ante él: «¡Gran visir!». Así lo puso al frente de toda la tierra de Egipto.
44 El faraón dijo a José: «Yo soy el faraón, pero sin tu permiso nadie moverá mano o pie en toda la tierra de Egipto»
45 El faraón llamó a José Zafnat Panej y le dio por mujer a Asenat, hija de Potipera, sacerdote de On. Y José salió a recorrer la tierra de Egipto.
46 José tenía treinta años cuando se presentó al faraón, rey de Egipto. Después de salir de la presencia del faraón, José recorrió toda la tierra de Egipto.
47 La tierra produjo copiosamente durante los siete años de abundancia.
48 José recogió los productos de los siete años de abundancia en la tierra de Egipto y los almacenó en las ciudades, metiendo en cada una de ellas los productos de los campos de la comarca.
49 José reunió grano en tan gran cantidad como la arena del mar, hasta que dejó de medirlo, porque era inconmensurable.
50 Antes de que sobreviniesen los años de hambre, le nacieron a José dos hijos que le dio Asenat, hija de Potipera, sacerdote de On.
51 Al primogénito, José lo llamó Manasés, pues pensó: «Dios me ha hecho olvidar mis fatigas y la casa paterna».
52 Al segundo lo llamó Efraín, porque se dijo: «Dios me ha hecho fructificar en la tierra de mi aflicción».
53 Se acabaron los siete años de abundancia en la tierra de Egipto
54 y comenzaron los siete años de hambre, como había predicho José. Hubo hambre en todos los países y solo en Egipto había pan.
55 Cuando llegó el hambre a todo Egipto y el pueblo reclamaba pan al faraón, este decía a los egipcios: «Id a José y haced lo que él os diga».
56 El hambre se extendió a toda la tierra, y José abrió los graneros y repartió raciones a los egipcios, mientras arreciaba el hambre en Egipto.
57 De todos los países venían a Egipto a comprarle a José, porque el hambre arreciaba en toda la tierra.
1 Cuando Jacob se enteró de que había grano en Egipto, dijo a sus hijos: «¿Qué hacéis mirándoos unos a otros?».
2 Y añadió: «He oído que hay grano en Egipto. Bajad allá y comprad allí para nosotros, a fin de que sobrevivamos y no muramos».
3 Bajaron, pues, diez hermanos de José a comprar grano en Egipto.
4 A Benjamín, hermano de José, Jacob no lo dejó marchar con sus hermanos, temiendo que le sucediera una desgracia.
5 Los hijos de Israel fueron a Egipto a comprar grano junto con otros grupos, pues había hambre en la tierra de Canaán.
6 José mandaba en el país y distribuía las raciones a todo el mundo. Vinieron, pues, los hermanos de José y se postraron ante él, rostro en tierra.
7 Al ver a sus hermanos José los reconoció, pero él no se dio a conocer, sino que les habló duramente: «¿De dónde venís?». Contestaron: «De la tierra de Canaán a comprar provisiones».
8 José reconoció a sus hermanos, pero ellos no lo reconocieron.
9 Se acordó José de los sueños que había tenido acerca de ellos y les dijo: «¡Sois espías! Habéis venido a observar los lugares indefensos del país».
10 Le respondieron: «¡No, señor! Tus servidores han venido a comprar provisiones.
11 Todos nosotros somos hijos del mismo padre; somos personas honradas. Tus servidores no son espías».
12 Pero él insistió: «No es cierto, habéis venido a observar los lugares indefensos del país».
13 Contestaron: «Nosotros, tus servidores, éramos doce hermanos, hijos del mismo padre en la tierra de Canaán; el menor se ha quedado con nuestro padre y el otro desapareció».
14 José replicó: «Lo que yo decía: sois espías.
15 Pero voy a poneros a prueba: ¡Por vida del faraón que no saldréis de aquí hasta que no venga vuestro hermano menor!
16 Enviad a uno de vosotros y que traiga a vuestro hermano, mientras los demás quedáis presos; así probaréis que decís la verdad; de lo contrario, ¡por vida del faraón, que sois unos espías!».
17 Y los hizo detener durante tres días.
18 Al tercer día, José les dijo: «Yo temo a Dios, por eso haréis lo siguiente, y salvaréis la vida:
19 si sois honrados, uno de vosotros quedará bajo custodia en la casa donde estáis detenidos y los demás irán a llevar el grano a sus familias hambrientas.
20 Después me traeréis a vuestro hermano menor; así probaréis que habéis dicho la verdad y no moriréis. Ellos aceptaron.
21 Entonces se dijeron unos a otros: «Estamos pagando el delito contra nuestro hermano, cuando le veíamos suplicarnos angustiado y no le hicimos caso; por eso nos sucede esta desgracia».
22 Intervino Rubén: «¿No os decía yo: “No pequéis contra el muchacho", y vosotros no me hicisteis caso? Ahora nos piden cuentas de su sangre».
23 Ellos no sabían que José les entendía, pues había usado intérprete.
24 Él se retiró y lloró; después volvió a ellos y escogió a Simeón, a quien hizo encadenar en su presencia.
25 José mandó que les llenasen de grano los sacos, que metieran el dinero de cada uno en su saco y que les dieran provisiones para el camino. Y así se hizo.
26 Cargaron el grano sobre los asnos y se marcharon de allí.
27 Cuando uno de ellos abrió el saco para echar pienso al asno en la posada, vio que su dinero estaba en la boca del saco
28 y dijo a sus hermanos: «Me han devuelto el dinero; está aquí en mi saco». Se les sobresaltó su corazón y, temblando, se decían unos a otros: «¿Qué ha hecho Dios con nosotros?».
29 Cuando llegaron a casa de su padre Jacob, la tierra de Canaán, le contaron todo lo sucedido:
30 «El hombre, señor de aquel país, nos habló duramente y nos tomó por espías de su tierra.
31 Nosotros le dijimos: “Somos personas honradas, no espías.
32 Éramos doce hermanos, hijos del mismo padre; uno desapareció, y el menor se ha quedado con nuestro padre en la tierra de Canaán".
33 Pero el hombre, señor de aquella tierra, nos dijo: “En esto conoceré que sois honrados: dejad conmigo a uno de los hermanos; los demás, vayan a llevar el grano a sus familias hambrientas.
34 Luego me traeréis a vuestro hermano menor, y así sabré que sois honrados, y no unos espías. Entonces os devolveré a vuestro hermano, y podréis moveros libremente por el país"».
35 Cuando vaciaron los sacos, cada uno tenía la bolsa de su dinero en su propio saco. Al ver las bolsas de su dinero, ellos y su padre se asustaron.
36 Jacob, su padre, les dijo: «Me vais a dejar sin hijos. José desapareció, Simeón desapareció, y ahora os queréis llevar a Benjamín. Todo recae sobre mí».
37 Pero Rubén contestó a su padre: «Haz morir a mis dos hijos si no te lo devuelvo; ponlo en mis manos y te lo devolveré».
38 Él dijo: «Mi hijo no bajará con vosotros. Su hermano murió, y solo me queda él. Si le ocurriera una desgracia en el viaje que vais a emprender, hundiríais de pena mis canas en el abismo».
1 El hambre arreciaba en el país.
2 Cuando terminaron las provisiones que habían traído de Egipto, su padre les dijo: «Volved y comprad algunos alimentos para nosotros».
3 Pero Judá le contestó: «Aquel hombre nos advirtió reiteradamente: “No os presentéis ante mí si no me traéis a vuestro hermano".
4 Si dejas a nuestro hermano venir con nosotros, bajaremos a comprarte provisiones;
5 pero si no lo dejas, no bajaremos, pues el hombre aquel nos dijo: “No os presentéis ante mí si no me traéis a vuestro hermano"».
6 Israel preguntó: «¿Por qué me habéis hecho el daño de decir a aquel hombre que teníais otro hermano?».
7 Contestaron: «Aquel hombre nos preguntó insistentemente: “¿Vive todavía vuestro padre? ¿Tenéis más hermanos?". Nosotros no hicimos más que responder a sus preguntas; ¿cómo podíamos saber que nos iba a decir: “Traed a vuestro hermano"?».
8 Judá dijo a su padre Israel: «Deja que el muchacho venga conmigo, para que podamos marchar y sobrevivir. De lo contrario, moriremos nosotros, tú y nuestros niños.
9 Yo respondo de él; a mí me pedirás cuentas: si no te lo devuelvo y lo presento ante ti, seré culpable ante ti toda la vida.
10 Si no nos hubiéramos entretenido tanto, ahora ya estaríamos de vuelta por segunda vez».
11 Su padre Israel les respondió: «Si tiene que ser así, hacedlo; tomad de los mejores productos del país en vuestro equipaje y llevádselos como regalo a aquel hombre: un poco de bálsamo y un poco de miel, goma, ládano, pistachos y almendras.
12 Tomad también doble cantidad de dinero, para restituir personalmente el dinero que pusieron en la boca de vuestros sacos, quizás por error.
13 Tomad a vuestro hermano y volved a ver a aquel hombre.
14 Que Dios todopoderoso os conceda el favor de ese hombre para que deje volver a vuestro hermano y a Benjamín. En cuanto a mí, si he de perder a mis hijos, los perderé».
15 Ellos tomaron consigo los regalos; tomaron asimismo doble cantidad de dinero y a Benjamín. Se pusieron en marcha, bajaron a Egipto y se presentaron a José.
16 Cuando José vio con ellos a Benjamín, dijo a su mayordomo: «Lleva a estos hombres a casa, mata una res y prepárala, pues al mediodía comerán conmigo».
17 El mayordomo hizo lo que ordenó José y llevó a los hombres a casa de José.
18 Cuando los llevaba a casa de José, sintieron miedo y se decían: «Nos lleva allí por lo del dinero, devuelto en nuestros sacos la primera vez, para tendernos una trampa, detenernos, tomar nuestros asnos y hacernos esclavos».
19 Y acercándose al mayordomo de José, le dijeron a la puerta de la casa:
20 «Por favor, señor; nosotros bajamos en otra ocasión a comprar provisiones.
21 Cuando llegamos a la posada y abrimos nuestros sacos, el dinero que había pagado cada uno estaba en la boca de su saco, y lo hemos traído con nosotros.
22 Además traemos otra cantidad para comprar provisiones; no sabemos quién metió el dinero en nuestros sacos».
23 Él contestó: «Estad tranquilos, no temáis. Vuestro Dios y el Dios de vuestro padre os metió ese tesoro en vuestros sacos; vuestro dinero lo recibí yo». Y les sacó a Simeón.
24 Después los hizo entrar en casa de José, les dio agua para que se lavaran los pies y echó pienso a sus asnos.
25 Ellos dispusieron los regalos para cuando llegase José a mediodía, pues habían oído que iban a comer allí.
26 Cuando José llegó a casa, ellos le ofrecieron los regalos que habían traído y se postraron ante él en tierra.
27 Él les preguntó qué tal estaban y les dijo: «¿Está bien vuestro anciano padre, del que me hablasteis? ¿Vive aún?».
28 Contestaron: «Tu servidor, nuestro padre, está bien; vive todavía». Y se inclinaron respetuosamente.
29 José alzó la vista y, viendo a su hermano Benjamín, hijo de su madre, preguntó: «¿Es este vuestro hermano menor, de quien me hablasteis?». Y añadió: «Dios te conceda su favor, hijo mío».
30 Entonces José salió deprisa, pues, conmovido por su hermano, le vinieron ganas de llorar; y entrando en su habitación, lloró allí.
31 Después se lavó la cara, regresó y, conteniéndose, dijo: «Servid la comida».
32 A él le sirvieron por un lado, a ellos por otro y a los egipcios que comían con él, por otro. (Porque los egipcios no pueden comer con los hebreos, pues sería detestable para ellos).
33 Ellos se sentaron frente a él, por orden de antigüedad, desde el primogénito hasta el menor, y se miraban entre sí asombrados.
34 José les hacía pasar porciones de lo que tenía ante sí; pero la porción de Benjamín era cinco veces mayor que las de todos ellos. Y bebieron y se alegraron en su compañía.
1 Luego dio la siguiente orden al mayordomo de su casa: «Llena los sacos de estos hombres con todos los víveres que quepan y pon el dinero de cada uno en la boca de su saco;
2 y mi copa, la de plata, la metes en la boca del saco del menor junto con el dinero de su grano». Él hizo como le mandaban.
3 Al amanecer, despacharon a los hombres con sus asnos.
4 Apenas habían salido de la ciudad, no estaban lejos, cuando José dijo a su mayordomo: «Anda, sal en persecución de esos hombres y cuando los alcances diles: “¿Por qué me devolvéis mal por bien? ¿Por qué me habéis robado la copa de plata
5 en que bebe mi señor y con la que suele adivinar? Habéis obrado mal"».
6 Cuando los alcanzó, les repitió estas palabras,
7 pero ellos replicaron: «¿Por qué habla mi señor en estos términos? Lejos de tus servidores obrar de tal manera.
8 Si te hemos devuelto desde la tierra de Canaán el dinero que encontramos en las bocas de nuestros sacos, ¿cómo íbamos a robar en casa de tu señor oro o plata?
9 Si se la encuentras a alguno de tus servidores, que muera; y también los demás seremos esclavos de nuestro señor».
10 Respondió él: «Sea como decís: a quien se la encuentre, será mi esclavo, pero los demás quedaréis libres».
11 Cada uno se apresuró a descargar su saco en tierra y a abrirlo.
12 Él los registró, comenzando por el del mayor y terminando por el del menor, y encontró la copa en el saco de Benjamín.
13 Ellos se rasgaron entonces las vestiduras; cada uno cargó su asno y volvieron a la ciudad.
14 Judá y sus hermanos entraron en casa de José, que estaba todavía allí, y se echaron por tierra ante él.
15 José les dijo: «¿Qué habéis hecho? ¿No sabíais que uno como yo es capaz de adivinar?».
16 Judá contestó: «¿Qué podemos decir a mi señor? ¿Qué podemos alegar y cómo probar nuestra inocencia? Dios ha descubierto la culpa de tus servidores. Esclavos somos de mi señor, lo mismo que aquel en cuyo poder se ha encontrado la copa».
17 Pero él respondió: «¡Lejos de mí obrar de tal manera! Aquel en cuyo poder se ha encontrado la copa será mi esclavo, los demás volveréis en paz a casa de vuestro padre».
18 Judá se acercó a José y le dijo: «Permite a tu servidor decir una palabra en presencia de su señor; no se enfade mi señor conmigo, pues eres como el faraón.
19 Mi señor interrogó a sus servidores: “¿Tenéis padre o algún hermano?",
20 y respondimos a mi señor: “Tenemos un padre anciano y un hijo pequeño que le ha nacido en la vejez; un hermano suyo murió, y solo le queda este de aquella mujer; su padre lo adora".
21 Tú dijiste a tus servidores: “Traédmelo para que lo conozca".
22 Nosotros respondimos a mi señor: “El muchacho no puede dejar a su padre; si se separa, su padre morirá".
23 Pero tú dijiste a tus servidores: “Si no baja vuestro hermano menor con vosotros, no volveréis a verme".
24 Cuando subimos a casa de tu servidor, nuestro padre, le contamos todas las palabras de mi señor;
25 y nuestro padre nos dijo: “Volved a comprar algunos alimentos".
26 Le dijimos: “No podemos bajar si no viene nuestro hermano menor con nosotros".
27 Él replicó: “Sabéis que mi mujer me dio dos hijos:
28 uno se apartó de mí y pienso que lo ha despedazado una fiera, pues no he vuelto a verlo;
29 si arrancáis también a este de mi lado y le sucede una desgracia, hundiréis de pena mis canas en el abismo".
30 Ahora, pues, si vuelvo a tu servidor, mi padre, sin llevar conmigo al muchacho, a quien quiere con toda el alma,
31 cuando vea que falta el muchacho, morirá, y tus servidores habrán hundido de pena las canas de tu servidor, nuestro padre, en el abismo.
32 Además, tu servidor ha salido fiador por el muchacho ante mi padre, jurando: “Si no te lo traigo, seré culpable ante mi padre toda la vida".
33 Ahora, pues, permite que tu servidor se quede como esclavo de mi señor, en lugar del muchacho, y que el muchacho vuelva con sus hermanos,
34 porque ¿cómo voy yo a volver a mi padre sin llevar conmigo al muchacho? No quiero ver la desgracia que se abatirá sobre mi padre».
1 José no pudo contenerse en presencia de su corte y gritó: «Salid todos de mi presencia». No había nadie cuando José se dio a conocer a sus hermanos.
2 Rompió a llorar fuerte, de modo que los egipcios lo oyeron y la noticia llegó a casa del faraón.
3 José dijo a sus hermanos: «Yo soy José; ¿vive todavía mi padre?». Sus hermanos, perplejos, se quedaron sin respuesta.
4 Dijo, pues, José a sus hermanos: «Acercaos a mí». Se acercaron, y les repitió: «Yo soy José, vuestro hermano, el que vendisteis a los egipcios.
5 Pero ahora no os preocupéis, ni os pese el haberme vendido aquí, pues para preservar la vida me envió Dios delante de vosotros.
6 Van dos años de hambre en el país y aún quedan cinco años en que no habrá arada ni siega.
7 Dios me envió delante de vosotros para aseguraros supervivencia en la tierra y para salvar vuestras vidas de modo admirable.
8 Así pues, no fuisteis vosotros quienes me enviasteis aquí, sino Dios; él me ha hecho padre del faraón, señor de toda su casa y gobernador de toda la tierra de Egipto.
9 Apresuraos a subir adonde se encuentra mi padre y decidle: “Esto dice tu hijo José: Dios me ha hecho señor de todo Egipto; baja a mí sin demora.
10 Habitarás en la tierra de Gosén, y estarás cerca de mí con tus hijos y nietos, con tus ovejas, vacas y todo cuanto posees.
11 Yo te mantendré allí, pues quedan todavía cinco años de hambre, para que no carezcas de nada ni tú, ni tu casa ni todo lo tuyo".
12 Vosotros estáis viendo con vuestros propios ojos, y también mi hermano Benjamín con los suyos, que os hablo yo en persona.
13 Informad a mi padre de toda mi autoridad en Egipto y de todo lo que habéis visto, y apresuraos a bajar aquí a mi padre».
14 Y echándose al cuello de su hermano Benjamín, rompió a llorar; y lo mismo hizo Benjamín.
15 Luego besó a todos sus hermanos, llorando al abrazarlos. Entonces sus hermanos hablaron con él.
16 Llegó al palacio del faraón la siguiente noticia: «Han venido los hermanos de José»; el faraón y sus servidores se alegraron.
17 Dijo el faraón a José: «Di a tus hermanos: “Haced lo siguiente: cargad vuestros asnos y regresad a la tierra de Canaán;
18 luego tomad a vuestro padre y vuestras familias y volved acá. Yo os daré lo mejor de la tierra de Egipto y comeréis lo más sustancioso del país".
19 Diles también: “Tomad carros en Egipto para transportar a vuestros niños, a vuestras mujeres y a vuestro padre, y volved.
20 No os preocupéis por vuestras pertenencias, pues lo mejor de la tierra de Egipto será para vosotros"».
21 Así lo hicieron los hijos de Israel. José les dio carros, según las órdenes del faraón, y provisiones para el camino.
22 Dio además una muda a cada uno, y a Benjamín le dio trescientas monedas de plata y cinco mudas.
23 A su padre le envió diez asnos cargados con lo mejor de Egipto y diez borricas cargadas de grano, de pan y de víveres para el camino.
24 Después despidió a sus hermanos; cuando se iban, les dijo: «No riñáis por el camino».
25 Partieron, pues, de Egipto, y llegaron a la tierra de Canaán, donde estaba su padre Jacob.
26 Cuando le comunicaron que José vivía aún y que gobernaba en toda la tierra de Egipto, se le encogió el corazón, pues no podía creerlo.
27 Entonces le contaron todo lo que les había dicho José, y al ver los carros que José había enviado para transportarlo, Jacob su padre recobró el aliento.
28 Dijo Israel: «¡Basta! Mi hijo José vive aún; iré a verle antes de morir».
1 Israel se puso en camino con todo lo que tenía, llegó a Berseba y allí ofreció sacrificios al Dios de su padre Isaac.
2 Dios dijo a Israel en una visión nocturna: «Jacob, Jacob». Respondió: «Aquí estoy».
3 Dios le dijo: «Yo soy Dios, el Dios de tu padre; no temas bajar a Egipto, porque allí te convertiré en una gran nación.
4 Yo bajaré contigo a Egipto, y yo mismo te haré subir; y José te cerrará los ojos».
5 Al salir Jacob de Berseba, los hijos de Israel hicieron montar a su padre con los niños y las mujeres en las carretas que el faraón había enviado para transportarlos.
6 Tomaron el ganado y las posesiones que habían adquirido en la tierra de Canaán y emigraron a Egipto Jacob con todos sus descendientes:
7 hijos y nietos, hijas y nietas. Llevó consigo a Egipto a todos sus descendientes.
8 Estos son los nombres de los hijos de Israel que emigraron a Egipto, Jacob y sus descendientes: Rubén, primogénito de Jacob.
9 Hijos de Rubén: Janoc, Palú, Jesrón y Carmí.
10 Hijos de Simeón:Yemuel, Yamín, Oad, Yaquín, Sojar y Saúl, hijo de la cananea.
11 Hijos de Leví: Guersón, Queat y Merarí.
12 Hijos de Judá: Er, Onán, Sela, Peres y Zeraj. Er y Onán habían muerto en tierra de Canaán. Hijos de Peres: Jesrón y Jamul.
13 Hijos de Isacar: Tola, Pua, Yasub y Simrón.
14 Hijos de Zabulón: Sered, Elón y Yajleel.
15 Estos son los hijos que Lía dio a Jacob en Padán Arán, además de su hija Dina. Total, entre hijos e hijas, treinta y tres personas.
16 Hijos de Gad: Sifión, Jaguí, Suní, Esbón, Erí, Arodí y Arelí.
17 Hijos de Aser: Yimná, Yisvá, Yisví, Beriá y su hermana Seraj. Hijos de Beriá: Jéber y Malquiel.
18 Estos son los hijos de Jacob y Zilpa, la criada que Labán dio a su hija Lía. Total, dieciséis personas.
19 Hijos de Raquel, mujer de Jacob: José y Benjamín.
20 A José le nacieron en Egipto Manasés y Efraín, de Asenat, hija de Potipera, sacerdote de On.
21 Hijos de Benjamín: Bela, Béquer, Asbel, Guera, Naamán, Ejí, Ros, Mupín, Jupín y Ared.
22 Estos son los hijos que Raquel dio a Jacob. Total, catorce personas.
23 Hijos de Dan: Jusín.
24 Hijos de Neftalí: Yajseel, Guní, Yéser y Silen.
25 Estos son los hijos de Bilá, la criada que Labán dio a su hija Raquel. Total, siete personas.
26 Todas las personas que emigraron con Jacob a Egipto, nacidas de él, sin contar las mujeres de los hijos de Jacob, eran en total sesenta y seis.
27 Los hijos de José nacidos en Egipto eran dos. El total de las personas de la familia de Jacob que emigró a Egipto fue de setenta.
28 Jacob envió a Judá por delante, adonde estaba José, para preparar el sitio en Gosén. Cuando llegaron a Gosén,
29 José hizo enganchar la carroza y se dirigió a Gosén a recibir a su padre. Al verlo se le echó al cuello y lloró abrazado a él.
30 Israel dijo a José: «Ahora puedo morir, después de haber contemplado tu rostro y ver que vives todavía».
31 José dijo a sus hermanos y a la familia de su padre: «Voy a subir a informar al faraón: “Han venido mis hermanos y la familia de mi padre, que estaban en la tierra de Canaán.
32 Son pastores de rebaños, que cuidan del ganado; han traído sus ovejas, sus vacas y todo lo que tenían".
33 Cuando el faraón os llame y os pregunte: “¿Cuál es vuestra ocupación?",
34 responderéis: “Tus servidores han sido pastores desde la juventud hasta ahora, tanto nosotros como nuestros padres". Así os dejará habitar en el territorio de Gosén». (Porque los egipcios detestan a todos los pastores de rebaños).
1 José fue a informar al faraón: «Mi padre y mis hermanos, con sus ovejas, sus vacas y todo lo que tienen, han venido de la tierra de Canaán y están en el territorio de Gosén».
2 Él había llevado consigo a cinco de sus hermanos y se los presentó al faraón.
3 El faraón les preguntó: «¿Cuál es vuestra ocupación?». Respondieron al faraón: «Tus servidores son pastores de rebaños, tanto nosotros como nuestros padres».
4 Y añadieron: «Hemos venido a residir en este país, porque en la tierra de Canaán no hay pasto para los rebaños de tus servidores y el hambre arrecia. Así pues, permite a tus servidores establecerse en el territorio de Gosén».
5 Entonces el faraón dijo a José: «Tu padre y tus hermanos han venido a ti.
6 La tierra de Egipto está a vuestra disposición; instala a tu padre y a tus hermanos en lo mejor del país. Que se establezcan en el territorio de Gosén y, si conoces entre ellos algunos hombres capaces, que se hagan cargo de mi ganado».
7 José hizo venir a su padre Jacob y se lo presentó al faraón, y Jacob saludó al faraón con una bendición.
8 El faraón le preguntó: «¿Cuántos años tienes?».
9 Respondió Jacob al faraón: «Ciento treinta son los años de mi peregrinación. Pocos y malos han sido estos años de mi vida, y no llegan a los que vivieron mis padres en su peregrinación».
10 Después se despidió del faraón con una bendición y salió de su presencia.
11 José instaló a su padre y a sus hermanos, y les dio propiedades en Egipto, en lo mejor del país, en la región de Ramsés, como había mandado el faraón.
12 Además, José proveyó de pan a su padre, a sus hermanos y a toda la casa de su padre, hasta los más jóvenes.
13 No había pan en todo el país, porque el hambre arreciaba sobremanera y consumía la tierra de Egipto y el de Canaán.
14 José acaparó todo el dinero que había en la tierra de Egipto y en el de Canaán a cambio de las provisiones que distribuía; y juntó todo el dinero en el palacio del faraón.
15 Cuando se acabó el dinero en la tierra de Egipto y en el de Canaán, todos los egipcios acudían a José, diciendo: «Danos pan; ¿por qué hemos de morir ante tus ojos? El dinero se ha acabado».
16 José replicó: «Traed vuestro ganado y os daré pan a cambio del ganado, si se os ha acabado el dinero».
17 Ellos traían su ganado a José, que les daba pan a cambio de caballos, de ovejas, de vacas y de asnos. Durante un año les estuvo proveyendo de pan a cambio de todo su ganado.
18 Pasado aquel año, volvieron a él al año siguiente y le dijeron: «No podemos ocultar a mi señor que se nos ha acabado el dinero y que también el ganado pertenece a mi señor; a disposición de mi señor no nos quedan más que nuestras personas y nuestras tierras.
19 ¿Por qué hemos de perecer a tus ojos, nosotros y nuestras tierras? Cómpranos a nosotros y a nuestras tierras a cambio de pan, y nosotros con nuestras tierras seremos esclavos del faraón. Danos semilla para que podamos sobrevivir y no perezcamos, y para que nuestras tierras no queden devastadas».
20 Así fue como José compró para el faraón toda la tierra de Egipto, porque los egipcios vendieron cada uno su campo, dado que arreciaba el hambre. Y así, la tierra pasó a ser propiedad del faraón,
21 al tiempo que iba sometiendo a servidumbre a todo el pueblo, desde un extremo de Egipto hasta el otro.
22 Solo dejó de comprar las tierras de los sacerdotes, porque a los sacerdotes les había asignado una renta el faraón y vivían de esta renta; por eso no tuvieron que vender sus tierras.
23 José dijo al pueblo: «Hoy os he comprado para el faraón, a vosotros con vuestras tierras; aquí tenéis simiente para sembrar la tierra.
24 Al tiempo de la cosecha daréis la quinta parte al faraón, las otras cuatro partes serán para vosotros, para la siembra del campo y para alimento vuestro, de vuestras familias y niños».
25 Ellos respondieron: «Nos has salvado la vida. Obtengamos el favor de mi señor y seremos esclavos del faraón».
26 Y José impuso por ley, hoy todavía en vigor, que una quinta parte del suelo egipcio fuera para el faraón. Solo las tierras de los sacerdotes no pasaron a ser propiedad del faraón.
27 Israel se estableció en la tierra de Egipto, en el territorio de Gosén; adquirió propiedades allí, fue fecundo y se multiplicó mucho.
28 Jacob vivió en la tierra de Egipto diecisiete años; y toda la vida de Jacob duró ciento cuarenta y siete años.
29 Cuando se acercaba para Israel la hora de la muerte, llamó a su hijo José y le dijo: «Si he obtenido tu favor, pon tu mano bajo mi muslo en prenda de tu benevolencia y lealtad conmigo: no me entierres en Egipto.
30 Cuando me duerma con mis padres, sácame de Egipto y entiérrame en la sepultura con ellos». Él contestó: «Haré lo que me dices».
31 Dijo Israel: «Júramelo». Y se lo juró. E Israel se inclinó sobre la cabecera de la cama.
1 Después de estos sucesos le dijeron a José: «Tu padre está enfermo». Él tomó consigo a sus dos hijos, Manasés y Efraín.
2 Cuando comunicaron a Jacob que había venido a verle su hijo José, entonces Israel hizo un esfuerzo y se sentó en la cama.
3 Jacob dijo a José: «El Dios todopoderoso se me apareció en Luz, en la tierra de Canaán, y me bendijo
4 con estas palabras: “Yo te haré fecundo, te multiplicaré y haré de ti una multitud de pueblos; a tus descendientes daré esta tierra en posesión perpetua".
5 Ahora, los dos hijos que te nacieron en la tierra de Egipto antes de venir yo a vivir contigo en Egipto serán míos: Efraín y Manasés serán para mí como Rubén y Simeón.
6 Los que te nazcan después serán tuyos, y se les convocará en nombre de sus hermanos para recibir la herencia.
7 Cuando yo volvía de Padán, durante el viaje se me murió Raquel, en tierra de Canaán, cerca de Efratá; y la enterré allí, en el camino de Efratá» (hoy Belén).
8 Viendo Israel a los hijos de José, preguntó: «¿Quiénes son estos?».
9 Y José respondió a su padre: «Son mis hijos, los que Dios me concedió aquí». Dijo él: «Tráemelos, para que los bendiga».
10 Los ojos de Israel se habían debilitado por la vejez y no veía bien. José se los acercó, y él los besó y los abrazó.
11 Luego dijo Israel a José: «No esperaba volver a verte, pero Dios me ha concedido ver también a tus descendientes».
12 José los retiró de las rodillas de su padre, y se postró rostro en tierra.
13 Después tomó a los dos: a Efraín con su mano derecha, a la izquierda de Israel, y a Manasés con su mano izquierda, a la derecha de Israel, y se los acercó.
14 Israel extendió su mano derecha y la puso sobre la cabeza de Efraín, el menor, y su mano izquierda sobre la cabeza de Manasés, cruzando los brazos, pues Manasés era el primogénito.
15 Y los bendijo, diciendo:
«El Dios en cuya presencia caminaron
mis padres Abrahán e Isaac,
el Dios que me ha pastoreado
desde mi nacimiento hasta hoy, |
16 el ángel que me ha librado de todo mal,
bendiga a estos muchachos.
Se recuerde en ellos mi nombre
y el nombre de mis padres Abrahán e Isaac,
y se multipliquen sobremanera
en medio de la tierra».
17 Cuando José vio que su padre había puesto su mano derecha sobre la cabeza de Efraín, le pareció mal; y, tomando la mano de su padre para cambiarla de la cabeza de Efraín a la de Manasés,
18 le dijo a su padre: «Así no, padre; pues el primogénito es el otro; pon tu mano derecha sobre su cabeza».
19 Pero su padre rehusó, diciendo: «Lo sé, hijo mío, lo sé; también este se convertirá en un pueblo y será grande. Pero su hermano menor será más grande que él y su descendencia será una multitud de naciones».
20 Y los bendijo aquel día con estas palabras: «En tu nombre se bendecirá Israel; se dirá: Dios os haga como Efraín y Manasés». Y puso a Efraín delante de Manasés.
21 Después Israel dijo a José: «Yo voy a morir, pero Dios estará con vosotros y os llevará de nuevo a la tierra de vuestros padres.
22 Yo te entrego Siquén, con preferencia a tus hermanos, pues la conquisté a los amorreos con mi espada y mi arco».
1 Jacob llamó a sus hijos y les dijo: «Reuníos, que os voy a contar lo que os va a suceder en el futuro;
2 agrupaos y escuchadme, hijos de Jacob, oíd a vuestro padre Israel:
3 Tú, Rubén, mi primogénito,
mi fuerza y primicia de mi virilidad,
primero en honor, primero en poder.
4 Burbujeante como agua, no descollarás;
porque subiste al lecho de tu padre,
lo profanaste, escalando mi tálamo.
5 Simeón y Leví, hermanos,
armas criminales sus espadas.
6 Ojalá no participe yo en sus consejos,
ni me siente yo en su asamblea,
pues mataron hombres ferozmente,
y mutilaron bueyes a su antojo.
7 Maldita su furia, tan cruel,
y su cólera implacable.
Los repartiré entre Jacob
y los dispersaré por Israel.
8 A ti, Judá, te alabarán tus hermanos,
pondrás tu mano sobre la cerviz de tus enemigos,
se postrarán ante ti los hijos de tu padre.
9 Judá es un león agazapado,
has vuelto de hacer presa, hijo mío;
se agacha y se tumba como león
o como leona, ¿quién se atreve a desafiarlo?
10 No se apartará de Judá el cetro,
ni el bastón de mando de entre sus rodillas,
hasta que venga aquel a quien está reservado,
y le rindan homenaje los pueblos.
11 Ata su asno a una viña,
y a una cepa, el pollino de la asna;
lava su sayo en vino,
y su túnica en sangre de uvas.
12 Sus ojos son más oscuros que vino,
y sus dientes más blancos que leche.
13 Zabulón morará junto a la costa,
será un puerto para los barcos,
vuelto a Sidón su flanco.
14 Isacar, asno robusto,
se acuclilla entre las alforjas.
15 Viendo qué bueno es el establo
y qué placentero el país,
inclinó su lomo a la carga
y aceptó trabajos de esclavo.
16 Dan gobernará a su pueblo,
como una de las tribus de Israel.
17 Dan es culebra junto al camino,
víbora junto al sendero.
Muerde los talones del caballo,
y cae de espaldas su jinete.
18 Espero tu salvación, Señor.
19 Gad: le asaltarán los bandidos,
y él los asaltará por la espada.
20 De Aser viene el grano suculento,
que proporciona manjares de reyes.
21 Neftalí, cierva suelta,
que da hermosos cervatillos.
22 José es un potro salvaje,
un potro junto a la fuente,
asnos salvajes en una ladera.
23 Los arqueros los hostigan,
los persiguen y los atacan.
24 Pero su arco se queda rígido,
y tiemblan sus manos y sus brazos,
ante el Campeón de Jacob,
el Pastor, la Roca de Israel.
25 El Dios de tu padre te auxilia,
el Todopoderoso te bendice:
bendiciones de lo alto del cielo,
bendiciones de lo profundo del océano,
bendiciones de pechos y ubres.
26 Las bendiciones de tu padre superan
las bendiciones de los collados antiguos,
las delicias de las colinas perdurables.
Descansen sobre la cabeza de José,
coronen al elegido entre sus hermanos.
27 Benjamín, lobo rapaz:
por la mañana devora la presa,
por la tarde reparte los despojos».
28 Todas estas son las tribus de Israel, doce en total, y esto es lo que su padre les dijo al bendecirlos, dando a cada uno su bendición pertinente.
29 Luego les dio estas instrucciones: «Cuando me reúna con los míos, enterradme con mis padres en la cueva del campo de Efrón, el hitita,
30 la cueva del campo de Macpela frente a Mambré, en la tierra de Canaán, la que compró Abrahán a Efrón, el hitita, como sepulcro en propiedad.
31 Allí enterraron a Abrahán y Sara, su mujer; allí enterraron a Isaac y a Rebeca, su mujer; allí enterré yo a Lía.
32 El campo y la cueva fueron comprados a los hititas».
33 Cuando Jacob terminó de dar instrucciones a sus hijos, recogió los pies en la cama, expiró y se reunió con los suyos.
1 José se echó sobre el rostro de su padre, lloró sobre él y lo besó.
2 Después José mandó a los médicos de su servicio embalsamar a su padre y los médicos embalsamaron a Israel.
3 Tardaron cuarenta días, que es lo que se suele tardar en embalsamar. Los egipcios le guardaron luto setenta días.
4 Pasados los días del duelo, dijo José a la corte del faraón: «Si he obtenido vuestro favor, exponed ante el faraón este ruego mío:
5 “Mi padre me hizo jurar, diciendo: cuando muera, me enterrarás en el sepulcro que me preparé en la tierra de Canaán. Ahora, pues, déjame subir a enterrar a mi padre y después volveré"».
6 Contestó el faraón: «Sube y entierra a tu padre, como él te hizo jurar».
7 José subió a enterrar a su padre, y con él subieron todos los servidores del faraón, los ancianos de la corte y los ancianos de la tierra de Egipto
8 y toda la familia de José, sus hermanos y la familia de su padre. Solo quedaron en la tierra de Gosén los niños, las ovejas y las vacas.
9 Subieron con él también carros y jinetes. El cortejo era muy numeroso.
10 Cuando llegaron a Goren Atad, que está al otro lado del Jordán, celebraron un funeral solemne e impresionante; y José hizo duelo siete días por su padre.
11 Al ver los cananeos, que habitaban el país, el funeral de Goren Atad, dijeron: «Gran duelo este de los egipcios». Por eso el lugar se llamó Abel Misráin, que está al otro lado del Jordán.
12 Así los hijos de Jacob hicieron con él lo que les había mandado:
13 lo llevaron a la tierra de Canaán, lo enterraron en la cueva del campo de Macpela, frente a Mambré, el campo que Abrahán había comprado a Efrón, el hitita, como sepulcro en propiedad.
14 Después de enterrar a su padre, José volvió a Egipto con sus hermanos y con todos los que habían subido con él a enterrar a su padre.
15 Cuando los hermanos de José vieron que había muerto su padre, se dijeron: «A ver si José nos guarda rencor y quiere pagarnos todo el mal que le hicimos».
16 Y mandaron decir a José: «Antes de morir tu padre nos encargó:
17 “Esto diréis a José: Perdona a tus hermanos su crimen y su pecado y el mal que te hicieron. Por tanto, perdona el crimen de los siervos del Dios de tu padre"». José al oírlo se echó a llorar.
18 Entonces vinieron sus hermanos, se postraron ante él y le dijeron: «Aquí nos tienes, somos tus siervos».
19 Pero José les respondió: «No temáis, ¿soy yo acaso Dios?
20 Vosotros intentasteis hacerme mal, pero Dios intentaba hacer bien, para dar vida a un pueblo numeroso, como hoy somos.
21 Por tanto, no temáis; yo os mantendré a vosotros y a vuestros hijos». Y los consoló hablándoles al corazón.
22 José habitó en Egipto con la familia de su padre; y vivió ciento diez años.
23 José llegó a conocer a los descendientes de Efraín, hasta la tercera generación, y también a los hijos de Maquir, hijo de Manasés, que nacieron sobre sus rodillas.
24 Más adelante, José dijo a sus hermanos: «Yo voy a morir, pero Dios cuidará de vosotros y os llevará de esta tierra a la tierra que juró dar a Abrahán, Isaac y Jacob».
25 Luego José hizo jurar a los hijos de Israel: «Cuando Dios os visite, os llevaréis mis huesos de aquí».
26 José murió a los ciento diez años. Lo embalsamaron y lo pusieron en un sarcófago en Egipto.