1 Pablo, siervo de Cristo Jesús, llamado a ser apóstol, escogido para el Evangelio de Dios,
2 que fue prometido por sus profetas en las Escrituras Santas
3 y se refiere a su Hijo, nacido de la estirpe de David según la carne,
4 constituido Hijo de Dios en poder según el Espíritu de santidad por la resurrección de entre los muertos: Jesucristo nuestro Señor.
5 Por él hemos recibido la gracia del apostolado, para suscitar la obediencia de la fe entre todos los gentiles, para gloria de su nombre.
6 Entre ellos os encontráis también vosotros, llamados de Jesucristo.
7 A todos los que están en Roma, amados de Dios, llamados santos, gracia y paz de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.
8 En primer lugar, doy gracias a mi Dios por medio de Jesucristo; lo hago por todos vosotros, porque vuestra fe se proclama en todo el mundo.
9 Pues Dios, a quien sirvo en mi espíritu anunciando el Evangelio de su Hijo, me es testigo de que me acuerdo incesantemente de vosotros,
10 rogándole siempre en mis oraciones que, si es su voluntad, encuentre algún día la ocasión propicia para ir a vosotros.
11 Pues tengo ganas de veros, para comunicaros algún don espiritual que os fortalezca;
12 para compartir con vosotros el mutuo consuelo de la fe común: la vuestra y la mía.
13 No quiero que ignoréis, hermanos, que muchas veces me he propuesto ir a visitaros –aunque hasta el momento me lo han impedido–; mi propósito era obtener algún fruto entre vosotros, como lo he obtenido entre los demás gentiles.
14 Me siento deudor de griegos y bárbaros, de sabios e ignorantes;
15 de ahí mi propósito de anunciaros el Evangelio también a vosotros, los que estáis en Roma.
16 Pues no me avergüenzo del Evangelio, que es fuerza de Dios para la salvación de todo el que cree, primero del judío, y también del griego.
17 Porque en él se revela la justicia de Dios de fe en fe, como está escrito: El justo por la fe vivirá.
18 La ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres, que tienen la verdad prisionera de la injusticia.
19 Porque lo que de Dios puede conocerse les resulta manifiesto, pues Dios mismo se lo manifestó.
20 Pues lo invisible de Dios, su eterno poder y su divinidad, son perceptibles para la inteligencia a partir de la creación del mundo a través de sus obras; de modo que son inexcusables,
21 pues, habiendo conocido a Dios, no lo glorificaron como Dios ni le dieron gracias; todo lo contrario, se ofuscaron en sus razonamientos, de tal modo que su corazón insensato quedó envuelto en tinieblas.
22 Alardeando de sabios, resultaron ser necios
23 y cambiaron la gloria del Dios inmortal por imágenes del hombre mortal, de pájaros, cuadrúpedos y reptiles.
24 Por lo cual Dios los entregó a las apetencias de su corazón, a una impureza tal que degradaron sus propios cuerpos;
25 es decir, cambiaron la verdad de Dios por la mentira, adorando y dando culto a la criatura y no al Creador, el cual es bendito por siempre. Amén.
26 Por esto, Dios los entregó a pasiones vergonzosas, pues sus mujeres cambiaron las relaciones naturales por otras contrarias a la naturaleza;
27 de igual modo los hombres, abandonando las relaciones naturales con la mujer, se abrasaron en sus deseos, unos de otros, cometiendo la infamia de las relaciones de hombres con hombres y recibiendo en sí mismos el pago merecido por su extravío.
28 Y, como no juzgaron conveniente prestar reconocimiento a Dios, los entregó Dios a su mente insensata, para que hicieran lo que no conviene:
29 llenos de toda clase de injusticia, maldad, codicia, malignidad; henchidos de envidias, de homicidios, discordias, fraudes, perversiones; difamadores,
30 calumniadores, enemigos de Dios, ultrajadores, altaneros, fanfarrones, ingeniosos para el mal, rebeldes a sus padres,
31 insensatos, desleales, crueles, despiadados;
32 los cuales, aunque conocían el veredicto de Dios según el cual los que hacen estas cosas son dignos de muerte, no solo las practican sino que incluso aprueban a los que las hacen.
1 Por ello, tú que te eriges en juez, sea quien seas, no tienes excusa, pues, al juzgar a otro, a ti mismo te condenas, porque haces las mismas cosas, tú que juzgas.
2 Sabemos que el juicio de Dios contra los que hacen estas cosas es según verdad.
3 ¿Piensas acaso, tú que juzgas a los que hacen estas cosas pero actúas del mismo modo, que vas a escapar del juicio divino?
4 ¿O es que desprecias el tesoro de su bondad, tolerancia y paciencia, al no reconocer que la bondad de Dios te lleva a la conversión?
5 Con tu corazón duro e impenitente te estás acumulando cólera para el día de la ira, en que se revelará el justo juicio de Dios,
6 el cual pagará a cada uno según sus obras:
7 vida eterna a quienes, perseverando en el bien, buscan gloria, honor e incorrupción;
8 ira y cólera a los porfiados que se rebelan contra la verdad y se rinden a la injusticia.
9 Tribulación y angustia sobre todo ser humano que haga el mal, primero sobre el judío, pero también sobre el griego;
10 gloria, honor y paz para todo el que haga el bien, primero para el judío, pero también para el griego;
11 porque en Dios no hay acepción de personas.
12 Cuantos pecaron sin tener ley, perecerán también sin ley; y cuantos pecaron en el ámbito de la ley serán juzgados por la ley.
13 Pues no son justos ante Dios quienes oyen la ley, sino que serán justificados quienes la cumplen.
14 En efecto, cuando los gentiles, que no tienen ley, cumplen naturalmente las exigencias de la ley, ellos, aun sin tener ley, son para sí mismos ley.
15 Esos tales muestran que tienen escrita en sus corazones la exigencia de la ley; contando con el testimonio de la conciencia y con sus razonamientos internos contrapuestos, unas veces de condena y otras de alabanza,
16 el día en que Dios juzgue lo oculto de los hombres de acuerdo con mi Evangelio a través de Cristo Jesús.
17 Pero si tú te llamas judío y encuentras tu descanso en la ley y te glorías en Dios;
18 conoces la voluntad divina y, al saberte instruido por la ley, te crees capaz de discernir lo que es mejor;
19 te consideras guía de ciegos, luz de los que viven en las tinieblas,
20 educador de ignorantes, maestro de niños, pues piensas que tienes en la ley la expresión misma de la ciencia y de la verdad.
21 Pues bien, tú que enseñas a otros, ¿no te enseñas a ti mismo?; tú que predicas no robar, ¿robas tú mismo?;
22 tú que dices: «No cometer adulterio», ¿cometes tú mismo adulterio?;
23 tú, que te glorías en la ley, al transgredir la ley deshonras a Dios:
24 pues, según está escrito, el nombre de Dios es blasfemado por causa vuestra entre los gentiles.
25 Pues la circuncisión aprovecha si cumples la ley; pero si eres un trasgresor de la ley, tu circuncisión vale para ti lo mismo que si no estuvieras circuncidado.
26 En definitiva, si los incircuncisos cumplen las justas exigencias de la ley, ¿no tendrá su condición de incircunciso el mismo valor que la circuncisión?
27 Y así, alguien que no está circuncidado en la carne pero que cumple la ley te juzgará a ti, que, a pesar de poseer la letra de la ley y la circuncisión, eres trasgresor de la ley.
28 Pues no es judío el que lo es externamente ni es circuncisión la que lo es externamente, es decir, en la carne,
29 sino que es judío quien lo es en lo oculto, y la circuncisión del corazón lo es en el espíritu y no en la letra; este tal recibe la alabanza, no de los hombres sino de Dios.
1 ¿Cuál es, pues, la ventaja del judío o cuál la utilidad de la circuncisión? Muchas y en cualquier aspecto.
2 Ante todo, que les han sido confiados los oráculos de Dios.
3 Entonces, ¿qué? Si algunos fueron infieles, ¿acaso anulará su infidelidad la fidelidad de Dios?
4 De ningún modo. Más bien, él aparecerá como verdadero y todos los hombres como falsos; según está escrito: Para que seas juzgado en tus palabras y triunfes cuando te juzguen.
5 Y si nuestra injusticia sirve para mostrar la justicia de Dios, ¿qué vamos a decir? ¿Que Dios es injusto cuando descarga su ira? (estoy expresándome en términos humanos).
6 De ningún modo; y si no, ¿cómo va a juzgar Dios al mundo?
7 Ahora bien, si la verdad de Dios queda resaltada con mi mentira y ello contribuye a su gloria, ¿por qué se me sigue juzgando como pecador?
8 Y ¿por qué no hacer el mal para que venga el bien? Esto es lo que algunos afirman calumniosamente que nosotros decimos. Estos tales tienen bien merecida su condena.
9 Entonces, ¿qué? ¿Tenemos alguna ventaja? No del todo. Ya que hemos dejado bien sentado que tanto judíos como griegos, todos están bajo el pecado,
10 según está escrito que: No hay nadie justo, ni uno solo;
11 no hay nadie sensato; no hay nadie que busque a Dios.
12 Todos se extraviaron, a una se han pervertido; no hay nadie que haga el bien; no hay ni siquiera uno.
13 Una tumba abierta es su garganta, con sus lenguas urden engaños; veneno de áspides bajo sus labios;
14 su lengua rebosa malicia y amargura,
15 sus pies son veloces para derramar sangre;
16 ruina y destrucción en sus caminos.
17 Y no conocen el camino de la paz.
18 No hay temor de Dios ante sus ojos.
19 Ahora bien, sabemos que cuanto dice la ley lo dice para quienes viven en el ámbito de la ley, a fin de que toda boca enmudezca y todo el mundo aparezca como reo ante Dios.
20 Puesto que por las obras de la ley ningún viviente será justificado ante él, pues a través de la ley solo se logra el conocimiento del pecado.
21 Pero ahora, sin la ley se ha manifestado la justicia de Dios, atestiguada por la Ley y los Profetas;
22 justicia de Dios por la fe en Jesucristo para todos los que creen. Pues no hay distinción,
23 ya que todos pecaron y están privados de la gloria de Dios,
24 y son justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención realizada en Cristo Jesús.
25 Dios lo constituyó medio de propiciación mediante la fe en su sangre, para mostrar su justicia pasando por alto los pecados del pasado
26 en el tiempo de la paciencia de Dios; actuó así para mostrar su justicia en este tiempo, a fin de manifestar que era justo y que justifica al que tiene fe en Jesús.
27 Y ahora, ¿dónde está la gloria? Queda eliminada. ¿En virtud de qué ley? ¿De la ley de las obras? No, sino en virtud de la ley de la fe.
28 Pues sostenemos que el hombre es justificado por la fe, sin obras de la Ley.
29 ¿Acaso Dios lo es solo de los judíos? ¿No lo es también de los gentiles? También lo es de los gentiles,
30 si es verdad que no hay más que un Dios, el cual justifica a los circuncisos en virtud de la fe y a los no circuncisos también por la fe.
31 Entonces, ¿qué?, ¿privamos a la ley de su valor mediante la fe? De ningún modo. Más bien confirmamos la ley.
1 ¿Qué diremos, pues, que obtuvo Abrahán, nuestro padre según la carne?
2 Si Abrahán fue justificado en virtud de las obras, tiene un timbre de gloria, pero no delante de Dios;
3 pues, ¿qué dice la Escritura? Abrahán creyó a Dios y le fue contado como justicia.
4 A alguien que trabaja, el jornal no se le cuenta como gracia, sino como algo debido;
5 en cambio, a alguien que no trabaja, sino que cree en el que justifica al impío, la fe se le cuenta como justicia.
6 Del mismo modo, también David proclama la bienaventuranza de aquel a quien Dios le cuenta la justicia independientemente de las obras.
7 Bienaventurados aquellos a quienes se les perdonaron sus maldades y les sepultaron sus delitos;
8 bienaventurado aquel a quien el Señor no le ha contado el pecado.
9 Pues bien, ¿esta bienaventuranza afecta a la circuncisión o también a la incircuncisión? Pues decimos: A Abrahán se le contó la fe como justicia.
10 ¿Y cómo se le contó?, ¿estando circuncidado o siendo incircunciso? No estando circuncidado, sino siendo incircunciso.
11 Y recibió la señal de la circuncisión, sello de la justicia que se recibe en virtud de la fe y que le fue contada cuando era todavía incircunciso; para que fuera padre de todos los que creen siendo incircuncisos, para que también a ellos se les contara como justicia;
12 y padre de los circuncisos, es decir, de aquellos que no solo están circuncidados, sino que además siguen las huellas de la fe que tenía Abrahán, nuestro padre, siendo todavía incircunciso.
13 En efecto, no por la ley sino por la justicia de la fe recibieron Abrahán y su descendencia la promesa de que iba a ser heredero del mundo.
14 Pues si los herederos lo son en virtud de la ley, se vacía la fe y se anula la promesa;
15 pues la ley provoca ira; ya que donde no hay ley tampoco hay transgresión.
16 Por eso depende de la fe, para que sea según gracia; de este modo, la promesa está asegurada para toda la descendencia, no solamente para la que procede de la ley, sino también para la que procede de la fe de Abrahán, que es padre de todos nosotros.
17 Según está escrito: Te he constituido padre de muchos pueblos; la promesa está asegurada ante aquel en quien creyó, el Dios que da vida a los muertos y llama a la existencia lo que no existe.
18 Apoyado en la esperanza, creyó contra toda esperanza que llegaría a ser padre de muchos pueblos, de acuerdo con lo que se le había dicho: Así será tu descendencia.
19 Y, aunque se daba cuenta de que su cuerpo estaba ya medio muerto –tenía unos cien años– y de que el seno de Sara era estéril, no vaciló en su fe.
20 Todo lo contrario, ante la promesa divina no cedió a la incredulidad, sino que se fortaleció en la fe, dando gloria a Dios,
21 pues estaba persuadido de que Dios es capaz de hacer lo que promete;
22 por lo cual le fue contado como justicia.
23 Pero que le fue contado no está escrito solo por él;
24 también está escrito por nosotros, a quienes se nos contará: nosotros, los que creemos en el que resucitó de entre los muertos a Jesucristo nuestro Señor,
25 el cual fue entregado por nuestros pecados y resucitó para nuestra justificación.
1 Así pues, habiendo sido justificados en virtud de la fe, estamos en paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo,
2 por el cual hemos obtenido además por la fe el acceso a esta gracia, en la cual nos encontramos; y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios.
3 Más aún, nos gloriamos incluso en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia,
4 la paciencia, virtud probada, la virtud probada, esperanza,
5 y la esperanza no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado.
6 En efecto, cuando nosotros estábamos aún sin fuerza, en el tiempo señalado, Cristo murió por los impíos;
7 ciertamente, apenas habrá quien muera por un justo; por una persona buena tal vez se atrevería alguien a morir;
8 pues bien: Dios nos demostró su amor en que, siendo nosotros todavía pecadores, Cristo murió por nosotros.
9 ¡Con cuánta más razón, pues, justificados ahora por su sangre, seremos por él salvados del castigo!
10 Si, cuando éramos enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, ¡con cuánta más razón, estando ya reconciliados, seremos salvados por su vida!
11 Y no solo eso, sino que también nos gloriamos en Dios, por nuestro Señor Jesucristo, por quien hemos obtenido ahora la reconciliación.
12 Por tanto, lo mismo que por un hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, y así la muerte se propagó a todos los hombres, porque todos pecaron…
13 Pues, hasta que llegó la ley había pecado en el mundo, pero el pecado no se imputaba porque no había ley.
14 Pese a todo, la muerte reinó desde Adán hasta Moisés, incluso sobre los que no habían pecado con una transgresión como la de Adán, que era figura del que tenía que venir.
15 Sin embargo, no hay proporción entre el delito y el don: si por el delito de uno solo murieron todos, con mayor razón la gracia de Dios y el don otorgado en virtud de un hombre, Jesucristo, se han desbordado sobre todos.
16 Y tampoco hay proporción entre la gracia y el pecado de uno: pues el juicio, a partir de uno, acabó en condena, mientras que la gracia, a partir de muchos pecados, acabó en justicia.
17 Si por el delito de uno solo la muerte inauguró su reinado a través de uno solo, con cuánta más razón los que reciben a raudales el don gratuito de la justificación reinarán en la vida gracias a uno solo, Jesucristo.
18 En resumen, lo mismo que por un solo delito resultó condena para todos, así también por un acto de justicia resultó justificación y vida para todos.
19 Pues, así como por la desobediencia de un solo hombre, todos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno solo, todos serán constituidos justos.
20 Ahora bien, la ley ha intervenido para que abundara el delito; pero, donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia,
21 para que, lo mismo que reinó el pecado a través de la muerte, así también reinara la gracia por la justicia para la vida eterna, por Jesucristo, nuestro Señor.
1 ¿Qué diremos, pues? ¿Permanezcamos en el pecado para que abunde la gracia?
2 De ningún modo. Los que hemos muerto al pecado, ¿cómo vamos a seguir viviendo en el pecado?
3 ¿Es que no sabéis que cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús fuimos bautizados en su muerte?
4 Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que, lo mismo que Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva.
5 Pues si hemos sido incorporados a él en una muerte como la suya, lo seremos también en una resurrección como la suya;
6 sabiendo que nuestro hombre viejo fue crucificado con Cristo, para que fuera destruido el cuerpo de pecado, y, de este modo, nosotros dejáramos de servir al pecado;
7 porque quien muere ha quedado libre del pecado.
8 Si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él;
9 pues sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más; la muerte ya no tiene dominio sobre él.
10 Porque quien ha muerto, ha muerto al pecado de una vez para siempre; y quien vive, vive para Dios.
11 Lo mismo vosotros, consideraos muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús.
12 Que el pecado no siga reinando en vuestro cuerpo mortal, sometiéndoos a sus deseos;
13 no pongáis vuestros miembros al servicio del pecado, como instrumentos de injusticia; antes bien, ofreceos a Dios como quienes han vuelto a la vida desde la muerte, y poned vuestros miembros al servicio de Dios, como instrumentos de la justicia.
14 Porque el pecado no ejercerá su dominio sobre vosotros: pues no estáis bajo ley, sino bajo gracia.
15 Entonces, ¿qué? ¿Pecaremos, puesto que no estamos bajo ley, sino bajo gracia? ¡En absoluto!
16 ¿No sabéis que, cuando os ofrecéis a alguien como esclavos para obedecerlo, os hacéis esclavos de aquel a quien obedecéis: bien del pecado, para la muerte, bien de la obediencia, para la justicia?
17 Pero gracias sean dadas a Dios, porque erais esclavos del pecado, mas habéis obedecido de corazón al modelo de doctrina al que fuisteis entregados;
18 liberados del pecado, os habéis hecho esclavos de la justicia.
19 Hablo al modo humano, adaptándome a vuestra debilidad natural: lo mismo que antes ofrecisteis vuestros miembros a la impureza y a la maldad, como esclavos suyos, para que obrasen la maldad, ofreced ahora vuestros miembros a la justicia, como esclavos suyos, para vuestra santificación.
20 Pues cuando erais esclavos del pecado, erais libres en lo que toca a la justicia.
21 ¿Y qué fruto obteníais entonces? Cosas de las que ahora os avergonzáis, porque conducen a la muerte.
22 Ahora, en cambio, liberados del pecado y hechos esclavos de Dios, dais frutos para la santidad que conducen a la vida eterna.
23 Porque la paga del pecado es la muerte, mientras que el don de Dios es la vida eterna en Cristo Jesús, Señor nuestro.
1 ¿O ignoráis, hermanos –hablo a gente experta en la ley–, que la ley ejerce su dominio sobre el hombre mientras este vive?
2 De hecho, la mujer casada se debe por ley a su marido mientras este vive; pero si muere el marido, queda liberada de la ley del marido.
3 De modo que, mientras vive el marido, es considerada adúltera si se une a otro hombre; pero si muere el marido, queda libre de la ley, de manera que no es adúltera si se une a otro hombre.
4 Así que, hermanos, también vosotros habéis muerto a la ley por el cuerpo de Cristo, a fin de que podáis uniros a otro, es decir, a aquel que resucitó de entre los muertos, y para que demos frutos para Dios.
5 Mientras estábamos en la carne, las pasiones pecaminosas, avivadas por la ley, actuaban en nuestros miembros, a fin de que diéramos frutos para la muerte;
6 ahora, en cambio, tras morir a aquella realidad en la que nos hallábamos prisioneros, hemos sido liberados de la ley, de modo que podamos servir en la novedad del espíritu y no en la caducidad de la letra.
7 Entonces, ¿qué diremos?, ¿que la ley es pecado? ¡En absoluto! Pero ocurre que yo no he conocido el pecado sino a través de la ley. Pues yo no habría conocido el deseo, si la ley no dijera: No desearás.
8 Es decir, el pecado, aprovechando la oportunidad que se le brindaba a través del precepto, provocó en mí toda clase de deseos. Pues sin la ley el pecado estaba muerto;
9 o sea, que yo vivía cuando no había ley, pero, una vez que llegó el precepto, revivió el pecado,
10 y yo encontré la muerte; de este modo, resultó que el precepto, que estaba orientado a la vida, tuvo para mí consecuencias de muerte.
11 Pues el pecado, aprovechando la oportunidad que se le brindaba a través del precepto, me engañó y, a través de él, me dio muerte.
12 Según esto, la ley es santa, y el precepto santo, justo y bueno.
13 Entonces, ¿lo bueno se convirtió en muerte para mí? De ningún modo. Lo que ocurre es que el pecado, para mostrarse como pecado, me causó la muerte a través de lo bueno; de este modo, por medio del precepto, el pecado se vuelve pecaminoso hasta el extremo.
14 Pues sabemos que la ley es espiritual, mientras que yo soy carnal, vendido al poder del pecado.
15 En efecto, no entiendo mi comportamiento, pues no hago lo que quiero, sino que hago lo que aborrezco;
16 y si hago lo que no quiero, estoy de acuerdo con que la ley es buena.
17 Ahora bien, no soy yo quien lo hace, sino el pecado que habita en mí.
18 Pues sé que lo bueno no habita en mí, es decir, en mi carne; en efecto, querer está a mi alcance, pero hacer lo bueno, no.
19 Pues no hago lo bueno que deseo, sino que obro lo malo que no deseo.
20 Y si lo que no deseo es precisamente lo que hago, no soy yo el que lo realiza, sino el pecado que habita en mí.
21 Así, pues, descubro la siguiente ley: yo quiero hacer lo bueno, pero lo que está a mi alcance es hacer el mal.
22 En efecto, según el hombre interior, me complazco en la ley de Dios;
23 pero percibo en mis miembros otra ley que lucha contra la ley de mi razón, y me hace prisionero de la ley del pecado que está en mis miembros.
24 ¡Desgraciado de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? ¡Gracias a Dios, por Jesucristo nuestro Señor!
25 Así pues, yo mismo sirvo con la razón a la ley de Dios y con la carne a la ley del pecado.
1 No hay, pues, condena alguna para los que están en Cristo Jesús,
2 pues la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús te ha librado de la ley del pecado y de la muerte.
3 Lo que era imposible a la ley, por cuanto que estaba debilitada a causa de la carne, lo ha hecho Dios: enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y en orden al pecado, condenó el pecado en la carne,
4 para que la justa exigencia de la ley se cumpliera en nosotros, los que actuamos no de acuerdo con la carne, sino de acuerdo con el Espíritu.
5 Pues los que viven según la carne desean las cosas de la carne; en cambio, los que viven según el Espíritu, desean las cosas del Espíritu.
6 El deseo de la carne es muerte; en cambio el deseo del Espíritu, vida y paz.
7 Por ello, el deseo de la carne es hostil a Dios, pues no se somete a la ley de Dios; ni puede someterse.
8 Los que están en la carne no pueden agradar a Dios.
9 Pero vosotros no estáis en la carne, sino en el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios habita en vosotros; en cambio, si alguien no posee el Espíritu de Cristo no es de Cristo.
10 Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo está muerto por el pecado, pero el espíritu vive por la justicia.
11 Y si el Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el que resucitó de entre los muertos a Cristo Jesús también dará vida a vuestros cuerpos mortales, por el mismo Espíritu que habita en vosotros.
12 Así pues, hermanos, somos deudores, pero no de la carne para vivir según la carne.
13 Pues si vivís según la carne, moriréis; pero si con el Espíritu dais muerte a las obras del cuerpo, viviréis.
14 Cuantos se dejan llevar por el Espíritu de Dios, esos son hijos de Dios.
15 Pues no habéis recibido un espíritu de esclavitud, para recaer en el temor, sino que habéis recibido un Espíritu de hijos de adopción, en el que clamamos: «¡Abba, Padre!».
16 Ese mismo Espíritu da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios;
17 y, si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo; de modo que, si sufrimos con él, seremos también glorificados con él.
18 Pues considero que los sufrimientos de ahora no se pueden comparar con la gloria que un día se nos manifestará.
19 Porque la creación, expectante, está aguardando la manifestación de los hijos de Dios;
20 en efecto, la creación fue sometida a la frustración, no por su voluntad, sino por aquel que la sometió, con la esperanza
21 de que la creación misma sería liberada de la esclavitud de la corrupción, para entrar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios.
22 Porque sabemos que hasta hoy toda la creación está gimiendo y sufre dolores de parto.
23 Y no solo eso, sino que también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos en nuestro interior, aguardando la adopción filial, la redención de nuestro cuerpo.
24 Pues hemos sido salvados en esperanza. Y una esperanza que se ve, no es esperanza; efectivamente, ¿cómo va a esperar uno algo que ve?
25 Pero si esperamos lo que no vemos, aguardamos con perseverancia.
26 Del mismo modo, el Espíritu acude en ayuda de nuestra debilidad, pues nosotros no sabemos pedir como conviene; pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables.
27 Y el que escruta los corazones sabe cuál es el deseo del Espíritu, y que su intercesión por los santos es según Dios.
28 Por otra parte, sabemos que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien; a los cuales ha llamado conforme a su designio.
29 Porque a los que había conocido de antemano los predestinó a reproducir la imagen de su Hijo, para que él fuera el primogénito entre muchos hermanos.
30 Y a los que predestinó, los llamó; a los que llamó, los justificó; a los que justificó, los glorificó.
31 Después de esto, ¿qué diremos? Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?
32 El que no se reservó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará todo con él?
33 ¿Quién acusará a los elegidos de Dios? Dios es el que justifica.
34 ¿Quién condenará? ¿Acaso Cristo Jesús, que murió, más todavía, resucitó y está a la derecha de Dios y que además intercede por nosotros?
35 ¿Quién nos separará del amor de Cristo?, ¿la tribulación?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿el peligro?, ¿la espada?;
36 como está escrito: Por tu causa nos degüellan cada día, nos tratan como a ovejas de matanza.
37 Pero en todo esto vencemos de sobra gracias a aquel que nos ha amado.
38 Pues estoy convencido de que ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni presente, ni futuro, ni potencias,
39 ni altura, ni profundidad, ni ninguna otra criatura podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor.
1 Digo la verdad en Cristo, no miento –mi conciencia me atestigua que es así, en el Espíritu Santo–:
2 siento una gran tristeza y un dolor incesante en mi corazón;
3 pues desearía ser yo mismo un proscrito, alejado de Cristo, por el bien de mis hermanos, los de mi raza según la carne:
4 ellos son israelitas y a ellos pertenecen el don de la filiación adoptiva, la gloria, las alianzas, el don de la ley, el culto y las promesas;
5 suyos son los patriarcas y de ellos procede el Cristo, según la carne; el cual está por encima de todo, Dios bendito por los siglos. Amén.
6 Pero no es que haya fallado la palabra de Dios. Pues no todos los que proceden de Israel son Israel;
7 ni porque sean descendencia de Abrahán son todos hijos, sino que tus descendientes se llamarán tales a través de Isaac.
8 Es decir, hijos de Dios no son los hijos de la carne, sino que los hijos de la promesa son los que se cuentan como descendencia.
9 Porque las palabras de la promesa son estas: por este tiempo volveré y Sara tendrá un hijo.
10 Y no solo esto, sino que también Rebeca concibió de uno solo, es decir, de nuestro padre Isaac;
11 pues bien, para que el designio de Dios se mantuviese conforme a la elección, es decir, para que su cumplimiento
12 no dependiese de las obras sino del que llama, antes de que hubieran nacido y de que hubieran hecho nada bueno o malo, se le dijo a Rebeca que el mayor servirá al menor;
13 según está escrito: He amado a Jacob y he odiado a Esaú.
14 ¿Qué diremos, pues? ¿Acaso hay injusticia en Dios? De ningún modo.
15 Pues a Moisés le dice: Me compadeceré de quien me compadezca y me apiadaré de quien me apiade.
16 En consecuencia, no está en el que quiere ni en el que corre, sino en Dios que se compadece.
17 La Escritura dice, en efecto, al faraón: Te he suscitado precisamente para esto: para mostrar en ti mi fuerza y para que mi nombre se difunda en toda la tierra.
18 Es decir, se compadece de quien quiere y endurece a quien quiere.
19 Pero tú me dirás: entonces ¿por qué aún se queja? En realidad, ¿Quién podrá oponerse a su voluntad?
20 Más bien habría que preguntar: Oh hombre, ¿quién eres tú para enfrentarte a Dios? ¿Acaso dirá la vasija al que la modela, «por qué me has hecho así»?
21 ¿O acaso no puede el alfarero modelar con la misma arcilla un objeto destinado a usos nobles y otro dedicado a usos menos nobles?
22 ¿Y si Dios, queriendo mostrar su ira y dar a conocer su poder, soportó con mucha paciencia objetos de ira destinados a la perdición,
23 con el fin de dar a conocer la riqueza de su gloria en favor de los objetos de misericordia preparados para la gloria…?
24 Y estos tales somos nosotros, a los que ha llamado no solo de entre los judíos, sino también de entre los gentiles,
25 según afirma también en el profeta Oseas: Al que no es pueblo mío lo llamaré pueblo mío y a la que no es amada la llamaré amada;
26 y en el lugar donde se les dijo: no sois mi pueblo, allí mismo se los llamará hijos del Dios vivo.
27 Isaías, por su parte, clama acerca de Israel: Aunque fuera el número de los hijos de Israel como la arena del mar, se salvará un resto.
28 Pues el Señor cumplirá su palabra sobre la tierra perfectamente y pronto.
29 Y según predijo Isaías: Si el Señor del universo no nos hubiera dejado una semilla, habríamos llegado a ser como Sodoma y nos habríamos asemejado a Gomorra.
30 Entonces, ¿qué diremos? Que los gentiles, que no buscaban la justicia, han alcanzado la justicia, es decir, la justicia de la fe,
31 mientras que Israel, que buscaba la ley de la justicia, no alcanzó la ley.
32 ¿Por qué? Porque la buscaba no en virtud de la fe, sino como si se pudiera alcanzar en virtud de las obras: tropezaron en la piedra de tropiezo,
33 según está escrito: He aquí que pongo en Sión una piedra de tropiezo y una roca de escándalo; pero el que crea en ella no será confundido.
1 Hermanos, el deseo de mi corazón y mi oración a Dios en favor suyo es que se salven.
2 Pues puedo testificar en su favor que tienen celo de Dios, aunque no según un conocimiento adecuado.
3 En efecto, desconociendo la justicia de Dios y buscando establecer su propia justicia, no se sometieron a la justicia de Dios;
4 pues el fin de la ley es Cristo, para justificación de todo el que cree.
5 Porque acerca de la justicia que viene de la ley, escribe Moisés que la persona que hace estas cosas vivirá por ellas;
6 en cambio, la justicia que procede de la fe dice así: No digas en tu corazón: ¿Quién subirá al cielo?, es decir, para hacer bajar a Cristo.
7 O ¿quién bajará al abismo?, es decir, para hacer subir a Cristo de entre los muertos.
8 Pero ¿qué es lo que dice? La palabra está cerca de ti: la tienes en los labios y en el corazón. Se refiere a la palabra de la fe que anunciamos.
9 Porque, si profesas con tus labios que Jesús es Señor, y crees con tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvo.
10 Pues con el corazón se cree para alcanzar la justicia, y con los labios se profesa para alcanzar la salvación.
11 Pues dice la Escritura: Nadie que crea en él quedará confundido.
12 En efecto, no hay distinción entre judío y griego, porque uno mismo es el Señor de todos, generoso con todos los que lo invocan,
13 pues todo el que invoque el nombre del Señor será salvo.
14 Ahora bien, ¿cómo invocarán a aquel en quien no han creído?; ¿cómo creerán en aquel de quien no han oído hablar?; ¿cómo oirán hablar de él sin nadie que anuncie?
15 y ¿cómo anunciarán si no los envían? Según está escrito: ¡Qué hermosos los pies de los que anuncian la Buena Noticia del bien!
16 Pero no todos han prestado oídos al Evangelio. Pues Isaías afirma: Señor, ¿quién ha creído nuestro mensaje?
17 Así, pues, la fe nace del mensaje que se escucha, y la escucha viene a través de la palabra de Cristo.
18 Pero digo yo: ¿Es que no lo han oído? Todo lo contrario: A toda la tierra alcanza su pregón, y hasta los confines del orbe sus palabras.
19 Pero digo yo: ¿Es que Israel no comprendió? Moisés es el primero que afirma: Os daré celos con uno que no es pueblo, os provocaré con un pueblo insensato.
20 Isaías por su parte se atreve a decir: Fui hallado entre los que no me buscaban; me hice manifiesto a los que no preguntaban por mí.
21 Y a Israel le dice: Todo el día he extendido mi mano a un pueblo incrédulo y rebelde.
1 Y digo yo: ¿Acaso habrá desechado Dios a su pueblo? De ningún modo: que también yo soy israelita, de la descendencia de Abrahán, de la tribu de Benjamín.
2 Dios no ha rechazado a su pueblo, al que había elegido de antemano. ¿O es que no sabéis lo que dice la Escritura cuando Elías se queja a Dios contra Israel?
3 Señor, han matado a tus profetas, han derribado tus altares; he quedado yo solo y buscan mi vida.
4 Pero ¿qué le responde el oráculo? Me he reservado siete mil hombres que no han doblado la rodilla ante Baal.
5 Así, pues, también en la actualidad ha quedado un resto, elegido por gracia.
6 Y si es por gracia, no lo es en virtud de las obras; de otro modo, no es ya gracia.
7 Entonces, ¿qué? Que Israel no consiguió lo que buscaba, mientras que sí lo consiguieron los elegidos. Los demás se endurecieron,
8 según está escrito: Dios les dio un espíritu de embotamiento, ojos para no ver y oídos para no oír hasta el día de hoy.
9 Y David dice: Que su mesa se convierta en trampa y en lazo, en ocasión de tropiezo y en retribución para ellos;
10 que sus ojos se oscurezcan hasta no ver y que su espalda se vaya encorvando continuamente.
11 Digo, pues: ¿acaso cometieron delito para caer? De ningún modo. Lo que ocurre es que, por su caída, la salvación ha pasado a los gentiles, para darles celos a ellos.
12 Pero si su caída ha significado una riqueza para el mundo y su pérdida, una riqueza para los gentiles, ¡cuánto más significará su plenitud!
13 Ahora bien, a vosotros, gentiles, os digo: siendo como soy apóstol de los gentiles, haré honor a mi ministerio,
14 por ver si doy celos a los de mi raza y salvo a algunos de ellos.
15 Pues si su rechazo es reconciliación del mundo, ¿qué no será su reintegración sino volver desde la muerte a la vida?
16 Si las primicias son santas, también lo es la masa; y si la raíz es santa, también lo son las ramas.
17 Por otra parte, si algunas de las ramas fueron desgajadas, mientras que tú, siendo olivo silvestre, fuiste injertado en su lugar y hecho partícipe de la raíz y de la savia del olivo,
18 no te enorgullezcas en contra de las ramas. Y si te enorgulleces, piensa que no eres tú quien sostiene a la raíz, sino que la raíz te sostiene a ti.
19 Pero objetarás: las ramas fueron desgajadas para que yo fuera injertado.
20 De acuerdo: fueron desgajadas por su incredulidad, mientras que tú te mantienes por la fe; pero no te engrías por ello; más bien, teme.
21 Pues si Dios no perdonó a las ramas naturales, a ver si tampoco te perdona a ti.
22 En fin, considera la bondad y la severidad de Dios: severidad con los que cayeron; conti-go, bondad de Dios, si permaneces en la bondad; de otro modo, también tú serás desgajado.
23 En cuanto a aquellos, si no permanecen en la incredulidad, serán injertados, pues Dios es poderoso para volver a injertarlos.
24 Porque si tú fuiste cortado del olivo silvestre natural, para ser injertado, contra tu naturaleza, en un olivo excelente, ¡cuánto más serán injertados ellos, según su naturaleza, en su propio olivo!
25 Pues no quiero que ignoréis, hermanos, este misterio, para que no os engriáis: el endurecimiento de una parte de Israel ha sucedido hasta que llegue a entrar la totalidad de los gentiles
26 y así todo Israel será salvo, como está escrito: Llegará de Sión el Libertador; alejará los crímenes de Jacob;
27 y esta será la alianza que haré con ellos cuando perdone sus pecados.
28 Según el Evangelio, son enemigos y ello ha revertido en beneficio vuestro; pero según la elección, son objeto de amor en atención a los padres,
29 pues los dones y la llamada de Dios son irrevocables.
30 En efecto, así como vosotros, en otro tiempo, desobedecisteis a Dios, pero ahora habéis obtenido misericordia por la desobediencia de ellos,
31 así también estos han desobedecido ahora con ocasión de la misericordia que se os ha otorgado a vosotros, para que también ellos alcancen ahora misericordia.
32 Pues Dios nos encerró a todos en desobediencia, para tener misericordia de todos.
33 ¡Qué abismo de riqueza, de sabiduría y de conocimiento el de Dios! ¡Qué insondables sus decisiones y qué irrastreables sus caminos!
34 En efecto, ¿quién conoció la mente del Señor? O ¿quién fue su consejero?
35 O ¿quién le ha dado primero para tener derecho a la recompensa?
36 Porque de él, por él y para él existe todo. A él la gloria por los siglos. Amén.
1 Os exhorto, pues, hermanos, por la misericordia de Dios, a que presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo, santo, agradable a Dios; este es vuestro culto espiritual.
2 Y no os amoldéis a este mundo, sino transformaos por la renovación de la mente, para que sepáis discernir cuál es la voluntad de Dios, qué es lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto.
3 Por la gracia de Dios que me ha sido dada os digo a todos y a cada uno de vosotros: No os estiméis en más de lo que conviene, sino estimaos moderadamente, según la medida de la fe que Dios otorgó a cada cual.
4 Pues, así como en un solo cuerpo tenemos muchos miembros, y no todos los miembros cumplen la misma función,
5 así nosotros, siendo muchos, somos un solo cuerpo en Cristo, pero cada cual existe en relación con los otros miembros.
6 Teniendo dones diferentes, según la gracia que se nos ha dado, deben ejercerse así: la profecía, de acuerdo con la regla de la fe;
7 el servicio, dedicándose a servir; el que enseña, aplicándose a la enseñanza;
8 el que exhorta, ocupándose en la exhortación; el que se dedica a distribuir los bienes, hágalo con generosidad; el que preside, con solicitud; el que hace obras de misericordia, con gusto.
9 Que vuestro amor no sea fingido; aborreciendo lo malo, apegaos a lo bueno.
10 Amaos cordialmente unos a otros; que cada cual estime a los otros más que a sí mismo;
11 en la actividad, no seáis negligentes; en el espíritu, manteneos fervorosos, sirviendo constantemente al Señor.
12 Que la esperanza os tenga alegres; manteneos firmes en la tribulación, sed asiduos en la oración;
13 compartid las necesidades de los santos; practicad la hospitalidad.
14 Bendecid a los que os persiguen; bendecid, sí, no maldigáis.
15 Alegraos con los que están alegres; llorad con los que lloran.
16 Tened la misma consideración y trato unos con otros, sin pretensiones de grandeza, sino poniéndoos al nivel de la gente humilde. No os tengáis por sabios.
17 A nadie devolváis mal por mal. Procurad lo bueno ante toda la gente;
18 En la medida de lo posible y en lo que dependa de vosotros, manteneos en paz con todo el mundo.
19 No os toméis la venganza por vuestra cuenta, queridos; dejad más bien lugar a la justicia, pues está escrito: Mía es la venganza, yo daré lo merecido, dice el Señor.
20 Por el contrario, si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber: actuando así amontonarás ascuas sobre su cabeza.
21 No te dejes vencer por el mal, antes bien vence al mal con el bien.
1 Que todos se sometan a las autoridades constituidas, pues no hay autoridad que no provenga de Dios y las que hay han sido constituidas por Dios.
2 De modo que quien se opone a la autoridad resiste a la disposición de Dios; y los que le resisten atraen la condena sobre sí.
3 Pues los gobernantes no dan miedo al que hace el bien, sino al que obra el mal. ¿Quieres no tener miedo a la autoridad? Haz el bien y recibirás sus alabanzas;
4 de hecho, la autoridad es un ministro de Dios para bien tuyo; pero si haces el mal, teme, pues no en vano lleva la espada; ya que es ministro de Dios para aplicar el castigo al que obra el mal.
5 Por tanto, hay que someterse, no solo por el castigo, sino por razón de conciencia.
6 Por ello precisamente pagáis impuestos, ya que son servidores de Dios, ocupados continuamente en ese oficio.
7 Dad a cada cual lo que es debido: si son impuestos, impuestos; si tributos, tributos; si temor, temor; si respeto, respeto.
8 A nadie le debáis nada, más que el amor mutuo; porque el que ama ha cumplido el resto de la ley.
9 De hecho, el no cometerás adulterio, no matarás, no robarás, no codiciarás, y cualquiera de los otros mandamientos, se resume en esto: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
10 El amor no hace mal a su prójimo; por eso la plenitud de la ley es el amor.
11 Comportaos así, reconociendo el momento en que vivís, pues ya es hora de despertaros del sueño, porque ahora la salvación está más cerca de nosotros que cuando abrazamos la fe.
12 La noche está avanzada, el día está cerca: dejemos, pues, las obras de las tinieblas y pongámonos las armas de la luz.
13 Andemos como en pleno día, con dignidad. Nada de comilonas y borracheras, nada de lujuria y desenfreno, nada de riñas y envidias.
14 Revestíos más bien del Señor Jesucristo, y no deis pábulo a la carne siguiendo sus deseos.
1 Acoged al débil en la fe, sin discutir sus razonamientos.
2 Hay quienes creen poder comer de todo; otros flaquean y comen verduras.
3 El que come, no desprecie al que no come; y el que no come, no juzgue al que come, pues Dios lo ha acogido.
4 ¿Quién eres tú para juzgar a un criado ajeno? Que se mantenga en pie o que caiga es asunto de su amo; pero se mantendrá en pie, porque el Señor puede sostenerlo.
5 Hay quien distingue unos días de otros y hay quien considera que todos son iguales; que cada cual siga sus propias convicciones.
6 El que se preocupa de observar un día, se preocupa por causa del Señor; el que come, come por el Señor, pues da gracias a Dios; y el que no come, no come por el Señor y da gracias a Dios.
7 Ninguno de nosotros vive para sí mismo y ninguno muere para sí mismo.
8 Si vivimos, vivimos para el Señor; si morimos, morimos para el Señor; así que ya vivamos ya muramos, somos del Señor.
9 Pues para esto murió y resucitó Cristo: para ser Señor de muertos y vivos.
10 Pero tú, ¿por qué juzgas a tu hermano? Y tú, ¿por qué desprecias a tu hermano? De hecho, todos compareceremos ante el tribunal de Dios,
11 pues está escrito: ¡Por mi vida!, dice el Señor, ante mí se doblará toda rodilla, y toda lengua alabará a Dios.
12 Así pues, cada uno de nosotros dará cuenta de sí mismo a Dios.
13 Dejemos, pues, de juzgarnos unos a otros; cuidad más bien de no poner tropiezo o escándalo al hermano.
14 Sé, y estoy convencido en el Señor Jesús, que nada es impuro por sí mismo; lo es para aquel que considera que es impuro.
15 Pero si un hermano sufre por causa de un alimento, tú no actúas ya conforme al amor: no destruyas con tu alimento a alguien por quien murió Cristo.
16 Por tanto, que no sea objeto de reproche lo que para vosotros es un bien.
17 Porque el reino de Dios no es comida y bebida, sino justicia, paz y alegría en el Espíritu Santo;
18 el que sirve en esto a Cristo es grato a Dios, y acepto a los hombres.
19 Así, pues, procuremos lo que favorece la paz y lo que contribuye a la edificación mutua.
20 No destruyas, por causa de un alimento, la obra de Dios. Todo es puro, pero es malo para quien come escandalizando.
21 Es preferible no comer carne ni beber vino ni hacer nada que pueda ser ocasión de escándalo para tu hermano.
22 La fe que tienes, guárdala para ti en la presencia de Dios. ¡Dichoso quien no se culpabiliza cuando decide algo!
23 Pero quien come dudando, se condena, porque no actúa desde la fe. Y todo lo que no procede de la fe es pecado.
1 Nosotros, los fuertes, debemos sobrellevar las flaquezas de los endebles y no buscar la satisfacción propia.
2 Que cada uno de nosotros busque agradar al prójimo en lo bueno y para edificación suya.
3 Tampoco Cristo buscó su propio agrado, sino que, como está escrito: Los ultrajes de los que te ultrajaban cayeron sobre mí.
4 Pues, todo lo que se escribió en el pasado, se escribió para enseñanza nuestra, a fin de que a través de nuestra paciencia y del consuelo que dan las Escrituras mantengamos la esperanza.
5 Que el Dios de la paciencia y del consuelo os conceda tener entre vosotros los mismos sentimientos, según Cristo Jesús;
6 de este modo, unánimes, a una voz, glorificaréis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo.
7 Por eso, acogeos mutuamente, como Cristo os acogió para gloria de Dios.
8 Es decir, Cristo se hizo servidor de la circuncisión en atención a la fidelidad de Dios, para llevar a cumplimiento las promesas hechas a los patriarcas
9 y, en cuanto a los gentiles, para que glorifiquen a Dios por su misericordia; como está escrito: Por esto te alabaré entre los gentiles y cantaré para tu nombre.
10 Y en otro lugar: Regocijaos, gentiles, junto con su pueblo.
11 Y además: Alabad al Señor todos los gentiles, proclamadlo todos los pueblos.
12 E Isaías vuelve a decir: Aparecerá el retoño de Jesé y el que se levanta para dominar a los gentiles; en él esperarán los gentiles.
13 Que el Dios de la esperanza os colme de alegría y de paz viviendo vuestra fe, para que desbordéis de esperanza por la fuerza del Espíritu Santo.
14 Respecto a vosotros, hermanos, yo personalmente estoy convencido de que rebosáis buena voluntad y de que tenéis suficiente saber para aconsejaros unos a otros.
15 Pese a todo, os he escrito, propasándome a veces un poco, para reavivar vuestros recuerdos. Lo he hecho en virtud de la gracia que Dios me ha otorgado:
16 ser ministro de Cristo Jesús para con los gentiles, ejerciendo el oficio sagrado del Evangelio de Dios, para que la ofrenda de los gentiles, consagrada por el Espíritu Santo, sea agradable.
17 Así pues, tengo de qué gloriarme en Cristo y en relación con las cosas que tocan a Dios.
18 En efecto, no me atreveré a hablar de otra cosa que no sea lo que Cristo hace a través de mí en orden a la obediencia de los gentiles, con mis palabras y acciones,
19 con la fuerza de signos y prodigios, con la fuerza del Espíritu de Dios. Tanto que, en todas direcciones, partiendo de Jerusalén y llegando hasta la Iliria, he completado el anuncio del Evangelio de Cristo.
20 Pero considerando una cuestión de honor no anunciar el Evangelio más que allí donde no se haya pronunciado aún el nombre de Cristo, para no construir sobre cimiento ajeno;
21 sino como está escrito: Los que no tenían noticia lo verán, los que no habían oído comprenderán.
22 Por esta razón me he visto impedido muchas veces de ir hasta vosotros.
23 Mas ahora, no teniendo ya campo de acción en estas regiones y teniendo desde hace muchos años grandes deseos de ir adonde vosotros,
24 cuando me ponga en camino hacia España, espero veros al pasar y, después de haber disfrutado un poco de vuestra compañía, que vosotros me encaminéis hacia allá.
25 Pero ahora voy a Jerusalén, para el servicio de los santos,
26 pues Macedonia y Acaya tuvieron a bien hacer una colecta para los pobres que hay entre los santos de Jerusalén.
27 Tuvieron el gusto y además estaban obligados a ello; pues si los gentiles han compartido los bienes espirituales de los santos, ellos por su parte deben prestarles ayuda en lo material.
28 Así pues, cuando haya concluido este asunto, sellándolo con la entrega del fruto de la colecta, pasaré entre vosotros de camino hacia España.
29 Y sé que, cuando vaya a vosotros, lo haré con todas las bendiciones de Cristo.
30 Ahora bien, por nuestro Señor Jesucristo y por el amor del Espíritu, os ruego, hermanos, que luchéis conmigo rezando a Dios por mí,
31 para que me libre de los incrédulos en Judea y para que el servicio que llevo para Jerusalén sea bien acogido por los santos,
32 de modo que vaya a vosotros con alegría y, si Dios lo quiere, pueda disfrutar de algún descanso en compañía vuestra.
33 Y que el Dios de la paz sea con todos vosotros. Amén.
1 Os recomiendo a Febe, nuestra hermana, que además es servidora de la Iglesia que está en Cencreas;
2 recibidla en el Señor de un modo que sea digno de los santos y asistidla en cualquier cosa que necesite de vosotros. Pues también ella ha sido protectora de muchos, e incluso de mí mismo.
3 Saludad a Prisca y Áquila, mis colaboradores en la obra de Cristo Jesús,
4 que expusieron sus cabezas por salvar mi vida; no soy yo solo quien les está agradecido, también todas las iglesias de los gentiles.
5 Saludad asimismo a la Iglesia que se reúne en su casa. Saludad a mi querido Epéneto, primicias de Asia para Cristo.
6 Saludad a María, que con tanto afán ha trabajado en vuestro favor.
7 Saludad a Andrónico y a Junia, mis parientes y compañeros de prisión, que son ilustres entre los apóstoles y además llegaron a Cristo antes que yo.
8 Saludad a Ampliato, a quien quiero en el Señor.
9 Saludad a Urbano, colaborador nuestro en la obra de Cristo, y a mi querido Estaquio.
10 Saludad a Apeles, acreditado en Cristo. Saludad a la familia de Aristóbulo.
11 Saludad a Herodión, mi pariente. De la familia de Narciso saludad a los que están en el Señor.
12 Saludad a Trifena y Trifosa, que han trabajado afanosamente en el Señor. Saludad a la querida Pérside, que ha trabajado con mucho afán en el Señor.
13 Saludad a Rufo, elegido en el Señor, y a su madre, que es también madre mía.
14 Saludad a Asíncrito, Flegón, Hermes, Patrobas, Hermas y a todos los hermanos que están con ellos.
15 Saludad a Filólogo y a Julia, a Nereo y a su hermana, y a Olimpas y a todos los santos que están con ellos.
16 Saludaos unos a otros con el beso santo. Os saludan todas las Iglesias de Cristo.
17 Os ruego, hermanos, que tengáis cuidado con los que crean disensiones y escándalos contra la doctrina que vosotros habéis aprendido; alejaos de ellos.
18 Pues estos tales no sirven a Cristo nuestro Señor sino a su vientre, y a través de palabras suaves y de lisonjas seducen los corazones de los ingenuos.
19 La fama de vuestra obediencia se ha divulgado por todas partes; de aquí que yo me alegre por vosotros; pero deseo que seáis sensatos para el bien e inmunes al mal.
20 Y el Dios de la paz aplastará pronto a Satanás bajo vuestros pies. Que la gracia de nuestro Señor Jesús esté con vosotros.
21 Os saluda Timoteo, mi colaborador, y Lucio, Jasón y Sosípatro, mis parientes.
22 Yo, Tercio, que escribo la carta, os saludo en el Señor.
23 Os saluda Gayo, que me hospeda a mí y a toda esta Iglesia.
24 Os saluda Erasto, tesorero de la ciudad, y Cuarto, el hermano.
25 Al que puede consolidaros según mi Evangelio y el mensaje de Jesucristo que proclamo, conforme a la revelación del misterio mantenido en secreto durante siglos eternos
26 y manifestado ahora mediante las Escrituras proféticas, dado a conocer según disposición del Dios eterno para que todas las gentes llegaran a la obediencia de la fe;
27 a Dios, único Sabio, por Jesucristo, la gloria por los siglos de los siglos. Amén.