1 Después de la muerte de Moisés, siervo del Señor, dijo el Señor a Josué, hijo de Nun, ayudante de Moisés:
2 «Moisés, mi siervo, ha muerto. Anda, pasa el Jordán con todo este pueblo, en marcha hacia el país que voy a darles a los hijos de Israel.
3 Os voy a dar toda la tierra en la que pongáis la planta de vuestros pies, como le prometí a Moisés.
4 Vuestro territorio se extenderá desde el desierto hasta el Líbano, y desde el gran río Éufrates hasta el Mar Grande, en occidente (toda la tierra de los hititas).
5 Mientras vivas, nadie podrá resistirte. Como estuve con Moisés, estaré contigo; no te dejaré ni te abandonaré.
6 ¡Ánimo, sé valiente!, que tú repartirás a este pueblo la tierra que prometí con juramento a sus padres.
7 Tú ten mucho ánimo y sé valiente para cumplir toda la ley que te dio mi siervo Moisés; no te desvíes a derecha ni a izquierda y tendrás éxito en todas tus empresas.
8 Que el libro de esta ley no se te caiga de los labios; medítalo día y noche, para poner por obra todo lo que se prescribe en él; así tendrás suerte y éxito en todas tus empresas.
9 Lo que yo te mando es que tengas valor y seas valiente. No tengas miedo ni te acobardes, que contigo está el Señor, tu Dios, en cualquier cosa que emprendas».
10 Entonces Josué dio a los responsables del pueblo la orden siguiente:
11 «Recorred el campamento y dad esta orden al pueblo: “Abasteceos de víveres, porque dentro de tres días pasaréis el Jordán, para ir a tomar posesión de la tierra que el Señor, vuestro Dios, os da en propiedad"».
12 A los de Rubén, Gad y media tribu de Manasés les dijo:
13 «Acordaos de lo que os mandó Moisés, siervo del Señor. El Señor, vuestro Dios, os da el descanso, dándoos esta tierra.
14 Vuestras mujeres, vuestros pequeños y vuestro ganado se quedarán en la tierra que os ha dado Moisés en Transjordania; pero vosotros, los soldados, pasaréis el Jordán en orden de batalla, al frente de vuestros hermanos, para ayudarles,
15 hasta que el Señor les dé el descanso, lo mismo que a vosotros, y también ellos tomen posesión de la tierra que el Señor, vuestro Dios, les va a dar. Entonces volveréis a la tierra de vuestra propiedad, la que Moisés, siervo del Señor, os dio aquí en Transjordania».
16 Ellos le respondieron: «Haremos lo que nos has ordenado, iremos adonde nos mandes;
17 te obedeceremos a ti igual que obedecimos en todo a Moisés. Basta que el Señor, tu Dios, esté contigo como estuvo con él.
18 El que se rebele y no obedezca tus órdenes, las que sean, que muera. ¡Tú, ten ánimo, sé valiente!».
1 Josué, hijo de Nun, mandó en secreto dos espías desde Sitín, con este encargo: «Id y reconoced la región y la ciudad de Jericó». Ellos se fueron, llegaron a Jericó y entraron en casa de una prostituta llamada Rajab y se hospedaron allí.
2 Pero llegó el aviso al rey de Jericó: «Mira, unos hijos de Israel han llegado aquí esta tarde a reconocer el país».
3 Entonces el rey de Jericó mandó decir a Rajab: «Saca a los hombres que han entrado en tu casa, porque han venido a reconocer todo el país».
4 Pero ella metió a los dos hombres en un escondite y luego respondió: «Es cierto, vinieron esos hombres a mi casa, pero yo no sabía de dónde eran.
5 Y, al oscurecer, cuando se iban a cerrar las puertas, los hombres se marcharon, pero no sé adónde. Si salís rápidamente tras ellos, los alcanzaréis».
6 Rajab había hecho subir a los espías a la azotea y los había escondido entre unos haces de lino que tenía apilados allí.
7 Salieron algunos hombres en su busca camino del Jordán, hacia los vados; en cuanto salieron, se cerró la puerta de la villa.
8 Antes de que los espías se acostaran, Rajab subió a la azotea, donde ellos estaban,
9 y les dijo: «Sé que el Señor os ha dado el país, pues nos ha invadido una ola de terror, y toda la gente de aquí tiembla ante vosotros;
10 porque hemos oído que el Señor secó el agua del mar Rojo ante vosotros cuando os sacó de Egipto, y lo que hicisteis con los dos reyes amorreos de Transjordania, Sijón y Og, consagrándolos al exterminio;
11 al oírlo, ha desfallecido nuestro corazón y todos se han quedado sin aliento a vuestra llegada; porque el Señor, vuestro Dios, es Dios arriba en el cielo y abajo en la tierra.
12 Ahora, pues, juradme por el Señor que, por haberos tratado yo con bondad, vosotros también trataréis con bondad a la casa de mi padre. Y dadme una señal segura
13 de que dejaréis con vida a mi padre y a mi madre, a mis hermanos y hermanas y a todos los suyos y que nos libraréis de la matanza».
14 Ellos le respondieron: «¡Nuestra vida a cambio de la vuestra, con tal de que no nos denuncies! Cuando el Señor nos dé el país, te trataremos con bondad y lealtad».
15 Entonces ella los descolgó con una soga por la ventana, porque su casa estaba pegando a la muralla y vivía en la misma muralla.
16 Y les dijo: «Caminad hacia el monte para que no os encuentren los que os andan buscando. Quedaos allí escondidos tres días, hasta que ellos regresen; luego podréis seguir vuestro camino».
17 Contestaron: «Nosotros respondemos de ese juramento que nos has exigido, con esta condición:
18 cuando entremos en el país, ata esta cinta roja a la ventana por la que nos has descolgado y reúnes aquí, en tu casa, a tu padre y a tu madre, a tus hermanos y a toda la familia de tu padre.
19 Si alguien sale de las puertas de tu casa, su sangre caerá sobre su cabeza. Nosotros no seremos responsables. Pero, si alguien pone su mano sobre cualquiera que esté contigo en casa, su sangre caerá sobre nuestras cabezas.
20 En cambio, si nos denuncias, quedaremos libres del juramento que nos has exigido».
21 Rajab contestó: «De acuerdo».
Y los despidió.
22 Ellos se marcharon y ella ató la cinta roja a la ventana. Se metieron en el monte y estuvieron allí tres días, hasta que regresaron los que fueron en su busca; por más que los buscaron por todo el camino, no dieron con ellos.
23 Entonces los dos espías se volvieron monte abajo, cruzaron el río, llegaron hasta Josué, hijo de Nun, y le contaron todo lo que les había pasado.
24 Le dijeron: «El Señor nos da todo el país. Toda la gente está ya temblando ante nosotros».
1 Josué madrugó, levantó el campamento de Sitín, llegó hasta el Jordán con todos los hijos de Israel y pernoctaron en la orilla antes de cruzarlo.
2 Al cabo de tres días, los responsables fueron por el campamento
3 y dieron esta orden a la gente: «Cuando veáis moverse el Arca de la Alianza del Señor, vuestro Dios, transportada por los sacerdotes levitas, empezad a caminar desde vuestros puestos detrás de ella.
4 Así sabréis el camino por donde tenéis que ir, porque nunca hasta ahora habéis pasado por él; pero a una distancia del Arca como de unos dos mil codos; no os acerquéis más».
5 Josué ordenó al pueblo: «Purificaos, porque mañana el Señor obrará prodigios en medio de vosotros».
6 Y a los sacerdotes les dijo: «Alzad el Arca de la Alianza y pasad el río delante de la gente». Ellos alzaron el Arca de la Alianza y marcharon delante de la gente.
7 El Señor dijo a Josué: «Hoy mismo voy a empezar a engrandecerte ante todo Israel, para que vean que estoy contigo como estuve con Moisés.
8 Tú dales esta orden a los sacerdotes portadores del Arca de la Alianza: “En cuanto lleguéis a tocar el agua de la orilla del Jordán, deteneos en el Jordán"».
9 Josué dijo a los hijos de Israel: «Acercaos aquí a escuchar las palabras del Señor, vuestro Dios».
10 Y añadió: «Así conoceréis que el Dios vivo está en medio de vosotros y que va a expulsar ante vosotros a cananeos, hititas, heveos, perizitas, guirgaseos, amorreos y jebuseos.
11 Mirad, el Arca de la Alianza del Dueño de toda la tierra va a pasar el Jordán delante de vosotros.
12 Elegid doce hombres de las tribus de Israel, uno de cada tribu.
13 Y cuando las plantas de los pies de los sacerdotes que llevan el Arca del Señor, Dueño de toda la tierra, pisen el agua del Jordán, la corriente de agua del Jordán que viene de arriba quedará cortada y se detendrá formando como un embalse».
14 Cuando la gente levantó el campamento para pasar el Jordán, los sacerdotes que llevaban el Arca de la Alianza caminaron delante de la gente.
15 En cuanto los portadores del Arca de la Alianza llegaron al Jordán y los sacerdotes que la portaban mojaron los pies en el agua de la orilla (el Jordán baja crecido hasta los bordes todo el tiempo de la siega), el agua que venía de arriba se detuvo y formó como un embalse que llegaba muy lejos, hasta Adán, un pueblo cerca de Sartán,
16 y el agua que bajaba hacia el mar de la Arabá, el mar de la Sal, quedó cortada del todo.
La gente pasó el río frente a Jericó.
17 Los sacerdotes que llevaban el Arca de la Alianza del Señor estaban quietos en el cauce seco, firmes en medio del Jordán, mientras todo Israel iba pasando por el cauce seco, hasta que acabaron de pasar todos.
1 Cuando todo el pueblo acabó de pasar el Jordán, el Señor dijo a Josué:
2 «Elegid doce hombres del pueblo, uno de cada tribu,
3 y dadles esta orden: “Sacad de aquí, del lecho del Jordán, donde se han posado los pies de los sacerdotes, doce piedras; pasadlas con vosotros y depositadlas en el lugar donde vais a pasar la noche"».
4 Llamó Josué a los doce hombres de los hijos de Israel que había elegido, uno de cada tribu,
5 y les dijo: «Pasad ante el Arca del Señor, vuestro Dios, hasta el medio del Jordán y cargad al hombro cada uno una piedra, una por cada tribu de los hijos de Israel,
6 para que queden como monumento entre vosotros. Cuando el día de mañana os pregunten vuestros hijos: “ ¿Qué son esas piedras?",
7 les responderéis: “Es que el agua del Jordán quedó cortada ante el Arca de la Alianza del Señor: cuando el Arca atravesaba el Jordán, el agua del Jordán se cortó". Estas piedras se lo recordarán a los hijos de Israel para siempre».
8 Los hijos de Israel lo hicieron así, según las órdenes de Josué: sacaron doce piedras del lecho del Jordán, una por cada tribu de los hijos de Israel, como había mandado el Señor a Josué; las llevaron hasta el lugar donde iban a pasar la noche y las depositaron allí.
9 Y Josué erigió doce piedras en medio del Jordán, donde se habían parado los pies de los sacerdotes portadores del Arca de la Alianza. Allí están todavía hoy.
10 Los sacerdotes que llevaban el Arca estuvieron quietos en medio del Jordán hasta que se cumplió todo lo que Josué había mandado al pueblo por orden del Señor (conforme en todo a lo que Moisés había ordenado a Josué). La gente se dio prisa en pasar.
11 En cuanto acabaron de pasar todos, pasó el Arca del Señor y los sacerdotes se pusieron a la cabeza del pueblo.
12 Los de Rubén, los de Gad y la media tribu de Manasés pasaron en orden de batalla a la cabeza de los hijos de Israel, como les había mandado Moisés.
13 Eran los que pasaron delante del Señor, hacia la llanura de Jericó, unos cuarenta mil guerreros armados, dispuestos para el combate.
14 Aquel día, el Señor engrandeció a Josué ante todo Israel y lo respetaron a él como habían respetado a Moisés mientras vivió.
15 El Señor dijo a Josué:
16 «Manda a los sacerdotes, portadores del Arca del Testimonio, que salgan del Jordán».
17 Josué les mandó: «Salid del Jordán».
18 Y en cuanto salieron de en medio del Jordán los sacerdotes portadores del Arca de la Alianza del Señor, nada más poner los pies en tierra, el agua del Jordán volvió a llenar el cauce y corrió como antes, hasta los bordes.
19 El pueblo salió del Jordán el día diez del mes primero y acampó en Guilgal, al este de Jericó.
20 Josué erigió en Guilgal las doce piedras sacadas del Jordán.
21 Y dijo a los hijos de Israel: «Cuando el día de mañana vuestros hijos pregunten a sus padres: “ ¿Qué son esas piedras?",
22 se lo explicaréis así a vuestros hijos: “Israel pasó ese Jordán a pie enjuto.
23 Es que el Señor vuestro Dios secó ante vosotros las aguas del Jordán hasta que pasasteis, lo mismo que había hecho el Señor, vuestro Dios, con el mar Rojo, que lo secó ante nosotros hasta que lo pasamos.
24 Para que todas las naciones del mundo reconozcan cuán poderosa es la mano de Señor y teman siempre al Señor, vuestro Dios"».
1 Cuando los reyes amorreos que habitaban al lado occidental del Jordán y los reyes cananeos que vivían en la región costera oyeron que el Señor había secado el agua del Jordán ante los hijos de Israel hasta que pasaron, desfalleció su corazón y les faltó el aliento para hacerles frente.
2 En aquella ocasión dijo el Señor a Josué: «Hazte unos cuchillos de pedernal y vuelve a circuncidar (por segunda vez) a los hijos de Israel».
3 Josué se hizo unos cuchillos de pedernal y circuncidó a los hijos de Israel en la colina de Aralot.
4 Josué llevó a cabo esta circuncisión porque, después de la salida de Egipto, todos los varones que habían salido de Egipto, todos los guerreros, habían muerto por el camino, en el desierto.
5 Toda la población que había salido de Egipto estaba circuncidada, pero los nacidos en el desierto, por el camino, después de la salida de Egipto, estaban sin circuncidar.
6 Porque los hijos de Israel anduvieron por el desierto cuarenta años, hasta que pereció toda la generación de guerreros salidos de Egipto. No obedecieron la voz del Señor y el Señor les juró que no les dejaría ver la tierra que había prometido a sus padres que nos la daría a nosotros, una tierra que mana leche y miel.
7 En su lugar puso el Señor a los hijos de aquellos; y estos son los que Josué circuncidó, porque estaban sin circuncidar, ya que no los habían circuncidado durante el viaje.
8 Cuando todos acabaron de circuncidarse, se quedaron en el campamento guardando reposo, hasta que se curaron.
9 Entonces dijo el Señor a Josué: «Hoy os he quitado de encima el oprobio de Egipto». Por eso se llama aquel lugar Guilgal, hasta el día de hoy.
10 Los hijos de Israel acamparon en Guilgal y celebraron allí la Pascua al atardecer del día catorce del mes, en la estepa de Jericó.
11 Al día siguiente a la Pascua, comieron ya de los productos de la tierra: ese día, panes ácimos y espigas tostadas.
12 Y desde ese día en que comenzaron a comer de los productos de la tierra, cesó el maná. Los hijos de Israel ya no tuvieron maná, sino que ya aquel año comieron de la cosecha de la tierra de Canaán.
13 Sucedió que, estando ya cerca de Jericó, Josué alzó los ojos y vio a un hombre en pie frente a él, con la espada desenvainada en la mano. Josué se adelantó hacia él y le preguntó: «¿Eres de los nuestros o del enemigo?». Contestó aquel:
14 «No. Soy el general del ejército del Señor y acabo de llegar». Josué cayó rostro en tierra, adorándolo. Después le preguntó: «¿Qué manda mi señor a su siervo?».
15 El general del ejército del Señor le contestó: «Quítate las sandalias de los pies, porque el lugar que pisas es sagrado».
Josué lo hizo así.
1 Jericó estaba cerrada a cal y canto por miedo a los hijos de Israel. Nadie salía ni entraba.
2 El Señor dijo a Josué: «Mira, entrego en tu poder a Jericó, a su rey y a sus valientes guerreros.
3 Todos los combatientes, rodead la ciudad, dando una vuelta a su alrededor; así durante seis días.
4 Siete sacerdotes llevarán delante del Arca siete trompas de cuerno de carnero. El séptimo día, daréis siete vueltas a la ciudad y los sacerdotes tocarán las trompas.
5 Cuando suene el cuerno de carnero y oigáis el sonido de la trompa, todo el pueblo lanzará el alarido de guerra; y se desplomarán las murallas de la ciudad. Y el pueblo la asaltará, cada uno por el lugar que tenga enfrente».
6 Josué, hijo de Nun, llamó a los sacerdotes y les mandó: «Tomad el Arca de la Alianza y que siete sacerdotes lleven siete trompas de cuerno de carnero delante del Arca del Señor».
7 Y luego al pueblo: «Id y dad una vuelta alrededor de la ciudad; y que la vanguardia pase delante del Arca del Señor».
8 En cuanto Josué acabó de dar estas órdenes al pueblo, los siete sacerdotes, llevando siete trompas de cuerno de carnero delante del Señor, empezaron a tocar. El Arca de la Alianza del Señor los seguía.
9 La vanguardia marchaba delante de los sacerdotes que tocaban las trompas; la retaguardia marchaba detrás del Arca. Según iban caminando, tocaban las trompas.
10 Josué había dado esta orden al pueblo: «No gritéis, no alcéis la voz, no se os escape una palabra hasta el momento en que yo os mande lanzar el alarido de guerra; entonces gritaréis».
11 Dieron con el Arca del Señor una vuelta a la ciudad, rodeándola una vez y se volvieron al campamento para pasar la noche.
12 Josué se levantó de madrugada y los sacerdotes tomaron el Arca del Señor.
13 Los siete sacerdotes que llevaban las siete trompas de cuerno de carnero delante del Arca del Señor iban tocando las trompas según caminaban. Las tropas de vanguardia iban delante de ellos y el resto detrás del Arca del Señor; y tocaban las trompetas según caminaban.
14 Aquel segundo día dieron otra vuelta a la ciudad y se volvieron al campamento. Así hicieron seis días.
15 El día séptimo, se levantaron al alba y dieron siete vueltas a la ciudad, del mismo modo. Solo que el día séptimo dieron siete vueltas a la ciudad.
16 A la séptima vuelta, los sacerdotes tocaron las trompas y Josué ordenó al pueblo: «¡Gritad, que el Señor os da la ciudad!
17 La ciudad, con todo lo que hay en ella, está consagrada al exterminio, en honor del Señor. Solo han de quedar con vida la prostituta Rajab y todos los que estén con ella en casa, porque escondió a nuestros emisarios.
18 Cuidado no prevariquéis quedándoos con algo de lo consagrado al exterminio; porque acarrearíais la desgracia sobre todo el campamento de Israel, haciéndolo objeto de exterminio.
19 Toda la plata y el oro y todos los objetos de bronce o de hierro están consagrados al Señor: ingresarán en su tesoro».
20 El pueblo lanzó el alarido de guerra y sonaron las trompas. En cuanto el pueblo oyó el son de la trompa, todo el pueblo lanzó un poderoso alarido de guerra. Las murallas se desplomaron y el ejército se lanzó al asalto de la ciudad, cada uno desde el lugar que tenía enfrente; y la conquistaron.
21 Consagraron al exterminio todo lo que había dentro: hombres y mujeres, muchachos y ancianos, vacas, ovejas y burros; todo lo pasaron a cuchillo.
22 Josué había encargado a los dos hombres que habían explorado el país: «Id a casa de la prostituta y haced salir de ella a esa mujer con todo lo suyo, como se lo jurasteis».
23 Los jóvenes espías fueron y sacaron a Rajab, a su padre, a su madre, a sus hermanos, con todo lo suyo, y a todos los de su familia, y los dejaron fuera del campamento de Israel.
24 Luego prendieron fuego a la ciudad con cuanto había en ella. Solo la plata, el oro y los objetos de bronce y de hierro los depositaron en el tesoro de la casa del Señor.
25 Pero Josué respetó la vida a Rajab, la prostituta, así como a la casa de su padre y a todos los suyos. Ella se quedó viviendo en medio de Israel hasta el día de hoy, por haber escondido a los espías que envió Josué a explorar Jericó.
Maldición de Josué a quien reconstruya Jericó
En aquella ocasión Josué pronunció este juramento:
26 «¡Maldito sea ante el Señor el hombre que reedifique esta ciudad!
¡A costa de su primogénito echará sus cimientos
y a costa del hijo menor asentará las puertas!».
27 Y el Señor estuvo con Josué, cuya fama se divulgó por toda la comarca.
1 Pero los hijos de Israel cometieron un gran delito con lo consagrado. Porque Acán, hijo de Carmí, hijo de Zabdí, hijo de Céraj, de la tribu de Judá, se quedó con algo de lo consagrado y el Señor se encolerizó contra los hijos de Israel.
2 Josué mandó unos hombres desde Jericó hacia Ay, junto a Bet Avén, al este de Betel, con esta orden: «Subid a explorar la comarca». Los hombres subieron y exploraron Ay.
3 Al volver donde estaba Josué le dijeron: «Que no suba toda la gente; para atacar Ay basta con que suban dos o tres mil hombres. No molestes a toda la gente haciéndoles subir, porque ellos son pocos».
4 Subieron allá unos tres mil hombres del pueblo, pero tuvieron que huir ante los hombres de Ay.
5 Los hombres de Ay les mataron unos treinta y seis hombres y los persiguieron fuera de la puerta de la ciudad hasta Sebarín y los derrotaron en la bajada. Entonces desfalleció el corazón del pueblo y se les derritió.
6 Josué se rasgó los vestidos, se postró rostro en tierra delante del Arca del Señor y así estuvo hasta la tarde; con él estaban los ancianos de Israel y todos se echaban polvo sobre las cabezas.
7 Dijo Josué: «¡Ah, Señor, Señor! ¿Para qué hiciste pasar el Jordán a este pueblo? ¿Para darnos en manos de los amorreos y acabar con nosotros? ¡Ojalá nos hubiésemos quedado al otro lado del Jordán!
8 ¡Por favor, Señor! ¿Qué voy a decir después que Israel ha vuelto la espalda ante sus enemigos?
9 Se enterarán los cananeos y todos los habitantes del país: nos cercarán y borrarán nuestro nombre de la tierra. ¿Qué harás tú entonces por el honor de tu nombre?».
10 El Señor respondió a Josué: «¡Vamos! ¡Levántate! ¿Por qué estás ahí rostro en tierra?
11 Israel ha pecado. Ha violado la alianza que yo les había prescrito. Se han quedado con algo de lo consagrado, lo han robado y lo han escondido metiéndolo entre su ajuar.
12 Los hijos de Israel no podrán resistir a sus enemigos; volverán la espalda ante ellos, porque se han hecho objeto de exterminio. Yo no estaré más con vosotros, mientras no hagáis desaparecer de en medio de vosotros lo consagrado.
13 Levántate, purifica al pueblo y diles: “Purificaos para mañana, porque así dice el Señor, el Dios de Israel: hay algo consagrado dentro de ti, Israel; no podrás resistir a tus enemigos mientras no extirpéis lo consagrado de en medio de vosotros.
14 Mañana por la mañana os presentaréis por tribus y aquella tribu que el Señor señale por suertes se presentará por clanes; el clan que el Señor señale se presentará por familias y la familia que el Señor señale se presentará hombre por hombre.
15 El señalado por la suerte como consagrado al exterminio será entregado al fuego con todo lo que le pertenece, por haber quebrantado la alianza del Señor y haber cometido una infamia en Israel"».
16 Josué se levantó de mañana y mandó que se presentara Israel por tribus, la suerte señaló a la tribu de Judá.
17 Mandó que se presentaran los clanes de Judá y la suerte señaló al clan de Céraj. Mandó que se presentara el clan de Céraj por familias y la suerte señaló a Zabdí.
18 Mandó que se presentara la familia de Zabdí, hombre por hombre, y la suerte señaló a Acán, hijo de Carmí, hijo de Zabdí, hijo de Céraj, de la tribu de Judá.
19 Dijo entonces Josué a Acán: «Hijo mío, da gloria al Señor, Dios de Israel, y ríndele alabanza; confiésame lo que has hecho, no me lo ocultes».
20 Acán respondió a Josué: «Es verdad, yo soy el que ha pecado contra el Señor, Dios de Israel. Esto y esto es lo que he hecho:
21 vi entre el botín un manto de Senaar precioso, unos dos kilos y medio de plata y un lingote de oro de unos seiscientos gramos de peso, me gustaron y me los guardé. Está todo escondido en tierra en medio de mi tienda, y la plata debajo».
22 Josué mandó a unos que fueran corriendo a la tienda y, en efecto, el manto estaba escondido en la tienda y la plata debajo.
23 Lo sacaron de la tienda, se lo llevaron a Josué y a todos los hijos de Israel y lo depositaron delante del Señor.
24 Entonces Josué cogió a Acán, hijo de Céraj, con la plata, el manto y el lingote de oro, y a sus hijos e hijas, sus bueyes, asnos y ovejas, y su tienda con todo lo suyo, y los subió al valle de Acor. Todo Israel lo acompañaba.
25 Josué dijo: «¿Por qué nos has acarreado la desgracia? Que el Señor te haga desgraciado hoy».
Y todo Israel lo apedreó (y los quemaron en la hoguera y los apedrearon).
26 Y levantaron sobre él un gran montón de piedras, que existe todavía hoy. Así se aplacó el furor de la cólera del Señor. Por eso se llama aquel lugar valle de Acor hasta el día de hoy.
1 El Señor dijo a Josué: «¡No tengas miedo ni te acobardes! Toma contigo a toda la gente de guerra para atacar Ay, porque voy a poner en tus manos al rey de Ay, a su pueblo, su ciudad y su territorio.
2 Harás con Ay y su rey como hicisteis con Jericó y su rey. Solo que podréis quedaros con el botín y el ganado. Prepara una emboscada por detrás de la ciudad».
3 Josué, con toda la gente de guerra, se dispuso a marchar sobre Ay. Escogió Josué treinta mil guerreros valientes y los hizo salir de noche,
4 con esta orden: «Mirad, os ocultaréis por detrás de la ciudad, pero sin alejaros mucho de ella, y estad alerta.
5 Yo, con toda la gente que queda conmigo, me acercaré a la ciudad. Cuando la gente de Ay salga contra nosotros, como la primera vez, huiremos ante ellos.
6 Saldrán tras de nosotros y los alejaremos de la ciudad, porque se dirán: “Huyen delante de nosotros como la primera vez".
7 Entonces vosotros saldréis de la emboscada y os apoderaréis de la ciudad; el Señor, vuestro Dios, os la dará.
8 En cuanto toméis la ciudad le daréis fuego. Lo haréis así según la orden del Señor. Mirad que os lo mando yo».
9 Los despachó Josué y se fueron a poner la emboscada, apostándose entre Betel y Ay, al oeste de Ay. Josué pasó aquella noche con la gente.
10 Se levantó Josué de mañana, pasó revista a la tropa y se dirigió contra Ay; él iba, con los ancianos de Israel, al frente de la tropa.
11 Toda la gente de guerra que estaba con él se fue acercando hasta llegar frente a la ciudad y acampó al norte de Ay. El valle quedaba entre ellos y la ciudad.
12 (Josué había tomado unos cinco mil hombres y había tendido con ellos una emboscada entre Betel y Ay, al oeste de la ciudad.
13 Pero el grueso de la tropa acampó al norte, quedando la emboscada al oeste). Josué pasó aquella noche en medio del valle.
14 Cuando vio esto el rey de Ay, se dio prisa: madrugaron y salieron a presentar batalla a Israel en la bajada que da a la Arabá, sin saber que tenían una emboscada detrás de la ciudad.
15 Josué y todo Israel se hicieron los derrotados y se dieron a la fuga camino del desierto.
16 Entonces toda la gente que estaba en la ciudad salió gritando tras ellos. Al perseguir a Josué, se alejaron de la ciudad.
17 No quedó un solo hombre en Ay (ni en Betel) que no saliera en persecución de Israel. Y, por perseguir a Israel, dejaron la ciudad desguarnecida.
18 El Señor dijo entonces a Josué: «Apunta hacia Ay con la jabalina que llevas en la mano, porque la voy a poner en tu mano».
Josué apuntó hacia la ciudad con la jabalina que llevaba en la mano.
19 Tan pronto como extendió la mano, los emboscados salieron corriendo de su escondite y entraron en la ciudad, se apoderaron de ella e inmediatamente la incendiaron.
20 Los hombres de Ay volvieron la vista atrás y vieron la humareda que subía de la ciudad hasta el cielo; no tenían escapatoria ni por un lado ni por otro, pues la gente que había huido hacia el desierto se volvió contra los perseguidores.
21 Josué y todo Israel, viendo que los emboscados habían tomado la ciudad, de la que subía una humareda, se dieron la vuelta y atacaron a los hombres de Ay.
22 Los otros salieron de la ciudad a su encuentro, de modo que los hombres de Ay se encontraron copados por los israelitas, por un lado y por otro. Israel los derrotó hasta no dejar superviviente ni fugitivo.
23 Pero al rey de Ay lo prendieron vivo y lo condujeron ante Josué.
24 Cuando Israel acabó de matar por el campo y el desierto a todos los habitantes de Ay, que habían salido hasta allí en su persecución, todos los cuales cayeron a filo de espada hasta no quedar uno, se volvieron los hijos de Israel contra Ay y pasaron a su población a filo de espada.
25 El total de los que cayeron aquel día, hombres y mujeres, fue de doce mil: todos los habitantes de Ay.
26 Josué no retiró el brazo que tenía extendido con la jabalina hasta que fueron consagrados al exterminio todos los habitantes de Ay.
27 Israel se repartió solamente el ganado y el botín de dicha ciudad, como había ordenado el Señor a Josué.
28 Josué incendió Ay y la convirtió para siempre en una ruina, en desolación hasta el día de hoy.
29 Al rey de Ay lo colgó de un árbol y lo dejó allí hasta la tarde; a la puesta del sol ordenó Josué que bajaran del árbol el cadáver. Lo tiraron a la entrada de la puerta de la ciudad y amontonaron sobre él un montón enorme de piedras, que existe todavía hoy.
30 Entonces Josué construyó un altar al Señor, Dios de Israel, en el monte Ebal,
31 como había mandado Moisés, siervo del Señor, a los hijos de Israel, según está escrito en el libro de la ley de Moisés: un altar de piedras sin labrar, no tocadas por el hierro. Y ofrecieron sobre él holocaustos al Señor e inmolaron sacrificios de comunión.
32 Josué escribió allí mismo, sobre las piedras, una copia de la ley que Moisés había escrito en presencia de los hijos de Israel.
33 Y todo Israel, los ancianos, los escribas y los jueces, que estaban de pie a un lado y otro del Arca ante los sacerdotes levitas portadores del Arca de la Alianza del Señor, y todos, tanto emigrantes como nativos, ocuparon su sitio, la mitad en la falda del monte Garizín y la otra mitad en la falda del monte Ebal, como Moisés, el siervo del Señor, mandó primeramente bendecir al pueblo de Israel.
34 Josué leyó todas las palabras de la ley (las bendiciones y las maldiciones), a tenor de lo escrito en el libro de la ley.
35 Ni una sola palabra de cuantas Moisés había prescrito dejó Josué de leer en presencia de toda la asamblea de Israel, incluidas las mujeres, los niños y los emigrantes que vivían entre ellos.
1 En cuanto se enteraron todos los reyes de Cisjordania, de la Montaña, de la Sefelá, de toda la costa del Mar Grande hasta la región del Líbano (hititas, amorreos, cananeos, perizitas, heveos y jebuseos),
2 se aliaron como un solo hombre para hacer frente a Josué y a Israel.
3 Cuando los habitantes de Gabaón se enteraron de lo que había hecho Josué con Jericó y con Ay,
4 recurrieron también ellos a la astucia. Fueron y se proveyeron de víveres, cargaron sus asnos con alforjas viejas y odres de vino viejos, rotos y recosidos;
5 se pusieron sandalias viejas y remendadas, y ropas viejas. El pan que llevaban para su sustento era todo él seco y hecho migajas.
6 Fueron adonde estaba Josué, al campamento de Guilgal, y le dijeron, a él y a los hombres de Israel: «Venimos de un país lejano: haced, pues, un pacto con nosotros».
7 Los hombres de Israel respondieron a aquellos heveos: «¿A ver si habitáis en nuestro territorio? En ese caso, no podemos hacer ningún pacto con vosotros».
8 Respondieron a Josué: «Siervos tuyos somos». Josué les dijo: «¿Quiénes sois y de dónde venís?».
9 Le respondieron: «Tus siervos vienen de una tierra muy lejana, atraídos por la fama del Señor tu Dios, pues hemos oído hablar de él, de todo lo que hizo en Egipto
10 y de todo lo que hizo con los dos reyes amorreos de Transjordania, con Sijón, rey de Jesbón, y con Og, rey de Basán, que vivía en Astarot.
11 Nuestros ancianos y todos los habitantes de nuestra tierra nos han dicho: “Coged provisiones para el viaje, id a su encuentro y decidles: Siervos vuestros somos: haced, pues, un pacto con nosotros".
12 Nuestro pan estaba caliente cuando hicimos provisión de él en nuestras casas para el viaje, cuando partimos para salir a vuestro encuentro: miradlo ahora duro y hecho migajas.
13 Estos odres de vino eran nuevos cuando los llenamos y ahora están rotos; nuestras sandalias y nuestros vestidos están gastados por lo largo del camino».
14 Los israelitas tomaron de las provisiones de ellos, aunque sin consultar el oráculo del Señor.
15 De este modo, Josué estableció una alianza de paz con ellos y se comprometió a respetar sus vidas; y los jefes de la comunidad se lo juraron.
16 Pero tres días después de cerrado este pacto, supieron que vivían cerca y habitaban en territorio de Israel.
17 Los hijos de Israel partieron del campamento y llegaron al tercer día a las ciudades de ellos, que eran Gabaón, Quefirá, Beerot y Quiriat Yearín.
18 Los hijos de Israel no los mataron, porque los jefes de la comunidad se lo habían jurado por el Señor, Dios de Israel. Pero toda la comunidad murmuró de los jefes.
19 Los jefes declararon a la comunidad: «Nosotros se lo hemos jurado por el Señor, Dios de Israel; no podemos, pues, hacerles ningún daño.
20 Lo que vamos a hacer con ellos es esto: les respetaremos la vida y así no descargará sobre nosotros la cólera por quebrar el juramento que les hemos hecho».
21 Y añadieron los jefes: «Que queden con vida, pero que sean leñadores y aguadores para toda la comunidad».
Según lo que habían dicho los jefes,
22 Josué llamó a los gabaonitas y les dijo: «¿Por qué nos habéis engañado diciendo: “Vivimos muy lejos de vosotros", siendo así que habitáis en nuestro territorio?
23 Sois, pues, unos malditos y nunca dejaréis de servir como leñadores y aguadores de la casa de mi Dios».
24 Le respondieron a Josué: «Es que nosotros tus siervos nos habíamos enterado de lo que había dicho el Señor, tu Dios, a Moisés su siervo, que os daría todo este país y exterminaría a vuestra llegada a todos sus habitantes. Cuando llegasteis, temimos por nuestras vidas y por eso hemos hecho esto.
25 Ahora, aquí estamos en tus manos: haz con nosotros lo que te parezca bueno y justo».
26 Así hizo con ellos, los salvó de la mano de los hijos de Israel y no los mataron.
27 Aquel día los puso Josué de leñadores y aguadores de la comunidad y del altar del Señor en el lugar que el Señor había de elegir, hasta el día de hoy.
1 Cuando Adonisédec, rey de Jerusalén, oyó que Josué había tomado Ay y la había consagrado al exterminio (haciendo con Ay y su rey lo mismo que con Jericó y su rey) y que los de Gabaón habían hecho una alianza de paz con Israel y convivían con los israelitas,
2 se asustó enormemente. Porque Gabaón era una ciudad importante, como cualquier capital real, mayor que Ay, y todos sus hombres eran valientes.
3 Entonces Adonisédec, rey de Jerusalén, envió este mensaje a Ohán, rey de Hebrón, a Pirán, rey de Yarmut, a Yafia, rey de Laquis, y a Debir, rey de Eglón:
4 «Venid en mi ayuda, a ver si derrotamos a Gabaón, que ha hecho las paces con Josué y los hijos de Israel».
5 Entonces los cinco reyes, el de Jerusalén, el de Hebrón, el de Yarmut, el de Laquis y el de Eglón, se juntaron, subieron con sus ejércitos, acamparon frente a Gabaón y la atacaron.
6 Los de Gabaón despacharon emisarios a Josué, al campamento de Guilgal, con este ruego: «No abandones a tus siervos. Ven enseguida a salvarnos. Ayúdanos, porque se han aliado contra nosotros todos los reyes amorreos de la montaña».
7 Entonces Josué subió desde Guilgal con toda la gente armada y con todos los guerreros más valientes,
8 y el Señor le dijo: «No les tengas miedo, que yo te los doy; ninguno de ellos podrá resistirte».
9 Josué caminó toda la noche desde Guilgal y cayó sobre ellos de repente.
10 El Señor los desbarató ante Israel, que les infligió una severa derrota en Gabaón y los persiguió por la cuesta de Bet Jorón, destrozándolos hasta Acecá (y hasta Maquedá).
11 Y, cuando iban huyendo de los hijos de Israel por la cuesta de Bet Jorón, el Señor les lanzó desde el cielo un gran pedrisco en el camino hasta Acecá, del que murieron. Y murieron más por el pedrisco que por la espada de los hijos de Israel.
12 El día en que el Señor puso a los amorreos en manos de los hijos de Israel, Josué habló al Señor y gritó en presencia de Israel:
«¡Detente, sol, en Gabaón!
¡Y tú, luna, en el valle de Ayalón!».
13 Y el sol se detuvo y la luna se paró, hasta que el pueblo se vengó de los enemigos. Así está escrito en el Libro del Justo: «El sol se detuvo en medio del cielo y tardó un día entero en ponerse».
14 Ni hubo antes ni ha habido después un día como aquel, en que el Señor obedeciera a la voz de un hombre. Es que el Señor luchaba por Israel.
15 Josué volvió con todo Israel al campamento de Guilgal.
16 Los cinco reyes habían huido y se habían escondido en la cueva de Maquedá.
17 Y se informó a Josué: «Han sido descubiertos los cinco reyes: están escondidos en la cueva de Maquedá».
18 Josué ordenó: «Rodad unas piedras grandes a la entrada de la cueva y poned junto a ella hombres que la custodien.
19 Y vosotros no os quedéis quietos: perseguid a vuestros enemigos, cortadles la retirada, no les dejéis entrar en sus ciudades, porque el Señor vuestro Dios os los ha dado».
20 Cuando Josué y los hijos de Israel les causaron aquella grandísima derrota, hasta acabar con ellos, los que lograron escapar se refugiaron en las plazas fuertes.
21 Todo el pueblo volvió sano y salvo al campamento de Josué, en Maquedá. Y no hubo quien moviera a los hijos de Israel.
22 Dijo entonces Josué: «Destapad la boca de la cueva y sacadme a esos cinco reyes».
23 Así lo hicieron; sacaron de la cueva a los cinco reyes: al rey de Jerusalén, al rey de Hebrón, al rey de Yarmut, al rey de Laquis y al rey de Eglón.
24 Cuando sacaron a los reyes y se los presentaron a Josué, este llamó a todos los hombres de Israel y dijo a los capitanes de tropa que le habían acompañado: «Acercaos y poned vuestros pies sobre la nuca de esos reyes». Ellos se acercaron y pusieron los pies sobre las nucas de ellos.
25 Josué añadió: «No tengáis miedo, ni os acobardéis; sed valientes y decididos, porque de igual manera tratará el Señor a todos los enemigos contra los que tenéis que combatir».
26 Acto seguido, Josué los hirió de muerte y los colgó de cinco árboles, de los que quedaron colgados hasta la tarde.
27 A la puesta del sol, a una orden de Josué, los descolgaron de los árboles y los arrojaron a la cueva en donde se habían escondido. Y rodaron unas piedras grandes a la entrada de la cueva: allí están todavía hoy.
28 Aquel mismo día Josué tomó Maquedá y la pasó a cuchillo, consagrando al exterminio la ciudad, a su rey y a todos los seres vivientes que había en ella. No dejó escapar a nadie. Trató al rey de Maquedá como había tratado al rey de Jericó.
29 De Maquedá pasó Josué, con todo Israel, a Libná y la atacó.
30 Y el Señor dio también la ciudad y su rey a Israel, que la pasó a cuchillo con todos los seres vivientes que había en ella: no dejó ni uno solo con vida. Trató Josué a su rey como había tratado al rey de Jericó.
31 De Libná pasó Josué, con todo Israel, a Laquis, la asedió y atacó.
32 El Señor dio Laquis a Israel, que la tomó al segundo día y la pasó a cuchillo con todos los seres vivientes que había en ella, lo mismo que habían hecho con Libná.
33 Entonces Horán, rey de Guécer, subió en ayuda de Laquis, pero Josué lo derrotó a él y a su gente, hasta no dejar ni un superviviente.
34 De Laquis pasó Josué, con todo Israel, a Eglón. La sitiaron y la atacaron.
35 La tomaron aquel mismo día y la pasaron a cuchillo. Josué consagró al exterminio aquel día a todos los seres vivientes que había en ella, lo mismo que había hecho con Laquis.
36 De Eglón subió Josué, con todo Israel, a Hebrón. La atacaron,
37 la tomaron y la pasaron a cuchillo, así como a su rey, a todos sus poblados y a todos los seres vivientes que había en ella. No dejó ningún superviviente, igual que había hecho con Eglón. La consagró al exterminio, así como a todos los seres vivientes que había en ella.
38 Entonces Josué, con todo Israel, se volvió contra Debir y la atacó.
39 Se apoderó de ella, de su rey y de todos sus poblados; los pasaron a cuchillo y consagraron al exterminio a todos los seres vivientes que había en ella, sin dejar uno solo con vida. Como había tratado a Hebrón, así trató a Debir y a su rey (y como había tratado a Libná y a su rey).
40 Así fue como conquistó Josué todo el país: la Montaña, el Negueb, la Sefelá y las estribaciones de la montaña, con todos sus reyes, sin dejar un solo superviviente. Consagró al exterminio a todos los seres vivientes, como el Señor, Dios de Israel, le había ordenado.
41 Josué conquistó desde Cadés Barnea hasta Gaza y toda la región de Gosén hasta Gabaón.
42 Se apoderó Josué de todos aquellos reyes y de sus territorios en una sola ofensiva, porque el Señor, el Dios de Israel, peleaba en favor de Israel.
43 Después Josué se volvió, con todo Israel, al campamento de Guilgal.
1 Cuando se enteró Yabín, rey de Jasor, mandó aviso a Yobab, rey de Madón, al rey de Simerón, al rey de Axaf
2 y a los reyes del norte de la montaña, del valle al sur de Kinerot, de la Sefelá y del distrito de Dor, al oeste;
3 a los cananeos de oriente y occidente; a los amorreos, los heveos, los perizitas, a los jebuseos de la montaña; a los hititas de las faldas del Hermón, en la región de Mispá.
4 Partieron estos con todas sus tropas: una muchedumbre innumerable como la arena de la playa, con muchísimos caballos y carros.
5 Reunidos todos estos reyes, fueron a acampar en un único campamento cerca del arroyo de Merón para luchar contra Israel.
6 El Señor dijo entonces a Josué: «No les tengas miedo, porque mañana, a esta misma hora, haré que caigan todos ellos muertos ante Israel; tú les desjarretarás los caballos y les quemarás los carros».
7 Josué, con toda su gente de guerra, los alcanzó de improviso junto al arroyo de Merón y cayó sobre ellos.
8 El Señor los entregó a Israel, que los derrotó y persiguió por el Oeste hasta Sidón la Grande y Misrefot, y por el Este hasta el valle de Mispá. Los derrotó hasta que no quedó ninguno vivo.
9 Josué los trató como le había dicho el Señor: les desjarretó los caballos y les quemó los carros.
10 Luego Josué se volvió y tomó Jasor y mató a su rey a espada. (Jasor era antiguamente la capital de todos aquellos reinos).
11 Pasaron a cuchillo a todos los seres vivientes que habitaban en ella, consagrándolos al exterminio. No quedó alma viva. Y Jasor fue entregada a las llamas.
12 Josué se apoderó de todas las ciudades de aquellos reyes y de todos sus reyes, y las pasó a cuchillo, consagrándolas al exterminio, según le había ordenado Moisés, siervo del Señor.
13 Pero Israel no incendió ninguna de las ciudades emplazadas sobre colinas; con la única excepción de Jasor, que fue incendiada por Josué.
14 El botín de esas ciudades, incluido el ganado, se lo repartieron los hijos de Israel. Pero pasaron a cuchillo a todas las personas hasta acabar con todas. No dejaron una sola con vida.
15 Lo que el Señor había ordenado a su siervo Moisés, este se lo ordenó a Josué y Josué lo cumplió; no descuidó nada de cuanto el Señor había ordenado a Moisés.
16 Así fue como se apoderó Josué de todo el país: de la montaña, de todo el Negueb, de toda la región de Gosén, de la Sefelá y de la Arabá, de la montaña de Israel y de su llanura,
17 desde el monte Jalac, hacia Seír, hasta Baalgad, en el valle del Líbano, al pie del monte Hermón. Se apoderó de todos sus reyes y los ajustició.
18 Largo tiempo estuvo Josué haciendo la guerra a todos aquellos reyes.
19 Ninguna ciudad hizo las paces con los hijos de Israel, excepto los heveos que vivían en Gabaón: de todas las demás se apoderaron por la fuerza.
20 Porque era designio del Señor endurecer su corazón para que se opusieran a Israel y así fueran consagradas al exterminio sin remisión y fueran exterminadas, como había mandado el Señor a Moisés.
21 Luego fue Josué y exterminó a los anaquitas de la Montaña, de Hebrón, Debir y Anab, de toda la montaña de Judá y de toda la montaña de Israel: los consagró al exterminio con sus ciudades.
22 No quedó ni un anaquita en tierra de los hijos de Israel; solo quedaron en Gaza, Gad y Asdod.
23 Josué se apoderó de todo el país, como el Señor le había dicho a Moisés, y se lo dio en heredad a los hijos de Israel, repartido en los lotes correspondientes a cada tribu.
Y, acabada la guerra, el país quedó en paz.
1 Estos son los reyes de la tierra que fueron derrotados por los hijos de Israel y despojados de sus tierras en Transjordania, desde el río Arnón hasta el monte Hermón, incluida toda la Arabá oriental:
2 Sijón, rey de los amorreos, que residía en Jesbón. Sus dominios eran desde Aroer, a orillas del río Arnón, desde el mismo río, y la mitad de Galaad hasta el río Yaboc, que hace de frontera con los amonitas,
3 la Arabá desde el este del mar de Kineret hasta el este del mar de la Arabá o mar de la Sal, camino de Bet Jesimot, hasta el pie de las estribaciones del Fasga por el sur.
4 Y Og, rey de Basán, uno de los últimos refaítas, que residía en Astarot y en Edreí.
5 Sus dominios eran: el monte Hermón, Salcá y todo Basán hasta la frontera de los guesureos y los macateos, y la mitad de Galaad hasta la frontera de Sijón, rey de Jesbón.
6 Moisés, siervo del Señor, y los hijos de Israel los habían derrotado, y Moisés, siervo del Señor, había dado sus tierras en propiedad a las tribus de Rubén y Gad y a media tribu de Manasés.
7 Y estos son los reyes de la tierra, vencidos por Josué y los hijos de Israel, en Cisjordania, desde Baal Gad, en el valle del Líbano, hasta el monte Jalac, que se alza hacia Seír. Sus tierras se las dio Josué en heredad a las tribus de Israel por lotes:
8 en la montaña, en la Sefelá, en la Arabá, en las estribaciones de la montaña, en el desierto, en el Negueb: eran hititas, amorreos, cananeos, perizitas, heveos y jebuseos:
9 el rey de Jericó, uno; el rey de Ay, junto a Betel, uno;
10 el rey de Jerusalén, uno; el rey de Hebrón, uno;
11 el rey de Yarmut, uno; el rey de Laquis, uno;
12 el rey de Eglón, uno; el rey de Guécer, uno;
13 el rey de Debir, uno; el rey de Guéder, uno;
14 el rey de Jormá, uno; el rey de Arad, uno;
15 el rey de Libná, uno; el rey de Adulán, uno;
16 el rey de Maquedá, uno; el rey de Betel, uno;
17 el rey de Tapuaj, uno; el rey de Jéfer, uno;
18 el rey de Afec, uno; el rey de Sarón, uno;
19 el rey de Merón, uno; el rey de Jasor, uno;
20 el rey de Simrón Merón, uno; el rey de Axaf, uno;
21 el rey de Tanac, uno; el rey de Meguido, uno;
22 el rey de Quedes, uno; el rey de Yocneán, en el Carmelo, uno;
23 el rey de Dor, en el distrito de Dor, uno; el rey de Goyín, en Galilea, uno;
24 el rey de Tirsá, uno. Total de reyes: treinta y uno.
1 Josué era ya viejo, cargado de años. Y el Señor le dijo: «Eres ya viejo; tienes muchos años y queda todavía mucha tierra por conquistar.
2 Esta es la tierra que queda: todos los distritos de los filisteos y todo lo de los guesuritas.
3 Desde el Sijor, en la frontera de Egipto, hasta el término de Ecrón por el Norte, zona considerada como de los cananeos. Los cinco principados de los filisteos: Gaza, Asdod, Ascalón, Gat y Ecrón. Los avitas
4 al Sur. Toda la región de los cananeos, desde Ará, que es de los sidonios, hasta Afec y hasta la frontera de los amorreos.
5 Y la región de los guiblitas. Y todo el Líbano oriental, desde Baal Gad, al pie del monte Hermón, hasta el Paso de Jamat.
6 Yo expulsaré ante los hijos de Israel a todos los habitantes de la montaña, desde el Líbano hasta Misrefot al occidente y a todos los sidonios. Tú no tienes más que repartir entre los israelitas, por suertes, la tierra como heredad, según te he ordenado.
7 Reparte, pues, esta tierra como heredad entre las nueve tribus y la media tribu de Manasés».
8 La otra media tribu de Manasés, como los de Rubén y los de Gad, había recibido ya la parte de la heredad que se les había asignado en Transjordania, en el reparto que les había hecho Moisés, siervo del Señor:
9 el territorio que va desde Aroer, a orillas del río Arnón, incluida la ciudad que está en medio de la vaguada, toda la llanura que va de Mádaba hasta Dibón;
10 todas las ciudades de Sijón, el rey de los amorreos que había reinado en Jesbón, hasta la frontera de los amonitas.
11 También Galaad y el territorio de los guesureos y los macateos, con toda la zona montañosa del Hermón y todo Basán hasta Salcá;
12 y en Basán, todo el reino de Og, que había reinado en Astarot y en Edreí, y era el último residuo de los refaítas. Moisés los había derrotado y expulsado.
13 Pero los hijos de Israel no pudieron expulsar ni a los guesureos ni a los macateos, de manera que Guesur y Macá siguen viviendo todavía hoy en medio de Israel.
14 Solo a la tribu de Leví no le asignó Moisés heredad: el Señor, Dios de Israel, es su heredad, como se lo había prometido.
15 A la tribu de los hijos de Rubén les había asignado Moisés una heredad, por clanes.
16 Su territorio comprendía desde Aroer, a orillas del río Arnón, incluida la ciudad que está en medio de la vaguada, toda la llanura hasta Mádaba;
17 Jesbón con todas las ciudades de la llanura: Dibón, Bamot Baal, Bet Baal Meón,
18 Yasá, Quedemot, Mefat,
19 Quiriatáin, Sibmá y Seret Sajar, en el monte y en el valle;
20 Bet Peor, las laderas del Fasga, Bet Jesimot,
21 todas las ciudades de la llanura y todo el reino de Sijón, rey de los amorreos, que había reinado en Jesbón y a quien venció Moisés, igual que a los jefes de Madián: Eví, Requen, Sur, Jur y Rebá, vasallos de Sijón, que habitaban en el país.
22 (Al adivino Balaán, hijo de Beor, los hijos de Israel lo habían pasado a cuchillo junto con los demás).
23 Así que el territorio de los rubenitas lindaba con el Jordán. Esa fue la heredad de los hijos de Rubén, por clanes: las ciudades con sus aldeas.
24 A la tribu de Gad (a los gaditas), les había asignado Moisés una heredad, por clanes.
25 Su territorio comprendía: Yacer, todas las ciudades de Galaad, la mitad de la tierra de los amonitas, hasta Aroer, que está enfrente de Rabá;
26 y desde Jesbón hasta Ramat Mispá y Betonín; desde Majanáyin hasta el término de Lo Debar.
27 Y en el valle: Bet Jarán, Bet Nimrá, Sucot, Safón y el resto del reino de Sijón, rey de Jesbón. El Jordán era el límite hasta la punta del mar de Kinéret, por el lado oriental del Jordán.
28 Esa fue la heredad de los hijos de Gad, por clanes: las ciudades con sus aldeas.
29 A la media tribu de Manasés le había asignado Moisés una heredad, por clanes.
30 Su territorio comprendía, desde Majanáyin, todo el Basán: todo el territorio de Og, rey de Basán, todas las Aldeas de Yaír en Basán: sesenta ciudades.
31 La mitad de Galaad, Astarot y Edreí, ciudades del reino de Og en Basán, fueron para los hijos de Maquir, hijo de Manasés (para la mitad de los maquiritas), por clanes.
32 Esa fue la tierra que asignó Moisés en heredad en las estepas de Moab, al otro lado del Jordán, al oriente de Jericó.
33 Pero a la tribu de Leví no le asignó Moisés ninguna heredad: el Señor, el Dios de Israel, es su heredad, como les había prometido.
1 Esta es la heredad que recibieron los hijos de Israel en la tierra de Canaán, heredad que les repartieron el sacerdote Eleazar y Josué, hijo de Nun, y los cabezas de familia de las tribus de Israel.
2 El reparto a las nueve tribus y media se hizo a suertes, como el Señor había dispuesto por medio de Moisés.
3 Porque Moisés había asignado ya su heredad a las dos tribus y media de Transjordania, sin dar a los levitas ninguna heredad entre ellas.
4 (Los hijos de José vinieron a formar dos tribus: Manasés y Efraín). A los levitas no se les dio ninguna parte en el territorio sino solo ciudades donde residir, con los pastos correspondientes para los ganados y rebaños.
5 Los hijos de Israel hicieron el reparto de la tierra como el Señor había mandado a Moisés.
6 Los hijos de Judá se presentaron a Josué en Guilgal. Y Caleb, hijo de Jefuné el queniceo, le dijo: «Ya sabes el encargo que hizo el Señor a Moisés, el hombre de Dios, acerca de ti y de mí en Cadés Barnea.
7 Cuarenta años tenía yo cuando Moisés, siervo del Señor, me envió desde Cadés Barnea a reconocer esta tierra y yo le di mi informe con toda sinceridad.
8 Los hermanos que habían subido conmigo desanimaron al pueblo, pero yo me mantuve fiel al Señor, mi Dios.
9 Aquel día Moisés me hizo este juramento: “Te juro que la tierra que han pisado tus pies será heredad tuya y de tus hijos para siempre, porque has sido fiel al Señor, mi Dios".
10 Pues bien, mira cómo el Señor me ha conservado la vida, según me lo prometió. Hace ya cuarenta y cinco años que el Señor le dio ese encargo a Moisés, cuando Israel andaba por el desierto, y ahora tengo ochenta y cinco años.
11 Todavía estoy tan fuerte como el día en que me envió Moisés. Conservo todo mi vigor de entonces para combatir y para hacer lo que sea.
12 Dame, pues, ya esa montaña que me prometió el Señor aquel día. Tú oíste aquel día cómo hay en ella anaquitas y ciudades grandes y fortificadas. Que el Señor esté conmigo y yo los expulsaré, como él me lo prometió».
13 Josué bendijo a Caleb, hijo de Jefuné, y le dio Hebrón en heredad.
14 Por eso Hebrón sigue siendo hasta el día de hoy heredad de Caleb, hijo de Jefuné el queniceo, por haber sido fiel al Señor, Dios de Israel.
15 Hebrón se llamaba antiguamente Quiriat Arbá. Arbá era el hombre más alto de los anaquitas.
Y, acabada la guerra, el país quedó en paz.
1 La suerte de la tribu de los hijos de Judá, por clanes, le correspondió hacia la frontera de Edón, al sur del desierto de Sin en el extremo meridional.
2 Su límite por el Sur partía de la punta del mar de la Sal, desde la lengua de mar que mira hacia el Sur;
3 luego se dirigía por el sur de la cuesta de Acrabín, pasaba hacia Sin y subía por el sur de Cadés Barnea; pasaba por Jesrón, subía hacia Adar y volvía hacia Carcá;
4 pasaba por Asmón, iba a salir al torrente de Egipto y terminaba en el mar. «Esa será vuestra frontera por el Sur».
5 Por el Este, el límite era el mar de la Sal hasta la desembocadura del Jordán.
La frontera norte partía de la lengua de mar en la que desemboca el Jordán.
6 Subía a Bet Joglá, pasaba al norte de Bet Arabá y subía hasta la Peña de Boján, hijo de Rubén.
7 El límite subía desde el valle de Acor hasta Debir y volvía al Norte hacia Guilgal, frente a la subida de Adumín, que está al sur del Torrente. El límite pasaba por el arroyo de En Semes y venía a salir a En Roguel.
8 De allí subía por el valle de Ben Hinnón, por el sur del «Hombro del Jebuseo», es decir, por Jerusalén; subía el límite por el Oeste a la cima del monte frente al valle de Hinnón, hasta el extremo norte del valle de los Refaítas.
9 El límite torcía de la cumbre del monte hacia la fuente del arroyo de Neftoj y seguía hacia las ciudades del monte Efrón torciendo en dirección a Baalá, es decir, Quiriat Yearín.
10 De Baalá, el límite doblaba por el oeste hacia el Monte Seír y, pasando por la vertiente norte del monte Yearón (o sea, Quesalón), bajaba hasta Bet Semes y pasaba a Timná.
11 Luego iba hacia el norte de Ecrón, doblaba hacia Sicarón, pasaba por el monte Baalá y salía a Yabneel. La frontera terminaba en el mar. El límite occidental era el Mar Grande.
12 Esos eran los límites del territorio de los hijos de Judá, por clanes.
13 A Caleb, hijo de Jefuné, se le asignó un lote entre los hijos de Judá, como había mandado el Señor a Josué: Quiriat Arbá, la ciudad del padre de Anac, es decir, Hebrón.
14 Caleb echó de allí a los tres hijos de Anac: Sesay, Ajimán y Talmay, descendientes de Anac.
15 De allí se dirigió contra los habitantes de Debir, que antiguamente se llamaba Quiriat Séfer.
16 Entonces dijo Caleb: «Al que derrote a Quiriat Séfer y la tome, le doy por esposa a mi hija Axá».
17 El que la tomó fue Otoniel, hijo de Quenaz, hermano de Caleb, y este le dio por esposa a su hija Axá.
18 Cuando ella iba a casa del marido, este la instigó a que pidiera a su padre un campo. Ella se apeó del burro. Y Caleb le preguntó: «¿Qué te pasa?».
19 Ella respondió: «Hazme un regalo; ya que me has dado el desierto del Negueb, dame fuentes de agua». Y él le dio las fuentes de arriba y las fuentes de abajo.
20 Esta fue la heredad de la tribu de los hijos de Judá, por clanes.
21 Poblaciones fronterizas de la tribu de los hijos de Judá:
Por la frontera con Edón, en el Negueb: Cabsel, Éder, Yagur,
22 Quiná, Dimoná, Adadá,
23 Quedes, Jasor, Yitnán,
24 Zif, Télen, Bealot,
25 Jasor Jadatá, Queriyot Jesrón (o sea, Jasor),
26 Amán, Semá, Moladá,
27 Jasar Gadá, Jesmón, Bet Pélet,
28 Jasar Sual, Berseba con sus aldeas,
29 Balá, Iyín, Esen,
30 Eltolad, Quesil, Jormá,
31 Siquelag, Madmaná, Sansaná,
32 Lebaot, Siljín y En Rimón. En total, veintinueve ciudades con sus aldeas.
33 En la Sefelá: Estaol, Sorá, Asná,
34 Zanoaj, En Ganín, Tapuaj, Enán,
35 Yarmut, Adulán, Socó, Azecá,
36 Saarain, Aditain, Guederá, Guederotáyin: catorce ciudades con sus aldeas.
37 Senán, Jadasá, Migdal Gad,
38 Dilán, Mispé, Yoctel,
39 Laquis, Boscat, Eglón,
40 Cabón, Lajmás, Quitlís,
41 Guederot, Bet Dagón, Nahamá, Maquedá: dieciséis ciudades con sus aldeas.
42 Libná, Éter, Asán,
43 Yiftaj, Asná, Nesib,
44 Queilá, Accib, Maresá: nueve ciudades con sus aldeas.
45 Ecrón con sus filiales y aldeas.
46 Desde Ecrón hasta el mar, todo lo que queda al lado de Asdod con sus aldeas.
47 Asdod con sus filiales y aldeas, Gaza con sus filiales y aldeas, hasta el torrente de Egipto, limitando con el Mar Grande.
48 En la montaña: Samir, Yatir, Socó,
49 Danná, Quiriat Sanná (o sea, Debir),
50 Anab, Estemoa, Anín,
51 Gosén, Jolón, Guiló: once ciudades y sus aldeas.
52 Arab, Dumá, Esán,
53 Yanín, Bet Tapuaj, Afecá,
54 Jumtá, Quiriat Arbá (o sea, Hebrón), Sior: nueve ciudades y sus aldeas.
55 Maón, Carmel, Zif, Yutá,
56 Yezrael, Yoqdeán, Zanoj,
57 Hacain, Guibeá y Timná: diez ciudades con sus aldeas.
58 Jaljul, Bet Sur, Guedor,
59 Maarat, Bet Anot, Eltecón: seis ciudades con sus aldeas.
Técoa, Efratá (o sea Belén), Peor, Etán, Culón, Tatán, Sores, Caren, Galín, Béter, Manaj: once ciudades con sus aldeas.
60 Quiriat Baal (o sea, Quiriat Yearín) y Rabá: dos ciudades con sus aldeas.
61 En el desierto: Bet Arabá, Midín, Secacá,
62 Nibsán, la Ciudad de la Sal y Engadí: seis ciudades con sus aldeas.
63 Pero los hijos de Judá no pudieron expulsar a los jebuseos que ocupaban Jerusalén. Por eso los jebuseos siguen habitando en Jerusalén en medio de Judá hasta el día de hoy.
1 La suerte que tocó a los hijos de José partía, por el este, del Jordán cerca de Jericó; iba por el oasis de Jericó y por el desierto que sube de Jericó a la montaña de Betel;
2 seguía de Betel a Luz, pasaba hacia la frontera de los arquitas en Atarot;
3 bajaba al oeste hacia la frontera de los jafletitas, hasta el término de Bet Jorón de Abajo y hasta Guézer, y venía a salir al mar.
4 Esta fue la heredad de Manasés y Efraín, hijos de José.
5 Esta fue la frontera de los hijos de Efraín, por clanes: el límite de su heredad iba por el este desde Atarot Adar hasta Bet Jorón de Arriba
6 e iba a salir al mar, con Micmetá al norte. El límite doblaba al este hacia Taanat Siló, y, cruzando al este de Yanoj,
7 bajaba de Yanoj a Atarot y a Naará y tocaba en Jericó para terminar en el Jordán.
8 De Tapuaj iba el límite hacia el oeste por el torrente de Caná y terminaba en el mar. Esa fue la heredad de la tribu de los hijos de Efraín, por clanes,
9 además de las ciudades reservadas para los hijos de Efraín de la heredad de los hijos de Manasés; todas las ciudades con sus aldeas.
10 Los cananeos que ocupaban Guécer no pudieron ser expulsados y así continúan en medio de Efraín hasta el día de hoy, pero sometidos a trabajos forzados.
Tribu de Manasés
1 A la tribu de Manasés le correspondió una suerte, como primogénito que era de José. A Maquir, primogénito de Manasés y padre de Galaad, como era hombre de guerra, le tocó Galaad y Basán.
2 También les tocó una suerte a los otros hijos de Manasés, por clanes: a los hijos de Abiecer, a los de Jélec, a los de Asriel, a los de Sequén, a los de Jéfer, a los de Semidá: estos eran los hijos varones de Manasés, hijo de José, y estos sus clanes.
3 Pero Selofejad, hijo de Jéfer, hijo de Galaad, hijo de Maquir, hijo de Manasés, no tuvo hijos; solo hijas. Sus hijas se llamaban: Majlá, Noá, Joglá, Milcá y Tirsá.
4 Estas se presentaron ante el sacerdote Eleazar, ante Josué, hijo de Nun, y ante los jefes, y les dijeron: «El Señor ordenó a Moisés que nos diera una heredad entre nuestros hermanos».
Entonces se les asignó, según la orden del Señor, una heredad entre los hermanos de su padre.
5 Así tocaron a Manasés diez porciones, además de la tierra de Galaad y Basán, en Transjordania,
6 pues las hijas de Manasés obtuvieron una heredad entre sus hijos. La tierra de Galaad fue para los otros hijos de Manasés.
7 El límite de Manasés era, por el lado de Aser, Mikmetá, que está frente a Siquén; de allí iba hacia el sur, hacia la fuente de Tapuaj.
8 (La zona de Tapuaj era de Manasés, pero el mismo Tapuaj, en la frontera de Manasés, era de los hijos de Efraín).
9 El límite bajaba por la vaguada de Caná; al sur de la vaguada estaban las ciudades que tenía Efraín entre las de Manasés; el territorio de Manasés estaba al norte de la vaguada, e iba a salir al mar.
10 Hacia el sur era de Efraín y hacia el norte de Manasés; el mar era su frontera. Manasés lindaba al norte con Aser y al este con Isacar.
11 Manasés tenía, en Isacar y en Aser, Bet Seán y sus filiales, Yibleán y sus filiales, los vecinos de Dor y sus filiales, los vecinos de Tanac y Meguido y sus filiales.
12 Los hijos de Manasés no consiguieron apoderarse de esas ciudades, de modo que los cananeos lograron mantenerse en aquella región.
13 Pero, cuando los hijos de Israel se hicieron más fuertes, sometieron a los cananeos a trabajos forzados, aunque no llegaron a expulsarlos.
14 Los hijos de José dijeron a Josué: «¿Por qué nos has asignado en heredad solo una suerte y una porción, siendo tantos como somos, gracias a que el Señor nos ha bendecido?».
15 Josué les contestó: «Si sois tantos, subid a los bosques y talad para vosotros la región de los perizitas y de los refaítas, ya que la montaña de Efraín os resulta demasiado estrecha».
16 Los hijos de José replicaron: «No nos basta con la montaña. Además, todos los cananeos que viven en el llano tienen carros de hierro, tanto los de Bet Seán y sus filiales como los de la llanura de Yezrael».
17 Josué respondió a la casa de José, a Efraín y Manasés: «Vosotros sois muchos y muy fuertes; no tendréis, pues, un solo lote,
18 porque será vuestra también la montaña; es verdad que está cubierta de bosques, pero vosotros la talaréis y será vuestra esa región. Y expulsaréis a los cananeos, aunque tienen carros de hierro y son muy fuertes».
1 La comunidad de los hijos de Israel en pleno se reunió en Siló, donde alzaron la Tienda del Encuentro. Todo el país les estaba sometido.
2 Pero quedaban aún entre los hijos de Israel siete tribus a las que no se les había asignado todavía heredad.
3 Dijo, pues, Josué a los hijos de Israel: «¿Hasta cuándo vais a estar con los brazos cruzados sin ir a tomar posesión de la tierra que os ha dado el Señor, Dios de vuestros padres?
4 Escoged tres hombres por cada tribu; yo los enviaré para que vayan a recorrer el país, hagan una descripción del mismo por heredades; y después que me lo traigan.
5 Dividirán el territorio en siete lotes. Judá se quedará en su territorio al sur y la casa de José se quedará en el suyo al norte.
6 Vosotros haced la descripción del país repartiéndolo en siete lotes y traédmelo para que lo eche aquí a suertes, en presencia del Señor nuestro Dios.
7 Porque los levitas no tienen su parte entre vosotros, pues el ser sacerdotes del Señor es su heredad; y Gad, Rubén y media tribu de Manasés, han recibido ya en Transjordania la heredad que les asignó Moisés, siervo del Señor».
8 Los hombres se pusieron en camino. Josué dio esta orden a los que iban a hacer la descripción del país: «Id a recorrer el país y haced un descripción; cuando volváis, os sortearé el territorio aquí, delante del Señor, en Siló».
9 Fueron los hombres, recorrieron la comarca e hicieron su descripción, ciudad por ciudad, en siete lotes, en un escrito que llevaron a Josué, al campamento de Siló.
10 Josué se lo echó a suertes en Siló, delante del Señor, y repartió allí la tierra entre los hijos de Israel, por lotes.
11 El primer lote tocó en suerte a la tribu de los hijos de Benjamín, por clanes. Los límites de su suerte estaban comprendidos entre los de los hijos de Judá y los de los hijos de José.
12 Su límite, por el lado norte, partía del Jordán, subía hacia el oeste por el flanco norte de Jericó, hasta alcanzar la montaña, y venía a salir al desierto de Bet Avén.
13 De allí pasaba el límite hacia Luz, por el sur de Luz (o sea, Betel), y bajaba a Atarot Adar por el monte que hay al sur de Bet Jorón de Abajo.
14 Torcía el límite y volvía por el oeste hacia el sur, desde el monte que está frente a Bet Jorón, para ir a salir hacia Quiriat Baal (o sea, Quiriat Yearín), ciudad que pertenecía a los hijos de Judá. Esa era la frontera por el lado oeste.
15 Y por el lado sur: desde el extremo de Quiriat Yearín, el límite salía cerca de la fuente del arroyo de Neftóaj,
16 luego bajaba por junto al monte que está frente al valle de Ben Hinnón, al norte del valle de Refaín, al valle de Hinnón por el flanco sur de los jebuseos y seguía bajando hasta En Roguel.
17 Doblaba luego al norte hacia En Semes para salir al círculo de piedras que hay frente a la cuesta de Adumín; bajaba a la Peña de Boján, hijo de Rubén;
18 pasaba luego hacia la vertiente de Bet Arabá por el norte y bajaba hacia la Arabá;
19 pasaba por el norte de la pendiente de Bet Joglá, e iba a dar en la lengua septentrional del mar de la Sal, en la desembocadura del Jordán. Ese era el límite meridional.
20 El Jordán era el límite por el este. Esa fue la heredad de los hijos de Benjamín, por clanes, y ese el trazado de sus fronteras.
21 Las ciudades de la tribu de los hijos de Benjamín, por clanes, fueron: Jericó, Bet Joglá, Émec Quesís;
22 Bet Arabá, Semaráin, Betel;
23 Avín, Pará, Ofrá;
24 Quefar Amoní, Ofní, Gabá: doce ciudades con sus aldeas.
25 Gabaón, Ramá, Berot,
26 Mispé, Quefirá, Mosá;
27 Requen, Yirpel, Taralá;
28 Sela Alef, el Jebuseo (es decir, Jerusalén), Guibeá y Quiriat: catorce ciudades con sus aldeas. Esa fue la heredad de los hijos de Benjamín, por clanes.
1 El segundo lote le tocó a Simeón, a la tribu de los hijos de Simeón, por clanes: su heredad quedaba en medio de la heredad de los hijos de Judá.
2 Les correspondió como heredad: Berseba, Seba, Moladá;
3 Jasar Sual, Balá, Asén;
4 Eltolad, Betul, Jormá;
5 Siquelag, Bet Markabot; Jasar Susá;
6 Bet Lebaot y Sarujén: trece ciudades con sus aldeas.
7 Ayín, Rimón, Eter y Asán; cuatro ciudades con sus aldeas.
8 Además, todas las aldeas de los alrededores de estas ciudades hasta Baalat Beer y Ramá del Negueb. Esa fue la heredad de la tribu de los hijos de Simeón, por clanes.
9 La heredad de los hijos de Simeón se tomó del lote de los hijos de Judá, porque el lote de los hijos de Judá era demasiado grande. Por eso los hijos de Simeón recibieron su heredad en medio de la heredad de los hijos de Judá.
10 El tercer lote les tocó a los hijos de Zabulón, por clanes: su territorio llegaba hasta Sarid;
11 su frontera subía por el oeste hacia Maralá y tocaba en Dabéset y luego en el torrente que hay frente a Yocneán.
12 De Sarid volvía hacia el este, hacia la salida del sol, hasta el término de Quislot Tabor, seguía hacia Daberat y subía a Yafiá.
13 De allí pasaba hacia el este, al oriente, por Guitá Jéfer y por Itacasín, iba hacia Rimón y torcía hacia Neá.
14 El límite volvía por el norte hacia Janatón e iba a salir al valle de Yiftajel.
15 Además, Catat, Nahalal, Simerón, Yidalá y Belén: doce ciudades con sus aldeas.
16 Esa fue la heredad de los hijos de Zabulón, por clanes: esas ciudades con sus aldeas.
17 El cuarto lote le tocó a Isacar, a los hijos de Isacar, por clanes.
18 Su territorio comprendía Yezrael, Quesulot, Sunén;
19 Jafaráin, Sión, Anajará,
20 Rabit, Quisyón, Ebes;
21 Rémet, En Ganín, En Jadá y Bet Pasés.
22 Su frontera llegaba al Tabor, Sajasima y Bet Semes, y terminaba en el Jordán; dieciséis ciudades con su aldeas.
23 Esa fue la heredad de la tribu de los hijos de Isacar, por clanes: las ciudades con sus aldeas.
24 El quinto lote le tocó a la tribu de los hijos de Aser, por clanes.
25 Su territorio comprendía: Jelcat, Jalí, Beten, Axaf,
26 Alamélec, Amad y Misal; llegaba al Carmelo por el oeste y al río Libnat;
27 volvía luego hacia el este hasta Bet Dagón y llegaba por el norte a Zabulón y al valle de Yiftajel, a Bet Emec y Neyel, yendo a parar a Kabul por el sur, con
28 Abdón, Rejob, Jamón y Caná, hasta Sidón la Grande.
29 El límite volvía hacia Ramá hasta la plaza fuerte de Tiro y hasta Josá, e iba a terminar en el mar. Majaleb, Accib,
30 Umá, Afec, Rejob: veintidós ciudades con sus aldeas.
31 Esa fue la heredad de la tribu de los hijos de Aser, por clanes: esas ciudades con sus aldeas.
32 A los hijos de Neftalí les tocó el lote sexto; a los hijos de Neftalí, por clanes.
33 Su frontera iba de Jélef y de la Encina de Sananín y Adamí Néqueb y Yabnel hasta Lacún e iba a salir al Jordán.
34 Volvía el límite hacia el oeste por Aznot Tabor y de allí salía a Jucoc; lindaba con Zabulón al sur, con Aser al oeste y con el Jordán al este.
35 Las plazas fuertes eran: Asidín, Ser, Jamat, Racat, Kinéret,
36 Adamá, Ramá, Jasor;
37 Quedes, Edreí, En Jasor,
38 Yirón, Migdalel, Jorén, Bet Anat, Bet Semes: diecinueve ciudades con sus aldeas.
39 Esa fue la heredad de los hijos de Neftalí, por clanes: las ciudades con sus aldeas.
40 El lote séptimo le tocó a la tribu de los hijos de Dan, por clanes.
41 El territorio de su heredad comprendía: Sorá, Estaol, Ir Semes;
42 Salabín, Ayalón, Yitlá;
43 Elón, Timná, Ecrón,
44 Eltequé, Guibetón, Balat;
45 Yud, Bené Berac, Gat Rimón;
46 y Me-Yarcón y Racón, con el territorio enfrente de Jafa.
47 Pero aquel territorio les resultó incómodo a los hijos de Dan. Por eso, los hijos de Dan subieron a atacar Lesen; la tomaron y la pasaron a cuchillo. Tomada la ciudad, se establecieron en ella. Y a Lesen la llamaron Dan, en recuerdo del nombre de Dan, el padre de ellos.
48 Esa fue la heredad de la tribu de los hijos de Dan, por clanes: esas ciudades con sus aldeas.
49 Así acabaron de sortear el país por demarcaciones. Y los hijos de Israel le dieron a Josué, hijo de Nun, una heredad en medio de ellos.
50 Según la orden del Señor, le dieron la ciudad que había pedido, Timná Séraj, en la montaña de Efraín. Reconstruyó la ciudad y se estableció en ella.
51 Esas son las heredades que el sacerdote Eleazar, con Josué, hijo de Nun, y los cabezas de familia sortearon entre las tribus de los hijos de Israel, en Siló, en presencia del Señor, a la entrada de la Tienda del Encuentro. Así se llevó a cabo el reparto de la tierra.
1 El Señor dijo a Josué:
2 «Di a los hijos de Israel: “Señalad las ciudades de asilo, de las que os hablé por medio de Moisés,
3 donde pueda refugiarse el homicida que haya matado a alguien por inadvertencia, sin querer, y que os sirvan de asilo para escapar del vengador de la sangre.
4 El homicida escapará a una de esas ciudades: se detendrá a la entrada de la puerta de la ciudad y expondrá su caso a los ancianos de la ciudad. Estos lo admitirán en su ciudad y le señalarán una casa para que viva con ellos.
5 Si el vengador de la sangre llega en su persecución, no le entregarán al homicida, pues hirió a su prójimo sin querer y no le tenía odio anteriormente.
6 El homicida deberá permanecer en la ciudad hasta que comparezca en juicio ante la comunidad y muera el sumo sacerdote que esté en funciones por aquel tiempo. Entonces el homicida podrá volver a su ciudad y a su casa, a la ciudad de la que huyó"».
7 Los israelitas designaron como ciudades sagradas: Cadés en Galilea, en la montaña de Neftalí; Siquén, en la montaña de Efraín, Quiriat Arbá (o sea Hebrón), en la montaña de Judá.
8 En Transjordania, al este de Jericó, señalaron: Béser, en la llanura desértica de la tribu de Rubén; Ramot de Galaad, en la tribu de Gad, y Golán de Basán, en la tribu de Manasés.
9 Estas son las ciudades designadas para todos los hijos de Israel, así como para los emigrantes que vivan entre ellos, para que pueda encontrar en ellas asilo cualquiera que haya matado a alguien por inadvertencia y no muera a manos del vengador de la sangre, hasta que comparezca ante la comunidad.
1 Los cabezas de familia de los levitas se presentaron al sacerdote Eleazar, a Josué, hijo de Nun, y a los cabezas de familia de las tribus de los hijos de Israel,
2 en Siló, en la tierra de Canaán, y les dijeron: «El Señor ordenó, por medio de Moisés, que se nos dieran ciudades donde residir, con sus pastos para nuestro ganado».
3 Los hijos de Israel, según la orden del Señor, dieron a los levitas, de sus heredades, las siguientes ciudades con sus pastos.
4 Se echó la suerte para los clanes de Queat. A los levitas hijos del sacerdote Aarón les tocaron trece ciudades de las tribus de Judá, Simeón y Benjamín.
5 A los otros hijos de Queat, por clanes, diez ciudades de las tribus de Efraín, de Dan y de la media tribu de Manasés.
6 A los hijos de Guersón, por clanes, les tocaron trece ciudades de las tribus de Isacar, Aser, Neftalí y de la media tribu de Manasés, en Basán.
7 A los hijos de Merarí, por clanes, les tocaron doce ciudades de las tribus de Rubén, Gad y Zabulón.
8 Los hijos de Israel dieron a los levitas por sorteo esas ciudades con sus pastos, como el Señor había ordenado por boca de Moisés.
9 De las tribus de Judá y de Simeón les dieron las ciudades que se nombran a continuación.
10 Esta fue la parte de los hijos de Aarón, del clan de Queat, de los hijos de Leví (porque la primera suerte fue para ellos):
11 les dieron Quiriat Arbá (ciudad del padre de Anac), o sea Hebrón, en la montaña de Judá, con los pastos de alrededor.
12 Pero la campiña de esta ciudad con sus aldeas se la habían dado en propiedad a Caleb, hijo de Jefuné.
13 A los hijos del sacerdote Aarón les dieron, como ciudad de asilo para los homicidas, Hebrón con sus pastos; además Libná con sus pastos,
14 Yatir con sus pastos, Estemoa con sus pastos,
15 Jolón con sus pastos, Debir con sus pastos,
16 Asán con sus pastos, Yutá con sus pastos y Bet Semes con sus pastos: nueve ciudades de esas dos tribus.
17 De la tribu de Benjamín, Gabaón y sus pastos, Gueba y sus pastos,
18 Anatot y sus pastos, Almón y sus pastos: cuatro ciudades.
19 Total de las ciudades de los sacerdotes hijos de Aarón: trece ciudades con sus pastos.
20 A los restantes clanes de los hijos de Queat (a los otros levitas de los hijos de Queat), les tocaron en suerte ciudades de la tribu de Efraín.
21 Se les dio, como ciudad de asilo para los homicidas, Siquén con sus pastos, en la montaña de Efraín; además Guécer con sus pastos,
22 Quibsáin con sus pastos, Bet Jorón con sus pastos: cuatro ciudades.
23 De la tribu de Dan, Eltequé con sus pastos, Guibetón con sus pastos,
24 Ayalón con sus pastos, Gat Rimón con sus pastos: cuatro ciudades.
25 De la media tribu de Manasés, Tanac con sus pastos y Yibleán con sus pastos: dos ciudades.
26 Total: diez ciudades con sus pastos para los restantes clanes de los hijos de Queat.
27 A los clanes levíticos de los hijos de Guersón les dieron: de la media tribu de Manasés, como ciudad de asilo para los homicidas, Golán de Basán con sus pastos; además Astarot con sus pastos: dos ciudades.
28 De la tribu de Isacar, Quisyón con sus pastos, Daberat con sus pastos,
29 Yarmut con sus pastos, En Ganín con sus pastos: cuatro ciudades.
30 De la tribu de Aser, Misal con sus pastos, Abdón con sus pastos,
31 Jelcat con sus pastos y Rejob con sus pastos: cuatro ciudades.
32 De la tribu de Neftalí, como ciudad de asilo para los homicidas, Quedes de Galilea con sus pastos, y además Jamot Dor con sus pastos y Cartán con sus pastos: tres ciudades.
33 Total de ciudades de los guersonitas, por clanes: trece ciudades con sus pastos.
34 A los clanes de los hijos de Merarí, o sea, al resto de los levitas: de la tribu de Zabulón: Yocneán con sus pastos, Cartá con sus pastos,
35 Rimón con sus pastos, Nahalal con sus pastos: cuatro ciudades.
36 Al otro lado del Jordán, de la tribu de Rubén, como ciudad de asilo para los homicidas, Béser en la llanura desértica con sus pastos; y además Yahás con sus pastos,
37 Quedemot con sus pastos, Mefat con sus pastos: cuatro ciudades.
38 De la tribu de Gad, como ciudad de asilo para los homicidas, Ramot de Galaad con sus pastos; además Majanáin con sus pastos,
39 Jesbón con sus pastos, Yacer con sus pastos: cuatro ciudades.
40 Total de ciudades asignadas por suerte a los clanes de los hijos de Merarí, es decir, al resto de los clanes levíticos: doce ciudades.
41 Total de las ciudades de los levitas en medio de la propiedad de los hijos de Israel: cuarenta y ocho ciudades con sus pastos.
42 Cada una de las ciudades comprendía, además de la ciudad, los pastos de alrededor. Así todas las ciudades mencionadas.
43 Así el Señor dio a Israel toda la tierra que había jurado dar a sus padres. Los israelitas la ocuparon y se instalaron en ella.
44 El Señor les concedió paz en todas sus fronteras, tal como había jurado a sus padres, y ninguno de sus enemigos pudo hacerles frente. El Señor puso en sus manos a todos sus enemigos.
45 No falló ni una sola de todas las magníficas promesas que el Señor había hecho a la casa de Israel. Todo se cumplió.
1 Josué convocó a los rubenitas, a los gaditas y a los de la media tribu de Manasés,
2 y les dijo: «Habéis cumplido todo lo que os mandó Moisés, siervo del Señor, y a mí también me habéis obedecido en todo lo que os he mandado.
3 No habéis abandonado a vuestros hermanos hasta el día de hoy durante tan largo tiempo; habéis cumplido así la orden que os dio el Señor, vuestro Dios.
4 Ahora, pues, una vez que el Señor, vuestro Dios, ha dado a vuestros hermanos el descanso que les había prometido, podéis volveros a vuestras tiendas, a la tierra de vuestra propiedad, la que os dio Moisés, siervo del Señor, al otro lado del Jordán.
5 Únicamente tened sumo cuidado de guardar los mandatos y la ley que os dio Moisés, siervo del Señor: que améis al Señor, vuestro Dios, que caminéis siempre por sus sendas, que guardéis sus mandamientos y os mantengáis unidos a él y le sirváis con todo vuestro corazón y con toda vuestra alma».
6 Josué los bendijo y los despidió, y ellos se fueron a sus tiendas.
7 Moisés había dado su parte en tierras de Basán a media tribu de Manasés; a la otra media se la dio Josué entre sus hermanos, al lado de acá del Jordán. Cuando los mandó Josué a sus tiendas, les dio la bendición
8 y les dijo: «Volved a vuestras tiendas llenos de riquezas, con grandes rebaños, con plata y oro, bronce y hierro y ropa abundante; pero repartid con vuestros hermanos el botín cogido a los enemigos».
9 Los rubenitas y los gaditas, con la media tribu de Manasés, se volvieron y dejaron a los hijos de Israel en Siló, en la tierra de Canaán, para volver a la tierra de Galaad, a la tierra de su propiedad, en la que se habían instalado, según la orden del Señor dada por medio de Moisés.
10 Cuando llegaron a la región del Jordán, todavía en la tierra de Canaán, los rubenitas y los gaditas y la media tribu de Manasés levantaron un altar a orillas del Jordán, un altar como monumento.
11 Les llegó la noticia a los hijos de Israel: «Mirad, los rubenitas, los gaditas y la media tribu de Manasés han levantado un altar, dentro de la tierra de Canaán, en la región del Jordán, del lado de los hijos de Israel».
12 Al oír esto los hijos de Israel, se reunió en Siló toda la comunidad para hacerles la guerra.
13 Los hijos de Israel enviaron a la región donde estaban los rubenitas, los gaditas y la media tribu de Manasés, la tierra de Galaad, al sacerdote Pinjás, hijo de Eleazar,
14 y con él a diez notables, un notable por cada una de las tribus de Israel: todos eran cabezas de familia en los clanes de Israel.
15 Cuando llegaron adonde estaban los rubenitas, los gaditas y la media tribu de Manasés, en la tierra de Galaad, les hablaron así:
16 «Esto dice la comunidad entera del Señor: ¿Qué prevaricación es esa que habéis cometido hoy contra el Dios de Israel, apartándoos del Señor, construyéndoos un altar, rebelándoos contra el Señor?
17 ¿No teníamos bastante con el crimen de Peor, que hoy todavía no hemos acabado de borrar, y eso que vino la plaga sobre la comunidad del Señor?
18 Si vosotros os apartáis hoy del Señor, si os rebeláis hoy contra el Señor, mañana se encenderá su cólera contra toda la comunidad de Israel.
19 Si os parece impura vuestra propiedad, volveos a la tierra de propiedad del Señor, donde ha fijado su morada el Señor, y tened una propiedad entre nosotros. Pero no os rebeléis contra el Señor, no nos hagáis cómplices de vuestra rebeldía levantando un altar aparte del altar del Señor nuestro Dios.
20 Cuando prevaricó Acán, hijo de Céraj, con lo consagrado, ¿no se desató la Cólera contra toda la comunidad de Israel, aunque él era solo un individuo? ¿Y no murió él por su crimen?».
21 Los rubenitas, los gaditas y la media tribu de Manasés respondieron a los jefes de los clanes de Israel:
22 «El Señor, Dios de los dioses, sí, el Señor, Dios de los dioses, lo sabe bien, y que lo sepa también Israel: si ha habido por nuestra parte rebelión o prevaricación contra el Señor, que hoy mismo nos castigue.
23 Y, si hemos levantado un altar para apartarnos del Señor y para ofrecer en él holocaustos u oblaciones o sacrificios de comunión, que el Señor nos pida cuentas.
24 Pero no. Si lo hemos hecho ha sido porque nos decíamos con preocupación: “El día de mañana vuestros hijos les podrían decir a los nuestros: ‘ ¿Qué tenéis que ver vosotros con el Señor, el Dios de Israel?
25 El Señor ha puesto el Jordán como frontera entre nosotros y vosotros, rubenitas y gaditas. No tenéis parte con el Señor’. Así vuestros hijos apartarían a los nuestros del temor del Señor".
26 Por eso nos hemos dicho: “Vamos a construirnos este altar, pero no para holocaustos, ni sacrificios de comunión,
27 sino para que sea testigo entre vosotros y nosotros y entre nuestros descendientes de que rendimos culto al Señor en el lugar de su presencia, con nuestros holocaustos y nuestros sacrificios de comunión. Así no podrán decir el día de mañana vuestros hijos a los nuestros: ‘No tenéis parte con el Señor’".
28 Nos hemos dicho: “Si sucede que el día de mañana nos hablan así a nosotros o a nuestros descendientes, les podremos responder: ‘Fijaos en la forma del altar del Señor que hicieron nuestros padres, que no es como para ofrecer holocaustos ni sacrificios de comunión, sino como testigo entre vosotros y nosotros’.
29 Lejos de nosotros rebelarnos contra el Señor y desertar hoy de su servicio, levantando un altar aparte del altar del Señor nuestro Dios erigido delante de su morada, para ofrecer en él holocaustos, oblaciones o sacrificios"».
30 Cuando el sacerdote Pinjás, los jefes de la comunidad y los jefes de los clanes de Israel que lo acompañaban oyeron estas palabras de labios de los gaditas, los rubenitas y los manasitas, les pareció bien.
31 Y el sacerdote Pinjás, hijo de Eleazar, dijo a los rubenitas, a los gaditas y a los manasitas: «Ahora sabemos que el Señor está en medio de nosotros, pues no habéis cometido tan grande prevaricación contra él y habéis librado así a los hijos de Israel de la mano del Señor».
32 El sacerdote Pinjás, hijo de Eleazar, y los jefes, se despidieron de los rubenitas y de los gaditas, y se volvieron de la tierra de Galaad al de Canaán, donde estaban los hijos de Israel, y les informaron de lo ocurrido.
33 La cosa pareció bien a los hijos de Israel, los cuales bendijeron a Dios y no hablaron más de hacerles la guerra y devastar el territorio habitado por los rubenitas y los gaditas.
34 Los rubenitas y gaditas llamaron al altar «Testigo», diciendo: «Será testigo entre nosotros de que el Señor es Dios».
1 Sucedió, mucho tiempo después de que el Señor concediera a Israel la paz con todos los enemigos de alrededor,
2 que Josué, que era ya muy viejo, convocó a todo Israel, a sus ancianos, sus jefes, sus jueces y sus escribas, y les dijo: «Yo soy ya muy viejo.
3 Vosotros habéis visto todo lo que el Señor, vuestro Dios, ha hecho ante vosotros con todos estos pueblos; pues el Señor, vuestro Dios, era el que combatía por vosotros.
4 Mirad, yo os he sorteado, como heredad para vuestras tribus, esos pueblos que quedan por conquistar, (además de todos los pueblos que aniquilé), desde el Jordán hasta el Mar Grande de occidente.
5 El mismo Señor, vuestro Dios, os los quitará de delante, los desposeerá de su tierra y vosotros tomaréis posesión de su tierra, como os lo prometió el Señor, vuestro Dios.
6 Esforzaos ante todo en observar y cumplir todo lo prescrito en el libro de la ley de Moisés, no desviándoos ni a la derecha ni a la izquierda.
7 No os mezcléis con esos pueblos que quedan todavía entre vosotros. No mentéis el nombre de sus dioses ni juréis por ellos. No les déis culto ni os postréis ante ellos.
8 Al contrario: manteneos unidos al Señor, vuestro Dios, como habéis hecho hasta el día de hoy.
9 El Señor os ha quitado de delante pueblos numerosos y fuertes, y nadie os ha podido resistir hasta el presente.
10 Uno solo de vosotros persigue a mil, porque el Señor mismo, vuestro Dios, lucha por vosotros, como os lo ha prometido.
11 Procurad con todo empeño, por vuestras vidas, amar al Señor, vuestro Dios.
12 Pero, si os desviáis y os unís a ese resto de naciones que quedan todavía entre vosotros, si emparentáis con ellas y entráis en tratos con ellas,
13 estad seguros de que el Señor, vuestro Dios, no seguirá quitándoos de delante esos pueblos. Serán para vosotros red, lazo, aguijón en vuestros costados y espina en vuestros ojos, hasta que desaparezcáis de esta espléndida tierra que os ha dado el Señor, vuestro Dios.
14 Mirad que yo me voy ya por el camino de todo el mundo. Reconoced con todo vuestro corazón y con toda vuestra alma que no ha fallado ni una sola de todas las promesas que el Señor, vuestro Dios, os había hecho: todas se os han cumplido; no ha fallado ni una sola.
15 Pues lo mismo que se os han cumplido todas las espléndidas promesas que os hizo el Señor, vuestro Dios, igualmente acarreará el Señor contra vosotros todas sus amenazas, hasta borraros de la espléndida tierra que os ha dado el Señor, vuestro Dios.
16 Si quebrantáis la alianza que el Señor, vuestro Dios, os ha otorgado, si os vais a dar culto a otros dioses y os postráis ante ellos, la ira del Señor se encenderá contra vosotros y pronto de-sapareceréis de la espléndida tierra que os ha dado».
1 Josué reunió todas las tribus de Israel en Siquén y llamó a los ancianos de Israel, a los jefes, a los jueces y a los magistrados. Y se presentaron ante Dios.
2 Josué dijo a todo el pueblo: «Así dice el Señor, Dios de Israel: “Al otro lado del río Éufrates vivieron antaño vuestros padres: Téraj, padre de Abrahán y de Najor, y servían a otros dioses.
3 Yo tomé a Abrahán vuestro padre del otro lado del Río, lo conduje por toda la tierra de Canaán y multipliqué su descendencia, dándole un hijo, Isaac.
4 A Isaac le di dos hijos: Jacob y Esaú. A Esaú le di en propiedad la montaña de Seír, mientras que Jacob y sus hijos bajaron a Egipto.
5 Envié después a Moisés y Aarón y castigué a Egipto con los portentos que hice en su tierra. Luego os saqué de allí.
6 Saqué de Egipto a vuestros padres y llegasteis al mar. Los egipcios persiguieron a vuestros padres con sus carros y caballos hasta el mar Rojo;
7 pero ellos gritaron al Señor y él tendió una nube oscura entre vosotros y los egipcios; después hizo que se desplomara sobre ellos el mar, que los anegó. Con vuestros propios ojos visteis lo que hice con Egipto. Después vivisteis en el desierto muchos años.
8 Os llevé luego a la tierra de los amorreos que vivían al otro lado del Jordán: ellos os atacaron, pero yo os los di. Así tomasteis posesión de sus tierras, y yo los exterminé a vuestra llegada.
9 Entonces se alzó Balac, hijo de Sipor, rey de Moab, para atacar a Israel; y mandó llamar a Balaán, hijo de Beor, para que os maldijera;
10 pero yo no quise escuchar a Balaán, que no tuvo más remedio que bendeciros, y así os libré de sus manos.
11 Pasasteis después el Jordán y llegasteis a Jericó. Los jefes de Jericó (y los amorreos, perizitas, cananeos, hititas, guirgaseos, heveos y jebuseos) os atacaron, pero yo os los di;
12 mandé delante de vosotros avispas, que expulsaron, al llegar vosotros, a los dos reyes amorreos: no fue con tu espada ni con tu arco.
13 Y os di una tierra por la que no habíais sudado, ciudades que no habíais construido y en las que ahora vivís, viñedos y olivares que no habíais plantado y de cuyos frutos ahora coméis".
14 Pues bien: temed al Señor; servidle con toda sinceridad; quitad de en medio los dioses a los que sirvieron vuestros padres al otro lado del Río y en Egipto; y servid al Señor.
15 Pero si os resulta duro servir al Señor, elegid hoy a quién queréis servir: si a los dioses a los que sirvieron vuestros padres al otro lado del Río, o a los dioses de los amorreos, en cuyo país habitáis; que yo y mi casa serviremos al Señor».
16 El pueblo respondió: «¡Lejos de nosotros abandonar al Señor para ir a servir a otros dioses!
17 Porque el Señor nuestro Dios es quien nos sacó, a nosotros y a nuestros padres, de Egipto, de la casa de la esclavitud; y quien hizo ante nuestros ojos aquellos grandes prodigios y nos guardó en todo nuestro peregrinar y entre todos los pueblos por los que atravesamos.
18 Además, el Señor expulsó ante nosotros a los pueblos amorreos que habitaban el país. También nosotros serviremos al Señor, ¡porque él es nuestro Dios!».
19 Y Josué dijo al pueblo: «No lograréis servir al Señor, porque es un Dios santo, un Dios celoso. No perdonará vuestros delitos ni vuestros pecados.
20 Si abandonáis al Señor y servís a dioses extranjeros, él también se volverá contra vosotros y, después de haberos hecho tanto bien, os maltratará y os aniquilará».
21 El pueblo le respondió: «¡No! Nosotros serviremos al Señor».
22 Josué insistió: «Vosotros sois testigos contra vosotros mismos de que habéis elegido al Señor para servirle». Respondieron: «¡Testigos somos!».
23 «Entonces, quitad de en medio los dioses extranjeros que conserváis, e inclinad vuestro corazón hacia el Señor, Dios de Israel».
24 El pueblo respondió: «¡Al Señor nuestro Dios serviremos y obedeceremos su voz!».
25 Aquel día Josué selló una alianza con el pueblo y les dio leyes y mandatos en Siquén.
26 Josué escribió estas palabras en el libro de la ley de Dios. Cogió una gran piedra y la erigió allí, bajo la encina que hay en el santuario del Señor.
27 Y dijo Josué a todo el pueblo: «Mirad, esta piedra será testigo contra nosotros, porque ha oído todas las palabras que el Señor nos ha dicho. Ella será testigo contra vosotros, para que no podáis renegar de vuestro Dios».
28 Luego Josué despidió al pueblo, cada cual a su heredad.
29 Y después de todo esto, murió Josué, hijo de Nun, siervo del Señor, a la edad de ciento diez años.
30 Fue enterrado en el término de su heredad, en Timná Séraj, que está en la montaña de Efraín, al norte del monte Gaás.
31 Israel sirvió al Señor durante toda la vida de Josué y durante toda la vida de los ancianos que le sobrevivieron y que conocían todas las hazañas del Señor en favor de Israel.
Sepultura de los huesos de José. Muerte y sepultura de Eleazar
32 Los huesos de José, que los hijos de Israel habían traído de Egipto, los enterraron en Siquén, en el campo que había comprado Jacob a los hijos de Jamor, padre de Siquén, por cien pesos, y que pasó a ser heredad de los hijos de José.
33 También murió Eleazar, hijo de Aarón, y lo enterraron en Guibeá, ciudad que le había sido adjudicada a su hijo Pinjás, en la montaña de Efraín.