1 En muchas ocasiones y de muchas maneras habló Dios antiguamente a los padres por los profetas.
2 En esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo, al que ha nombrado heredero de todo, y por medio del cual ha realizado los siglos.
3 Él es reflejo de su gloria, impronta de su ser. Él sostiene el universo con su palabra poderosa. Y, habiendo realizado la purificación de los pecados, está sentado a la derecha de la Majestad en las alturas;
4 tanto más encumbrado sobre los ángeles cuanto más sublime es el nombre que ha heredado.
5 Pues ¿a qué ángel dijo jamás:
Hijo mío eres tú, yo te he engendrado hoy;
y en otro lugar:
Yo seré para él un padre,
y él será para mí un hijo?
6 Asimismo, cuando introduce en el mundo al primogénito, dice:
Adórenlo todos los ángeles de Dios.
7 De los ángeles dice:
Hace de los espíritus sus ángeles;
de las llamas de fuego, sus ministros.
8 En cambio, del Hijo:
Tu trono, oh Dios, permanece para siempre;
y cetro de rectitud es tu cetro real.
9 Amaste la justicia y odiaste la iniquidad;
por eso Dios, tu Dios, te ha distinguido
entre tus compañeros,
ungiéndote con aceite de júbilo.
10 También:
Tú, Señor, en los comienzos cimentaste la tierra;
los cielos son obra de tus manos;
11 ellos perecerán, tú permaneces;
se gastarán como la ropa,
los envolverás como un manto.
12 Serán como vestido que se muda.
Pero tú eres siempre el mismo
tus años no se acabarán.
13 Y ¿a cuál de los ángeles dijo jamás:
Siéntate a mi derecha
mientras pongo a tus enemigos por estrado de tus pies?
14 ¿Es que no son todos espíritus servidores, enviados en ayuda de los que han de heredar la salvación?
1 Por tanto, para no extraviarnos, debemos prestar más atención a lo que hemos oído.
2 Pues si la palabra comunicada a través de ángeles tuvo validez, y toda transgresión y desobediencia fue justamente castigada,
3 ¿cómo escaparemos nosotros si desdeñamos semejante salvación, que fue anunciada primero por el Señor, confirmada por los que la habían escuchado,
4 a la que Dios añadió su testimonio con signos y portentos, con milagros varios, y dones del Espíritu Santo distribuidos según su beneplácito?
5 Dios no sometió a los ángeles el mundo venidero, del que estamos hablando;
6 de ello dan fe estas palabras:
¿Qué es el hombre, para que te acuerdes de él,
o el ser humano, para que mires por él?
7 Lo hiciste poco inferior a los ángeles,
lo coronaste de gloria y dignidad,
8 todo lo sometiste bajo sus pies.
En efecto, al someterle todo, nada dejó fuera de su dominio. Pero ahora no vemos todavía que le esté sometido todo.
9 Al que Dios había hecho un poco inferior a los ángeles, a Jesús, lo vemos ahora coronado de gloria y honor por su pasión y muerte. Pues, por la gracia de Dios, gustó la muerte por todos.
10 Convenía que aquel, para quien y por quien existe todo, llevara muchos hijos a la gloria perfeccionando mediante el sufrimiento al jefe que iba a guiarlos a la salvación.
11 El santificador y los santificados proceden todos del mismo. Por eso no se avergüenza de llamarlos hermanos,
12 pues dice:
Anunciaré tu nombre a mis hermanos,
en medio de la asamblea te alabaré.
13 Y también:
En él pondré yo mi confianza.
Y de nuevo:
Aquí estoy yo con los hijos que Dios me dio.
14 Por tanto, lo mismo que los hijos participan de la carne y de la sangre, así también participó Jesús de nuestra carne y sangre, para aniquilar mediante la muerte al señor de la muerte, es decir, al diablo,
15 y liberar a cuantos, por miedo a la muerte, pasaban la vida entera como esclavos.
16 Notad que tiende una mano a los hijos de Abrahán, no a los ángeles.
17 Por eso tenía que parecerse en todo a sus hermanos, para ser sumo sacerdote misericordioso y fiel en lo que a Dios se refiere, y expiar los pecados del pueblo.
18 Pues, por el hecho de haber padecido sufriendo la tentación, puede auxiliar a los que son tentados.
1 Por tanto, hermanos santos, vosotros que compartís una vocación celeste, considerad al apóstol y sumo sacerdote de la fe que profesamos: a Jesús,
2 fiel al que lo nombró, como lo fue Moisés en toda la familia de Dios.
3 Pero el honor concedido a Jesús es superior al de Moisés, pues el que funda la familia tiene mayor dignidad que la familia misma.
4 En efecto, cada familia tiene un fundador, mas quien lo ha fundado todo es Dios.
5 Moisés, ciertamente, fue fiel en toda su casa, como servidor para atestiguar cuanto había de anunciarse.
6 En cambio, Cristo, como Hijo, está al frente de la familia de Dios; y esa familia somos nosotros, con tal que mantengamos firme la seguridad y la gloria de la esperanza.
7 Por eso dice el Espíritu Santo:
Si escucháis hoy su voz,
8 no endurezcáis vuestros corazones
como cuando la rebelión,
en el día de la prueba en el desierto,
9 cuando me pusieron a prueba vuestros padres,
y me provocaron,
a pesar de haber visto mis obras
10 cuarenta años. Por eso me indigné contra aquella generación
y dije: Siempre tienen el corazón extraviado;
no reconocieron mis caminos,
11 por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.
12 ¡Atención, hermanos! Que ninguno de vosotros tenga un corazón malo e incrédulo, que lo lleve a desertar del Dios vivo.
13 Animaos, por el contrario, los unos a los otros, cada día, mientras dure este hoy, para que ninguno de vosotros se endurezca, engañado por el pecado.
14 En efecto, somos partícipes de Cristo si conservamos firme hasta el final la actitud del principio.
15 Al decir:
Si escucháis hoy su voz,
no endurezcáis el corazón,
como cuando la rebelión, |
16 ¿quiénes se rebelaron, al escucharlo? Ciertamente, todos los que salieron de Egipto por obra de Moisés.
17 Y ¿contra quiénes se indignó durante cuarenta años? Contra los que habían pecado, cuyos cadáveres cayeron en el desierto.
18 Y ¿a quiénes juró que no entrarían en su descanso sino a los rebeldes?
19 Y vemos que no pudieron entrar por falta de fe.
1 Temamos, no sea que, estando aún en vigor la promesa de entrar en su descanso, alguno de vosotros crea haber perdido la oportunidad.
2 También nosotros hemos recibido la buena noticia, igual que ellos; pero el mensaje que oyeron no les sirvió de nada a quienes no se adhirieron por la fe a los que lo habían escuchado.
3 Así pues, los creyentes entremos en el descanso, de acuerdo con lo dicho:
He jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso,
y eso que sus obras estaban terminadas desde la creación del mundo.
4 Acerca del día séptimo se dijo: Y descansó Dios el día séptimo de todo el trabajo que había hecho.
5 En nuestro pasaje añade: No entrarán en mi descanso.
6 Puesto que, según esto, quedan algunos por entrar en él, y los primeros que recibieron la buena noticia no entraron por su rebeldía,
7 Dios señala otro día, hoy, al decir mucho tiempo después, por boca de David, lo antes citado:
Si escucháis hoy su voz,
no endurezcáis vuestros corazones.
8 Si Josué les hubiera dado el descanso, Dios no habría hablado luego de otro día;
9 por consiguiente, todavía queda un tiempo de descanso para el pueblo de Dios,
10 pues el que entra en su descanso, también él descansa de sus tareas, como Dios de la suyas.
11 Empeñémonos, por tanto, en entrar en aquel descanso, para que nadie caiga, imitando aquella desobediencia.
12 Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo; penetra hasta el punto donde se dividen alma y espíritu, coyunturas y tuétanos; juzga los deseos e intenciones del corazón.
13 Nada se le oculta; todo está patente y descubierto a los ojos de aquel a quien hemos de rendir cuentas.
14 Así pues, ya que tenemos un sumo sacerdote grande que ha atravesado el cielo, Jesús, Hijo de Dios, mantengamos firme la confesión de fe.
15 No tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino que ha sido probado en todo, como nosotros, menos en el pecado.
16 Por eso, comparezcamos confiados ante el trono de la gracia, para alcanzar misericordia y encontrar gracia para un auxilio oportuno.
1 Todo sumo sacerdote, escogido de entre los hombres, está puesto para representar a los hombres en el culto a Dios: para ofrecer dones y sacrificios por los pecados.
2 Él puede comprender a los ignorantes y extraviados, porque también él está sujeto a debilidad.
3 A causa de ella, tiene que ofrecer sacrificios por sus propios pecados, como por los del pueblo.
4 Nadie puede arrogarse este honor sino el que es llamado por Dios, como en el caso de Aarón.
5 Tampoco Cristo se confirió a sí mismo la dignidad de sumo sacerdote, sino que la recibió de aquel que le dijo: Tú eres mi Hijo: yo te he engendrado hoy;
6 o, como dice en otro pasaje: Tú eres sacerdote para siempre según el rito de Melquisedec.
7 Cristo, en los días de su vida mortal, a gritos y con lágrimas, presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte, siendo escuchado por su piedad filial.
8 Y, aun siendo Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer.
9 Y, llevado a la consumación, se convirtió, para todos los que lo obedecen, en autor de salvación eterna,
10 proclamado por Dios sumo sacerdote según el rito de Melquisedec.
11 Sobre este particular tenemos mucho que decir, aunque es difícil de explicar, porque os habéis vuelto torpes de oído.
12 Pues, debiendo vosotros ser ya maestros, por razón del tiempo, seguís necesitando que alguien os vuelva a enseñar los primeros rudimentos de los oráculos divinos; y estáis necesitados de leche y no de alimento sólido.
13 Quien vive de leche, desconoce la doctrina de la justicia, pues es todavía un niño.
14 El alimento sólido es para perfectos, que con la práctica y el entrenamiento de los sentidos saben distinguir el bien del mal.
1 Dejando aparte el mensaje inicial sobre Cristo, elevémonos a lo perfecto, sin poner otra vez los cimientos, o sea: el arrepentimiento de las obras muertas, la fe en Dios,
2 la instrucción sobre las abluciones, la imposición de manos, la resurrección de muertos y el juicio definitivo.
3 También esto lo haremos si Dios nos lo concede.
4 Pues a quienes fueron iluminados de una vez para siempre, gustaron el don celeste, participaron del Espíritu Santo,
5 saborearon la palabra buena de Dios y los prodigios del mundo futuro,
6 y, a pesar de todo, apostataron, es imposible renovarlos otra vez llevándolos al arrepentimiento, crucificando de nuevo al Hijo de Dios y exponiéndolo al escarnio.
7 La tierra que recoge la lluvia frecuente y produce plantas útiles para los que la cultivan, recibe una bendición de Dios,
8 pero si da cardos y espinas, es inútil, está cerca de la maldición, y acabará abrasada.
9 Pero, aunque hablemos así, queridos hermanos, en vuestro caso esperamos lo mejor, lo que conduce a la salvación.
10 Porque Dios no es injusto como para olvidarse de vuestro trabajo y del amor que le habéis demostrado sirviendo a los santos ahora igual que antes.
11 Deseamos que cada uno de vosotros demuestre el mismo empeño hasta el final, para que se cumpla vuestra esperanza;
12 y no seáis indolentes, sino imitad a los que, con fe y perseverancia, consiguen lo prometido.
13 Cuando Dios hizo la promesa a Abrahán, no teniendo a nadie mayor por quien jurar, juró por sí mismo,
14 diciendo: Te llenaré de bendiciones y te multiplicaré abundantemente;
15 y así, perseverando, alcanzó lo prometido.
16 Los hombres juran por alguien mayor, y, con la garantía del juramento, queda zanjada toda discusión.
17 De la misma manera, queriendo Dios demostrar a los beneficiarios de la promesa la inmutabilidad de su designio, se comprometió con juramento,
18 para que por dos cosas inmutables, en las que es imposible que Dios mienta, cobremos ánimos y fuerza los que buscamos refugio en él, aferrándonos a la esperanza que tenemos delante.
19 La cual es para nosotros como ancla del alma, segura y firme, que penetra más allá de la cortina,
20 donde entró, como precursor, por nosotros, Jesús, Sumo Sacerdote para siempre según el rito de Melquisedec.
1 Este Melquisedec, rey de Salén, sacerdote del Dios altísimo, salió al encuentro de Abrahán cuando este regresaba de derrotar a los reyes, lo bendijo
2 y recibió de Abrahán el diezmo del botín. Su nombre significa, en primer lugar, Rey de Justicia, y, después, Rey de Salén, es decir, Rey de Paz.
3 Sin padre, sin madre, sin genealogía; no se menciona el principio de sus días ni el fin de su vida. En virtud de esta semejanza con el Hijo de Dios, es sacerdote perpetuamente.
4 Considerad cuán grande es este a quien el mismo patriarca Abrahán le dio el diezmo del botín.
5 Pues a los hijos de Leví, que reciben el sacerdocio, la ley les manda cobrar un diezmo al pueblo, es decir, a sus hermanos, a pesar de que todos descienden de Abrahán.
6 En cambio, Melquisedec, que no tenía ascendencia común con ellos, percibe el diezmo de Abrahán y bendice al titular de la promesa.
7 Está fuera de discusión que el mayor bendice al menor.
8 Y aquí los que cobran el diezmo son hombres que mueren, mientras que allí fue uno de quien se declara que vive.
9 Por así decirlo, también Leví, que es quien cobra el diezmo, lo pagó en la persona de Abrahán,
10 pues aquel estaba ya presente en su padre cuando Melquisedec le salió al encuentro.
11 Si la perfección se alcanzara mediante el sacerdocio levítico –pues el pueblo había recibido una ley respecto al mismo–, ¿qué falta hacía que surgiese otro sacerdote en la línea de Melquisedec y no en la línea de Aarón?
12 Porque cambiar el sacerdocio implica forzosamente cambiar la ley;
13 y aquel de quien habla el texto pertenece a una tribu diferente, de la cual nadie ha oficiado en el altar.
14 Es cosa sabida que nuestro Señor procede de Judá, una tribu de la que nunca habló Moisés tratando del sacerdocio.
15 Y esto resulta mucho más evidente si surge otro sacerdote a semejanza de Melquisedec,
16 que no ha llegado a serlo en virtud de una legislación carnal, sino en fuerza de una vida imperecedera;
17 pues está atestiguado:
Tú eres sacerdote para siempre
según el rito de Melquisedec.
18 De este modo, por un lado, se deroga una disposición anterior, por ser ineficaz e inútil,
19 pues la ley no llevó nada a la perfección, y, por otro, se introduce una esperanza más valiosa, por la cual nos acercamos a Dios.
20 Además, aquí no falta un juramento, pues aquellos fueron sacerdotes sin juramento;
21 este, en cambio, por el juramento que le hicieron al decirle:
El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
Tú eres sacerdote para siempre.
22 Esto es señal de que Jesús es garante de una alianza más valiosa.
23 De aquellos ha habido multitud de sacerdotes, porque la muerte les impedía permanecer;
24 en cambio, este, como permanece para siempre, tiene el sacerdocio que no pasa.
25 De ahí que puede salvar definitivamente a los que se acercan a Dios por medio de él, pues vive siempre para interceder a favor de ellos.
26 Y tal convenía que fuese nuestro sumo sacerdote: santo, inocente, sin mancha, separado de los pecadores y encumbrado sobre el cielo.
27 Él no necesita ofrecer sacrificios cada día como los sumos sacerdotes, que ofrecían primero por los propios pecados, después por los del pueblo, porque lo hizo de una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo.
28 En efecto, la ley hace sumos sacerdotes a hombres llenos de debilidades. En cambio, la palabra del juramento, posterior a la ley, consagra al Hijo, perfecto para siempre.
1 Esto es lo principal de todo el discurso: Tenemos un sumo sacerdote que está sentado a la derecha del trono de la Majestad en los cielos,
2 y es ministro del Santuario y de la Tienda verdadera, construida por el Señor y no por un hombre.
3 En efecto, todo sumo sacerdote está puesto para ofrecer dones y sacrificios; de ahí la necesidad de que también Jesús tenga algo que ofrecer.
4 Ahora bien, si estuviera en la tierra, ni siquiera sería sacerdote, habiendo otros que ofrecen los dones según la ley.
5 Estos sacerdotes están al servicio de una figura y sombra de lo celeste, según el oráculo que recibió Moisés cuando iba a construir la Tienda: Mira, le dijo Dios, te ajustarás al modelo que te fue mostrado en la montaña.
6 Mas ahora a Cristo le ha correspondido un ministerio tanto más excelente cuanto mejor es la alianza de la que es mediador: una alianza basada en promesas mejores.
7 Si la primera hubiera sido perfecta, no habría lugar para una segunda.
8 Pero les reprocha:
Mirad que llegan días –oráculo del Señor–
en que haré
con la casa de Israel y con la casa de Judá
una alianza nueva;
9 no como la alianza que hice con sus padres,
cuando los tomé de la mano
para sacarlos de Egipto.
Ellos fueron infieles a mi alianza
y yo me desentendí de ellos –oráculo del Señor–.
10 Así será la alianza que haré con la casa de Israel
después de aquellos días –oráculo del Señor–:
pondré mis leyes en su mente
y las escribiré en sus corazones;
yo seré su Dios
y ellos serán mi pueblo.
11 Y no tendrá que enseñar uno a su prójimo,
el otro a su hermano, diciendo:
«Conoce al Señor»,
porque todos me conocerán,
del menor al mayor,
12 pues perdonaré sus delitos
y no me acordaré ya de sus pecados.
13 Al decir alianza nueva, declaró antigua la anterior; y lo que envejece y queda anticuado, está para desaparecer.
1 También la primera alianza tenía sus ritos para el culto y su santuario de este mundo.
2 Se instaló una primera tienda, llamada el Santo, donde estaban el candelabro y la mesa de los panes presentados.
3 Detrás de la segunda cortina estaba la tienda llamada Santo de los Santos,
4 que contenía el altar de oro para los perfumes y el Arca de la Alianza, revestida toda ella de oro, en la que se hallaban la urna de oro con maná, la vara florecida de Aarón y las tablas de la alianza.
5 Encima del Arca estaban los querubines de la Gloria, que cubrían con su sombra el Propiciatorio. No hace falta explicarlo ahora al detalle.
6 Una vez instalado todo, los sacerdotes entran continuamente en la primera tienda para oficiar allí.
7 En la segunda solo entra el sumo sacerdote, una vez al año, con la sangre que ofrece por sí y por los pecados de inadvertencia del pueblo.
8 Con lo cual daba a entender el Espíritu Santo que, mientras está en pie la primera tienda, no está patente el acceso al santuario.
9 Estos son símbolos del tiempo presente: allí se ofrecen dones y sacrificios incapaces de perfeccionar la conciencia del que oficia;
10 pues consisten en comidas, bebidas y abluciones diversas: disposiciones humanas en vigor hasta el momento del orden nuevo.
11 En cambio, Cristo ha venido como sumo sacerdote de los bienes definitivos. Su tienda es más grande y más perfecta: no hecha por manos de hombre, es decir, no de este mundo creado.
12 No lleva sangre de machos cabríos, ni de becerros, sino la suya propia; y así ha entrado en el santuario una vez para siempre, consiguiendo la liberación eterna.
13 Si la sangre de machos cabríos y de toros, y la ceniza de una becerra, santifican con su aspersión a los profanos, devolviéndoles la pureza externa,
14 ¡cuánto más la sangre de Cristo, que, en virtud del Espíritu eterno, se ha ofrecido a Dios como sacrificio sin mancha, podrá purificar nuestra conciencia de las obras muertas, para que demos culto al Dios vivo!
15 Por esa razón, es mediador de una alianza nueva: en ella ha habido una muerte que ha redimido de los pecados cometidos durante la primera alianza; y así los llamados pueden recibir la promesa de la herencia eterna.
16 Donde hay testamento tiene que darse la muerte del testador;
17 pues el testamento entra en vigor cuando se produce la defunción; mientras vive el testador no tiene vigencia.
18 De ahí que tampoco faltase sangre en la inauguración de la primera alianza.
19 Cuando Moisés acabó de leer al pueblo toda la ley, tomó la sangre de los becerros y los machos cabríos, además de agua, lana escarlata e hisopo, y roció el libro mismo y al pueblo,
20 diciendo: Esta es la sangre de la alianza que Dios ordenó para vosotros.
21 Con la misma sangre roció la tienda y todos los utensilios litúrgicos.
22 Según la ley, casi todo se purifica con sangre, y sin efusión de sangre no hay perdón.
23 Era necesario que todas estas cosas, que son figura de las realidades celestes, se purificaran con tales ritos, pero las realidades celestes mismas necesitan sacrificios superiores a estos.
24 Pues bien, Cristo entró no en un santuario construido por hombres, imagen del auténtico, sino en el mismo cielo, para ponerse ante Dios, intercediendo por nosotros.
25 Tampoco se ofrece a sí mismo muchas veces como el sumo sacerdote, que entraba en el santuario todos los años y ofrecía sangre ajena.
26 Si hubiese sido así, tendría que haber padecido muchas veces, desde la fundación del mundo. De hecho, él se ha manifestado una sola vez, al final de los tiempos, para destruir el pecado con el sacrificio de sí mismo.
27 Por cuanto el destino de los hombres es morir una sola vez; y después de la muerte, el juicio.
28 De la misma manera, Cristo se ofreció una sola vez para quitar los pecados de todos. La segunda vez aparecerá, sin ninguna relación al pecado, para salvar a los que lo esperan.
1 Pues la ley, que presenta solo una sombra de los bienes futuros y no la realidad misma de las cosas, no puede nunca hacer perfectos a los que se acercan, pues lo hacen año tras año y ofrecen siempre los mismos sacrificios.
2 Si no fuera así, ¿no habrían dejado de ofrecerse, porque los ministros del culto, purificados de una vez para siempre, no tendrían ya ningún pecado sobre su conciencia?
3 Pero, en realidad, con estos sacrificios se recuerdan, año tras año, los pecados.
4 Porque es imposible que la sangre de los toros y de los machos cabríos quite los pecados.
5 Por eso, al entrar él en el mundo dice:
6 Tú no quisiste sacrificios ni ofrendas,
pero me formaste un cuerpo;
no aceptaste
holocaustos ni víctimas expiatorias.
7 Entonces yo dije: He aquí que vengo
–pues así está escrito en el comienzo del libro acerca de mí–
para hacer, ¡oh Dios!, tu voluntad.
8 Primero dice: Tú no quisiste sacrificios ni ofrendas, ni holocaustos, ni víctimas expiatorias, que se ofrecen según la ley.
9 Después añade: He aquí que vengo para hacer tu voluntad. Niega lo primero, para afirmar lo segundo.
10 Y conforme a esa voluntad todos quedamos santificados por la oblación del cuerpo de Jesucristo, hecha una vez para siempre.
11 En efecto, todo sacerdote ejerce su ministerio diariamente ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, porque de ningún modo pueden borrar los pecados.
12 Pero Cristo, después de haber ofrecido por los pecados un único sacrificio, está sentado para siempre jamás a la derecha de Dios
13 y espera el tiempo que falta hasta que sus enemigos sean puestos como estrado de sus pies.
14 Con una sola ofrenda ha perfeccionado definitivamente a los que van siendo santificados.
15 Esto nos lo atestigua también el Espíritu Santo.
En efecto, después de decir:
16 Así será la alianza que haré con ellos
después de aquellos días,
añade el Señor:
Pondré mis leyes en sus corazones
y las escribiré en su mente,
17 y no me acordaré ya de sus pecados ni de sus culpas.
18 Ahora bien, donde hay perdón, no hay ya ofrenda por los pecados.
19 Así pues, teniendo libertad para entrar en el santuario, en virtud de la sangre de Jesús,
20 contando con el camino nuevo y vivo que él ha inaugurado para nosotros a través de la cortina, o sea, de su carne,
21 y teniendo un gran sacerdote al frente de la casa de Dios,
22 acerquémonos con corazón sincero y llenos de fe, con el corazón purificado de mala conciencia y con el cuerpo lavado en agua pura.
23 Mantengámonos firmes en la esperanza que profesamos, porque es fiel quien hizo la promesa.
24 Fijémonos los unos en los otros para estimularnos a la caridad y a las buenas obras;
25 no faltemos a las asambleas, como suelen hacer algunos, sino animémonos tanto más cuanto más cercano veis el Día.
26 Porque, si después de haber recibido el conocimiento de la verdad pecamos deliberadamente, ya no quedan sacrificios por los pecados,
27 sino solo la perspectiva pavorosa del juicio y del furor del fuego que devorará a los enemigos.
28 Al que viola la ley de Moisés lo ejecutan sin compasión, basándose en dos o tres testigos.
29 ¿Cuánto peor castigo pensáis que merecerá quien pisotee al Hijo de Dios, profane la sangre de la alianza que lo consagra, y ultraje al Espíritu de la gracia?
30 Conocemos al que dijo: Mío es el desquite, yo daré a cada cual su merecido, y también: El Señor juzgará a su pueblo.
31 Es terrible caer en manos del Dios vivo.
32 Recordad aquellos días primeros, en los que, recién iluminados, soportasteis múltiples combates y sufrimientos:
33 unos, expuestos públicamente a oprobios y malos tratos; otros, solidarios de los que eran tratados así.
34 Compartisteis el sufrimiento de los encarcelados, aceptasteis con alegría que os confiscaran los bienes, sabiendo que teníais bienes mejores y permanentes.
35 No renunciéis, pues, a vuestra valentía, que tendrá una gran recompensa.
36 Os hace falta paciencia para cumplir la voluntad de Dios y alcanzar la promesa.
37 Un poquito de tiempo todavía
y el que viene llegará sin retraso;
38 mi justo vivirá por la fe,
pero si se arredra le retiraré mi favor.
39 Pero nosotros no somos gente que se arredra para su perdición, sino hombres de fe para salvar el alma.
1 La fe es fundamento de lo que se espera, y garantía de lo que no se ve.
2 Por ella son recordados los antiguos.
3 Por la fe sabemos que el universo fue configurado por la palabra de Dios, de manera que lo visible procede de lo invisible.
4 Por la fe, Abel ofreció a Dios un sacrificio mejor que Caín; por ella, Dios mismo, al recibir sus dones, lo acreditó como justo; por ella sigue hablando después de muerto.
5 Por la fe fue arrebatado Henoc, sin pasar por la muerte; no lo encontraron, porque Dios lo había arrebatado; en efecto, antes de ser arrebatado se le acreditó que había complacido a Dios,
6 y sin fe es imposible complacerlo, pues el que se acerca a Dios debe creer que existe y que recompensa a quienes lo buscan.
7 Por la fe, advertido Noé de lo que aún no se veía, tomó precauciones y construyó un arca para salvar a su familia; por ella condenó al mundo y heredó la justicia que viene de la fe.
8 Por la fe obedeció Abrahán a la llamada y salió hacia la tierra que iba a recibir en heredad. Salió sin saber adónde iba.
9 Por fe vivió como extranjero en la tierra prometida, habitando en tiendas, y lo mismo Isaac y Jacob, herederos de la misma promesa,
10 mientras esperaba la ciudad de sólidos cimientos cuyo arquitecto y constructor iba a ser Dios.
11 Por la fe también Sara, siendo estéril, obtuvo vigor para concebir cuando ya le había pasado la edad, porque consideró fiel al que se lo prometía.
12 Y así, de un hombre, marcado ya por la muerte, nacieron hijos numerosos, como las estrellas del cielo y como la arena incontable de las playas.
13 Con fe murieron todos estos, sin haber recibido las promesas, sino viéndolas y saludándolas de lejos, confesando que eran huéspedes y peregrinos en la tierra.
14 Es claro que los que así hablan están buscando una patria;
15 pues si añoraban la patria de donde habían salido, estaban a tiempo para volver.
16 Pero ellos ansiaban una patria mejor, la del cielo. Por eso Dios no tiene reparo en llamarse su Dios: porque les tenía preparada una ciudad.
17 Por la fe, Abrahán, puesto a prueba, ofreció a Isaac: ofreció a su hijo único, el destinatario de la promesa,
18 del cual le había dicho Dios: «Isaac continuará tu descendencia».
19 Pero Abrahán pensó que Dios tiene poder hasta para resucitar de entre los muertos, de donde en cierto sentido recobró a Isaac.
20 Por la fe bendijo Isaac el futuro de Jacob y Esaú.
21 Por la fe, Jacob, estando para morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y se inclinó apoyado en el extremo del bastón.
22 Por fe, José, al final de la vida, evocó el éxodo de los israelitas y dio órdenes acerca de sus huesos.
23 Por fe, cuando nació Moisés, sus padres lo ocultaron tres meses, viendo que era un niño hermoso, y sin temer el decreto real.
24 Por fe, Moisés, ya crecido, renunció al título de hijo de una hija del faraón,
25 y prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios al disfrute efímero del pecado,
26 estimando que la afrenta de Cristo valía más que los tesoros de Egipto, y atendiendo a la recompensa.
27 Por fe abandonó Egipto sin temer la cólera del rey, y se apoyó en el invisible como si lo viera.
28 Por fe celebró la Pascua, e hizo la aspersión de la sangre para que el exterminador no tocase a sus primogénitos.
29 Por fe atravesaron el mar Rojo como por tierra firme, mientras que los egipcios, al intentarlo, se ahogaron.
30 Por fe, la muralla de Jericó, después de ser rodeada durante siete días, se derrumbó.
31 Por fe, la prostituta Rajab acogió amistosamente a los espías y no pereció con los rebeldes.
32 ¿Para qué seguir? No me da tiempo de referir la historia de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas;
33 estos, por fe, conquistaron reinos, administraron justicia, vieron promesas cumplidas, cerraron fauces de leones,
34 apagaron hogueras voraces, esquivaron el filo de la espada, se curaron de enfermedades, fueron valientes en la guerra, rechazaron ejércitos extranjeros;
35 hubo mujeres que recobraron resucitados a sus muertos. Pero otros fueron torturados hasta la muerte, rechazando el rescate, para obtener una resurrección mejor.
36 Otros pasaron por la prueba de las burlas y los azotes, de las cadenas y la cárcel;
37 los apedrearon, los aserraron, murieron a espada, rodaron por el mundo vestidos con pieles de oveja y de cabra, faltos de todo, oprimidos, maltratados
38 –el mundo no era digno de ellos–, vagabundos por desiertos y montañas, por grutas y cavernas de la tierra.
39 Y todos estos, aun acreditados por su fe, no consiguieron lo prometido,
40 porque Dios tenía preparado algo mejor a favor nuestro, para que ellos no llegaran sin nosotros a la perfección.
1 En consecuencia: teniendo una nube tan ingente de testigos, corramos, con constancia, en la carrera que nos toca, renunciando a todo lo que nos estorba y al pecado que nos asedia,
2 fijos los ojos en el que inició y completa nuestra fe, Jesús, quien, en lugar del gozo inmediato, soportó la cruz, despreciando la ignominia, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios.
3 Recordad al que soportó tal oposición de los pecadores, y no os canséis ni perdáis el ánimo.
4 Todavía no habéis llegado a la sangre en vuestra pelea contra el pecado,
5 y habéis olvidado la exhortación paternal que os dieron:
Hijo mío, no rechaces la corrección del Señor,
ni te desanimes por su reprensión;
6 porque el Señor reprende a los que ama
y castiga a sus hijos preferidos.
7 Soportáis la prueba para vuestra corrección, porque Dios os trata como a hijos, pues ¿qué padre no corrige a sus hijos?
8 Si os eximen de la corrección, que es patrimonio de todos, es que sois bastardos y no hijos.
9 Ciertamente tuvimos por educadores a nuestros padres carnales y los respetábamos; ¿con cuánta más razón nos sujetaremos al Padre de nuestro espíritu, y así viviremos?
10 Porque aquellos nos educaban para breve tiempo, según sus luces; Dios, en cambio, para nuestro bien, para que participemos de su santidad.
11 Ninguna corrección resulta agradable, en el momento, sino que duele; pero luego produce fruto apacible de justicia a los ejercitados en ella.
12 Por eso, fortaleced las manos débiles, robusteced las rodillas vacilantes,
13 y caminad por una senda llana: así el pie cojo, no se retuerce, sino que se cura.
14 Buscad la paz con todos y la santificación, sin la cual nadie verá al Señor.
15 Procurad que nadie se quede sin la gracia de Dios, y que ninguna raíz amarga rebrote y haga daño, contaminando a muchos.
16 Que nadie se prostituya ni profane como Esaú, que solo por una comida vendió su primogenitura.
17 Sabéis que más tarde quiso heredar la bendición, pero fue excluido, pues no obtuvo la retractación, por más que la pidió hasta con lágrimas.
18 No os habéis acercado a un fuego tangible y encendido, a densos nubarrones, a la tormenta,
19 al sonido de la trompeta; ni al estruendo de las palabras, oído el cual, ellos rogaron que no continuase hablando,
20 pues no podían soportar lo que mandaba: Quien toque el monte, aunque sea un animal, será apedreado.
21 Y tan terrible era el espectáculo, que Moisés exclamó: Estoy temblando de miedo.
22 Vosotros, en cambio, os habéis acercado al monte Sión, ciudad del Dios vivo, Jerusalén del cielo, a las miríadas de ángeles,
23 a la asamblea festiva de los primogénitos inscritos en el cielo, a Dios, juez de todos; a las almas de los justos que han llegado a la perfección,
24 y al Mediador de la nueva alianza, Jesús, y a la aspersión purificadora de una sangre que habla mejor que la de Abel.
25 Cuidado con rechazar al que habla, pues si aquellos no escaparon por haber rechazado al que transmitía los oráculos en la tierra, cuánto menos nosotros, si nos apartamos del que habla desde el cielo.
26 Su voz entonces hizo temblar la tierra, pero ahora hace esta promesa: Una vez más haré temblar no solo la tierra, sino también el cielo.
27 Al decir «una vez más» indica la desaparición de lo que tiembla, por ser creado, para que quede lo inconmovible.
28 Por eso, nosotros, que recibimos un reino inconmovible, hemos de mantener esta gracia; y, mediante ella, ofrecer a Dios un culto que le sea grato, con respeto y reverencia,
29 porque nuestro Dios es fuego devorador.
1 Conservad el amor fraterno
2 y no olvidéis la hospitalidad: por ella algunos, sin saberlo, hospedaron a ángeles.
3 Acordaos de los presos como si estuvierais presos con ellos; de los que son maltratados como si estuvierais en su carne.
4 Que todos respeten el matrimonio; el lecho nupcial, que nadie lo mancille, porque a los impuros y adúlteros Dios los juzgará.
5 Vivid sin ansia de dinero, contentándoos con lo que tengáis, pues él mismo dijo:
Nunca te dejaré ni te abandonaré;
6 así tendremos valor para decir:
El Señor es mi auxilio: nada temo;
¿qué podrá hacerme el hombre?
7 Acordaos de vuestros guías, que os anunciaron la palabra de Dios; fijaos en el desenlace de su vida e imitad su fe.
8 Jesucristo es el mismo ayer y hoy y siempre.
9 No os dejéis arrastrar por doctrinas complicadas y extrañas; lo importante es robustecerse interiormente por la gracia y no con prescripciones alimenticias, que de nada valieron a los que las observaban.
10 Nosotros tenemos un altar del que no tienen derecho a comer los que dan culto en el tabernáculo;
11 porque los cuerpos de los animales, cuya sangre lleva el sumo sacerdote para el rito de la expiación, se queman fuera del campamento;
12 y por eso Jesús, para consagrar al pueblo con su propia sangre, murió fuera de la puerta.
13 Salgamos, pues, hacia él, fuera del campamento, cargados con su oprobio;
14 que aquí no tenemos ciudad permanente, sino que andamos en busca de la futura.
15 Por medio de él, ofrezcamos continuamente a Dios un sacrificio de alabanza, es decir, el fruto de unos labios que confiesan su nombre.
16 No os olvidéis de hacer el bien y de ayudaros mutuamente; esos son los sacrificios que agradan a Dios.
17 Obedeced y someteos a vuestros guías, pues ellos se desvelan por vuestro bien, sabiéndose responsables; así lo harán con alegría y sin lamentarse, cosa que no os aprovecharía.
18 Rezad por nosotros; estamos convencidos de tener la conciencia limpia, y deseos de proceder en todo noblemente.
19 Con la mayor insistencia os pido que lo hagáis para que muy pronto os sea yo devuelto.
20 Que el Dios de la paz, que hizo retornar de entre los muertos al gran pastor de las ovejas, Jesús Señor nuestro, en virtud de la sangre de la alianza eterna,
21 os confirme en todo bien para que cumpláis su voluntad, realizando en nosotros lo que es de su agrado por medio de Jesucristo. A él la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
22 Os ruego, hermanos, que soportéis esta exhortación; por eso os he escrito brevemente.
23 Sabed que nuestro hermano Timoteo ha sido liberado. Si llega pronto, iré con él a veros.
24 Saludad a todos vuestros dirigentes, y a todos los santos: os saludan los de Italia.
25 La gracia esté con todos vosotros.