JEREMÍAS

LLAMADA AL SERVICIO PROFÉTICO (1,1-19)

Epígrafe

Capítulo 1

1 Palabras de Jeremías, hijo de Jilquías, uno de los sacerdotes de Anatot, en territorio de Benjamín.

2 Vino la palabra del Señor sobre él en tiempos de Josías, hijo de Amón, rey de Judá, el año decimotercero de su reinado,

3 y después en tiempo de Joaquim, hijo de Josías, rey de Judá, hasta el final del año undécimo de Sedecías, hijo de Josías, rey de Judá; hasta la deportación de Jerusalén en el quinto mes.

Llamada

4 El Señor me dirigió la palabra:

5 –Antes de formarte en el vientre, te elegí; antes de que salieras del seno materno, te consagré: te constituí profeta de las naciones.

6 Yo repuse:
–¡Ay, Señor, Dios mío! Mira que no sé hablar, que solo soy un niño.

7 El Señor me contestó:
–No digas que eres un niño, pues irás adonde yo te envíe y dirás lo que yo te ordene.

8 No les tengas miedo, que yo estoy contigo para librarte –oráculo del Señor–.

9 El Señor extendió la mano, tocó mi boca y me dijo:
–Voy a poner mis palabras en tu boca.

10 Desde hoy te doy poder sobre pueblos y reinos para arrancar y arrasar, para destruir y demoler, para reedificar y plantar.

11 El Señor volvió a dirigirme la palabra:
– ¿Qué ves, Jeremías?
Respondí:
–Veo una rama de almendro.

12 El Señor me dijo:
–Bien visto, porque yo velo para cumplir mi palabra.

13 El Señor me dirigió nuevamente la palabra:
– ¿Qué ves?
Respondí:
–Veo una olla hirviendo que se derrama por la parte del norte.

14 Añadió el Señor:
–Desde el norte se derramará la desgracia sobre todos los habitantes del país.

15 Voy a convocar a todas las tribus del norte –oráculo del Señor–. Vendrán y pondrá cada una su trono junto a las puertas de Jerusalén, en torno a sus murallas y a la vista de todas las ciudades de Judá.

16 Entablaré pleito con ellas por todas sus maldades: porque me abandonaron, quemaron incienso a otros dioses y se postraron ante los ídolos que fabricaron sus manos.

17 Pero tú cíñete los lomos:
prepárate para decirles todo lo que yo te mande.
No les tengas miedo,
o seré yo quien te intimide.

18 Desde ahora te convierto en plaza fuerte,
en columna de hierro y muralla de bronce,
frente a todo el país:
frente a los reyes y príncipes de Judá,
frente a los sacerdotes y a la pueblo de la tierra.

19 Lucharán contra ti, pero no te podrán,
porque yo estoy contigo para librarte
–oráculo del Señor–.

PALABRAS DE JUICIO CONTRA JUDÁ Y JERUSALÉN (2,1-25,14)

Acusación de apostasía

Capítulo 2

1 El Señor me dirigió la palabra:

2 –Grita y que te oiga todo Jerusalén:
Esto dice el Señor:
Recuerdo tu cariño juvenil,
el amor que me tenías de novia,
cuando ibas tras de mí por el desierto,
por tierra que nadie siembra.

3 Israel era sagrada para el Señor,
fruto primero de su cosecha:
quien probaba de ella lo pagaba,
la desgracia caía sobre él
–oráculo del Señor–.

4 Escuchad la palabra del Señor, casa de Jacob, tribus todas de Israel.

5 Esto dice el Señor:
¿En qué falté a vuestros padres
para que fueran alejándose de mí?
Siguieron vaciedades
y se quedaron vacíos.

6 No fueron capaces de preguntarse:
«¿Dónde está el Señor,
que nos trajo de Egipto,
que nos guió por el desierto,
por estepas y barrancos,
por tierra sedienta y oscura,
tierra que nadie atraviesa,
en donde nadie se asienta?».

7 Os traje a una tierra de huertos,
para comer sus frutos deliciosos;
pero entrasteis y profanasteis mi tierra,
hicisteis abominable mi heredad.

8 Los sacerdotes no preguntaban:
«¿Dónde está el Señor?».
Los expertos en leyes no me reconocían;
los pastores se rebelaban contra mí,
los profetas profetizaban por Baal,
fueron tras ídolos que no sirven de nada.

9 Por eso, vuelvo a pleitear con vosotros,
–oráculo del Señor–,
y con los hijos de vuestros hijos pienso pleitear.

10 Navegad hasta las costas de Quitín, y mirad,
despachad gente a Cadar, e investigad
si allí ha sucedido cosa semejante:

11 ¿Cambia de dioses un pueblo?
–y eso que no son dioses–;
pues mi pueblo cambió su Gloria
por dioses que no valen nada.

12 Espantaos, cielos, de ello,
horrorizaos y temblad aterrados
–oráculo del Señor–,

13 pues una doble maldad
ha cometido mi pueblo:
me abandonaron a mí,
fuente de agua viva,
y se cavaron aljibes,
aljibes agrietados
que no retienen agua.

14 ¿Era un esclavo Israel
o había nacido siervo?
¿Pues cómo sirvió de botín?

15 Se lanzaron contra él
rugiendo como leones:
dejaron el país desolado,
sus poblados incendiados,
sin nadie que los habite.

16 Hasta la gente de Menfis y Tafnes
vinieron a raparte el cuello.

17 ¿No te ha pasado todo esto
por dejar al Señor, tu Dios,
que te iba guiando en tu camino?

18 Ahora, dime, ¿qué buscas
yendo camino de Egipto?,
¿beber el agua del Nilo?
¿O qué buscas rumbo a Asiria?,
¿beber las aguas del Río?

19 En tu maldad encontrarás el castigo,
tu propia apostasía te escarmentará.
Aprende que es amargo y doloroso
abandonar al Señor, tu Dios,
y no saber temerlo
–oráculo del Señor del universo–.

20 Desde siempre has roto tu yugo
y has hecho saltar las correas,
diciendo: «No he de servir».
En cualquier collado alto,
bajo todo árbol frondoso,
te acostabas y te prostituías.

21 Yo te planté vid selecta,
toda de cepas legítimas,
y tú te volviste espino,
convertida en cepa borde.

22 Por más que intentes lavarte
con sosa y lejía abundante,
queda presente ante mí
la mancha de tu culpa
–oráculo del Señor–.

23 ¿Cómo te atreves a decir:
«Yo no me he contaminado,
tras los ídolos no anduve»?
Recuerda tu conducta en el valle,
reconoce todo lo que has hecho,
camella liviana de extraviados caminos,

24 asna salvaje criada en la estepa,
cuando en celo aspira el viento;
¿quién domará su pasión?
Quien la busca no ha de cansarse,
siempre la encuentran encelada.

25 Ahorra calzado a tus pies,
guarda a tu garganta de la sed;
mas tú respondes: «¡Ni hablar!
Me gustan los extranjeros
y tras ellos pienso ir».

26 Como queda azorado el ladrón sorprendido,
lo mismo ha quedado la casa de Israel:
sus reyes y gobernantes,
sus sacerdotes y sus profetas.

27 Dicen a un leño: «Padre mío»,
y a una piedra: «Tú me has parido».
¡Me han dado la espalda, no la cara!
Pero luego, llegan los apuros
y me dicen: «¡Ven a salvarnos!».

28 ¿Dónde están ahora tus dioses,
aquellos que te habías fabricado?
¡Que vengan ellos ahora,
que os salven en la hora aciaga!
Pues cuantas son tus ciudades, Judá,
otros tantos son tus dioses.

29 ¿Por qué os querelláis conmigo
si vosotros me habéis traicionado?
–oráculo del Señor–.

30 En vano castigué a vuestros hijos,
pues no aceptaron la corrección.
Vuestra espada acabó con los profetas,
como león que todo lo destroza.

31 (Vosotros, los de esta generación,
atended a la palabra del Señor).
¿He sido un desierto para Israel,
o quizá una tierra tenebrosa?
¿Entonces por qué mi pueblo
me dice ahora: «Nos vamos,
no volveremos contigo»?

32 ¿Olvida una chica sus joyas,
o quizá una novia su traje?
Pues mi pueblo sí me ha olvidado
desde hace tiempo y tiempo.

33 ¡Qué bien conoces el camino
para ir en busca del amor!
¡Qué bien conoces el mal camino!

34 En tus manos hay restos de sangre
de gente pobre e inocente
a la que no sorprendiste robando.

35 Y con todo dices que eres inocente,
que se aparte de ti la ira del Señor.
Pues por eso te voy a juzgar,
por decir que no eres culpable.

36 ¡Cuidado que eres ligera
para cambiar tu estilo de vida!
Egipto te va a decepcionar,
igual que ocurrió con Asiria.

37 También de allí volverás
con las manos en la cabeza
al ver que el Señor ha rechazado
a aquellos en quienes confiabas,
y que no tendrás éxito con ellos.

Capítulo 3

1 Si un hombre repudia a su mujer,
y ella se va de su lado
y luego se casa con otro,
¿podrá volver al primero?
¿No ha quedado profanada esa mujer?
Y tú, que has andado fornicando
con todos los amantes que has querido,
¿podrás volver a mí?
–oráculo del Señor–.

2 Fíjate bien en las colinas:
¿Dónde no te mostrabas disponible?
Salías a los caminos a ofrecerte,
lo mismo que un nómada en el desierto.
Y así profanaste la tierra
con tantas fornicaciones y delitos.

3 Las lluvias tempranas fallaron,
tampoco llegaron las tardías.
Mostrabas aires de ramera,
eras incapaz de avergonzarte.

4 Y ahora me gritas: «Padre mío,
tú eres el amor de mi juventud».

5 Pensabas: «¿Seguirá irritado?
¿Me guardará rencor para siempre?».
Así hablabas mientras hacías
todas las maldades que podías.

Parábola de las dos hermanas

6 En tiempos del rey Josías me dijo el Señor:
– ¿Has visto lo que ha hecho Israel, la apóstata? Ha ido por todos los altozanos y se ha prostituido bajo cualquier árbol frondoso.

7 Y pensé: «Después de todo lo que ha hecho, volverá a mí». Pero no volvió.

8 Judá, su hermana infiel, vio que yo había despedido a Israel, la apóstata, y le había dado el acta de divorcio por los adulterios que había cometido. Pero la infiel Judá no hizo caso. Al contrario, también ella se prostituyó sin ningún miedo,

9 tanto que su liviandad contaminó el país, al cometer adulterio con la piedra y con el leño.

10 A pesar de todo, su hermana Judá, la infiel, no volvió a mí de corazón, sino fingidamente –oráculo del Señor–.

11 El Señor me dijo: La apóstata Israel hasta parece inocente comparada con la infiel Judá.

12 Ve y pregona estas palabras en dirección norte:
Vuelve, apóstata Israel
–oráculo del Señor–,
que no os pondré mala cara,
porque yo soy compasivo
–oráculo del Señor–;
no guardo rencor por siempre.

13 Reconoce empero tu culpa,
puesto que te has rebelado
contra el Señor, tu Dios.
Prodigaste tus amores a extranjeros
debajo de cualquier árbol frondoso,
sin prestar oído a mis palabras
–oráculo del Señor–.

Llamada a la conversión

14 Volved, hijos apóstatas –oráculo del Señor–, que yo soy vuestro dueño. Os iré reuniendo a uno de cada ciudad, a dos de cada tribu, y os traeré a Sión.

15 Os daré pastores, según mi corazón, que os apacienten con ciencia y experiencia.

16 Os multiplicaréis y creceréis en el país. Y en aquellos días –oráculo del Señor– ya no se hablará del Arca de la Alianza del Señor: no se recordará ni se mencionará; nadie la echará de menos, ni se volverá a construir otra.

17 En aquel tiempo llamarán a Jerusalén «Trono del Señor». Todas las naciones se incorporarán a ella en el nombre de «El Señor que está en Jerusalén», y ya no se dejarán guiar por su corazón perverso y obstinado.

18 En aquellos días Judá e Israel se juntarán y volverán del país del norte a la tierra que di en herencia a sus antepasados.

19 Yo me había dicho:
–Quisiera contarte entre mis hijos
y darte una tierra envidiable
en heredad: la perla de las naciones.
Esperaba que me llamaras «padre mío»,
que nunca te apartaras de mí.

20 Pero lo mismo que engaña una mujer a su marido,
así me engañó Israel
–oráculo del Señor–.

21 Se escucha un clamor por las colinas:
el llanto afligido de los hijos de Israel
por haber extraviado el camino,
olvidados del Señor su Dios.

22 Volved, hijos apóstatas,
yo curaré vuestra apostasía.
–Aquí estamos, volvemos a ti,
Señor, tú eres nuestro Dios.

23 ¡Qué mentira eran los collados,
todo el estrépito de los montes!
Solo en el Señor, nuestro Dios,
está la salvación de Israel.

24 La ignominia acabó devorando
todo el trabajo de nuestros padres
ya desde que éramos jóvenes:
sus rebaños de ovejas y vacas,
lo mismo sus hijos que sus hijas.

25 Tendremos por lecho nuestra vergüenza,
nos taparemos con nuestra humillación,
pues pecamos contra el Señor, nuestro Dios,
nosotros igual que nuestros padres,
desde la juventud hasta el día de hoy,
y fuimos incapaces de oír
la voz del Señor, nuestro Dios.

Capítulo 4

1 –Si quieres volver, Israel,
vuelve a mí –oráculo del Señor–.
Si apartaras de mí tus abominaciones,
no tendrías que andar extraviada;

2 si jurases «¡Por vida del Señor¡»
con verdad, justicia y derecho,
todas las naciones se bendecirían,
se darían parabienes entre sí
utilizando el nombre del Señor.

3 Esto dice el Señor
a los habitantes de Judá y Jerusalén:
–Roturad bien los campos,
no sembréis entre cardos.

4 Circuncidaos en el nombre del Señor,
quitad el prepucio de vuestros corazones,
habitantes de Judá y Jerusalén,
no sea que estalle mi cólera
como fuego; arda y no haya quien la extinga
a causa de vuestras malas acciones.

El enemigo llega del norte

5 Esto dice el Señor:
–Anunciadlo en Judá,
pregonadlo en Jerusalén,
tocad la trompeta en el país,
gritad a pleno pulmón:
«Congregaos para marchar
a las ciudades fortificadas;

6 izad la bandera: ¡a Sión!;
aprisa, no os detengáis»,
pues traigo del norte la desgracia,
una espantosa calamidad:

7 sube el león de la maleza,
avanza un asesino de pueblos;
ya está saliendo de sus dominios
dispuesto a arrasar tu país;
tus ciudades serán incendiadas,
todas quedarán deshabitadas.

8 Por eso, vestíos de sayal,
en actitud de duelo, y gemid:
«¡Ay, no se aparta de nosotros
la cólera ardiente del Señor!».

9 Aquel día –oráculo del Señor–
se acobardarán el rey y los nobles,
los sacerdotes quedarán aterrados,
los profetas andarán espantados.

10 Dije entonces: «¡Ay, Señor,
cómo engañaste a este pueblo
prometiendo paz a Jerusalén
cuando tienen la espada en el cuello!».

11 En aquel tiempo se dirá
a este pueblo y a Jerusalén:
«Un viento ardiente sopla
por todas las dunas del desierto,
camino de la capital de mi pueblo:
no un viento de aventar o de cribar,

12 sino viento huracanado a mis órdenes.
Ahora me toca juzgarlos.

13 Miradlos avanzar como nube,
sus carrozas igual que un huracán,
sus caballos más rápidos que águilas».
¡Ay de nosotros! Estamos perdidos.

14 «Lava la malicia de tu corazón,
Jerusalén, si quieres salvarte;
¿hasta cuándo anidarán en tu pecho
tantos planes desatinados?

15 De Dan llega la voz de un mensajero,
malas noticias de la sierra de Efraín.

16 Advertid a los gentiles,
anunciadlo en Jerusalén:
de tierra lejana llega el enemigo,
lanzando gritos contra los pueblos de Judá;

17 como guardas de campo la cercan,
por haberse rebelado contra mí
–oráculo del Señor–.

18 Han sido tu conducta y tus acciones
la causa de este amargo castigo,
cuya herida te llega al corazón».

Falta de perspicacia

19 ¡Ay mis entrañas, mis entrañas!
Me duelen las paredes del corazón,
me palpita con fuerza, no puedo callar.
Escucho el toque de trompeta,
oigo el alarido de guerra,

20 se anuncia derrota tras derrota:
¡el país ha quedado devastado!
En un instante, las tiendas destrozadas;
en un momento, los pabellones arrasados.

21 ¿Hasta cuándo veré las enseñas
y escucharé la trompeta a rebato?

22 Mi pueblo es insensato, no me reconoce;
son hijos necios que no recapacitan:
diestros para el mal, ignorantes para el bien.

Magnitud del desastre

23 Miro a la tierra: caos informe;
miro al cielo: ni rastro de luz;

24 miro a los montes: tiemblan;
miro a las colinas: se estremecen;

25 miro: no había ni un hombre,
las aves del cielo volaron;

26 miro: el vergel es un páramo,
los poblados están arrasados:
¡por el incendio de la ira del Señor!

27 Esto dice el Señor:
–El país quedará desolado,
pero no acabaré con él.

28 Por eso, la tierra se enlutará,
el cielo arriba se ennegrecerá;
lo dije y no me arrepiento,
lo pensé y no me vuelvo atrás.

Duelo por Sión

29 Al grito de jinetes y arqueros
huye la gente de la ciudad:
se meten por los bosques,
trepan por las peñas.
Los poblados quedan abandonados,
sin nadie que los habite.

30 Y tú, ¿qué harás devastada?
Por mucho que te vistas de grana,
que te adornes con joyas de oro
y pongas sombra en tus ojos,
en vano te vas a embellecer:
tus amantes te han rechazado,
ya solo buscan tu muerte.

31 Oigo quejidos de parturienta,
gritos como de primeriza:
la voz de Sión, la capital,
que gime abriendo las manos:
«¡Pobre de mí, desfallezco
entregada a merced de asesinos!».

La maldad, motivo de la invasión

* Capítulo 5

1 Recorred las calles de Jerusalén,
mirad bien y averiguad,
buscad por todas sus plazas,
a ver si encontráis a alguien
capaz de obrar con justicia,
que vaya tras la verdad,
y yo lo perdonaré.

2 Pero dicen: «¡Por vida del Señor!»
y en realidad juran en falso.

3 Tú velas, Señor, por la verdad,
los heriste y no les afectó,
los destrozaste y no se corrigieron;
endurecieron su cara como roca,
se resistieron a volver a ti.

4 Pensaba: «Serán los pobres,
se comportan sin malicia:
desconocen lo que quiere el Señor,
lo que espera de ellos su Dios.

5 Voy a dirigirme a los principales,
pues conocen lo que quiere el Señor,
lo que espera de ellos su Dios».
¡Pero habían quebrado el yugo,
habían arrancado las correas!

6 Por eso, los atacará el león de la selva,
un lobo estepario los va a destrozar,
un leopardo acechará por sus ciudades:
todo el que salga será destrozado
por haber acumulado rebeldías
y haber amontonado apostasías.

7 ¿Cómo te podría perdonar?
Tus hijos me han abandonado,
juran por los que no son dioses;
después de haberlos saciado,
se han convertido en adúlteros,
amigos de frecuentar el lupanar.

8 Son caballos lustrosos, sin freno,
que relinchan tras la mujer del vecino.

9 ¿Y no he de pediros cuentas?
–oráculo del Señor–;
a un pueblo que actúa de ese modo,
¿no le he de dar su merecido?

10 Subid por las hileras de la viña,
destruid, pero no aniquiléis;
podéis arrancar sus sarmientos,
pues ya no son del Señor.

11 ¡Qué bien han sabido traicionarme
la casa de Judá y la de Israel!
–orácu­lo del Señor–.

12 Han renegado del Señor,
andan diciendo: «No es nadie;
no nos alcanzará la desgracia,
ni espada ni hambre veremos.

13 Sus profetas solo son viento,
no tienen palabra del Señor».

14 Pues esto dice el Señor, Dios del universo:
–Por haber hablado así,
así les va a suceder:
haré que sean mis palabras
igual que fuego en tu boca;
el pueblo será la leña,
todos serán consumidos.

15 Voy a traer contra vosotros,
gente de la casa de Israel,
una nación lejana
–oráculo del Señor–;
una nación que no merma,
una nación con solera,
nación cuya lengua ignoras,
y no entiendes lo que dicen.

16 Sus flechas siembran la muerte,
son guerreros aguerridos.

17 Comerán tu cosecha y tu pan,
comerán a tus hijos e hijas,
comerán tus vacas y ovejas,
comerán tus viñas e higueras;
a espada destruirán las fortalezas,
esas en que tanto confías.

18 Sin embargo, en aquellos días –oráculo del Señor– no os exterminaré por completo.

19 Y si te preguntan: «¿Por qué nos ha tratado así el Señor, nuestro Dios?», les dices en mi nombre: «Del mismo modo que me abandonasteis para servir a dioses extranjeros en vuestra tierra, así serviréis a gente extranjera en una tierra que no es vuestra».

Se insiste en las acusaciones y amenazas

20 Anunciad esto a la casa de Jacob
y haced que lo sepan en Judá:

21 –Oíd bien lo que voy a decir,
gente insensata, sin juicio
(tienen ojos y no ven,
oídos, pero no escuchan):

22 ¿Es que a mí no me teméis?,
¿no tembláis en mi presencia?
–oráculo del Señor–.
Yo puse la arena como límite al mar,
una frontera que jamás traspasará;
se agitan las aguas, pero son impotentes,
mugen sus olas, pero no lo traspasan.

23 En cambio, este pueblo tiene
corazón indócil y rebelde;
se apartan de mí, se van,

24 y son incapaces de pensar:
«Temamos al Señor, nuestro Dios,
que nos da la lluvia temprana
y la lluvia tardía, a su tiempo.
Él ha asignado las semanas
necesarias para el tiempo de la siega».

25 Todo esto lo han cambiado vuestras culpas,
vuestros pecados os privan de la lluvia,

26 pues abundan los canallas en mi pueblo,
al acecho, como quien pone lazos;
y cazan hombres con trampas.

27 Como un cesto repleto de aves,
sus casas rebosan de fraudes.
Así prosperan y se enriquecen,

28 engordan y se ponen lustrosos.
También rebosan malicia,
no juzgan conforme a derecho,
desatienden la causa del huérfano,
no defienden el derecho del pobre.

29 ¿Y no he de pediros cuentas?
–oráculo del Señor–;
a un pueblo que actúa de ese modo,
¿no le he de dar su merecido?

30 Algo espantoso y horrible
está ocurriendo en el país:

31 los profetas profetizan en falso,
los sacerdotes actúan en su provecho,
y a mi pueblo le agradan estas cosas.
¿Qué haréis cuando llegue el final?

Insistencia en la invasión

Capítulo 6

1 ¡Huid, benjaminitas, de Jerusalén!
Tocad la trompeta en Técoa,
izad la bandera en Betaqueren,
que llega del norte un desastre,
se cierne una ruina imponente.

2 A un pastizal delicioso
puede compararse Sión;

3 allí entran pastores y rebaños,
plantan sus tiendas en torno
y pasta cada cual en su porción.

4 ¡Declaradle la guerra santa!
¡Ataquémosla en pleno mediodía!
¡Ay de nosotros, que el día declina
y se alargan las sombras de la tarde!

5 ¡Adelante, ataquemos de noche,
arrasemos todos sus alcázares!

6 Que esto dice el Señor del universo:
«Talad árboles,
construid un talud contra Jerusalén:
es una ciudad condenada,
repleta toda de opresión.

7 Como guarda el agua una cisterna,
así guarda ella su maldad:
se oyen atropellos y rapiñas,
soy testigo de golpes y heridas.

8 Aprende la lección, Jerusalén,
no sea que me aparte de ti,
no sea que te deje desolada,
convertida en lugar deshabitado».

Diálogo entre Dios y el profeta

9 Esto dice el Señor del universo:
–Rebusca en el resto de Israel
como en una viña los racimos;
pasa tu mano por los pámpanos,
lo mismo que un vendimiador.

10 – ¿A quién me voy a dirigir,
a quién conjurar y que escuchen?
Tienen el oído incircunciso,
son incapaces de entender;
se mofan de la palabra del Señor
porque ya no les agrada.

11 ¡Y estoy lleno de la ira del Señor,
me siento incapaz de contenerla!
–Derrámala sobre los niños en la calle,
también sobre los grupos de jóvenes;
que alcance a hombres y a mujeres,
a adultos junto con ancianos.

12 Sus casas pasarán a extraños,
junto con campos y mujeres,
pues voy a extender mi mano
contra los habitantes de esta tierra
–oráculo del Señor–.

13 –Es que del pequeño al grande
todos van tras su provecho;
del profeta al sacerdote
todos andan entre fraudes.

14 Han curado la herida de mi pueblo,
pero solo en apariencia, diciendo:
«Todo va bien», y nada iba bien.

15 Tenían que estar avergonzados
de tanta abominación cometida,
y no fueron capaces de avergonzarse,
ni siquiera conocen el pudor.
Pero caerán cuando todos caigan,
tropezarán cuando venga a castigarlos
–dice el Señor–.

Ruptura impía con el pasado

16 Esto dice el Señor:
Paraos en los caminos a mirar,
preguntad por las rutas antiguas:
dónde está el buen camino y seguidlo,
y así encontraréis reposo.
Pero dijeron: «No lo seguiremos».

17 Entonces os di centinelas:
«¡Atención al toque de trompeta!»,
pero ellos dijeron: «Ni caso».

18 Por tanto, naciones, escuchad,
sabed lo que va a ocurrir;

19 escucha también tú, tierra,
la desgracia que traigo a este pueblo:
el fruto de sus maquinaciones,
pues no escucharon mis palabras,
no atendieron mis advertencias.

20 ¿A qué me traes incienso de Saba,
caña aromática de tierras lejanas?
No me agradan vuestros holocaustos,
no me complacen vuestros sacrificios.

21 Por eso dice el Señor:
«Pondré a este pueblo obstáculos
de modo que tropiecen en ellos
los padres junto con sus hijos,
que perezcan vecinos y amigos».

De nuevo la invasión

22 Esto dice el Señor:
Viene un ejército del norte,
se despierta una nación poderosa
allá por los confines de la tierra.

23 Van armados de arco y jabalina,
son crueles, no tienen compasión.
Sus gritos son un mar encrespado,
cabalgan a lomos de corceles,
formados como un solo hombre
para atacarte, Sión capital.

24 Al oír la noticia, nos fallaron las fuerzas;
la angustia nos oprime, dolor de parturienta.

25 No salgáis al campo
ni andéis por caminos,
la espada enemiga
siembra todo de terror.

26 Capital de mi pueblo,
vístete de saco,
acuéstate en ceniza;
haz duelo como por un hijo único,
un llanto amargo,
pues llegará de improviso
nuestro devastador.

27 Te nombro examinador de mi pueblo
para que pruebes y examines su conducta.

28 Todos son rebeldes y difamadores,
bronce y hierro de mala calidad.

29 Sopla el fuelle, y el fuego
va consumiendo el plomo;
pero en vano refina el fundidor:
no se desprende la escoria.

30 Los llaman plata de desecho,
pues el Señor los ha desechado.

Sermón sobre el templo

Capítulo 7

1 Palabra que el Señor dirigió a Jeremías:

2 «Ponte a la puerta del templo y proclama allí lo siguiente: ¡Escucha, Judá, la palabra del Señor, los que entráis por esas puertas para adorar al Señor!

3 Así dice el Señor del universo, Dios de Israel: “Enmendad vuestra conducta y vuestras acciones, y habitaré con vosotros en este lugar.

4 No os creáis seguros con palabras engañosas, repitiendo: ‘Es el templo del Señor, el templo del Señor, el templo del Señor’.

5 Si enmendáis vuestra conducta y vuestras acciones, si juzgáis rectamente entre un hombre y su prójimo,

6 si no explotáis al forastero, al huérfano y a la viuda, si no derramáis sangre inocente en este lugar, si no seguís a dioses extranjeros, para vuestro mal,

7 entonces habitaré con vosotros en este lugar, en la tierra que di a vuestros padres, desde hace tanto tiempo y para siempre.

8 Mirad: Vosotros os fiáis de palabras engañosas que no sirven de nada.

9 ¿De modo que robáis, matáis, adulteráis, juráis en falso, quemáis incienso a Baal, seguís a dioses extranjeros y desconocidos,

10 y después entráis a presentaros ante mí en este templo, dedicado a mi nombre, y os decís: ‘Estamos salvos’, para seguir cometiendo esas abominaciones?

11 ¿Creéis que es una cueva de bandidos este templo dedicado a mi nombre? Atención, que yo lo he visto –oráculo del Señor–.

12 Andad, id a mi templo de Siló, donde habité en otro tiempo, y mirad lo que hice con él, por la maldad de Israel, mi pueblo.

13 Pues ahora, por haber cometido tales acciones –oráculo del Señor–, porque os hablé sin cesar y no me escuchasteis, porque os llamé y no me respondisteis,

14 haré con el templo dedicado a mi nombre, en el que confiáis, y con el lugar que di a vuestros padres y a vosotros, lo mismo que hice con Siló:

15 os arrojaré de mi presencia, como arrojé a vuestros hermanos, la estirpe de Efraín".

16 Y tú no intercedas por este pueblo, no supliques a gritos por ellos, no me reces, que no te escucharé.

17 ¿No ves lo que hacen en los pueblos de Judá y en las calles de Jerusalén?

18 Los hijos recogen leña, los padres encienden lumbre, las mujeres preparan la masa para hacer tortas en honor de la Reina del Cielo, y para irritarme hacen libaciones a dioses extranjeros.

19 ¿Es a mí a quien irritan –oráculo del Señor– o más bien a sí mismos, para su confusión?

20 Por eso, esto dice el Señor: “Mirad, mi ira y mi cólera se van a derramar sobre este lugar, sobre hombres y ganados, sobre el árbol silvestre y sobre el fruto del suelo, y arderán sin apagarse".

21 Esto dice el Señor del universo, Dios de Israel: “¡Ya podéis añadir vuestros holocaustos a vuestros sacrificios y comeros la carne!

22 Cuando hice salir a vuestros padres de Egipto, nada les dije ni nada les prescribí sobre holocaustos y sacrificios.

23 Esta fue la orden que les di: "Escuchad mi voz. Yo seré vuestro Dios y vosotros seréis mi pueblo. Seguid el camino que os señalo, y todo os irá bien".

24 Pero no escucharon ni hicieron caso. Al contrario, caminaron según sus ideas, según la maldad de su obstinado corazón. Me dieron la espalda y no la cara.

25 Desde que salieron vuestros padres de Egipto hasta hoy, os envié a mis siervos, los profetas, un día tras otro;

26 pero no me escucharon ni me hicieron caso. Al contrario, endurecieron la cerviz y fueron peores que sus padres".

27 Ya puedes repetirles este discurso, seguro que no te escucharán; ya puedes gritarles, seguro que no te responderán. Aun así

28 les dirás: “Esta es la gente que no escuchó la voz del Señor, su Dios, y no quiso escarmentar. Ha desaparecido la sinceridad, se la han arrancado de la boca".

29 Córtate la melena y tírala;
entona una endecha por los calveros:
el Señor ha rechazado y repudiado
a la generación que excitaba su cólera.

30 La gente de Judá ha hecho lo que yo detesto –oráculo del Señor–: han instalado sus abominaciones en el templo dedicado a mi nombre, y lo han profanado.

31 Han construido los recintos sagrados del Tófet (que está en el valle de Ben Hinnón) para quemar en ellos a sus hijos e hijas, algo que yo no les mandé ni se me pasó por la cabeza.

32 Por eso, llegan días –oráculo del Señor– en que ya no se les llamará “Tófet" ni “valle de Ben Hinnón", sino “valle de la Matanza", y enterrarán en el Tófet por falta de sitio.

33 Los cadáveres de la gente de este pueblo servirán de pasto a las aves y a los animales carroñeros, y no habrá nadie que los espante.

34 Haré que en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén enmudezcan las voces alegres de fiesta, las voces del novio y de la novia, pues todo el país quedará desolado».

Capítulo 8

1 En aquel tiempo –oráculo del Señor– sacarán de sus tumbas los huesos de los reyes de Judá, los de sus príncipes, sacerdotes y profetas, y los huesos de los habitantes de Jerusalén.

2 Los expondrán al sol, a la luna y a todo el ejército del cielo, a quienes amaban y daban culto, a quienes seguían, consultaban y adoraban. No serán recogidos ni enterrados; quedarán como estiércol en el campo.

3 Y el resto de esta raza perversa que sobreviva preferirá la muerte a la vida en todos los lugares adonde yo los disperse –oráculo del Señor del universo–.

Juicio por la corrupción y lamentaciones

La herida incurable

4 Diles: «Esto dice el Señor:
¿No se levanta el que cae?,
¿no regresa el que se fue?

5 ¿Por qué, pues, se extravía este pueblo,
y Jerusalén se rebela sin tregua?
Se aferran al engaño,
se niegan a regresar.

6 He escuchado atentamente:
nadie habla como es debido,
nadie se duele de su maldad
diciendo: “ ¿Qué es lo que he hecho?".
Cada cual sigue su carrera,
como caballo lanzado al ataque.

7 Hasta la cigüeña en el cielo
conoce el momento de emigrar;
tórtolas, golondrinas y grullas
barruntan el tiempo de regresar.
Mi pueblo, en cambio, desconoce
el orden establecido por el Señor.

8 ¿Cómo decís “Somos sabios,
poseemos la ley del Señor"
cuando resulta que la ha falseado
la falsa pluma de los escribas?

9 Los sabios quedarán avergonzados,
asustados, serán atrapados.
Si desechan la palabra del Señor,
¿de qué les servirá su sabiduría?

10 Por eso, daré a otros a vuestras mujeres,
vuestros campos pasarán a nuevos amos.
Porque del pequeño al grande
todos van tras su provecho;
del profeta al sacerdote
todos andan entre fraudes.

11 Han curado la herida de mi pueblo,
pero solo en apariencia, diciendo:
“Todo va bien", y nada iba bien.

12 Tenían que estar avergonzados
de tanta abominación cometida,
y no fueron capaces de avergonzarse,
ni siquiera conocen el pudor.
Pero caerán cuando todos caigan,
tropezarán cuando venga a castigarlos
–dice el Señor–».

13 Intento cosechar algo de ellos
–oráculo del Señor–,
pero no quedan uvas en la cepa
ni aparecen higos en la higuera;
tienen las hojas marchitas.
¡Pues les daré quien les pegue fuego!

14 – ¿Qué hacemos aquí tan tranquilos?
Vayamos juntos a las fortalezas,
y acabemos allí de una vez,
pues es el Señor, nuestro Dios,
quien quiere hacernos morir;
nos da a beber agua envenenada,
pues hemos pecado contra el Señor.

15 Esperábamos paz, y nada va bien;
tiempo de curación, y llega el terror.

16 Se oye desde Dan
resoplar de caballos,
relinchar de corceles:
la tierra se estremece.
Llegan devorando el país
con todo lo que contiene,
ciudades y habitantes.

17 –Yo envío contra vosotros
serpientes venenosas
inmunes a encantamientos,
y os morderán –oráculo del Señor–.

18 Me siento abrumado de dolor,
veo que me falla el corazón

19 al oír elevarse a lo lejos
el grito angustioso de la capital:
«¿No está el Señor en Sión?
¿No mora en ella su rey?
( ¿Por qué me irritaban con sus ídolos,
con esas naderías extranjeras?).

20 Pasó la cosecha, se acabó el verano,
pero nosotros no estamos a salvo».

21 La aflicción de la capital me tiene afligido,
ando entristecido, presa del pánico.

22 ¿No queda bálsamo en Galaad?,
¿no quedan médicos por allí?
¿Pues por qué continúa enconada
la herida de la capital de mi pueblo?

23 ¡Ojalá mi cabeza se hiciera fuente
y mis ojos fueran manantial de lágrimas
para llorar de día y de noche
a las víctimas de la capital de mi pueblo!

Un pueblo corrompido

Capítulo 9

1 ¡Ojalá encontrase refugio en el desierto
para dejar a mi pueblo y alejarme de ellos!
¡Todos son adúlteros, hatajo de traidores!

2 «Su lengua es un arco: dispara mentiras;
se imponen en el país, pero no con la verdad.
Salen del mal y recaen en el mal,
y no me conocen –oráculo del Señor–.

3 Guardaos los unos de los otros,
no os fiéis de vuestros hermanos,
pues el hermano pone zancadillas
y el compañero airea calumnias.

4 Cada cual engaña a su vecino,
ninguno dice la verdad,
enseñan a sus lenguas a mentir;
todos están pervertidos,

5 son incapaces de cambiar.
Fraude y más fraude,
estafa y más estafa;
y es que no quieren conocerme
–oráculo del Señor–».

6 Por eso, esto dice el Señor del universo:
«He pensado refinarlos y probarlos,
¿pues qué puedo hacer ante su maldad?

7 Su lengua es flecha letal,
su boca profiere mentiras;
saludan amables al prójimo,
y urden por dentro celadas.

8 ¿Y no he de pediros cuentas?
–oráculo del Señor–;
a un pueblo que actúa de ese modo,
¿no le he de dar su merecido?».

9 Entonaré endechas por los montes,
una elegía por los pastos de la estepa:
están quemados, nadie los transita,
no se oyen los mugidos del ganado;
desde las aves hasta los animales,
todos se dispersaron y huyeron.

10 Convertiré Jerusalén en escombros,
será una guarida de chacales;
arrasaré los poblados de Judá,
todos quedarán deshabitados.

11 ¿Quién es tan sabio que entienda todo esto?
¡Que lo explique un confidente del Señor!
¿Por qué está deshecho el país,
calcinado, como estepa intransitable?

12 Respondió el Señor:
«Por abandonar la ley que les propuse,
por desoír y abandonar mi palabra;

13 por seguir su corazón obstinado
a los baales, lo mismo que sus padres.

14 Por eso, esto dice el Señor del universo,
Dios de Israel:
Daré a este pueblo ajenjo por comida,
les haré beber agua corrompida.

15 Los dispersaré por países extraños,
que ni ellos ni sus padres conocen;
mandaré que la espada los persiga
hasta que los haya exterminado».

Lamentación por Sión

16 Esto dice el Señor del universo:
«Mandad que traigan plañideras,
llamad a las más expertas».

17 Que se den prisa y entonen
una elegía por nosotros.
Que nuestros ojos derramen lágrimas,
que nuestros párpados destilen llanto.

18 Se oye una endecha en Sión:
«¡Qué desolados estamos!
¡Qué vergüenza tan tremenda!
Nos hacen abandonar el país,
han destruido nuestras casas».

19 Escuchad, mujeres, la palabra del Señor;
estad atentas a la palabra de su boca.
Enseñad a vuestras hijas esta endecha,
unas a otras la siguiente elegía:

20 «La muerte escaló nuestras ventanas,
se metió en nuestros palacios;
exterminó a los niños de las calles,
de las plazas a los jóvenes».

21 Pronuncia este oráculo del Señor:
«Yacerán los cadáveres humanos
como estiércol en medio del campo,
como espigas que deja el segador
y nadie se molesta en recoger».

Conocimiento de Dios e instituciones

22 Esto dice el Señor:
«Que el sabio no presuma de su saber,
ni el fuerte de su fuerza,
ni el rico de su riqueza.

23 Quien presuma, presuma de esto:
de tener entendimiento y conocerme,
de saber que yo soy el Señor,
que pone en práctica la lealtad,
la justicia y el derecho en el país.
Estas son las cosas que me gustan
–oráculo del Señor–».

24 Está llegando el tiempo –oráculo del Señor– en que pediré cuentas a todos los que practican la circuncisión:

25 a Egipto, Judá, Edón, los amonitas y Moab, y a la gente del desierto que se afeita las sienes. De hecho, todos estos pueblos son incircuncisos de corazón, lo mismo que la casa de Israel.

Dios y los ídolos

Capítulo 10

1 Casa de Israel, escuchad la palabra que os dirige el Señor.

2 Esto dice el Señor:
«No imitéis lo que hacen los gentiles,
ni os asustéis de los signos celestes.
¡Que se asusten los propios gentiles!

3 Las costumbres de esos pueblos carecen de sentido:
talan un árbol del bosque,
lo trabaja el artesano con la gubia;

4 lo decora con oro y con plata,
lo sujeta con clavos y martillo,
de modo que no se tambalee.

5 Igual que espantajos de pepinar,
son incapaces de hablar;
tienen que ser transportados,
son incapaces de andar.
No les tengáis ningún miedo,
pues no hacen ni bien ni mal».

6 ¡Nadie es como tú, Señor!
¡Eres grande de verdad!
¡Grande y poderoso es tu nombre!

7 ¿Quién no te ha de temer,
si eres el rey de las naciones?
Es algo que tú mereces,
pues entre todos los sabios
y todos los reyes paganos,
nadie se te puede comparar.

8 Todos son estúpidos y necios,
educados por ídolos de leño,

9 de plata refinada de Tarsis
y de oro importado de Ofir:
obras de orfebres o fundidores,
revestidas de púrpura y de grana;
todos son obra de artistas.

10 Pero el Señor es el Dios verdadero,
es el Dios vivo, rey eterno;
su cólera sacude la tierra,
las naciones no aguantan su ira.

11 Esto les diréis:
«Los dioses que no hicieron el cielo y la tierra
serán exterminados de la tierra y de debajo el cielo».

12 Él hizo la tierra con poder,
cimentó el orbe con sabiduría,
extendió los cielos con inteligencia.

13 Cuando él levanta la voz,
retumban las aguas del cielo
y asoman las nubes por el horizonte.
Él hace los rayos para la lluvia
y saca los vientos de sus depósitos.

14 Los hombres se atontan sin ciencia,
los orfebres se avergüenzan de sus ídolos:
sus estatuas son pura mentira,
pues no hay espíritu en ellas;

15 son vacío, obras engañosas,
desaparecerán cuando llegue el castigo.

16 No es así la Porción de Jacob,
pues es el creador de todo;
Israel es su heredad privada,
se llama «Señor del universo».

Un rebaño sin pastor

17 Recoge del suelo tu hatillo,
tú que te encuentras sitiada,

18 pues esto dice el Señor:
«Esta vez lanzaré con la honda
a los habitantes de este país;
voy a ponerlos en aprieto,
de modo que no puedan escapar».

19 ¡Pobre de mí, qué desastre,
tengo una herida incurable!
Y pensar que me decía:
«Solo es un mal soportable».

20 Mi tienda ha sido saqueada,
las cuerdas han sido arrancadas;
mis hijos me han abandonado,
ya no los tengo conmigo.
Ya no hay quien monte mi tienda,
no hay quien levante mis toldos.

21 Los pastores carecían de juicio,
ya no consultaban al Señor;
por ello no acertaron
y se ha dispersado el rebaño.

22 Se oyen rumores. Ya llega
un estruendo del país del norte:
convertirá los poblados de Judá
en desierto, en guarida de chacales.

23 Lo sé, Señor. El hombre
no dirige su propia conducta,
que no es dueño el caminante
de ir orientando sus pasos.

24 Corrígeme, Señor, pero con tino,
pues tu ira acabaría conmigo.

25 Derrama tu ira sobre las naciones
que no te conocen, sobre los pueblos
incapaces de invocar tu nombre.
Pues han devorado a Jacob,
lo han devorado y consumido,
han desolado su morada.

Lamentaciones y profecías de juicio

Ruptura de la alianza

Capítulo 11

1 Palabra que el Señor dirigió a Jeremías:

2 –Escucha los términos de esta alianza y transmíteselos a la gente de Judá y a los habitantes de Jerusalén.

3 Les dirás: «Esto dice el Señor, Dios de Israel: Maldito quien no haga caso de los términos de esta alianza,

4 que impuse a vuestros antepasados cuando los saqué de Egipto, del horno de hierro, cuando les dije: “Hacedme caso y obrad conforme a lo que os mande. Así seréis mi pueblo y yo seré vuestro Dios,

5 y de ese modo mantendré el juramento que hice a vuestros antepasados de darles una tierra que mana leche y miel", como sucede ahora».
Yo respondí:
–Así sea, Señor.

6 Me dijo el Señor: «Anuncia en los poblados de Judá y en las calles de Jerusalén lo que te digo: “Escuchad los términos de esta alianza y cumplidlos.

7 Ya les advertí a vuestros antepasados, cuando los hice subir de Egipto, que me hicieran caso, y hasta ahora no he dejado de repetirlo.

8 Pero ellos no escucharon ni prestaron atención. Al contrario, cada cual persistió en la maldad de su mente retorcida. Por eso, les apliqué las amenazas previstas en dicha alianza que les mandé cumplir y no cumplieron"».

9 Me dijo el Señor: «Se ha descubierto una conjura entre la gente de Judá y los habitantes de Jerusalén.

10 Han recaído en los pecados de sus antepasados, que se negaron a obedecer mis mandatos: andan detrás de dioses extranjeros y les dan culto. La casa de Israel y la casa de Judá han roto la alianza que pacté con sus antepasados.

11 Por eso, esto dice el Señor: Voy a enviarles una calamidad de la que no podrán escapar. Seguro que se quejarán, pero no pienso escucharlos.

12 La gente de los poblados de Judá y los habitantes de Jerusalén acudirán a quejarse a los dioses a quienes quemaban incienso, pero no podrán salvarlos cuando llegue el desastre.

13 Tenías tantos dioses como poblados, Judá; y en cada calle de Jerusalén construisteis un altar para quemar incienso a Baal.

14 En cuanto a ti, no reces por este pueblo, ni insistas con gritos y súplicas, pues no pienso escucharlos cuando me invoquen en la hora del desastre».

15 ¿Qué hace mi amada en mi casa
después de tantas maldades?
¿Crees que votos y sacrificios
te van a librar de la desgracia?
¡Lo celebrarías con gritos estrepitosos!

16 Olivo verde de fino fruto
te puso por nombre el Señor;
pero va a prenderte fuego
que va a consumir tus ramas.

17 El Señor del universo, que te plantó, ha decretado tu desgracia, por la maldad de la casa de Israel y de la casa de Judá, por todo lo que hicieron para irritarme, quemando incienso a Baal.

Confesiones de Jeremías: I

18 El Señor me instruyó, y comprendí,
me explicó todas sus intrigas.

19 Yo, como manso cordero,
era llevado al matadero;
desconocía los planes
que estaban urdiendo contra mí:
«Talemos el árbol en su lozanía,
arranquémoslo de la tierra de los vivos,
que jamás se pronuncie su nombre».

20 Señor del universo,
que juzgas rectamente,
que examinas las entrañas y el corazón,
deja que yo pueda ver
cómo te vengas de ellos,
pues a ti he confiado mi causa.

21 Por eso, así habla el Señor del universo a los vecinos de Anatot, que amenazan con matarme y me dicen: «Deja de profetizar en nombre del Señor, de lo contrario morirás a nuestras manos».

22 En efecto, esto dice el Señor del universo: «He decidido tomarles cuentas: los jóvenes morirán a espada; sus hijos e hijas morirán de hambre.

23 No les quedará ni un resto, pues voy a enviar una desgracia contra los vecinos de Anatot el año que venga a pedirles cuentas».

Capítulo 12

1 Tú tienes razón, Señor,
cuando discuto contigo,
pero quiero proponerte un caso:
¿Por qué prosperan los malvados?,
¿por qué viven tranquilos los traidores?

2 Los plantas y echan raíces,
crecen y dan fruto.
Estás cerca de sus labios,
pero lejos de su corazón.

3 Mas tú, Señor, me conoces,
me examinas y has comprobado
mi buena actitud hacia ti.
Apártalos como a ovejas de matadero,
resérvalos para el día del sacrificio.

4 ¿Hasta cuándo gemirá la tierra
y se secará la hierba del campo?
Por la maldad de sus habitantes
desaparecen el ganado y las aves,
pues dicen: «No ve nuestros caminos».

5 Si corres con los de a pie y te cansas,
¿cómo competirás con los caballos?
Si en terreno abierto te sientes inseguro,
¿qué harás en la espesura del Jordán?

6 Incluso tus hermanos, tu familia,
han sido contigo desleales:
te van calumniando a tus espaldas.
No intentes fiarte de ellos,
aunque te digan buenas palabras.

Lamento por la heredad desolada

7 He abandonado mi casa,
he desechado mi heredad,
he entregado al amor de mi alma
en manos de sus enemigos.

8 Mi heredad se portaba conmigo
como un león en la espesura
que lanzaba sus rugidos contra mí.
Por eso la he detestado.

9 Mi heredad es cueva de hienas,
con los buitres girando sobre ella.
¡Venid, fieras agrestes,
venid, acercaos a comer!

10 Entre tantos pastores
destrozaron mi viña,
pisotearon mi parcela;
convirtieron mi parcela escogida
en una estepa desolada.

11 La dejaron desolada, yerma,
y se duele desolada ante mí.
¡Todo el país desolado,
y nadie se detuvo a pensarlo!

12 Por todas las dunas de la estepa
van llegando saqueadores:
la espada del Señor devora
el país de punta a punta;
¡no hay paz para nadie!

13 Sembraron trigo y cardos segaron;
quedaron baldados en balde.
¡Qué miseria de cosecha
por la ira ardiente del Señor!

14 Esto dice el Señor a todos los malos vecinos que echaron mano de la heredad que di a mi pueblo, Israel: «He decidido arrancarlos de su tierra, pero arrancaré también de en medio de ellos a la casa de Judá.

15 Pero, después de haberla arrancado, volveré a compadecerme de ellos y los haré volver a su heredad, cada cual a su terruño.

16 Y, si de verdad aprenden la costumbre de mi pueblo de jurar por mi nombre: “Por vida del Señor", del mismo modo que habían enseñado a mi pueblo a jurar por Baal, los dejaré vivir entre mi pueblo.

17 En cambio, arrancaré y destruiré a la nación que no me escuche –oráculo del Señor–».

Acciones simbólicas

* Capítulo 13

1 Esto me dijo el Señor: «Ve, cómprate un cinturón de lino y rodéate con él la cintura; pero no lo metas en agua».

2 Me compré el cinturón, según me lo mandó el Señor, y me lo ceñí.

3 El Señor me dirigió la palabra por segunda vez:

4 «Toma el cinturón que has comprado y que llevas ceñido; ponte en marcha hacia el río Éufrates y lo escondes allí, entre las hendiduras de las piedras».

5 Fui y lo escondí en el Éufrates, según me había mandado el Señor.

6 Tiempo después me dijo el Señor: «Vete al río Éufrates y recoge el cinturón que te mandé esconder allí».

7 Fui al Éufrates, cavé y recogí el cinturón del sitio donde lo había escondido: estaba estropeado, no servía para nada.

8 Entonces el Señor me habló así:

9 «Esto dice el Señor: Del mismo modo consumiré la soberbia de Judá, la gran soberbia de Jerusalén.

10 Este pueblo malvado que se niega a escuchar mis palabras, que se comporta con corazón obstinado y sigue a dioses extranjeros, para rendirles culto y adorarlos, será como ese cinturón que ya no sirve para nada.

11 Porque del mismo modo que se ajusta el cinturón a la cintura del hombre, así hice yo que se ajustaran a mí la casa de Judá y la casa de Israel –oráculo del Señor– para que fueran mi pueblo, mi fama, mi alabanza y mi honor. Pero no me escucharon».

Los cántaros de vino

12 Les dirás también:
–Esto dice el Señor: «Los cántaros sirven para conservar el vino».
Ellos te contestarán:
– ¿Te crees que no sabemos que los cántaros sirven para conservar el vino?

13 Entonces les dirás:
–Pues esto dice el Señor: «Voy a poner borrachos perdidos a todos los habitantes de este país, a los reyes que se sientan en el trono de David, a los sacerdotes, a los profetas y a todos los vecinos de Jerusalén.

14 Haré que se destrocen entre sí los padres con los hijos –oráculo del Señor–. No pienso conmoverme; ni compasión ni piedad evitarán que los destruya».

Enmendarse ante la llegada del fin

15 Escuchad, prestad mucha atención,
sin orgullo, que habla el Señor.

16 Honrad al Señor, vuestro Dios,
antes de que se echen las sombras,
antes de que tropiecen vuestros pies
por los montes, apenas sin luz;
antes de que la luz que esperáis
se convierta en sombras mortales,
se transforme en lóbregas tinieblas.

17 Pero si no escucháis, lloraré
en silencio vuestra arrogancia;
se desharán en llanto mis ojos,
verteré copiosas lágrimas
cuando deporten al rebaño del Señor.
La casa real deportada

18 Di al rey y a la reina madre:
«Sentaos humillados en el suelo,
pues ha caído de vuestras cabezas
la corona de vuestra dignidad.

19 Están las ciudades del Negueb
cerradas, sin nadie que las abra;
Judá ha sido deportada,
ha sido deportada por completo».
Jerusalén incapaz de convertirse

20 Alza tus ojos y mira
todos los que vienen del norte.
¿Dónde está el rebaño que se te dio,
dónde tus hermosas ovejas?

21 ¿Qué podrás decir, Jerusalén,
cuando lleguen y te castiguen,
tú que les habías enseñado
a tratarte como amigos?
¿No te vendrán los dolores
igual que a mujer en parto?

22 Tal vez dirás en tu interior:
«¿Por qué me ocurre todo esto?».
Debido a todas tus culpas
te alzan las faldas y quedan descubiertos tus tobillos.

23 ¿Muda el etíope de piel?,
¿cambia el leopardo sus manchas?
Y vosotros, educados en el mal,
¿podríais practicar el bien?

24 Por eso, os dispersaré como tamo
que arrebata el viento de la estepa.

25 Esta es tu suerte, la paga
que te daré –oráculo del Señor–,
pues te has olvidado de mí
y has confiado en la mentira.

26 También yo te he levantado
las faldas hasta la cara
y se han visto tus vergüenzas:

27 tus adulterios y relinchos,
tus planes de prostituta.
Arriba en los altos, por el campo,
he podido ver tus abominaciones.
¡Ay, Jerusalén, impura!,
¿hasta cuándo seguirás así?

La gran sequía. Una oración inútil

Capítulo 14

1 Palabra que el Señor dirigió a Jeremías a propósito de la sequía:

2 Judá está de luto,
sus puertas se consumen
por tierra, ennegrecidas.
Jerusalén lanza alaridos.

3 Sus nobles envían
a sus siervos por agua;
llegan a los aljibes:
no encuentran ni gota;
regresan de vacío,
confusos, humillados,
cubierta la cabeza.

4 El campo está extenuado
por falta de lluvia en el país.
Los labradores están abatidos:
también se cubren la cabeza.

5 Incluso la cierva en el campo
pare y abandona a sus crías
por falta de pastos.

6 Los onagros están junto a las dunas,
ventean lo mismo que chacales:
tienen la mirada mortecina
por falta de hierba.

7 Aunque nuestras culpas nos acusan,
haz algo, Señor, por tu nombre.
Son numerosas nuestras rebeldías,
hemos pecado contra ti.

8 Tú, esperanza de Israel,
salvador en tiempo de infortunio,
¿por qué habrías de portarte
como un forastero en el país,
lo mismo que hace un viajero
que solo se detiene a pernoctar?

9 ¿Por qué habrías de portarte
como un hombre aturdido,
como guerrero incapaz de salvar?
Tú estás entre nosotros, Señor,
y tu nombre es invocado sobre nosotros.
¡No te deshagas de nosotros!

10 Esto dice el Señor de este pueblo: «¡Cómo les gusta ir de aquí para allá sin dar tregua a sus pies! Pero el Señor no se complace en ellos: ahora se acuerda de sus culpas y va a castigar sus pecados».

11 Me dijo el Señor:
–No intercedas a favor de este pueblo.

12 Aunque ayunen, no pienso escuchar sus gritos. Aunque presenten holocaustos y ofrendas, no pienso complacerme en ellos. Voy a acabar con ellos mediante la espada, el hambre y la peste.

13 Respondí yo:
–¡Ay, Señor! Es que los profetas les dicen: «No veréis la espada ni pasaréis hambre. Os concederé permanente seguridad en este lugar».

14 El Señor me contestó:
–Esos profetas se valen de mi nombre para profetizar mentiras. Ni los he enviado, ni les he encargado nada; ni siquiera les he hablado. Os transmiten como profecía visiones falsas, oráculos vacíos y fantasías de su mente.

15 Por tanto, esto dice el Señor a los profetas que profetizan en mi nombre sin que yo los haya enviado, a esos que dicen que no habrá espada ni hambre en este país: «Esos profetas serán consumidos por la espada y por el hambre».

16 Y el pueblo al que profetizan aparecerá tirado por las calles de Jerusalén, víctima del hambre y de la espada. No serán enterrados, ni sus mujeres, hijos e hijas. Haré que recaiga sobre ellos su propia maldad.

17 Transmíteles esta palabra:
Mis ojos se deshacen en lágrimas,
de día y de noche no cesan:
por la terrible desgracia que padece
la doncella, hija de mi pueblo,
una herida de fuertes dolores.

18 Salgo al campo: muertos a espada;
entro en la ciudad: desfallecidos de hambre;
tanto el profeta como el sacerdote
vagan sin sentido por el país.

19 ¿Por qué has rechazado del todo a Judá?
¿Tiene asco tu garganta de Sión?
¿Por qué nos has herido sin remedio?
Se espera la paz, y no hay bienestar,
al tiempo de la cura sucede la turbación.

20 Reconocemos, Señor, nuestra impiedad,
la culpa de nuestros padres,
porque pecamos contra ti.

21 No nos rechaces, por tu nombre,
no desprestigies tu trono glorioso;
recuerda y no rompas tu alianza con nosotros.

22 ¿Tienen los gentiles ídolos de la lluvia?
¿Dan los cielos de por sí los aguaceros?
¿No eres tú, Señor, Dios nuestro;
tú, que eres nuestra esperanza,
porque tú lo hiciste todo?

Capítulo 15

1 Me dijo el Señor: «Aunque Moisés y Samuel se presentasen ante mí, no me pondría a favor de este pueblo. ¡Échalos de mi presencia, que se vayan!

2 Y si te preguntan adónde han de ir, les dices: Esto dice el Señor:
El destinado a la muerte, a la muerte;
el destinado a la espada, a la espada;
el destinado al hambre, al hambre;
el destinado al destierro, al destierro.

3 Los pondré en manos de cuatro destructores –oráculo del Señor–: la espada para degollar, los perros para despedazar, las aves y las bestias para devorar y destrozar.

4 Haré que sirvan de escarmiento para todos los reinos de la tierra, por culpa de Manasés, hijo de Ezequías, rey de Judá, por todo lo que hizo en Jerusalén».

5 ¿Quién se apiadará de ti, Jerusalén?
¿Quién te va a compadecer?
¿Quién se desviará de su camino
interesado por tu bienestar?

6 Eres tú quien me has abandonado
–oráculo del Señor–,
quien se ha vuelto de espaldas y se ha ido.
Y alargué mi mano para aniquilarte,
harto ya de compadecerte.

7 Los he aventado con la horquilla
por todas las ciudades del país;
he dejado a mi pueblo sin hijos,
lo he destruido del todo,
pero no han cambiado su conducta.

8 Sus viudas son numerosas,
más que las arenas del mar;
envié contra las madres de los jóvenes
devastadores a plena luz del día;
precipité sobre ellos de repente
sobresalto y confusión.

9 La madre de siete hijos
desfallece y pierde el aliento;
su sol se pone en pleno día,
se siente confusa y desconcertada.
El resto lo entregaré a la espada
de sus enemigos –oráculo del Señor–.

Confesiones de Jeremías: II

10 ¡Ay de mí, madre mía, me has engendrado
para discutir y pleitear por todo el país!
Ni presté ni me han prestado,
en cambio, todos me maldicen.

11 Dijo el Señor:
– ¿No te he fortalecido para bien?
¿No he intervenido en tu favor,
en tiempo de apuro e infortunio,
a causa de tus enemigos?

12 ¿Puede romperse el hierro,
el hierro del norte y el bronce?

13 Todos tus haberes y tesoros
voy a entregar al pillaje
por todo tu territorio,
a causa de tus pecados.

14 Te haré esclavo de tus enemigos
en un país desconocido,
pues arde mi ira como fuego
y va a estallar contra vosotros.

15 –Tú ya lo sabes, Señor:
acuérdate de mí, protégeme;
véngame de mis perseguidores.
No por dar largas a tu ira
vayan a acabar conmigo,
pues soporto ultrajes por tu causa.

16 Si encontraba tus palabras, las devoraba:
tus palabras me servían de gozo,
eran la alegría de mi corazón,
y tu nombre era invocado sobre mí,
Señor Dios del universo.

17 No me junté con la gente
amiga de la juerga y el disfrute;
me forzaste a vivir en soledad,
pues me habías llenado de tu ira.

18 ¿Por qué se ha hecho crónica mi llaga,
enconada e incurable mi herida?
Te has vuelto para mí arroyo engañoso
de aguas inconstantes.

19 Entonces respondió el Señor:
–Si vuelves, te dejaré volver,
y así estarás a mi servicio;
si separas la escoria del metal,
yo hablaré por tu boca.
Ellos volverán a ti,
pero tú no vuelvas a ellos.

20 Haré de ti frente al pueblo
muralla de bronce inexpugnable:
lucharán contra ti,
pero no te podrán,
porque yo estoy contigo
para librarte y salvarte
–oráculo del Señor–.

21 Te libraré de manos de los malvados,
te rescataré del puño de los violentos.

La vida del profeta como palabra de juicio

Capítulo 16

1 El Señor me habló en estos términos:

2 «No te cases, ni tengas hijos e hijas en este lugar»,

3 pues esto dice el Señor de los hijos e hijas nacidos en este lugar, de las madres que los han parido y de los padres que los engendraron en este país:

4 «Tendrán una muerte miserable; no serán llorados ni sepultados. Servirán de estiércol para el campo. La espada y el hambre acabarán con ellos; sus cadáveres servirán de alimento a las aves y a las bestias».

5 Esto dice el Señor: «No visites la casa donde estén de luto; no tomes parte en el duelo ni les des el pésame, pues he retirado de este pueblo mi amistad, mi amor y mi compasión –oráculo del Señor–.

6 Morirán grandes y pequeños en esta tierra; no serán sepultados ni llorados; nadie se hará incisiones ni se rapará por ellos;

7 nadie partirá el pan del duelo para consolar a los que lloran por los difuntos, ni les darán a beber la copa del consuelo por su padre o por su madre.

8 Tampoco entres en casas donde se celebra un banquete; no te sientes a comer y beber entre los comensales.

9 Pues esto dice el Señor del universo, Dios de Israel: Haré desaparecer de este lugar, ante vuestros ojos y en vida vuestra, la voz de la alegría y de la fiesta, la voz del novio y de la novia.

10 Después, cuando hayas comunicado a este pueblo todo esto y te pregunten: “ ¿Por qué ha pronunciado el Señor contra nosotros esta terrible desgracia? ¿Cuál es nuestra culpa y qué pecados hemos cometido contra el Señor, nuestro Dios?",

11 les responderás: “Porque vuestros padres me abandonaron –oráculo del Señor– para irse tras dioses extranjeros, para darles culto y adorarlos; me abandonaron y no cumplieron mi ley.

12 Y vosotros os habéis portado peor que vuestros padres, pues solo seguís los planes de vuestro obstinado y perverso corazón, negándoos a escucharme.

13 Así que voy a arrojaros de esta tierra a otra que ni vosotros ni vuestros padres conocéis. Allí daréis culto día y noche a dioses extranjeros, pues no pienso concederos mi perdón".

Nueva repatriación

14 Pero llegarán días –oráculo del Señor– en que ya no se jurará “Por vida del Señor, que hizo subir a los israelitas de Egipto",

15 sino “Por vida del Señor, que hizo subir a los israelitas del país del norte y de todos los países por donde los dispersó". Así es, pues yo los haré volver a su tierra, la que di a sus antepasados.

Continúa el tema del castigo

16 Voy a enviar a muchos pescadores a que los pesquen –oráculo del Señor–, y después a muchos cazadores a que los cacen por montes y cerros, y por las hendiduras de las peñas.

17 Mis ojos observan su conducta, no se me oculta; ni sus culpas pueden escapar a mi mirada.

18 Tendrán que pagar el doble del castigo que merecen sus culpas y pecados, pues profanaron mi tierra con la carroña de sus ídolos y llenaron mi heredad de abominaciones».

Conversión de los gentiles

19 Señor, mi fuerza y fortaleza,
mi refugio cuando llega el peligro.
Acudirán a ti los gentiles
de los confines de la tierra, y dirán:
«Nuestros padres nos legaron la mentira,
la vaciedad, pues son cosa inútil».

20 ¿Puede un hombre hacerse dioses?
¡Pero si eso no son dioses!

21 Por eso voy a instruirlos;
esta vez quiero mostrarles
mi fuerza y mi poderío,
y sabrán que soy el Señor.

Insistencia en los pecados de Judá

Capítulo 17

1 El pecado de Judá está escrito
con un estilete de hierro,
grabado con punta de diamante
sobre la tabla de su corazón,
en los ángulos de sus altares.

2 Así sus hijos recuerdan
sus altares y sus cipos
bajo todo árbol frondoso,
sobre elevados oteros,

3 en los cabezos del campo.
Todos tus haberes y tesoros
voy a entregar al pillaje,
por haber pecado en los cerros,
en todo tu territorio.

4 Haré que abandones tu tierra,
la heredad que yo te otorgué;
te haré esclavo de tus enemigos
en un país desconocido,
pues arde mi ira como fuego
y va a estallar contra vosotros.

Dichos sapienciales

5 Esto dice el Señor:
«Maldito quien confía en el hombre,
y busca el apoyo de las criaturas,
apartando su corazón del Señor.

6 Será como cardo en la estepa,
que nunca recibe la lluvia;
habitará en un árido desierto,
tierra salobre e inhóspita.

7 Bendito quien confía en el Señor
y pone en el Señor su confianza.

8 Será un árbol plantado junto al agua,
que alarga a la corriente sus raíces;
no teme la llegada del estío,
su follaje siempre está verde;
en año de sequía no se inquieta,
ni dejará por eso de dar fruto.

9 Nada hay más falso y enfermo
que el corazón: ¿quién lo conoce?

10 Yo, el Señor, examino el corazón,
sondeo el corazón de los hombres
para pagar a cada cual su conducta
según el fruto de sus acciones».

11 Perdiz que incuba huevos ajenos
es el que hace fortuna injustamente:
en la flor de sus días lo abandona
y acaba su vida como un necio.

Confianza en el Señor del templo

12 Trono de gloria, excelso desde siempre
es el lugar donde se alza nuestro templo.

13 Señor, esperanza de Israel,
quienes te abandonan fracasan;
quienes se apartan de ti
quedan inscritos en el polvo
por haber abandonado al Señor,
la fuente de agua viva.

Confesiones de Jeremías: III

14 Cúrame, Señor, y quedaré curado;
ponme a salvo, y a salvo quedaré,
pues a ti se dirige mi alabanza.

15 Ellos me dicen: «¿Dónde está
la palabra del Señor? ¡Que se cumpla!».

16 Pero yo no te he presionado
para que tú envíes desgracias;
tampoco he estado deseando
la llegada de un día infausto.
Tú sabes lo que dicen mis labios,
pues antes estuvo en tu presencia.

17 No seas para mí causa de terror,
tú, mi refugio en los días aciagos.

18 ¡Que fracasen mis perseguidores,
no sea yo quien fracase!
¡Que sientan ellos terror,
no sea yo el aterrado!
¡Haz que les llegue el día aciago,
quebrántalos con doble quebranto!

El sábado

19 Esto me dijo el Señor: «Ve y ponte ante la Puerta de Benjamín, por donde entran y salen los reyes de Judá, y ante todas las puertas de Jerusalén.

20 Dirás a la gente: Escuchad la palabra del Señor, reyes de Judá, todo Judá y habitantes de Jerusalén que entráis por estas puertas.

21 Esto dice el Señor: Guardaos muy bien de transportar cargas en sábado y de meterlas por las puertas de Jerusalén.

22 Tampoco saquéis carga alguna de vuestras casas en sábado, ni hagáis ningún tipo de trabajo. Antes bien, reconoced la santidad del sábado, tal como ordené a vuestros padres.

23 Bien es verdad que ellos no escucharon ni aprendieron; al contrario, endurecieron su cerviz y no escucharon ni aprendieron la lección.

24 Pero si vosotros me hacéis caso –oráculo del Señor– y no metéis cargas por las puertas de Jerusalén en sábado, si reconocéis la santidad del sábado y no realizáis en él trabajo alguno,

25 entonces veréis cómo entran por las puertas de esta ciudad reyes que se sentarán en el trono de David, montados en carruajes y a lomos de caballo, acompañados de sus ministros, de la gente de Judá y de los habitantes de Jerusalén; y esta ciudad estará siempre habitada.

26 Entonces llegará gente de las ciudades de Judá, del distrito de Jerusalén, del territorio de Benjamín, de la Sefelá y del Negueb a ofrecer holocaustos, sacrificios, oblaciones e incienso, y a traer víctimas de acción de gracias al templo del Señor.

27 Pero, si no me hacéis caso, si no reconocéis la santidad del sábado y no dejáis de transportar cargas y de meterlas por las puertas de Jerusalén en sábado, prenderé fuego a sus puertas, un fuego inextinguible que consumirá los palacios de Jerusalén».

En casa del alfarero

Capítulo 18

1 Palabra que el Señor dirigió a Jeremías:

2 «Anda, baja al taller del alfarero, que allí te comunicaré mi palabra».

3 Bajé al taller del alfarero, que en aquel momento estaba trabajando en el torno.

4 Cuando le salía mal una vasija de barro que estaba torneando (como suele ocurrir al alfarero que trabaja con barro), volvía a hacer otra vasija, tal como a él le parecía.

5 Entonces el Señor me dirigió la palabra en estos términos:

6 «¿No puedo yo trataros como este alfarero, casa de Israel? –oráculo del Señor–. Pues lo mismo que está el barro en manos del alfarero, así estáis vosotros en mi mano, casa de Israel.

7 Si en algún momento hablo de arrancar, arrasar y destruir un pueblo o un reino,

8 pero resulta que ese pueblo se arrepiente de su maldad, también yo desistiré del mal que pensaba hacerle.

9 Y, al contrario, si hablo de construir o plantar un pueblo o un reino,

10 pero resulta que ese pueblo hace lo que me parece mal y no me escucha, entonces también yo desistiré del bien que había pensado hacerle.

11 Así que di a la gente de Judá y a los habitantes de Jerusalén: “Esto dice el Señor: Yo soy el alfarero, y estoy dando forma a una desgracia y urdiendo un plan contra vosotros. Que cada cual abandone su mala conducta y mejore su proceder y sus acciones".

12 Pero seguramente te dirán: “De eso nada. Seguiremos haciendo lo que nos hemos propuesto, actuaremos según nuestro perverso y obstinado corazón"».

13 Pues bien, esto dice el Señor:
«Preguntad por tierras de gentiles
quién escuchó cosa igual:
algo espantoso ha cometido
la doncella, capital de Israel.

14 ¿Faltará en los riscos escarpados
la nieve que cae sobre el Líbano?
¿Se agotarán las aguas crecidas,
las aguas frescas y corrientes?

15 Pues bien, mi pueblo me ha olvidado
y ofrece incienso a una nada.
Tropiezan en sus caminos,
en los senderos de siempre,
y se aventuran por sendas,
por caminos no allanados;

16 y así desuelan su tierra,
objeto de burla eterna;
todo el que pase se espantará,
se burlará moviendo la cabeza.

17 Como viento solano los aventaré
delante del enemigo;
volveré la espalda por no verlos
el día de la desgracia».

Confesiones de Jeremías: IV

18 Ellos dijeron: «Venga, tramemos un plan contra Jeremías porque no faltará la ley del sacerdote, ni el consejo del sabio, ni el oráculo del profeta. Venga, vamos a hablar mal de él y no hagamos caso de sus oráculos».

19 Hazme caso, Señor,
escucha lo que dicen mis oponentes.

20 ¿Se paga el bien con el mal?,
¡pues me han cavado una fosa!
Recuerda que estuve ante ti,
pidiendo clemencia por ellos,
para apartar tu cólera.

21 Pues entrega sus hijos al hambre,
que queden a merced de la espada,
y sus mujeres viudas y sin hijos;
que los hombres mueran asesinados,
los jóvenes acribillados en la guerra.

22 Que se oigan gritos en las casas
cuando envíes salteadores de improviso,
pues cavaron una fosa para atraparme,
escondieron trampas a mi paso.

23 Señor, tú conoces muy bien
sus planes homicidas contra mí.
No pases por alto su crimen,
no apartes de tu vista su pecado.
Que caigan derribados a tus pies,
atácalos cuando estalle tu cólera.

La jarra rota

Capítulo 19

1 El Señor me dijo: «Ve a comprar una jarra de loza, y que te acompañen algunos concejales y sacerdotes.

2 Sal hacia el valle de Ben Hinnón, por la Puerta de los Cascotes, y proclama allí lo que voy a decirte.

3 Dirás: “Escuchad la palabra del Señor, reyes de Judá y vecinos de Jerusalén: Esto dice el Señor del universo, Dios de Israel: Voy a traer sobre este lugar una catástrofe que, a quien la oiga, le zumbarán los oídos.

4 Porque me han abandonado, han hecho extraño este lugar sacrificando en él a dioses extranjeros, que ni ellos ni sus padres conocían, y los reyes de Judá lo han llenado de sangre inocente.

5 Han construido recintos sagrados a Baal para quemar en ellos a sus hijos como holocaustos en honor de Baal, cosa que no les mandé, ni les sugerí, ni se me pasó por la cabeza.

6 Por eso llegan días –oráculo del Señor– en que ya no llamarán a este lugar ‘Tófet’ ni ‘valle de Ben Hinnón’, sino ‘valle de la Matanza’.

7 Haré que fracasen en él los planes de Judá y Jerusalén, los haré caer a espada ante sus enemigos, por mano de los que quieren matarlos, y daré sus cadáveres como pasto a las aves y a las bestias.

8 Convertiré esta ciudad en objeto de espanto y de burla: los que pasen junto a ella se espantarán y silbarán a la vista de tantas heridas.

9 Haré que se coman a sus hijos e hijas, que se coman unos a otros, cuando les aprieten y estrechen el cerco sus enemigos mortales".

10 Después romperás la jarra en presencia de tus acompañantes

11 y les dirás: “Esto dice el Señor del universo: Así romperé yo a este pueblo y a esta ciudad, como se rompe un cacharro de barro sin que se pueda recomponer. Y enterrarán en Tófet por falta de sitio.

12 Así trataré a este lugar y a sus habitantes. Haré de esta ciudad un Tófet –oráculo del Señor–;

13 las casas de Jerusalén y los palacios reales de Judá serán inmundos como el lugar de Tófet, esas casas en cuyas azoteas quemaban ofrendas con incienso a los astros del cielo y derramaban libaciones a dioses extranjeros"».

Nuevas palabras de condena de Jerusalén

14 Jeremías volvió de Tófet, adonde lo había mandado el Señor a profetizar, se plantó en el atrio del templo y dijo a toda la gente:

15 «Esto dice el Señor del universo, Dios de Israel: “Voy a traer sobre esta ciudad y su comarca todos los males con que la he amenazado, porque endurecieron su cerviz y no escucharon mis palabras"».

Capítulo 20

1 Pasjur, hijo de Imer, comisario del templo del Señor, oyó a Jeremías profetizar aquello.

2 Pasjur hizo azotar al profeta Jeremías y lo metió en el cepo que se encuentra en la Puerta de Benjamín, la de arriba, en el templo del Señor.

3 A la mañana siguiente, cuando Pasjur lo sacó del cepo, Jeremías le dijo: «El Señor ya no te llama Pasjur, sino Pavor-en-torno,

4 pues esto dice el Señor: “Te voy a convertir en pavor para ti y para todos tus amigos, que caerán víctimas de la espada enemiga en tu presencia. Entregaré a todos los habitantes de Judá en poder del rey de Babilonia, que los desterrará a Babilonia y los matará a espada.

5 En cuanto a todas las riquezas de esta ciudad, sus bienes, objetos preciosos y los tesoros reales de Judá, los entregaré a sus enemigos, que los saquearán, los pillarán y se los llevarán a Babilonia.

6 Y tú, Pasjur, irás desterrado a Babilonia junto con toda tu familia. Allí morirás y serás enterrado con todos tus amigos, a quienes profetizabas tus embustes"».

Confesiones de Jeremías: V

7 Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir;
has sido más fuerte que yo y me has podido.
He sido a diario el hazmerreír,
todo el mundo se burlaba de mí.

8 Cuando hablo, tengo que gritar,
proclamar violencia y destrucción.
La palabra del Señor me ha servido
de oprobio y desprecio a diario.

9 Pensé en olvidarme del asunto y dije:
«No lo recordaré; no volveré a hablar en su nombre»;
pero había en mis entrañas como fuego,
algo ardiente encerrado en mis huesos.
Yo intentaba sofocarlo, y no podía.

10 Oía la acusación de la gente:
«“Pavor-en-torno",
delatadlo, vamos a delatarlo».
Mis amigos acechaban mi traspié:
«A ver si, engañado, lo sometemos
y podemos vengarnos de él».

11 Pero el Señor es mi fuerte defensor:
me persiguen, pero tropiezan impotentes.
Acabarán avergonzados de su fracaso,
con sonrojo eterno que no se olvidará.

12 Señor del universo, que examinas al honrado
y sondeas las entrañas y el corazón,
¡que yo vea tu venganza sobre ellos,
pues te he encomendado mi causa!

13 Cantad al Señor, alabad al Señor,
que libera la vida del pobre
de las manos de gente perversa.

14 Maldito el día en que nací,
no sea tenido por bendito
el día en que mi madre me parió.

15 Maldito el hombre que anunció
la buena noticia a mi padre:
«Te ha nacido un hijo varón»,
y le dio una gran alegría.

16 Sea ese hombre igual que las ciudades
que el Señor destruyó sin compasión;
que escuche alaridos de mañana,
gritos de guerra al mediodía.

17 ¿Por qué no me mató en el vientre?
Mi madre habría sido mi sepulcro,
con su vientre preñado eternamente.

18 ¿Por qué hube de salir del vientre
para pasar trabajos y fatigas
y acabar mis días deshonrado?

Contra reyes y profetas

Contra Sedecías

Capítulo 21

1 Palabra que el Señor dirigió a Jeremías cuando el rey Sedecías le envió a Pasjur, hijo de Malquías, y al sacerdote Sofonías, hijo de Maasías, con este mensaje:

2 –Consulta al Señor de nuestra parte, pues Nabucodonosor, rey de Babilonia, está en guerra con nosotros. A ver si el Señor obra alguno de sus prodigios en nuestro favor y Nabucodonosor levanta el cerco.

3 Jeremías les respondió:
–Volved a Sedecías con este mensaje:

4 «Esto dice el Señor, Dios de Israel: Haré que retrocedan las armas que empuñáis para luchar contra el rey de Babilonia y los caldeos que os atacan desde fuera de las murallas; y los reuniré en medio de esta ciudad.

5 Yo mismo lucharé contra vosotros con mano extendida y brazo potente, con ira, con cólera y con rabia incontrolada.

6 Mataré a los habitantes de esta ciudad: hombres y bestias morirán de una peste funesta.

7 Después de esto –oráculo del Señor– entregaré a Sedecías, rey de Judá, a sus cortesanos y a la gente de esta ciudad que haya sobrevivido a la peste, a la espada y al hambre, en manos de Nabucodonosor, rey de Babilonia, en manos de sus enemigos y de cuantos quieren su muerte. Acabará con ellos a filo de espada, sin piedad, clemencia o compasión».

8 «Y a ese pueblo le dirás: Esto dice el Señor: “Voy a deciros la forma de seguir con vida y el camino que os conducirá a la muerte.

9 Quien se quede en esta ciudad morirá a espada, de hambre o de peste; pero quien salga y se rinda a los caldeos que os asedian seguirá con vida: su vida será su botín.

10 Porque me he fijado en esta ciudad para su mal, no para su bien –oráculo del Señor–; así que será entregada en manos del rey de Babilonia, que la pasará a fuego"».

Contra la casa real

11 A la casa real de Judá:
escuchad la palabra del Señor.

12 Casa de David, esto dice el Señor:
Juzgad cada mañana conforme a derecho,
librad al oprimido de manos del opresor,
no sea que estalle mi cólera como fuego,
arda y no haya quien la extinga,
por culpa de vuestras malas acciones.

13 Aquí me tienes contra ti,
ciudad asentada en el valle,
roca que domina la llanura
–oráculo del Señor–.
Vosotros andáis diciendo:
«¿Quién vendrá contra nosotros?,
¿quién penetrará en nuestras guaridas?».

14 Pues voy a pediros cuentas
tal como merecen vuestras obras
–oráculo del Señor–.
Pegaré fuego a su bosque,
que devorará todo alrededor.

Capítulo 22

1 Esto dijo el Señor: Baja al palacio del rey de Judá y transmítele este mensaje:

2 Escucha la palabra del Señor, rey de Judá, que te sientas en el trono de David; y que la escuchen también tus cortesanos y tu pueblo, que entran por estas puertas.

3 Esto dice el Señor: Practicad la justicia y el derecho, librad al oprimido del opresor, no explotéis al forastero, al huérfano y a la viuda, no derraméis sin piedad sangre inocente en este lugar.

4 Pues, si ponéis en práctica esto que os digo, seguirán entrando por las puertas de este palacio reyes que ocuparán el trono de David, montados en carruajes y a lomos de caballo, acompañados de sus ministros y de su pueblo.

5 Pero, si no hacéis caso de lo que os digo, por mi vida –oráculo del Señor–, que convertiré en ruinas este palacio.

6 Pues esto dice el Señor sobre el palacio real de Judá:
Eras para mí como Galaad,
igual que la cumbre del Líbano;
pero juro que voy a convertirte
en desierto; serán tus poblados
lugares vacíos de habitantes.

7 Designaré contra ti destructores,
cada cual provisto de su hacha:
talarán tus cedros más selectos,
que después arrojarán al fuego.

8 Gente de distintos pueblos pasará cerca de esta ciudad y se preguntarán unos a otros: «¿Por qué ha tratado así el Señor a esta ciudad tan importante?».

9 Y algunos les responderán: «Porque abandonaron la alianza que habían hecho con el Señor, su Dios, y se dedicaron a adorar y a dar culto a otros dioses».

Contra Joacaz

10 No lloréis por un muerto
ni hagáis duelo por él;
llorad, llorad por el que se va,
pues no regresará ni verá
la patria que lo vio nacer.

11 Esto dice el Señor a Salún, sucesor de su padre Josías, rey de Judá: «El que salió de este lugar ya no regresará;

12 morirá en el lugar adonde lo deportaron. Jamás volverá a esta tierra».

Contra Joaquim

13 ¡Ay del que edifica sus palacios sobre injusticia,
construye sus salones violando el derecho!
Obliga a trabajar gratis a sus hombres,
los priva del jornal que se han ganado.

14 Piensa: «Me haré un palacio espacioso,
con salones superiores bien ventilados.
Que abran ventanales, lo recubran de cedro
y pinten todo de color escarlata».

15 ¿Piensas acaso que eres rey
porque sabes competir en cedros?
Tu padre comió y bebió,
pero practicó la justicia y el derecho;
por eso todo le fue bien.

16 Defendió a pobres y desvalidos,
¡y eso sí que es conocerme!
–oráculo del Señor–.

17 Pero solo tienes ojos y corazón
para buscar tu propio interés,
para derramar sangre de inocentes
y practicar la opresión y el atropello.

18 Por tanto, esto dice el Señor acerca de Joaquim, hijo de Josías, rey de Judá:
Nadie plañirá en su funeral:
¡Ay hermano! ¡Ay hermana!
Nadie plañirá en su funeral:
¡Ay Señor! ¡Ay Majestad!

19 Será enterrado como un asno,
será arrastrado y tirado
fuera de las puertas de Jerusalén.

Contra Jerusalén

20 Asciende al Líbano y grita,
alza tu voz por Basán
y clama desde Abarín,
pues están destrozados tus amantes.

21 Te hablé cuando vivías tranquila,
y dijiste: «No quiero oírte».
¡Tu típica conducta desde joven:
nunca escuchabas mis palabras!

22 El viento apacentará a tus pastores,
tus amantes irán desterrados;
entonces sentirás decepción,
vergüenza por toda tu maldad.

23 Tú, que te asientas en el Líbano,
que has puesto tu nido entre cedros,
¡qué gritos cuando lleguen los dolores
y te retuerzas como una parturienta!

Contra Jeconías

24 Por mi vida –oráculo del Señor–, que aunque tú, Jeconías, hijo de Joaquim, rey de Judá, fueses el sello de mi mano derecha, te arrancaría

25 y te entregaría en manos de los que quieren quitarte la vida y de la gente que más temes: de Nabucodonosor, rey de Babilonia, y de los caldeos.

26 Os expulsaré a ti y a la madre que te trajo al mundo a otro país, donde no nacisteis. Y allí moriréis.

27 No volverán a la tierra adonde anhelan regresar.

28 ¿Es un cacharro despreciable
y roto este tal Jeconías?
¿O quizá es un trasto inútil?
¿Pues por qué ha sido arrojado,
junto con toda su familia,
a un país desconocido?

29 ¡Tierra, tierra, tierra,
escucha la palabra del Señor!

30 Esto dice el Señor:
«Inscribid a este hombre como estéril,
un varón malogrado en vida:
no logró que alguien de su estirpe
ocupara el trono de David
y siguiera gobernando en Judá».

El pastor mesiánico

Capítulo 23

1 ¡Ay de los pastores que dispersan y dejan que se pierdan las ovejas de mi rebaño! –oráculo del Señor–.

2 Por tanto, esto dice el Señor, Dios de Israel a los pastores que pastorean a mi pueblo: «Vosotros dispersasteis mis ovejas y las dejasteis ir sin preocuparos de ellas. Así que voy a pediros cuentas por la maldad de vuestras acciones –oráculo del Señor–.

3 Yo mismo reuniré el resto de mis ovejas de todos los países adonde las expulsé, y las volveré a traer a sus dehesas para que crezcan y se multipliquen.

4 Les pondré pastores que las apacienten, y ya no temerán ni se espantarán. Ninguna se perderá –oráculo del Señor–».

5 Mirad que llegan días –oráculo del Señor–
en que daré a David un vástago legítimo:
reinará como monarca prudente,
con justicia y derecho en la tierra.

6 En sus días se salvará Judá,
Israel habitará seguro.
Y le pondrán este nombre:
«El-Señor-nuestra-justicia».

7 Así que llegan días –oráculo del Señor– en que ya no se dirá: «Lo juro por el Señor, que sacó a los hijos de Israel de Egipto»,

8 sino: «Lo juro por el Señor, que sacó a la casa de Israel del país del norte y de los países por donde los dispersó, y los trajo para que habitaran en su propia tierra».

Contra los profetas

9 A los profetas:
Tengo roto el corazón en mi interior,
se estremecen todos mis huesos;
me siento como un borracho,
como un hombre cargado de vino.
Y todo por la causa del Señor,
debido a sus santas palabras.

10 El país está lleno de adúlteros
(A causa de tantas maldiciones,
la tierra se ha cubierto de luto;
se secan los pastos de la estepa),
todos corren tras el mal,
su poder está en la injusticia.

11 Sacerdotes y profetas son impíos:
¡en mi templo he encontrado su maldad!
–oráculo del Señor–.

12 Por eso, su camino
se hará resbaladizo;
empujados a la tiniebla,
en la tiniebla caerán.
Pienso traerles la desgracia
cuando venga a pedirles cuentas
–oráculo del Señor–.

13 He visto en los profetas de Samaría
un verdadero desatino:
profetizan en nombre de Baal
y extravían a mi pueblo, Israel.

14 Pero en los profetas de Jerusalén
observo una cosa monstruosa:
son adúlteros, van tras la mentira,
les gusta animar a los malvados,
pues ninguno abandona su maldad.
Se me han vuelto todos como Sodoma,
sus habitantes igual que Gomorra.

15 Por tanto, esto dice el Señor del universo tocante a los profetas:
«Les daré a comer ajenjo,
y agua corrompida para beber,
pues por culpa de los profetas de Jerusalén
se esparció la iniquidad por el país».

16 Esto dice el Señor del universo:
«No escuchéis la voz de los profetas:
tratan de embaucaros con sus palabras,
os transmiten visiones imaginarias,
cosas que no ha dicho el Señor.

17 A los que me desprecian les dicen:
“Tendréis paz; lo ha dicho el Señor";
y a los de corazón obstinado:
“No os pasará nada malo".

18 ¿Quién estuvo en el consejo del Señor?
¿Quién lo vio y escuchó su palabra?
¿Quién oyó su palabra y la escuchó?

19 Ya está aquí la tormenta del Señor,
un huracán que gira y descarga
encima de la cabeza de los malvados;

20 no se calmará la cólera del Señor
hasta que haya ejecutado su propósito.
Después de que pase ese tiempo
lograréis entenderlo todo.

21 Yo no envié a esos profetas,
pero ellos corrían;
no les comuniqué mi palabra,
pero ellos profetizaban.

22 Si hubieran asistido a mi consejo,
transmitirían al pueblo mi palabra:
les harían dejar el mal camino
y abandonar sus malas acciones».

23 ¿Soy solo Dios en la cercanía
y no lo soy en la lejanía?
–oráculo del Señor–.

24 Si alguien se oculta en su escondrijo,
¿creéis que no podré verlo?
–oráculo del Señor–.
¿No lleno el cielo y la tierra?
–oráculo del Señor–.

25 Ya he escuchado lo que dicen los profetas, esos que andan profetizando mentiras en mi nombre, esos que van anunciando: «He tenido un sueño, he tenido un sueño».

26 ¿Hasta cuándo durará esto? La mente de los profetas está repleta de falsedades, todo producto de su fantasía.

27 Con los sueños que se cuentan entre sí pretenden que mi pueblo me olvide, como me olvidaron sus padres por Baal.

28 El profeta que tenga un sueño, que lo cuente como sueño; y el que esté en posesión de mi palabra, que la transmita fielmente.
¿Qué tiene que ver la paja con el grano?
–oráculo del Señor–.

29 ¿No es mi palabra como fuego,
como martillo que cuartea la roca?
–oráculo del Señor–.

30 Pues aquí estoy yo contra los profetas que se roban entre sí mis palabras –oráculo del Señor–.

31 Aquí estoy yo contra los profetas que se valen de su lengua para pronunciar oráculos –orácu­lo del Señor–.

32 Aquí estoy yo contra los profetas que tienen falsos sueños y los cuentan –oráculo del Señor–, extraviando así a mi pueblo con sus mentiras y pretensiones. Y resulta que no los envié ni les di orden alguna. Por eso, no pueden servir de provecho a este pueblo –oráculo del Señor–.

33 Si alguien de este pueblo, o un profeta o sacerdote, te pregunta: «¿Cuál es la carga del Señor?», le respondes: «La carga sois vosotros y voy a dejaros caer» –oráculo del Señor–.

34 Y si un profeta, un sacerdote u otra persona del pueblo dice «carga del Señor», le pediré cuentas a él y a su familia.

35 Así que, cuando habléis entre vosotros, preguntaréis: «¿Qué ha respondido el Señor? ¿Qué ha dicho el Señor?».

36 Y olvidaos ya de la expresión «carga del Señor», pues cada cual cargará con su palabra, ya que habéis pervertido la palabra del Dios vivo, del Señor del universo, nuestro Dios.

37 Así preguntaréis al profeta: «¿Qué ha respondido el Señor? ¿Qué ha dicho el Señor?»,

38 pues si seguís hablando de la carga del Señor, siendo así que os prohibí pronunciar esa frase,

39 os aseguro que os levantaré en vilo y os arrojaré lejos de mí: a vosotros y a la ciudad que os di a vosotros y a vuestros padres.

40 Descargaré sobre vosotros una afrenta y una vergüenza eternas, que jamás serán olvidadas.

Los cestos de higos

Capítulo 24

1 El Señor me mostró dos cestos de higos colocados delante de su templo. (El suceso tuvo lugar después de que Nabucodonosor, rey de Babilonia, deportara a Jeconías, rey de Judá, hijo de Joaquim, a la gente principal de Judá y a los artesanos y trabajadores del metal de Jerusalén, y se los llevara a Babilonia).

2 Uno de los cestos contenía higos buenísimos, como las brevas; el otro contenía higos malísimos, tan malos que no se podían comer.

3 El Señor me preguntó:
– ¿Qué ves, Jeremías?
Respondí:
–Veo higos. Los buenos son buenísimos, pero los malos son tan malos que no se pueden comer.

4 Entonces el Señor me habló así:

5 –Esto dice el Señor, Dios de Israel: «Como ocurre con estos higos buenos, que da gusto verlos, voy a mirar con agrado a los desterrados de Judá, que expulsé de este lugar a la tierra de los caldeos.

6 Los miraré con benevolencia y los haré volver a este país; los reconstruiré y no los destruiré; los replantaré y no los arrancaré.

7 Les daré un corazón capaz de conocerme: sabrán que yo soy el Señor. Ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios cuando vuelvan a mí de todo corazón».

8 En cambio, esto dice el Señor: «Como ocurre con los higos malos, que de tan malos no se pueden comer, así trataré al rey Sedecías, a su gente principal y al resto de Jerusalén que quede en este país o que resida en Egipto.

9 Los convertiré en escarmiento de todos los reinos de la tierra: serán objeto de insultos, sátiras, burlas y maldiciones en todos los lugares adonde los disperse.

10 Haré que los persigan la espada, el hambre y la peste, hasta que desaparezcan de la tierra que les di a ellos y a sus padres».

Capítulo 25

1 Palabra que recibió Jeremías relativa a toda la gente de Judá el año cuarto de Joaquim, hijo de Josías, rey de Judá. (Era el año primero de Nabucodonosor, rey de Babilonia).

2 El profeta Jeremías la pronunció ante toda la gente de Judá y todos los habitantes de Jerusalén en estos términos:

3 Desde el año decimotercero de Josías, hijo de Amón, rey de Judá, hasta ahora (veintitrés años en total) el Señor me ha estado dirigiendo la palabra, y yo os la he estado comunicando día tras día, pero no habéis escuchado.

4 También os envió el Señor día tras día a sus siervos, los profetas, y tampoco escuchasteis ni prestasteis atención.

5 Os decían: «Que cada cual abandone su mala conducta y sus malas acciones, de ese modo volveréis a la tierra que el Señor os dio a vosotros y a vuestros padres, desde siempre y para siempre.

6 No vayáis detrás de dioses extranjeros para servirlos y darles culto, y no me irritéis con las obras de vuestras manos; así no os enviaré ningún mal».

7 Pero, para vuestra desgracia, no me hicisteis caso –oráculo del Señor–, pues seguisteis irritándome con las obras de vuestras manos.

8 Por tanto, esto dice el Señor del universo: «Por no haberme hecho caso,

9 voy a mandar que busquen a todos los pueblos del norte –oráculo del Señor– y a mi siervo Nabucodonosor, rey de Babilonia. Los traeré contra esta tierra y sus habitantes, y contra las naciones de alrededor; los consagraré al exterminio y los convertiré en objeto de estupor y burla, y en desolación perpetua.

10 Haré que enmudezcan entre ellos las voces alegres de fiesta, las voces del novio y de la novia, el ruido de la molienda y la luz del candil.

11 Y todo este país quedará convertido en ruina y desolación, al tiempo que estas naciones quedarán sometidas al rey de Babilonia durante setenta años.

12 Después, una vez cumplidos los setenta años, pediré cuentas al rey de Babilonia y a su nación por todos sus crímenes –oráculo del Señor–, y convertiré la tierra de los caldeos en desolación perpetua.

13 Haré que se cumplan contra aquel país todas las amenazas que he pronunciado contra él, todo lo escrito en este libro: las profecías de Jeremías contra las naciones.

14 También los caldeos serán sometidos por numerosas naciones y reyes poderosos, y les daré la paga que merezcan sus acciones, lo que hayan realizado».

LA COPA DE LA CÓLERA (25,15-38)

15 Esto me dijo el Señor, Dios de Israel: «Toma esta copa del vino de la cólera que tengo en la mano y haz que la beban todas las naciones a las que voy a enviarte.

16 Que beban, se tambaleen y enloquezcan ante la espada que voy a enviar en medio de ellas.

17 Tomé la copa que me daba el Señor e hice que bebieran de ella todas las naciones a las que me había enviado el Señor:

18 a Jerusalén, a los poblados de Judá, a sus reyes y dignatarios, para convertirlos en ruina y desolación, en objeto de burla y maldición (tal como sucede actualmente);

19 al faraón, rey de Egipto, a sus cortesanos y dignatarios, a todo el pueblo y

20 a los mercenarios; a todos los reyes de la tierra de Us, y a todos los reyes de territorio filisteo: Ascalón, Gaza, Ecrón y el resto de Asdod;

21 a Edón, Moab y los amonitas;

22 a los reyes de Tiro y de Sidón, y a los de las costas de ultramar;

23 a Dedán, Temá y Buz, y a todos los que se afeitan las sienes;

24 a todos los reyes de Arabia y de los mercenarios que habitan en el desierto;

25 a todos los reyes de Zimrí, de Elán y de Media;

26 a todos los reyes del norte, cercanos y lejanos, uno detrás de otro, y a todos los reinos que ocupan la superficie de la tierra. Y el rey de Sesac será el último en beber».

27 Les dirás: «Esto dice el Señor del universo, rey de Israel: Bebed, emborrachaos, vomitad y caed para no levantaros ante la espada que voy a enviar en medio de vosotros.

28 Y si se niegan a aceptar la copa que les das para beber, les dices: Esto os comunica el Señor del universo: Tenéis que beber sin remedio,

29 pues, si voy a empezar el castigo por la ciudad que lleva mi nombre, ¿creéis que vais a quedar impunes? ¡Ni lo penséis!, pues voy a llamar a la espada para que acabe con todos los habitantes de la tierra –oráculo del Señor–».

30 Así que les anuncias todas estas amenazas y les dices:
El Señor ruge desde lo alto,
clama desde su santa morada;
ruge y ruge contra su dehesa,
grita igual que los lagareros
contra todos los habitantes del país.

31 Se oye el eco en los confines de la tierra,
pues el Señor pleitea con las naciones,
viene a juzgar a toda criatura,
entrega a los malvados a la espada
–oráculo del Señor–.

32 Esto dice el Señor del universo:
Mirad, un desastre va pasando
de una nación a otra;
se eleva una violenta tormenta
desde los confines de la tierra.

33 Aquel día habrá víctimas del Señor de un extremo al otro de la tierra. Nadie llorará por ellos ni los enterrará. Serán como estiércol sobre el suelo.

34 Gritad, pastores, lamentaos;
revolcaos, mayorales del ganado,
que llega el tiempo de la matanza,
el tiempo de vuestra dispersión;
caeréis como carneros cebados.

35 Los pastores no encuentran refugio,
los mayorales no pueden escapar.

36 Ya se oyen los gritos de los pastores,
se escucha el llanto de los mayorales,
pues el Señor destruye sus pastos.

37 Enmudecen las prósperas dehesas
ante la ira ardiente del Señor.

38 El león abandona su cubil
(su tierra es pura desolación)
ante el incendio devastador,
ante el incendio de su cólera.

CONFLICTOS Y CONSUELOS (26,1-35,19)
Jeremías amenazado

* Capítulo 26

1 Al comienzo del reinado de Joaquim, hijo de Josías, rey de Judá, recibió Jeremías esta palabra de parte del Señor:

2 Esto dice el Señor: «Ponte en el atrio del templo y, cuando los ciudadanos de Judá entren en él para adorar, les repites a todos las palabras que yo te mande decirles; no dejes ni una sola.

3 A ver si escuchan y se convierte cada cual de su mala conducta, y así me arrepentiré yo del mal que tengo pensado hacerles a causa de sus malas acciones.

4 Les dirás: “Esto dice el Señor: Si no me obedecéis y cumplís la ley que os promulgué,

5 si no escucháis las palabras de mis siervos los profetas, que os he enviado sin cesar (a pesar de que no hacíais caso),

6 trataré a este templo como al de Siló, y haré de esta ciudad fórmula de maldición para todos los pueblos de la tierra"».

7 Los profetas, los sacerdotes y todos los presentes oyeron a Jeremías pronunciar estas palabras en el templo del Señor.

8 Cuando Jeremías acabó de transmitir cuanto el Señor le había ordenado decir a la gente, los sacerdotes, los profetas y todos los presentes lo agarraron y le dijeron: «Eres reo de muerte.

9 ¿Por qué profetizas en nombre del Señor que este templo acabará como el de Siló y que esta ciudad quedará en ruinas y deshabitada?». Y el pueblo se arremolinó en torno a Jeremías en el templo del Señor.

10 Los magistrados de Judá, al enterarse de lo sucedido, se trasladaron desde el palacio al templo del Señor y se sentaron junto a la Puerta Nueva.

11 Los sacerdotes y los profetas dijeron a los magistrados y a la gente:
–Este hombre es reo de muerte, pues ha profetizado contra esta ciudad, como lo habéis podido oír vosotros mismos.

12 Jeremías respondió a los magistrados y a todos los presentes:
–El Señor me ha enviado a profetizar contra este templo y esta ciudad todo lo que acabáis de oír.

13 Ahora bien, si enmendáis vuestra conducta y vuestras acciones y escucháis la voz del Señor vuestro Dios, el Señor se arrepentirá de la amenaza que ha pronunciado contra vosotros.

14 Yo, por mi parte, estoy en vuestras manos: haced de mí lo que mejor os parezca.

15 Pero sabedlo bien: si me matáis, os haréis responsables de sangre inocente, que caerá sobre vosotros, sobre esta ciudad y sobre sus habitantes. Porque es cierto que el Señor me ha enviado para que os comunique personalmente estas palabras.

16 Los magistrados del pueblo dijeron a los sacerdotes y a los profetas:
–Este hombre no es reo de muerte, pues nos ha hablado en nombre del Señor nuestro Dios.

17 Entonces se pusieron en pie algunos ancianos del país y dijeron a toda la asamblea del pueblo:

18 –Miqueas de Moréset, que profetizó en tiempos de Ezequías, rey de Judá, dijo en una ocasión a toda la gente de Judá:
Esto dice el Señor del universo:
Sión será un campo labrado,
Jerusalén, un montón de ruinas,
y la colina donde se alza el templo,
un cerro cubierto de maleza.

19 ¿Acaso le dieron muerte por eso Ezequías, rey de Judá, y la gente del pueblo? ¿No sintieron más bien temor por el Señor y lo apaciguaron? De ese modo el Señor se arrepintió del castigo con el que los había amenazado. Nosotros, en cambio, vamos a tener que cargar con un crimen terrible.

20 Hubo otro hombre que profetizaba en nombre del Señor. Se trataba de Urías, hijo de Semaías, de Quiriat Yearín. Profetizó contra esta ciudad y este país en los mismos términos que Jeremías.

21 Cuando el rey Joaquim, sus oficiales y sus dignatarios escucharon lo que decía, el propio rey intentó matarlo. Pero Urías se enteró y, impulsado por el miedo, se refugió en Egipto.

22 El rey Joaquim envió a Egipto a Elnatán, hijo de Acbor, con unos cuantos hombres;

23 sacaron a Urías de Egipto y se lo llevaron al rey Joaquim. El rey ordenó que lo mataran a espada y que arrojaran su cadáver a una fosa común.

24 Entonces Ajicán, hijo de Safán, se hizo cargo de Jeremías para que no lo entregaran al pueblo y le dieran muerte.

Sometimiento a Babilonia

Capítulo 27

1 Al comienzo del reinado de Sedecías, hijo de Josías, rey de Judá, el Señor comunicó a Jeremías lo siguiente:

2 «Esto dice el Señor: Prepárate unas correas y un yugo, y sujétatelo al cuello.

3 Envía después un mensaje a los reyes de Edón, de Moab, de los amonitas, de Tiro y de Sidón. Envíalo por medio de los embajadores que han venido a Jerusalén a entrevistarse con Sedecías, rey de Judá.

4 Diles que transmitan el siguiente mensaje a sus soberanos: “Esto dice el Señor del universo, Dios de Israel: Decid a vuestros soberanos:

5 Yo he creado la tierra, el ser humano y los animales que pueblan la tierra, usando mi gran poder y mi poderoso brazo, y lo doy todo a quien me parece.

6 Ahora he entregado estos países a mi siervo Nabucodonosor, rey de Babilonia, e incluso le he sometido los animales salvajes para que lo sirvan.

7 Todas las naciones le quedarán sometidas a él, a su hijo y a su nieto, hasta que también a su país le llegue la hora de quedar sometido a numerosas naciones y a reyes poderosos.

8 De modo que, si una nación o un reino no se somete a Nabucodonosor, rey de Babilonia, y no pone su cuello bajo el yugo del rey de Babilonia, yo mismo castigaré a esa nación con la espada, el hambre y la peste hasta acabar con ellos por medio de él –oráculo del Señor–.

9 Así que no hagáis caso a vuestros profetas, adivinos, intérpretes de sueños, agoreros y hechiceros cuando os dicen que no seréis sometidos al rey de Babilonia,

10 pues os están profetizando mentiras para que yo os aleje de vuestra tierra, os disperse y acabe con vosotros.

11 En cambio, si una nación pone su cuello bajo el yugo del rey de Babilonia y se le somete, la dejaré tranquila en su tierra para que la cultive y habite en ella" –oráculo del Señor–».

12 En idénticos términos hablé a Sedecías, rey de Judá: «Poned vuestro cuello bajo el yugo del rey de Babilonia y someteos a él y a su pueblo, de modo que sigáis con vida.

13 ¿Por qué vas a morir junto con tu pueblo, víctimas de la espada, el hambre y la peste, tal como anunció el Señor a la nación que no se sometiera al rey de Babilonia?

14 No hagáis caso a los profetas que os dicen que no os veréis sometidos al rey de Babilonia, pues no os profetizan más que mentiras.

15 El caso es que, aunque yo no los he enviado, no hacen más que profetizar mentiras en mi nombre –oráculo del Señor–, para que os expulse y os destruya junto con los profetas que os profetizan».

16 También hablé a los sacerdotes y a todo este pueblo: «Esto dice el Señor: No hagáis caso a vuestros profetas cuando os dicen que el ajuar del templo del Señor va a ser devuelto en breve de Babilonia, pues no os profetizan más que mentiras.

17 No los escuchéis. Someteos al rey de Babilonia si queréis seguir con vida. ¿Por qué habría de quedar esta ciudad reducida a escombros?

18 Además, si son profetas y está con ellos la palabra del Señor, que intercedan ante el Señor del universo para que no se lleven a Babilonia el ajuar que quedó en el templo del Señor, en el palacio real de Judá y en Jerusalén.

19 Pues esto dice el Señor del universo respecto de las columnas, del mar (de bronce), de los pedestales y del ajuar que quedó en esta ciudad,

20 y que no se llevó consigo el rey de Babilonia cuando deportó de Jerusalén a Babilonia a Jeconías, hijo de Joaquim, rey de Judá, junto con los notables de Jerusalén y de todo Judá».

21 En efecto, esto dice el Señor del universo, Dios de Israel, respecto del ajuar que quedó en el templo del Señor, en el palacio real de Judá y en Jerusalén:

22 «Será llevado a Babilonia y allí quedará hasta que llegue la hora en que pida cuentas a los babilonios. Entonces haré que lo traigan y lo devolveré a este lugar».

Enfrentamiento con el profeta Jananías

* Capítulo 28

1 El mismo año, el año cuarto de Sedecías, rey de Judá, el quinto mes, Jananías, hijo de Azur, profeta de Gabaón, me dijo en el templo, en presencia de los sacerdotes y de todo el pueblo:

2 –Esto dice el Señor del universo, Dios de Israel: «He roto el yugo del rey de Babilonia.

3 Antes de dos años devolveré a este lugar el ajuar del templo, que Nabucodonosor, rey de Babilonia, tomó de este lugar para llevárselo a Babilonia.

4 A Jeconías, hijo de Joaquim, rey de Judá, y a todos los desterrados de Judá que marcharon a Babilonia, yo mismo los haré volver a este lugar –oráculo del Señor– cuando rompa el yugo del rey de Babilonia».

5 El profeta Jeremías respondió al profeta Jananías delante de los sacerdotes y de toda la gente que estaba en el templo.

6 Le dijo así el profeta Jeremías:
–¡Así sea; así lo haga el Señor! Que el Señor confirme la palabra que has profetizado y devuelva de Babilonia a este lugar el ajuar del templo y a todos los que están allí desterrados.

7 Pero escucha la palabra que voy a pronunciar en tu presencia y ante toda la gente aquí reunida:

8 Los profetas que nos precedieron a ti y a mí, desde tiempos antiguos, profetizaron a países numerosos y a reyes poderosos guerras, calamidades y pestes.

9 Si un profeta profetizaba prosperidad, solo era reconocido como profeta auténtico enviado por el Señor cuando se cumplía su palabra.

10 Entonces Jananías arrancó el yugo del cuello del profeta Jeremías y lo rompió.

11 Después dijo Jananías a todos los presentes:
–Esto dice el Señor: «De este modo romperé del cuello de todas las naciones el yugo de Nabucodonosor, rey de Babilonia, antes de dos años».
El profeta Jeremías se marchó.

12 Vino la palabra del Señor a Jeremías después de que Jananías hubo roto el yugo del cuello del profeta Jeremías. El Señor le dijo:

13 «Ve y dile a Jananías: Esto dice el Señor: Tú has roto un yugo de madera, pero yo haré un yugo de hierro.

14 Porque esto dice el Señor del universo, Dios de Israel: Pondré un yugo de hierro al cuello de todas estas naciones para que sirvan a Nabucodonosor, rey de Babilonia, y se le sometan. Le entregaré hasta los animales salvajes».

15 El profeta Jeremías dijo al profeta Jananías: «Escúchame, Jananías: El Señor no te ha enviado, y tú has inducido a este pueblo a una falsa confianza.

16 Por tanto, esto dice el Señor: Voy a hacerte desaparecer de la tierra; este año morirás porque has predicado rebelión contra el Señor».

17 Y el profeta Jananías murió aquel mismo año, el séptimo mes.

Carta a los compatriotas desterrados

Capítulo 29

1 Texto de la carta que envió Jeremías desde Jerusalén a los ancianos deportados, a los sacerdotes y a los profetas, así como a toda la gente que Nabucodonosor había deportado de Jerusalén a Babilonia.

2 (El hecho tuvo lugar después de que salieran de Jerusalén el rey Jeconías, la reina madre, los eunucos y los dignatarios de Judá y Jerusalén, así como los artesanos y trabajadores del metal de Jerusalén).

3 Mandó la carta por mediación de Elasa, hijo de Safán, y de Guemarías, hijo de Jilquías, a quienes Sedecías, rey de Jerusalén, había enviado adonde estaba Nabucodonosor, rey de Babilonia:

4 «Esto dice el Señor del universo, Dios de Israel, a todos los que hice deportar de Jerusalén a Babilonia:

5 Construid casas y habitadlas, plantad huertos y comed sus frutos.

6 Tomad esposas y engendrad hijos e hijas, tomad esposas para vuestros hijos y dad vuestras hijas en matrimonio para que engendren hijos e hijas. Multiplicaos allí y no disminuyáis.

7 Buscad la prosperidad del país adonde os he deportado y rogad por él al Señor, porque su prosperidad será la vuestra.

8 Porque esto dice el Señor del universo, Dios de Israel: Que no os engañen los profetas que viven entre vosotros, ni vuestros adivinos; no hagáis caso de los sueños que os cuentan,

9 porque os profetizan mentiras en mi nombre, sin que yo los haya enviado –oráculo del Señor–».

10 Esto dice el Señor: «Cuando pasen en Babilonia setenta años, os visitaré y cumpliré en vosotros mi palabra salvadora, trayéndoos a este lugar.

11 Pues sé muy bien lo que pienso hacer con vosotros: designios de paz y no de aflicción, daros un porvenir y una esperanza.

12 Me invocaréis e iréis a suplicarme, y yo os escucharé.

13 Me buscaréis y me encontraréis, si me buscáis de todo corazón.

14 Me dejaré encontrar, y cambiaré vuestra suerte. Os congregaré sacándoos de los países y comarcas por donde os dispersé –oráculo del Señor–, y os devolveré al lugar adonde os deporté».

15 «Respecto a lo que decís, que el Señor os ha suscitado profetas en Babilonia,

16 esto dice el Señor a propósito del rey que ocupa el trono de David y de toda la gente que habita en esta ciudad, es decir, de vuestros hermanos que no partieron con vosotros al destierro:

17 Esto dice el Señor del universo: Voy a desencadenar contra ellos la espada, el hambre y la peste. Los trataré como a los higos podridos, que de tan malos no se pueden comer.

18 Los perseguiré con la espada, el hambre y la peste. Todos los reinos de la tierra se espantarán al verlos, y serán ejemplo de maldición, estupor, burla e ignominia entre todas las naciones por donde los dispersé,

19 pues no escucharon mis palabras –oráculo del Señor– y, a pesar de enviarles continuamente a mis siervos los profetas, no les hicieron caso –oráculo del Señor–.

20 Pero vosotros, gente que deporté de Jerusalén a Babilonia, escuchad la palabra del Señor.

21 Esto dice el Señor del universo, Dios de Israel, a propósito de Ajab, hijo de Colaías, y de Sedecías, hijo de Maasías, esos que os profetizan mentiras en mi nombre: Voy a entregarlos en poder de Nabucodonosor, rey de Babilonia, que los matará en vuestra presencia.

22 En ellos tendrá su origen una maldición que usarán todos los deportados de Jerusalén que se encuentran en Babilonia: “Que el Señor te trate como a Sedecías y a Ajab, a quienes pasó a fuego el rey de Babilonia",

23 pues cometieron una infamia en Israel, fueron adúlteros con las mujeres de otros y pronunciaron mentiras en mi nombre, algo que yo no les mandé. Lo sé y doy testimonio de ello –oráculo del Señor–».

Contra Semaías

24 Dirás a Semaías el nejlamita:

25 «Esto dice el Señor del universo, Dios de Israel: Tú has enviado cartas firmadas de puño y letra a toda la gente que vive en Jerusalén, a Sofonías, hijo del sacerdote Maasías, y a todos los sacerdotes, en los siguientes términos:

26 “El Señor te ha nombrado sacerdote en sustitución del sacerdote Joadá para que estés al frente del templo del Señor. Si alguien se desmanda y se pone a profetizar, ordenarás que lo metan en el cepo y las argollas.

27 Entonces, ¿por qué no has dado un escarmiento a Jeremías, de Anatot, que anda profetizando entre vosotros?

28 Nos ha enviado un mensaje a Babilonia diciendo que esto va para largo, que construyamos casas y las habitemos, que plantemos huertos y comamos de sus frutos"».

29 El sacerdote Sofonías leyó esta carta al profeta Jeremías.

30 Entonces el Señor dirigió la palabra a Jeremías en estos términos:

31 «Envía este mensaje a todos los desterrados: Esto dice el Señor a Semaías el nejlamita, que os ha profetizado sin que yo lo haya enviado, inspirándoos así una falsa seguridad.

32 Así, pues, esto dice el Señor: Voy a castigar a Semaías el nejlamita y a sus descendientes. Ninguno de ellos formará parte de este pueblo ni disfrutará de los bienes que voy a conceder a mi pueblo, pues predicó la desobediencia al Señor –oráculo del Señor–».

Promesa de restauración

* Capítulo 30

1 Palabra que recibió Jeremías de parte del Señor:

2 «Esto dice el Señor, Dios de Israel: Escribe en un libro todas las palabras que he dicho,

3 pues vienen días –oráculo del Señor– en que cambiaré la suerte de mi pueblo Israel y de Judá, dice el Señor, y haré que vuelvan a la tierra que di como heredad a sus antepasados».

4 Estas son las palabras que pronunció el Señor sobre Israel y Judá:

5 «Esto dice el Señor:
Oímos gritos de terror,
de miedo, no de sosiego.

6 Preguntad, id a informaros
si dan a luz los varones.
Es que veo a los varones
sujetando sus caderas,
lo mismo que parturientas,
con el rostro descompuesto.

7 ¡Ay! Grande será aquel día,
no habrá ninguno como él:
tiempo de angustia para Jacob,
aunque saldrá libre de ella.

8 Aquel día –oráculo del Señor del universo– romperé el yugo que sujeta tu cuello y arrancaré tus correas. No volverán a servir a extranjeros,

9 pues servirán al Señor, su Dios, y a David, el rey que les nombraré.

10 No temas, Jacob, siervo mío;
no tengas miedo, Israel
–oráculo del Señor–,
pues llegaré de lejos a salvarte,
traeré a tus hijos del destierro.
Jacob volverá y descansará,
tranquilo, sin nadie que lo inquiete,

11 pues estoy contigo para salvarte
–oráculo del Señor–.
Acabaré con todas las naciones
adonde te había dispersado,
pero no acabaré contigo.
Voy a corregirte con medida,
ya que no pienso dejarte impune.

12 Esto dice el Señor:
Tu fractura es incurable,
tu herida está infectada;

13 tu llaga no tiene remedio,
no hay medicina que la cierre.

14 Tus amantes te han olvidado,
ya no preguntan por ti,
pues te herí como un enemigo,
te di un escarmiento cruel.
Y todo por tus muchos crímenes,
por la gran cantidad de tus pecados.

15 ¿Por qué gritas por tu herida?
Tu llaga es incurable.
Por tantos y tantos crímenes,
por todos tus numerosos pecados
te he tratado de ese modo.

16 Pero los que te devoran serán devorados,
todos tus enemigos serán desterrados;
tus saqueadores serán saqueados,
los que te despojan serán despojados.

17 Voy a cerrarte la herida,
voy a curarte las llagas
–oráculo del Señor–.
Te llamaban “la Repudiada",
“Sión, por quien nadie pregunta".

18 Pero esto dice el Señor:
Cambiaré la suerte de las tiendas de Jacob,
voy a compadecerme de sus moradas;
reconstruirán la ciudad sobre sus ruinas,
su palacio se asentará en su puesto.

19 De allí saldrán alabanzas,
voces con aire de fiesta.
Haré que crezcan y no mengüen,
que sea reconocida su importancia,
que no sean despreciados.

20 Serán sus hijos como antaño,
su asamblea, estable en mi presencia;
yo castigaré a sus opresores.

21 De entre ellos surgirá un príncipe,
su gobernante saldrá de entre ellos;
lo acercaré y estará junto a mí,
pues ¿quién arriesgaría su vida
por ponerse cerca de mí?
–oráculo del Señor–.

22 Y vosotros seréis mi pueblo
y yo seré vuestro Dios.

23 ¡Atención! El Señor desencadena
una tormenta; un huracán se arremolina
por encima de la cabeza de los malvados.

24 No cede el incendio de la ira del Señor,
hasta ver realizados y cumplidos sus designios.
Al cabo de los años llegaréis a comprenderlo».

Capítulo 31

1 En aquel tiempo –oráculo del Señor– seré el Dios de todas las tribus de Israel, y ellas serán mi pueblo.

2 Esto dice el Señor:
Encontró mi favor en el desierto
el pueblo que escapó de la espada;
Israel camina a su descanso.

3 El Señor se le apareció de lejos:
Con amor eterno te amé,
por eso prolongué mi misericordia para contigo.

4 Te construiré, serás reconstruida,
doncella capital de Israel;
volverás a llevar tus adornos,
bailarás entre corros de fiesta.

5 Volverás a plantar viñas
allá por los montes de Samaría;
las plantarán y vendimiarán.

6 «Es de día» gritarán los centinelas
arriba, en la montaña de Efraín:
«En marcha, vayamos a Sión,
donde está el Señor nuestro Dios».

7 Porque esto dice el Señor:
«Gritad de alegría por Jacob,
regocijaos por la flor de los pueblos;
proclamad, alabad y decid:
¡El Señor ha salvado a su pueblo,
ha salvado al resto de Israel!

8 Los traeré del país del norte,
los reuniré de los confines de la tierra.
Entre ellos habrá ciegos y cojos,
lo mismo preñadas que paridas:
volverá una enorme multitud.

9 Vendrán todos llorando
y yo los guiaré entre consuelos;
los llevaré a torrentes de agua,
por camino llano, sin tropiezos.
Seré un padre para Israel,
Efraín será mi primogénito».

10 Escuchad, pueblos, la palabra del Señor,
anunciadla en las islas remotas:
«El que dispersó a Israel lo reunirá,
lo guardará como un pastor a su rebaño;

11 porque el Señor redimió a Jacob,
lo rescató de una mano más fuerte».

12 Vendrán con aclamaciones a la altura de Sión,
afluirán hacia los bienes del Señor:
hacia el trigo y el vino y el aceite,
y los rebaños de ovejas y de vacas;
su alma será como un huerto regado,
y no volverán a desfallecer.

13 Entonces se alegrará la doncella en la danza,
gozarán los jóvenes y los viejos;
convertiré su tristeza en gozo,
los alegraré y aliviaré sus penas;

14 alimentaré a los sacerdotes con enjundia,
y mi pueblo se saciará de mis bienes
–oráculo del Señor–.

15 Esto dice el Señor:
Se escucha un grito en Ramá,
gemidos y un llanto amargo:
Raquel, que llora a sus hijos,
no quiere ser consolada,
pues se ha quedado sin ellos.

16 Esto dice el Señor:
Reprime la voz de tu llanto,
seca las lágrimas de tus ojos,
pues tendrán recompensa tus penas:
volverán del país enemigo
–oráculo del Señor–.

17 Tu futuro rebosa esperanza,
volverán los hijos a su patria
–oráculo del Señor–.

18 He oído con toda claridad
cómo se lamentaba Efraín:
«Me has tratado con dureza,
como a un novillo sin domar,
pero he aprendido la lección.
Hazme volver y volveré,
pues tú eres mi Dios, Señor.

19 Me alejé y después me arrepentí;
lo entendí y me di golpes de pecho.
Estaba avergonzado y sonrojado
al tener que soportar la vergüenza
de lo que hice en plena juventud».

20 ¡Efraín es mi hijo querido,
él es mi niño encantador!
Después de haberlo reprendido,
me acuerdo y se conmueven mis entrañas.
¡Lo quiero intensamente!
–oráculo del Señor–.

21 Plántate mojones,
ponte señales,
atención a la calzada
que debes recorrer.
Vuelve, doncella de Israel,
vuelve a estas tus ciudades.

22 ¿Hasta cuándo estarás indecisa,
muchacha rebelde?
El Señor crea algo nuevo en el país:
la mujer cortejará al varón.

Restauración de Judá y de Israel

23 Esto dice el Señor del universo, Dios de Israel: «Cuando yo cambie tu suerte, todavía se dirá esta palabra en el territorio de Judá y en sus poblados: “Que el Señor te bendiga, morada de justicia, montaña santa".

24 En Judá y en todos sus poblados habitarán juntos labradores y ganaderos trashumantes,

25 pues refrescaré las gargantas resecas y saciaré las gargantas hambrientas».

26 En esto, me desperté y me di cuenta de que había tenido un dulce sueño.

27 Ya llegan días –oráculo del Señor– en que sembraré en Israel y en Judá simiente de hombres y simiente de animales.

28 Del mismo modo que estuve atento para arrancar y arrasar, para destruir, deshacer y maltratar, así de atento estaré para edificar y plantar –oráculo del Señor–.

29 Aquellos días ya no se dirá:
«Los padres comieron agraces
y los hijos tuvieron dentera».

30 Cada cual morirá por su pecado,
quien coma agraces tendrá dentera.

La nueva alianza

31 Ya llegan días –oráculo del Señor– en que haré con la casa de Israel y la casa de Judá una alianza nueva.

32 No será una alianza como la que hice con sus padres, cuando los tomé de la mano para sacarlos de Egipto, pues quebrantaron mi alianza, aunque yo era su Señor –oráculo del Señor–.

33 Esta será la alianza que haré con ellos después de aquellos días –oráculo del Señor–: Pondré mi ley en su interior y la escribiré en sus corazones; yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo.

34 Ya no tendrán que enseñarse unos a otros diciendo: «Conoced al Señor», pues todos me conocerán, desde el más pequeño al mayor –oráculo del Señor–, cuando perdone su culpa y no recuerde ya sus pecados.

Promesa de estabilidad histórica

35 Esto dice el Señor,
que puso el sol para alumbrar el día,
las leyes de la luna y las estrellas
para alumbrar la noche;
que agita el mar, y mugen sus olas,
su nombre es Señor del universo:

36 «Si fallaran estas leyes
que he dejado establecidas
–oráculo del Señor–,
también Israel dejará
de ser pueblo para mí».

37 Esto dice el Señor:
«Si pudiera medirse el cielo allá arriba
o escrutarse abajo los cimientos de la tierra,
entonces rechazaría a la estirpe de Israel,
por todo lo que hizo –oráculo del Señor–».

Promesa de reconstrucción de Jerusalén

38 Ya llegan días –oráculo del Señor– en que la ciudad del Señor será reconstruida desde la Torre de Jananel hasta la Puerta del Ángulo.

39 La cuerda de medir volverá a ser extendida en línea recta hasta la loma de Gareb, para torcer después hasta Goá.

40 El valle de los cadáveres y de las cenizas, así como los campos que lindan con el torrente Cedrón y llegan hasta la esquina de la Puerta de los Caballos, a Oriente, todo quedará consagrado al Señor. Ya no volverá a ser destruida ni arrasada.

Un campo, signo de esperanza

* Capítulo 32

1 Palabra que recibió Jeremías de parte del Señor el año décimo de Sedecías, rey de Judá, que coincidió con el año décimo octavo de Nabucodonosor.

2 Por aquel entonces, las tropas del rey de Babilonia asediaban Jerusalén, y el profeta Jeremías se hallaba detenido en el patio de la guardia del palacio del rey de Judá.

3 Sedecías, rey de Judá, había ordenado su detención tras haberlo acusado en estos términos:
–Tú has profetizado: «Esto dice el Señor: Voy a entregar esta ciudad en manos del rey de Babilonia, que la conquistará.

4 El propio Sedecías, rey de Judá, no escapará a los caldeos, pues será entregado sin remedio en manos del rey de Babilonia, a quien verá personalmente y con quien hablará cara a cara.

5 Sedecías será llevado a Babilonia, y allí permanecerá hasta que me ocupe personalmente de él –oráculo del Señor–. Convenceos de que, aunque luchéis contra los caldeos, no vais a conseguir nada».

6 Jeremías había respondido:
–Yo he recibido una palabra del Señor en estos términos:

7 «Mira, Janamel, hijo de tu tío Salún, va a venir a decirte: “Cómprame el campo de Anatot, pues tú tienes el derecho de rescatarlo mediante compra"».

8 En efecto, tal como había dicho el Señor, mi primo Janamel vino al patio de la guardia y me dijo: «Cómprame el campo que tengo en Anatot, en territorio de Benjamín, pues tuyo es el derecho de adquisición y de rescate; venga, cómpramelo». Yo me di cuenta de que aquello era cosa del Señor,

9 y le compré a mi primo Janamel el campo que tenía en Anatot. Le pagué por él diecisiete siclos de plata.

10 Firmé el contrato, lo sellé en presencia de testigos y pesé la plata en la balanza.

11 Después tomé la escritura de compra, ya sellada, que contenía el acuerdo y las condiciones, y una copia abierta.

12 A continuación entregué la escritura de compra a Baruc, hijo de Nerías y nieto de Majsías, en presencia de mi primo Janamel, de los testigos firmantes de la escritura y de los de Judá que estaban en el patio de la guardia.

13 Después, ante todos los presentes, di a Baruc el siguiente encargo:

14 «Esto dice el Señor del universo, Dios de Israel: Toma estos documentos, la escritura de compra sellada y la copia abierta, y mételos en un recipiente de arcilla para que se conserven durante mucho tiempo,

15 pues esto dice el Señor del universo, Dios de Israel: Todavía se comprarán casas, campos y viñas en este país».

16 Después de entregar la escritura de compra a Baruc, hijo de Nerías, recé así al Señor:

17 «¡Ay, mi Señor! Tú has hecho el cielo y la tierra con gran poder y poderoso brazo. Nada te resulta imposible.

18 Tú manifiestas tu amor a lo largo de generaciones, pero pides cuentas a los hijos de la culpa de los padres. Tú eres un Dios grande y fuerte: te llamas Señor del universo.

19 Tus decisiones son magníficas, y tus acciones, poderosas. Te fijas en el comportamiento de los hijos de Adán para pagar a cada cual según su conducta, conforme merecen sus acciones.

20 Hiciste signos y portentos en Egipto, cuyo recuerdo perdura hasta hoy; y así te has ganado un renombre en Israel y en toda la humanidad.

21 Sacaste de Egipto a tu pueblo Israel con signos y portentos, con mano firme y brazo poderoso, y en medio de un gran terror;

22 y le diste esta tierra que habías prometido a sus padres, una tierra que mana leche y miel.

23 Entraron y tomaron posesión de ella, pero no te hicieron caso ni vivieron conforme a tus leyes; no cumplieron las normas que les diste. Por eso, convocaste contra ellos este desastre.

24 En este momento los taludes de asalto llegan hasta la ciudad, que ya está prácticamente a merced de la espada de los caldeos, ayudados por los estragos del hambre y la peste. Lo que habías anunciado ha tenido lugar; ya lo estás viendo.

25 Y precisamente ahora, mi Señor, cuando la ciudad está a punto de caer en poder de los caldeos, me dices que compre el campo de Anatot ante testigos».

26 Entonces el Señor dirigió esta palabra a Jeremías:

27 «Yo soy el Señor, el Dios de todos los seres vivos, y nada me resulta imposible.

28 Esto dice el Señor: Voy a entregar esta ciudad en poder de los caldeos y de Nabucodonosor, rey de Babilonia, que la someterá.

29 Los caldeos atacantes entrarán en esta ciudad y le prenderán fuego junto con las casas en cuyas terrazas se quemaba incienso en honor de Baal y se hacían libaciones a dioses extranjeros con ánimo de provocarme.

30 Porque, desde su juventud, los hijos de Israel y los de Judá siempre ha hecho lo que me disgusta; los hijos de Israel no han dejado de provocarme con las obras de sus manos –oráculo del Señor–.

31 Desde el día en que fue construida hasta hoy, esta ciudad ha provocado mi ira y mi cólera hasta el punto de tener que quitarla de mi vista,

32 pues son numerosas las maldades que cometieron tanto los hijos de Israel y los de Judá como sus reyes, dignatarios, sacerdotes y profetas, la gente de Judá y los habitantes de Jerusalén.

33 Me volvieron la espalda y no me dieron la cara. Yo los instruía de continuo, pero no escuchaban ni aprendían la lección;

34 antes bien, instalaron sus ídolos abominables en el templo que lleva mi nombre, y así lo profanaron.

35 Construyeron en honor a Baal recintos sagrados en el valle de Ben Hinnón para pasar a fuego a sus hijos e hijas en honor de Moloc, cosa que no les mandé ni me había pasado por la imaginación. Obrando de ese modo abominable incitaron a pecar a toda la gente de Judá.

36 Pues ahora, esto dice el Señor, Dios de Israel, acerca de esta ciudad que, según vosotros, ha sido entregada en poder del rey de Babilonia mediante la espada, el hambre y la peste:

37 Voy a reunirlos de todos los países por donde los dispersé lleno de ira, cólera y gran indignación. Los haré volver a este lugar para que vivan en él tranquilos.

38 Ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios.

39 Les daré otro corazón y otra conducta, de suerte que me teman día tras día; y así les irá bien a ellos y a sus descendientes.

40 Haré con ellos una alianza eterna, y no pararé de hacerles el bien. Infundiré en sus corazones el deseo de temerme, y así no se apartarán de mí.

41 Disfrutaré haciéndoles el bien: los plantaré sólidamente en esta tierra, con todo mi corazón y con toda mi alma.

42 Pues esto dice el Señor: Del mismo modo que he acarreado sobre este pueblo esa gran calamidad, asimismo haré que se derramen sobre ellos todos los bienes que les estoy prometiendo.

43 La gente volverá a comprar campos en esta tierra, de la que ahora decís que es una desolación, sin hombres ni ganados, y que ha sido entregada en poder de los caldeos.

44 En el territorio de Benjamín, en las pedanías de Jerusalén, en las ciudades de Judá, y en los poblados de la montaña, de la Sefelá y del Negueb, se adquirirán campos a su precio, pues voy a cambiar la suerte del país –oráculo del Señor–».

Restauración de Jerusalén y de sus instituciones

Capítulo 33

1 Jeremías volvió a recibir la palabra del Señor mientras seguía detenido en el patio de la guardia. Le dijo:

2 «Esto dice el Señor, el Creador, el que da forma a todo y lo consolida, y que se llama “Señor":

3 Llámame y te responderé; te revelaré cosas importantes y recónditas que tú desconoces.

4 Porque esto dice el Señor, Dios de Israel, respecto a las casas de esta ciudad y a las viviendas reales de Judá que han sido destruidas por el asedio y la espada.

5 Ahora se disponen a luchar contra los caldeos, pero solo servirá para llenar las casas con los cadáveres de quienes decidí destruir en el colmo de mi ira y de mi cólera, pues a causa de su maldad aparté mi vista de esta ciudad.

6 Pero después yo mismo la curaré y le proporcionaré remedio, sanearé sus casas y les revelaré la seguridad y el bienestar que voy a concederles.

7 Haré que cambie la suerte de Judá y la suerte de Israel, y los reconstruiré tal como eran antes.

8 Los purificaré de todos los pecados que cometieron contra mí y les perdonaré todos sus crímenes y sus rebeldías.

9 Jerusalén será para mí motivo de satisfacción: todas las naciones de la tierra me alabarán y honrarán cuando oigan los beneficios que le voy a conceder; y se estremecerán y conmoverán cuando vean el bienestar y la prosperidad que voy a proporcionarle.

10 Esto dice el Señor: En este lugar del que decís que es una ruina, sin hombres ni ganados, en todos los poblados de Judá y en las calles desoladas de Jerusalén, sin hombres, sin habitantes y sin ganados, todavía volverán a escucharse

11 la voz de la alegría y de la fiesta, la voz del novio y de la novia, la voz de los que entran en el templo trayendo víctimas de acción de gracias y cantando: “Dad gracias al Señor del universo, porque es bueno, porque es eterna su misericordia". Pues voy a cambiar la suerte del país, dejándolo como era antes –dice el Señor–.

12 Esto dice el Señor del universo: En este lugar arruinado, sin hombres ni ganados, y en todas sus ciudades habrá de nuevo dehesas de pastores que recogerán en ellas a sus rebaños.

13 En las poblaciones de la montaña, de la Sefelá y del Negueb, en el territorio de Benjamín, en las pedanías de Jerusalén y en las ciudades de Judá, volverán a pasar ovejas bajo la mano del que las cuente –dice el Señor–.

14 Ya llegan días –oráculo del Señor– en que cumpliré la promesa que hice a la casa de Israel y a la casa de Judá.

15 En aquellos días y en aquella hora, suscitaré a David un vástago legítimo que hará justicia y derecho en la tierra.

16 En aquellos días se salvará Judá, y en Jerusalén vivirán tranquilos, y la llamarán así: “El Señor es nuestra justicia".

17 Pues esto dice el Señor: No le faltará a David quien lo suceda en el trono de la casa de Israel.

18 Tampoco les faltará a los sacerdotes levíticos quien me ofrezca holocaustos en el templo, quien queme ofrendas y quien haga sacrificios a diario».

19 Jeremías recibió esta palabra del Señor:

20 «Esto dice el Señor: Si fueseis capaces de romper mi alianza con el día y con la noche, de modo que no hubiese día ni noche a su debido tiempo,

21 también sería entonces posible romper la alianza que hice con mi siervo David, de modo que ya no tendría quien lo sucediera en el trono, y con los sacerdotes levitas, mis ministros.

22 Como los astros del cielo, que es imposible contar, y como la arena del mar, que es imposible calcular, así multiplicaré la descendencia de mi siervo David y la de los levitas, mis ministros».

23 Jeremías recibió esta palabra del Señor:

24 «¿No oyes lo que anda diciendo esta gente? Dicen que el Señor ha rechazado a las dos familias que había elegido. Y de este modo menosprecian a mi pueblo, pues consideran que no es una nación.

25 Por tanto, esto dice el Señor: Si es cierto que creé el día y la noche y que establecí las leyes por las que se rigen el cielo y la tierra,

26 también es cierto que no impediré que surjan de la descendencia de Jacob y de mi siervo David quienes gobiernen a la descendencia de Abrahán, Isaac y Jacob, pues voy a cambiar su suerte y tendré compasión de ellos».

Destino de Sedecías

Capítulo 34

1 Palabra que recibió Jeremías de parte del Señor en el momento en que Jerusalén y las ciudades de los alrededores estaban siendo atacadas por Nabucodonosor, rey de Babilonia, al mando de sus tropas y de todos los pueblos y reinos de la tierra sometidos a su poder:

2 «Esto dice el Señor: Ve a decir a Sedecías, rey de Judá: Esto dice el Señor: Voy a entregar esta ciudad en poder del rey de Babilonia, que le prenderá fuego.

3 En cuanto a ti, no escaparás de sus manos, pues serás capturado. Verás cara a cara al rey de Babilonia y hablarás personalmente con él. E irás a parar a Babilonia.

4 A pesar de todo, escucha la palabra del Señor, Sedecías, rey de Judá: Esto dice el Señor respecto a ti: No morirás víctima de la espada,

5 sino de muerte natural. Y del mismo modo que quemaron perfumes en los funerales de tus antepasados, los reyes que te precedieron, también los quemarán en tu honor y plañirán por ti “¡Ay, señor!". Lo digo yo –oráculo del Señor–».

6 El profeta Jeremías transmitió estas palabras a Sedecías, rey de Judá, en Jerusalén,

7 mientras el ejército del rey de Babilonia estaba atacando Jerusalén y las poblaciones de Judá que quedaban, concretamente Laquis y Azeca, las dos únicas plazas fuertes de Judá que todavía resistían.

Liberación de esclavos

8 Palabra que recibió Jeremías de parte del Señor después de que el rey Sedecías llegase a un acuerdo con la gente de Jerusalén y anunciase una liberación de esclavos.

9 Les propuso que cada cual dejase en libertad a su esclavo o esclava hebreos, de modo que nadie tuviera como esclavo a un hermano judaíta.

10 Todos los nobles y el resto de la gente que se habían comprometido mediante acuerdo a dejar en libertad a su esclavo o esclava, de modo que ya no hubiese esclavos entre ellos, así lo hicieron, dejándolos en libertad.

11 Pero después hicieron volver a los esclavos y esclavas que habían liberado, y los sometieron de nuevo a esclavitud.

12 Entonces Jeremías recibió esta palabra de parte del Señor:

13 «Esto dice el Señor, Dios de Israel: Yo hice una alianza con vuestros antepasados cuando los saqué de Egipto, del país donde estaban esclavizados. Les dije:

14 “Cuando hayan pasado siete años, cada uno de vosotros dejará libre al esclavo hebreo que se le haya vendido. Te servirá durante seis años, y después lo dejarás en libertad". Pero vuestros antepasados no me hicieron caso ni prestaron atención.

15 Ahora os habéis convertido y habéis hecho lo que me parece justo: habéis decidido proclamar una liberación de esclavos y habéis tomado ese compromiso en mi presencia, en el templo que lleva mi nombre.

16 Pero después os habéis echado atrás, profanando así mi nombre; pues todos vosotros, tras haber dejado en libertad a su esclavo o esclava, los habéis obligado a volver, sometiéndolos así de nuevo a esclavitud.

17 Por tanto, esto dice el Señor: Dado que no habéis atendido a mi deseo de que cada cual proclamase la liberación definitiva de su hermano y paisano, ahora voy a proclamar yo –oráculo del Señor– la liberación de la espada, del hambre y de la peste, y voy a convertiros en ejemplo de escarmiento de todos los reinos de la tierra.

18 A los que rompieron mi alianza y no mantuvieron el acuerdo sellado ante mí, los trataré como al novillo que partieron por la mitad para pasar entre los dos trozos.

19 A la gente principal de Judá y de Jerusalén, a los eunucos, sacerdotes y a toda la gente que pasó entre las dos mitades del novillo,

20 voy a entregarlos en poder de sus enemigos y de quienes buscan su muerte. Sus cadáveres servirán de pasto a las aves y a las bestias.

21 También a Sedecías, rey de Judá, y a sus cortesanos pienso entregarlos en poder de sus enemigos y de quienes buscan su muerte, y en poder del ejército del rey de Babilonia, que acaba de retirarse.

22 Ahora daré la orden –oráculo del Señor– de que vuelvan y ataquen esta ciudad, que la conquisten y le prendan fuego. Y convertiré los poblados de Judá en una desolación sin habitantes».

Enseñanza de la tradición recabita

* Capítulo 35

1 Palabra que recibió Jeremías de parte del Señor, en tiempo de Joaquim, hijo de Josías, rey de Judá:

2 «Ve a los recabitas y habla con ellos; tráelos después a una de las dependencias del templo del Señor e invítales a beber vino».

3 Traje conmigo a Jazanías, hijo de Jeremías y nieto de Abisinías, a sus parientes, a todos sus hijos y al clan entero de los recabitas.

4 Los llevé al templo del Señor, a las dependencias de los hijos de Janán, hijo de Yigdilías, el hombre de Dios cuya habitación está junto a las dependencias de los dignatarios del templo y encima de la habitación de Maasías, hijo del portero Salún.

5 Les traje a los recabitas unas jarras con vino y unas copas, y les dije:
–Bebed.

6 Ellos respondieron:
–No bebemos vino, pues nuestro antepasado Jonadab, hijo de Recab, nos impuso estas normas: «Nunca bebáis vino, ni vosotros ni vuestros hijos.

7 No os edifiquéis casas, ni sembréis ni plantéis viñas. Nada de esto poseeréis. Habitaréis en tiendas, de modo que podáis vivir muchos años en el país donde residís como forasteros».

8 Nosotros hemos obedecido a nuestro antepasado Jonadab, hijo de Recab, en todo lo que nos mandó. Así que nunca bebemos vino, ni nosotros ni nuestras mujeres, hijos e hijas;

9 no edificamos casas para vivir en ellas; no plantamos viñas ni tenemos campos para sembrar.

10 Siempre hemos vivido en tiendas, obedeciendo a nuestro antepasado Jonadab y haciendo todo lo que nos mandó.

11 Pero, cuando vimos que Nabucodonosor, rey de Babilonia, atacaba el país, pensamos que era mejor venir a Jerusalén para huir del ejército caldeo y del ejército arameo. Así que nos instalamos en Jerusalén.

12 Entonces recibió Jeremías esta palabra del Señor:

13 «Esto dice el Señor del universo, Dios de Israel: Ve y comunica lo siguiente a la gente de Judá y a los habitantes de Jerusalén: ¿Es que nunca vais a aprender la lección ni vais a hacer caso de lo que os digo? –oráculo del Señor–.

14 Ved cómo han sido cumplidas las órdenes de Jonadab, hijo de Recab. Mandó a sus hijos que no bebiesen vino, y hasta ahora no lo han probado. Así es como han obedecido el mandato de su antepasado. En cambio, yo os he hablado sin descanso y no me habéis hecho caso.

15 Os envié insistentemente a mis siervos los profetas para que os dijeran: “Abandonad el mal camino y mejorad vuestra conducta; no vayáis detrás de dioses extranjeros ni les deis culto. De ese modo podréis seguir viviendo en la tierra que os di a vosotros y a vuestros antepasados". Pero no me obedecisteis ni me hicisteis caso.

16 Podéis ver cómo los descendientes de Jonadab, hijo de Recab, cumplieron el mandato que les dio su antepasado, mientras que este pueblo no me ha hecho caso.

17 Por tanto, esto dice el Señor, Dios del universo, Dios de Israel: “Voy a traer contra Judá y contra los habitantes de Jerusalén todas las desgracias que les anuncié, pues les hablé y no me escucharon, los llamé y no me respondieron"».

18 Y Jeremías dijo al clan de los recabitas: «Esto dice el Señor del universo, Dios de Israel: Por haber obedecido el mandato de vuestro antepasado Jonadab, por haber observado sus preceptos y haber actuado conforme a lo que os ordenó,

19 esto dice el Señor del universo, Dios de Israel: “No faltará a Jonadab, hijo de Recab, un descendiente que esté a mi servicio día tras día"».

ÚLTIMOS DÍAS DE JUDÁ Y DE JEREMÍAS (36,1-45,5)

El rollo enviado al rey

* Capítulo 36

1 El año cuarto de Joaquim, hijo de Josías, rey de Judá, recibió Jeremías esta palabra del Señor:

2 «Toma un rollo y escribe en él todo lo que te he dicho tocante a Israel, a Judá y a todas las naciones, desde el día en que empecé a hablarte, en vida de Josías, hasta hoy.

3 A ver si la casa de Judá escucha las desgracias que he pensado enviarles y abandonan todos su mal camino, de modo que yo pueda perdonarles sus culpas y pecados».

4 Jeremías llamó a Baruc, hijo de Nerías, para que escribiese en un rollo, mientras él iba dictando, todas las palabras que el Señor le había comunicado.

5 Después Jeremías dio esta orden a Baruc: «Ya ves que estoy preso y que no puedo ir al templo del Señor.

6 Así que ve tú y lee las palabras del Señor que te he dictado y que has anotado en el rollo. Las lees ante los que están celebrando un día de ayuno en el templo del Señor y también ante el resto de la gente que haya acudido de los poblados de Judá.

7 A ver si presentan sus súplicas ante el Señor y abandona cada cual su mala conducta, pues son grandes la ira y la cólera con las que el Señor amenaza a este pueblo».

8 Baruc, hijo de Nerías, hizo todo lo que le había ordenado el profeta Jeremías: leyó en el templo las palabras del Señor escritas en el libro.

9 Precisamente el año quinto de Joaquim, hijo de Josías, rey de Judá, durante el mes noveno, fue proclamado un ayuno ante el Señor para todos los vecinos de Jerusalén y para la gente que solía acudir a la ciudad desde los poblados de Judá.

10 Baruc, pues, leyó en el templo las palabras de Jeremías escritas en el libro. Las leyó desde la habitación de Guemarías, hijo del escriba Safán, en el patio superior, a la entrada de la Puerta Nueva del templo del Señor, ante todos los presentes.

11 Cuando Miqueas, hijo de Guemarías y nieto de Safán, oyó todas las palabras del Señor escritas en aquel rollo,

12 bajó al palacio real, a la habitación del canciller, donde encontró reunidos a los dignatarios: al canciller Elisamá, a Delaías, hijo de Semaías, a Elnatán, hijo de Acbor, a Guemarías, hijo de Safán, a Sedecías, hijo de Jananías, y a los demás dignatarios.

13 Miqueas les contó todo lo que había leído Baruc en presencia del pueblo.

14 Los dignatarios enviaron entonces a Jehudí, hijo de Netanías, y a Selemías, hijo de Cusí, para que dijeran a Baruc: «Toma contigo el rollo que has leído ante la gente y tráetelo». Baruc, hijo de Nerías, tomó el rollo consigo y fue adonde estaban ellos.

15 Le dijeron: «Siéntate y léenoslo, por favor». Baruc se lo leyó.

16 Cuando oyeron el contenido, se asustaron y decidieron contarle todo aquello al rey.

17 Le dijeron a Baruc:
–Explícanos cómo has escrito este texto.

18 Baruc respondió:
–Él me iba dictando todas estas palabras y yo las iba escribiendo en el libro.

19 Dijeron los dignatarios a Baruc: «Ve y escóndete con Jeremías. Que nadie sepa dónde estáis».

20 Después de guardar el rollo en la habitación del canciller Elisamá, fueron adonde estaba el rey, atravesando el patio interior, y le contaron personalmente todo lo sucedido.

21 Entonces el rey mandó a Jehudí que fuera a buscar el rollo. Jehudí lo trajo de la habitación del canciller Elisamá y lo leyó en voz alta ante el rey y ante todos los dignatarios que estaban en torno al monarca.

22 Como era el mes noveno, el rey se había instalado en la residencia de invierno y tenía delante un brasero encendido.

23 Cada vez que Jehudí leía tres o cuatro columnas del rollo, el rey cortaba la parte ya leída con el cortaplumas del canciller y la arrojaba al brasero, hasta que todo el rollo quedó consumido por el fuego.

24 Pero ni el rey ni los ministros que escucharon todo aquello se asustaron o se rasgaron las vestiduras.

25 Elnatán, Delaías y Guemarías suplicaron al rey que no quemara el rollo, pero no les hizo caso.

26 Entonces el rey ordenó que Jerajmeel, príncipe real, Seraías, hijo de Azriel, y Selemías, hijo de Abdeel, fuesen a detener al escriba Baruc y al profeta Jeremías. Pero el Señor los había escondido.

27 Vino la palabra del Señor al profeta Jeremías, después de que el rey hubo quemado el rollo que contenía las palabras escritas por Baruc al dictado de Jeremías. Le dijo:

28 «Toma otro rollo y escribe en él todo lo que contenía el primer rollo que ha quemado Joaquim, rey de Judá.

29 Y a Joaquim, rey de Judá, le dices lo siguiente: Esto dice el Señor: Tú has quemado el rollo porque en él estaba escrito que el rey de Babilonia vendrá sin falta a devastar este país y a aniquilar en él a hombres y animales.

30 Pues bien, esto dice el Señor a propósito de Joaquim, rey de Judá: No tendrá a nadie que lo suceda en el trono de David. Su cadáver yacerá por tierra, expuesto al calor del día y al frío de la noche.

31 Les pediré cuentas de sus pecados a él, a sus descendientes y a sus dignatarios, y haré que se abatan sobre ellos, sobre los habitantes de Jerusalén y sobre la gente de Judá todas las calamidades que les anuncié, sin que por ello me hicieran caso».

32 Jeremías tomó otro rollo y se lo dio al escriba Baruc, hijo de Nerías, quien escribió lo que Jeremías le iba dictando: todo el texto del libro que había quemado Joaquim, rey de Judá. Incluso añadió otras muchas cosas del mismo tenor.

Noticia sobre el reinado de Sedecías

Capítulo 37

1 A Jeconías, hijo de Joaquim, le sucedió en el trono Sedecías, hijo de Josías, a quien Nabucodonosor, rey de Babilonia, había nombrado rey de Judá.

2 Pero ni él, ni sus oficiales ni el pueblo de la tierra habían hecho caso de las palabras que el Señor les había comunicado por medio del profeta Jeremías.

Interrupción del asedio de Jerusalén

3 El rey Sedecías envió a Jucal, hijo de Selemías, y al sacerdote Sofonías, hijo de Maasías, para que dijeran a Jeremías: «Reza por nosotros al Señor, nuestro Dios».

4 Por entonces Jeremías andaba entre la gente, pues todavía no había sido encarcelado.

5 El ejército del faraón había salido de Egipto. Cuando los caldeos que asediaban Jerusalén se enteraron de la noticia, levantaron el cerco de la ciudad.

6 Entonces el profeta Jeremías recibió esta palabra del Señor:

7 «Esto dice el Señor, Dios de Israel: Decid esto al rey de Judá que os ha enviado a consultarme: Mirad, el ejército del faraón, que se había movilizado para ayudaros, ha regresado a Egipto, su país.

8 Los caldeos que atacaban esta ciudad volverán, la tomarán y prenderán fuego a esta ciudad.

9 Esto dice el Señor: No os engañéis pensando que los caldeos van a levantar el cerco y se van a retirar, pues no se retirarán.

10 Además, aunque derrotarais a todo el ejército caldeo que ahora os ataca, con tal de que quedasen en las tiendas unos cuantos heridos, se levantarían y pegarían fuego a esta ciudad».

Arresto de Jeremías

11 Cuando el ejército caldeo estaba levantando el cerco de Jerusalén para replegarse ante el avance del ejército del faraón,

12 salió Jeremías de Jerusalén camino del territorio de Benjamín para asistir a un reparto de tierras entre su gente.

13 Cuando se disponía a salir por la Puerta de Benjamín, Jirías, capitán de la guardia, hijo de Selemías y nieto de Jananías, apresó al profeta Jeremías acusándolo de pasarse a los caldeos.

14 Jeremías le contestó: «Mentira. Yo no me paso a los caldeos». Pero Jirías no le hizo caso. Apresó a Jeremías y lo condujo ante los dignatarios.

15 Estos se irritaron contra Jeremías y mandaron que lo azotaran y lo encarcelaran en casa del escriba Jonatán, que habían acondicionado como prisión.

16 Jeremías fue así a parar al calabozo del sótano, donde permaneció largo tiempo.

17 El rey Sedecías ordenó que se lo trajeran a palacio y le preguntó en secreto:
– ¿Hay algún mensaje de parte del Señor?
Respondió Jeremías:
–Sí; y añadió: serás entregado en manos del rey de Babilonia.

18 Dijo también Jeremías al rey Sedecías:
– ¿Qué delito he cometido contra ti, tus oficiales o este pueblo para que hayas ordenado que me metan en la cárcel?

19 ¿Dónde están esos profetas vuestros que os anunciaban que el rey de Babilonia no os atacaría ni penetraría en el país?

20 Y ahora escúchame, mi rey y señor: te pido por favor que no me devuelvas a la casa del escriba Jonatán, de lo contrario moriré allí.

21 Entonces el rey Sedecías ordenó que custodiasen a Jeremías en el patio de la guardia, y que le diesen una hogaza diaria de pan –de la calle de los Panaderos–, mientras hubiese pan en la ciudad. Y Jeremías se quedó en el patio de la guardia.

Jeremías en el aljibe

Capítulo 38

1 Sefatías, hijo de Matán; Godolías, hijo de Pasjur; Jucal, hijo de Selemías, y Pasjur, hijo de Malquías oyeron lo que Jeremías andaba diciendo a todos:

2 «Esto dice el Señor: Quien se quede en esta ciudad morirá de espada, de hambre o de peste. En cambio, el que se pase a los caldeos seguirá con vida; ese será su botín.

3 Esto dice el Señor: Esta ciudad será entregada sin remedio en poder del ejército del rey de Babilonia, que la conquistará».

4 Los dignatarios dijeron al rey:
–Hay que condenar a muerte a ese hombre, pues, con semejantes discursos, está desmoralizando a los soldados que quedan en la ciudad y al resto de la gente. Ese hombre no busca el bien del pueblo, sino su desgracia.

5 Respondió el rey Sedecías:
–Ahí lo tenéis, en vuestras manos. Nada puedo hacer yo contra vosotros.

6 Ellos se apoderaron de Jeremías y lo metieron en el aljibe de Malquías, príncipe real, en el patio de la guardia, descolgándolo con sogas. Jeremías se hundió en el lodo del fondo, pues el aljibe no tenía agua.

7 Ebedmélec el cusita, un eunuco del palacio real, oyó que habían arrojado a Jeremías al aljibe. Como el rey se encontraba en la Puerta de Benjamín,

8 Ebedmélec abandonó el palacio, fue al rey y le dijo:

9 –Mi rey y señor, esos hombres han tratado injustamente al profeta Jeremías al arrojarlo al aljibe, donde sin duda morirá de hambre, pues no queda pan en la ciudad.

10 Entonces el rey ordenó a Ebedmélec el cusita:
–Toma tres hombres a tu mando y sacad al profeta Jeremías del aljibe antes de que muera.

11 Ebedmélec tomó consigo a los hombres, entró en el palacio real, fue al ropero y cogió algunos trozos de tela y de ropas inservibles. Después, con unas sogas, los descolgó en el aljibe hasta donde estaba Jeremías.

12 Ebedmélec el cusita dijo entonces a Jeremías: «Ponte esos trozos de tela en los sobacos, por debajo de las sogas». Así lo hizo Jeremías.

13 Entonces tiraron de él con las sogas y lo sacaron de la cisterna. Y Jeremías se quedó en el patio de la guardia.

Jeremías ante Sedecías por última vez

14 El rey Sedecías mandó que le trajeran al profeta Jeremías a la tercera entrada del templo del Señor. El rey le dijo:
–Quiero preguntarte una cosa. Y no me ocultes nada.

15 Jeremías le respondió:
–Si te digo la verdad, seguro que me matas. Y, si te doy un consejo, no me vas a escuchar.

16 Entonces el rey Sedecías juró en secreto a Jeremías:
–¡Por vida del Señor, que nos dio la vida, que no te mataré ni te entregaré en poder de esos hombres que te persiguen a muerte!

17 Respondió Jeremías a Sedecías:
–Esto dice el Señor del universo, Dios de Israel: «Si te rindes a los generales del rey de Babilonia, salvarás la vida, y no incendiarán la ciudad. Tú y tu familia seguiréis con vida.

18 Pero, si no te rindes a los generales del rey de Babilonia, esta ciudad caerá en manos de los caldeos, que la incendiarán. Y tú no escaparás».

19 El rey Sedecías dijo a Jeremías:
–Tengo miedo de que me entreguen en manos de los de Judá que se han pasado a los caldeos, y que me maltraten.

20 Respondió Jeremías:
–No te entregarán. Haz caso a lo que te dice el Señor a través de mí y todo te irá bien. Salvarás la vida.

21 Pero, si te niegas a rendirte, esto es lo que me ha revelado el Señor:

22 «Todas las mujeres que han quedado en el palacio real de Judá serán entregadas a los generales del rey de Babilonia, y dirán así:
“Te han engañado y te han podido
los que eran tus íntimos amigos;
tus pies se han hundido en el barro
y ellos se han retirado".

23 Todas tus mujeres y tus hijos serán entregados a los caldeos. Y tú no te librarás de ellos, pues caerás en poder del rey de Babilonia, que incendiará la ciudad».

24 Sedecías dijo a Jeremías:
–Que nadie se entere de lo que hemos hablado, de lo contrario morirás.

25 Si los dignatarios se enteran de que he hablado contigo, y vienen a decirte: «Cuéntanos lo que has dicho al rey y no nos lo ocultes, de lo contrario te mataremos»,

26 tú les respondes: «He estado suplicando al rey que no me llevasen de nuevo a casa de Jonatán, a morir allí».

27 En efecto, los dignatarios fueron a interrogar a Jeremías, pero él les respondió conforme a las instrucciones del rey. Así que se fueron sin decir nada porque la cosa no se supo.

28 Jeremías se quedó en el patio de la guardia hasta el día en que fue conquistada Jerusalén.
Esto sucedió cuando fue conquistada Jerusalén.

Caída de Jerusalén y liberación del profeta

Capítulo 39

1 El año noveno de Sedecías, rey de Judá, el mes décimo, Nabucodonosor, rey de Babilonia, llegó con todo su ejército y puso sitio a Jerusalén.

2 El año undécimo de Sedecías, el día nueve del cuarto mes, abrieron brecha en las murallas de la ciudad.

3 Los generales del rey de Babilonia entraron y se instalaron en la Puerta Central. Eran Nergal-Saréser, príncipe de Sin-Maguir, jefe de los magos, Nabusazbán, jefe de los eunucos, y el resto de los generales del rey de Babilonia.

4 Cuando vieron lo ocurrido, Sedecías, rey de Judá, y los soldados aprovecharon la noche para huir de la ciudad. Atravesaron los jardines reales por la puerta que había entre la doble muralla y huyeron en dirección a la estepa.

5 Pero el ejército caldeo los persiguió, y dieron alcance a Sedecías en las estepas de Jericó. Lo apresaron y lo condujeron a Riblá, en territorio de Jamat, donde estaba Nabucodonosor, rey de Babilonia, que allí mismo dictó sentencia.

6 El rey de Babilonia ordenó degollar en Riblá a los hijos de Sedecías en presencia de este; y también mandó degollar a la gente principal de Judá.

7 A Sedecías le sacó los ojos y lo cargó de cadenas para llevárselo a Babilonia.

8 Los caldeos pegaron fuego al palacio real y a las viviendas de la ciudad, y derribaron las murallas de Jerusalén.

9 Nabuzardán, jefe de la guardia, deportó a Babilonia a la gente que había quedado en la ciudad y a los desertores que se habían pasado a ellos.

10 En cuanto a la gente pobre, carente de posesiones, Nabuzardán, jefe de la guardia, los dejó en Judá y les entregó viñas y tierras.

11 Nabucodonosor, rey de Babilonia, había dado a Nabuzardán, jefe de la guardia, la siguiente orden respecto a Jeremías:

12 «Tómalo a tu cargo y no le hagas daño alguno. Y concédele lo que te pida».

13 Nabuzardán, jefe de la guardia; Nabusazbán, jefe de los eunucos, y Nergal-Saréser, jefe de los magos,

14 mandaron traer a Jeremías del patio de la guardia y se lo confiaron a Godolías, hijo de Ajicán y nieto de Safán, para que lo llevase a su casa y así pudiera hacer vida normal.

Oráculo sobre Ebedmélec

15 Durante su detención en el patio de la guardia, Jeremías había recibido esta palabra del Señor:

16 «Ve y comunica lo siguiente a Ebedmélec el cusita: Esto dice el Señor del universo, Dios de Israel: Voy a hacer que se cumplan las palabras que he pronunciado contra esta ciudad, palabras de desgracia, que no de ventura. Tú mismo podrás comprobarlo aquel día.

17 Pero aquel día yo te pondré a salvo –oráculo del Señor– y no serás entregado en manos de los hombres con los que temes encontrarte;

18 pues pienso librarte para que no caigas víctima de la espada. Tu vida será tu botín, por haber confiado en mí –oráculo del Señor–».

Jeremías se queda con su gente

* Capítulo 40

1 Palabra que recibió Jeremías de parte del Señor, después que Nabuzardán, jefe de la guardia, lo hiciera venir de Ramá para hacerse cargo de él, cuando Jeremías se encontraba ya entre el grupo de deportados de Jerusalén y de Judá, que, cargados de cadenas, eran desterrados a Babilonia.

2 El jefe de la guardia mandó traer a Jeremías y le dijo: «El Señor, tu Dios, había predicho la desgracia que ha padecido este lugar.

3 Ha cumplido todo, conforme lo había anunciado, pues pecasteis contra él y no le hicisteis caso.

4 Ahora voy a quitarte definitivamente las cadenas de las muñecas. Si te parece bien venir conmigo a Babilonia, puedes hacerlo; yo me ocuparé de ti. Ahora bien, si te parece mal, déjalo. Mira, ahí tienes todo el país a tu disposición; puedes ir adonde te guste o adonde te parezca bien».

5 Al ver que Jeremías no se decidía a marcharse, añadió: «Puedes volver a Godolías, hijo de Ajicán y nieto de Safán. El rey de Babilonia lo ha nombrado gobernador de las ciudades de Judá. Quédate con él y haz vida normal entre la gente; o vete adonde mejor te parezca». El jefe de la guardia le proporcionó provisiones y le hizo algunos regalos; después le dejó marchar.

6 Jeremías fue a Mispá, donde estaba Godolías, hijo de Ajicán, y se quedó con él, haciendo vida normal entre la población que había quedado en el país.

Asesinato del gobernador Godolías

7 Los oficiales del ejército de Judá, que se habían desperdigado por los campos con sus soldados, se enteraron de que el rey de Babilonia había nombrado gobernador del país a Godolías, hijo de Ajicán, y de que le había encomendado la custodia de los hombres, mujeres, niños y gente pobre que no habían sido deportados a Babilonia.

8 Entonces unos cuantos fueron a Mispá, junto con sus hombres, a entrevistarse con Godolías. Eran Ismael, hijo de Netanías; Yojanán y Jonatán, hijos de Caréaj; Seraías, hijo de Tanjumet; los hijos de Efaí, el netofatita, y Jezanías, el maacatita.

9 Godolías, hijo de Ajicán y nieto de Safán, les juró a ellos y a sus hombres: «No temáis someteros a los caldeos. Quedaos en el país, someteos al rey de Babilonia y todo os irá bien.

10 Yo tengo que quedarme en Mispá a disposición de los caldeos que lleguen a nuestro país. Por vuestra parte, podéis estableceros en las ciudades que hayáis ocupado; cosechad vino, cereales y aceite, y almacenad todo».

11 Los de Judá que estaban en Moab, entre los amonitas y en Edón, así como los que se habían dispersado por otros países, se enteraron también de que el rey de Babilonia había permitido que un resto de la población se quedase en el país y de que había nombrado gobernador a Godolías, hijo de Ajicán y nieto de Safán.

12 Toda esta gente regresó a Judá desde los lugares donde habían buscado refugio y fueron a Mispá, donde se hallaba Godolías. Y tuvieron una abundante cosecha de vino y de cereales.

13 Yojanán, hijo de Caréaj, y todos los oficiales del ejército que se habían dispersado por los campos, fueron a Mispá, donde estaba Godolías,

14 y le dijeron: «¿Sabes que Baalís, rey de los amonitas, ha enviado a Ismael, hijo de Netanías, para que te asesine?». Pero Godolías, hijo de Ajicán, no les hizo caso.

15 Entonces Yojanán, hijo de Caréaj, se entrevistó en secreto con Godolías, en Mispá, y le dijo:
–He pensado ir yo mismo a matar a Ismael, hijo de Netanías, sin que nadie se entere. No podemos permitir que te mate, pues eso supondría la desbandada de todos los de Judá reunidos en torno a ti y la pérdida del resto de Judá.

16 Godolías, hijo de Ajicán, respondió a Yojanán, hijo de Caréaj:
–No lo hagas. No es cierto lo que dices de Ismael.

Capítulo 41

1 Pues bien, el mes séptimo, Ismael, hijo de Netanías y nieto de Elisamá, de estirpe real, se dirigió en compañía de diez hombres a Mispá, a entrevistarse con Godolías, hijo de Ajicán. Mientras estaban comiendo,

2 se levantó Ismael, hijo de Netanías, junto con los diez hombres que lo acompañaban, y mataron a puñaladas a Godolías, hijo de Ajicán y nieto de Safán, que había sido nombrado gobernador por el rey de Babilonia.

3 Ismael asesinó también a todos los de Judá que estaban con Godolías en Mispá y a los soldados caldeos que se encontraban allí.

4 Al día siguiente del asesinato de Godolías, cuando nadie se había percatado todavía del hecho,

5 llegaron de Siquén, de Siló y de Samaría ochenta hombres con la barba afeitada, con la ropa hecha jirones y con incisiones en el cuerpo. Llevaban oblaciones e incienso para ofrecerlos en el templo del Señor.

6 Ismael, hijo de Netanías, salió de Mispá a su encuentro; caminaba llorando. Cuando llegó junto a ellos, les dijo: «Venid ante Godolías, hijo de Ajicán».

7 Una vez dentro de la ciudad, Ismael, hijo de Netanías, los degolló con la ayuda de sus hombres y los arrojó en la cisterna.

8 Entre ellos había diez hombres que dijeron a Ismael: «No nos mates, que hemos escondido en el campo trigo, cebada, aceite y miel». Ismael desistió de su plan y no los mató como había hecho con sus compañeros.

9 La cisterna en la que Ismael había arrojado los cadáveres de los hombres asesinados era una cisterna enorme que el rey Asá había mandado excavar para defenderse de Basá, rey de Israel. Ismael, hijo de Netanías, la llenó de cadáveres.

10 Ismael apresó después al resto de la población de Mispá y a las princesas reales, a toda la gente que Nabuzardán, jefe de la guardia, había confiado a Godolías, hijo de Ajicán. Ismael, hijo de Netanías, se los llevó prisioneros a territorio amonita.

11 Cuando Yojanán, hijo de Caréaj, y los oficiales que lo acompañaban se enteraron de los crímenes perpetrados por Ismael, hijo de Netanías,

12 reunieron a todos sus hombres y fueron a luchar contra Ismael, hijo de Netanías. Lo encontraron junto a la alberca grande de Gabaón.

13 Cuando la gente de Mispá que Ismael llevaba prisionera vio a Yojanán, hijo de Caréaj, y a los oficiales que lo acompañaban, se llenaron de alegría,

14 dieron media vuelta y se pasaron a Yojanán, hijo de Caréaj.

15 Ismael, hijo de Netanías, escapó de Yojanán con ocho hombres, en dirección a territorio amonita.

16 Yojanán, hijo de Caréaj, y los oficiales que lo acompañaban se ocuparon de la gente de Mispá que Ismael, hijo de Netanías, había hecho prisionera tras asesinar a Godolías, hijo de Ajicán. Entre la gente había soldados, mujeres, niños y eunucos que Juan había rescatado en Gabaón.

17 La gente se puso en marcha e hicieron una parada en el albergue de Quinán, cerca de Belén, antes de proseguir viaje a Egipto,

18 adonde huían por miedo a los caldeos, ya que Ismael, hijo de Netanías, había asesinado a Godolías, hijo de Ajicán, a quien el rey de Babilonia había nombrado gobernador del país.

Huida a Egipto

* Capítulo 42

1 Entonces los oficiales del ejército, acompañados de Yojanán, hijo de Caréaj, de Jezanías, hijo de Osaías, y del resto de la gente, del más pequeño al más grande,

2 acudieron al profeta Jeremías y le dijeron:
–Acepta nuestra súplica y reza al Señor, tu Dios, por nosotros y por todo este resto, pues quedamos muy pocos de tantos que éramos, como bien puedes ver.

3 Que el Señor, tu Dios, nos indique el camino que hemos de seguir y lo que debemos hacer.

4 El profeta Jeremías les respondió:
–De acuerdo. Rezaré al Señor, vuestro Dios, según me pedís. Y os comunicaré, sin ocultaros nada, todo lo que el Señor me responda.

5 Ellos dijeron a Jeremías:
–Que el Señor sea testigo veraz y fiel contra nosotros si no cumplimos todo lo que el Señor, tu Dios, te mande decirnos.

6 Tanto si nos gusta como si no nos gusta, obedeceremos al Señor, nuestro Dios, a quien nosotros te enviamos. De este modo, si obedecemos al Señor, nuestro Dios, todo nos irá bien.

7 Pasados diez días, Jeremías recibió la palabra del Señor.

8 Este llamó a Yojanán, hijo de Caréaj, a todos sus oficiales y al resto de la gente, del más pequeño al más grande,

9 y les dijo:
–Esto dice el Señor, Dios de Israel, a quien me enviasteis para presentarle vuestras súplicas:

10 «Si os quedáis a vivir en esta tierra, os construiré y no os destruiré, os plantaré y no os arrancaré, pues me pesa el mal que os he hecho.

11 No temáis al rey de Babilonia, como hacéis ahora; no lo temáis –oráculo del Señor–, porque yo estoy con vosotros para salvaros y libraros de su mano.

12 Le infundiré compasión para que se compadezca de vosotros y os deje volver a vuestras tierras.

13 Pero si decís que no queréis habitar en este país –desoyendo así la voz del Señor, vuestro Dios–,

14 y que preferís ir a vivir a Egipto, pensando que allí no conoceréis guerras, ni oiréis toques de alarma, ni pasaréis hambre,

15 entonces, resto de Judá, escuchad la palabra del Señor: Esto dice el Señor del universo, Dios de Israel: Si os empeñáis en ir a Egipto para residir allí,

16 la espada que teméis os alcanzará allí, en Egipto, y el hambre que os asusta os perseguirá en Egipto, donde moriréis.

17 Todos los que vayan a instalarse en Egipto en calidad de refugiados morirán víctimas de la espada, el hambre o la peste. No habrá nadie que sobreviva ni que escape a las calamidades que haré caer sobre ellos.

18 Pues esto dice el Señor del universo, Dios de Israel: Del mismo modo que derramé mi ira y mi cólera sobre los habitantes de Jerusalén, así derramaré mi ira y mi cólera sobre vosotros cuando lleguéis a Egipto. Os convertiréis en maldición y espanto, en objeto de imprecación y de vergüenza, y no volveréis a ver esta tierra».

19 Esto os dice el Señor, resto de Judá: «No vayáis a Egipto. Tenedlo bien en cuenta, tal como hoy os advierto».

20 Os habéis engañado a vosotros mismos rogándome que fuera al Señor, vuestro Dios, pidiendo que intercediera por vosotros y diciendo que os comunicara lo que dijera el Señor para ponerlo en práctica.

21 Os lo acabo de comunicar hoy, pero no hacéis caso de cuanto el Señor, vuestro Dios, me ha encargado deciros.

22 Pues bien, estad seguros de que moriréis víctimas de la espada, del hambre o de la peste en el país que habéis elegido para residir como refugiados.

Capítulo 43

1 Cuando Jeremías acabó de transmitir a toda aquella gente el mensaje del Señor, su Dios, todo lo que el Señor, su Dios, le había encargado,

2 Azarías, hijo de Osaías, así como Yojanán, hijo de Caréaj, y todos los demás dijeron con insolencia a Jeremías: «Estás mintiendo. El Señor, nuestro Dios, no te ha encargado que nos digas que no vayamos a Egipto como refugiados.

3 Lo que pasa es que Baruc, hijo de Nerías, te incita contra nosotros para que caigamos en poder de los caldeos y nos maten o nos deporten a Babilonia».

4 Yojanán, hijo de Caréaj, los oficiales del ejército y el resto de la gente se negaron a obedecer al Señor, que les mandaba quedarse a vivir en Judá.

5 Así que Yojanán, hijo de Caréaj, y sus oficiales reunieron al resto de Judá, que había vuelto de todos los países por donde se habían dispersado:

6 hombres y mujeres, niños y princesas reales, y cuantos Nabuzardán, jefe de la guardia, había encomendado a Godolías, hijo de Ajicán y nieto de Safán. También se llevaron al profeta Jeremías y a Baruc, hijo de Nerías.

7 Y así, desobedeciendo la voz del Señor, llegaron a Egipto y se instalaron en Tafne.
Jeremías anuncia la invasión caldea de Egipto

8 Jeremías recibió en Tafne esta palabra del Señor:

9 «Coge unas piedras grandes y entiérralas en la argamasa del pavimento que hay a la entrada del palacio del faraón en Tafne, y que lo presencie la gente de Judá.

10 Después les dices: Esto dice el Señor del universo, Dios de Israel: Voy a hacer que traigan a mi siervo Nabucodonosor, rey de Babilonia; pondré su trono sobre estas piedras que he mandado enterrar y desplegará su dosel sobre ellas.

11 Cuando llegue, destruirá la tierra de Egipto: los destinados a la muerte morirán; los destinados al destierro serán desterrados; los destinados a la espada morirán a espada.

12 Prenderé fuego a los templos de los dioses de Egipto y él los incendiará y se llevará cautivos a sus dioses. Limpiará la tierra de Egipto, como un pastor limpia de pulgas su manta, y saldrá de allí sin obstáculos.

13 Hará pedazos las estelas del templo del Sol, en Egipto, e incendiará los templos de los dioses egipcios».

Jeremías en Egipto

Capítulo 44

1 Jeremías recibió esta palabra del Señor, destinada a toda la gente de Judá que se había establecido en territorio egipcio: en Migdol, Tafne, Menfis y en la región de Patrós. Les habló así:

2 –Esto dice el Señor del universo, Dios de Israel: Testigos sois de la catástrofe que he descargado sobre Jerusalén y sobre todas las ciudades de Judá, que todavía podéis contemplar arruinadas y deshabitadas.

3 Lo hice por las maldades que cometieron, pues me irritaron quemando ofrendas de incienso y dando culto a dioses extranjeros, que ni ellos, ni vosotros ni vuestros antepasados conocían.

4 Os envié continuamente a mis siervos los profetas para que os conminaran a no cometer esas abominaciones que tanto detesto,

5 pero no escucharon ni hicieron caso cuando les mandaba que abandonaran su maldad y que no hicieran ofrendas de incienso a otros dioses.

6 Así que mi ira y mi cólera se encendieron, y prendieron en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén, que quedaron arruinadas y desoladas hasta el día de hoy.

7 Ahora, pues, esto dice el Señor, Dios del universo, Dios de Israel: ¿Por qué os causáis tanto daño a vosotros mismos haciendo que desaparezcan de Judá hombres y mujeres, niños y lactantes? ¿No os dais cuenta de que así no os quedará un resto?

8 No hacéis más que irritarme con vuestras obras, pues no dejáis de quemar ofrendas de incienso a dioses extraños en la tierra de Egipto, adonde habéis venido como refugiados. De esa forma, vosotros mismos seréis aniquilados y os convertiréis en ejemplo de maldición e ignominia para todas las naciones de la tierra.

9 ¿Habéis olvidado las maldades de vuestros padres y de los reyes de Judá y sus mujeres, o vuestras propias maldades y las de vuestras mujeres, maldades que todos cometisteis en tierra de Judá y en las calles de Jerusalén?

10 Y hasta el momento no os habéis arrepentido, no me habéis temido ni habéis observado la ley y los preceptos que os di a vosotros y a vuestros antepasados.

11 Por esto, así dice el Señor del universo, Dios de Israel: Os estoy vigilando para vuestra desgracia, para exterminar a toda la gente de Judá.

12 Haré que desaparezca el resto de Judá, esos que se encaminaron a Egipto para residir allí como refugiados. Todos encontrarán su fin en Egipto: víctimas de la espada o consumidos por el hambre; lo mismo pequeños que mayores, todos sucumbirán por la espada o por el hambre. Y así se convertirán en maldición y espanto, en objeto de execración y de vergüenza.

13 Castigaré a los habitantes de Egipto, del mismo modo que castigué a Jerusalén, con la espada, el hambre y la peste.

14 Por lo que respecta al resto de Judá, no quedarán supervivientes; ninguno de cuantos vinieron a Egipto a residir como refugiados podrá regresar a Judá, a pesar de que vinieron con la esperanza de poder volver allí. Solo algunos fugitivos conseguirán regresar.

15 Los hombres que sabían que sus mujeres quemaban ofrendas de incienso a dioses extraños, todas las mujeres presentes en aquella concurrida asamblea y la gente en general establecida en Patrós, en territorio egipcio, respondieron a Jeremías:

16 –No vamos a hacer caso de lo que nos has dicho en nombre del Señor,

17 pues llevaremos a cabo lo que ya hemos decidido: quemar ofrendas de incienso a la Reina del Cielo y hacerle libaciones. Hasta ahora lo hemos venido haciendo nosotros, nuestros padres, nuestros reyes y nuestros dignatarios en las poblaciones de Judá y en las calles de Jerusalén, y bien que nos hartábamos de comer; todo iba bien y ningún mal nos sucedía.

18 Ahora, en cambio, desde que hemos dejado de quemar ofrendas de incienso a la Reina del Cielo y de hacerle libaciones, carecemos de todo y vamos muriendo víctimas de la espada o del hambre.

19 Además, cuando nosotras quemamos ofrendas a la Reina del Cielo, le hacemos libaciones y preparamos tortas con su efigie, lo hacemos con el consentimiento de nuestros maridos.

20 Jeremías contestó a toda la gente, tanto hombres como mujeres, que había hablado en los mismos términos:

21 – ¿Pensáis que el Señor no se daba cuenta ni tenía presente las ofrendas de incienso que hacíais en las poblaciones de Judá y en las calles de Jerusalén vosotros, vuestros padres, vuestros reyes, vuestros dignatarios y el pueblo de la tierra?

22 El Señor no pudo soportar vuestra mala conducta ni las abominaciones que cometíais; por eso, vuestra tierra quedó convertida en ruinas, desolación y maldición, y sin habitantes hasta el día de hoy.

23 En efecto, quemabais ofrendas de incienso y pecabais contra el Señor: no lo obedecíais ni vivíais conforme a su ley, a sus normas y a sus decisiones. Por eso, os sobrevino esta desgracia, tal como podéis comprobarlo hoy.

24 Jeremías dijo a todos los presentes y a sus mujeres:
–Escuchad la palabra del Señor, los de Judá que residís en Egipto.

25 Esto dice el Señor del universo, Dios de Israel: Desde luego, vosotros y vuestras mujeres habéis puesto en práctica lo que dijisteis de palabra: que cumpliríais sin falta los votos que habíais hecho de ofrecer incienso a la Reina del Cielo y de hacerle libaciones. Entonces, mantened vuestros votos y cumplid escrupulosamente las promesas que habéis hecho.

26 Pero escuchad ahora la palabra del Señor los de Judá que vivís en Egipto: He jurado por mi ilustre nombre –dice el Señor– que ninguna persona de Judá, esos que suelen jurar «Por vida del Señor», volverá a invocar mi nombre en la tierra de Egipto.

27 Mirad que yo estoy velando sobre ellos, para mal, no para bien. Todos los de Judá que residen en territorio egipcio morirán víctimas de la espada o del hambre hasta que yo acabe con ellos.

28 (Solo unos pocos escaparán de la espada y podrán regresar de la tierra de Egipto a territorio de Judá). Y así, el resto de Judá que ha venido a refugiarse en Egipto sabrá qué palabra se cumple, si la mía o la de ellos.

29 Y para que sepáis –oráculo de Señor– que pienso castigaros en este país y que las calamidades que os anuncié se cumplirán sin falta, esta será la señal:

30 Esto dice el Señor: Voy a entregar al faraón Ofrá, rey de Egipto, en poder de sus mortales enemigos, lo mismo que entregué a Sedecías, rey de Judá, en poder de Nabucodonosor, rey de Babilonia, que buscaba su muerte.
Oráculo al escriba Baruc

Capítulo 45

1 El año cuarto de Joaquim, hijo de Josías, rey de Judá, el profeta Jeremías dirigió estas palabras a Baruc, hijo de Nerías, cuando este escribía en un rollo lo que le dictaba Jeremías:

2 «Esto dice el Señor, Dios de Israel, respecto a ti, Baruc:

3 Te lamentas de que eres un desgraciado, de que el Señor añade sufrimiento a tu dolor y de que estás cansado de gemir y no encuentras reposo.

4 Pues me ordena que te diga lo siguiente: Esto dice el Señor: Ya sabes que destruyo lo que he construido y que arranco lo que he plantado, y así en toda la tierra.

5 ¿Y vienes ahora a pedir para ti algo extraordinario? ¡Ni se te ocurra!, pues ahora que voy a enviar calamidades a todos los seres vivos –oráculo del Señor– date por satisfecho si salvas tu vida vayas por donde vayas. Ese será el botín que consigas».

ORÁCULOS CONTRA LAS NACIONES (46,1-51,64)

Capítulo 46

1 Palabra que el Señor comunicó al profeta Jeremías contra las naciones:

Contra Egipto

2 Referente a Egipto. Contra el ejército del faraón Necó, rey de Egipto, cuando, estando en Carquemis, cerca del río Éufrates, fue derrotado por Nabucodonosor, rey de Babilonia. Corría el año cuarto de Joaquim, hijo de Josías, rey de Judá.

3 ¡Preparad escudos y adargas,
lanzaos todos al combate!

4 ¡Uncid los caballos,
montad los corceles!
¡Formad con los cascos,
bruñid vuestras lanzas,
vestid las corazas!

5 ¿Mas qué es lo que veo?
¡Están aterrados
y dan marcha atrás!
Sus guerreros derrotados
se han dado a la fuga,
no vuelven la cara,
los cerca el pavor
–oráculo del Señor–.

6 Ni el ágil se salva
ni escapa el valiente.
Al norte, junto al Éufrates,
tropezaron y cayeron.

7 ¿Quién es ese que crece como el Nilo,
con sus aguas tumultuosas como ríos,

8 que dice: «Inundaré impetuoso la tierra,
acabaré con ciudades y habitantes»?

9 ¡Adelante, caballos!
¡Que se lancen los carros!
¡Al ataque, soldados!
¡Etíopes y libios con escudos,
los de Lud empuñando el arco!

10 Será el Día del Señor del universo,
día para vengarse de sus enemigos.
La espada devorará y se hartará,
hasta quedar saciada de su sangre;
pues celebra un banquete el Señor,
en el norte, allá junto al Éufrates.

11 Sube a por bálsamo a Galaad,
doncella capital de Egipto:
es inútil que te cures y te cures,
pues tu herida no tiene remedio.

12 Las naciones conocen tu deshonra,
pues tus gritos inundaron la tierra.
Tropezaron soldado con soldado,
a la vez cayeron los dos.

13 Palabra que recibió el profeta Jeremías de parte del Señor, cuando Nabucodonosor, rey de Babilonia, se dirigía a destruir la tierra de Egipto:

14 Llevad la noticia a Egipto,
hacedlo saber en Migdol,
anunciadlo en Tafne y en Menfis;
decid: ¡En formación, preparado,
que la espada devora por doquier!

15 ¿Qué hace por tierra el Buey Apis?
Es que el Señor lo embistió

16 con fuerza: tropezó y cayó.
Unos a otros se decían:
«Venga, volvamos con nuestra gente,
vayamos todos a nuestra patria,
huyamos de la espada que devasta».

17 Llamad al faraón:
«Estrépito que llega a destiempo».

18 ¡Por mi vida –oráculo del Rey
que se llama Señor del universo–,
que todo va a suceder así,
tan real como el Tabor entre los montes,
como el Carmelo que se alza sobre el mar!

19 Preparaos el ajuar del deportado,
habitantes de la capital de Egipto,
pues Menfis quedará desolada,
incendiada, sin nadie que la habite.

20 Egipto es una hermosa novilla,
y un tábano la ataca desde el norte.

21 También los mercenarios que tiene
son como novillos de engorde,
pero todos volvieron la espalda,
escaparon y no se quedaron;
pues les llega el día funesto,
el tiempo de pedirles cuentas.

22 Silba y escapa como serpiente
al ver que se acerca el ejército:
llegan contra ella con hachas,
igual que si fueran leñadores;

23 talan su selva –oráculo del Señor–.
Por muy numerosos que sean,
más abundantes que la langosta,
sin que nadie pueda contarlos,

24 la capital de Egipto desfallece
en manos de un pueblo del norte.

25 Dice el Señor del universo, Dios de Israel: Voy a pedir cuentas al dios Amón de Tebas, a Egipto con sus dioses y príncipes, al faraón y a los que confían en él.

26 Los entregaré en manos de los que los persiguen a muerte: de Nabucodonosor, rey de Babilonia, y de sus oficiales. Pero, una vez que pase todo esto, será habitada como en los tiempos antiguos –oráculo del Señor–.

27 No temas, Jacob, siervo mío;
no pierdas el ánimo, Israel;
te traeré sano y salvo de lejos,
a tus hijos, del país del cautiverio.
Jacob volverá y reposará
tranquilo, sin nadie que lo inquiete.

28 No temas, Jacob, siervo mío
–oráculo del Señor–,
pues aquí estoy contigo.
Acabaré con todas las naciones
por donde te había dispersado,
pero no acabaré contigo,
aunque debo castigarte con justicia,
pues no puedo dejarte impune.

Contra Filistea

* Capítulo 47

1 Palabras que el Señor comunicó al profeta Jeremías sobre los filisteos antes de que el faraón conquistara Gaza:

2 Esto dice el Señor:
Desde el norte se acercan las aguas,
desbordadas igual que un torrente,
que anegará por completo el país.
Los hombres gritarán, gemirán
todos los habitantes del país,

3 cuando oigan cascos de corceles,
estrépito de carros y de ruedas.
Los padres, por falta de fuerza,
abandonan sin ayuda a sus hijos,

4 pues se acerca el día desolador
para toda la gente filistea:
se acabará para Tiro y Sidón
la ayuda que les quede todavía.
El Señor destruirá a los filisteos,
lo que quede de la isla de Creta.

5 A Gaza le llega la calvicie,
muda ha quedado Ascalón.
Y vosotros, resto de los anaquitas,
¿hasta cuándo os haréis incisiones?

6 ¡Ay espada del Señor!,
¿cuándo te vas a detener?
¡Vuelve a tu vaina,
descansa ya, quieta!

7 ¿Pero cómo puede estar quieta
si recibió una orden del Señor?
Contra Ascalón y todo el litoral,
contra ellos la ha convocado.

Contra Moab

* Capítulo 48

1 Acerca de Moab, esto dice el Señor del universo, Dios de Israel:
¡Ay de Nebo, devastada!
¡Quiriatáin humillada y conquistada,
humillada y deshecha la acrópolis!

2 Se acabó la gloria de Moab,
en Jesbón se fraguó su desgracia:
¡Vamos a borrarla de las naciones!
También Madmén enmudece,
pues corre tras ella la espada.

3 Se escapan gritos de Joronáin:
¡qué gran desolación y desastre!

4 Moab ha sido destrozada,
se oyen los gritos de sus pequeños.

5 Por la cuesta de Lujit
suben llorando y llorando;
y bajando a Joronáin
se oyen gritos lastimeros.

6 Huid, salvad vuestra vida,
como el onagro en la estepa.

7 Confiaste en tus obras y tesoros,
pero también serás conquistada.
Camós será desterrado,
con él sus sacerdotes y dignatarios.

8 El destructor entrará en las ciudades,
ninguna podrá verse a salvo;
los valles serán desolados,
y todas las llanuras, esquilmadas
–lo ha dicho el Señor–.

9 ¡Haced señales a Moab;
venga, que salga deprisa!
Sus ciudades serán desoladas,
quedarán sin ningún habitante.

10 ¡Maldito quien haga con desgana
la tarea que encargó el Señor!
¡Maldito quien trate de impedir
que su espada se sacie de sangre!

11 Moab ha vivido tranquila desde joven,
reposada como el vino en la solera;
no la trasvasaron de cántaro a cántaro:
nunca experimentó el destierro.
Por eso conserva su sabor
y nunca ha perdido su aroma.

12 Pero llegan días en que enviaré trasvasadores que la trasvasen: vaciarán los cántaros y romperán los recipientes –oráculo del Señor–.

13 Entonces Moab se avergonzará de su dios Camós, como se avergonzó la casa de Israel de Betel, en quien confiaba.

14 ¿A qué presumir de valientes,
de soldados avezados en la lucha?

15 Ya sube el destructor de Moab y sus ciudades,
ya baja al matadero la flor de sus soldados
–oráculo del Rey, del Señor del universo–.

16 Se acerca el desastre de Moab,
ya llega su ruina a toda prisa.

17 ¡Llorad por ella, naciones vecinas,
todos los que conocéis su fama!
Lamentaos: «¡Ay cómo se ha roto
la vara poderosa, el cetro glorioso!».

18 Baja, abandona tu solio,
siéntate en tierra reseca,
tú, población de Dibón.
Te ataca el devastador de Moab,
que va a destruir tus fortalezas.

19 Sal al camino y vigila,
tú, población de Aroer.
Pregunta a algún fugitivo,
pregunta: «¿Qué ha sucedido?».

20 ¡Moab humillada y destruida!
Llorad, lanzad alaridos,
anunciad allá por el Arnón
que Moab ha sido devastada.

21 Se cumple la sentencia del Señor sobre el país del altiplano: sobre Jolón, Jasá y Mepaat;

22 sobre Dibón, Nebo y Bet Diblatáin;

23 sobre Quiriatáin, Bet Gamul y Bet Maón;

24 sobre Quiriat, Bosra y todas las ciudades de la tierra de Moab, lejanas y cercanas.

25 A Moab le han arrancado su poder,
le han destrozado su brazo
–oráculo del Señor–.

26 Emborrachad a Moab, pues se ha envalentonado contra el Señor: se revolcará en su vómito y será el hazmerreír de la gente.

27 ¿No te reías tú de Israel como cuando uno es sorprendido entre ladrones? ¿No movías burlona la cabeza cuando hablabas de Israel?

28 Habitantes de Moab,
marchad de las ciudades,
instalaos en los riscos;
anidad como palomas
en la boca de las grietas.

29 Ya sabemos del orgullo de Moab,
conocemos su soberbia desmedida,
su arrogancia, su orgullo y vanidad,
lo altanero que es su corazón.

30 Conozco lo arrogante que es,
sus palabras tan poco de fiar,
sus acciones tan desatinadas
–oráculo del Señor–.

31 Por eso, lloraré por Moab,
por Moab entera gritaré,
por la gente de Quir Jeres gemiré.

32 Lloraré por ti, viña de Sibmá,
más que se lloró por Jazer.
Tus sarmientos llegaban hasta el mar,
penetraban en tierras de Jazer;
pero toda tu cosecha y tu vendimia
las ha arrebatado el devastador.

33 Cesaron la alegría y las fiestas
en los huertos de la tierra de Moab;
acabé con el vino de tus lagares,
ya no pisarán en los trujales
cantando coplas sin parar.

34 Los gritos de auxilio de Jesbón
se oyen en Jasá y en Elalé;
las voces de la gente de Soar
se oyen en Joronáin y Eglat Salisá.
Incluso las aguas de Nimrín
se han convertido en sequedales.

35 Acabaré en Moab con los que suben a los recintos sagrados para ofrecer incienso a sus dioses –oráculo del Señor–.

36 Por eso, mi corazón gime con voz doliente de flauta por Moab y por la gente de Quir Jeres, pues han perdido el fruto de su trabajo.

37 Todos se han afeitado la cabeza y se han rapado la barba; se han hecho incisiones en los brazos y cubierto los lomos de arpillera.

38 Por todo Moab se oyen gritos de duelo, lo mismo en las azoteas de las casas que en las calles, pues he hecho pedazos a Moab como si fuera un cacharro inútil –oráculo del Señor–.

39 La gente se lamenta: ¡Qué desastre! ¡Cómo ha vuelto Moab la espalda avergonzada, convertida en burla y espanto de todas las naciones vecinas!

40 Pues esto dice el Señor:
Aquí está, lanzado como un águila,
con sus alas desplegadas sobre Moab:

41 van a ser tomadas las ciudades,
las plazas fuertes, conquistadas.
Aquel día los guerreros de Moab
se sentirán como una parturienta.

42 Moab, devastada, no es nación,
pues se envalentonó contra el Señor.

43 Terror, zanja y lazo
contra vosotros, habitantes de Moab
–oráculo del Señor–.

44 El que huya del terror
caerá en la zanja;
el que suba de la zanja
caerá en el lazo;
pues haré que le llegue a Moab
la hora de pedirle cuentas
–oráculo del Señor–.

45 Se detienen a la sombra de Jesbón
los fugitivos, faltos de fuerza:
pues sale un fuego de Jesbón,
llamas de la ciudad de Sijón,
que consumen las patillas de Moab
y el cuello de la gente de Saón.

46 ¡Pobre de ti, Moab!
¡Estás perdido, pueblo de Camós!
Se llevan a tus hijos al destierro,
tus hijas caminan deportadas.

47 Pero después, con el paso del tiempo,
cambiaré la suerte de Moab
–oráculo del Señor–.
Hasta aquí la sentencia de Moab.

Contra Amón

Capítulo 49

1 Acerca de la gente de Amón,
esto dice el Señor:
¿No tiene hijos Israel?,
¿a nadie tiene que le herede?
¿Pues por qué, entonces, Milcón
se ha apoderado de Gad
y su pueblo habita en sus poblados?

2 Por eso, llegan días –oráculo del Señor–
en que haré que resuenen por Rabá de los amonitas
los alaridos que preludian la guerra.
Acabará en montón de escombros,
sus ciudades serán incendiadas,
e Israel heredará a su heredero.

3 Gime, Jesbón, por Ay devastada;
gritad, poblados del distrito de Rabá;
haced duelo, vestidos de saco,
de arriba abajo, entre las cercas,
pues Milcón será deportado,
con él sus sacerdotes y dignatarios.

4 ¿A qué gloriarte de tus fértiles valles,
ciudad rebelde, confiada en tus tesoros?
Tú decías: «¿Quién me va a atacar?».

5 Pues haré que te invada el pánico
de todos los pueblos que te rodean
–oráculo del Señor del universo–:
cada cual escapará por su lado,
y nadie reunirá a los fugitivos.

6 Pero después cambiaré la suerte de Amón
–oráculo del Señor–.

Contra Edón

7 Acerca de Edón, esto dice el Señor del universo:
¿No queda en Temán sabiduría?
¿Ya no hay consejos de expertos?
¿Ha desaparecido su sabiduría?

8 Huid, marcha atrás, gente de Dedán,
cavad refugios donde podáis vivir,
que voy a traer el desastre a Esaú,
pues ya es la hora de pedirle cuentas.

9 Si vienen contra ti vendimiadores,
te van a dejar sin racimos;
si llegan ladrones por la noche,
te van a saquear a placer.

10 Yo mismo destaparé a Esaú,
dejaré a la vista sus escondrijos,
de modo que no pueda ocultarse.
Será aniquilada su descendencia,
sus hermanos y vecinos: todos.

11 Si vas a abandonar a tus huérfanos,
yo me ocuparé de que sobrevivan:
que confíen tus viudas en mí.

12 Pues esto dice el Señor: Si los que no tenían que beber la copa, la van a beber sin remedio, ¿piensas que tú quedarás impune? ¡Desde luego que no! La beberás sin remedio.

13 Por mi vida –oráculo del Señor–, que Bosra y todas sus poblaciones serán motivo de estupor, oprobio y maldición: un eterno montón de ruinas.

14 He tenido un mensaje del Señor,
un enviado lo transmite a las naciones:
«Reuníos y venid a atacarla.
¡En marcha, a la lucha!».

15 Te haré la nación más pequeña,
serás despreciada por la gente.

16 Pensabas que sembrabas el terror,
la arrogancia te henchía el corazón:
habitas en las crestas rocosas,
asida a la cima de las cumbres;
pero da lo mismo, aunque anides
arriba en lo alto, como el águila,
haré que desciendas de allí
–oráculo del Señor–.

17 Edón se convertirá en un espanto. El que pase junto a ella se quedará pasmado y silbará al ver sus heridas.

18 Será algo así como la catástrofe que asoló Sodoma, Gomorra y sus moradores –dice el Señor–. Ya no habrá nadie que viva allí; no habrá ser humano que habite en ella.

19 Como león que deja la espesura del Jordán
en busca de un lugar donde habitar seguro,
en fuga los pondré en un momento
y haré que la gobierne mi elegido.
¿Quién se puede comparar a mí?
¿Quién podría llevarme a juicio?
¿Qué pastor se me puede enfrentar?

20 Escuchad ahora la decisión
que el Señor ha tomado sobre Edón,
el plan que tiene elaborado
en contra de los habitantes de Temán.
Juro que se llevarán a rastras los corderos,
que la propia dehesa quedará desolada.

21 El ruido de su caída estremece la tierra,
llegan sus gritos al mar Rojo.

22 Aquí está, lanzado como un águila,
con sus alas desplegadas sobre Bosra;
aquel día los guerreros de Edón
se sentirán como una parturienta.

Contra Damasco

23 Referente a Damasco:
Jamat y Arpad se sienten confusas,
inquietas por-que oyen malas noticias;
nerviosas, se agitan como el mar,
incapaces de encontrar la calma.

24 Flaquea Damasco, se vuelve y escapa;
el miedo la atenaza, se siente presa
de angustias y dolores, igual que parturienta.

25 ¿Por qué no ha sido evacuada
la ciudad tan aplaudida,
la villa que era mi alegría?

26 Por eso, aquel día sus jóvenes caerán en las calles, todos los guerreros serán abatidos –oráculo del Señor del universo–.

27 Prenderé fuego a la muralla de Damasco, y devorará los palacios de Ben Adad.

Contra algunas tribus árabes

28 Referente a Quedar y los reinos de Jasor, conquistados por Nabucodonosor, rey de Babilonia. Esto dice el Señor:
Vamos, subid contra Quedar,
destruid a las tribus de Oriente.

29 Les arrebatarán sus tiendas y ganados,
sus pabellones y todo su ajuar;
les robarán también sus camellos,
mientras gritan cercados de terror.

30 Huid a la desbandada, habitantes de Jasor,
cavad refugios donde podáis vivir
–oráculo del Señor–,
pues Nabucodonosor, rey de Babilonia,
elabora un plan contra vosotros,
ha tomado decisiones al respecto.

31 Vamos, atacad al pueblo confiado,
que vive tranquilo –oráculo del Señor–.
Están sin puertas ni cerrojos,
y además vive en soledad.

32 Sus camellos servirán de botín,
sus inmensos rebaños, de despojo.
Dispersaré a todos los vientos
a esos que se afeitan las sienes;
recorran los lugares que recorran,
haré que los persiga la desgracia
–oráculo del Señor–.

33 Jasor quedará como cueva de chacales,
convertida en eterna desolación;
ya no habrá nadie que se asiente allí,
nadie que habite en ella.

Contra Elán

34 Al principio del reinado de Sedecías, rey de Judá, el profeta Jeremías recibió esta palabra del Señor contra Elán:

35 Esto dice el Señor del universo:
«Voy a hacer trizas el arco de Elán,
la flor y nata de todo su ejército.

36 Traeré cuatro vientos contra Elán
de los cuatro extremos del cielo;
los dispersaré a esos cuatro vientos,
y no habrá una sola nación
donde no se refugien elamitas.

37 Desataré el pánico por Elán
cuando sienta la amenaza del enemigo,
de aquellos que quieren aniquilarla.
Traeré sobre ellos la desgracia,
con todo el ardor de mi cólera
–oráculo del Señor–.
Haré que los persiga la espada,
hasta que haya acabado con ellos.

38 Instalaré mi trono en Elán,
acabaré con su rey y sus príncipes
–oráculo del Señor–.

39 Después, allá en el futuro,
cambiaré la suerte de Elán»
–oráculo del Señor–.

Contra Babilonia

Capítulo 50

1 Palabra que pronunció el Señor contra Babilonia, contra la tierra de los caldeos, por medio del profeta Jeremías:

2 Hacedlo saber a las naciones,
izad la bandera, anunciadlo;
no enmudezcáis, contadlo:
«Babilonia ha sido conquistada,
y Bel, su dios, humillado;
Marduc se siente abatido,
sus imágenes están humilladas,
sus ídolos han sido abatidos».

3 La ataca un pueblo por el norte:
su tierra quedará desolada,
sin nadie que pueda habitarla;
hombres y también animales
todos huirán en desbandada.

4 Aquellos días, en aquel momento
llegarán los hijos de Israel y de Judá;
harán el camino juntos, llorando,
en busca del Señor, su Dios
–oráculo del Señor–.

5 Preguntarán por la ruta a Sión,
dirigirán hacia ella sus pasos:
«Vamos a unirnos al Señor,
a sellar una alianza perpetua
que nunca se pueda olvidar».

6 Mi pueblo era un rebaño descarriado,
sus pastores lo perdían por los montes;
recorría montañas y colinas,
olvidado del lugar de su majada.

7 La gente los encontraba y se los comía,
todos sus enemigos decían:
«Nosotros no somos culpables,
pues han pecado contra el Señor,
que era su Dehesa segura,
que era la esperanza de sus padres».

Invitación a la huida

8 Huid de Babilonia,
tierra de los caldeos;
salid como carneros
al frente del rebaño.

9 Pues voy a hostigar contra Babilonia
a una asamblea de grandes naciones;
la atacarán en formación desde el norte,
por este lado será conquistada.
Sus flechas, como expertos soldados,
no suelen volver de vacío.

10 Los caldeos serán despojados,
se hartará la gente que los despoje
–oráculo del Señor–.

11 ¿Por qué no lo celebráis alegres,
vosotros que expoliáis mi heredad;
o saltáis como novilla en la dehesa
y relincháis igual que corceles?

12 Vuestra madre quedará avergonzada,
afrentada la madre que os dio a luz;
será la última de las naciones:
una estepa reseca, un desierto.

13 La ira del Señor la dejará deshabitada,
toda ella convertida en pura desolación;
se espantarán los que pasen por Babilonia,
silbarán burlones al ver sus heridas.

14 En formación, atacad a Babilonia
todos los arqueros expertos;
disparad y no ahorréis una flecha,
pues se ha rebelado contra el Señor.

15 ¡Rodeadla entre gritos de guerra!
La ciudad, por fin, se ha entregado,
sus pilares se van desplomando,
sus murallas se van derrumbando.
Es la venganza del Señor,
ahora vengaos de ella:
hacedle lo mismo que ella hizo.

16 No dejéis en Babilonia sembradores,
ni al que empuña la hoz en la siega;
por temor a la espada asesina,
que vuelva cada cual a su gente,
que huya cada cual a su tierra.

Promesas a Israel

17 Israel era oveja descarriada,
acosada de continuo por leones.
Primero la devoró el rey de Asiria,
después la hizo pedazos
Nabucodonosor, rey de Babilonia.

18 Por eso, esto dice el Señor del universo, Dios de Israel: Voy a pedir cuentas al rey de Babilonia y a su país, igual que le pedí cuentas al rey de Asiria.

19 Traeré a Israel a su pastizal,
pastará en el Carmelo y en Basán;
en la montaña de Efraín y en Galaad
comerá hasta saciar su apetito.

20 Aquellos días, en aquel momento
buscarán en vano el pecado de Israel,
no encontrarán la culpa de Judá,
pues perdonaré a los que deje con vida
–oráculo del Señor–.

21 ¡Atacad Meratáin, atacadla,
también a los que habitan en Pecod!
¡Aniquila a filo de espada,
extermina a toda su gente,
haz lo que te he ordenado!

22 ¡Gritos de guerra en el país:
una catástrofe desoladora!

23 ¡Ha sido roto, destrozado
el mazo que aplastaba la tierra!
¡Se ha convertido Babilonia
en espanto de todas las naciones!

24 Caíste en la trampa que te puse,
Babilonia, sin darte cuenta;
te encontraron y fuiste capturada,
por haberte enfrentado al Señor.

25 El Señor abrió su arsenal
y sacó los instrumentos de su ira,
pues el Señor del universo
tiene un quehacer en la tierra de los caldeos.

26 Atacadla por todos lados,
abrid después sus graneros,
amontonadla igual que gavillas
y después la destruís:
que no quede rastro de ella.

27 Matad a todas sus reses,
que vayan al matadero.
¡Ay de ellos, llega su día,
la ocasión de rendir cuentas!

28 Se oyen voces de evadidos,
fugitivos de la tierra de Babilonia:
van a anunciar en Sión
la venganza del Señor, nuestro Dios,
porque habían destruido su templo.

29 Reunid saeteros contra Babilonia,
a todos los expertos en arco;
acampad en torno a la ciudad,
que nadie pueda escapar.
Pagadle según sus acciones,
haced lo mismo que hizo,
por ser insolente con el Señor,
con el Dios santo de Israel.

30 Sus jóvenes caerán en las calles,
sus guerreros serán abatidos
aquel día –oráculo del Señor–.

31 Aquí me tienes, insolente,
que ya ha llegado tu hora,
el día en que yo te castigue
–oráculo del Señor del universo–.

32 Tropezará la insolente y caerá,
y nadie habrá que la levante.
Prenderé fuego a sus ciudades,
que consumirá todo alrededor.

33 Esto dice el Señor del universo:
Los hijos de Israel están oprimidos,
y también los de Judá;
los han deportado y los retienen,
y no les permiten marchar.

34 Pero es poderoso su redentor,
se llama Señor del universo;
tomará la defensa de su causa:
así traerá paz al país
y agitará a la gente de Babel.

35 ¡Espada contra los caldeos,
contra la gente de Babilonia,
contra sus nobles y sus sabios!
–oráculo del Señor–.

36 ¡Espada contra sus adivinos,
acabarán desvariando!
¡Espada contra sus guerreros,
acabarán aterrados!

37 ¡Espada contra carros y caballos,
contra todas sus tropas mercenarias:
acabarán actuando como mujeres!
¡Espada contra sus tesoros,
acabarán saqueados!

38 ¡Espada contra sus canales,
acabarán sin agua!
Pues es una tierra de ídolos
y pierden por ellos la cabeza.

39 La habitarán chacales y hienas,
en ella vivirán avestruces;
nunca más será repoblada,
nadie habitará en ella por generaciones.

40 Igual que cuando Dios destruyó
a Sodoma, Gomorra y a sus habitantes
–oráculo del Señor–.
No habrá nadie que habite allí,
no habrá ser humano que viva en ella.

41 Viene un ejército del norte,
se despierta una nación poderosa,
se movilizan numerosos reyes
allá por los confines de la tierra.

42 Van armados de arco y jabalina,
son crueles, no tienen compasión;
sus gritos son un mar encrespado,
cabalgan a lomos de corceles;
formados como un solo hombre
para atacarte, ciudad de Babilonia.

43 Al llegarle la noticia,
le flaquean las fuerzas
al rey de Babilonia:
lo atenaza la angustia,
dolores de parturienta.

44 Como león que deja la espesura del Jordán
en busca de un lugar donde habitar seguro,
en fuga los pondré en un momento
y haré que la gobierne mi elegido.
¿Quién se puede comparar a mí?
¿Quién podría llevarme a juicio?
¿Qué pastor se me puede enfrentar?

45 Escuchad ahora la decisión
que el Señor ha tomado sobre Babel,
el plan que tiene elaborado
contra la tierra de los caldeos.
Juro que se llevarán a rastras los corderos,
que la propia dehesa quedará desolada.

46 Los gritos de Babilonia capturada
hacen que se estremezca la tierra,
por las naciones se escuchan sus lamentos.

Capítulo 51

1 Esto dice el Señor:
Voy a suscitar contra Babilonia,
contra los que habitan el corazón del país,
un viento devastador que los destruya.

2 Voy a enviar contra Babilonia
extranjeros que la aventarán
y dejarán vacío su territorio:
la atacarán por todas partes
el día de la catástrofe.

3 Que no se amedrenten los arqueros
ni se cansen los que llevan coraza;
no perdonéis a sus guerreros,
acabad con todo su ejército.

4 Rodarán víctimas en tierra caldea,
gente traspasada por sus calles.

5 Pues Israel y Judá no son viudas
de su Dios, el Señor del universo.
En cambio, la tierra de los caldeos
es culpable ante el Santo de Israel.

6 Huid, abandonad Babilonia,
poned vuestras vidas a salvo,
no acabéis mal por su culpa;
que es la hora de la venganza del Señor,
el día en que va a pedirles cuentas.

7 Babilonia era una copa de oro,
a merced de la mano del Señor,
que emborrachaba a toda la tierra;
las naciones bebían de su vino
hasta el punto de perder el sentido.

8 De pronto cayó Babilonia,
se rompió: ¡llorad por ella!
Traed bálsamo para sus llagas,
tal vez encontremos remedio.

9 Intentamos curar a Babilonia,
pero es imposible: ¡dejadla,
volvamos cada cual a nuestra tierra!
Pues su condena llega hasta el cielo,
alcanza la altura de las nubes.

10 El Señor decidió a favor nuestro;
vamos, proclamemos en Sión
la hazaña del Señor, nuestro Dios.

11 Afilad las saetas, llenad las aljabas;
el Señor incita a los reyes de Media,
pues ha decidido destruir Babilonia:
así el Señor se toma venganza
por haber destruido su templo.

12 Alzad bien altas las enseñas
en dirección a los muros de Babilonia;
reforzad la guardia,
apostad centinelas,
tended emboscadas.
El Señor lleva a cabo lo que piensa,
lo que predijo contra el pueblo de Babilonia.

13 Ciudad repleta de tesoros,
bañada por aguas caudalosas,
¡llega tu fin, te cortan la trama!

14 El Señor del universo lo jura por su vida:
Aunque estés repleta de gente,
como una invasión de langosta,
cantarán victoria sobre ti.

15 Él hizo la tierra con su poder,
asentó el orbe con su saber,
desplegó el cielo con su habilidad.

16 Cuando deja oír su voz,
retumban las aguas del cielo,
hace que las nubes se eleven
desde el confín mismo de la tierra;
con los rayos desata la lluvia
y saca de sus depósitos el viento.

17 Los hombres se atontan con su técnica,
los plateros fracasan con sus ídolos:
son pura mentira, sin espíritu;

18 son obras vacías, engañosas,
destinadas al día del castigo.

19 No así la «Porción de Jacob»,
pues es el creador de todo;
Israel es tribu de su propiedad,
se llama Señor del universo.

20 Tú eres mi mazo, mi arma de guerra:
contigo machacaré naciones,
contigo aniquilaré reinos;

21 contigo machacaré caballos y caballeros,
contigo machacaré carros y aurigas;

22 contigo machacaré hombres y mujeres,
contigo machacaré jóvenes y adultos,
contigo machacaré muchachos y muchachas;

23 contigo machacaré pastores y rebaños,
contigo machacaré labradores y yuntas,
contigo machacaré gobernadores y prefectos.

24 Pero haré que pague Babilonia
y todos los habitantes de Caldea
todos los males que hicieron
en Sión delante de vosotros
–oráculo del Señor–.

25 Vengo contra ti, montaña asesina,
asesina de toda la tierra
–oráculo del Señor–.
Extenderé mi brazo contra ti,
te lanzaré rodando entre peñascos,
haré de ti una montaña quemada.

26 Nadie acudirá a buscar en ti
piedras angulares o de cimiento,
pues serás una ruina perpetua
–oráculo del Señor–.

27 Alzad el estandarte en el país,
convocad con el cuerno a las naciones;
consagrad naciones contra ella,
reclutad contra ella a los reinos
de Ararat, Miní y Asquenaz;
designad a un comandante contra ella,
enviad caballos como langostas erizadas.

28 Consagrad naciones contra ella,
convocad a los reyes de Media,
a sus gobernadores y prefectos,
y a todo el imperio que gobierna.

29 La tierra temblará entre sacudidas
cuando se cumplan en contra de Babel
los planes del Señor para con ella:
dejar el territorio babilonio
desolado, sin nadie que lo habite.

30 Los más aguerridos de Babilonia
han abandonado la batalla;
se quedan dentro de las fortalezas,
les falla el valor, igual que mujeres.
El fuego consume sus edificios,
sus cerrojos están destrozados.

31 Un correo corre tras otro,
mensajero detrás de mensajero,
para anunciar al rey de Babilonia
que ha caído del todo su ciudad:

32 los vados se encuentran cortados,
las esclusas están incendiadas,
los guerreros muertos de miedo.

33 Esto dice el Señor del universo, Dios de Israel:
«Ha quedado la capital de Babilonia
como era dispuesta para la trilla;
en cuanto pase algo de tiempo,
le llegará la hora de la cosecha».

34 Me ha comido, me ha devorado
Nabucodonosor, rey de Babilonia;
me ha dejado como un plato vacío.
Me ha engullido igual que un dragón,
ha quedado su vientre repleto
de lo más delicioso de mí,
y después me ha vomitado.

35 Dice la población de Sión:
«Que Babilonia sea responsable
del destrozo sufrido por mi carne»;
dice Jerusalén:
«Que los caldeos sean responsables
de haber derramado mi sangre».

36 En respuesta, dice el Señor:
Aquí estoy en defensa de tu causa,
voy a vengarme en tu nombre:
secaré su caudaloso río,
dejaré sus manantiales sin gota;

37 Babilonia acabará arruinada,
convertida en cueva de chacales,
en objeto de espanto y rechifla,
sin una persona que la habite.

38 Rugen en grupo, como leones,
gruñen como crías de león.

39 Cuando estén con el ánimo exaltado,
voy a prepararles un festín:
haré que todos se emborrachen,
que una vez llegada la euforia,
se duerman en un sueño eterno,
de modo que no se despierten
–oráculo del Señor–.

40 Los llevaré como corderos al matadero,
lo mismo que carneros o cabritos.

41 ¡Cómo ha sido asediada y capturada
Sesac, la admiración de la tierra!
¡Cómo ha quedado desolada
Babilonia en medio de las naciones!

42 El mar embistió contra Babel,
la inundó con sus olas tumultuosas:

43 sus ciudades quedaron vacías,
como tierra desértica y reseca;
ya no habrá quien habite en ellas,
no habrá nadie que pase por ellas.

44 Pasaré cuentas a Bel en Babilonia,
le haré vomitar todo lo tragado;
ya no acudirán los pueblos a ella,
incluso su muralla se ha derrumbado.

Nueva invitación a salir de Babilonia

45 ¡Sal de Babilonia, pueblo mío,
que todos se pongan a salvo
del incendio de la ira del Señor!

46 No os desaniméis ni tembléis
por la noticia que recorre el país,
pues cada año surgen rumores:
que si hay violencia en el país,
que si un jefe se alza contra otro.

47 Pues bien, veréis que llegan días
en que castigaré a los ídolos de Babilonia,
su país quedará desconcertado,
cubierto por completo de víctimas.

48 Cielo, tierra y cuanto hay en ellos
estallarán en gritos de alborozo
cuando vean lo que le espera a Babilonia:
que vienen a atacarla por el norte
los devastadores –oráculo del Señor–.

49 En Babilonia podrían caer
heridos del pueblo de Israel,
igual que cayeron por Babilonia
heridos de toda la tierra.

50 Los que habéis escapado a la espada
marchaos y no os detengáis:
recordad allá lejos al Señor,
llevad a Jerusalén en el corazón.

51 ¡Qué vergüenza al enterarnos de la afrenta,
el bochorno cubrió nuestros rostros!:
dicen que extranjeros han pisado
lo más santo del templo del Señor.

52 Por eso, veréis que llegan días
en que yo castigaré a sus ídolos,
y sus heridos gemirán por el país
–oráculo del Señor–.

53 Aunque suba Babilonia hasta el cielo
y ponga su ciudadela en las alturas,
enviaré devastadores contra ella
–oráculo del Señor–.

54 Se oyen gritos de socorro en Babilonia,
llanto intenso en la tierra de los caldeos.

55 Pero el Señor devastará Babilonia,
acabará con todo su griterío,
aunque bramen como las olas del mar
y resuenen sus voces tumultuosas.

56 ¡El devastador ataca Babilonia!
Sus guerreros caerán prisioneros,
sus arcos quedarán destrozados,
pues el Señor es un Dios que retribuye,
y al fin les dará su merecido.

57 Emborracharé a sus nobles y a sus sabios, a sus gobernadores, prefectos y soldados, que dormirán un sueño eterno y no despertarán –oráculo del rey que se llama Señor del universo–.

58 Esto dice el Señor del universo:
La ancha muralla de Babilonia
será destruida,
sus altos portones, quemados.
¡En vano trabajan los pueblos,
para el fuego se afanan las naciones!

El oráculo escrito arrojado al Éufrates

59 Encargo que dio el profeta Jeremías a Seraías, hijo de Nerías y nieto de Majsías, cuando marchó deportado a Babilonia en el séquito de Sedecías, rey de Judá. Corría el año cuarto de su reinado, y Seraías era a la sazón jefe de intendencia.

60 Jeremías escribió en un rollo la catástrofe que se cernía sobre Babilonia, es decir, las profecías escritas hasta aquí contra Babilonia.

61 Jeremías dijo a Seraías: «Cuando llegues a Babilonia, busca el modo de proclamar todas estas profecías.

62 Dirás: “Señor, tú decidiste que este lugar fuese destruido, que no quedase en él alma viviente, ni hombres ni animales, y que fuese una perpetua desolación".

63 A continuación, cuando termines de leer este rollo, le atas una piedra y lo arrojas al Éufrates,

64 al tiempo que dices: “Así se hundirá Babilonia, para no levantarse", pues voy a traer sobre ella una terrible desgracia».
Hasta aquí las palabras de Jeremías.

APÉNDICE HISTÓRICO (52)

* Capítulo 52

1 Sedecías, que tenía veintiún años cuando subió al trono, reinó once años en Jerusalén. Su madre se llamaba Jamital y era hija de Jeremías, natural de Libna.

2 Sedecías cometió acciones mal vistas por el Señor, imitando así la conducta de su predecesor Joaquim.

3 Por eso, Jerusalén y Judá fueron víctimas de la cólera del Señor, que acabó arrojándolos de su presencia.
Sedecías se rebeló contra el rey de Babilonia.

4 El día diez del décimo mes del año noveno de su reinado, Nabucodonosor, rey de Babilonia, llegó a Jerusalén con todo su ejército. Acampó junto a ella y mandó construir torres de asalto alrededor.

5 La ciudad estuvo sitiada hasta el año undécimo del reinado de Sedecías.

6 El día nueve del cuarto mes, cuando el hambre apretaba y la población carecía de alimentos,

7 el enemigo abrió una brecha en la muralla. Todos los soldados se dieron a la fuga. Aprovechando las sombras de la noche, salieron de la ciudad por la puerta que había entre la doble muralla, la que daba a los jardines reales, mientras los caldeos rodeaban la ciudad, y huyeron en dirección a la estepa.

8 Pero el ejército caldeo persiguió al rey Sedecías y le dio alcance en las estepas de Jericó, al tiempo que las tropas reales se dispersaban, dejándolo solo.

9 Apresaron al rey y lo condujeron a Riblá, en territorio de Jamat, donde estaba Nabucodonosor, rey de Babilonia, que allí mismo dictó sentencia.

10 El rey de Babilonia ordenó degollar en Riblá a los hijos de Sedecías en presencia de este; y también mandó degollar a la gente principal de Judá.

11 A Sedecías le sacó los ojos y lo cargó de cadenas para llevárselo a Babilonia, donde lo encerró en prisión hasta su muerte.

12 El día diez del mes quinto (que corresponde al año décimo noveno del rey Nabucodonosor de Babilonia), llegó a Jerusalén Nabuzardán, jefe de la guardia y consejero del rey de Babilonia.

13 Prendió fuego al templo del Señor, al palacio real y a todas las viviendas de Jerusalén, y prendió fuego a todas las mansiones.

14 El ejército caldeo a las órdenes del jefe de la guardia derribó las murallas de Jerusalén.

15 Nabuzardán, jefe de la guardia, deportó a Babilonia a la gente que había quedado en la ciudad, a los desertores que se habían pasado al rey de Babilonia y a los pocos que quedaban de la plebe.

16 Nabuzardán, jefe de la guardia, dejó a algunos al cuidado de las viñas y las tierras.

17 Los caldeos desmantelaron las columnas de bronce del templo del Señor, los pedestales y el mar de bronce del templo, y se llevaron todo el bronce a Babilonia.

18 También se llevaron las ollas, palas, cuchillos, aspersorios, bandejas y todos los objetos de bronce destinados al culto.

19 El jefe de la guardia se llevó consigo las palanganas, incensarios, aspersorios, ollas, candelabros, bandejas y fuentes, todo lo que era de oro y de plata.

20 Es imposible calcular el peso en bronce de las dos columnas, del mar, de los doce toros de bronce que lo sostienen y de los pedestales (todo lo que el rey Salomón había mandado hacer para el templo del Señor).

21 Cada columna medía dieciocho codos de altura, doce de perímetro y cuatro dedos de grosor.

22 Tenían sendos capiteles de bronce de cinco codos, decorados alrededor con trenzados y granadas, también de bronce.

23 De cada capitel pendían noventa y seis granadas en relieve; y en total, las granadas que rodeaban el trenzado sumaban cien.

24 El jefe de la guardia apresó a Seraías, sumo sacerdote; a Sofonías, segundo sacerdote, y a los tres porteros.

25 Detuvo también en la ciudad a un alto funcionario encargado de la tropa, a siete consejeros del rey, que se habían quedado en la ciudad, al secretario del comandante del ejército, encargado de reclutar al pueblo de la tierra, y a sesenta miembros de este colectivo que se habían quedado en la ciudad.

26 Nabuzardán, jefe de la guardia, los detuvo y los condujo ante el rey de Babilonia, que estaba en Riblá.

27 El rey de Babilonia ordenó que los ejecutasen en esta ciudad, en territorio de Jamat. Así fue deportada Judá lejos de su tierra.

28 Nabucodonosor deportó a un gran número de personas: el año séptimo, tres mil veintitrés de Judá;

29 el año decimoctavo de Nabucodonosor, ochocientos treinta y dos habitantes de Jerusalén;

30 el año vigésimo tercero de Nabucodonosor, Nabuzardán, jefe de la guardia, deportó a setecientos cuarenta y cinco de Judá. El total de deportados ascendió a cuatro mil seiscientas personas.

31 Cuando se cumplía el año trigésimo séptimo de la deportación de Joaquín, rey de Judá, el día veinticinco del duodécimo mes, Evil Merodac, rey de Babilonia, con ocasión de su ascensión al trono, indultó a Jeconías, rey de Judá, y lo sacó de su reclusión.

32 Lo trató de forma amistosa y le concedió un sitial más elevado que el del resto de los reyes que compartían su destierro en Babilonia.

33 Mandó que le quitaran las ropas de la prisión y le permitió comer a su mesa durante el resto de su vida.

34 El rey de Babilonia le concedió una pensión diaria de por vida, hasta el día de su muerte.