JOB

PRÓLOGO (1-2)

Job, sometido a prueba

* Capítulo 1

1 Había en la tierra de Hus un hombre llamado Job. Era justo, honrado y temeroso de Dios y vivía apartado del mal.

2 Tenía siete hijos y tres hijas.

3 Poseía siete mil ovejas, tres mil camellos, quinientas yuntas de bueyes, quinientas burras y una servidumbre numerosa. Era el más rico de los hombres de Oriente.

4 Sus hijos solían celebrar banquetes, cada uno en su día, e invitaban a sus tres hermanas a comer con ellos.

5 Terminados esos días de fiesta, Job los hacía venir para purificarlos; madrugaba y ofrecía un holocausto por cada uno, por si habían pecado maldiciendo a Dios en su interior. Job hacía lo mismo en cada ocasión.

6 Un día los hijos de Dios se presentaron ante el Señor; entre ellos apareció también Satán.

7 El Señor preguntó a Satán: «¿De dónde vienes?». Satán respondió al Señor: «De dar vueltas por la tierra; de andar por ella».

8 El Señor añadió: «¿Te has fijado en mi siervo Job? En la tierra no hay otro como él: es un hombre justo y honrado, que teme a Dios y vive apartado del mal».

9 Satán contestó al Señor: «¿Y crees que Job teme a Dios de balde?

10 ¿No has levantado tú mismo una valla en torno a él, su hogar y todo lo suyo? Has bendecido sus trabajos, y sus rebaños se extienden por el país.

11 Extiende tu mano y daña sus bienes y ¡ya verás cómo te maldice en la cara!».

12 El Señor respondió a Satán: «Haz lo que quieras con sus cosas, pero a él ni lo toques».

Satán abandonó la presencia del Señor.

13 Un día que sus hijos e hijas comían y bebían en casa del hermano mayor,

14 llegó un mensajero a casa de Job con esta noticia: «Estaban los bueyes arando y las burras pastando a su lado,

15 cuando cayeron sobre ellos unos sabeos, apuñalaron a los mozos y se llevaron el ganado. Solo yo pude escapar para contártelo».

16 No había acabado este de hablar, cuando llegó otro con esta noticia: «Ha caído un rayo del cielo que ha quemado y consumido a las ovejas y a los pastores. Solo yo pude escapar para contártelo».

17 No había acabado este de hablar, cuando llegó otro con esta noticia: «Una banda de caldeos, divididos en tres grupos, se ha echado sobre los camellos y se los ha llevado, después de apuñalar a los mozos. Solo yo pude escapar para contártelo».

18 No había acabado este de hablar, cuando llegó otro con esta noticia: «Estaban tus hijos y tus hijas comiendo y bebiendo en casa del hermano mayor,

19 cuando un huracán cruzó el desierto y embistió por los cuatro costados la casa, que se derrumbó sobre los jóvenes y los mató. Solo yo pude escapar para contártelo».

20 Entonces Job se levantó, se rasgó el manto, se rapó la cabeza, se echó por tierra

21 y dijo: «Desnudo salí del vientre de mi madre y desnudo volveré a él. El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó; bendito sea el nombre del Señor».

22 A pesar de todo esto, Job no pecó ni protestó contra Dios.

Capítulo 2

1 Un día los hijos de Dios se presentaron al Señor; entre ellos apareció también Satán.

2 El Señor preguntó a Satán: «¿De dónde vienes?». Satán respondió al Señor: «De dar vueltas por la tierra; de andar por ella».

3 El Señor añadió: «¿Te has fijado en mi siervo Job? En la tierra no hay otro como él: es un hombre justo y honrado, que teme a Dios y vive apartado del mal. Tú me has incitado contra él, para que lo aniquilara sin más ni más, pero todavía persiste en su honradez».

4 Satán contestó al Señor: «Piel por piel; por salvar la vida el hombre lo da todo.

5 Extiende tu mano y hiérelo en su carne y en sus huesos. ¡Verás cómo te maldice cara a cara!».

6 El Señor respondió a Satán: «Haz lo que quieras con él, pero respétale la vida».
Satán abandonó la presencia del Señor.

7 Entonces hirió a Job con llagas malignas, desde la planta del pie a la coronilla.

8 Job cogió una tejuela para rasparse con ella y se sentó en el polvo.

9 Su mujer le dijo: «¿Todavía persistes en tu honradez? Maldice a Dios y muérete».

10 Él le contestó: «Hablas como una necia. Si aceptamos de Dios los bienes, ¿no vamos a aceptar los males?». A pesar de todo, Job no pecó con sus labios.

11 Tres amigos de Job, al enterarse de las desgracias que le habían sobrevenido, acudieron desde sus respectivos países. Eran Elifaz de Temán, Bildad de Súaj y Sofar de Naamat, que se pusieron de acuerdo para ir a compartir su pena y consolarlo.

12 Al verlo de lejos y no reconocerlo, rompieron a llorar, se rasgaron el manto y echaron polvo sobre sus cabezas y hacia el cielo.

13 Después se sentaron con él en el suelo y estuvieron siete días con sus noches, pero ninguno le decía nada, viendo lo atroz de su sufrimiento.

DIÁLOGO DE JOB Y SUS AMIGOS (3-31)
Primer ciclo de discursos

Muera el día en que nací

Capítulo 3

1 Job abrió por fin la boca y maldijo su día,

2 diciendo:

3 «¡Muera el día en que nací
y la noche que anunció:
“Se ha concebido un varón"!

4 Conviértase ese día en tinieblas,
que Dios desde lo alto se desentienda de él;
no brille la luz sobre él,

5 reclámenlo las sombras tenebrosas,
cúbranlo densos nubarrones,
que un eclipse lo llene de terror.

6 Que se apodere de esa noche la oscuridad.
No se sume a los días del año
ni entre en la cuenta de los meses.

7 Que esa noche quede estéril,
cerrada a los gritos de júbilo.

8 Maldíganla los que maldicen al Océano,
los expertos en conjurar al Leviatán.

9 Vélense las estrellas de su aurora;
espere la luz y que esta no llegue;
no vea el parpadeo del alba.

10 Porque no me cerró las puertas del vientre
y me evitó contemplar tanta miseria.

11 ¿Por qué al salir del vientre no morí
o perecí al salir de las entrañas?

12 ¿Por qué me recibió un regazo
y unos pechos me dieron de mamar?

13 Ahora descansaría tranquilo,
ahora dormiría descansado

14 con los reyes y consejeros de la tierra
que se hacen levantar mausoleos,

15 o con los nobles que amontonan oro,
que acumulan plata en sus palacios.

16 Como aborto enterrado, no existiría,
igual que criatura que no llega a ver la luz.

17 Allí acaba el ajetreo de los malvados,
allí reposan los que están desfallecidos.

18 Con ellos descansan los prisioneros,
sin oír la voz del capataz;

19 se confunden pequeños y grandes
y el esclavo se libra de su amo.

20 ¿Por qué se da luz a un desgraciado
y vida a los que viven amargados,

21 que ansían la muerte que no llega
y la buscan más escondida que un tesoro,

22 que gozarían al contemplar el túmulo,
se alegrarían al encontrar la tumba;

23 al hombre que no encuentra camino
porque Dios le cerró la salida?

24 Por alimento tengo mis sollozos,
los gemidos se me escapan como agua.

25 Me sucede lo que más me temía,
lo que más me aterraba me acontece.

26 Carezco de paz y de sosiego,
intranquilo por temor a un sobresalto».

Retribución divina

Capítulo 4

1 Elifaz de Temán respondió así:

2 «¿Soportarás que te dirijan la palabra?;
¿quién podría contener una respuesta?

3 Tú, que a tantos instruías
y fortalecías los brazos endebles;

4 tus palabras animaban al vacilante,
robustecías las rodillas inseguras,

5 ¿y ahora que te toca a ti, flaqueas,
te llega el turno y te espantas?

6 ¿No confiabas en tu piedad?
¿No ponías la esperanza en tu honradez?

7 ¿Recuerdas a un inocente destruido?
¿Has visto a los justos exterminados?

8 Yo he visto que quienes labran maldad
y siembran desgracia, las cosechan.

9 Cuando Dios alienta, perecen,
el soplo de su ira los consume.

10 Aunque ruja el león y gruña la fiera,
a los cachorros les arrancan los dientes.

11 Perece el león por falta de presa,
las crías de la leona se dispersan.

12 Me llegó una palabra furtiva,
oí su suave susurro;

13 entre pesadillas de visiones nocturnas,
cuando el letargo se ceba en los hombres,

14 fui presa de terror y agitación,
se estremecieron todos mis huesos.

15 Se deslizó un viento por mi cara
que erizó el vello de mi cuerpo.

16 Allí estaba, de pie;
no reconocí su figura,
pero vi su imagen ante mí.
Tras el silencio escuché una voz:

17 “ ¿Puede un mortal ser justo ante Dios?,
¿o un hombre ser puro ante su Hacedor?".

18 Si no confía en sus siervos,
si en sus mensajeros percibe defectos,

19 ¿qué hará con los que habitan entre adobes,
en casas cimentadas sobre barro?
¡Se los aplasta igual que a la polilla!

20 De la mañana a la tarde se derrumban,
desaparecen sin que a nadie le importe.

21 Les arrancan las clavijas de su tienda
y mueren por falta de sabiduría.

Capítulo 5

1 Llama, a ver quién te responde,
¿a qué santo piensas recurrir?

2 El necio es víctima del despecho,
y al simple lo mata la pasión.

3 Yo he visto a un necio echar raíces
y de pronto malograrse su morada,

4 a sus hijos cada vez más apurados,
aplastados en un juicio, sin defensa.

5 Su cosecha la devora el hambriento,
el sediento se bebe su riqueza.

6 Pues la desgracia no sale del polvo,
ni brota de la tierra el sufrimiento;

7 es el hombre quien nace para sufrir,
como las chispas que se alzan volando.

8 Yo, en tu caso, apelaría a Dios,
expondría mi causa ante Dios.

9 Él hace prodigios misteriosos,
obra maravillas sin cuento:

10 proporciona lluvia a la tierra,
envía el agua a los campos;

11 pone a los humildes en lo alto,
en lugar seguro a los abatidos;

12 trastorna los planes del artero,
de modo que fracase en sus manejos;

13 enreda en su astucia a los sabios,
arruina las decisiones tortuosas;

14 es de día y se topan con tinieblas,
van a tientas lo mismo que de noche.

15 Pero al pobre lo salva de la lengua afilada,
lo libra de la mano violenta;

16 y el indigente vive esperanzado,
pues la maldad cierra su boca.

17 Dichoso el mortal a quien Dios corrige:
no rechaces la lección del Todopoderoso,

18 porque hiere y pone la venda,
golpea y cura con su mano.

19 Seis veces te salva de aprietos,
a la séptima te evita los males;

20 cuando hay hambre no te deja morir,
en la refriega te libra de la espada;

21 te ocultará del azote de la lengua,
sin miedo a la llegada del desastre;

22 te reirás de hambres y desastres,
sin miedo a las bestias salvajes;

23 pactarás con las piedras del campo,
tendrás paz con las bestias del campo;

24 gozarás de la paz de tu tienda,
verás tus campos prosperar;

25 conocerás una larga progenie,
floreciente como el heno del campo;

26 bajarás a la tumba maduro,
como manojo de espigas en sazón.

27 Hemos comprobado que todo esto es cierto;
haz caso a lo dicho y apréndetelo».

Falsos consuelos ante la miseria humana

Capítulo 6

1 Job respondió así:

2 «Si pudiera pesarse mi amargura
junto con mi desgracia en la balanza,

3 le ganarían a la arena del mar,
por eso mis palabras desatinan.

4 Llevo clavadas conmigo
las flechas del Todopoderoso,
mi espíritu absorbe su veneno,
los terrores de Dios me rodean.

5 ¿Rebuzna el onagro ante la hierba?,
¿muge el buey ante el forraje?,

6 ¿come alguien lo insípido sin sal
o saca gusto al jugo de malva?

7 Lo que mi paladar se negaba a probar
es ahora mi alimento repugnante.

8 Ojalá se cumpliese mi ruego
y Dios accediese a mi esperanza:

9 que Dios se decida a triturarme
y con su mano arranque mi trama.

10 Me serviría al menos de consuelo,
aun retorcido de dolor me alegraría:
por no haber renegado de las palabras del Santo.

11 ¿Qué fuerzas me quedan para esperar?,
¿qué fin me anima a seguir con mi afán?

12 ¿Tengo acaso la fuerza de las rocas?,
¿tengo acaso un cuerpo de bronce?

13 Ya no encuentro a nadie que me ayude,
la esperanza de un auxilio se ha esfumado.

14 Quien niega la misericordia al amigo
rechaza el temor del Todopoderoso;

15 pero mis hermanos me traicionan como un torrente,
como una rambla cuando cesa la avenida:

16 con el hielo fundido bajan turbios,
crecidos con la nieve derretida;

17 pero pasa la avenida y se secan,
con el calor se reseca su cauce;

18 las huellas de su curso se dispersan,
desaparecen al entrar en el desierto.

19 Los divisan las caravanas de Temá,
con ellos cuentan los convoyes de Saba,

20 mas su esperanza acaba en decepción,
al llegar se sienten defraudados.

21 También vosotros sois nada,
veis un desastre y tembláis.

22 ¿Acaso os he dicho: “Dadme algo"?
¿Me he aprovechado de vuestros bienes

23 para que me libraseis del adversario
o bien me rescataseis de los bandidos?

24 Explicadme las cosas y callaré,
aclaradme en qué me he equivocado;

25 los argumentos ajustados persuaden,
pero ¿qué demuestran vuestras razones?

26 ¡Pensáis que un discurso zanja una cuestión
y que solo es viento lo que dice un desesperado!

27 Seríais capaces de arrojaros sobre un huérfano,
incluso de poner precio a un amigo.

28 ¿Queréis ahora mirarme?;
juro no mentiros a la cara.

29 Volved, y que no haya iniquidad;
volved, que sigue intacta mi honradez.

30 ¿Creéis que hay malicia en mi lengua,
que mi paladar no distingue la falsedad?

Capítulo 7

1 ¿No es acaso milicia la vida del hombre sobre la tierra,
y sus días como los de un jornalero?;

2 como el esclavo, suspira por la sombra;
como el jornalero, aguarda su salario.

3 Mi herencia han sido meses baldíos,
me han asignado noches de fatiga.

4 Al acostarme pienso: ¿Cuándo me levantaré?
Se me hace eterna la noche
y me harto de dar vueltas hasta el alba;

5 me tapo con gusanos y terrones,
la piel se me rompe y me supura.

6 Corren mis días más que la lanzadera,
se van consumiendo faltos de esperanza.

7 Recuerda que mi vida es un soplo,
que mis ojos no verán más la dicha.

8 Los ojos que me ven no me verán,
cuando me mires tú, ya no estaré.

9 Como la nube pasa y se disipa,
el que baja al Abismo ya no sube;

10 no vuelve a su casa,
su morada no lo reconoce.

11 Por eso no frenaré mi lengua,
hablará mi espíritu angustiado,
me quejaré repleto de amargura.

12 ¿Soy acaso el Mar o el Dragón
para que tú me pongas un guardián?

13 Cuando pienso que el lecho me aliviará,
que la cama acallará mis quejidos,

14 entonces me espantas con sueños,
entonces me atemorizas con pesadillas.

15 Preferiría acabar asfixiado,
la muerte antes que esta existencia.

16 Me consumo; no he de vivir eternamente,
déjame tranquilo, mis días son un soplo.

17 ¿Qué es el hombre para que te ocupes tanto de él,
para que pongas en él tu interés,

18 para que le pases revista por la mañana
y lo examines a cada momento?

19 ¿Por qué no apartas de mí la vista
y no me dejas ni tragar saliva?

20 Si he pecado, ¿en qué te afecta,
Guardián de los humanos?
¿Por qué me has tomado como blanco
y me he convertido en tu carga?

21 ¿Por qué no perdonas mi delito
y pasas por alto mi culpa?
Pues pronto me acostaré en el polvo,
me buscarás, pero no existiré».

Dios no pervierte la justicia

* Capítulo 8

1 Bildad de Súaj respondió así:

2 «¿Hasta cuándo hablarás de ese modo,
con el fuerte viento de tus palabras?

3 ¿Puede Dios retorcer el derecho,
el Todopoderoso pervertir la justicia?

4 Si tus hijos pecaron contra él,
ya los ha entregado en manos de su delito.

5 Mas si madrugas y buscas a Dios,
si diriges tu súplica al Todopoderoso,

6 si eres intachable y recto,
entonces velará por ti,
te devolverá tu legítima morada.

7 Tu pasado será una miseria
si lo comparas con tu espléndido futuro.

8 Anda, y pregunta a pasadas generaciones,
medita en lo que descubrieron sus padres;

9 ayer nacimos, nada sabemos;
nuestra vida en la tierra es una sombra.

10 Pero ellos te instruirán, te informarán
con palabras que manan de su reflexión.

11 ¿Brota el papiro donde no hay marisma?,
¿prosperan los juncos fuera del agua?

12 Todavía verde, sin ser cortado,
puede amustiarse antes que otra planta.

13 Así termina quien olvida a Dios;
en esto acaba la esperanza del impío.

14 Su confianza solo es un hilo,
tan segura como una telaraña;

15 se apoya en ella y no se sostiene,
se agarra a ella y no se levanta.

16 Planta lozana a pleno sol,
sus brotes llenaban el jardín;

17 sus raíces subían por el muro,
se adherían firmes entre piedras.

18 Pero si es arrancada de su sitio,
este reniega de ella: “Nunca te he visto".

19 Así acabará su vida,
otros brotarán en su lugar.

20 Pero Dios no rechaza al honrado,
ni sostiene de la mano al malvado.

21 Volverá a llenar tu boca de risas,
tus labios lanzarán gritos de alegría.

22 Tus enemigos quedarán confundidos,
la tienda del malvado ya no existirá».

Una vida sin sentido ante la aparente injusticia divina

Capítulo 9

1 Respondió Job:

2 «Sé muy bien que es así:
que el mortal no es justo ante Dios.

3 Si quiere pleitear con él,
de mil razones no le rebatirá ni una.

4 Él es sabio y poderoso,
¿quién le resiste y queda ileso?

5 Desplaza montañas sin que se note,
cuando las vuelca con su cólera.

6 Estremece la tierra en sus cimientos,
hace retemblar sus pilares;

7 manda al sol que no brille
y guarda bajo sello las estrellas.

8 Él solo despliega los cielos
y camina sobre el dorso del Mar.

9 Creó la Osa y Orión,
las Pléyades y las Cámaras del Sur.

10 Hace prodigios insondables,
maravillas innumerables.

11 Si cruza junto a mí, no lo veo;
me roza, al pasar, y no lo siento;

12 si en algo hace presa, ¿quién se lo impedirá?,
¿quién le reclamará: “Qué estás haciendo"?

13 Dios no renuncia a su cólera,
a ella se someten los aliados de Rahab.

14 Cuánto menos podré yo replicarle
o escoger argumentos contra él.

15 Aunque tuviera yo razón, no respondería,
tendría que suplicar a mi adversario;

16 aunque lo citara y me respondiera,
no creo que me hiciera caso.

17 Capaz de aplastarme por una bagatela,
multiplica sin motivo mis heridas,

18 no me deja ni tomar resuello,
me tiene saciado de amargura.

19 Si se trata de fuerza, ahí está su poder;
si es cuestión de justicia, ¿quién lo emplazará?

20 Aun teniendo razón, mi boca me condenaría;
aun siendo inocente, demostraría mi culpa.

21 ¿Soy inocente? Ni lo sé.
Desprecio mi existencia.

22 Pero es lo mismo. Solo digo una cosa:
él destruye igual al inocente que al culpable.

23 Si irrumpiera una peste mortífera,
se burlaría del dolor del inocente.

24 Si un tirano se apodera de un país,
él tapa los ojos de los magistrados.
¿Quién lo hace sino él?

25 Mis días son más raudos que un correo,
escapan sin que pueda ver la dicha;

26 se deslizan como balsas de junco,
como el águila al caer sobre la presa.

27 Si me digo: “Olvidaré la tristeza,
que la alegría mude mi semblante",

28 tengo miedo de lo que voy a sufrir,
pues sé que no me crees inocente.

29 Y si resulta que soy culpable,
¿para qué luchar en vano?

30 Aunque me lavase con jabón
y frotara mis manos con lejía,

31 tú me hundirías en el lodo
hasta que mi ropa me asqueara.

32 No es un hombre como yo para decirle:
“Vayamos juntos a juicio".

33 Si al menos hubiera un mediador,
que pusiera su mano entre los dos,

34 que retirara su vara de mi espalda
para librarme del terror que me atenaza,

35 entonces hablaría sin temerle,
pues creo que no soy culpable.

Capítulo 10

1 Siento asco de mi existencia,
daré rienda suelta a mis quejas,
hablaré repleto de amargura.

2 Diré a Dios: “No me tengas por culpable;
dime, en cambio, por qué eres mi adversario.

3 ¿Disfrutas viéndome oprimido,
rechazando la obra de tus manos,
mientras apruebas los planes del malvado?

4 ¿Tienes acaso ojos de carne?,
¿ves las cosas como el hombre las ve?

5 ¿Es tu vida la de un mortal,
tu existencia igual que la de un hombre,

6 para que busques algo malo en mí
e indagues si tengo pecado,

7 cuando sabes que no soy culpable,
que no hay quien me libre de tus manos?

8 Tus manos me modelaron e hicieron,
¿y ahora, en un instante, me destruyes?

9 Recuerda que me hiciste de barro
y que al polvo me vas a devolver.

10 ¿No me vertiste como leche?,
¿no me cuajaste como al queso?

11 Me revestiste de piel y carne,
me tejiste con huesos y tendones.

12 Me concediste vida y favor,
tus atenciones preservaron mi vida.

13 Pero esto planeabas en secreto,
sé que te proponías lo siguiente:

14 si pecaba, me estarías vigilando,
y no me absolverías de mi culpa;

15 si era culpable, ¡pobre de mí!;
si inocente, no alzaría la frente,
harto de afrentas, saciado de aflicción;

16 si me levantaba, me cazarías como un león,
repitiendo tus proezas a mi costa;

17 renovarías hacia mí tu hostilidad,
aumentarías tu furor contra mí,
con tropas de refresco sobre mí.

18 ¿Por qué entonces me sacaste del vientre?
Habría muerto sin que nadie me viese.

19 Sería como si no hubiera existido,
arrastrado del vientre a la tumba.

20 ¿No es breve mi vida? ¡Déjame!
Aléjate de mí, deja que disfrute un poco,

21 antes de que vaya, para no volver,
al país tenebroso, de sombras de muertos,

22 al país lúgubre como la oscuridad,
con sombras de muertos, sin orden,
donde la luz es pura oscuridad"».

No se puede ocultar la culpa ante la sabiduría divina

* Capítulo 11

1 Sofar de Naamat contestó así:

2 «¿Quedará sin respuesta tanta palabrería?,
¿daremos la razón a un charlatán?

3 ¿Hará callar a otros tu locuacidad?,
¿te burlarás sin que nadie te contradiga?

4 Tú has dicho: “Mi doctrina es limpia,
nada malo me puedes reprochar".

5 Pero ojalá Dios te hablase,
abriese los labios para responderte

6 y te enseñase secretos de sabiduría,
que son prodigios de destreza;
entonces seguro que sabrías
que Dios te ha castigado
menos de lo que tu iniquidad merece.

7 ¿Pretendes sondear el misterio de Dios,
descubrir la perfección del Todopoderoso?

8 Es más alto que el cielo: ¿qué harás?;
más hondo que el Abismo: ¿qué sabrás tú?

9 Es más extenso que la tierra,
y más ancho que el mar.

10 Si se presenta y mete a alguien en la cárcel,
si cita a juicio, ¿quién lo impedirá?

11 Pues conoce a los hombres engañosos,
cuando ve la maldad se fija bien.

12 Pero el necio se volverá cuerdo
cuando un pollino de asno nazca hombre.

13 Mas si diriges tu mente a Dios,
si extiendes las manos hacia él,

14 si alejas tu mano de la maldad
y no alojas en tu tienda la injusticia,

15 podrás alzar la frente sin mancilla;
te sentirás seguro y sin temor,

16 podrás olvidar tu sufrimiento,
recordándolo como agua que pasó;

17 tu vida será más clara que el mediodía,
tus tinieblas serán como la aurora;

18 tendrás seguridad en la esperanza,
te sentirás protegido y dormirás tranquilo;

19 descansarás sin que nadie te asuste,
y muchos buscarán tu favor.

20 Pero los ojos del malvado se consumen,
no tendrá posibilidad de refugio,
su esperanza es solo un suspiro».

Job reta al poder divino

Capítulo 12

1 Job respondió así:

2 «¡En verdad sois la gente
con la que morirá la sabiduría!

3 Pero también yo tengo inteligencia
y no soy menos que vosotros.
¿Quién no sabe tales cosas?

4 Soy el hazmerreír de mi vecino,
yo, que invocaba a Dios, y él me escuchaba.
¡El hazmerreír, siendo honrado y cabal!

5 “¡Burla ante la desgracia –dice el satisfecho–,
empujad al suelo al que se tambalea!"

6 ¡Las tiendas de los bandidos están en paz,
viven tranquilos los que provocan a Dios,
los que tienen a Dios en su mano!

7 Pero pregunta a las bestias y te instruirán;
a las aves del cielo, y te informarán;

8 habla con la tierra y te enseñará;
te lo contarán los peces del mar.

9 ¿Quién no sabe entre todos ellos
que la mano del Señor lo ha hecho todo?

10 De él depende la vida de los seres,
el aliento de todo ser humano.

11 ¿No distingue el oído las palabras?,
¿no saborea el paladar los manjares?

12 ¿No está en los ancianos la sabiduría?,
¿no destaca la prudencia en los viejos?

13 Pues él posee sabiduría y poder,
prudencia y perspicacia son suyas.

14 Lo que él destruye, nadie lo levanta;
si él aprisiona, no hay escapatoria;

15 si retiene la lluvia, viene la sequía;
si la deja suelta, se inunda la tierra.

16 Él dispone de fuerza y eficacia,
suyos son el engañado y el que engaña;

17 conduce descalzos a los consejeros,
hace enloquecer a los gobernantes;

18 despoja a los reyes de sus insignias,
les ata una soga a la cintura;

19 conduce descalzos a los sacerdotes,
arruina a los bien establecidos;

20 quita la palabra a los expertos,
priva de discreción a los ancianos;

21 arroja desprecio sobre los señores,
afloja el cinturón de los robustos.

22 Revela lo más hondo de la tiniebla
y saca a la luz las densas sombras;

23 levanta pueblos y los arruina,
dilata naciones y las destierra;

24 priva de su talento a los jefes,
los extravía por desiertos sin caminos,

25 por ellos van a tientas y a oscuras,
tropezando lo mismo que borrachos.

Capítulo 13

1 Todo esto ya lo han visto mis ojos,
mis oídos lo oyeron y entendieron.

2 Mi conocimiento es comparable al vuestro,
no soy inferior a vosotros.

3 Pero quiero hablar con el Todopoderoso,
deseo disputar con Dios,

4 pues todo lo arregláis con mentiras,
sois médicos solo en apariencia.

5 ¡Ojalá callarais del todo,
así demostraríais que sois sabios!

6 Escuchad, si queréis, mis descargos,
oíd los argumentos que pronuncio.

7 ¿Decís cosas falsas en defensa de Dios?,
¿sois capaces de mentir por él?

8 ¿Acaso os proponéis excusarlo?,
¿disputáis a favor de Dios?

9 Si él os examina,
¿lo engañaríais como a un hombre cualquiera?

10 Seguro que os pediría cuentas
por ser parciales en secreto.

11 Seguro que su majestad os aterraría,
su terror caería sobre vosotros.

12 Vuestras denuncias quedarían en ceniza;
vuestras razones, en razones de barro.

13 Silencio, que voy a hablar:
suceda lo que suceda,

14 voy a jugármelo todo,
poniendo en riesgo mi vida.

15 Aunque me mate, yo esperaré,
quiero defenderme en su presencia;

16 con eso me daría por salvado,
pues el impío no comparece ante él.

17 Escuchad con atención mis palabras,
prestad oído a mi declaración;

18 tengo aquí preparada mi defensa
y sé que soy inocente.

19 Si alguien pudiera contender conmigo,
ahora mismo callaría y moriría.

20 Asegúrame solo estas dos cosas,
y no tendré que esconderme de ti:

21 que alejarás tu mano de mí,
que no me espantarás con tu terror;

22 después acúsame y te responderé,
o déjame hablar y tú replicarás.

23 ¿Cuántos son mis errores y mis culpas?
¡Demuéstrame mis delitos y errores!

24 ¿Por qué me ocultas tu rostro
y me tratas como a tu enemigo?

25 ¿Acosarías a una hoja volandera?,
¿perseguirías a una paja ya agostada?

26 Apuntas en mi cuenta rebeldías,
me imputas faltas de juventud,

27 metes en cepos mis pies,
vigilas todas mis andanzas,
examinas las huellas de mis pasos.

28 ¡A mí, que me desgasto como un odre,
como vestido roído por la polilla!

Capítulo 14

1 El hombre, nacido de mujer,
corto de días y harto de inquietudes,

2 como flor se abre y se marchita,
huye como la sombra sin parar.

3 ¿Y en uno así clavas los ojos
y lo llevas a juicio contigo?

4 ¿Quién sacará lo puro de lo impuro?
¡Nadie!

5 Si sus días están determinados
y sabes el número de sus meses;
si le has puesto un límite infranqueable,

6 aparta de él tu vista y que descanse,
hasta que acabe sus días de jornalero.

7 Un árbol tiene la esperanza
de retoñar, aunque sea talado,
de que no fallarán sus renuevos.

8 Aunque envejezcan sus raíces en la tierra
y su tocón agonice en el polvo,

9 cuando siente el agua reverdece
y echa brotes como una planta joven.

10 Pero el hombre, al morir, desaparece;
cuando expira el mortal, ¿dónde está?

11 Como agua que se evapora en un lago,
como río que se seca y aridece,

12 el hombre se acuesta y no se levanta;
se acabarán los cielos y no despertará,
nadie lo espabilará de su sueño.

13 ¡Ojalá me escondieras en el Abismo,
me ocultaras hasta que pasase tu cólera
y fijaras una fecha para acordarte de mí!

14 Si un hombre muere, ¿puede revivir?
¡Esperaría todo el tiempo de mi milicia,
hasta ver si llegaba mi relevo!

15 Tú llamarías y yo respondería,
añorarías la obra de tus manos.

16 Contarías sin duda mis pasos,
pero no vigilarías mis errores;

17 cerrarías mis delitos en un saco,
cubrirías con cal mis culpas.

18 Como monte que se hunde y se erosiona,
como riscos desplazados de su sitio,

19 como agua que desgasta las rocas
y avenida que arrastra la tierra,
así destruyes la esperanza del hombre.

20 Lo destrozas para siempre y se va,
lo desfiguras y lo haces desaparecer.

21 Si medran sus hijos, él no lo sabe;
si se hunden en la miseria, él no se entera.

22 Solo siente su propio dolor,
se lamenta solo por su vida».

Segundo ciclo de discursos

El lenguaje desafiante condena a Job

* Capítulo 15

1 Elifaz de Temán respondió así:

2 «¿Responde un sabio con razones vanas?,
¿llena su vientre de viento del Este?

3 ¿Argumenta con discursos inútiles,
con palabras que no valen nada?

4 Peor tú, que te muestras irreverente
y dejas de orar ante Dios.

5 Tu pecado inspira tus palabras,
adoptas el lenguaje de la astucia.

6 Tu boca te condena, que no yo;
tus labios testifican contra ti.

7 ¿Eres tú el primogénito de los hombres?,
¿te engendraron antes que a las colinas?

8 ¿Has asistido al consejo divino?,
¿solo tú estás dotado de sabiduría?

9 ¿Qué sabes tú que nosotros no sepamos,
qué entiendes tú que nosotros no entendamos?

10 Entre nosotros hay ancianos venerables,
más repletos de días que tu padre.

11 ¿Te sabe a poco que Dios te consuele
y las amables palabras que se te dirigen?

12 ¿Por qué dejas que tu pasión te domine
y miras con ojos desorbitados,

13 para dirigir tu cólera contra Dios
y lanzar tales palabras por tu boca?

14 ¿Qué es el hombre para sentirse puro,
un nacido de mujer para ser inocente?

15 Si Dios no confía en sus santos
y los cielos no son puros a sus ojos,

16 ¡qué decir de lo odioso y corrompido,
del hombre, que se sacia de maldad!

17 Voy a hablarte, escúchame,
y te diré lo que he visto,

18 lo que han contado los sabios
y han transmitido sus padres,

19 aquellos a quienes dieron el país,
cuando ningún extranjero se infiltraba.

20 La vida del malvado es solo sufrimiento,
al tirano le reservan años contados;

21 resuena en sus oídos el eco del terror,
cuando vive tranquilo lo asalta el devastador.

22 Que no confíe en escapar de las tinieblas,
pues está destinado para la espada.

23 Desechado como pasto de buitres,
sabe que su ruina es segura.

24 Los días oscuros lo aterran,
lo atenazan angustia y ansiedad,
como un rey que se lanza al ataque.

25 Pues alzó su mano contra Dios
e intentó desafiar al Todopoderoso,

26 arremetiendo desafiante contra él
tras la maciza panza de su escudo.

27 Aunque rebosen grasa sus carrillos
y el sebo recubra su lomera,

28 habitará en pueblos arruinados,
en casas donde nadie habita,
destinadas a montones de escombros.

29 No se hará rico ni durarán sus bienes,
no llegarán sus posesiones al sepulcro.

30 No escapará a la oscuridad,
una llama secará sus renuevos,
el viento barrerá sus brotes.

31 Que no confíe iluso en su estatura,
pues su rama acabará siendo nada.

32 Antes de tiempo se marchitará,
sus ramas no verdearán.

33 Será viña que pierde sus agraces,
olivo que se queda sin flores.

34 No echa frutos la banda de los impíos,
el fuego consume sus viviendas.

35 Quien concibe maldad, da a luz desgracias,
su vientre va gestando la decepción».

Injusticia humana y justicia divina

Capítulo 16

1 Job respondió así:

2 «Muchas cosas parecidas he oído,
vuestro consuelo no es más que tortura.

3 ¿Acabará este discurso inconsistente?,
¿qué te preocupa para tener que responder?

4 También podría hablar como vosotros,
si por ventura ocuparais mi lugar.
¿Prepararía discursos contra vosotros,
agitaría contra vosotros la cabeza?

5 ¡No! Os confortaría con mi palabra,
mis labios os apaciguarían.

6 Pero si hablo, no se alivia mi pena;
si me callo, no se aleja de mí.

7 Ahora me tiene extenuado,
dejando sin valor mi testimonio;
ahora me tiene marchito,

8 mi extenuación testifica contra mí:
se alza como testigo en mi contra.

9 Su cólera me desgarra y me ataca;
rechina los dientes contra mí
y me mira con ojos hostiles.

10 La gente se burla a mi cara,
me dan bofetadas y me insultan,
se alían todos contra mí.

11 Dios me abandona a gente injusta,
me arroja a las garras de malvados.

12 Vivía yo tranquilo y me zarandeó,
me agarró por la nuca y me hizo trizas.
Hizo de mí su diana,

13 sus arqueros me pusieron cerco;
me atravesó los riñones sin piedad,
esparció por tierra mi hiel.

14 Me desgarró y me cubrió de brechas,
lanzado contra mí como un guerrero.

15 He cosido saco a mi piel,
he enterrado mi honor en el polvo.

16 El llanto enrojece mi rostro,
mis ojos reflejan la muerte,

17 aunque no hay violencia en mis manos
ni es interesada mi oración.

18 ¡Tierra, no cubras mi sangre,
que un sepulcro no apague mi grito!

19 Mi testigo está ahora en el cielo,
mi defensor habita en lo alto

20 –es mi grito quien habla por mí,
aguardo inquieto la respuesta divina–;

21 que juzgue entre el hombre y Dios,
como es habitual entre mortales,

22 pues me esperan años contados
y emprenderé un camino sin vuelta.

Capítulo 17

1 Me falta el aliento,
mis días se extinguen,
me espera la tumba.

2 Vivo rodeado de burlas,
tanta provocación me desvela.

3 Conviértete tú en mi garantía,
¿quién, si no, saldría en mi favor?

4 Has cerrado su mente a la razón
y no permitirás que triunfen,

5 ¿o eres como quien convida a sus amigos,
mientras sus hijos padecen necesidad?

6 Me ha convertido en mofa de la gente,
en objeto de los salivazos de los demás.

7 La pena consume mis ojos,
mi cuerpo es solo una sombra.

8 Los justos se asombran al verlo,
el inocente se alza contra el impío.

9 Pero el justo sigue por su camino,
el de manos limpias redobla su energía.

10 Volved, vosotros, seguid atacándome,
que no encontraré un sabio entre vosotros.

11 Mis días y mis planes han pasado,
todas mis esperanzas se desvanecen.

12 ¿Pretendéis que la noche sea día,
que haya luz cuando solo hay tinieblas?

13 Solo espero habitar en el Abismo,
hacer mi lecho en las tinieblas,

14 llamar al sepulcro “padre mío",
“madre" y “hermana" a los gusanos.

15 ¿Dónde ha quedado mi esperanza?,
¿alguien ve por mí la dicha?

16 ¿Descenderán conmigo al Abismo?,
¿bajaremos juntos al polvo?».

Ocaso del malvado ante el orden divino

Capítulo 18

1 Bildad de Súaj habló así:

2 «¿Cuándo acabarán vuestros discursos?;
reflexionad y hablemos después.

3 ¿Por qué considerarnos unas bestias,
y pensar que somos viles?

4 Tú te estás destrozando con tu cólera,
pero ¿quedará por eso deshabitada la tierra?,
¿serán las rocas desalojadas de su sitio?

5 La lámpara del malvado se apaga,
la llama de su hogar ya no brilla.

6 En su tienda la luz se oscurece,
el candil que lo alumbra se extingue.

7 Se debilita su pie vigoroso,
lo pierden sus propios proyectos;

8 sus pies lo llevan a la red,
camina encima de una malla;

9 un lazo le atrapa los tobillos,
un cepo se cierra sobre él;

10 un nudo se oculta en el suelo,
la trampa lo aguarda en la senda.

11 Lo espantan terrores por doquier,
lo acosan cuando intenta andar:

12 la desgracia hambrea tras él,
el desastre espera que tropiece;

13 la enfermedad devora su piel,
la muerte consume sus miembros.

14 Arrancado del abrigo de su tienda,
lo arrastran ante el rey de los terrores.

15 El fuego se aloja en su tienda,
esparcen azufre en su morada;

16 por abajo se secan sus raíces,
por arriba se agostan sus ramas;

17 su recuerdo se borra del país,
se queda sin nombre en la comarca.

18 Lo conducen de la luz a las tinieblas,
acaba expulsado del mundo;

19 sin familia ni prole entre su gente,
sin nadie que ocupe su terruño.

20 Su destino espanta al Occidente,
el terror atenaza a los de Oriente.

21 Así acaba la morada del malvado,
el lugar de quien ignora a Dios».

Job, abandonado de Dios y de sus allegados

Capítulo 19

1 Job respondió así:

2 «¿Hasta cuándo pensáis atormentarme,
aplastándome con tanta palabrería?

3 Ya me habéis humillado diez veces,
me habéis atacado sin pudor.

4 Aun en caso de haber pecado,
solo a mí afectaría mi culpa.

5 Pero ya que queréis someterme
usando mi dolor como prueba,

6 sabed que Dios me ha hecho daño,
que me ha copado en sus redes.

7 Si grito “Violencia", no oigo respuesta;
imploro “Socorro", pero no hay justicia.

8 Ha vallado mi camino para que no pase,
ha velado mi senda con densa oscuridad.

9 Me ha despojado de mi honor,
dejando mi cabeza sin corona.

10 Me socava por doquier y me deshago,
ha arrancado la raíz de mi esperanza.

11 Ha atizado su cólera contra mí,
me tiene como un enemigo.

12 Sus tropas han venido en masa,
construyen terraplenes de ataque,
asedian mi tienda por doquier.

13 Ha alejado de mí a mis parientes,
mis conocidos me tienen por extraño;

14 me abandonan vecinos e íntimos,
me olvidan los huéspedes de mi casa.

15 Las siervas me tratan como a intruso,
me consideran igual que a un extraño.

16 Llamo a mi siervo y no responde,
aunque se lo pida por favor.

17 Hasta mi vida repugna a mi esposa,
doy asco a mis propios hermanos.

18 Incluso los niños me rechazan;
me levanto y me dan la espalda.

19 Todos mis íntimos me aborrecen,
los más amigos se vuelven contra mí.

20 Mis huesos se pegan a mi piel y a mi carne,
he escapado con la piel de mis dientes.

21 ¡Piedad, piedad, amigos míos,
que me ha herido la mano de Dios!

22 ¿Por qué me perseguís como Dios
y no os hartáis de escarnecerme?

23 ¡Ojalá se escribieran mis palabras!
¡Ojalá se grabaran en cobre,

24 con cincel de hierro y con plomo
se escribieran para siempre en la roca!

25 Yo sé que mi redentor vive
y que al fin se alzará sobre el polvo:

26 después que me arranquen la piel,
ya sin carne, veré a Dios.

27 Yo mismo lo veré, y no otro;
mis propios ojos lo verán.
¡Tal ansia me consume por dentro!

28 Cuando decís: “ ¿Cómo acosarlo,
qué pretexto hallaremos contra él?",

29 temblad entonces ante la espada
(pues vuestra cólera merece la espada)
y pensad que hay un juicio por llegar».

El orden de la justicia actúa inflexiblemente

Capítulo 20

1 Sofar de Naamat respondió:

2 «Mi turbación me obliga a contestar,
debido a la inquietud que siento en mí.

3 He oído una reflexión difamante,
y mi inteligencia me impulsa a responder.

4 ¿No sabes tú que ya desde antaño,
desde que el hombre apareció en la tierra,

5 el triunfo del malvado ha sido efímero,
momentánea la alegría del impío?

6 Aunque su altura alcance los cielos
y su cabeza llegue a las nubes,

7 desaparece para siempre, como estiércol;
los que lo vieron preguntan: “ ¿Dónde está?".

8 Vuela como un sueño y no aparece,
se esfuma como visión nocturna.

9 El ojo que lo vio no lo divisa,
su morada ya no lo contempla.

10 Sus hijos solicitarán el favor de los pobres,
y sus manos devolverán su riqueza.

11 Aunque sus huesos rebosen vigor,
yacerán con él en el polvo.

12 Aunque le sepa dulce la maldad
y la oculte debajo de la lengua,

13 dispuesto a no dejarla escapar,
reteniéndola contra el paladar,

14 acabará agriándose en su estómago,
convertida en veneno de víboras.

15 Vomitará la riqueza que tragó,
Dios hace que la expulse del vientre.

16 Chupaba ponzoña de víboras,
lo matará la lengua del áspid.

17 No disfrutará de arroyos de aceite,
de torrentes de miel y de leche.

18 Devolverá sus ganancias sin probarlas,
sin gozar del fruto de sus negocios,

19 pues defraudó sin miramientos al pobre,
robando casas que no construyó.

20 Su vientre no se vio satisfecho;
nada escapó a sus deseos,

21 comió sin dejar a los demás,
así que no durará su prosperidad.

22 En plena abundancia caerá en la penuria,
lo asaltará con fuerza la desgracia.

23 Aunque el malvado sacie su vientre,
Dios le enviará su ardiente cólera,
y hará caer sobre él una lluvia de saetas.

24 Aunque escape al arma de hierro,
la flecha de bronce lo atravesará;

25 una flecha le sale por la espalda,
la hoja reluciente por el hígado,
los terrores se abatirán sobre él.

26 Lo acechan profundas tinieblas,
lo consume un fuego no atizado,
que devora los restos de su tienda.

27 El cielo lo declara culpable;
la tierra, en pie, lo denuncia.

28 Un diluvio barre su casa,
los torrentes del día de la ira.

29 Tal es la suerte que Dios depara al malvado,
tal es la herencia que Dios le tiene reservada».

Los hechos desmienten la teoría

Capítulo 21

1 Job respondió así:

2 «Escuchad atentos mis palabras,
dadme siquiera ese consuelo.

3 Sed pacientes mientras hablo,
después os podréis burlar.

4 ¿Me quejo quizá de algún hombre
o pierdo la paciencia sin razón?

5 Escuchadme, quedaréis pasmados
y os llevaréis la mano a la boca.

6 Lo pienso y me horrorizo,
y el pavor atenaza mi carne.

7 ¿Por qué siguen vivos los malvados,
que envejecen y aumenta su poder?

8 Ven a sus hijos crecer seguros,
contemplan cómo medran sus retoños:

9 sus casas, en paz y sin temor,
la vara de Dios no los alcanza.

10 Sus toros engendran sin fallar,
sus vacas nunca malparen.

11 Sus hijos trotan como corderos,
sus niños juegan satisfechos.

12 Cantan con liras y tambores,
se alegran al son de la flauta;

13 disfrutan dichosos de la vida
y bajan en paz al Abismo.

14 Y eso que decían a Dios:
“¡Déjanos en paz!,
no nos interesa para nada
conocer tus caminos.

15 ¿Por qué hemos de servir al Todopoderoso?,
¿qué sacamos con invocarlo?".

16 ¿No depende del impío su dicha,
aunque su plan esté lejos de Dios?

17 ¿Cuándo se apaga la lámpara del malvado?,
¿cuándo se abate sobre él la desgracia,
o la ira divina lo colma de dolor?

18 ¿Son paja perseguida por el viento
o tamo que arrastra el huracán?

19 ¿Va a castigar Dios a sus hijos?
¡Que lo pague él y escarmiente!

20 ¡Que él mismo contemple su ruina,
que beba la cólera del Todopoderoso!

21 ¿Qué le importa su casa una vez muerto,
cuando cese la cuenta de sus meses?

22 ¿Quién puede dar lecciones a Dios,
cuando gobierna también el cielo?

23 Hay quien muere en pleno vigor,
rebosante de dicha y de paz,

24 con sus lomos cubiertos de grasa
y jugosa la médula de sus huesos.

25 Y hay quien muere lleno de amargura,
sin haber probado cosa buena.

26 Pero ambos se acuestan en el polvo,
bajo una cubierta de gusanos.

27 De sobra sé lo que pensáis,
todo lo que opináis sobre mi caso.

28 Decís: “ ¿Dónde está la casa del prepotente,
la tienda que habitaban los impíos?".

29 ¿Por qué no lo preguntáis a los viajeros?,
entonces sabríais lo que piensan:

30 El malvado se libra el día del desastre,
se encuentra a salvo el día del castigo.

31 ¿Quién le reprocha su conducta
o le hace pagar lo que ha hecho?

32 Muere y lo llevan al cementerio,
la gente vela junto a su tumba,

33 ni siquiera le pesa la tierra.
Tras él desfila todo el mundo,
por delante una turba innumerable.

34 Pues ¿a qué consolarme con vaciedades?
¡Si tan solo respondéis con engaños!».

Tercer ciclo de discursos

Job es acusado e invitado a arrepentirse
* Capítulo 22

1 Elifaz de Temán respondió así:

2 «¿Puede un hombre ser útil a Dios
cuando el sabio apenas es útil para sí?

3 ¿Le importa al Todopoderoso que seas honrado?,
¿qué le aprovecha tu recta conducta?

4 ¿Acaso te castiga por tu piedad,
o te lleva a juicio por eso?

5 ¿No será por tu inmensa maldad,
por tus innumerables delitos?

6 Exigías sin motivo prendas a tu hermano,
despojabas de su ropa al desnudo;

7 privabas del agua al sediento,
negabas el pan al hambriento.

8 ¡Poderoso dueño del país,
arrogante habitante de él,

9 que despedías a las viudas de vacío
y dejabas sin ayuda a los huérfanos!

10 Por eso te rodean lazos,
te asalta de improviso el pánico,

11 la oscuridad que no te deja ver;
te engullen aguas caudalosas.

12 ¿No está Dios arriba, en el cielo?
¡Fíjate en la altura de las estrellas!
¡Qué sublime!

13 Y dices: “ ¿Qué sabe Dios?
¿Podrá ver a través de las nubes?

14 El manto de nubes no le deja ver
cuando recorre la órbita del cielo".

15 ¿Imitarás la antigua conducta
que llevaron perversos mortales,

16 aventados antes de tiempo,
cuando la riada arrasó sus cimientos?

17 Decían a Dios: “¡Déjanos en paz!,
¿qué puede hacernos ahora el Todopoderoso?";

18 aunque él colmaba de bienes sus hogares,
ellos lo excluían de sus planes.

19 Los justos se alegran al verlo,
los inocentes se burlan de ellos:

20 “Sus posesiones han sido barridas;
su opulencia, consumida por el fuego".

21 Arréglate con él y haz las paces,
y así cosecharás la dicha.

22 Acepta la instrucción de su boca,
piensa siempre en sus palabras.

23 Si vuelves al Todopoderoso, serás rehabilitado:
si alejas de tu tienda la injusticia,

24 si arrojas al polvo tu oro,
el Ofir a las piedras del arroyo,

25 el Todopoderoso será tu tesoro,
será tu plata a montones.

26 El Todopoderoso será tu delicia,
mirarás a Dios confiado.

27 Él escuchará tus súplicas
y tú cumplirás tus votos.

28 Tomarás decisiones con éxito,
la luz iluminará tu camino.

29 Podrás animar a los abatidos,
el humilde tendrá un salvador.

30 Incluso el culpable escapará
gracias a la pureza de tus manos».

Aparente ausencia de Dios ante el mal

* Capítulo 23

1 Job respondió así:

2 «Hoy también me quejo y me rebelo;
su mano intensifica mis gemidos.

3 ¡Si supiera al menos encontrarlo,
si pudiese entrar en su morada!

4 Expondría mi causa ante él,
llenaría mi boca de argumentos,

5 conocería los términos de su respuesta,
sabría lo que quiere decirme.

6 ¿Usaría en el pleito su gran fuerza?
No creo; me escucharía con atención.

7 Discutiría honradamente con él
y ganaría por fin el caso.

8 Si voy a Oriente, no está allí;
si a Occidente, no puedo distinguirlo;

9 en el Norte se oculta y no lo veo;
escondido en el Sur, no lo vislumbro.

10 Él, en cambio, conoce mi camino;
si me prueba, saldré como el oro:

11 he seguido de cerca sus huellas,
pegado a su camino, sin torcerme,

12 sin desviarme de las normas de sus labios,
guardando en el seno sus decretos.

13 Pero él es firme en su parecer,
¿quién podrá disuadirlo?;
siempre realiza sus proyectos.

14 Seguro que ejecuta mi sentencia,
como hace en casos semejantes.

15 Por eso tengo miedo de verlo,
pienso en ello y me espanto.

16 Dios me ha acobardado,
me ha aterrorizado el Todopoderoso.

17 ¡Ojalá me perdiera en la tiniebla
y la oscuridad velase mi rostro!

* Capítulo 24

1 Si el Todopoderoso dispone de tiempos de juicio,
¿por qué sus amigos no pueden preverlos?

2 Hay gente que remueve linderos,
roban rebaños y los apacientan;

3 se llevan el burro del huérfano,
y en prenda el buey de la viuda;

4 echan del camino a los necesitados,
los pobres del país se esconden.

5 Hay otros que, igual que los onagros,
viajeros de la estepa,
madrugan e inician su tarea,
en busca de la presa:
la estepa alimenta a sus crías.

6 Recogen forraje en el campo,
rebuscan en la viña del malvado;

7 pasan la noche desnudos,
sin nada de ropa que ponerse,
sin cobertor, a merced del frío.

8 La lluvia del monte los empapa;
sin refugio, se agarran a las rocas.

9 Hay quien arranca al huérfano del pecho de su madre
y toma en prenda al hijo del pobre.

10 Andan desnudos, sin ropa;
hambrientos, acarrean gavillas.

11 Prensan aceite en el molino;
sedientos, pisan en el lagar.

12 Moribundos gimen en la ciudad,
¡gritos de socorro de los heridos!
Pero Dios nada malo ve en ello.

13 Otros son rebeldes a la luz:
desconocen sus caminos,
no frecuentan sus senderos.

14 El asesino se levanta con el alba
para matar a pobres e indigentes;
por la noche se dedica a robar.

15 El adúltero acecha entre dos luces,
y piensa: “No hay ojo que me vea",
pues lleva embozado su rostro.

16 De noche irrumpen en casas,
de día se cierran en ellas;
no saben lo que es la luz.

17 Para ellos la mañana es tiniebla,
habituados al terror de la noche.

18 Son broza arrastrada por el agua,
su heredad es maldita en la tierra,
nadie toma el sendero de su viña.

19 Sequía y calor derriten la nieve,
y el Abismo se lleva a los pecadores.

20 El seno materno los olvida,
los gusanos los encuentran sabrosos;
nunca serán recordados.
¡Y se tala como un árbol la injusticia!

21 Viven de la estéril que no concebía
y privan de bienes a la viuda.

22 Aunque siga el poderoso en el poder,
aunque medre, su vida es inestable;

23 Dios puede hacer que se sienta seguro,
pero vigila todos sus pasos.

24 Se encumbra un momento y ya no existe;
se doblega como flor que se marchita,
se agosta lo mismo que una espiga.

25 Esto es así, ¿quién me desmentirá,
quitando valor a mis argumentos?».

Grandeza de Dios

Capítulo 25

1 Bildad de Súaj respondió así:

2 «Él tiene un poder que sobrecoge,
impone la paz en las alturas.

3 ¿Quién puede contar sus tropas?,
¿sobre quién no brilla su luz?

4 ¿Puede ser justo el mortal ante Dios,
o inocente el nacido de mujer?

5 ¡Si hasta la luna carece de brillo,
si a sus ojos no son puras las estrellas!

6 ¡Cuánto menos el mortal, un gusano,
el ser humano, que solo es una larva!».

Grandeza del Creador

Capítulo 26

1 Job respondió así:

2 «¡Qué bien sabes ayudar al débil,
socorrer al brazo sin fuerza!

3 ¡Qué bien aconsejas al necio!,
¡con qué competencia asesoras!

4 ¿A quién se dirigen tus argumentos?;
¿de quién procede tu inspiración?

5 Las Sombras tiemblan de miedo,
se espantan el mar y sus moradores.

6 El Abismo está desnudo ante él,
la perdición se halla al descubierto.

7 Él tendió el septentrión sobre el vacío,
suspendió la tierra sobre la nada.

8 Él cerró las aguas en las nubes,
para que estas no revienten con el peso.

9 Él celó a las miradas su trono,
desplegando su nube ante él.

10 Él limitó con un círculo las aguas
en la frontera de la luz y las tinieblas.

11 Las columnas del cielo se conmueven,
espantadas cuando él las amenaza.

12 Sosegó el mar con su poder,
con su ingenio machacó a Rahab.

13 Su aliento desplegó los cielos,
su mano traspasó al Dragón Huidizo.

14 Esto es solo un fleco de sus obras;
de él nos llega tan solo un susurro.
El estruendo de su poder, ¿quién lo captará?».

Integridad e inocencia de Job

Capítulo 27

1 Job continuó con su discurso:

2 «Vive Dios, que me niega mi derecho;
el Todopoderoso, que me llena de amargura:

3 mientras siga respirando,
con el aliento de Dios en las narices,

4 mis labios no dirán mentiras,
ni mi boca pronunciará falsedades.

5 Lejos de mí daros la razón,
mantendré mi integridad hasta la muerte.

6 Me aferro a mi justicia, sin soltarla,
sin reprocharme ninguno de mis días.

7 Que mi enemigo resulte culpable,
y mi rival injusto en el juicio.

8 ¿Qué esperanza le queda al impío
cuando le cortan la trama de la existencia,
cuando Dios le arranca su vida?

9 ¿Escuchará Dios sus protestas
cuando se vea desbordado por la angustia,

10 cuando implore el favor del Todopoderoso
e invoque a Dios de continuo?

11 Os instruiré sobre el poder de Dios,
sin ocultar la verdad sobre el Todopoderoso;

12 ahora bien, si lo habéis comprobado,
¿a qué viene hablar sin sentido?».

Intervención de Sofar

13 «Esto es lo que hereda de Dios el malvado,
la suerte que el violento recibe del Todopoderoso:

14 si tiene muchos hijos, caerán bajo la espada,
su descendencia no se hartará de pan;

15 la Peste enterrará a sus supervivientes,
sus viudas no los llorarán.

16 Aunque apile plata como polvo,
y almacene ropa como barro,

17 la almacenará, pero el justo la vestirá,
y el inocente disfrutará de la plata.

18 La casa que edifique será como de guarda,
como la choza que construye un vigilante.

19 Se acuesta rico, pero es ya el final;
abre sus ojos, pero ya no hay nada.

20 Como riada, los terrores lo arrebatan,
la tormenta se lo lleva por la noche.

21 El viento del Este se lo lleva en vilo,
entre torbellinos lo arranca de su casa;

22 lo zarandea después sin compasión,
y en vano intenta evitar sus golpes.

23 La gente aplaude por su ruina
y le silba al dejar su sitio.

Interludio: Elogio de la Sabiduría

Capítulo 28

1 Existen minas de plata,
lugares donde el oro se refina.

2 El hierro se extrae de la tierra;
el bronce, de la roca fundida.

3 Allí, en el límite de las tinieblas,
el hombre rastrea lo más hondo,
entre rocas oscuras y siniestras.

4 Abre galerías lejos de los transeúntes,
olvidado, en lugares nunca pisados;
suspendido, lejos de los hombres.

5 La tierra que produce alimentos
se trastorna con fuego subterráneo;

6 sus piedras ocultan zafiros,
sus terrones tienen oro en polvo.

7 El ave rapaz desconoce su sendero,
el ojo del halcón no lo divisa,

8 no lo huellan las fieras arrogantes
ni siquiera lo pisan los leones.

9 El hombre echa mano al pedernal,
descuaja las montañas de raíz;

10 en la roca excava galerías,
vislumbra objetos preciosos;

11 ataja los hontanares de los ríos
y saca lo oculto a la luz.

12 Pero ¿dónde se encuentra la sabiduría?,
¿dónde el yacimiento de la prudencia?

13 El ser humano desconoce su camino,
no se encuentra en la tierra de los vivos.

14 Dice el Océano: “No está en mí";
responde el Mar: “No está conmigo".

15 No puede adquirirse con oro
ni comprarse a peso de plata;

16 no se paga con oro de Ofir,
con ónices preciosos o zafiros;

17 no la igualan el oro ni el vidrio,
ni se paga con vasos de oro fino,

18 no cuentan el cristal ni los corales,
la Sabiduría vale más que las perlas;

19 no la iguala el topacio de Etiopía,
ni se cambia por el oro más puro.

20 ¿De dónde se saca la sabiduría,
dónde se encuentra la prudencia?

21 Se oculta a los ojos de las fieras
y se esconde de las aves del cielo.

22 Muerte y Abismo confiesan:
“De oídas conocemos su fama".

23 Solo Dios encontró su camino,
él llegó a descubrir su morada,

24 pues contempla los límites del orbe
y ve cuanto hay bajo el cielo.

25 Cuando señaló su peso al viento
y definió la medida de las aguas,

26 cuando impuso su ley a la lluvia
y su ruta al relámpago y al trueno,

27 entonces la vio y la calculó,
la estableció y examinó a fondo.

28 Entonces dijo al ser humano:
“Temer al Señor es sabiduría,
apartarse del mal es prudencia"».

Conclusión del diálogo

Autodefensa de Job: el pasado

* Capítulo 29

1 Job continuó así su discurso:

2 «¡Si pudiera revivir el pasado,
cuando Dios velaba sobre mí,

3 cuando su lámpara brillaba
por encima de mi cabeza,
y a su luz cruzaba las tinieblas!

4 ¡Aquellos días de mi otoño,
cuando Dios era un íntimo en mi tienda,

5 cuando el Todopoderoso estaba conmigo
y me veía rodeado de mis hijos!

6 Cuando lavaba mis pies en leche,
y la roca me daba ríos de aceite.

7 Cuando salía a la puerta de la ciudad
y tomaba asiento en la plaza,

8 los jóvenes, al verme, se escondían,
los ancianos se ponían de pie;

9 los jefes dejaban de hablar,
tapándose la boca con la mano;

10 enmudecía la voz de los notables,
se les pegaba la lengua al paladar.

11 La gente que me oía me felicitaba,
quien lo veía luego lo confirmaba:

12 pues yo libraba al pobre suplicante,
al huérfano carente de defensor;

13 recibía la bendición del moribundo,
aliviaba el corazón de la viuda.

14 La justicia era mi vestido,
me arropaba lo mismo que un manto,
y el derecho me servía de turbante.

15 Yo era ojos para el ciego,
yo fui pies para los cojos;

16 yo era padre de los pobres,
abogado de extranjeros.

17 Rompía los colmillos del malvado
y arrancaba la pieza de sus dientes.

18 Pensaba: “Moriré en mi nido,
prolongaré mis días como el Fénix,

19 con mis raíces a la vera del agua
y el rocío nocturno en mi ramaje;

20 mi prestigio irá progresando
y mi arco afianzado en mi mano".

21 La gente me escuchaba expectante,
callada, esperando mi consejo;

22 nada añadían a mi intervención,
tenían mis palabras por rocío;

23 me esperaban como a lluvia temprana,
boquiabiertos al agua de primavera.

24 Les sonreía y apenas lo creían,
los animaba la luz de mi rostro.

25 Les mostraba el camino y me ponía al frente;
lo mismo que un rey al mando de sus tropas,
yo los guiaba y se dejaban conducir.

Autodefensa de Job: el presente

Capítulo 30

1 Ahora, en cambio, se burlan de mí
muchachos más jóvenes que yo,
a cuyos padres no habría permitido
estar entre los perros de mi rebaño.

2 La fuerza de sus brazos no les servía,
carentes como estaban de vigor.

3 Consumidos por el hambre y la miseria,
andaban royendo por la estepa,
de noche, en desolada soledad.

4 Recogían armuelle entre las matas,
se alimentaban de raíces de retama.

5 Expulsados de la vida en sociedad,
ahuyentados lo mismo que ladrones,

6 vivían en taludes de barrancas,
en grutas y grietas de la roca.

7 Lanzaban aullidos en la maleza,
apretujados debajo de espinos,

8 ¡gente canalla y sin nombre,
arrojada a golpes del país!

9 Pero ahora me sacan coplas,
soy el tema de sus burlas;

10 me aborrecen, me abandonan
y aun me escupen cuando paso.

11 Dios me ha debilitado y afligido,
por eso me humillan sin reparo.

12 A mi derecha se alza gente canalla
que hace que mis pasos vacilen,
que prepara la forma de exterminarme.

13 Deshacen mi sendero,
trabajan en mi ruina,
nadie los detiene.

14 Irrumpen por una amplia brecha;
erguido pido auxilio en la asamblea.

15 Se desatan contra mí los terrores,
se llevan como aire mi dignidad,
como nube se esfuma mi prestigio.

16 Entretanto mi vida se diluye:
me atenazan días de aflicción,

17 la noche me taladra los huesos,
pues no duerme el dolor que me roe.

18 Me agarra violento por la ropa,
me ahoga con el cuello de la túnica,

19 me arroja por tierra, en el fango,
confundido con el barro y la ceniza.

20 Te pido auxilio, y no respondes;
me presento ante ti, y no lo adviertes.

21 Te has convertido en mi verdugo
y me atacas con tu brazo musculoso.

22 Me levantas a lomos del viento,
sacudido a merced del huracán.

23 Ya sé que me devuelves a la muerte,
donde todos los vivos se dan cita.

24 ¿No tendí yo la mano al afligido
que me pedía ayuda en la desgracia?

25 ¿No lloré por el que vive en la penuria?,
¿no mostré compasión por el pobre?

26 Esperaba la dicha, me vino el fracaso;
anhelaba la luz, llegó la oscuridad.

27 Me hierven las entrañas sin cesar,
enfrentado a días de aflicción.

28 Mi vida es sombría, sin sol;
pido auxilio, de pie, en la asamblea.

29 Me he vuelto hermano de chacales,
comparto la amistad con avestruces.

30 Mi piel ha quedado ennegrecida,
mis huesos arden por la fiebre.

31 Mi lira está afinada para el duelo,
mi flauta acompaña a plañideros.

Juramento de inocencia

Capítulo 31

1 Yo hice un pacto con mis ojos
de no fijarme en doncella.

2 ¿Qué suerte reserva Dios en el cielo,
qué herencia guarda el Todopoderoso en lo alto?

3 ¿No reserva la desgracia al criminal?,
¿no le aguarda el fracaso al malhechor?

4 ¿No observa mi conducta?,
¿no conoce mis andanzas?

5 ¿Acaso caminé con el embuste?,
¿han corrido mis pies tras la mentira?

6 Que me pese en balanza sin trampa
y así comprobará mi honradez.

7 Si aparté mis pasos del camino,
siguiendo los caprichos de los ojos;
si se pegó alguna mancha a mis manos,

8 ¡que otro devore mi siembra,
que me arranquen mis retoños!

9 Si me dejé seducir por mujeres,
acechando a la puerta del vecino,

10 ¡que mi esposa muela para otro,
que otros se acuesten con ella!

11 Pues sería un caso de infamia,
sería una ofensa criminal:

12 un fuego que consume hasta el Abismo,
que devora mis bienes de raíz.

13 Si negué sus derechos al esclavo
o a la esclava, que pleiteaban conmigo,

14 ¿qué haré cuando Dios se levante,
qué diré cuando él me interrogue?

15 ¿No los hizo en el vientre como a mí?,
¿no fue Uno quien nos formó en el seno?

16 Si me cerré al pobre necesitado
o a la viuda consumida por el llanto;

17 si comí el pan en soledad,
sin querer repartirlo con el huérfano

18 (desde joven lo cuidé como un padre,
lo guié desde el seno materno);

19 si vi a un transeúnte sin vestido
o a un pobre sin ropa que ponerse,

20 y no me lo agradecieron sus carnes,
calientes con el vellón de mis ovejas;

21 si alcé la mano contra el huérfano
cuando vi que el tribunal me apoyaba,

22 ¡que se me salga el hombro de la espalda,
que se me rompa el brazo por el codo!

23 Me aterra que Dios me castigue,
nada puedo frente a su majestad.

24 No puse en el oro mi confianza
ni llamé seguridad al oro fino;

25 no me complacía en mi enorme riqueza,
en la fortuna amasada por mis manos.

26 No miré al sol en su esplendor,
ni a la luna en su curso glorioso,

27 para dejarme seducir en secreto
y enviarles un beso con la mano.

28 También sería una ofensa criminal,
pues habría traicionado al Altísimo.

29 No gocé con la ruina del enemigo,
ni me alegré cuando el mal lo abatió;

30 ni permití que mi lengua pecara
deseando su muerte con maldiciones.

31 Los hombres de mi casa dijeron:
“ ¿Quién no se ha saciado de su carne?".

32 Ningún forastero durmió en la calle,
porque abrí mis puertas al caminante.

33 No oculté mi pecado como Adán,
ni escondí mi delito en mi seno,

34 por miedo a la opinión de la gente,
por temor al desprecio de mi clan,
en silencio, sin salir de mi casa.

35 ¡Ojalá hubiera quien me escuchara!
¡Aquí está mi firma, que responda el Todopoderoso!
¡Que mi rival escriba su alegato!

36 Entonces lo llevaría sobre el hombro
o ceñido como una diadema.

37 Le daría cuenta de mis pasos,
saldría a su encuentro como un príncipe.

38 Si mis campos protestan contra mí
y sus surcos lloran al unísono,

39 por comer sus frutos sin pagarlos
y dejar sin aliento a los braceros,

40 ¡que en vez de trigo dé espinas;
en vez de cebada, ortigas!».
Fin de las palabras de Job.

DISCURSOS DE ELIHÚ (32-37)

Introducción

* Capítulo 32

1 Los tres hombres ya no respondieron a Job, convencidos de que era inocente.

2 Pero Elihú, hijo de Baraquel, del clan de Ram, natural de Buz, se indignó contra Job, porque pretendía justificarse frente a Dios.

3 También se indignó contra los tres compañeros, porque, al no hallar respuesta, habían dejado a Dios por culpable.

4 Elihú había esperado mientras ellos hablaban con Job, porque eran mayores que él;

5 pero, viendo que ninguno de los tres respondía,

6 Elihú, hijo de Baraquel el buzita, intervino indignado con estas palabras:

Exordio

6 «Yo soy joven, vosotros ya viejos;
por eso, intimidado, dudaba
en exponeros a todos mi saber.

7 Yo pensaba: “Que hable la edad,
pues los años enseñan sabiduría".

8 Pero en verdad hay un espíritu en el hombre,
la inspiración del Todopoderoso otorga inteligencia;

9 pues los años no dan sabiduría,
ni la vejez entiende de litigios.

10 Por eso, os pido que me oigáis,
pues quiero exponeros mi opinión.

11 Esperé mientras vosotros hablabais,
escuchaba atento vuestras razones,
cómo perfilabais los argumentos.

12 Me iba fijando con atención,
pero ninguno de vosotros rebatía a Job,
ninguno respondía a sus cargos.

13 No digáis: “¡Dimos con la sabiduría!
¡Que lo refute Dios, no los hombres!".

14 Dado que sus respuestas no me atañen,
no lo refutaré con vuestras razones.

15 Ahí están, perplejos, sin respuesta;
sus argumentos los han abandonado.

16 He esperado a que acabaran de hablar,
y ahí están, plantados, sin respuesta.

17 Pero voy a hacer mi aportación;
expondré mi opinión, desde luego.

18 Pues estoy repleto de argumentos,
preñado de un aliento incontenible.

19 Mi vientre es un vino sin fermentar,
que revienta los odres nuevos.

20 Hablaré y me quedaré tranquilo,
abriré mis labios para responder.

21 Con nadie seré parcial,
no pienso adular a los hombres.

22 Primero, porque no sé adular;
además, mi Creador me aventaría.

Arrogancia de Job

Capítulo 33

1 Escucha, Job, mis palabras;
presta oído a mi discurso:

2 Ya comienzo a abrir la boca,
mi lengua junto al paladar
empieza a formar palabras.

3 Hablaré con corazón sincero,
con un saber aquilatado en mis labios.

4 El soplo de Dios me formó,
el aliento del Todopoderoso me dio vida.

5 Contéstame, si puedes hacerlo;
mantente firme frente a mí.

6 Yo soy obra de Dios, como tú;
también modelado con arcilla.

7 No va a trastornarte mi terror,
ni pienso ensañarme contigo.

8 Tú declaraste en mi presencia,
(yo mismo oí tus palabras):

9 “Soy puro, sin un delito;
soy inocente, sin culpa.

10 Es él quien busca pretextos,
¡me tiene por enemigo!

11 Mete mis pies en el cepo,
vigila todos mis pasos".

12 Pues te digo que no tienes razón:
Si Dios es más grande que el hombre,

13 ¿cómo te atreves a acusarlo
de no atender a tus razones?

14 Dios habla de un modo u otro,
aunque no nos demos cuenta:

15 en sueños o visiones nocturnas,
cuando cae el sopor sobre el hombre,
cuando está dormitando en su cama.

16 Abre entonces el oído del hombre
e inculca en él sus advertencias:

17 para impedir que cometa una acción
o protegerlo del orgullo del hombre;

18 para impedirle que caiga en la fosa,
que su vida traspase el canal.

19 Lo corrige en el lecho del dolor,
con la agonía incesante de sus miembros,

20 hasta que acaba aborreciendo la comida
y le repugna su manjar favorito;

21 su carne se consume, desaparece;
sus huesos, que estaban ocultos, aparecen;

22 su existencia se acerca a la fosa,
su vida al lugar de los muertos.

23 Pero si tiene un ángel junto a él,
un abogado entre mil,
capaz de responder de su honradez,

24 este pedirá piedad en su favor:
“Líbralo de bajar a la fosa,
pues he encontrado un rescate".

25 Entonces su cuerpo remozará,
volverá a sus días lozanos.

26 Dios aceptará sus plegarias,
podrá ver su rostro con júbilo,
pues le ha devuelto su integridad.

27 Luego cantará ante los hombres:
“Pequé y pervertí el derecho,
pero no me ha pagado como merecía.

28 Me ha librado de bajar a la fosa,
mi existencia degusta la luz".

29 Dios suele hacer todo esto
una y mil veces al hombre,

30 para librar su vida de la fosa
e inundar de luz su vida.

31 Escucha, Job, hazme caso;
calla mientras expongo mis razones.

32 Si tienes argumentos, refútame;
habla, que quiero darte la razón.

33 Pero, si no los tienes, escucha;
calla y te enseñaré sabiduría».

Fracaso de los tres amigos al intentar exculpar a Dios

Capítulo 34

1 Elihú continuó de esta forma:

2 «¡Escuchad, sabios, mis palabras;
prestadme atención los doctos!,

3 pues el oído distingue las palabras
igual que el paladar los sabores.

4 Decidamos, pues, lo que es justo;
dilucidemos nosotros lo que es bueno.

5 Job dijo: “Soy inocente,
pero Dios me niega justicia.

6 ¿Voy a mentir sobre mi caso?
Me hieren de muerte sin culpa".

7 ¿Hay algún hombre como Job,
que bebe sarcasmos como agua?

8 Se hace acompañar de malhechores,
busca la sociedad de los malvados,

9 y dice: “Nada se gana
buscando el favor de Dios".

10 Escuchadme, gente sensata:
¡Lejos de Dios la maldad,
lejos del Todopoderoso la injusticia!

11 Paga a los humanos según sus obras,
retribuye a los mortales según su conducta.

12 Está claro que Dios no actúa con maldad,
que el Todopoderoso no pervierte la justicia.

13 ¿Quién le encargó del cuidado de la tierra?,
¿quién le confió custodiar el universo?

14 Si decidiera por cuenta propia
retirar su espíritu y su aliento,

15 dejarían de respirar los vivientes,
volverían los humanos al polvo.

16 Si tienes conocimiento, escucha;
presta atención a mis palabras.

17 ¿Podría gobernar quien odia el derecho?
¿Condenarías al que es Justo y Poderoso,

18 capaz de llamar a un rey “canalla",
de tratar como bandidos a los nobles,

19 que no tiene preferencias por los príncipes,
ni favorece al rico contra el pobre,
porque todos son obra de sus manos?

20 Todos mueren de pronto, a medianoche;
los gobernantes se agitan y se esfuman,
cae el tirano, mas no por mano de hombre.

21 Dios vigila el camino del hombre,
sigue atento todos sus pasos;

22 no hay sombra ni espesa tiniebla
donde pueda esconderse el malvado.

23 El hombre no decide el momento
de comparecer a juicio con Dios.

24 Destruye a los poderosos sin indagar
y nombra a otros en su lugar;

25 como conoce bien sus acciones,
los trastorna de noche y los destruye;

26 les paga su maldad azotándolos
en un lugar donde la gente los vea,

27 por haberle sido desleales,
por ignorar su modo de actuar,

28 provocando ante Dios el grito del pobre,
haciéndole oír el grito del necesitado.

29 Si guarda silencio, ¿quién lo condenará?
Si oculta su rostro, ¿quién podrá verlo?
Él vigila a hombres y países,

30 para evitar que reine un impío
que tenga al pueblo sometido.

31 Si alguien dice a Dios:
“Estoy equivocado; no lo haré más.

32 Enséñame lo que no puedo ver.
No reincidiré si he hecho algo malo",

33 ¿debería castigar Dios, en tu opinión,
cuando tú rechazas su criterio?
Tú debes decidir, no yo;
demuestra todo lo que sabes.

34 Si la gente sensata me escuchara,
si los sabios me oyesen, dirían:

35 “Job argumenta sin saber;
sus palabras no tienen sentido.

36 Debería ser probado hasta el límite,
pues responde igual que los malvados;

37 se empecina en seguir pecando,
vive tranquilo entre nosotros,
multiplica sus palabras contra Dios"».

Dios no escucha a los malvados

Capítulo 35

1 Elihú continuó de esta forma:

2 «¿Crees que es justo decir:
“Llevo razón contra Dios";

3 o afirmar: “ ¿Qué más te da?,
¿qué saco con no pecar?".

4 Voy a refutar tus argumentos
junto con los de tus amigos.

5 Contempla atento el cielo,
observa las nubes tan altas.

6 ¿Qué mal le haces a Dios pecando?,
¿en qué le afectan tus muchos delitos?

7 Si eres justo, ¿qué le das?,
¿qué recibe de tu mano?

8 Tu maldad afecta a mortales como tú;
tu honradez, a los seres humanos.

9 La gente protesta duramente oprimida,
pide socorro ante el poder del tirano;

10 pero no dice: “ ¿Dónde está mi Hacedor,
que llena la noche de cantos de júbilo,

11 que nos enseña por las bestias de la tierra
y nos educa por las aves del cielo?".

12 Hay quien protesta, pero él no responde,
por culpa del orgullo de los malvados.

13 Y así, Dios no escucha falsedades,
el Todopoderoso no presta atención.

14 Mucho menos cuando dices: “No lo veo,
le he expuesto mi causa y espero".

15 Pero ahora que no estalla su cólera
ni parece darse cuenta del delito,

16 Job abre su boca y echa viento,
alargando un discurso sin sentido».

Sentido del sufrimiento de Job

Capítulo 36

1 Elihú siguió diciendo:

2 «Sé paciente, que acabaré convenciéndote;
que quedan argumentos en favor de Dios.

3 Espigaré mi saber en el pasado,
demostraré que es justo mi Creador.

4 Mis palabras no son falsas, desde luego;
ante ti tienes ciencia consumada.

5 Dios es poderoso y no vacila;
poderoso y de firmes decisiones.

6 No permite vivir al malvado,
sino que hace justicia al afligido;

7 no aparta sus ojos del justo:
los pone junto a reyes, en sus tronos,
los entroniza y exalta para siempre.

8 Pero si él los sujeta con cadenas
y los ata con cuerdas de aflicción,

9 es para denunciar sus acciones,
sus delitos nacidos del orgullo;

10 les hace escuchar su advertencia,
les emplaza a dejar el pecado.

11 Si escuchan y se muestran dóciles,
la prosperidad colmará su vida,
el bienestar acompañará sus años;

12 si no escuchan, cruzarán el canal;
morirán repletos de ignorancia.

13 Los de corazón impío,
almacenan para sí la ira de Dios,
y no claman cuando él los encadena;

14 mueren en plena juventud,
su vida termina en la adolescencia.

15 Pero salva al afligido con la aflicción,
lo instruye mediante el sufrimiento.

16 Te sacaría de las fauces de la angustia
a un lugar sin aprietos, espacioso,
a una mesa con platos sustanciosos.

17 Pero tu pleito es propio de un culpable,
el pleito y el derecho te obsesionan.

18 No te dejes seducir por la riqueza,
ni un soborno sustancioso te engañe:

19 nada valdrá ante la angustia
todo el poder de tus riquezas.

20 No suspires porque llegue la noche
en que la gente desaparece de su sitio.

21 Cuidado con reincidir en la maldad,
que por ella probaste la aflicción».

Himno a la sabiduría y al poder de Dios

22 Dios es sublime y poderoso,
¿qué maestro se le puede comparar?,

23 ¿quién podrá determinar su conducta?,
¿quién puede acusarle de obrar mal?

24 Acuérdate de ensalzar sus obras,
que todos los hombres cantaron;

25 todo el mundo las contempla,
los mortales las perciben de lejos.

26 Dios es poderoso, incomprensible;
no se pueden contar sus años.

27 Atrae hacia sí las gotas de agua,
las filtra de su fuente como lluvia,

28 la lluvia destilada por las nubes,
que riega a toda la humanidad.

29 ¿Quién conoce la extensión de su nube,
o el fragor que retumba en su tienda?

30 El Altísimo despliega su relámpago,
que ilumina las raíces del mar.

31 De este modo alimenta a los pueblos,
les regala sustento en abundancia.

32 Oculta el relámpago en sus manos,
lo dirige directo hacia el blanco.

33 El Altísimo habla con su trueno,
su cólera provoca la tormenta.

Capítulo 37

1 Ante esto tiembla mi corazón,
que salta fuera de su sitio.

2 Escuchad bien el fragor de su voz,
el estruendo que sale de su boca;

3 suelta su rayo bajo el cielo
y alcanza los confines de la tierra;

4 ruge tras él su voz,
atruena con voz majestuosa;
después de escuchar su voz,
ninguno puede rastrearla.

5 Su voz atruena prodigiosa,
hace maravillas que ignoramos.

6 Manda a la nieve que caiga a la tierra,
y al aguacero que llueva fuerte;

7 así frena el trabajo de los hombres
para que todos conozcan sus obras.

8 Las fieras se retiran a sus cubiles,
se quedan ocultas en sus guaridas.

9 La tormenta sale de su cámara,
traen el frío los vientos del norte;

10 sopla Dios y se forma el hielo,
se congela la superficie del agua.

11 Carga las nubes de humedad,
el nubarrón dispersa su rayo,

12 que gira de uno a otro lado,
alrededor, guiado por él,
para cumplir así sus órdenes
por toda la superficie del orbe:

13 y servir bien como azote
«hasta en su tierra» o bien como favor.

14 Escucha esto tranquilo, Job;
piensa en las maravillas de Dios.

15 ¿Sabes cómo manda Dios
que el rayo fulgure desde su nube?

16 ¿Sabes cómo equilibra las nubes,
prodigio de inteligencia consumada?

17 Tú, que te abrasas debajo de la ropa
cuando el solano aletarga la tierra,

18 ¿puedes tender como él el firmamento,
sólido como espejo de metal fundido?

19 Enséñanos lo que hemos de decirle,
no podemos litigar a oscuras.

20 ¿Ha de ser informado cuando hablo?,
¿hay que comunicarle lo que otro dice?

21 En su momento, no se ve el sol,
pese a que brilla entre nubes;
pero cambia el viento y las disipa.

22 Llegan del norte resplandores de oro,
en torno a un Dios de terrible majestad;

23 no podemos llegar hasta el Todopoderoso,
sublime en poder y en equidad,
justo, no viola el derecho.

24 Por eso, mortales, temedlo,
que él no teme a los sabios.

DISCURSOS DIVINOS (38,1-42,6)

Primer discurso: sabiduría del Creador

Capítulo 38

1 El Señor habló a Job desde la tormenta:

2 «¿Quién es ese que enturbia mis designios
sin saber siquiera de qué habla?

3 Si eres hombre, cíñete los lomos;
voy a interrogarte y tú me instruirás.

4 ¿Dónde estabas cuando cimenté la tierra?
Cuéntamelo, si tanto sabes.

5 ¿Quién señaló sus dimensiones
(¡seguro que lo sabes!)
o le aplicó la cinta de medir?

6 ¿Dónde encaja su basamento
o quién asentó su piedra angular

7 entre la aclamación unánime
de los astros de la mañana
y los vítores de los hijos de Dios?

8 ¿Quién cerró el mar con una puerta,
cuando escapaba impetuoso de su seno,

9 cuando le puse nubes por mantillas
y nubes tormentosas por pañales,

10 cuando le establecí un límite
poniendo puertas y cerrojos,

11 y le dije: “Hasta aquí llegarás y no pasarás;
aquí se romperá la arrogancia de tus olas"?

12 ¿Has mandado en tu vida a la mañana
o señalado su puesto a la aurora,

13 para que agarre la tierra por los bordes
y sacuda de ella a los malvados;

14 para marcarla como arcilla bajo el sello
y teñirla lo mismo que un vestido;

15 para negar la luz a los malvados
y quebrar el brazo sublevado?

16 ¿Has entrado por las fuentes del Mar
o paseado por la hondura del Océano?

17 ¿Te han enseñado las puertas de la Muerte
o has visto los portales de las Sombras?

18 ¿Has examinado la anchura de la tierra?
Cuéntamelo, si lo sabes todo.

19 ¿Por dónde se va a la casa de la luz?,
¿dónde viven las tinieblas?

20 ¿Podrías conducirlas a su tierra
o enseñarles el camino de su casa?

21 Lo sabrás, pues ya habías nacido
y has cumplido tantísimos años.

22 ¿Has entrado en los silos de la nieve
y observado los graneros del granizo,

23 que reservo para la hora del peligro,
para el día de la guerra y del combate?

24 ¿Por dónde se dispersa el relámpago,
por dónde se difunde el viento del Este?

25 ¿Quién ha abierto un canal al aguacero
y una ruta al relámpago y al trueno,

26 para que llueva en las tierras despobladas,
en la estepa no habitada por el hombre;

27 para que empape el desierto desolado
y brote la hierba en el páramo?

28 ¿Tiene padre la lluvia?,
¿quién engendra el rocío?,

29 ¿de qué seno sale el hielo?,
¿quién da a luz la escarcha de los cielos,

30 cuando el agua se endurece como piedra
y se cierra la superficie del Abismo?

31 ¿Puedes atar los lazos de las Pléyades
o soltar las riendas de Orión,

32 hacer salir a su tiempo al Zodíaco,
guiar a la Osa y a sus crías?

33 ¿Conoces las leyes del cielo
y las haces cumplir en la tierra?

34 ¿Puedes ordenar a las nubes
que envíen sobre ti un chaparrón?

35 ¿Tienes de mensajeros a los rayos,
que vienen y te dicen: “A sus órdenes"?

36 ¿Quién dio sabiduría al ibis
o dotó de perspicacia al gallo?

37 ¿Quién cuenta las nubes con acierto
e inclina los cántaros del cielo,

38 cuando el polvo se funde en una masa
y se pegan los terrones entre sí?

39 ¿Le cazas la presa a la leona
o sacias el hambre de sus crías,

40 cuando se encogen en sus cubiles
o están al acecho en la maleza?

41 ¿Quién prepara al cuervo su comida
cuando sus crías graznan a Dios
y aletean alocadas por el hambre?

Capítulo 39

1 ¿Sabes tú cuándo paren las rebecas?,
¿asististe alguna vez a las ciervas?

2 ¿Has contado sus meses de gestación?
¿Sabes el tiempo en que paren,

3 cuando, acurrucadas, paren a sus crías,
cuando echan fuera a sus hijos?

4 Sus cachorros crecen sanos,
medran al aire libre,
se van y ya no regresan.

5 ¿Quién deja en libertad al onagro
o desatado al asno salvaje,

6 a quien di la estepa por morada,
una casa en terreno salitroso?

7 Se ríe del bullicio ciudadano,
no escucha los gritos del arriero.

8 Busca su pasto en los montes,
rastrea cualquier cosa verde.

9 ¿Está el búfalo dispuesto a servirte?,
¿pasará la noche en tu establo?

10 ¿Lo atarías al arado en el surco?,
¿rastrillaría las navas tras de ti?

11 ¿Te fiarías de su enorme fuerza,
hasta cederle el peso de tus tareas?

12 ¿Le confiarías la cosecha del grano
y su acarreo después de la trilla?

13 El avestruz aletea alegremente,
como si fuesen sus plumas de cigüeña.

14 Pero pone sus huevos en el suelo,
los deja incubar en la arena,

15 sin atender a que puedan pisarlos,
o a que una fiera salvaje los aplaste.

16 Se muestra cruel con sus crías,
igual que si no fueran suyas;
no le importa fatigarse en vano.

17 Es que Dios le negó sabiduría,
no le dio su porción de perspicacia.

18 Mas, cuando se yergue encabritada,
se ríe del caballo y del jinete.

19 ¿Le das al caballo su brío?,
¿le revistes el cuello de crines?

20 ¿Le haces saltar como langosta?
Su resoplido provoca terror,

21 piafa poderoso en el valle,
se lanza impetuoso al ataque.

22 Se burla impávido del miedo,
no retrocede ante las armas,

23 aunque silben en torno las flechas,
o lanzas y venablos centelleen.

24 Devora el espacio con furia y estrépito,
nadie lo sujeta al toque de trompeta;

25 responde a la trompeta con relinchos,
barrunta de lejos la batalla,
el grito de guerra de los jefes.

26 ¿Enseñas a volar al halcón,
cuando despliega sus alas hacia el sur?

27 ¿Se cierne el águila a tus órdenes
y pone su nido en los picachos?

28 Construye su hogar en la roca,
su refugio en crestas rocosas.

29 Otea desde allí a las presas,
sus ojos de lejos las divisan.

30 Sus crías se nutren de sangre;
aparece donde hay un cadáver».

Capítulo 40

1 El Señor interpeló a Job:

2 «¿Quiere el censor discutir con el Todopoderoso?
El que critica a Dios, que responda».

3 Job respondió al Señor:

4 «Me siento pequeño, ¿qué replicaré?
Me taparé la boca con la mano.

5 Hablé una vez, no insistiré;
dos veces, nada añadiré».

Segundo discurso: Dios somete las fuerzas del mal

6 El Señor replicó a Job desde la tormenta:

7 «Si eres hombre, cíñete los lomos;
voy a interrogarte, y tú me instruirás:

8 ¿Te atreves a violar mi derecho,
a condenarme por salir tú absuelto?

9 ¿Tienes el poder de Dios?,
¿truena tu voz como la suya?

10 ¡Pues vístete de gloria y majestad,
cúbrete de fasto y esplendor,

11 derrama la riada de tu cólera
y abate al soberbio con tu mirada;

12 humilla con tu mirada al arrogante
y aplasta a los malvados donde estén;

13 entiérralos juntos en el polvo,
venda sus rostros en la tumba!

14 Entonces yo también te alabaré:
“Tu diestra te ha dado la victoria".
Behemot

15 Contempla ahora a Behemot;
es mi criatura, como tú;
se alimenta de hierba, como el buey.

16 Fíjate en la fuerza de sus lomos,
en el vigor de los músculos del vientre;

17 empina su cola como un cedro,
se traban los nervios de sus muslos;

18 sus huesos son tubos de bronce,
sus miembros son barras de hierro.

19 Es la obra maestra de Dios,
su Hacedor lo amenazó con la espada.

20 Los montes le pagan su tributo,
junto a él retozan las bestias.

21 Se tumba debajo de los lotos,
oculto en el carrizal de la marisma;

22 los lotos lo cubren con su sombra,
los sauces del río lo protegen.

23 No teme que el río se desborde,
que un Jordán espumee en su hocico.

24 ¡A ver quién lo atrapa si él lo advierte,
o le perfora la nariz con ganchos!

Leviatán

25 ¿Pescarías con anzuelo a Leviatán?,
¿sujetarías su lengua con cuerdas?

26 ¿Le pasarías un cordel por la nariz?,
¿traspasarías su mandíbula con garfios?

27 ¿Te vendría con súplicas insistentes?,
¿te aplacaría con suaves palabras?

28 ¿Firmaría un contrato contigo,
para ser tu siervo de por vida?

29 ¿Jugarías con él como con un pájaro?,
¿lo atarías para diversión de tus hijas?

30 ¿Podrían subastarlo los pescadores
o ponerlo en venta los mercaderes?

31 ¿Le acribillarías la piel con arpones,
la cabeza con artes de pesca?

32 ¡Si le pones la mano encima,
no querrás recordar la batalla!

Capítulo 41

1 La esperanza de atraparlo es ilusoria;
su sola presencia aterra;

2 ¡nadie intentaría provocarlo!
¿Quién resistirá frente a él?

3 ¿Quién fue hacia él impunemente?
¡Nadie bajo el cielo!

4 Tendré que hablar también de su arrogancia,
de su palabra firme y su alegato.

5 ¿Quién atravesó su envoltura
y penetró por su doble coraza?

6 ¿Quién abrió las puertas de sus fauces,
rodeadas de dientes espantosos?

7 Su lomo son hileras de escudos,
bien apretados y sellados;

8 sus piezas tan unidas y trabadas
que ni el aire se filtra entre ellas;

9 se sueldan unas con otras,
formando un sólido bloque.

10 Su estornudo emite destellos,
sus ojos parpadean como el alba.

11 Sus fauces escupen antorchas,
emiten chispas de fuego;

12 de sus narices sale una humareda,
como caldero que hierve atizado;

13 su aliento enciende carbones,
expulsa llamas por su boca.

14 Su fuerza reside en su cuello,
ante él se estremece el espanto.

15 Son compactos los repliegues de su carne;
soldados al cuerpo, ni se mueven.

16 Su corazón es duro como roca,
resistente como piedra molar.

17 Su majestad espanta a los dioses,
al oír su estrépito retroceden.

18 No valen espadas contra él,
ni dardo, lanza o jabalina.

19 El hierro le resulta paja,
madera podrida el bronce.

20 No hay flecha que le haga escapar,
las piedras de la honda son tamo.

21 Tamo le parece el mazo,
se burla del venablo que vibra.

22 Su vientre son lastras afiladas,
que arrastra como trillo por el lodo.

23 Hace hervir el fondo como olla,
convierte el mar en pebetero.

24 A su espalda deja un surco luminoso,
una blanca cabellera en el abismo.

25 Nadie se le iguala en la tierra,
pues es criatura sin miedo.

26 Se enfrenta a todo lo arrogante,
es el rey de todas las bestias».

Última intervención de Job

Capítulo 42

1 Job respondió al Señor:

2 «Reconozco que lo puedes todo,
que ningún proyecto te resulta imposible.
Dijiste:

3 “ ¿Quién es ese que enturbia mis designios
sin saber siquiera de qué habla?".
Es cierto, hablé de cosas que ignoraba,
de maravillas que superan mi comprensión.
Dijiste:

4 “Escucha y déjame hablar;
voy a interrogarte y tú me instruirás".

5 Te conocía solo de oídas,
pero ahora te han visto mis ojos;

6 por eso, me retracto y me arrepiento,
echado en el polvo y la ceniza».

EPÍLOGO (42,7-17)

7 Cuando el Señor terminó de decir esto a Job, se dirigió a Elifaz de Temán:
«Estoy irritado contra ti y contra tus dos compañeros, porque no habéis hablado rectamente de mí, como lo ha hecho mi siervo Job.

8 Por tanto, tomad siete novillos y siete carneros, dirigíos a mi siervo Job, ofrecedlos en holocausto, y él intercederá por vosotros; yo haré caso a Job y no os trataré como merece vuestra temeridad, por no haber hablado rectamente de mí, como lo ha hecho mi siervo Job».

9 Elifaz de Temán, Bildad de Súaj y Sofar de Naamat hicieron lo que había ordenado el Señor, y el Señor mostró su favor a Job.

10 Cuando Job intercedió por sus compañeros, el Señor cambió su suerte y duplicó todas sus posesiones.

11 Vinieron a visitarlo sus hermanos y hermanas, junto con antiguos conocidos; comieron con él en su casa, le dieron el pésame y lo consolaron de la desgracia que el Señor le había enviado. Cada uno le regaló una suma de dinero y un anillo de oro.

12 El Señor bendijo a Job al final de su vida más aún que al principio. Llegó a poseer catorce mil ovejas, seis mil camellos, mil yuntas de bueyes y mil borricas.

13 Tuvo siete hijos y tres hijas:

14 la primera se llamaba Paloma; la segunda, Acacia; y la tercera, Azabache.

15 No había en todo el país mujeres más bellas que las hijas de Job. Su padre las hizo herederas, igual que a sus hermanos.

16 Job vivió otros ciento cuarenta años, y conoció a sus hijos, a sus nietos y a sus biznietos.

17 Murió anciano tras una larga vida.