1 Dichoso el hombre
que no sigue el consejo de los impíos,
ni entra por la senda de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los cínicos;
2 sino que su gozo es la ley del Señor,
y medita su ley día y noche.
3 Será como un árbol
plantado al borde de la acequia:
da fruto en su sazón
y no se marchitan sus hojas;
y cuanto emprende tiene buen fin.
4 No así los impíos, no así;
serán paja que arrebata el viento.
5 En el juicio los impíos no se levantarán,
ni los pecadores en la asamblea de los justos.
6 Porque el Señor protege el camino de los justos,
pero el camino de los impíos acaba mal.
1 ¿Por qué se amotinan las naciones,
y los pueblos planean un fracaso?
2 Se alían los reyes de la tierra,
los príncipes conspiran
contra el Señor y contra su Mesías:
3 «Rompamos sus coyundas,
sacudamos su yugo».
4 El que habita en el cielo sonríe,
el Señor se burla de ellos.
5 Luego les habla con ira,
los espanta con su cólera:
6 «Yo mismo he establecido a mi Rey
en Sión, mi monte santo».
7 Voy a proclamar el decreto del Señor;
él me ha dicho: «Tú eres mi hijo:
yo te he engendrado hoy.
8 Pídemelo:
te daré en herencia las naciones;
en posesión, los confines de la tierra:
9 los gobernarás con cetro de hierro,
los quebrarás como jarro de loza».
10 Y ahora, reyes, sed sensatos;
escarmentad, los que regís la tierra:
11 servid al Señor con temor,
12 rendidle homenaje temblando;
aprended la enseñanza,
no sea que se irrite y vayáis a la ruina,
porque se inflama de pronto su ira.
¡Dichosos los que se refugian en él!
1 Salmo de David cuando huía de su hijo Absalón.
2 Señor, cuántos son mis enemigos,
cuántos se levantan contra mí;
3 cuántos dicen de mí:
«Ya no lo protege Dios». (Pausa)
4 Pero tú, Señor, eres mi escudo y mi gloria,
tú mantienes alta mi cabeza.
5 Si grito invocando al Señor,
él me escucha desde su monte santo. (Pausa)
6 Puedo acostarme y dormir y despertar:
el Señor me sostiene.
7 No temeré al pueblo innumerable
que acampa a mi alrededor.
8 Levántate, Señor; sálvame, Dios mío:
tú golpeaste a mis enemigos en la mejilla,
rompiste los dientes de los malvados.
9 De ti, Señor, viene la salvación
y la bendición sobre tu pueblo. (Pausa)
1 Al Director. Con instrumentos de cuerda. Salmo de David.
2 Escúchame cuando te invoco, Dios de mi justicia;
tú que en el aprieto me diste anchura,
ten piedad de mí y escucha mi oración.
3 Y vosotros, ¿hasta cuándo ultrajaréis mi honor,
amaréis la falsedad y buscaréis el engaño? (Pausa)
4 Sabedlo: el Señor hizo milagros en mi favor,
y el Señor me escuchará cuando lo invoque.
5 Temblad y no pequéis,
reflexionad en el silencio de vuestro lecho; (Pausa)
6 ofreced sacrificios legítimos
y confiad en el Señor.
7 Hay muchos que dicen: «¿Quién nos hará ver la dicha,
si la luz de tu rostro ha huido de nosotros?».
8 Pero tú, Señor, has puesto en mi corazón más alegría
que si abundara en su trigo y en su vino.
9 En paz me acuesto y enseguida me duermo,
porque tú solo, Señor, me haces vivir tranquilo.
1 Al Director. Para flautas. Salmo de David.
2 Señor, escucha mis palabras,
atiende a mis gemidos,
3 haz caso de mis gritos de auxilio,
Rey mío y Dios mío.
A ti te suplico, Señor.
4 Por la mañana escucharás mi voz,
por la mañana te expongo mi causa,
y me quedo aguardando.
5 Tú no eres un Dios que ame la maldad,
ni el malvado es tu huésped,
6 ni el arrogante se mantiene en tu presencia.
Detestas a los malhechores,
7 destruyes a los mentirosos;
al hombre sanguinario y traicionero
lo aborrece el Señor.
8 Pero yo, por tu gran bondad,
entraré en tu casa,
me postraré ante tu templo santo
en tu temor.
9 Señor, guíame con tu justicia,
porque tengo enemigos;
alláname tu camino.
10 En su boca no hay sinceridad,
su corazón es perverso;
su garganta es un sepulcro abierto,
mientras halagan con la lengua.
11 Castígalos, oh Dios, que fracasen sus planes;
expúlsalos por sus muchos crímenes,
porque se han rebelado contra ti.
12 Que se alegren los que se acogen a ti,
con júbilo eterno;
protégelos, para que se llenen de gozo
los que aman tu nombre.
13 Porque tú, Señor, bendices al justo,
y como un escudo lo rodea tu favor.
1 Al Director. Con instrumentos de cuerda; en octava. Salmo de David.
2 Señor, no me corrijas con ira,
no me castigues con cólera.
3 Misericordia, Señor, que desfallezco;
cura, Señor, mis huesos dislocados.
4 Tengo el alma en delirio,
y tú, Señor, ¿hasta cuándo?
5 Vuélvete, Señor, liberta mi alma,
sálvame por tu misericordia.
6 Porque en el reino de la muerte nadie te invoca,
y en el abismo, ¿quién te alabará?
7 Estoy agotado de gemir:
de noche lloro sobre el lecho,
riego mi cama con lágrimas.
8 Mis ojos se consumen irritados,
envejecen por tantas contradicciones.
9 Apartaos de mí los malvados,
porque el Señor ha escuchado mis sollozos;
10 el Señor ha escuchado mi súplica,
el Señor ha aceptado mi oración.
11 Que la vergüenza abrume a mis enemigos,
que avergonzados huyan al momento.
1 Lamentación de David, cantada ante el Señor, a causa de Cus, el benjaminita.
2 Señor, Dios mío, a ti me acojo,
líbrame de mis perseguidores y sálvame;
3 que no me atrapen como leones
y me desgarren sin remedio.
4 Señor, Dios mío: si soy culpable,
si hay crímenes en mis manos,
5 si he devuelto el mal a mi amigo,
si he protegido a un opresor injusto,
6 que el enemigo me persiga y me alcance,
que me pisotee vivo por tierra,
aplastando mi honor contra el polvo. (Pausa)
7 Levántate, Señor, con tu ira,
álzate contra el furor de mis adversarios;
acude, Dios mío, a defenderme
en el juicio que has convocado.
8 Que te rodee la asamblea de las naciones,
y pon tu asiento en lo más alto de ella.
9 El Señor es juez de los pueblos.
Júzgame, Señor, según mi justicia,
según la inocencia que hay en mí.
10 Cese la maldad de los culpables,
y apoya tú al inocente,
tú que sondeas el corazón y las entrañas,
tú, el Dios justo.
11 Mi escudo es Dios,
que salva a los rectos de corazón.
12 Dios es un juez justo,
Dios amenaza cada día:
13 ¿no afilará su espada,
tensará el arco y apuntará?
14 Apunta sus armas mortíferas,
prepara sus flechas incendiarias.
15 Mirad: concibió el crimen, está preñado de maldad,
y da a luz el engaño.
16 Cavó y ahondó una fosa,
caiga en la fosa que hizo,
17 recaiga su maldad sobre su cabeza,
baje su violencia sobre su cráneo.
18 Yo daré gracias al Señor por su justicia,
tañendo para el nombre del Señor altísimo.
1 Al Director. Según la oda de Gat. Salmo de David.
2 ¡Señor, Dios nuestro,
qué admirable es tu nombre en toda la tierra!
Ensalzaste tu majestad sobre los cielos.
3 De la boca de los niños de pecho
has sacado una alabanza contra tus enemigos
para reprimir al adversario y al rebelde.
4 Cuando contemplo el cielo, obra de tus dedos,
la luna y las estrellas que has creado.
5 ¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él,
el ser humano, para mirar por él?
6 Lo hiciste poco inferior a los ángeles,
lo coronaste de gloria y dignidad;
7 le diste el mando sobre las obras de tus manos.
Todo lo sometiste bajo sus pies.
8 Rebaños de ovejas y toros,
y hasta las bestias del campo,
9 las aves del cielo, los peces del mar
que trazan sendas por el mar.
10 ¡Señor, Dios nuestro,
que admirable es tu nombre en toda la tierra!
1 Al Director. Según la [melodía] de «La muerte del hijo». Salmo de David.
2 (Álef) Te doy gracias, Señor, de todo corazón,
proclamando todas tus maravillas;
3 me alegro y exulto contigo,
y toco en honor de tu nombre, oh Altísimo.
4 (Bet) Porque mis enemigos retrocedieron,
cayeron y perecieron ante tu rostro.
5 Defendiste mi causa y mi derecho,
sentado en tu trono como juez justo.
6 (Guímel) Reprendiste a los pueblos, destruiste al impío
y borraste para siempre su apellido.
7 El enemigo acabó en ruina perpetua,
arrasaste sus ciudades y se perdió su nombre.
8 (He) Dios está sentado por siempre
en el trono que ha colocado para juzgar.
9 Él juzgará el orbe con justicia
y regirá las naciones con rectitud.
10 (Vau) Él será refugio del oprimido,
su refugio en los momentos de peligro.
11 Confiarán en ti los que conocen tu nombre,
porque no abandonas a los que te buscan.
12 (Zain) Tañed en honor del Señor, que reside en Sión;
narrad sus hazañas a los pueblos;
13 él venga la sangre,
él recuerda
y no olvida los gritos de los humildes.
14 (Jet) Piedad, Señor; mira cómo me afligen mis enemigos;
levántame del umbral de la muerte,
15 para que pueda proclamar tus alabanzas;
en las puertas de la hija de Sión
gozaré con tu salvación.
16 (Tet) Los pueblos se han hundido en la fosa que hicieron,
su pie quedó prendido en la red que escondieron.
17 El Señor apareció para hacer justicia,
y se enredó el malvado en sus propias acciones. (Sordina. Pausa)
18 (Yod) Vuelvan al abismo los malvados,
los pueblos que olvidan a Dios.
19 (Kaf) Él no olvida jamás al pobre,
ni la esperanza del humilde perecerá.
20 Levántate, Señor, que el hombre no triunfe:
sean juzgados los gentiles en tu presencia.
21 Señor, infúndeles terror,
y aprendan los pueblos que no son más que hombres. (Pausa)
1 (22) (Lámed) ¿Por qué te quedas lejos, Señor,
y te escondes en el momento del aprieto?
2 (23) En su soberbia el impío oprime al infeliz
y lo enreda en las intrigas que ha tramado.
3 (24) El malvado se gloría de su ambición,
el codicioso blasfema y desprecia al Señor.
4 (25) (Nun) El malvado dice con insolencia:
«No hay Dios que me pida cuentas».
5 (26) La intriga vicia siempre su conducta,
aleja de su mente tus juicios,
y desafía a sus rivales.
6 (27) Piensa: «No vacilaré,
nunca jamás seré desgraciado».
7 (28) (Pe) Su boca está llena de maldiciones, de engaños y de fraudes;
su lengua encubre maldad y opresión;
8 (29) en el zaguán se sienta al acecho,
para matar a escondidas al inocente.
9 (30) acecha en su escondrijo,
como león en su guarida,
acecha al desgraciado para robarle,
arrastrándolo a sus redes;
10 (31) se agacha y se encoge
y con violencia cae sobre el indefenso.
11 (32) Piensa: «Dios lo olvida,
se tapa la cara, no se entera».
12 (33) (Qof) Levántate, Señor, extiende tu mano,
no te olvides de los humildes.
13 (34) ¿Por qué ha de despreciar a Dios el malvado,
pensando que no le pedirá cuentas?
14 (35) (Res) Pero tú ves las penas y los trabajos,
tú miras y los tomas en tus manos.
A ti se encomienda el pobre,
tú socorres al huérfano.
15 (36) (Sin) Rómpele el brazo al malvado,
pídele cuentas de su maldad,
y que desaparezca.
16 (37) El Señor reinará eternamente,
y los gentiles desaparecerán de su tierra.
17 (38) (Tau) Señor, tú escuchas los deseos de los humildes,
les prestas oído y los animas;
18 (39) tú defiendes al huérfano y al desvalido:
que el hombre hecho de tierra no vuelva a sembrar su terror.
1 Al Director. De David.
Al Señor me acojo, ¿por qué me decís:
«Escapa como un pájaro al monte»?
2 ¿Porque los malvados tensan el arco,
ajustan las saetas a la cuerda,
para disparar en la sombra
contra los buenos?
3 Cuando fallan los cimientos,
¿qué podrá hacer el justo?
4 Pero el Señor está en su templo santo,
el Señor tiene su trono en el cielo;
sus ojos están observando,
sus pupilas examinan a los hombres.
5 El Señor examina a inocentes y culpables,
y al que ama la violencia él lo odia.
6 Hará llover sobre los malvados ascuas y azufre,
les tocará en suerte un viento huracanado.
7 Porque el Señor es justo y ama la justicia:
los buenos verán su rostro.
1 Al Director. En octava. Salmo de David.
2 Sálvanos, Señor, que se acaban los buenos,
que desaparece la lealtad entre los hombres:
3 no hacen más que mentir a su prójimo,
hablan con labios embusteros
y con doblez de corazón.
4 Extirpe el Señor los labios embusteros
y la lengua fanfarrona
5 de los que dicen: «La lengua es nuestra fuerza,
nuestros labios nos defienden,
¿quién será nuestro amo?».
6 El Señor responde: «Por la opresión del humilde,
por el gemido del pobre,
yo me levantaré,
y pondré a salvo al despreciado».
7 Las palabras del Señor son palabras auténticas,
como plata limpia de ganga,
refinada siete veces.
8 Tú nos guardarás, Señor,
nos librarás para siempre de esa gente.
9 Los malvados merodean
mientras crece la corrupción entre los hombres.
1 Al Director. Salmo de David.
2 ¿Hasta cuándo, Señor, seguirás olvidándome?
¿Hasta cuándo me esconderás tu rostro?
3 ¿Hasta cuándo he de estar preocupado,
con el corazón apenado todo el día?
¿Hasta cuándo va a triunfar mi enemigo?
4 Atiende y respóndeme, Señor, Dios mío;
da luz a mis ojos para que no me duerma en la muerte,
5 para que no diga mi enemigo: «Le he podido»,
ni se alegre mi adversario de mi fracaso.
6 Porque yo confío en tu misericordia:
mi alma gozará con tu salvación,
y cantaré al Señor por el bien que me ha hecho.
1 Al Director. De David.
Dice el necio para sí: «No hay Dios».
Se han corrompido cometiendo execraciones,
no hay quien obre bien.
2 El Señor observa desde el cielo
a los hijos de Adán,
para ver si hay alguno sensato
que busque a Dios.
3 Todos se extravían
igualmente obstinados,
no hay uno que obre bien,
ni uno solo.
4 Pero ¿no aprenderán los malhechores,
que devoran a mi pueblo como pan
y no invocan al Señor?
5 Pues temblarán de espanto,
porque Dios está con los justos.
6 Podéis burlaros de los planes del desvalido,
pero el Señor es su refugio.
7 ¡Ojalá venga desde Sión la salvación de Israel!
Cuando el Señor cambie la suerte de su pueblo,
se alegrará Jacob y gozará Israel.
1 Salmo de David.
Señor, ¿quién puede hospedarse en tu tienda
y habitar en tu monte santo?
2 El que procede honradamente
y practica la justicia,
el que tiene intenciones leales
3 y no calumnia con su lengua,
el que no hace mal a su prójimo
ni difama al vecino.
4 El que considera despreciable al impío
y honra a los que temen al Señor,
el que no retracta lo que juró
aun en daño propio,
5 el que no presta dinero a usura
ni acepta soborno contra el inocente.
El que así obra nunca fallará.
1 Epigrama. De David.
Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.
2 Yo digo al Señor: «Tú eres mi Dios».
No hay bien para mí fuera de ti.
3 En los santos que hay en la tierra, varones insignes,
pongo toda mi complacencia.
4 Se multiplican las desgracias
de quienes van tras dioses extraños;
yo no derramaré sus libaciones con mis manos,
ni tomaré sus nombres en mis labios.
5 El Señor es el lote de mi heredad y mi copa,
mi suerte está en tu mano:
6 me ha tocado un lote hermoso,
me encanta mi heredad.
7 Bendeciré al Señor que me aconseja,
hasta de noche me instruye internamente.
8 Tengo siempre presente al Señor,
con él a mi derecha no vacilaré.
9 Por eso se me alegra el corazón,
se gozan mis entrañas,
y mi carne descansa esperanzada.
10 Porque no me abandonarás en la región de los muertos
ni dejarás a tu fiel ver la corrupción.
11 Me enseñarás el sendero de la vida,
me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha.
1 Oración de David.
Señor, escucha mi apelación,
atiende a mis clamores,
presta oído a mi súplica,
que en mis labios no hay engaño:
2 emane de ti la sentencia,
miren tus ojos la rectitud.
3 Aunque sondees mi corazón, visitándolo de noche;
aunque me pruebes al fuego,
no encontrarás malicia en mí.
4 Mi boca no ha faltado como suelen los hombres;
según las palabras de tu boca
he evitado las sendas de los violentos.
5 Mis pies estuvieron firmes en tus caminos,
y no vacilaron mis pasos.
6 Yo te invoco porque tú me respondes, Dios mío;
inclina el oído y escucha mis palabras.
7 Muestra las maravillas de tu misericordia,
tú que salvas de los adversarios
a quien se refugia a tu derecha.
8 Guárdame como a las niñas de tus ojos,
a la sombra de tus alas escóndeme
9 de los malvados que me asaltan,
del enemigo mortal que me cerca.
10 Han cerrado sus entrañas
y hablan con boca arrogante;
11 ya me rodean sus pasos,
se hacen guiños para derribarme,
12 como un león ávido de presa,
como un cachorro agazapado en su escondrijo.
13 Levántate, Señor, hazle frente, doblégalo,
que tu espada me libre del malvado,
14 y tu mano, Señor, de los mortales,
los mortales de este mundo,
que no tendrán parte en la vida.
Pero de tu despensa les llenarás el vientre,
se saciarán sus hijos
y dejarán a sus pequeños lo que sobra.
15 Pero yo con mi apelación vengo a tu presencia,
y al despertar me saciaré de tu semblante.
1 Al Director. Del siervo del Señor, David, que dirigió al Señor las palabras de esta canción, cuando el Señor lo libró de todos sus enemigos y de las manos de Saúl. Dijo:
2 Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza;
3 Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador.
Dios mío, peña mía, refugio mío,
escudo mío, mi fuerza salvadora, mi baluarte.
4 Invoco al Señor de mi alabanza
y quedo libre de mis enemigos.
5 Me cercaban olas mortales,
torrentes destructores me aterraban,
6 me envolvían las redes del abismo;
me alcanzaban los lazos de la muerte.
7 En el peligro invoqué al Señor,
grité a mi Dios:
desde su templo él escuchó mi voz,
y mi grito llegó a sus oídos.
8 Entonces tembló y retembló la tierra,
vacilaron los cimientos de los montes,
sacudidos por su cólera;
9 de su nariz se alzaba una humareda,
de su boca un fuego voraz,
y lanzaba carbones ardiendo.
10 Inclinó el cielo y bajó
con nubarrones debajo de sus pies.
11 Volaba a caballo de un querubín
cerniéndose sobre las alas del viento,
12 envuelto en un manto de oscuridad;
como un toldo, lo rodeaban
oscuro aguacero y nubes espesas;
13 al fulgor de su presencia, las nubes
se deshicieron en granizo y centellas.
14 Y el Señor tronaba desde el cielo,
el Altísimo hacía oír su voz:
15 disparando sus saetas, los dispersaba,
y sus continuos relámpagos los enloquecían.
16 El fondo del mar apareció,
y se vieron los cimientos del orbe,
cuando tú, Señor, lanzaste un bramido,
con tu nariz resoplando de cólera.
17 Desde el cielo alargó la mano y me agarró,
me sacó de las aguas caudalosas,
18 me libró de un enemigo poderoso,
de adversarios más fuertes que yo.
19 Me acosaban el día funesto,
pero el Señor fue mi apoyo:
20 me sacó a un lugar espacioso,
me libró porque me amaba.
21 El Señor retribuyó mi justicia,
retribuyó la pureza de mis manos,
22 porque seguí los caminos del Señor
y no me rebelé contra mi Dios;
23 porque tuve presentes sus mandamientos
y no me aparté de sus preceptos;
24 le fui enteramente fiel,
guardándome de toda culpa;
25 el Señor retribuyó mi justicia,
la pureza de mis manos en su presencia.
26 Con el fiel, tú eres fiel;
con el íntegro, tú eres íntegro;
27 con el sincero, tú eres sincero;
con el astuto, tú eres sagaz.
28 Tú salvas al pueblo afligido
y humillas los ojos soberbios.
29 Señor, tú eres mi lámpara;
Dios mío, tú alumbras mis tinieblas.
30 Fiado en ti, me meto en la refriega,
fiado en mi Dios, asalto la muralla.
31 Perfecto es el camino de Dios,
acendrada es la promesa del Señor;
él es escudo para los que a él se acogen.
32 ¿Quién es Dios fuera del Señor?
¿Qué roca hay fuera de nuestro Dios?
33 Dios me ciñe de valor
y me enseña un camino perfecto;
34 él me da pies de ciervo,
y me coloca en las alturas;
35 él adiestra mis manos para la guerra,
y mis brazos para tensar la ballesta.
36 Me dejaste tu escudo protector,
tu diestra me sostuvo,
multiplicaste tus cuidados conmigo.
37 Ensanchaste el camino a mis pasos,
y no flaquearon mis tobillos.
38 Yo perseguía al enemigo hasta alcanzarlo,
y no me volvía sin haberlo aniquilado:
39 los derroté, y no pudieron rehacerse,
cayeron bajo mis pies.
40 Me ceñiste de valor para la lucha,
doblegaste a los que me resistían.
41 Hiciste volver la espalda a mis enemigos,
rechazaste a mis adversarios.
42 Pedían auxilio, pero nadie los salvaba;
gritaban al Señor, pero no les respondía.
43 Los reduje a polvo que arrebataba el viento;
los pisoteaba como barro de las calles.
44 Me libraste de las contiendas de mi pueblo,
me hiciste cabeza de naciones,
un pueblo extraño fue mi vasallo:
45 me escuchaban y me adulaban,
los extranjeros buscaban mi favor.
46 La gente extraña palidecía
y salía temblando de sus baluartes.
47 Viva el Señor, bendita sea mi Roca,
sea ensalzado mi Dios y Salvador:
48 el Dios que me dio el desquite
y me sometió los pueblos;
49 que me libró de mis enemigos,
me levantó sobre los que resistían
y me salvó del hombre cruel.
50 Por eso te daré gracias entre las naciones, Señor,
y tañeré en honor de tu nombre:
51 Tú diste gran victoria a tu rey,
tuviste misericordia de tu ungido,
de David y su linaje por siempre.
1 Al Director. Salmo de David.
2 El cielo proclama la gloria de Dios,
el firmamento pregona la obra de sus manos:
3 el día al día le pasa el mensaje,
la noche a la noche se lo susurra.
4 Sin que hablen, sin que pronuncien,
sin que resuene su voz,
5 a toda la tierra alcanza su pregón
y hasta los límites del orbe su lenguaje.
Allí le ha puesto su tienda al sol:
6 él sale como el esposo de su alcoba,
contento como un héroe, a recorrer su camino.
7 Asoma por un extremo del cielo,
y su órbita llega al otro extremo:
nada se libra de su calor.
8 La ley del Señor es perfecta
y es descanso del alma;
el precepto del Señor es fiel
e instruye a los ignorantes.
9 Los mandatos del Señor son rectos
y alegran el corazón;
la norma del Señor es límpida
y da luz a los ojos.
10 El temor del Señor es puro
y eternamente estable;
los mandamientos del Señor son verdaderos
y enteramente justos.
11 Más preciosos que el oro,
más que el oro fino;
más dulces que la miel
de un panal que destila.
12 También tu siervo es instruido por ellos
y guardarlos comporta una gran recompensa.
13 ¿Quién conoce sus faltas?
Absuélveme de lo que se me oculta.
14 Preserva a tu siervo de la arrogancia,
para que no me domine:
así quedaré limpio e inocente
del gran pecado.
15 Que te agraden las palabras de mi boca,
y llegue a tu presencia el meditar de mi corazón,
Señor, Roca mía, Redentor mío.
1 Al Director. Salmo de David.
2 Que te escuche el Señor el día del peligro,
que te sostenga el nombre del Dios de Jacob;
3 que te envíe auxilio desde el santuario,
que te apoye desde el monte de Sión.
4 Que se acuerde de todas tus ofrendas,
que le agraden tus sacrificios; (Pausa)
5 que cumpla el deseo de tu corazón,
que dé éxito a todos tus planes.
6 Nos alegraremos con tu salvación
y en el nombre de nuestro Dios
alzaremos estandartes;
que el Señor te conceda todo lo que pides.
7 Ahora reconozco que el Señor
da la victoria a su Ungido,
que lo ha escuchado desde su santo cielo,
con los prodigios de su mano victoriosa.
8 Unos confían en sus carros,
otros en su caballería;
nosotros invocamos el nombre
del Señor, Dios nuestro.
9 Ellos cayeron derribados,
nosotros nos mantenemos en pie.
10 Señor, da la victoria al rey
y escúchanos cuando te invocamos.
1 Al Director. Salmo de David.
2 Señor, el rey se alegra por tu fuerza,
¡y cuánto goza con tu victoria!
3 Le has concedido el deseo de su corazón,
no le has negado lo que pedían sus labios.
4 Te adelantaste a bendecirlo con el éxito,
y has puesto en su cabeza una corona de oro fino. (Pausa)
5 Te pidió vida, y se la has concedido,
años que se prolongan sin término.
6 Tu victoria ha engrandecido su fama,
lo has vestido de honor y majestad.
7 Le concedes bendiciones incesantes,
lo colmas de gozo en tu presencia.
8 Porque el rey confía en el Señor,
y con la gracia del Altísimo no fracasará.
9 Que tu izquierda alcance a tus enemigos,
y tu derecha a los que te odian.
10 Los convertirás en un horno encendido,
el día de tu cólera, Señor;
los devorará en su ira,
el fuego los consumirá.
11 Borrarás de la tierra su fruto,
y su semilla de entre los humanos.
12 Aunque tramen maldades contra ti
y urdan intrigas, nada conseguirán,
13 pues los pondrás en fuga,
tensando el arco contra ellos.
14 Levántate, Señor, con tu fuerza,
y al son de instrumentos cantaremos tu poder.
1 Al Director. Sobre «la cierva de la aurora». Salmo de David.
2 Dios mío, Dios mío,
¿por qué me has abandonado?
A pesar de mis gritos,
mi oración no te alcanza.
3 Dios mío, de día te grito,
y no respondes;
de noche, y no me haces caso.
4 Porque tú eres el Santo
y habitas entre las alabanzas de Israel.
5 En ti confiaban nuestros padres;
confiaban, y los ponías a salvo;
6 a ti gritaban, y quedaban libres;
en ti confiaban, y no los defraudaste.
7 Pero yo soy un gusano, no un hombre,
vergüenza de la gente, desprecio del pueblo;
8 al verme, se burlan de mí,
hacen visajes, menean la cabeza:
9 «Acudió al Señor, que lo ponga a salvo;
que lo libre si tanto lo quiere».
10 Tú eres quien me sacó del vientre,
me tenías confiado en los pechos de mi madre;
11 desde el seno pasé a tus manos,
desde el vientre materno tú eres mi Dios.
12 No te quedes lejos,
que el peligro está cerca
y nadie me socorre.
13 Me acorrala un tropel de novillos,
me cercan toros de Basán;
14 abren contra mí las fauces
leones que descuartizan y rugen.
15 Estoy como agua derramada,
tengo los huesos descoyuntados;
mi corazón, como cera,
se derrite en mis entrañas;
16 mi garganta está seca como una teja,
la lengua se me pega al paladar;
me aprietas contra el polvo de la muerte.
17 Me acorrala una jauría de mastines,
me cerca una banda de malhechores;
me taladran las manos y los pies,
18 puedo contar mis huesos.
Ellos me miran triunfantes,
19 se reparten mi ropa,
echan a suerte mi túnica.
20 Pero tú, Señor, no te quedes lejos;
fuerza mía, ven corriendo a ayudarme.
21 Líbrame a mí de la espada,
y a mi única vida de la garra del mastín;
22 sálvame de las fauces del león;
a este pobre, de los cuernos del búfalo.
23 Contaré tu fama a mis hermanos,
en medio de la asamblea te alabaré.
24 «Los que teméis al Señor, alabadlo;
linaje de Jacob, glorificadlo;
temedlo, linaje de Israel;
25 porque no ha sentido desprecio ni repugnancia
hacia el pobre desgraciado;
no le ha escondido su rostro:
cuando pidió auxilio, lo escuchó».
26 Él es mi alabanza en la gran asamblea,
cumpliré mis votos delante de sus fieles.
27 Los desvalidos comerán hasta saciarse,
alabarán al Señor los que lo buscan.
¡Viva su corazón por siempre!
28 Lo recordarán y volverán al Señor
hasta de los confines del orbe;
en su presencia se postrarán
las familias de los pueblos,
29 porque del Señor es el reino,
él gobierna a los pueblos.
30 Ante él se postrarán los que duermen en la tierra,
ante él se inclinarán los que bajan al polvo.
Me hará vivir para él,
31 mi descendencia lo servirá;
hablarán del Señor a la generación futura,
32 contarán su justicia al pueblo que ha de nacer:
«Todo lo que hizo el Señor».
1 Salmo de David.
El Señor es mi pastor, nada me falta:
2 en verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas
3 y repara mis fuerzas;
me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
4 Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan.
5 Preparas una mesa ante mí,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa.
6 Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término.
1 Salmo de David.
Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
2 él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos.
3 –¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?
4 –El hombre de manos inocentes y puro corazón,
que no confía en los ídolos
ni jura con engaño.
5 Ese recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.
6 –Esta es la generación que busca al Señor,
que busca tu rostro, Dios de Jacob. (Pausa)
7 ¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las puertas eternales:
va a entrar el Rey de la gloria.
8 –¿Quién es ese Rey de la gloria?
–El Señor, héroe valeroso,
el Señor valeroso en la batalla.
9 ¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las puertas eternales:
va a entrar el Rey de la gloria.
10 –¿Quién es ese Rey de la gloria?
–El Señor, Dios del universo,
él es el Rey de la gloria. (Pausa)
1 De David.
(Álef) A ti, Señor, levanto mi alma;
2 (Bet) Dios mío, en ti confío, no quede yo defraudado,
que no triunfen de mí mis enemigos,
3 (Guímel) pues los que esperan en ti no quedan defraudados,
mientras que el fracaso malogra a los traidores.
4 (Dálet) Señor, enséñame tus caminos,
instrúyeme en tus sendas:
haz que camine con lealtad;
5 (He) enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador,
(Vau?) y todo el día te estoy esperando.
6 (Zain) Recuerda, Señor, que tu ternura
y tu misericordia son eternas;
7 (Jet) no te acuerdes de los pecados
ni de las maldades de mi juventud;
acuérdate de mí con misericordia,
por tu bondad, Señor.
8 (Tet) El Señor es bueno y es recto,
y enseña el camino a los pecadores;
9 (Yod) hace caminar a los humildes con rectitud,
enseña su camino a los humildes.
10 (Kaf) Las sendas del Señor son misericordia y lealtad
para los que guardan su alianza y sus mandatos.
11 (Lámed) Por el honor de tu nombre, Señor,
perdona mis culpas, que son muchas.
12 (Mem) ¿Hay alguien que tema al Señor?
Él le enseñará el camino escogido:
13 (Nun) su alma vivirá feliz,
su descendencia poseerá la tierra.
14 (Sámek) El Señor se confía a los que lo temen,
y les da a conocer su alianza.
15 (Ayin) Tengo los ojos puestos en el Señor,
porque él saca mis pies de la red.
16 (Pe) Mírame, oh Dios, y ten piedad de mí,
que estoy solo y afligido.
17 (Sade) Ensancha mi corazón oprimido
y sácame de mis tribulaciones.
18 (Qof) Mira mis trabajos y mis penas
y perdona todos mis pecados;
19 (Res) mira cuántos son mis enemigos,
que me detestan con odio cruel.
20 (Sin) Guarda mi vida y líbrame,
no quede yo defraudado de haber acudido a ti.
21 (Tau) La inocencia y la rectitud me protegerán,
porque espero en ti.
22 Salva, oh Dios, a Israel
de todos sus peligros.
1 De David.
Hazme justicia, Señor, que camino en la inocencia;
confiando en el Señor, no me he desviado.
2 Escrútame, Señor, ponme a prueba,
sondea mis entrañas y mi corazón,
3 porque tengo ante los ojos tu bondad,
y camino en tu verdad.
4 No me siento con gente falsa,
no me junto con mentirosos;
5 detesto las bandas de malhechores,
no tomo asiento con los impíos.
6 Lavo en la inocencia mis manos,
y rodeo tu altar, Señor,
7 proclamando tu alabanza,
enumerando tus maravillas.
8 Señor, yo amo la belleza de tu casa,
el lugar donde reside tu gloria.
9 No arrebates mi alma con los pecadores,
ni mi vida con los sanguinarios,
10 que en su izquierda llevan infamias,
y su derecha está llena de sobornos.
11 Yo, en cambio, camino en la integridad;
sálvame, ten misericordia de mí.
12 Mi pie se mantiene en el camino llano;
en la asamblea bendeciré al Señor.
1 De David.
El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida,
¿quién me hará temblar?
2 Cuando me asaltan los malvados
para devorar mi carne,
ellos, enemigos y adversarios,
tropiezan y caen.
3 Si un ejército acampa contra mí,
mi corazón no tiembla;
si me declaran la guerra,
me siento tranquilo.
4 Una cosa pido al Señor,
eso buscaré:
habitar en la casa del Señor
por los días de mi vida;
gozar de la dulzura del Señor,
contemplando su templo.
5 Él me protegerá en su tienda
el día del peligro;
me esconderá en lo escondido de su morada,
me alzará sobre la roca.
6 Y así levantaré la cabeza
sobre el enemigo que me cerca;
en su tienda sacrificaré
sacrificios de aclamación:
cantaré y tocaré para el Señor.
7 Escúchame, Señor,
que te llamo;
ten piedad, respóndeme.
8 Oigo en mi corazón:
«Buscad mi rostro».
Tu rostro buscaré, Señor.
9 No me escondas tu rostro.
No rechaces con ira a tu siervo,
que tú eres mi auxilio;
no me deseches, no me abandones,
Dios de mi salvación.
10 Si mi padre y mi madre me abandonan,
el Señor me recogerá.
11 Señor, enséñame tu camino,
guíame por la senda llana,
porque tengo enemigos.
12 No me entregues a la saña de mi adversario,
porque se levantan contra mí testigos falsos,
que respiran violencia.
13 Espero gozar de la dicha del Señor
en el país de la vida.
14 Espera en el Señor, sé valiente,
ten ánimo, espera en el Señor.
1 De David.
A ti, Señor, te invoco;
Roca mía, no seas sordo a mi voz;
que, si no me escuchas, seré igual
que los que bajan a la fosa.
2 Escucha mi voz suplicante
cuando te pido auxilio,
cuando alzo las manos
hacia tu santuario.
3 No me arrebates con los malvados
ni con los malhechores,
que hablan de paz con el prójimo,
pero llevan la maldad en el corazón.
4 Págales según sus obras,
según la maldad de sus actos;
págales según la obra de sus manos,
devuélveles su merecido.
5 Ya que no entienden las proezas del Señor,
ni la obra de sus manos,
¡que él los derribe y no los reconstruya!
6 Bendito el Señor, que escuchó
mi voz suplicante;
7 el Señor es mi fuerza y mi escudo:
en él confía mi corazón;
me socorrió, y mi corazón se alegra
y le canta agradecido.
8 El Señor es fuerza para su pueblo,
apoyo y salvación para su Ungido.
9 Salva a tu pueblo y bendice tu heredad,
sé su pastor y llévalos siempre.
1 Salmo de David.
Hijos de Dios, aclamad al Señor,
aclamad la gloria y el poder del Señor,
2 aclamad la gloria del nombre del Señor,
postraos ante el Señor en el atrio sagrado.
3 La voz del Señor sobre las aguas,
el Dios de la gloria ha tronado,
el Señor sobre las aguas torrenciales.
4 La voz del Señor es potente,
la voz del Señor es magnífica,
5 la voz del Señor descuaja los cedros,
el Señor descuaja los cedros del Líbano.
6 Hace brincar al Líbano como un novillo,
al Sarión como a una cría de búfalo.
7 La voz del Señor lanza llamas de fuego,
8 la voz del Señor sacude el desierto,
el Señor sacude el desierto de Cadés.
9 La voz del Señor retuerce los robles,
el Señor descorteza las selvas.
En su templo, un grito unánime: «¡Gloria!».
10 El Señor se sienta sobre las aguas del diluvio,
el Señor se sienta como rey eterno.
11 El Señor da fuerza a su pueblo,
el Señor bendice a su pueblo con la paz.
1 Salmo. Cántico para la dedicación del templo. De David.
2 Te ensalzaré, Señor, porque me has librado
y no has dejado que mis enemigos se rían de mí.
3 Señor, Dios mío, a ti grité,
y tú me sanaste.
4 Señor, sacaste mi vida del abismo,
me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa.
5 Tañed para el Señor, fieles suyos,
celebrad el recuerdo de su nombre santo;
6 su cólera dura un instante;
su bondad, de por vida;
al atardecer nos visita el llanto;
por la mañana, el júbilo.
7 Yo pensaba muy seguro:
«No vacilaré jamás».
8 Tu bondad, Señor, me aseguraba
el honor y la fuerza;
pero escondiste tu rostro,
y quedé desconcertado.
9 A ti, Señor, llamé, supliqué a mi Dios:
10 «¿Qué ganas con mi muerte,
con que yo baje a la fosa?
¿Te va a dar gracias el polvo,
o va a proclamar tu lealtad?
11 Escucha, Señor, y ten piedad de mí;
Señor, socórreme».
12 Cambiaste mi luto en danzas,
me desataste el sayal
y me has vestido de fiesta;
13 te cantará mi alma sin callarse.
Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre.
1 Al Director. Salmo de David.
2 A ti, Señor, me acojo:
no quede yo nunca defraudado;
tú, que eres justo, ponme a salvo,
3 inclina tu oído hacia mí;
ven aprisa a librarme,
sé la roca de mi refugio,
un baluarte donde me salve,
4 tú que eres mi roca y mi baluarte;
por tu nombre dirígeme y guíame:
5 sácame de la red que me han tendido,
porque tú eres mi amparo.
6 A tus manos encomiendo mi espíritu:
tú, el Dios leal, me librarás;
7 tú aborreces a los que veneran ídolos inertes,
pero yo confío en el Señor;
8 tu misericordia sea mi gozo y mi alegría.
Te has fijado en mi aflicción,
velas por mi vida en peligro;
9 no me has entregado en manos del enemigo,
has puesto mis pies en un camino ancho.
10 Piedad, Señor, que estoy en peligro;
se consumen de dolor mis ojos,
mi garganta y mis entrañas.
11 Mi vida se gasta en el dolor,
mis años en los gemidos;
mi vigor decae con las penas,
mis huesos se consumen.
12 Soy la burla de todos mis enemigos,
la irrisión de mis vecinos,
el espanto de mis conocidos:
me ven por la calle y escapan de mí.
13 Me han olvidado como a un muerto,
me han desechado como a un cacharro inútil.
14 Oigo el cuchicheo de la gente,
y todo me da miedo;
se conjuran contra mí
y traman quitarme la vida.
15 Pero yo confío en ti, Señor;
te digo: «Tú eres mi Dios».
16 En tus manos están mis azares:
líbrame de mis enemigos que me persiguen;
17 haz brillar tu rostro sobre tu siervo,
sálvame por tu misericordia.
18 Señor, no quede yo defraudado
tras haber acudido a ti;
queden defraudados los malvados,
y bajen llorando al abismo,
19 enmudezcan los labios mentirosos,
que profieren insolencias contra el justo,
con soberbia y con desprecio.
20 Qué bondad tan grande, Señor,
reservas para los que te temen,
y concedes a los que a ti se acogen
a la vista de todos.
21 En el asilo de tu presencia los escondes
de las conjuras humanas;
los ocultas en tu tabernáculo,
frente a las lenguas pendencieras.
22 Bendito sea el Señor, que ha hecho por mí
prodigios de misericordia
en la ciudad amurallada.
23 Yo decía en mi ansiedad:
«Me has arrojado de tu vista»;
pero tú escuchaste mi voz suplicante
cuando yo te gritaba.
24 Amad al Señor, fieles suyos;
el Señor guarda a sus leales,
y a los soberbios los paga con creces.
25 Sed fuertes y valientes de corazón
los que esperáis en el Señor.
1 Poema de David.
Dichoso el que está absuelto de su culpa,
a quien le han sepultado su pecado;
2 dichoso el hombre a quien el Señor no le apunta el delito
y en cuyo espíritu no hay engaño.
3 Mientras callé se consumían mis huesos,
rugiendo todo el día,
4 porque día y noche tu mano pesaba sobre mí;
mi savia se había vuelto un fruto seco
como en los calores del verano. (Pausa)
5 Había pecado, lo reconocí,
no te encubrí mi delito;
propuse: «Confesaré al Señor mi culpa»,
y tú perdonaste mi culpa y mi pecado. (Pausa)
6 Por eso, que todo fiel te suplique
en el momento de la desgracia:
la crecida de las aguas caudalosas
no lo alcanzará.
7 Tú eres mi refugio,
me libras del peligro,
me rodeas de cantos de liberación. (Pausa)
8 –Te instruiré y te enseñaré
el camino que has de seguir,
fijaré en ti mis ojos.
9 No seáis irracionales como caballos y mulos,
cuyo brío hay que domar con freno y brida;
si no, no puedes acercarte.
10 Los malvados sufren muchas penas;
al que confía en el Señor,
la misericordia lo rodea.
11 Alegraos, justos, y gozad con el Señor;
aclamadlo los de corazón sincero.
1 Aclamad, justos, al Señor,
que merece la alabanza de los buenos.
2 Dad gracias al Señor con la cítara,
tocad en su honor el arpa de diez cuerdas;
3 cantadle un cántico nuevo,
acompañando los vítores con bordones.
4 Que la palabra del Señor es sincera,
y todas sus acciones son leales;
5 él ama la justicia y el derecho,
y su misericordia llena la tierra.
6 La palabra del Señor hizo el cielo;
el aliento de su boca, sus ejércitos;
7 encierra en un odre las aguas marinas,
mete en un depósito el océano.
8 Tema al Señor la tierra entera,
tiemblen ante él los habitantes del orbe:
9 porque él lo dijo, y existió;
él lo mandó y todo fue creado.
10 El Señor deshace los planes de las naciones,
frustra los proyectos de los pueblos;
11 pero el plan del Señor subsiste por siempre;
los proyectos de su corazón, de edad en edad.
12 Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor,
el pueblo que él se escogió como heredad.
13 El Señor mira desde el cielo,
se fija en todos los hombres.
14 Desde su morada observa
a todos los habitantes de la tierra:
15 él modeló cada corazón,
y comprende todas sus acciones.
16 No vence el rey por su gran ejército,
no escapa el soldado por su mucha fuerza;
17 nada valen sus caballos para la victoria,
ni por su gran ejército se salvan.
18 Los ojos del Señor están puestos en quien lo teme,
en los que esperan su misericordia,
19 para librar sus vidas de la muerte
y reanimarlos en tiempo de hambre.
20 Nosotros aguardamos al Señor:
él es nuestro auxilio y escudo;
21 con él se alegra nuestro corazón,
en su santo nombre confiamos.
22 Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.
1 De David. Cuando, fingiéndose loco ante Abimélec, fue expulsado por él y se marchó.
2 (Álef) Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
3 (Bet) mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren.
4 (Guímel) Proclamad conmigo la grandeza del Señor,
ensalcemos juntos su nombre.
5 (Dálet) Yo consulté al Señor, y me respondió,
me libró de todas mis ansias.
6 (He) Contempladlo, y quedaréis radiantes,
vuestro rostro no se avergonzará.
7 (Zain) El afligido invocó al Señor,
él lo escuchó y lo salvó de sus angustias.
8 (Jet) El ángel del Señor acampa en torno a quienes lo temen
y los protege.
9 (Tet) Gustad y ved qué bueno es el Señor,
dichoso el que se acoge a él.
10 (Yod) Todos sus santos, temed al Señor,
porque nada les falta a los que lo temen;
11 (Kaf) los ricos empobrecen y pasan hambre,
los que buscan al Señor no carecen de nada.
12 (Lámed) Venid, hijos, escuchadme:
os instruiré en el temor del Señor.
13 (Mem) ¿Hay alguien que ame la vida
y desee días de prosperidad?
14 (Nun) Guarda tu lengua del mal,
tus labios de la falsedad;
15 (Sámek) apártate del mal, obra el bien,
busca la paz y corre tras ella.
16 (Ayin) Los ojos del Señor miran a los justos,
sus oídos escuchan sus gritos;
17 (Pe) pero el Señor se enfrenta con los malhechores,
para borrar de la tierra su memoria.
18 (Sade) Cuando uno grita, el Señor lo escucha
y lo libra de sus angustias;
19 (Qof) el Señor está cerca de los atribulados,
salva a los abatidos.
20 (Res) Aunque el justo sufra muchos males,
de todos lo libra el Señor;
21 (Sin) él cuida de todos sus huesos,
y ni uno solo se quebrará.
22 (Tau) La maldad da muerte al malvado,
los que odian al justo serán castigados.
23 El Señor redime a sus siervos,
no será castigado quien se acoge a él.
1 De David.
Pelea, Señor, contra los que me atacan,
guerrea contra los que me hacen guerra;
2 empuña el escudo y la adarga,
levántate y ven en mi auxilio;
3 blande la lanza y la pica contra mis perseguidores;
di a mi alma: «Yo soy tu salvación».
4 Sean confundidos y avergonzados
los que atentan contra mi vida;
retrocedan y sean humillados
quienes traman mi derrota;
5 sean como tamo al viento,
acosados por el ángel del Señor;
6 sea su camino oscuro y resbaladizo,
perseguidos por el ángel del Señor.
7 Pues sin motivo me escondían redes,
sin motivo me abrían zanjas mortales.
8 ¡Que les sorprenda el desastre imprevisto,
que se enreden en la red que escondieron,
y caigan dentro de la fosa!
9 Y yo me alegraré con el Señor,
gozando de su salvación;
10 todo mi ser proclamará:
«Señor, ¿quién como tú,
que defiendes al débil del poderoso,
al pobre y humilde del explotador?».
11 Se presentaban testigos violentos:
me acusaban de cosas que ni sabía,
12 me pagaban mal por bien,
dejándome desamparado.
13 Yo, en cambio, cuando estaban enfermos,
me vestía de saco,
me mortificaba con ayunos
y desde dentro repetía mi oración.
14 Como por un amigo o por un hermano,
andaba triste;
cabizbajo y sombrío,
como quien llora a su madre.
15 Pero, cuando yo tropecé, se alegraron,
se juntaron contra mí
y me golpearon por sorpresa;
me laceraban sin cesar.
16 Cruelmente se burlaban de mí,
rechinando los dientes de odio.
17 Señor, ¿cuándo vas a mirarlo?
Defiende mi vida de los que rugen;
mi único bien, de los leones,
18 y te daré gracias en la gran asamblea,
te alabaré entre la multitud del pueblo.
19 Que no canten victoria
mis enemigos traidores,
que no hagan guiños a mi costa
los que me odian sin razón.
20 Pues no hablan de paz,
y contra los pacíficos de la tierra
traman planes siniestros.
21 Abren sus fauces contra mí y se ríen:
«Lo han visto nuestros ojos».
22 Señor, tú lo has visto, no te calles;
Señor, no te quedes a distancia;
23 despierta, levántate, Dios mío;
Señor mío, defiende mi causa.
24 Júzgame según tu justicia, Señor, Dios mío,
y no se reirán de mí.
25 No pensarán: «¡Qué bien! ¡Lo que queríamos!»,
ni dirán: «¡Lo hemos devorado!».
26 Sean avergonzados y confundidos a una
los que se alegran de mi desgracia,
cúbranse de vergüenza y de ignominia
quienes se engríen a mi costa.
27 Canten y se alegren
los que desean mi justicia,
repitan siempre: «Grande es el Señor,
que desea la paz de su siervo».
28 Mi lengua anunciará tu justicia,
todos los días te alabará.
1 Al Director; del siervo del Señor, David.
2 El malvado escucha en su interior
un oráculo del pecado:
no tiene temor de Dios,
ni siquiera en su presencia.
3 Porque se hace la ilusión de que su culpa
no será descubierta ni aborrecida.
4 Las palabras de su boca son maldad y traición,
renuncia a ser sensato y a obrar bien;
5 acostado medita el crimen,
se obstina en el mal camino,
no rechaza la maldad.
6 Señor, tu misericordia llega al cielo,
tu fidelidad hasta las nubes;
7 tu justicia es como las altas cordilleras,
tus juicios son como el océano inmenso.
Tú socorres a hombres y animales;
8 ¡qué inapreciable es tu misericordia, oh Dios!,
los humanos se acogen a la sombra de tus alas;
9 se nutren de lo sabroso de tu casa,
les das a beber del torrente de tus delicias,
10 porque en ti está la fuente viva,
y tu luz nos hace ver la luz.
11 Prolonga tu misericordia con los que te reconocen,
tu justicia con los rectos de corazón.
12 Que no me pisotee el pie del soberbio,
que no me eche fuera la mano del malvado.
13 Han fracasado los malhechores;
derribados, no se pueden levantar.
1 De David.
(Álef) No te exasperes por los malvados,
no envidies a los que obran el mal:
2 se secarán pronto, como la hierba,
como el césped verde se agostarán.
3 (Bet) Confía en el Señor y haz el bien:
habitarás tu tierra y reposarás en ella en fidelidad;
4 sea el Señor tu delicia,
y él te dará lo que pide tu corazón.
5 (Guímel) Encomienda tu camino al Señor,
confía en él, y él actuará:
6 hará tu justicia como el amanecer,
tu derecho como el mediodía.
7 (Dálet) Descansa en el Señor y espera en él,
no te exasperes por el hombre que triunfa
empleando la intriga:
8 (He) cohíbe la ira, reprime el coraje;
no te exasperes, no sea que obres mal;
9 porque los que obran mal son excluidos,
pero los que esperan en el Señor poseerán la tierra.
10 (Vau) Aguarda un momento: desapareció el malvado,
fíjate en su sitio: ya no está;
11 en cambio, los sufridos poseen la tierra
y disfrutan de paz abundante.
12 (Zain) El malvado intriga contra el justo,
rechina sus dientes contra él;
13 pero el Señor se ríe de él,
porque ve que le llega su hora.
14 (Jet) Los malvados desenvainan la espada,
asestan el arco,
para abatir a los pobres y humildes,
para asesinar a los honrados;
15 pero su espada les atravesará el corazón,
sus arcos se romperán.
16 (Tet) Mejor es ser honrado con poco
que ser malvado en la opulencia;
17 pues al malvado se le romperán los brazos,
pero al honrado lo sostiene el Señor.
18 (Yod) El Señor vela por los días de los buenos,
y su herencia durará siempre;
19 no se agostarán en tiempo de sequía,
en tiempo de hambre se saciarán.
20 (Kaf) Pero los malvados perecerán,
los enemigos del Señor
se marchitarán como la belleza de un prado,
en humo se disiparán.
21 (Lámed) El malvado pide prestado y no devuelve,
el justo se compadece y perdona.
22 Los que el Señor bendice poseen la tierra,
los que él maldice son excluidos.
23 (Mem) El Señor asegura los pasos del hombre,
se complace en sus caminos;
24 si tropieza, no caerá,
porque el Señor lo tiene de la mano.
25 (Nun) Fui joven, ya soy viejo:
nunca he visto a un justo abandonado,
ni a su linaje mendigando el pan.
26 A diario se compadece y da prestado;
bendita será su descendencia.
27 (Sámek) Apártate del mal y haz el bien,
y siempre tendrás una casa;
28 porque el Señor ama la justicia
y no abandona a sus fieles.
(Ayin) Los inicuos son exterminados,
la estirpe de los malvados se extinguirá;
29 pero los justos poseen la tierra,
la habitarán por siempre jamás.
30 (Pe) La boca del justo expone la sabiduría,
su lengua explica el derecho;
31 porque lleva en el corazón la ley de su Dios,
y sus pasos no vacilan.
32 (Sade) El malvado espía al justo
e intenta darle muerte;
33 pero el Señor no lo entrega en sus manos,
no deja que lo condenen en el juicio.
34 (Qof) Confía en el Señor, sigue su camino;
él te levantará a poseer la tierra,
y verás la expulsión de los malvados.
35 (Res) Vi a un malvado que se jactaba,
que prosperaba como un cedro frondoso;
36 volví a pasar, y ya no estaba;
lo busqué, y no lo encontré.
37 (Sin) Observa al honrado, fíjate en el bueno:
porque el pacífico tendrá porvenir;
38 los impíos serán totalmente aniquilados,
el porvenir de los malvados quedará truncado.
39 (Tau) El Señor es quien salva a los justos,
él es su alcázar en el peligro;
40 el Señor los protege y los libra,
los libra de los malvados y los salva
porque se acogen a él.
1 Salmo de David. En conmemoración.
2 Señor, no me corrijas con ira,
no me castigues con cólera.
3 Tus flechas se me han clavado,
tu mano pesa sobre mí.
4 No hay parte ilesa en mi carne
a causa de tu furor;
no tienen descanso mis huesos
a causa de mis pecados.
5 Mis culpas sobrepasan mi cabeza,
son un peso superior a mis fuerzas.
6 Mis llagas están podridas y supuran
por causa de mi insensatez;
7 voy encorvado y encogido,
todo el día camino sombrío.
8 Tengo las espaldas ardiendo,
no hay parte ilesa en mi carne;
9 estoy agotado, deshecho del todo;
rujo con más fuerza que un león.
10 Señor mío, todas mis ansias están en tu presencia,
no se te ocultan mis gemidos;
11 siento palpitar mi corazón, me abandonan las fuerzas,
y me falta hasta la luz de los ojos.
12 Mis amigos y compañeros
se alejan de mí,
mis parientes se quedan a distancia;
13 me tienden lazos los que atentan contra mí,
los que desean mi daño me amenazan de muerte,
todo el día murmuran traiciones.
14 Pero yo, como un sordo, no oigo;
como un mudo, no abro la boca;
15 soy como uno que no oye
y no puede replicar.
16 En ti, Señor, espero,
y tú me escucharás, Señor, Dios mío;
17 esto pido: que no se alegren por mi causa;
que, cuando resbale mi pie,
no canten triunfo.
18 Porque yo estoy a punto de caer,
y mi pena no se aparta de mí:
19 yo confieso mi culpa,
me aflige mi pecado.
20 Mis enemigos están vivos y son poderosos,
son muchos los que me aborrecen sin razón,
21 los que me pagan males por bienes,
los que me atacan cuando procuro el bien.
22 No me abandones, Señor;
Dios mío, no te quedes lejos;
23 ven aprisa a socorrerme,
Señor mío, mi salvación.
1 Al Director. A Yedutún. Salmo de David.
2 Yo me dije: «Vigilaré mi proceder,
para no pecar con mi lengua;
pondré una mordaza a mi boca
mientras el impío esté presente».
3 Guardé silencio resignado,
enmudecí sin provecho;
pero mi herida empeoró.
4 Y el corazón me ardía por dentro;
pensándolo me requemaba,
hasta que solté la lengua:
5 «Señor, dame a conocer mi fin
y cuál es la medida de mis años,
para que comprenda lo caduco que soy».
6 Me concediste un palmo de vida,
mis días son nada ante ti;
el hombre no dura más que un soplo, (Pausa)
7 el hombre pasa como una sombra,
por un soplo se afana,
atesora sin saber para quién.
8 Y ahora, Señor, ¿qué esperanza me queda?
Tú eres mi confianza.
9 Líbrame de mis inquietudes,
no me hagas la burla de los necios.
10 Enmudezco, no abro la boca,
porque eres tú quien lo ha hecho.
11 Aparta de mí tus golpes,
que el ímpetu de tu mano me acaba.
12 Escarmientas al hombre castigando su culpa;
como una polilla roes sus tesoros;
el hombre no es más que un soplo. (Pausa)
13 Escucha, Señor, mi oración,
haz caso de mis gritos,
no seas sordo a mi llanto;
porque yo soy huésped tuyo,
forastero como todos mis padres.
14 Aplácate, dame respiro,
antes de que pase y no exista.
1 Al Director. Salmo de David.
2 Yo esperaba con ansia al Señor;
él se inclinó y escuchó mi grito:
3 me levantó de la fosa fatal,
de la charca fangosa;
afianzó mis pies sobre roca,
y aseguró mis pasos;
4 me puso en la boca un cántico nuevo,
un himno a nuestro Dios.
Muchos, al verlo, quedaron sobrecogidos
y confiaron en el Señor.
5 Dichoso el hombre que ha puesto
su confianza en el Señor,
y no acude a los idólatras,
que se extravían con engaños.
6 Cuántas maravillas has hecho,
Señor, Dios mío,
cuántos planes en favor nuestro;
nadie se te puede comparar.
Intento proclamarlas, decirlas,
pero superan todo número.
7 Tú no quieres sacrificios ni ofrendas,
y, en cambio, me abriste el oído;
no pides holocaustos ni sacrificios expiatorios;
8 entonces yo digo: «Aquí estoy
–como está escrito en mi libro–
9 para hacer tu voluntad.
Dios mío, lo quiero, y llevo tu ley en las entrañas».
10 He proclamado tu justicia
ante la gran asamblea;
no he cerrado los labios, Señor, tú lo sabes.
11 No me he guardado en el pecho tu justicia,
he contado tu fidelidad y tu salvación,
no he negado tu misericordia y tu lealtad
ante la gran asamblea.
12 Tú, Señor, no me cierres tus entrañas;
que tu misericordia y tu lealtad me guarden siempre,
13 porque me cercan desgracias sin cuento.
Se me echan encima mis culpas, y no puedo ver;
son más que los pelos de mi cabeza,
y me falta el valor.
14 Señor, dígnate librarme;
Señor, date prisa en socorrerme.
15 Queden confundidos y avergonzados
los que intentan quitarme la vida;
retrocedan y queden aturdidos
los que desean mi daño.
16 Vuelvan atrás avergonzados
los que se burlan de mí.
17 Alégrense y gocen contigo
todos los que te buscan;
digan siempre: «Grande es el Señor»,
los que desean tu salvación.
18 Yo soy pobre y desgraciado,
pero el Señor se cuida de mí;
tú eres mi auxilio y mi liberación:
Dios mío, no tardes.
1 Al Director. Salmo de David.
2 Dichoso el que cuida del pobre;
en el día aciago lo pondrá a salvo el Señor.
3 El Señor lo guarda y lo conserva en vida,
para que sea dichoso en la tierra,
y no lo entrega a la saña de sus enemigos.
4 El Señor lo sostendrá en el lecho del dolor,
calmará los dolores de su enfermedad.
5 Yo dije: «Señor, ten misericordia,
sáname, porque he pecado contra ti».
6 Mis enemigos me desean lo peor:
«A ver si se muere, y se acaba su apellido».
7 El que viene a verme habla con fingimiento,
disimula su mala intención,
y, cuando sale afuera, la dice.
8 Mis adversarios se reúnen a murmurar contra mí,
hacen cálculos siniestros:
9 «Padece un mal sin remedio,
se acostó para no levantarse».
10 Incluso mi amigo, de quien yo me fiaba,
que compartía mi pan,
es el primero en traicionarme.
11 Pero tú, Señor, apiádate de mí; haz que pueda levantarme,
para que yo les dé su merecido.
12 En esto conozco que me amas:
en que mi enemigo no triunfa de mí.
13 A mí, en cambio, me conservas la salud,
me mantienes siempre en tu presencia.
14 Bendito el Señor, Dios de Israel,
desde siempre y por siempre. Amén, amén.
1 Al Director. Poema. De los hijos de Coré.
2 Como busca la cierva corrientes de agua,
así mi alma te busca a ti, Dios mío;
3 mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo:
¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios?
4 Las lágrimas son mi pan noche y día,
mientras todo el día me repiten:
«¿Dónde está tu Dios?».
5 Recuerdo otros tiempos,
y desahogo mi alma conmigo:
cómo entraba en el recinto santo,
cómo avanzaba hacia la casa de Dios
entre cantos de júbilo y alabanza,
en el bullicio de la fiesta.
6 ¿Por qué te acongojas, alma mía,
por qué gimes dentro de mí?
Espera en Dios, que volverás a alabarlo:
«Salud de mi rostro, Dios mío».
7 Cuando mi alma se acongoja,
te recuerdo desde el Jordán y el Hermón
y el monte Misar.
8 Una sima grita a otra sima
con voz de cascadas:
tus torrentes y tus olas
me han arrollado.
9 De día el Señor me hará misericordia,
de noche cantaré la alabanza,
la oración al Dios de mi vida.
10 Diré a Dios: «Roca mía,
¿por qué me olvidas?
¿Por qué voy andando, sombrío,
hostigado por mi enemigo?».
11 Se me rompen los huesos
por las burlas del adversario;
todo el día me preguntan:
«¿Dónde está tu Dios?».
12 ¿Por qué te acongojas, alma mía,
por qué gimes dentro de mí?
Espera en Dios, que volverás a alabarlo:
«Salud de mi rostro, Dios mío».
1 Hazme justicia, oh Dios,
defiende mi causa
contra gente sin piedad,
sálvame
del hombre traidor y malvado.
2 Tú eres mi Dios y protector,
¿por qué me rechazas?,
¿por qué voy andando sombrío,
hostigado por mi enemigo?
3 Envía tu luz y tu verdad:
que ellas me guíen
y me conduzcan hasta tu monte santo,
hasta tu morada.
4 Me acercaré al altar de Dios,
al Dios de mi alegría,
y te daré gracias al son de la cítara,
Dios, Dios mío.
5 ¿Por qué te acongojas, alma mía,
por qué gimes dentro de mí?
Espera en Dios, que volverás a alabarlo:
«Salud de mi rostro, Dios mío».
1 Al Director. Poema de los hijos de Coré.
2 Oh Dios, nuestros oídos lo oyeron,
nuestros padres nos lo han contado:
la obra que realizaste en sus días,
en los años remotos.
3 Tú mismo con tu mano desposeíste a los gentiles,
y los plantaste a ellos;
trituraste a las naciones,
y los hiciste crecer a ellos.
4 Porque no fue su espada la que ocupó la tierra,
ni su brazo el que les dio la victoria,
sino tu diestra y tu brazo y la luz de tu rostro,
porque tú los amabas.
5 Mi rey y mi Dios eres tú,
que das la victoria a Jacob:
6 con tu auxilio embestimos al enemigo,
en tu nombre pisoteamos al agresor.
7 Pues yo no confío en mi arco,
ni mi espada me da la victoria;
8 tú nos das la victoria sobre el enemigo
y derrotas a nuestros adversarios.
9 Dios ha sido siempre nuestro orgullo,
y siempre damos gracias a tu nombre. (Pausa)
10 Ahora, en cambio, nos rechazas y nos avergüenzas,
y ya no sales, Señor, con nuestras tropas:
11 nos haces retroceder ante el enemigo,
y nuestro adversario nos saquea.
12 Nos entregas como ovejas de matanza
y nos has dispersado por las naciones.
13 Vendes a tu pueblo por nada
y no te enriqueces con su precio.
14 Nos haces el escarnio de nuestros vecinos,
irrisión y burla de los que nos rodean;
15 nos has hecho el refrán de los gentiles,
nos hacen muecas las naciones.
16 Tengo siempre delante mi deshonra,
y la vergüenza me cubre la cara
17 al oír insultos e injurias,
al ver a mi rival y a mi enemigo.
18 Todo esto nos viene encima, sin haberte olvidado
ni haber violado tu alianza,
19 sin que se volviera atrás nuestro corazón
ni se desviaran de tu camino nuestros pasos.
20 Y tú nos arrojaste a un lugar de chacales
y nos cubriste de tinieblas.
21 Si hubiéramos olvidado el nombre de nuestro Dios
y extendido las manos a un dios extraño,
22 el Señor lo habría averiguado,
pues él penetra los secretos del corazón.
23 Por tu causa nos degüellan cada día,
nos tratan como a ovejas de matanza.
24 Despierta, Señor, ¿por qué duermes?
Levántate, no nos rechaces más.
25 ¿Por qué nos escondes tu rostro
y olvidas nuestra desgracia y opresión?
26 Nuestra alma se hunde en el polvo,
nuestro vientre está pegado al suelo.
27 Levántate a socorrernos,
redímenos por tu misericordia.
1 Al director. Sobre «los lirios...». Poema de los hijos de Coré. Cántico de amor.
2 Me brota del corazón un poema bello,
recito mis versos a un rey;
mi lengua es ágil pluma de escribano.
3 Eres el más bello de los hombres,
en tus labios se derrama la gracia,
el Señor te bendice eternamente.
4 Cíñete al flanco la espada, valiente:
es tu gala y tu orgullo;
5 cabalga victorioso por la verdad, la mansedumbre y la justicia,
tu diestra te enseñe a realizar proezas.
6 Tus flechas son agudas, los pueblos se te rinden,
se acobardan los enemigos del rey.
7 Tu trono, oh Dios, permanece para siempre,
cetro de rectitud es tu cetro real;
8 has amado la justicia y odiado la impiedad:
por eso Dios, tu Dios, te ha ungido
con aceite de júbilo
entre todos tus compañeros.
9 A mirra, áloe y acacia
huelen tus vestidos,
desde los palacios de marfiles
te deleitan las arpas.
10 Hijas de reyes salen a tu encuentro,
de pie a tu derecha está la reina,
enjoyada con oro de Ofir.
11 Escucha, hija, mira: inclina el oído,
olvida tu pueblo y la casa paterna;
12 prendado está el rey de tu belleza:
póstrate ante él, que él es tu señor.
13 La ciudad de Tiro viene con regalos,
los pueblos más ricos buscan tu favor.
14 Ya entra la princesa, bellísima,
vestida de perlas y brocado;
15 la llevan ante el rey, con séquito de vírgenes,
la siguen sus compañeras:
16 las traen entre alegría y algazara,
van entrando en el palacio real.
17 «A cambio de tus padres tendrás hijos,
que nombrarás príncipes por toda la tierra».
18 Quiero hacer memorable tu nombre
por generaciones y generaciones,
y los pueblos te alabarán
por los siglos de los siglos.
1 Al Director. De los hijos de Coré. «Sobre las doncellas». Cántico.
2 Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza,
poderoso defensor en el peligro.
3 Por eso no tememos aunque tiemble la tierra,
y los montes se desplomen en el mar.
4 Que hiervan y bramen sus olas,
que sacudan a los montes con su furia:
el Señor del universo está con nosotros,
nuestro alcázar es el Dios de Jacob. (Pausa)
5 Un río y sus canales alegran la ciudad de Dios,
el Altísimo consagra su morada.
6 Teniendo a Dios en medio, no vacila;
Dios la socorre al despuntar la aurora.
7 Los pueblos se amotinan, los reyes se rebelan;
pero él lanza su trueno, y se tambalea la tierra.
8 El Señor del universo está con nosotros,
nuestro alcázar es el Dios de Jacob. (Pausa)
9 Venid a ver las obras del Señor,
las maravillas que hace en la tierra:
10 pone fin a la guerra hasta el extremo del orbe,
rompe los arcos, quiebra las lanzas,
prende fuego a los escudos.
11 «Rendíos, reconoced que yo soy Dios:
más alto que los pueblos,
más alto que la tierra».
12 El Señor del universo está con nosotros,
nuestro alcázar es el Dios de Jacob. (Pausa)
1 Al Director. Salmo de los hijos de Coré.
2 Pueblos todos, batid palmas,
aclamad a Dios con gritos de júbilo;
3 porque el Señor altísimo es terrible,
emperador de toda la tierra.
4 Él nos somete los pueblos
y nos sojuzga las naciones;
5 él nos escogió por heredad suya:
gloria de Jacob, su amado. (Pausa)
6 Dios asciende entre aclamaciones;
el Señor, al son de trompetas:
7 tocad para Dios, tocad;
tocad para nuestro Rey, tocad.
8 Porque Dios es el rey del mundo:
tocad con maestría.
9 Dios reina sobre las naciones,
Dios se sienta en su trono sagrado.
10 Los príncipes de los gentiles se reúnen
con el pueblo del Dios de Abrahán;
porque de Dios son los grandes de la tierra,
y él es excelso.
1 Cántico. Salmo de los hijos de Coré.
2 Grande es el Señor
y muy digno de alabanza
en la ciudad de nuestro Dios,
su monte santo, altura hermosa,
alegría de toda la tierra:
3 el monte Sión, confín del cielo,
ciudad del gran rey;
entre sus palacios,
4 Dios descuella como un alcázar.
5 Mirad: los reyes se aliaron
para atacarla juntos;
6 pero, al verla, quedaron aterrados
y huyeron despavoridos;
7 Allí los agarró un temblor
y dolores como de parto;
8 como un viento del desierto,
que destroza las naves de Tarsis.
9 Lo que habíamos oído lo hemos visto
en la ciudad del Señor del universo,
en la ciudad de nuestro Dios:
que Dios la ha fundado para siempre. (Pausa)
10 Oh Dios, meditamos tu misericordia
en medio de tu templo:
11 como tu nombre, oh Dios,
tu alabanza llega al confín de la tierra.
Tu diestra está llena de justicia:
12 el monte Sión se alegra,
las ciudades de Judá se gozan
con tus sentencias.
13 Dad la vuelta en torno a Sión,
contando sus torreones;
14 fijaos en sus baluartes,
observad sus palacios,
para poder decirle a la próxima generación:
15 «Porque este es Dios, nuestro Dios
eternamente y por siempre».
Él nos guiará por siempre jamás.
1 Al Director. Salmo de los hijos de Coré.
2 Oíd esto, todas las naciones;
escuchadlo, habitantes del orbe:
3 plebeyos y nobles,
ricos y pobres.
4 Mi boca hablará sabiamente,
mi corazón meditará con prudencia;
5 prestaré oído al proverbio
y propondré mi problema al son de la cítara.
6 ¿Por qué habré de temer los días aciagos,
cuando me cerquen y acechen los malvados,
7 que confían en su opulencia
y se jactan de sus inmensas riquezas,
8 si nadie puede salvarse
ni dar a Dios un rescate?
9 Es tan caro el rescate de la vida,
que nunca les bastará
10 para vivir perpetuamente
sin bajar a la fosa.
11 Mirad: los sabios mueren,
lo mismo que perecen los ignorantes y necios,
y legan sus riquezas a extraños.
12 El sepulcro es su morada perpetua
y su casa de edad en edad,
aunque hayan dado nombre a países.
13 El hombre no perdura en la opulencia,
es semejante a las bestias, que perecen.
14 Este es el camino de los confiados,
el destino de los hombres satisfechos: (Pausa)
15 son un rebaño para el abismo,
la muerte es su pastor,
y bajan derechos a la tumba;
se desvanece su figura,
y el abismo es su casa.
16 Pero a mí, Dios me salva,
me arranca de las garras del abismo. (Pausa)
17 No te preocupes si se enriquece un hombre
y aumenta el fasto de su casa:
18 cuando muera, no se llevará nada,
su fasto no bajará con él.
19 Aunque en vida se felicitaba:
«Ponderan lo bien que lo pasas»,
20 irá a reunirse con la generación de sus padres,
que no verán nunca la luz.
21 El hombre rico e inconsciente
es semejante a las bestias, que perecen.
1 Salmo de Asaf.
El Dios de los dioses, el Señor, habla:
convoca la tierra de oriente a occidente.
2 Desde Sión, la hermosa,
Dios resplandece:
3 viene nuestro Dios, y no callará.
Lo precede fuego voraz,
lo rodea tempestad violenta.
4 Desde lo alto convoca cielo y tierra
para juzgar a su pueblo:
5 «Congregadme a mis fieles,
que sellaron mi pacto con un sacrificio».
6 Proclame el cielo su justicia;
Dios en persona va a juzgar. (Pausa)
7 «Escucha, pueblo mío, voy a hablarte;
Israel, voy a dar testimonio contra ti;
–yo soy Dios, tu Dios–.
8 No te reprocho tus sacrificios,
pues siempre están tus holocaustos ante mí.
9 Pero no aceptaré un becerro de tu casa,
ni un cabrito de tus rebaños.
10 Pues las fieras de la selva son mías,
y hay miles de bestias en mis montes;
11 conozco todos los pájaros del cielo,
tengo a mano cuanto se agita en los campos.
12 Si tuviera hambre, no te lo diría;
pues el orbe y cuanto lo llena es mío.
13 ¿Comeré yo carne de toros,
beberé sangre de cabritos?
14 Ofrece a Dios un sacrificio de alabanza,
cumple tus votos al Altísimo
15 e invócame el día del peligro:
yo te libraré, y tú me darás gloria».
16 Dios dice al pecador:
«¿Por qué recitas mis preceptos
y tienes siempre en la boca mi alianza,
17 tú que detestas mi enseñanza
y te echas a la espalda mis mandatos?
18 Cuando ves un ladrón, corres con él;
te mezclas con los adúlteros;
19 sueltas tu lengua para el mal,
tu boca urde el engaño.
20 Te sientas a hablar contra tu hermano,
deshonras al hijo de tu madre;
21 esto haces, ¿y me voy callar?
¿Crees que soy como tú?
Te acusaré, te lo echaré en cara.
22 Atención los que olvidáis a Dios,
no sea que os destroce sin remedio.
23 El que me ofrece acción de gracias,
ese me honra;
al que sigue buen camino
le haré ver la salvación de Dios».
1 Al Director. Salmo de David.
2 Cuando el profeta Natán lo visitó, después de haberse unido aquel a Betsabé.
3 Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
4 lava del todo mi delito,
limpia mi pecado.
5 Pues yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado.
6 Contra ti, contra ti solo pequé,
cometí la maldad en tu presencia.
En la sentencia tendrás razón,
en el juicio resultarás inocente.
7 Mira, en la culpa nací,
pecador me concibió mi madre.
8 Te gusta un corazón sincero,
y en mi interior me inculcas sabiduría.
9 Rocíame con el hisopo: quedaré limpio;
lávame: quedaré más blanco que la nieve.
10 Hazme oír el gozo y la alegría,
que se alegren los huesos quebrantados.
11 Aparta de mi pecado tu vista,
borra en mí toda culpa.
12 Oh Dios, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme.
13 No me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu.
14 Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso.
15 Enseñaré a los malvados tus caminos,
los pecadores volverán a ti.
16 Líbrame de la sangre, oh Dios,
Dios, Salvador mío,
y cantará mi lengua tu justicia.
17 Señor, me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza.
18 Los sacrificios no te satisfacen:
si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.
19 El sacrificio agradable a Dios
es un espíritu quebrantado;
un corazón quebrantado y humillado,
tú, oh Dios, tú no lo desprecias.
20 Señor, por tu bondad, favorece a Sión,
reconstruye las murallas de Jerusalén:
21 entonces aceptarás los sacrificios rituales,
ofrendas y holocaustos,
sobre tu altar se inmolarán novillos.
1 Al Director. Poema de David.
2 Cuando Doeg, el edomita, comunicó a Saúl: «David se ha ido a la casa de Ajimélec».
3 ¿Por qué te glorías de la maldad
y te haces fuerte en el delito?
4 Estás todo el día maquinando injusticias,
tu lengua es navaja afilada,
autor de fraudes;
5 prefieres el mal al bien,
la mentira a la honradez; (Pausa)
6 prefieres las palabras corrosivas,
lengua embustera.
7 Pues Dios te destruirá para siempre,
te abatirá y te barrerá de tu tienda;
arrancará tus raíces del suelo vital. (Pausa)
8 Lo verán los justos, y temerán,
y se reirán de él:
9 «Mirad al valiente
que no puso en Dios su apoyo,
confió en sus muchas riquezas,
se insolentó en sus crímenes».
10 Pero yo, como verde olivo,
en la casa de Dios,
confío en la misericordia de Dios
por siempre jamás.
11 Te daré siempre gracias
porque has actuado;
proclamaré delante de tus fieles:
«Tu nombre es bueno».
1 Al Director. Para la enfermedad. Poema de David.
2 Dice el necio para sí:
«No hay Dios».
Se han corrompido cometiendo execraciones,
no hay quien obre bien.
3 Dios observa desde el cielo
a los hijos de Adán,
para ver si hay alguno sensato
que busque a Dios.
4 Todos se extravían
igualmente obstinados;
no hay uno que obre bien,
ni uno solo.
5 Pero ¿no aprenderán los malhechores
que devoran a mi pueblo como pan
y no invocan a Dios?
6 Pues temblarán de espanto
allí donde no había razón para temer,
porque Dios esparce los huesos del agresor,
y serán derrotados,
porque Dios los rechaza.
7 ¡Ojalá venga desde Sión la salvación de Israel!
Cuando el Señor cambie la suerte de su pueblo,
se alegrará Jacob y gozará Israel.
1 Al Director. Con instrumentos de cuerda. Poema de David.
2 Cuando los zifitas vinieron a decir a Saúl: «¿No está escondido David entre nosotros?».
3 Oh Dios, sálvame por tu nombre,
sal por mí con tu poder.
4 Oh Dios, escucha mi súplica,
atiende a mis palabras;
5 porque unos insolentes se alzan contra mí,
y hombres violentos me persiguen a muerte,
sin tener presente a Dios. (Pausa)
6 Pero Dios es mi auxilio,
el Señor sostiene mi vida.
7 Devuelve el mal a mis adversarios,
destrúyelos por tu fidelidad.
8 Te ofreceré un sacrificio voluntario,
dando gracias a tu nombre, que es bueno;
9 porque me libraste del peligro,
y he visto la derrota de mis enemigos.
1 Al Director. Con instrumentos de cuerda. Poema de David.
2 Dios mío, escucha mi oración,
no te cierres a mi súplica;
3 hazme caso y respóndeme.
Me agitan mis ansiedades,
4 me turba la voz del enemigo,
los gritos del malvado.
Descargan sobre mí calamidades
y me atacan con furia.
5 Se agita mi corazón,
me sobrecoge un pavor mortal,
6 me asalta el temor y el terror,
me cubre el espanto.
7 Y pienso: «¡Quién me diera alas de paloma
para volar y posarme!
8 Emigraría lejos,
habitaría en el desierto. (Pausa)
9 esperaría en el que puede salvarme
del huracán y la tormenta».
10 ¡Destrúyelos, Señor,
confunde sus lenguas!
Pues veo en la ciudad violencia y discordia:
11 día y noche hacen la ronda sobre sus murallas;
en su recinto, crimen e injusticia;
12 dentro de ella, calamidades;
no se apartan de su plaza
la crueldad y el engaño.
13 Si mi enemigo me injuriase,
lo aguantaría;
si mi adversario se alzase contra mí,
me escondería de él;
14 pero eres tú, mi compañero,
mi amigo y confidente,
15 a quien me unía una dulce intimidad:
juntos íbamos entre el bullicio por la casa de Dios.
16 ¡Que los sorprenda la muerte,
desciendan vivos al abismo,
pues la maldad habita en ellos!
17 Pero yo invoco a Dios,
y el Señor me salva:
18 por la tarde, en la mañana, al mediodía,
me quejo gimiendo.
Dios escucha mi voz:
19 en paz rescata mi alma
de la guerra que me hacen,
porque son muchos contra mí.
20 Dios me escucha, los humilla
el que reina desde siempre. (Pausa)
Porque no quieren enmendarse
ni temen a Dios.
21 Levantan la mano contra su aliado,
violando los pactos;
22 su boca es más blanda que la manteca,
pero desean la guerra;
sus palabras son más suaves que el aceite,
pero son puñales.
23 Encomienda a Dios tus afanes,
que él te sustentará;
no permitirá jamás que el justo caiga.
24 Tú, Dios mío, los harás bajar a ellos
a la fosa profunda.
Los traidores y sanguinarios
no cumplirán ni la mitad de sus años.
Pero yo confío en ti, Señor.
1 Al Director. Según «La paloma de los dioses lejanos». Epigrama de David. Cuando los filisteos lo tenían preso en Gat.
2 Misericordia, Dios mío, que me hostigan,
me atacan y me acosan todo el día;
3 todo el día me hostigan mis enemigos,
me atacan en masa, oh Altísimo.
4 En el día terrible, yo confío en ti.
5 En Dios, cuya promesa alabo,
en Dios confío y no temo:
¿qué podrá hacerme un mortal?
6 Todos los días discuten y planean
pensando solo en mi daño;
7 buscan un sitio para espiarme,
acechan mis pasos
y atentan contra mi vida.
8 Líbrame de su maldad;
en tu ira, somete a los pueblos, oh Dios.
9 Anota en tu libro mi vida errante,
recoge mis lágrimas en tu odre, Dios mío,
mis fatigas en tu libro.
10 Que retrocedan mis enemigos
cuando te invoco,
y así sabré que eres mi Dios.
11 En Dios, cuya promesa alabo,
en el Señor, cuya promesa alabo,
12 en Dios confío y no temo;
¿qué podrá hacerme un hombre?
13 Te debo, Dios mío, los votos que hice,
los cumpliré con acción de gracias;
14 porque libraste mi alma de la muerte,
mis pies de la caída;
para que camine en presencia de Dios
a la luz de la vida.
1 Al Director. «No destruyas». Epigrama de David. Cuando, huyendo de Saúl, se escondió en la cueva.
2 Misericordia, Dios mío, misericordia,
que mi alma se refugia en ti;
me refugio a la sombra de tus alas
mientras pasa la calamidad.
3 Invoco al Dios altísimo,
al Dios que hace tanto por mí.
4 Desde el cielo me enviará la salvación,
confundirá a los que ansían matarme; (Pausa)
enviará Dios su gracia y su lealtad.
5 Estoy echado entre leones
devoradores de hombres;
sus dientes son lanzas y flechas,
su lengua es una espada afilada.
6 Elévate sobre el cielo, Dios mío,
y llene la tierra tu gloria.
7 Han tendido una red a mis pasos,
para que sucumbiera;
me han cavado delante una fosa,
pero han caído en ella. (Pausa)
8 Mi corazón está firme, Dios mío,
mi corazón está firme.
Voy a cantar y a tocar:
9 despierta, gloria mía;
despertad, cítara y arpa;
despertaré a la aurora.
10 Te daré gracias ante los pueblos, Señor;
tocaré para ti ante las naciones:
11 por tu bondad, que es más grande que los cielos;
por tu fidelidad, que alcanza las nubes.
12 Elévate sobre el cielo, Dios mío,
y llene la tierra tu gloria.
1 Al Director. «No destruyas». Epigrama de David.
2 ¿De verdad, poderosos, emitís sentencias justas?,
¿juzgáis equitativamente a los humanos?
3 ¡No!, que cometéis crímenes a conciencia
imponiendo en la tierra la violencia de vuestras manos.
4 Se pervirtieron los malvados desde el vientre materno,
los mentirosos se extraviaron desde el seno.
5 Tienen veneno como veneno de serpiente,
de víbora sorda que se tapa el oído,
6 para no oír la voz del encantador,
del experto hacedor de hechizos.
7 Oh Dios, rómpeles los dientes en la boca;
quiebra, Señor, los colmillos a los leones.
8 Que se evaporen como agua que fluye,
que se marchiten como hierba que se pisa.
9 Sean como limaco que se deslíe al deslizarse;
como aborto de mujer, que no llega a ver el sol.
10 Antes de que echen espinas, como la zarza
verde o quemada, arrebátelos el vendaval.
11 Goce el justo viendo la venganza,
bañe sus pies en la sangre del malvado;
12 y la gente dirá: «¡El justo cosecha su fruto;
sí, hay un Dios que juzga en la tierra!».
1 Al Director. «No destruyas». Epigrama de David. Cuando Saúl mandó vigilar su casa para matarlo.
2 Líbrame de mi enemigo, Dios mío;
protégeme de mis agresores,
3 líbrame de los malhechores,
sálvame de los hombres sanguinarios.
4 Mira que me están acechando,
y me acosan los poderosos:
sin que yo haya pecado ni faltado, Señor,
5 sin culpa mía, avanzan para acometerme.
Despierta, ven a mi encuentro, mira:
6 tú, el Señor del universo,
el Dios de Israel.
Despierta para castigar a los gentiles,
no te apiades de los traidores inicuos. (Pausa)
7 Vuelven al atardecer
ladrando como perros,
merodean por la ciudad.
8 Mira: de su boca fluye baba,
de sus labios, espadas:
«¿Quién nos oirá?».
9 Pero tú, Señor, te ríes de ellos,
te burlas de los gentiles.
10 Por ti velo, fortaleza mía,
que mi alcázar es Dios.
11 Que tu favor se me adelante, Dios mío,
y me haga ver la derrota de mi enemigo.
12 ¡No los mates, que mi pueblo no lo olvide;
dispérsalos con tu poder,
humíllalos, Señor, escudo nuestro!
13 Por el pecado de su boca,
por el chismorreo de sus labios,
queden apresados en su insolencia,
por la mentira y la maldición que profieren.
14 ¡Destrúyelos con tu furor,
destrúyelos y dejen de existir!
Sepan que Dios gobierna
desde Jacob hasta los confines de la tierra. (Pausa)
15 Vuelven al atardecer
ladrando como perros,
merodean por la ciudad.
16 Vagabundean buscando comida;
si no se sacian, no se retiran.
17 Pero yo cantaré tu fuerza,
por la mañana proclamaré tu misericordia,
porque has sido mi alcázar
y mi refugio en el peligro.
18 Y tocaré en tu honor, fuerza mía,
porque tú, oh Dios, eres mi alcázar,
Dios mío, misericordia mía.
1 Al Director. «Los lirios del testimonio». Epigrama de David. Para enseñar.
2 Cuando combatió con Arán Nejaráin y con Arán Soba. Cuando volvió Joab y derrotó a doce mil de Edón en el valle de la Sal.
3 Oh Dios, nos rechazaste y rompiste nuestras filas;
estabas airado, pero restáuranos.
4 Has sacudido y agrietado el país:
repara sus grietas, que se desmorona.
5 Hiciste sufrir un desastre a tu pueblo,
dándole a beber un vino de vértigo.
6 Diste la señal de desbandada a los que te temen,
haciéndolos huir de los arcos. (Pausa)
7 Para que se salven tus predilectos,
que tu mano salvadora nos responda.
8 Dios habló en su santuario:
«Triunfante ocuparé Siquén,
parcelaré el valle de Sucot;
9 mío es Galaad, mío Manasés,
Efraín es yelmo de mi cabeza,
Judá es mi cetro;
10 Moab, una jofaina para lavarme;
sobre Edón echo mi sandalia,
sobre Filistea canto victoria».
11 Pero ¿quién me guiará a la plaza fuerte,
quién me conducirá a Edón,
12 si tú, oh Dios, nos has rechazado
y no sales ya con nuestras tropas?
13 Auxílianos contra el enemigo,
que la ayuda del hombre es inútil.
14 Con Dios haremos proezas,
él pisoteará a nuestros enemigos.
1 Al Director. Con instrumentos de cuerda. De David.
2 Escucha, oh Dios, mi clamor,
atiende a mi súplica.
3 Te invoco desde el confín de la tierra
con el corazón abatido:
llévame a una roca inaccesible.
4 Porque tú eres mi refugio
y mi bastión contra el enemigo.
5 Habitaré siempre en tu morada,
refugiado al amparo de tus alas.
6 Porque tú, oh Dios, escucharás mis votos
y me darás la heredad de los que temen tu nombre.
7 Añade días a los días del rey,
que sus años alcancen varias generaciones;
8 reine siempre en presencia de Dios:
tu gracia y tu lealtad le hagan guardia.
9 Yo cantaré salmos a tu nombre,
e iré cumpliendo mis votos día tras día.
1 Al Director. A Yedutún. Salmo de David.
2 Solo en Dios descansa mi alma,
porque de él viene mi salvación;
3 solo él es mi roca y mi salvación,
mi alcázar: no vacilaré.
4 ¿Hasta cuándo arremeteréis contra un hombre
todos juntos, para derribarlo
como a una pared que cede
o a una tapia ruinosa?
5 Solo piensan en derribarlo de su altura,
y se complacen en la mentira:
con la boca bendicen,
con el corazón maldicen.
6 Descansa solo en Dios, alma mía,
porque él es mi esperanza;
7 solo él es mi roca y mi salvación,
mi alcázar: no vacilaré.
8 De Dios viene mi salvación y mi gloria,
él es mi roca firme, Dios es mi refugio.
9 Pueblo suyo, confiad en él,
desahogad ante él vuestro corazón:
Dios es nuestro refugio. (Pausa)
10 Los hijos de Adán no son más que un soplo,
todos los hombres, una apariencia:
todos juntos en la balanza subirían
más leves que un soplo.
11 No confiéis en la opresión,
no pongáis ilusiones en el robo;
y aunque crezcan vuestras riquezas,
no les deis el corazón.
12 Dios ha dicho una cosa,
y he escuchado dos:
«Que Dios tiene el poder
13 y el Señor tiene la gracia;
que tú pagas a cada uno
según sus obras».
1 Salmo de David. Cuando estaba en el desierto de Judá.
2 Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua.
3 ¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
4 Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios.
5 Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
6 Me saciaré
como de enjundia y de manteca,
y mis labios te alabarán jubilosos.
7 En el lecho me acuerdo de ti
y velando medito en ti,
8 porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo.
9 Mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene.
10 Pero los que intentan quitarme la vida
vayan a lo profundo de la tierra;
11 sean pasados a filo de espada,
sirvan de pasto a los chacales.
12 Mas el rey se alegrará en Dios,
el que jura por él se felicitará,
cuando tapen la boca a los mentirosos.
1 Al Director. Salmo de David.
2 Escucha, oh Dios, la voz de mi lamento,
protege mi vida del terrible enemigo;
3 escóndeme de la conjura de los perversos
y del motín de los malhechores.
4 Afilan sus lenguas como espadas
y disparan como flechas palabras venenosas,
5 para herir a escondidas al inocente,
para herirlo por sorpresa y sin riesgo.
6 Se animan al delito,
calculan cómo esconder trampas,
y dicen: «¿Quién lo descubrirá?».
7 Inventan maldades y llevan a cabo sus proyectos criminales:
su mente y su corazón son un abismo.
8 Pero Dios los acribilla a flechazos,
por sorpresa los cubre de heridas;
9 su misma lengua los lleva a la ruina,
y los que los ven menean la cabeza.
10 Todo el mundo se atemoriza,
proclama la obra de Dios
y medita sus acciones.
11 El justo se alegra con el Señor,
se refugia en él,
y se felicitan los rectos de corazón.
1 Al Director. Salmo de David. Cántico.
2 Oh Dios, tú mereces un himno en Sión,
y a ti se te cumplen los votos en Jerusalén,
3 porque tú escuchas las súplicas.
A ti acude todo mortal
4 a causa de sus culpas;
nuestros delitos nos abruman,
pero tú los perdonas.
5 Dichoso el que tú eliges y acercas
para que viva en tus atrios:
que nos saciemos de los bienes de tu casa,
de los dones sagrados de tu templo.
6 Con portentos de justicia nos respondes,
Dios, salvador nuestro;
tú, esperanza del confín de la tierra
y del océano remoto.
7 Tú que afianzas los montes con tu fuerza,
ceñido de poder;
8 tú que reprimes el estruendo del mar,
el estruendo de las olas
y el tumulto de los pueblos.
9 Los habitantes del extremo del orbe
se sobrecogen ante tus signos,
y las puertas de la aurora y del ocaso
las llenas de júbilo.
10 Tú cuidas la tierra, la riegas
y la enriqueces sin medida;
la acequia de Dios va llena de agua,
preparas los trigales;
así preparas la tierra.
11 Riegas los surcos,
igualas los terrones,
tu llovizna los deja mullidos,
bendices sus brotes.
12 Coronas el año con tus bienes,
tus carriles rezuman abundancia;
13 rezuman los pastos del páramo,
y las colinas se orlan de alegría;
14 las praderas se cubren de rebaños,
y los valles se visten de mieses,
que aclaman y cantan.
1 Al Director. Cántico. Salmo.
Aclamad al Señor, tierra entera;
2 tocad en honor de su nombre,
cantad himnos a su gloria.
3 Decid a Dios: «¡Qué temibles son tus obras,
por tu inmenso poder tus enemigos te adulan!».
4 Que se postre ante ti la tierra entera,
que toquen en tu honor,
que toquen para tu nombre. (Pausa)
5 Venid a ver las obras de Dios,
sus temibles proezas en favor de los hombres:
6 transformó el mar en tierra firme,
a pie atravesaron el río.
Alegrémonos en él.
7 Con su poder gobierna eternamente;
sus ojos vigilan a los pueblos,
para que no se subleven los rebeldes. (Pausa)
8 Bendecid, pueblos, a nuestro Dios;
haced resonar sus alabanzas,
9 porque él nos ha devuelto la vida
y no dejó que tropezaran nuestros pies.
10 Oh Dios, nos pusiste a prueba,
11 nos empujaste a la trampa,
nos echaste a cuestas un fardo:
12 sobre nuestro cuello cabalgaban los mortales;
pasamos por fuego y por agua,
pero nos has dado respiro.
13 Entraré en tu casa con víctimas
para cumplirte mis votos:
14 los que pronunciaron mis labios
y prometió mi boca en el peligro.
15 Te ofreceré víctimas cebadas;
con el perfume de los carneros,
inmolaré bueyes y cabras. (Pausa)
16 Los que teméis a Dios, venid a escuchar,
os contaré lo que ha hecho conmigo:
17 a él gritó mi boca
y lo ensalzó mi lengua.
18 Si hubiera tenido yo mala intención,
el Señor no me habría escuchado;
19 pero Dios me escuchó,
y atendió a mi voz suplicante.
20 Bendito sea Dios, que no rechazó mi súplica
ni me retiró su favor.
1 Al Director. Para instrumentos de cuerda. Salmo. Cántico.
2 Que Dios tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros; (Pausa)
3 conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.
4 Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
5 Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia
y gobiernas las naciones de la tierra. (Pausa)
6 Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
7 La tierra ha dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
8 Que Dios nos bendiga; que le teman
todos los confines de la tierra.
1 Al Director. Salmo de David. Cántico.
2 Se levanta Dios, y se dispersan sus enemigos,
huyen de su presencia los que lo odian;
3 como el humo se disipa, se disipan ellos;
como se derrite la cera ante el fuego,
así perecen los impíos ante Dios.
4 En cambio, los justos se alegran,
gozan en la presencia de Dios,
rebosando de alegría.
5 Cantad a Dios, tocad a su nombre,
alfombrad el camino del que avanza sobre las nubes;
su nombre es el Señor: alegraos en su presencia.
6 Padre de huérfanos, protector de viudas,
Dios vive en su santa morada.
7 Dios prepara casa a los desvalidos,
libera a los cautivos y los enriquece;
solo los rebeldes se quedan en la tierra abrasada.
8 Oh Dios, cuando salías al frente de tu pueblo
y avanzabas por el desierto, (Pausa)
9 la tierra tembló, el cielo destiló
ante Dios, el Dios del Sinaí;
ante Dios, el Dios de Israel.
10 Derramaste en tu heredad, oh Dios, una lluvia copiosa,
aliviaste la tierra extenuada;
11 y tu rebaño habitó en la tierra
que tu bondad, oh Dios,
preparó para los pobres.
12 El Señor pronuncia un oráculo,
millares de doncellas pregonan la alegre noticia:
13 «Los reyes, los ejércitos van huyendo, van huyendo;
las mujeres de la casa reparten el botín.
14 Mientras reposabais en los apriscos,
las palomas batieron sus alas de plata,
el oro destellaba en sus plumas.
15 Mientras el Todopoderoso dispersaba a los reyes,
la nieve bajaba sobre el monte Selmón».
16 Las montañas de Basán son altísimas,
las montañas de Basán son escarpadas;
17 montañas escarpadas, ¿por qué tenéis envidia
del monte escogido por Dios para habitar,
morada perpetua del Señor?
18 Los carros de Dios son miles y miles:
Dios marcha del Sinaí al santuario.
19 Subiste a la cumbre llevando cautivos,
te dieron tributo de hombres,
para que también los rebeldes
habitasen con el Señor Dios
20 Bendito el Señor cada día, (Pausa)
Dios lleva nuestras cargas, es nuestra salvación.
21 Nuestro Dios es un Dios que salva,
el Señor Dios nos hace escapar de la muerte.
22 Dios aplasta las cabezas de sus enemigos,
los cráneos de los malvados contumaces.
23 Dice el Señor: «Los traeré desde Basán,
los traeré desde el fondo del mar;
24 teñirás tus pies en la sangre del enemigo
y los perros la lamerán con sus lenguas».
25 Aparece tu cortejo, oh Dios,
el cortejo de mi Dios, de mi Rey, hacia el santuario.
26 Al frente, marchan los cantores;
los últimos, los tocadores de arpa;
en medio, las muchachas van tocando panderos.
27 «En vuestras asambleas, bendecid a Dios,
al Señor, estirpe de Israel».
28 Va delante Benjamín, el más pequeño;
los príncipes de Judá con sus tropeles;
los príncipes de Zabulón,
los príncipes de Neftalí.
29 Oh Dios, despliega tu poder,
tu poder, oh Dios, que actúa en favor nuestro.
30 A tu templo de Jerusalén
traigan los reyes su tributo.
31 Reprime a la fiera del cañaveral,
al tropel de los toros,
a los novillos de los pueblos.
Que se te rindan con lingotes de plata:
dispersa las naciones belicosas.
32 Lleguen los magnates de Egipto,
Etiopía extienda sus manos a Dios.
33 Reyes de la tierra, cantad a Dios,
tocad para el Señor,
tocad para Dios, (Pausa)
34 que avanza por los cielos,
los cielos antiquísimos;
que lanza su voz,
su voz poderosa.
35 «Reconoced el poder de Dios».
Sobre Israel resplandece su majestad,
y su poder sobre las nubes.
36 Desde el santuario, Dios impone reverencia:
es el Dios de Israel
quien da fuerza y poder a su pueblo.
¡Dios sea bendito!
1 Al Director. Sobre «Los lirios». De David.
2 Dios mío, sálvame,
que me llega el agua al cuello:
3 me estoy hundiendo en un cieno profundo
y no puedo hacer pie;
he entrado en la hondura del agua,
me arrastra la corriente.
4 Estoy agotado de gritar,
tengo ronca la garganta;
se me nublan los ojos
de tanto aguardar a mi Dios.
5 Más que los pelos de mi cabeza
son los que me odian sin razón;
numerosos los que me atacan injustamente.
¿Es que voy a devolver lo que no he robado?
6 Dios mío, tú conoces mi ignorancia,
no se te ocultan mis delitos.
7 Que por mi causa no queden defraudados
los que esperan en ti, Señor,
Señor del universo.
Que por mi causa no se avergüencen
los que te buscan, Dios de Israel.
8 Por ti he aguantado afrentas,
la vergüenza cubrió mi rostro.
9 Soy un extraño para mis hermanos,
un extranjero para los hijos de mi madre.
10 Porque me devora el celo de tu templo,
y las afrentas con que te afrentan caen sobre mí.
11 Cuando me aflijo con ayunos,
se burlan de mí.
12 Cuando me visto de saco,
se ríen de mí;
13 sentados a la puerta, cuchichean;
mientras beben vino me sacan coplas.
14 Pero mi oración se dirige a ti,
Señor, el día de tu favor;
que me escuche tu gran bondad,
que tu fidelidad me ayude:
15 arráncame del cieno, que no me hunda;
líbrame de los que me aborrecen,
y de las aguas sin fondo.
16 Que no me arrastre la corriente,
que no me trague el torbellino,
que no se cierre la poza sobre mí.
17 Respóndeme, Señor, con la bondad de tu gracia;
por tu gran compasión, vuélvete hacia mí;
18 no escondas tu rostro a tu siervo:
estoy en peligro, respóndeme enseguida.
19 Acércate a mí, rescátame,
líbrame de mis enemigos.
20 Estás viendo mi afrenta,
mi vergüenza y mi deshonra;
a tu vista están los que me acosan.
21 La afrenta me destroza el corazón, y desfallezco.
Espero compasión, y no la hay;
consoladores, y no los encuentro.
22 En mi comida me echaron hiel,
para mi sed me dieron vinagre.
23 Que su mesa se torne una trampa,
un castigo y un lazo.
24 Que se nublen sus ojos y no vean,
y sus lomos flaqueen sin cesar.
25 Descarga sobre ellos tu furor,
que el incendio de tu ira los alcance.
26 Que su campamento quede desierto
y nadie habite en sus tiendas.
27 Porque acosan al que tú heriste
y aumentan el dolor del que tú golpeaste.
28 Añade culpa a sus culpas
y no accedan a tu justicia.
29 Sean borrados del libro de los vivos,
y no sean inscritos con los justos.
30 Yo soy un pobre malherido;
Dios mío, tu salvación me levante.
31 Alabaré el nombre de Dios con cantos,
proclamaré su grandeza con acción de gracias;
32 le agradará a Dios más que un toro,
más que un novillo con cuernos y pezuñas.
33 Miradlo, los humildes, y alegraos;
buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón.
34 Que el Señor escucha a sus pobres,
no desprecia a sus cautivos.
35 Alábenlo el cielo y la tierra,
las aguas y cuanto bulle en ellas.
36 Dios salvará a Sión,
reconstruirá las ciudades de Judá,
y las habitarán en posesión.
37 La estirpe de sus siervos la heredará,
los que aman su nombre vivirán en ella.
1 Al Director. De David. En conmemoración.
2 Dios mío, ven en mi auxilio;
Señor, date prisa en socorrerme.
3 Sufran una derrota ignominiosa
los que me persiguen a muerte;
vuelvan la espalda afrentados
los que traman mi daño.
4 Retírense avergonzados
los que se ríen de mí.
5 Alégrense y gocen contigo
todos los que te buscan;
y digan siempre: «Dios es grande»,
los que desean tu salvación.
6 Yo soy pobre y desgraciado:
oh Dios, socórreme,
que tú eres mi auxilio y mi liberación.
¡Señor, no tardes!
1 A ti, Señor, me acojo:
no quede yo derrotado para siempre.
2 Tú que eres justo, líbrame y ponme a salvo,
inclina a mí tu oído y sálvame.
3 Sé tú mi roca de refugio,
el alcázar donde me salve,
porque mi peña y mi alcázar eres tú.
4 Dios mío, líbrame de la mano perversa,
del puño criminal y violento.
5 Porque tú, Señor, fuiste mi esperanza
y mi confianza, Señor, desde mi juventud.
6 En el vientre materno ya me apoyaba en ti,
en el seno tú me sostenías,
siempre he confiado en ti.
7 Muchos me miraban como a un milagro,
porque tú eres mi fuerte refugio.
8 Llena estaba mi boca de tu alabanza
y de tu gloria todo el día.
9 No me rechaces ahora en la vejez;
me van faltando las fuerzas, no me abandones.
10 Porque mis enemigos hablan de mí,
los que acechan mi vida celebran consejo;
11 dicen: «Dios lo ha abandonado;
perseguidlo, agarradlo,
que nadie lo defiende».
12 Dios mío, no te quedes a distancia;
Dios mío, ven aprisa a socorrerme.
13 Que fracasen y se pierdan
los que atentan contra mi vida,
queden cubiertos de oprobio y vergüenza
los que buscan mi daño.
14 Yo, en cambio, seguiré esperando,
redoblaré tus alabanzas;
15 mi boca contará tu justicia,
y todo el día tu salvación,
aunque no sepa contarla.
16 Contaré tus proezas, Señor mío;
narraré tu justicia, tuya entera.
17 Dios mío, me instruiste desde mi juventud,
y hasta hoy relato tus maravillas;
18 ahora, en la vejez y las canas,
no me abandones, Dios mío,
hasta que describa tu poder,
tus hazañas a la nueva generación.
19 Tu justicia, oh Dios, es excelsa,
porque tú hiciste maravillas:
Dios mío, ¿quién como tú?
20 Me hiciste pasar por peligros,
muchos y graves:
de nuevo me darás la vida,
me harás subir de lo hondo de la tierra;
21 acrecerás mi dignidad,
de nuevo me consolarás.
22 Y yo te daré gracias, Dios mío,
con el arpa, por tu lealtad;
tocaré para ti la cítara,
Santo de Israel;
23 te aclamarán mis labios, Señor;
mi alma, que tú redimiste;
24 y mi lengua todo el día
recitará tu justicia,
porque quedaron derrotados y afrentados
los que buscaban mi daño.
1 De Salomón.
Dios mío, confía tu juicio al rey,
tu justicia al hijo de reyes,
2 para que rija a tu pueblo con justicia,
a tus humildes con rectitud.
3 Que los montes traigan paz,
y los collados justicia;
4 defienda a los humildes del pueblo,
socorra a los hijos del pobre
y quebrante al explotador.
5 Dure tanto como el sol,
como la luna, de edad en edad.
6 Baje como lluvia sobre el césped,
como llovizna que empapa la tierra.
7 En sus días florezca la justicia
y la paz hasta que falte la luna;
8 domine de mar a mar,
del Gran Río al confín de la tierra.
9 En su presencia se inclinen las tribus del desierto;
sus enemigos muerdan el polvo;
10 los reyes de Tarsis y de las islas
le paguen tributo.
Los reyes de Saba y de Arabia
le ofrezcan sus dones;
11 póstrense ante él todos los reyes,
y sírvanle todos los pueblos.
12 Él librará al pobre que clamaba,
al afligido que no tenía protector;
13 él se apiadará del pobre y del indigente,
y salvará la vida de los pobres;
14 él rescatará sus vidas de la violencia,
su sangre será preciosa a sus ojos.
15 Que viva y le traigan el oro de Arabia,
recen por él continuamente
y lo bendigan todo el día.
16 Y habrá trigo abundante en los campos,
y ondeará en lo alto de los montes;
darán fruto como el Líbano,
y brotarán las espigas como hierba del campo.
17 Que su nombre sea eterno,
y su fama dure como el sol;
él sea la bendición de todos los pueblos,
y lo proclamen dichoso todas las razas de la tierra.
18 Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
el único que hace maravillas;
19 bendito por siempre su nombre glorioso;
que su gloria llene la tierra.
¡Amén, amén!
20 Fin de las oraciones de David, el hijo de Jesé.
1 Salmo de Asaf.
¡Qué bueno es Dios para el justo,
Dios para los limpios de corazón!
2 Pero yo por poco doy un mal paso,
casi resbalaron mis pisadas:
3 porque envidiaba a los perversos,
viendo prosperar a los malvados.
4 Para ellos no hay sinsabores,
están sanos y orondos;
5 no pasan las fatigas humanas,
ni sufren como los demás.
6 Por eso su collar es el orgullo,
y los cubre un vestido de violencia;
7 de las carnes les rezuma la maldad,
el corazón les rebosa de malas ideas.
8 Insultan y hablan mal,
y desde lo alto amenazan con la opresión.
9 Su boca se atreve con el cielo.
Y su lengua recorre la tierra.
10 Por eso se sientan en lo alto
y las aguas no los alcanzan.
11 Ellos dicen: «¿Es que Dios lo va a saber,
se va a enterar el Altísimo?».
12 Así son los malvados:
siempre seguros, acumulan riquezas.
13 Y dije: ¿para qué he limpiado yo mi corazón
y he lavado en la inocencia mis manos?
14 ¿Para qué aguanto yo todo el día
y me corrijo cada mañana?
15 Si yo dijera: «Voy a hablar con ellos»,
renegaría de la estirpe de tus hijos.
16 Meditaba yo para entenderlo,
porque me resultaba muy difícil.
17 Hasta que entré en el santuario de Dios,
y comprendí el destino de ellos.
18 Es verdad: los pones en el resbaladero,
los precipitas en la ruina.
19 En un momento causan horror,
y acaban consumidos de espanto.
20 Como un sueño al despertar, Señor,
al despertarte desprecias sus sombras.
21 Cuando mi corazón se agriaba
y me punzaba mi interior,
22 yo era un necio y un ignorante,
yo era un animal ante ti.
23 Pero yo siempre estaré contigo,
tú agarrarás mi mano derecha;
24 me guías según tus planes,
y después me recibirás en la gloria.
25 ¿No te tengo a ti en el cielo?
Y contigo, ¿qué me importa la tierra?
26 Se consumen mi corazón y mi carne;
pero Dios es la roca de mi corazón y mi lote perpetuo.
27 Sí: los que se alejan de ti se pierden;
tú destruyes a los que te son infieles.
28 Para mí lo bueno es estar junto a Dios,
hacer del Señor Dios mi refugio,
y contar todas tus acciones
en las puertas de Sión.
1 Poema de Asaf
¿Por qué, oh Dios, nos rechazas para siempre
y está ardiendo tu cólera contra las ovejas de tu rebaño?
2 Acuérdate de la comunidad que adquiriste desde antiguo,
de la tribu que rescataste para posesión tuya,
del monte Sión donde pusiste tu morada.
3 Dirige tus pasos a estas ruinas sin remedio;
el enemigo ha arrasado del todo el santuario.
4 Rugían los agresores en medio de tu asamblea,
levantaron sus propios estandartes.
5 Como quien se abre paso
entre la espesa arboleda,
6 todos juntos derribaron sus puertas,
las abatieron con hachas y mazas.
7 Prendieron fuego a tu santuario,
derribaron y profanaron
la morada de tu nombre.
8 Pensaban: «Acabaremos con ellos»,
e incendiaron los templos de Dios en el país.
9 Ya no vemos nuestros signos,
ni hay profeta:
nadie entre nosotros sabe hasta cuándo.
10 ¿Hasta cuándo, oh Dios, nos va a afrentar el enemigo?
¿No cesará de despreciar tu nombre el adversario?
11 ¿Por qué retraes tu mano izquierda
y tienes tu derecha escondida en el pecho?
12 Pero tú, Dios mío, eres rey desde siempre,
tú ganaste la victoria en medio de la tierra.
13 Tú hendiste con fuerza el mar,
rompiste las cabezas del dragón marino;
14 tú aplastaste las cabezas del Leviatán,
se lo echaste en pasto a las bestias del mar;
15 tú alumbraste manantiales y torrentes,
tú secaste ríos inagotables.
16 Tuyo es el día, tuya la noche,
tú colocaste la luna y el sol;
17 tú plantaste los linderos del orbe,
tú formaste el verano y el invierno.
18 Tenlo en cuenta, Señor, que el enemigo te ultraja,
que un pueblo insensato desprecia tu nombre;
19 no entregues a los buitres la vida de tu tórtola,
ni olvides sin remedio la vida de los pobres.
20 Piensa en tu alianza: que los rincones del país
están llenos de violencias.
21 Que el humilde no se marche defraudado,
que pobres y afligidos alaben tu nombre.
22 Levántate, oh Dios, defiende tu causa:
recuerda los ultrajes continuos del insensato;
23 no olvides las voces de tus enemigos,
el tumulto creciente de los rebeldes contra ti.
1 Al Director. «No destruyas». Salmo de Asaf. Cántico.
2 Te damos gracias, oh Dios, te damos gracias,
invocando tu nombre, contando tus maravillas.
3 «Cuando elija la ocasión,
yo juzgaré rectamente.
4 Aunque tiemble la tierra con sus habitantes,
yo he afianzado sus columnas». (Pausa)
5 Digo a los jactanciosos: «No os jactéis»;
a los malvados: «No alcéis la testuz,
6 no alcéis la testuz contra el cielo»,
no digáis insolencias contra la Roca.
7 Ni del oriente ni del occidente,
ni del desierto ni de los montes,
8 solo Dios gobierna:
a uno humilla, a otro ensalza.
9 El Señor tiene una copa en la mano,
un vaso lleno de vino drogado:
lo da a beber hasta las heces
a todos los malvados de la tierra.
10 Pero yo siempre proclamaré su grandeza,
y tañeré para el Dios de Jacob:
11 derribaré el poder de los malvados,
y se alzará el poder del justo.
1 Al Director. Para instrumentos de cuerda. Salmo de Asaf. Cántico.
2 Dios se manifiesta en Judá,
su fama es grande en Israel;
3 su tabernáculo está en Salén,
su morada en Sión:
4 allí quebró los relámpagos del arco,
el escudo, la espada y la guerra. (Pausa)
5 Tú eres deslumbrante, magnífico,
con montones de botín conquistados.
6 Fueron despojados los valientes que dormían su sueño,
y a los guerreros no les responden sus brazos.
7 Con un bramido, oh Dios de Jacob,
inmovilizaste carros y caballos.
8 Tú eres terrible: ¿quién resiste frente a ti
al ímpetu de tu ira?
9 Desde el cielo proclamas la sentencia:
la tierra teme sobrecogida
10 cuando Dios se pone en pie para juzgar,
para salvar a los humildes de la tierra. (Pausa)
11 La cólera humana tendrá que alabarte,
los que sobrevivan al castigo harán fiesta en tu honor.
12 Haced votos al Señor y cumplidlos,
y traigan los vasallos tributo al Temible:
13 él deja sin aliento a los príncipes,
y es temible para los reyes del orbe.
1 Al Director. A Yedutún. Salmo de Asaf.
2 Alzo mi voz a Dios gritando,
alzo mi voz a Dios para que me oiga.
3 En mi angustia busco a Dios;
de noche extiendo las manos sin descanso,
y mi alma rehúsa el consuelo.
4 Cuando me acuerdo de Dios, gimo,
y meditando me siento desfallecer. (Pausa)
5 Sujetas los párpados de mis ojos,
y la agitación no me deja hablar.
6 Repaso los días antiguos,
recuerdo los años remotos;
7 de noche lo pienso en mis adentros,
y meditándolo me pregunto:
8 «¿Es que el Señor nos rechaza para siempre
y ya no volverá a favorecernos?
9 ¿Se ha agotado ya su misericordia,
se ha terminado para siempre su promesa?
10 ¿Es que Dios se ha olvidado de su bondad,
o la cólera cierra sus entrañas?». (Pausa)
11 Y me digo: «¡Qué pena la mía!
¡Se ha cambiado la diestra del Altísimo!».
12 Recuerdo las proezas del Señor;
sí, recuerdo tus antiguos portentos,
13 medito todas tus obras
y considero tus hazañas.
14 Dios mío, tus caminos son santos:
¿Qué dios es grande como nuestro Dios?
15 Tú, oh Dios, haciendo maravillas,
mostraste tu poder a los pueblos;
16 con tu brazo rescataste a tu pueblo,
a los hijos de Jacob y de José. (Pausa)
17 Te vio el mar, oh Dios,
te vio el mar y tembló,
los abismos se estremecieron.
18 Las nubes descargaban sus aguas,
retumbaban los nubarrones,
tus saetas zigzagueaban.
19 Rodaba el estruendo de tu trueno,
los relámpagos deslumbraban el orbe,
la tierra retembló estremecida.
20 Tú te abriste camino por las aguas,
un vado por las aguas caudalosas,
y no quedaba rastro de tus huellas.
21 Mientras guiabas a tu pueblo, como a un rebaño,
por la mano de Moisés y de Aarón.
1 Poema de Asaf.
Escucha, pueblo mío, mi enseñanza;
inclina el oído a las palabras de mi boca:
2 que voy a abrir mi boca a las sentencias,
para que broten los enigmas del pasado.
3 Lo que oímos y aprendimos,
lo que nuestros padres nos contaron,
4 no lo ocultaremos a sus hijos,
lo contaremos a la futura generación:
las alabanzas del Señor, su poder,
las maravillas que realizó;
5 porque él estableció una norma para Jacob,
dio una ley a Israel.
Él mandó a nuestros padres
que lo enseñaran a sus hijos,
6 para que lo supiera la generación siguiente,
los hijos que nacieran después.
Que surjan y lo cuenten a sus hijos,
7 para que pongan en Dios su confianza
y no olviden las acciones de Dios,
sino que guarden sus mandamientos;
8 para que no imiten a sus padres,
generación rebelde y pertinaz;
generación de corazón inconstante,
de espíritu infiel a Dios.
9 Los arqueros de la tribu de Efraín
volvieron la espalda en la batalla.
10 No guardaron la alianza de Dios,
se negaron a seguir su ley,
11 echando en olvido sus acciones,
las maravillas que les había mostrado,
12 cuando hizo portentos a vista de sus padres,
en la tierra de Egipto, en el campo de Soán.
13 Hendió el mar para darles paso,
sujetando las aguas como muros;
14 los guiaba de día con una nube,
de noche con el resplandor del fuego.
15 Hendió la roca en el desierto,
y les dio a beber raudales de agua;
16 sacó arroyos de la peña,
hizo correr las aguas como ríos.
17 Pero ellos volvieron a pecar contra él,
y en el desierto se rebelaron contra el Altísimo:
18 tentaron a Dios en sus corazones,
pidiendo una comida a su gusto;
19 hablaron contra Dios: «¿Podrá Dios
preparar una mesa en el desierto?
20 Él hirió la roca, brotó agua
y desbordaron los torrentes;
pero ¿podrá también darnos pan,
proveer de carne a su pueblo?».
21 Lo oyó el Señor, y se indignó;
un fuego se encendió contra Jacob,
hervía su cólera contra Israel,
22 porque no tenían fe en Dios
ni confiaban en su auxilio.
23 Pero dio orden a las altas nubes,
abrió las compuertas del cielo:
24 hizo llover sobre ellos maná,
les dio pan del cielo;
25 y el hombre comió pan de ángeles,
les mandó provisiones hasta la hartura.
26 Hizo soplar desde el cielo el levante,
y dirigió con su fuerza el viento sur;
27 hizo llover carne como una polvareda,
y volátiles como arena del mar;
28 los hizo caer en mitad del campamento,
alrededor de sus tiendas.
29 Ellos comieron y se hartaron,
así satisfizo su avidez;
30 pero, con la avidez recién saciada,
con la comida aún en la boca,
31 la ira de Dios hirvió contra ellos:
mató a los más robustos,
doblegó a la flor de Israel.
32 Y, con todo, volvieron a pecar,
y no dieron fe a sus milagros:
33 entonces consumió sus días en un soplo,
sus años en un momento.
34 Y, cuando los hacía morir, lo buscaban,
y madrugaban para volverse hacia Dios;
35 se acordaban de que Dios era su roca,
el Dios altísimo su redentor.
36 Lo adulaban con sus bocas,
pero sus lenguas mentían:
37 su corazón no era sincero con él,
ni eran fieles a su alianza.
38 Él, en cambio, sentía lástima,
perdonaba la culpa y no los destruía:
una y otra vez reprimió su cólera,
y no despertaba todo su furor,
39 acordándose de que eran de carne,
un aliento fugaz que no torna.
40 ¡Qué rebeldes fueron en el desierto
enojando a Dios en la estepa!
41 Volvían a tentar a Dios,
a irritar al Santo de Israel,
42 sin acordarse de aquella mano
que un día los rescató de la opresión.
43 Cuando hizo prodigios en Egipto,
portentos en el campo de Soán.
44 Cuando convirtió en sangre los canales
y los arroyos para que no bebieran;
45 cuando les mandó tábanos que los picasen
y ranas que los hostigasen;
46 cuando entregó a la langosta sus cosechas
y al saltamontes el fruto de sus sudores;
47 cuando aplastó con granizo sus viñedos,
y con escarcha sus higueras;
48 cuando entregó sus ganados al pedrisco,
y al rayo sus rebaños.
49 Cuando lanzó contra ellos el incendio de su ira,
su cólera, su furor, su indignación,
enviándolos como siniestros mensajeros.
50 Dio curso libre a su ira:
no los salvó de la muerte,
entregó sus vidas a la peste;
51 cuando hirió a los primogénitos en Egipto,
a las primicias de la virilidad en las tiendas de Cam.
52 Sacó como un rebaño a su pueblo,
los guió como un hato por el desierto,
53 los condujo seguros, sin alarmas,
mientras el mar cubría a sus enemigos.
54 Los hizo entrar por las santas fronteras,
hasta el monte que su diestra había adquirido;
55 ante ellos rechazó a las naciones,
les asignó por suerte su heredad:
instaló en sus tiendas a las tribus de Israel.
56 Pero ellos tentaron al Dios altísimo y se rebelaron,
negándose a guardar sus preceptos;
57 desertaron y traicionaron como sus padres,
fallaron como un arco engañoso;
58 con sus altozanos lo irritaban,
con sus ídolos provocaban sus celos.
59 Dios lo oyó y se indignó
y rechazó totalmente a Israel;
60 abandonó su morada de Siló,
la tienda en que habitaba con los hombres;
61 abandonó sus valientes al cautiverio,
su orgullo a las manos enemigas;
62 entregó su pueblo a la espada,
encolerizado contra su heredad;
63 el fuego devoraba a los jóvenes,
y sus doncellas no llegaron a casarse;
64 los sacerdotes caían a espada,
y sus viudas no los lloraban.
65 Pero el Señor se despertó como de un sueño,
como un soldado vencido por el vino:
66 hirió al enemigo en la espalda
infligiéndole una derrota perdurable.
67 Repudió las tiendas de José,
no escogió la tribu de Efraín;
68 escogió la tribu de Judá
y el monte Sión, su preferido.
69 Construyó su santuario como el cielo,
como la tierra, que cimentó para siempre.
70 Escogió a David, su siervo,
lo sacó de los apriscos del rebaño;
71 de andar tras las ovejas, lo llevó
a pastorear a su pueblo, Jacob;
a Israel, su heredad.
72 Los pastoreó con corazón íntegro,
los guiaba con mano inteligente.
1 Salmo de Asaf.
Dios mío, los gentiles han entrado en tu heredad,
han profanado tu santo templo,
han reducido Jerusalén a ruinas.
2 Echaron los cadáveres de tus siervos
en pasto a las aves del cielo,
y la carne de tus fieles a las fieras de la tierra.
3 Derramaron su sangre como agua
en torno a Jerusalén,
y nadie la enterraba.
4 Fuimos el escarnio de nuestros vecinos,
la irrisión y la burla de los que nos rodean.
5 ¿Hasta cuándo, Señor?
¿Vas a estar siempre enojado?
¿Arderá como fuego tu cólera?
6 Derrama tu furor sobre los gentiles que no te reconocen
y sobre los reinos que no invocan tu nombre,
7 porque han devorado a Jacob
y han asolado su mansión.
8 No recuerdes contra nosotros las culpas de nuestros padres;
que tu compasión nos alcance pronto,
pues estamos agotados.
9 Socórrenos, Dios, Salvador nuestro,
por el honor de tu nombre;
líbranos y perdona nuestros pecados
a causa de tu nombre.
10 ¿Por qué han de decir los gentiles:
«Dónde está su Dios»?
Que a nuestra vista conozcan los gentiles la venganza
de la sangre de tus siervos derramada.
11 Llegue a tu presencia el gemido del cautivo:
con tu brazo poderoso, salva a los condenados a muerte.
12 ¡Devuelve siete veces más a nuestros vecinos
la afrenta con que te afrentaron, Señor!
13 Mientras, nosotros, pueblo tuyo, ovejas de tu rebaño,
te daremos gracias siempre,
cantaremos tus alabanzas de generación en generación.
1 Al Director. «Los lirios del testimonio». Salmo de Asaf.
2 Pastor de Israel, escucha,
tú que guías a José como a un rebaño;
tú que te sientas sobre querubines, resplandece
3 ante Efraín, Benjamín y Manasés;
despierta tu poder y ven a salvarnos.
4 Oh Dios, restáuranos,
que brille tu rostro y nos salve.
5 Señor, Dios del universo,
¿hasta cuándo estarás airado
mientras tu pueblo te suplica?
6 Les diste a comer llanto,
a beber lágrimas a tragos;
7 nos entregaste a las contiendas de nuestros vecinos,
nuestros enemigos se burlan de nosotros.
8 Dios del universo, restáuranos,
que brille tu rostro y nos salve.
9 Sacaste una vid de Egipto,
expulsaste a los gentiles, y la trasplantaste;
10 le preparaste el terreno, y echó raíces
hasta llenar el país;
11 su sombra cubría las montañas,
y sus pámpanos, los cedros altísimos;
12 extendió sus sarmientos hasta el mar,
y sus brotes hasta el Gran Río.
13 ¿Por qué has derribado su cerca
para que la saqueen los viandantes,
14 la pisoteen los jabalíes
y se la coman las alimañas?
15 Dios del universo, vuélvete:
mira desde el cielo, fíjate,
ven a visitar tu viña.
16 Cuida la cepa que tu diestra plantó
y al hijo del hombre que tú has fortalecido.
17 La han talado y le han prendido fuego;
con un bramido hazlos perecer.
18 Que tu mano proteja a tu escogido,
al hombre que tú fortaleciste.
19 No nos alejaremos de ti:
danos vida, para que invoquemos tu nombre.
20 Señor, Dios del universo, restáuranos,
que brille tu rostro y nos salve.
1 Al Director. Según la oda de Gat. De Asaf.
2 Aclamad a Dios, nuestra fuerza;
dad vítores al Dios de Jacob:
3 acompañad, tocad los panderos,
las cítaras templadas y las arpas;
4 tocad la trompeta por la luna nueva,
por la luna llena, que es nuestra fiesta.
5 Porque es una ley de Israel,
un precepto del Dios de Jacob,
6 una norma establecida para José
al salir de Egipto.
Oigo un lenguaje desconocido:
7 «Retiré sus hombros de la carga,
y sus manos dejaron la espuerta.
8 Clamaste en la aflicción, y te libré,
te respondí oculto entre los truenos,
te puse a prueba junto a la fuente de Meribá. (Pausa)
9 Escucha, pueblo mío, doy testimonio contra ti;
¡ojalá me escuchases, Israel!
10 No tendrás un dios extraño,
no adorarás un dios extranjero;
11 yo soy el Señor, Dios tuyo,
que te saqué de la tierra de Egipto;
abre la boca que te la llene».
12 Pero mi pueblo no escuchó mi voz,
Israel no quiso obedecer:
13 los entregué a su corazón obstinado,
para que anduviesen según sus antojos.
14 ¡Ojalá me escuchase mi pueblo
y caminase Israel por mi camino!:
15 en un momento humillaría a sus enemigos
y volvería mi mano contra sus adversarios.
16 Los que aborrecen al Señor lo adularían,
y su suerte quedaría fijada;
17 los alimentaría con flor de harina,
los saciaría con miel silvestre.
1 Salmo de Asaf.
Dios se levanta en la asamblea divina;
rodeado de dioses, juzga:
2 «¿Hasta cuándo daréis sentencia injusta,
poniéndoos de parte del culpable? (Pausa)
3 Proteged al desvalido y al huérfano,
haced justicia al humilde y al necesitado,
4 defended al pobre y al indigente,
sacándolos de las manos del culpable».
5 Ellos, ignorantes e insensatos, caminan a oscuras,
mientras vacilan los cimientos del orbe.
6 Yo declaro: «Aunque seáis dioses,
e hijos del Altísimo todos,
7 moriréis como cualquier hombre,
caeréis, príncipes, como uno de tantos».
8 Levántate, oh Dios, y juzga la tierra,
porque tú eres el dueño de todos los pueblos.
1 Cántico. Salmo de Asaf.
2 Oh Dios, no estés callado,
no estés mudo e inactivo, oh Dios.
3 Mira que tus enemigos se amotinan,
y los que te odian levantan la cabeza.
4 Se conjuran contra tu pueblo,
conspiran contra tus protegidos.
5 Dicen: «Vamos a borrarla como nación,
que nunca se recuerde el nombre de Israel».
6 Así han decidido unánimemente
concertar un pacto contra ti:
7 las tiendas de Edón y los ismaelitas,
Moab y los agarenos,
8 Guebal, Amón y Amalec,
los filisteos con los habitantes de Tiro;
9 también Asur se alió con ellos,
prestando ayuda a los hijos de Lot. (Pausa).
10 Trátalos como a Madián, como a Sísara,
como a Yabín en el torrente Quisón:
11 fueron exterminados en Endor,
y sirvieron de estiércol para el campo.
12 Trata a sus caudillos como a Oreb y Zeeb,
y a sus capitanes como a Zébaj y Salmuná,
13 que decían: «Conquistaremos
los campos de Dios».
14 Dios mío, conviértelos en vilanos,
en tamo a merced del viento;
15 como fuego que quema el bosque,
como llama que abrasa los montes,
16 persíguelos así con tu tormenta,
atérralos con tu huracán.
17 Cúbreles el rostro de ignominia;
para que busquen tu nombre, Señor.
18 ¡Avergonzados y aterrados para siempre,
queden humillados y perezcan!
19 Y reconozcan que tu nombre es «el Señor»,
que tú solo eres Altísimo sobre toda la tierra.
1 Al Director. Según la oda de Gat. De los hijos de Coré. Salmo.
2 ¡Qué deseables son tus moradas,
Señor del universo!
3 Mi alma se consume y anhela
los atrios del Señor,
mi corazón y mi carne
retozan por el Dios vivo.
4 Hasta el gorrión ha encontrado una casa;
la golondrina, un nido
donde colocar sus polluelos:
tus altares, Señor del universo,
Rey mío y Dios mío.
5 Dichosos los que viven en tu casa,
alabándote siempre. (Pausa)
6 Dichoso el que encuentra en ti su fuerza
y tiene tus caminos en su corazón.
7 Cuando atraviesan áridos valles,
los convierten en oasis,
como si la lluvia temprana los cubriera de bendiciones;
8 caminan de baluarte en baluarte
hasta ver al Dios de los dioses en Sión.
9 Señor del universo,
escucha mi súplica;
atiéndeme, Dios de Jacob. (Pausa)
10 Fíjate, oh Dios, escudo nuestro,
mira el rostro de tu Ungido.
11 Vale más un día en tus atrios
que mil en mi casa,
y prefiero el umbral de la casa de Dios
a vivir con los malvados.
12 Porque el Señor Dios es sol y escudo,
el Señor da la gracia y la gloria;
y no niega sus bienes
a los de conducta intachable.
13 ¡Señor del universo, dichoso el hombre
que confía en ti!
1 Al Director. De los hijos de Coré. Salmo.
2 Señor, has sido bueno con tu tierra,
has restaurado la suerte de Jacob,
3 has perdonado la culpa de tu pueblo,
has sepultado todos sus pecados, (Pausa)
4 has reprimido tu cólera,
has frenado el incendio de tu ira.
5 Restáuranos, Dios Salvador nuestro;
cesa en tu rencor contra nosotros.
6 ¿Vas a estar siempre enojado,
o a prolongar tu ira de edad en edad?
7 ¿No vas a devolvernos la vida,
para que tu pueblo se alegre contigo?
8 Muéstranos, Señor, tu misericordia
y danos tu salvación.
9 Voy a escuchar lo que dice el Señor:
«Dios anuncia la paz
a su pueblo y a sus amigos
y a los que se convierten de corazón».
10 La salvación está cerca de los que lo temen,
y la gloria habitará en nuestra tierra;
11 la misericordia y la fidelidad se encuentran,
la justicia y la paz se besan;
12 La fidelidad brota de la tierra,
y la justicia mira desde el cielo.
13 El Señor nos dará la lluvia,
y nuestra tierra dará su fruto.
14 La justicia marchará ante él,
y sus pasos señalarán el camino.
1 Oración de David.
Inclina tu oído, Señor, escúchame,
que soy un pobre desamparado;
2 protege mi vida, que soy un fiel tuyo;
salva, Dios mío, a tu siervo, que confía en ti.
3 Piedad de mí, Señor,
que a ti te estoy llamando todo el día;
4 alegra el alma de tu siervo,
pues levanto mi alma hacia ti, Señor;
5 porque tú, Señor, eres bueno y clemente,
rico en misericordia con los que te invocan.
6 Señor, escucha mi oración,
atiende a la voz de mi súplica.
7 En el día del peligro te llamo,
y tú me escuchas.
8 No tienes igual entre los dioses, Señor,
ni hay obras como las tuyas.
9 Todos los pueblos vendrán
a postrarse en tu presencia, Señor;
bendecirán tu nombre:
10 «Grande eres tú, y haces maravillas;
tú eres el único Dios».
11 Enséñame, Señor, tu camino,
para que siga tu verdad;
mantén mi corazón entero
en el temor de tu nombre.
12 Te alabaré de todo corazón, Dios mío;
daré gloria a tu nombre por siempre,
13 por tu gran piedad para conmigo,
porque me salvaste del abismo profundo.
14 Dios mío, unos soberbios se levantan contra mí,
una banda de insolentes atenta contra mi vida,
sin tenerte en cuenta a ti.
15 Pero tú, Señor,
Dios clemente y misericordioso,
lento a la cólera, rico en piedad y leal,
16 mírame, ten compasión de mí.
Da fuerza a tu siervo,
salva al hijo de tu esclava.
17 Dame una señal propicia,
que la vean mis adversarios y se avergüencen,
porque tú, Señor, me ayudas y consuelas.
1 De los hijos de Coré. Salmo.
Él la ha cimentado sobre el monte santo;
2 y el Señor prefiere las puertas de Sión
a todas las moradas de Jacob.
3 ¡Qué pregón tan glorioso para ti,
ciudad de Dios! (Pausa)
4 «Contaré a Egipto y a Babilonia
entre mis fieles;
filisteos, tirios y etíopes
han nacido allí».
5 Se dirá de Sión: «Uno por uno,
todos han nacido en ella;
el Altísimo en persona la ha fundado».
6 El Señor escribirá en el registro de los pueblos:
«Este ha nacido allí». (Pausa)
7 Y cantarán mientras danzan:
«Todas mis fuentes están en ti».
1 Cántico. Salmo de los hijos de Coré. Al Director. Sobre «La enfermedad». Sobre «La aflicción». Poema del ezrajita Hemán.
2 Señor, Dios Salvador mío,
día y noche grito en tu presencia;
3 llegue hasta ti mi súplica,
inclina tu oído a mi clamor.
4 Porque mi alma está colmada de desdichas,
y mi vida está al borde del abismo;
5 ya me cuentan con los que bajan a la fosa,
soy como un inválido.
6 Estoy libre, pero camino entre los muertos,
como los caídos que yacen en el sepulcro,
de los cuales ya no guardas memoria,
porque fueron arrancados de tu mano.
7 Me has colocado en lo hondo de la fosa,
en las tinieblas y en las sombras de muerte;
8 tu cólera pesa sobre mí,
me echas encima todas tus olas. (Pausa)
9 Has alejado de mí a mis conocidos,
me has hecho repugnante para ellos:
encerrado, no puedo salir,
10 y los ojos se me nublan de pesar.
Todo el día te estoy invocando, Señor,
tendiendo las manos hacia ti.
11 ¿Harás tú maravillas por los muertos? (Pausa)
¿Se alzarán las sombras para darte gracias?
12 ¿Se anuncia en el sepulcro tu misericordia,
o tu fidelidad en el reino de la muerte?
13 ¿Se conocen tus maravillas en la tiniebla,
o tu justicia en el país del olvido?
14 Pero yo te pido auxilio, Señor;
por la mañana irá a tu encuentro mi súplica.
15 ¿Por qué, Señor, me rechazas
y me escondes tu rostro?
16 Desde niño fui desgraciado y enfermo,
me doblo bajo el peso de tus terrores,
17 pasó sobre mí tu ira,
tus espantos me han consumido:
18 me rodean como las aguas todo el día,
me envuelven todos a una;
19 alejaste de mí amigos y compañeros:
mi compañía son las tinieblas.
1 Poema del ezrajita Etán.
2 Cantaré eternamente las misericordias del Señor,
anunciaré tu fidelidad por todas las edades.
3 Porque dijiste: «La misericordia es un edificio eterno»,
más que el cielo has afianzado tu fidelidad.
4 «Sellé una alianza con mi elegido,
jurando a David, mi siervo:
5 Te fundaré un linaje perpetuo,
edificaré tu trono para todas las edades». (Pausa)
6 El cielo proclama tus maravillas, Señor,
y tu fidelidad en la asamblea de los santos.
7 ¿Quién sobre las nubes se compara a Dios?
¿Quién como el Señor entre los seres divinos?
8 Dios es temible en el consejo de los santos,
es grande y terrible para toda su corte.
9 Señor del universo, ¿quién como tú?
El poder y la fidelidad te rodean.
10 Tú domeñas la soberbia del mar
y amansas la hinchazón del oleaje;
11 tú traspasaste y destrozaste a Rahab,
tu brazo potente desbarató al enemigo.
12 Tuyo es el cielo, tuya es la tierra;
tú cimentaste el orbe y cuanto contiene;
13 tú has creado el norte y el sur,
el Tabor y el Hermón aclaman tu nombre.
14 Tienes un brazo poderoso:
fuerte es tu izquierda y alta tu derecha.
15 Justicia y derecho sostienen tu trono,
misericordia y fidelidad te preceden.
16 Dichoso el pueblo que sabe aclamarte:
caminará, oh Señor, a la luz de tu rostro;
17 tu nombre es su gozo cada día,
tu justicia es su orgullo.
18 Porque tú eres su honor y su fuerza,
y con tu favor realzas nuestro poder.
19 Porque el Señor es nuestro escudo,
y el Santo de Israel nuestro rey.
20 Un día hablaste en visión a tus santos:
«He ceñido la corona a un héroe,
he levantado a un soldado de entre el pueblo.
21 Encontré a David, mi siervo,
y lo he ungido con óleo sagrado;
22 para que mi mano esté siempre con él
y mi brazo lo haga valeroso.
23 No lo engañará el enemigo
ni los malvados lo humillarán.
24 Ante él desharé a sus adversarios
y heriré a los que lo odian.
25 Mi fidelidad y misericordia lo acompañarán,
por mi nombre crecerá su poder:
26 extenderé su izquierda hasta el mar,
y su derecha hasta el Gran Río.
27 Él me invocará: “Tú eres mi padre,
mi Dios, mi Roca salvadora";
28 y lo nombraré mi primogénito,
excelso entre los reyes de la tierra.
29 Le mantendré eternamente mi favor,
y mi alianza con él será estable.
30 Le daré una posteridad perpetua
y un trono duradero como el cielo.
31 Si sus hijos abandonan mi ley
y no siguen mis mandamientos,
32 si profanan mis preceptos
y no guardan mis mandatos,
33 castigaré con la vara sus pecados
y a latigazos sus culpas.
34 Pero no les retiraré mi favor,
35 no violaré mi alianza
ni cambiaré mis promesas.
36 Una vez juré por mi santidad
no faltar a mi palabra con David:
37 “Su linaje será perpetuo,
y su trono como el sol en mi presencia,
38 se mantendrá siempre como la luna:
testigo fiel en el cielo"». (Pausa)
39 Tú, encolerizado con tu Ungido,
lo has rechazado y desechado;
40 has roto la alianza con tu siervo
y has profanado hasta el suelo su corona;
41 has derribado sus murallas
y derrocado sus fortalezas;
42 todo viandante lo saquea,
y es la burla de sus vecinos.
43 Has sostenido la diestra de sus enemigos
y has dado el triunfo a sus adversarios;
44 pero a él le has embotado la espada
y no lo has confortado en la pelea;
45 has puesto fin a su esplendor
y has derribado su trono;
46 has acortado los días de su juventud
y lo has cubierto de ignominia. (Pausa)
47 ¿Hasta cuándo, Señor, estarás escondido
y arderá como un fuego tu cólera?
48 Recuerda, Señor, lo corta que es mi vida
y lo caducos que has creado a los humanos.
49 ¿Quién vivirá sin ver la muerte?
¿Quién sustraerá su vida a la garra del abismo? (Pausa)
50 ¿Dónde está, Señor, tu antigua misericordia
que por tu fidelidad juraste a David?
51 Acuérdate, Señor, de la afrenta de tus siervos:
lo que tengo que aguantar de las naciones,
52 de cómo afrentan, Señor, tus enemigos,
de cómo afrentan las huellas de tu Ungido.
53 ¡Bendito el Señor por siempre!
Amén, amén.
1 Oración de Moisés, hombre de Dios.
Señor, tú has sido nuestro refugio
de generación en generación.
2 Antes que naciesen los montes
o fuera engendrado el orbe de la tierra,
desde siempre y por siempre tú eres Dios.
3 Tú reduces el hombre a polvo,
diciendo: «Retornad, hijos de Adán».
4 Mil años en tu presencia son un ayer que pasó;
una vela nocturna.
5 Si tú los retiras
son como un sueño,
como hierba que se renueva:
6 que florece y se renueva por la mañana,
y por la tarde la siegan y se seca.
7 ¡Cómo nos ha consumido tu cólera
y nos ha trastornado tu indignación!
8 Pusiste nuestras culpas ante ti,
nuestros secretos ante la luz de tu mirada:
9 y todos nuestros días pasaron bajo tu cólera,
y nuestros años se acabaron como un suspiro.
10 Aunque uno viva setenta años,
y el más robusto hasta ochenta,
la mayor parte son fatiga inútil,
porque pasan aprisa y vuelan.
11 ¿Quién conoce la vehemencia de tu ira,
quién ha sentido el peso de tu cólera?
12 Enséñanos a calcular nuestros años,
para que adquiramos un corazón sensato.
13 Vuélvete, Señor, ¿hasta cuándo?
Ten compasión de tus siervos;
14 por la mañana sácianos de tu misericordia,
y toda nuestra vida será alegría y júbilo.
15 Danos alegría, por los días en que nos afligiste,
por los años en que sufrimos desdichas.
16 Que tus siervos vean tu acción
y sus hijos tu gloria.
17 Baje a nosotros la bondad del Señor
y haga prósperas las obras de nuestras manos.
Sí, haga prósperas las obras de nuestras manos.
1 Tú que habitas al amparo del Altísimo,
que vives a la sombra del Omnipotente,
2 di al Señor: «Refugio mío, alcázar mío,
Dios mío, confío en ti».
3 Él te librará de la red del cazador,
de la peste funesta.
4 Te cubrirá con sus plumas,
bajo sus alas te refugiarás:
su verdad es escudo y armadura.
5 No temerás el espanto nocturno,
ni la flecha que vuela de día,
6 ni la peste que se desliza en las tinieblas,
ni la epidemia que devasta a mediodía.
7 Caerán a tu izquierda mil,
diez mil a tu derecha;
a ti no te alcanzará.
8 Nada más mirar con tus ojos,
verás la paga de los malvados,
9 porque hiciste del Señor tu refugio,
tomaste al Altísimo por defensa.
10 No se acercará la desgracia,
ni la plaga llegará hasta tu tienda,
11 porque a sus ángeles ha dado órdenes
para que te guarden en tus caminos.
12 Te llevará en sus palmas,
para que tu pie no tropiece en la piedra;
13 caminarás sobre áspides y víboras,
pisotearás leones y dragones.
14 «Se puso junto a mí: lo libraré;
lo protegeré porque conoce mi nombre;
15 me invocará y lo escucharé.
Con él estaré en la tribulación,
lo defenderé, lo glorificaré,
16 lo saciaré de largos días
y le haré ver mi salvación».
1 Salmo. Cántico. Para el día del sábado.
2 Es bueno dar gracias al Señor
y tocar para tu nombre, oh Altísimo;
3 proclamar por la mañana tu misericordia
y de noche tu fidelidad,
4 con arpas de diez cuerdas y laúdes,
sobre arpegios de cítaras.
5 Tus acciones, Señor, son mi alegría,
y mi júbilo, las obras de tus manos.
6 ¡Qué magníficas son tus obras, Señor,
qué profundos tus designios!
7 El ignorante no los entiende
ni el necio se da cuenta.
8 Aunque germinen como hierba los malvados
y florezcan los malhechores,
serán destruidos para siempre.
9 Tú, en cambio, Señor, eres excelso por los siglos.
10 Porque tus enemigos, Señor, perecerán,
los malhechores serán dispersados;
11 pero a mí me das la fuerza de un búfalo
y me unges con aceite nuevo.
12 Mis ojos despreciarán a mis enemigos;
y de los malvados que se levantan contra mí,
mis oídos escucharán desventuras.
13 El justo crecerá como una palmera,
se alzará como un cedro del Líbano:
14 plantado en la casa del Señor,
crecerá en los atrios de nuestro Dios;
15 en la vejez seguirá dando fruto
y estará lozano y frondoso,
16 para proclamar que el Señor es justo,
mi Roca, en quien no existe la maldad.
1 El Señor reina, vestido de majestad;
el Señor, vestido y ceñido de poder:
así está firme el orbe y no vacila.
2 Tu trono está firme desde siempre,
y tú eres eterno.
3 Levantan los ríos, Señor,
levantan los ríos su voz,
levantan los ríos su fragor;
4 pero más que la voz de aguas caudalosas,
más potente que el oleaje del mar,
más potente en el cielo es el Señor.
5 Tus mandatos son fieles y seguros;
la santidad es el adorno de tu casa,
Señor, por días sin término.
1 Dios de la venganza, Señor,
Dios de la venganza, resplandece.
2 Levántate, juzga la tierra,
paga su merecido a los soberbios.
3 ¿Hasta cuándo, Señor, los culpables,
hasta cuando triunfarán los culpables?
4 Discursean profiriendo insolencias,
se jactan los malhechores.
5 Trituran, Señor, a tu pueblo,
oprimen a tu heredad;
6 asesinan a viudas y forasteros,
degüellan a los huérfanos,
7 y comentan: «Dios no lo ve,
el Dios de Jacob no se entera».
8 Enteraos, los más necios del pueblo,
ignorantes, ¿cuándo discurriréis?
9 El que plantó el oído ¿no va a oír?
El que formó el ojo ¿no va a ver?
10 El que educa a los pueblos ¿no va a castigar?
El que instruye al hombre ¿no va a saber?
11 Sabe el Señor que los pensamientos del hombre
son insustanciales.
12 Dichoso el hombre a quien tú educas,
al que enseñas tu ley,
13 dándole descanso tras los años duros,
mientras al malvado le cavan la fosa.
14 Porque el Señor no rechaza a su pueblo,
ni abandona su heredad:
15 el juicio retornará a la justicia,
y la seguirán todos los rectos de corazón.
16 ¿Quién se pone a mi favor
contra los perversos,
quién se coloca a mi lado
frente a los malhechores?
17 Si el Señor no me hubiera auxiliado,
ya estaría yo habitando en el silencio.
18 Cuando pensaba que iba a tropezar,
tu misericordia, Señor, me sostenía;
19 cuando se multiplican mis preocupaciones,
tus consuelos son mi delicia.
20 ¿Podrá aliarse contigo un tribunal inicuo
que dicta injusticias en nombre de la ley?
21 Aunque atenten contra la vida del justo
y condenen a muerte al inocente,
22 el Señor será mi alcázar,
Dios será mi roca de refugio.
23 Él les pagará su iniquidad,
los destruirá por sus maldades,
los destruirá el Señor, nuestro Dios.
1 Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
2 entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
3 Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
4 tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
5 suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
6 Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
7 Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
8 «No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
9 cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras».
10 Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
«Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
11 por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso».
1 Cantad al Señor un cántico nuevo,
cantad al Señor, toda la tierra;
2 cantad al Señor, bendecid su nombre,
proclamad día tras día su victoria.
3 Contad a los pueblos su gloria,
sus maravillas a todas las naciones;
4 porque es grande el Señor,
y muy digno de alabanza,
más temible que todos los dioses.
5 Pues los dioses de los gentiles no son nada,
mientras que el Señor ha hecho el cielo;
6 honor y majestad lo preceden,
fuerza y esplendor están en su templo.
7 Familias de los pueblos, aclamad al Señor,
aclamad la gloria y el poder del Señor;
8 aclamad la gloria del nombre del Señor,
entrad en sus atrios trayéndole ofrendas.
9 Postraos ante el Señor en el atrio sagrado,
tiemble en su presencia la tierra toda.
10 Decid a los pueblos: «El Señor es rey:
él afianzó el orbe, y no se moverá;
él gobierna a los pueblos rectamente».
11 Alégrese el cielo, goce la tierra,
retumbe el mar y cuanto lo llena;
12 vitoreen los campos y cuanto hay en ellos,
aclamen los árboles del bosque,
13 delante del Señor, que ya llega,
ya llega a regir la tierra:
regirá el orbe con justicia
y los pueblos con fidelidad.
1 El Señor reina, la tierra goza,
se alegran las islas innumerables.
2 Tiniebla y nube lo rodean,
justicia y derecho sostienen su trono.
3 Delante de él avanza el fuego,
abrasando en torno a los enemigos;
4 sus relámpagos deslumbran el orbe,
y, viéndolos, la tierra se estremece.
5 Los montes se derriten como cera ante el Señor,
ante el Señor de toda la tierra;
6 los cielos pregonan su justicia,
y todos los pueblos contemplan su gloria.
7 Los que adoran estatuas se sonrojan,
los que ponen su orgullo en los ídolos.
Adoradlo todos sus ángeles.
8 Lo oye Sión, y se alegra;
se regocijan las ciudades de Judá
por tus sentencias, Señor;
9 porque tú eres, Señor,
Altísimo sobre toda la tierra,
encumbrado sobre todos los dioses.
10 Odiad el mal los que amáis al Señor:
él protege la vida de sus fieles
y los libra de los malvados.
11 Amanece la luz para el justo,
y la alegría para los rectos de corazón.
12 Alegraos, justos, con el Señor,
celebrad su santo nombre.
1 Salmo.
Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas.
Su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo.
2 El Señor da a conocer su victoria,
revela a las naciones su justicia.
3 Se acordó de su misericordia y su fidelidad
en favor de la casa de Israel.
Los confines de la tierra han contemplado
la victoria de nuestro Dios.
4 Aclama al Señor, tierra entera;
gritad, vitoread, tocad.
5 Tañed la cítara para el Señor
6 con clarines y al son de trompetas,
aclamad al Rey y Señor.
7 Retumbe el mar y cuanto contiene,
la tierra y cuantos la habitan;
8 aplaudan los ríos,
aclamen los montes
9 al Señor, que llega
para regir la tierra.
Regirá el orbe con justicia
y los pueblos con rectitud.
1 El Señor reina, tiemblen las naciones;
sentado sobre querubines, vacile la tierra.
2 El Señor es grande en Sión,
encumbrado sobre todos los pueblos.
3 Reconozcan tu nombre, grande y terrible:
¡Él es santo!
4 El rey poderoso ama la justicia,
tú has establecido la rectitud;
tú administras en Jacob la justicia y el derecho.
5 Ensalzad al Señor, Dios nuestro,
postraos ante el estrado de sus pies:
¡Él es santo!
6 Moisés y Aarón con sus sacerdotes,
Samuel con los que invocan su nombre,
invocaban al Señor, y él respondía.
7 Dios les hablaba desde la columna de nube;
oyeron sus mandatos y la ley que les dio.
8 Señor, Dios nuestro, tú les respondías,
tú eras para ellos un Dios de perdón,
un Dios que castiga sus maldades.
9 Ensalzad al Señor, Dios nuestro,
postraos ante su monte santo:
¡Santo es el Señor, nuestro Dios!
1 Salmo; para la acción de gracias.
Aclama al Señor, tierra entera,
2 servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con vítores.
3 Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.
4 Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre:
5 «El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades».
1 Salmo de David.
Voy a cantar la bondad y la justicia,
para ti es mi música, Señor;
2 voy a explicar el camino perfecto:
¿cuándo vendrás a mí?
Andaré con rectitud de corazón
dentro de mi casa;
3 no pondré mis ojos
en intenciones viles.
Aborrezco al que obra mal,
no se juntará conmigo.
4 Lejos de mí el corazón torcido,
no aprobaré al malvado.
5 Al que en secreto difama a su prójimo
lo haré callar;
ojos engreídos, corazones arrogantes
no los soportaré.
6 Pongo mis ojos en los que son leales,
ellos vivirán conmigo;
el que sigue un camino perfecto,
ese me servirá.
7 No habitará en mi casa
el que actúa con soberbia;
el que dice mentiras
no durará en mi presencia.
8 Cada mañana haré callar
a los hombres malvados,
para excluir de la ciudad del Señor
a todos los malhechores.
1 Oración de un afligido que, en su congoja, desahoga su pena ante el Señor.
2 Señor, escucha mi oración,
que mi grito llegue hasta ti;
3 no me escondas tu rostro
el día de la desgracia.
Inclina tu oído hacia mí;
cuando te invoco,
escúchame enseguida.
4 Que mis días se desvanecen como humo,
mis huesos queman como brasas;
5 mi corazón está agostado como hierba,
me olvido de comer mi pan;
6 con la violencia de mis quejidos,
se me pega la piel a los huesos.
7 Estoy como lechuza en la estepa,
como búho entre ruinas;
8 estoy desvelado, gimiendo,
como pájaro sin pareja en el tejado.
9 Mis enemigos me insultan sin descanso;
furiosos contra mí, me maldicen.
10 En vez de pan, como ceniza,
mezclo mi bebida con llanto,
11 por tu cólera y tu indignación,
porque me alzaste en vilo y me tiraste;
12 mis días son una sombra que se alarga,
me voy secando como la hierba.
13 Tú, en cambio, permaneces para siempre,
y tu nombre de generación en generación.
14 Levántate y ten misericordia de Sión,
que ya es hora y tiempo de misericordia.
15 Tus siervos aman sus piedras,
se compadecen de sus ruinas;
16 los gentiles temerán tu nombre;
los reyes del mundo, tu gloria.
17 Cuando el Señor reconstruya Sión,
y aparezca en su gloria,
18 y se vuelva a las súplicas de los indefensos,
y no desprecie sus peticiones.
19 Quede esto escrito para la generación futura,
y el pueblo que será creado alabará al Señor.
20 Que el Señor ha mirado desde su excelso santuario,
desde el cielo se ha fijado en la tierra,
21 para escuchar los gemidos de los cautivos
y librar a los condenados a muerte.
22 Para anunciar en Sión el nombre del Señor,
y su alabanza en Jerusalén,
23 cuando se reúnan unánimes los pueblos
y los reyes para dar culto al Señor.
24 Él agotó mis fuerzas en el camino,
acortó mis días;
25 y yo dije: «Dios mío, no me arrebates en la mitad de mis días».
Tus años duran por todas las generaciones:
26 al principio cimentaste la tierra,
y el cielo es obra de tus manos.
27 Ellos perecerán, tú permaneces;
se gastarán como la ropa,
serán como un vestido que se muda.
28 Tú, en cambio, eres siempre el mismo,
tus años no se acabarán.
29 Los hijos de tus siervos vivirán seguros,
su linaje durará en tu presencia.
1 De David.
Bendice, alma mía, al Señor,
y todo mi ser a su santo nombre.
2 Bendice, alma mía, al Señor,
y no olvides sus beneficios.
3 Él perdona todas tus culpas
y cura todas tus enfermedades;
4 él rescata tu vida de la fosa,
y te colma de gracia y de ternura;
5 él sacia de bienes tus días,
y como un águila
se renueva tu juventud.
6 El Señor hace justicia
y defiende a todos los oprimidos;
7 enseñó sus caminos a Moisés
y sus hazañas a los hijos de Israel.
8 El Señor es compasivo y misericordioso,
lento a la ira y rico en clemencia.
9 No está siempre acusando
ni guarda rencor perpetuo;
10 no nos trata como merecen nuestros pecados
ni nos paga según nuestras culpas.
11 Como se levanta el cielo sobre la tierra,
se levanta su bondad sobre los que lo temen;
12 como dista el oriente del ocaso,
así aleja de nosotros nuestros delitos.
13 Como un padre siente ternura por sus hijos,
siente el Señor ternura por los que lo temen;
14 porque él conoce nuestra masa,
se acuerda de que somos barro.
15 Los días del hombre duran lo que la hierba,
florecen como flor del campo,
16 que el viento la roza, y ya no existe,
su terreno no volverá a verla.
17 Pero la misericordia del Señor
dura desde siempre y por siempre,
para aquellos que lo temen;
su justicia pasa de hijos a nietos:
18 para los que guardan la alianza
y recitan y cumplen sus mandatos.
19 El Señor puso en el cielo su trono,
su soberanía gobierna el universo.
20 Bendecid al Señor, ángeles suyos,
poderosos ejecutores de sus órdenes,
prontos a la voz de su palabra.
21 Bendecid al Señor, ejércitos suyos,
servidores que cumplís sus deseos.
22 Bendecid al Señor, todas sus obras,
en todo lugar de su imperio.
¡Bendice, alma mía, al Señor!
1 Bendice, alma mía, al Señor:
¡Dios mío, qué grande eres!
Te vistes de belleza y majestad,
2 la luz te envuelve como un manto.
Extiendes los cielos como una tienda,
3 construyes tu morada sobre las aguas;
las nubes te sirven de carroza,
avanzas en las alas del viento;
4 los vientos te sirven de mensajeros;
el fuego llameante, de ministro.
5 Asentaste la tierra sobre sus cimientos,
y no vacilará jamás;
6 la cubriste con el manto del océano,
y las aguas se posaron sobre las montañas;
7 pero a tu bramido huyeron,
al fragor de tu trueno se precipitaron,
8 mientras subían los montes y bajaban los valles:
cada cual al puesto asignado.
9 Trazaste una frontera que no traspasarán,
y no volverán a cubrir la tierra.
10 De los manantiales sacas los ríos,
para que fluyan entre los montes;
11 en ellos beben las fieras de los campos,
el asno salvaje apaga su sed;
12 junto a ellos habitan las aves del cielo,
y entre las frondas se oye su canto.
13 Desde tu morada riegas los montes,
y la tierra se sacia de tu acción fecunda;
14 haces brotar hierba para los ganados,
y forraje para los que sirven al hombre.
Él saca pan de los campos,
15 y vino que le alegra el corazón;
aceite que da brillo a su rostro,
y el pan que le da fuerzas.
16 Se llenan de savia los árboles del Señor,
los cedros del Líbano que él plantó:
17 allí anidan los pájaros,
en su cima pone casa la cigüeña.
18 Los riscos son para las cabras,
las peñas son madriguera de erizos.
19 Hiciste la luna con sus fases,
el sol conoce su ocaso.
20 Pones las tinieblas y viene la noche,
y rondan las fieras de la selva;
21 los cachorros del león rugen por la presa,
reclamando a Dios su comida.
22 Cuando brilla el sol, se retiran
y se tumban en sus guaridas;
23 el hombre sale a sus faenas,
a su labranza hasta el atardecer.
24 Cuántas son tus obras, Señor,
y todas las hiciste con sabiduría;
la tierra está llena de tus criaturas.
25 Ahí está el mar: ancho y dilatado,
en él bullen, sin número,
animales pequeños y grandes;
26 lo surcan las naves, y el Leviatán
que modelaste para que retoce.
27 Todos ellos aguardan
a que les eches comida a su tiempo:
28 se la echas, y la atrapan;
abres tu mano, y se sacian de bienes;
29 escondes tu rostro, y se espantan;
les retiras el aliento, y expiran
y vuelven a ser polvo;
30 envías tu espíritu, y los creas,
y repueblas la faz de la tierra.
31 Gloria a Dios para siempre,
goce el Señor con sus obras;
32 cuando él mira la tierra, ella tiembla;
cuando toca los montes, humean.
33 Cantaré al Señor,
tocaré para mi Dios mientras exista:
34 que le sea agradable mi poema,
y yo me alegraré con el Señor.
35 Que se acaben los pecadores en la tierra,
que los malvados no existan más.
¡Bendice, alma mía, al Señor!
¡Aleluya!
1 Dad gracias al Señor, invocad su nombre,
dad a conocer sus hazañas a los pueblos.
2 Cantadle al son de instrumentos,
hablad de sus maravillas,
3 gloriaos de su nombre santo,
que se alegren los que buscan al Señor.
4 Recurrid al Señor y a su poder,
buscad continuamente su rostro.
5 Recordad las maravillas que hizo,
sus prodigios, las sentencias de su boca.
6 ¡Estirpe de Abrahán, su siervo;
hijos de Jacob, su elegido!
7 El Señor es nuestro Dios,
él gobierna toda la tierra.
8 Se acuerda de su alianza eternamente,
de la palabra dada, por mil generaciones;
9 de la alianza sellada con Abrahán,
del juramento hecho a Isaac.
10 Confirmado como ley para Jacob,
como alianza eterna para Israel:
11 «A ti te daré el país cananeo,
como lote de vuestra heredad».
12 Cuando eran unos pocos mortales,
contados, y forasteros en el país,
13 cuando erraban de pueblo en pueblo,
de un reino a otra nación,
14 a nadie permitió que los molestase,
y por ellos castigó a reyes:
15 «No toquéis a mis ungidos,
no hagáis mal a mis profetas».
16 Llamó al hambre sobre aquella tierra:
cortando el sustento de pan;
17 por delante había enviado a un hombre,
a José, vendido como esclavo;
18 le trabaron los pies con grillos,
le metieron el cuello en la argolla,
19 hasta que se cumplió su predicción,
y la palabra del Señor lo acreditó.
20 El rey lo mandó desatar,
el Señor de pueblos le abrió la prisión,
21 lo nombró administrador de su casa,
señor de todas sus posesiones,
22 para que a su gusto instruyera a los príncipes
y enseñase sabiduría a los ancianos.
23 Entonces Israel entró en Egipto,
Jacob se hospedó en la tierra de Cam.
24 Dios hizo a su pueblo muy fecundo,
más poderoso que sus enemigos.
25 A estos les cambió el corazón
para que odiasen a su pueblo
y usaran malas artes con sus siervos.
26 Pero envió a Moisés, su siervo,
y a Aarón, su escogido,
27 que hicieron contra ellos sus signos,
prodigios en la tierra de Cam.
28 Envió la oscuridad, y oscureció,
pero ellos resistieron a sus palabras;
29 convirtió sus aguas en sangre,
y dio muerte a sus peces;
30 su tierra pululaba de ranas,
hasta en la alcoba del rey.
31 Ordenó que vinieran tábanos
y mosquitos por todo el territorio;
32 les dio en vez de lluvia granizo,
llamas de fuego por su tierra;
33 e hirió higueras y viñas,
tronchó los árboles del país.
34 Ordenó que viniera la langosta,
saltamontes innumerables,
35 que roían la hierba de su tierra,
y devoraron los frutos de sus campos.
36 Hirió de muerte a los primogénitos del país,
primicias de su virilidad.
37 Sacó a su pueblo cargado de oro y plata,
entre sus tribus nadie enfermaba;
38 los egipcios se alegraban de su marcha,
porque los había sobrecogido el terror.
39 Tendió una nube que los cubriese,
y un fuego que los alumbrase de noche.
40 Lo pidieron, y envió codornices,
los sació con pan del cielo;
41 hendió la peña, y brotaron las aguas,
que corrieron en ríos por el desierto.
42 Porque se acordaba de la palabra sagrada,
que había dado a su siervo Abrahán.
43 Sacó a su pueblo con alegría,
a sus escogidos con gritos de triunfo.
44 Les asignó las tierras de los gentiles,
y poseyeron las haciendas de las naciones:
45 para que guarden sus decretos,
y cumplan su ley.
1 ¡Aleluya!
Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
2 ¿Quién podrá contar las hazañas de Dios,
pregonar toda su alabanza?
3 Dichosos los que respetan el derecho
y practican siempre la justicia.
4 Acuérdate de mí
por amor a tu pueblo,
visítame con tu salvación:
5 para que vea la dicha de tus escogidos,
y me alegre con la alegría de tu pueblo,
y me gloríe con tu heredad.
6 Hemos pecado como nuestros padres,
hemos cometido maldades e iniquidades.
7 Nuestros padres en Egipto
no comprendieron tus maravillas;
no se acordaron de tu abundante misericordia,
se rebelaron junto al mar,
junto al mar Rojo;
8 pero él los salvó por amor de su nombre,
para manifestar su poder.
9 Increpó al mar Rojo, y se secó;
los condujo por el abismo
como por tierra firme;
10 los salvó de la mano del adversario,
los rescató del puño del enemigo;
11 las aguas cubrieron a los atacantes,
y ni uno solo se salvó:
12 entonces creyeron sus palabras,
cantaron su alabanza.
13 Bien pronto olvidaron sus obras,
y no se fiaron de sus planes:
14 ardían de avidez en el desierto
y tentaron a Dios en la estepa.
15 Él les concedió lo que pedían,
y los hartó hasta saciarlos.
16 Envidiaron a Moisés en el campamento,
y a Aarón, el consagrado al Señor:
17 se abrió la tierra y se tragó a Datán,
se cerró sobre Abirón y sus secuaces;
18 un fuego abrasó a su banda,
una llama consumió a los malvados.
19 En Horeb se hicieron un becerro,
adoraron un ídolo de fundición;
20 cambiaron su gloria por la imagen
de un toro que come hierba.
21 Se olvidaron de Dios, su salvador,
que había hecho prodigios en Egipto,
22 maravillas en la tierra de Cam,
portentos junto al mar Rojo.
23 Dios hablaba ya de aniquilarlos;
pero Moisés, su elegido,
se puso en la brecha frente a él,
para apartar su cólera del exterminio.
24 Despreciaron una tierra envidiable,
no creyeron en su palabra;
25 murmuraban en las tiendas,
no escucharon la voz del Señor.
26 Él alzó la mano y juró
que los haría morir en el desierto,
27 que dispersaría su estirpe por las naciones
y los aventaría por los países.
28 Se acoplaron con Baal Peor,
comieron de lo ofrecido a los muertos;
29 provocaron a Dios con sus perversiones,
y los asaltó una plaga;
30 pero Pinjás se levantó e hizo justicia,
y la plaga cesó;
31 esto se le computó como justicia
por generación sin término.
32 Lo irritaron junto a las aguas de Meribá,
Moisés tuvo que sufrir por culpa de ellos;
33 le habían amargado el alma,
y desvariaron sus labios.
34 No exterminaron a los pueblos
que el Señor les había mandado;
35 emparentaron con los gentiles,
imitaron sus costumbres;
36 adoraron sus ídolos
y cayeron en sus lazos.
37 Inmolaron a los demonios
sus hijos y sus hijas.
38 Derramaron la sangre inocente,
la sangre de sus hijos e hijas,
inmolados a los ídolos de Canaán,
y profanaron la tierra con sangre;
39 se mancharon con sus acciones
y se prostituyeron con sus maldades.
40 La ira del Señor se encendió contra su pueblo,
y aborreció su heredad;
41 los entregó en manos de gentiles,
y sus adversarios los sometieron;
42 sus enemigos los tiranizaban
y los doblegaron bajo su poder.
43 Cuántas veces los libró;
mas ellos, obstinados en su actitud,
perecían por sus culpas.
44 Pero él miró su angustia,
y escuchó sus gritos.
45 Recordando su pacto con ellos,
se arrepintió con inmensa misericordia;
46 hizo que movieran a compasión
a los que los habían deportado.
47 Sálvanos, Señor, Dios nuestro,
reúnenos de entre los gentiles:
daremos gracias a tu santo nombre,
y alabarte será nuestra gloria.
48 Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
desde siempre y por siempre.
Y todo el pueblo diga:
¡Amén! ¡Aleluya!
1 Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
2 Que lo confiesen los redimidos por el Señor,
los que él rescató de la mano del enemigo,
3 los que reunió de todos los países:
Oriente y Occidente, Norte y Sur.
4 Erraban por un desierto solitario,
no encontraban el camino de ciudad habitada;
5 pasaban hambre y sed,
se les iba agotando la vida;
6 pero gritaron al Señor en su angustia,
y los arrancó de la tribulación.
7 Los guió por un camino derecho,
para que llegaran a una ciudad habitada.
8 Den gracias al Señor por su misericordia,
por las maravillas que hace con los hombres.
9 Calmó el ansia de los sedientos,
y a los hambrientos los colmó de bienes.
10 Yacían en oscuridad y tinieblas,
cautivos de hierros y miserias;
11 por haberse rebelado contra los mandamientos,
despreciando el plan del Altísimo.
12 Él humilló su corazón con trabajos,
sucumbían y nadie los socorría.
13 Pero gritaron al Señor en su angustia,
y los arrancó de la tribulación.
14 Los sacó de las sombrías tinieblas,
arrancó sus cadenas.
15 Den gracias al Señor por su misericordia,
por las maravillas que hace con los hombres.
16 Destrozó las puertas de bronce,
quebró los cerrojos de hierro.
17 Estaban enfermos por sus maldades,
por sus culpas eran afligidos;
18 aborrecían todos los manjares,
y ya tocaban las puertas de la muerte.
19 Pero gritaron al Señor en su angustia,
y los arrancó de la tribulación.
20 Envió su palabra para curarlos,
para salvarlos de la perdición.
21 Den gracias al Señor por su misericordia,
por las maravillas que hace con los hombres.
22 Ofrézcanle sacrificios de alabanza,
y cuenten con entusiasmo sus acciones.
23 Entraron en naves por el mar,
comerciando por las aguas inmensas.
24 Contemplaron las obras de Dios,
sus maravillas en el océano.
25 Él habló y levantó un viento tormentoso,
que alzaba las olas a lo alto:
26 subían al cielo, bajaban al abismo,
se sentían sin fuerzas en el pe-ligro,
27 rodaban, se tambaleaban como borrachos,
y no les valía su pericia.
28 Pero gritaron al Señor en su angustia,
y los arrancó de la tribulación.
29 Apaciguó la tormenta en suave brisa,
y enmudecieron las olas del mar.
30 Se alegraron de aquella bonanza,
y él los condujo al ansiado puerto.
31 Den gracias al Señor por su misericordia,
por las maravillas que hace con los hombres.
32 Aclámenlo en la asamblea del pueblo,
alábenlo en el consejo de los ancianos.
33 Él transformará los ríos en desierto,
los manantiales de agua en aridez;
34 la tierra fértil en marismas,
por la depravación de sus habitantes.
35 Transformó el desierto en estanques,
el erial en manantiales de agua.
36 Colocó allí a los hambrientos,
y fundaron una ciudad para habitar.
37 Sembraron campos, plantaron huertos,
recogieron cosechas.
38 Los bendijo y se multiplicaron,
y no les escatimó el ganado.
39 Y menguaron, abatidos por el peso
de infortunios y desgracias.
40 El mismo que arroja desprecio sobre los príncipes
y los descarrió por una soledad sin caminos,
41 levantó a los pobres de la miseria
y multiplicó sus familias como rebaños.
42 Los rectos lo ven y se alegran,
a la maldad se le tapa la boca.
43 El que sea sabio, que recoja estos hechos
y comprenda la misericordia del Señor.
1 Cántico. Salmo de David.
2 Mi corazón está firme, Dios mío,
mi corazón está firme,
para ti cantaré y tocaré, gloria mía.
3 Despertad, cítara y arpa,
despertaré a la aurora.
4 Te daré gracias ante los pueblos, Señor,
tocaré para ti ante las naciones:
5 por tu bondad, que es más grande que los cielos;
por tu fidelidad, que alcanza a las nubes.
6 Elévate sobre el cielo, Dios mío,
y llene la tierra tu gloria;
7 para que se salven tus predilectos,
que tu mano salvadora nos responda.
8 Dios habló en su santuario:
«Triunfante, ocuparé Siquén,
parcelaré el valle de Sucot;
9 mío es Galaad, mío Manasés,
Efraín es yelmo de mi cabeza,
Judá es mi cetro;
10 Moab, una jofaina para lavarme;
sobre Edón echo mi sandalia,
sobre Filistea canto victoria».
11 Pero ¿quién me guiará a la plaza fuerte,
quién me conducirá a Edón,
12 si tú, oh Dios, nos has rechazado
y no sales ya con nuestras tropas?
13 Auxílianos contra el enemigo,
que la ayuda del hombre es inútil.
14 Con Dios haremos proezas,
él pisoteará a nuestros enemigos.
1 Al Director. Salmo de David.
Dios de mi alabanza, no estés callado,
2 que bocas malvadas y fraudulentas
se abren contra mí
y me hablan con lengua mentirosa.
3 Me cercan con palabras odiosas
y me combaten sin motivo.
4 En pago de mi amor me acusan,
aunque yo oraba por ellos;
5 me devuelven mal por bien
y odio a cambio de mi amor.
6 «Suscita contra él un malvado,
que un acusador se ponga a su derecha.
7 Cuando sea juzgado, salga culpable,
y su apelación se resuelva en condena.
8 Que sus días sean pocos
y otro ocupe su cargo.
9 Queden huérfanos sus hijos
y viuda su mujer.
10 Vayan sus hijos errabundos mendigando
y sean expulsados lejos de sus ruinas.
11 Que un acreedor se apodere de sus bienes
y los extraños se adueñen de sus sudores.
12 ¡Jamás le brinde nadie su favor,
ni se apiade de sus huérfanos!
13 Que su posteridad sea exterminada
y en una generación se borre su nombre.
14 Recuerde el Señor la culpa de sus padres,
y no borre el pecado de su madre:
15 estén siempre ante el Señor
y borre de la tierra su memoria».
16 –«Porque no se acordó de actuar con misericordia,
persiguió al humilde y al pobre,
al de corazón abatido para matarlo;
17 ya que amó la maldición, ¡recaiga sobre él!;
despreció la bendición, ¡aléjese de él!
18 Se vistió la maldición cual manto,
que penetre en su interior como agua,
y en sus huesos como aceite;
19 sea cual vestido que lo cubre,
como un cinturón que lo ciñe siempre.
20 Pague así el Señor a los que me acusan,
a quienes hablan mal de mí».
21 Pero tú, Señor, Dueño mío,
trátame conforme a tu nombre,
líbrame por tu bondadoso amor.
22 Porque yo soy humilde y pobre,
y mi corazón ha sido traspasado;
23 me desvanezco como sombra que declina,
me espantan como a la langosta;
24 se doblan mis rodillas por el ayuno,
y, sin grasa, enflaquece mi carne.
25 Soy despreciable para ellos;
al verme, menean la cabeza.
26 ¡Ayúdame, Señor, Dios mío;
sálvame según tu misericordia!
27 Sepan que tu mano hizo esto,
que tú, Señor, lo hiciste.
28 Maldigan ellos, mas tú bendecirás;
levántense y sean confundidos,
que tu siervo se alegrará.
29 Vístanse de oprobio mis acusadores,
que su infamia los cubra como un manto.
30 Daré gracias al Señor a boca llena,
y en medio de la muchedumbre lo alabaré,
31 porque él se pone a la derecha del pobre,
para salvar su vida de los que lo condenan.
1 Salmo de David.
Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies».
2 Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.
3 «Eres príncipe desde el día de tu nacimiento
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, desde el seno,
antes de la aurora».
4 El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno,
según el rito de Melquisedec».
5 El Señor a tu derecha, el día de su ira,
quebrantará a los reyes,
6 sentenciará a las naciones,
amontonará cadáveres,
abatirá cabezas sobre la ancha tierra.
7 En su camino beberá del torrente;
por eso, levantará la cabeza.
1 ¡Aleluya!
(Álef) Doy gracias al Señor de todo corazón,
(Bet) en compañía de los rectos, en la asamblea.
2 (Guímel) Grandes son las obras del Señor,
(Dálet) dignas de estudio para los que las aman.
3 (He) Esplendor y belleza son su obra,
(Vau) su justicia dura por siempre.
4 (Zain) Ha hecho maravillas memorables,
(Jet) el Señor es piadoso y clemente.
5 (Tet) Él da alimento a los que lo temen
(Yod) recordando siempre su alianza.
6 (Kaf) Mostró a su pueblo la fuerza de su obrar,
(Lámed) dándoles la heredad de los gentiles.
7 (Mem) Justicia y verdad son las obras de sus manos,
(Nun) todos sus preceptos merecen confianza:
8 (Sámek) son estables para siempre jamás,
(Ayin) se han de cumplir con verdad y rectitud.
9 (Pe) Envió la redención a su pueblo,
(Sade) ratificó para siempre su alianza.
(Qof) Su nombre es sagrado y temible.
10 (Res) Principio de la sabiduría es el temor del Señor,
(Sin) tienen buen juicio los que lo practican;
(Tau) la alabanza del Señor dura por siempre.
1 ¡Aleluya!
(Álef) Dichoso quien teme al Señor
(Bet) y ama de corazón sus mandatos.
2 (Guímel) Su linaje será poderoso en la tierra,
(Dálet) la descendencia del justo será bendita.
3 (He) En su casa habrá riquezas y abundancia,
(Vau) su caridad dura por siempre.
4 (Zain) En las tinieblas brilla como una luz
(Jet) el que es justo, clemente y compasivo.
5 (Tet) Dichoso el que se apiada y presta,
(Yod) y administra rectamente sus asuntos,
6 (Kaf) porque jamás vacilará.
(Lámed) El recuerdo del justo será perpetuo.
7 (Mem) No temerá las malas noticias,
(Nun) su corazón está firme en el Señor.
8 (Sámek) Su corazón está seguro, sin temor,
(Ayin) hasta que vea derrotados a sus enemigos.
9 (Pe) Reparte limosna a los pobres;
(Sade) su caridad dura por siempre
(Qof) y alzará la frente con dignidad.
10 (Res) El malvado, al verlo, se irritará,
(Sin) rechinará los dientes hasta consumirse.
(Tau) La ambición del malvado fracasará.
1 ¡Aleluya!
Alabad, siervos del Señor,
alabad el nombre del Señor.
2 Bendito sea el nombre del Señor,
ahora y por siempre:
3 de la salida del sol hasta su ocaso,
alabado sea el nombre del Señor.
4 El Señor se eleva sobre todos los pueblos,
su gloria sobre los cielos.
5 ¿Quién como el Señor, Dios nuestro,
que habita en las alturas
6 y se abaja para mirar
al cielo y a la tierra?
7 Levanta del polvo al desvalido,
alza de la basura al pobre,
8 para sentarlo con los príncipes,
los príncipes de su pueblo.
9 A la estéril le da un puesto en la casa,
como madre feliz de hijos.
¡Aleluya!
1 Cuando Israel salió de Egipto,
los hijos de Jacob de un pueblo balbuciente,
2 Judá fue su santuario,
Israel fue su dominio.
3 El mar, al verlos, huyó;
el Jordán se echó atrás;
4 los montes saltaron como carneros;
las colinas, como corderos.
5 ¿Qué te pasa, mar, que huyes,
y a ti, Jordán, que te echas atrás?
6 ¿Y a vosotros, montes, que saltáis como carneros;
colinas, que saltáis como corderos?
7 En presencia del Señor, estremécete, tierra,
en presencia del Dios de Jacob;
8 que transforma las peñas en estanques,
el pedernal en manantiales de agua.
1 (9) No a nosotros, Señor, no a nosotros,
sino a tu nombre da la gloria,
por tu bondad, por tu lealtad.
2 (10) ¿Por qué han de decir las naciones:
«Dónde está su Dios?».
3 (11) Nuestro Dios está en el cielo,
lo que quiere lo hace.
4 (12) Sus ídolos, en cambio, son plata y oro,
hechura de manos humanas:
5 (13) tienen boca, y no hablan;
tienen ojos, y no ven;
6 (14) tienen orejas, y no oyen;
tienen nariz, y no huelen;
7 (15) tienen manos, y no tocan;
tienen pies, y no andan;
no tiene voz su garganta:
8 (16) que sean igual los que los hacen,
cuantos confían en ellos.
9 (17) Israel confía en el Señor:
él es su auxilio y su escudo.
10 (18) La casa de Aarón confía en el Señor:
él es su auxilio y su escudo.
11 (19) Los que temen al Señor confían en el Señor:
él es su auxilio y su escudo.
12 (20) Que el Señor se acuerde de nosotros y nos bendiga,
bendiga a la casa de Israel,
bendiga a la casa de Aarón;
13 (21) bendiga a los que temen al Señor,
pequeños y grandes.
14 (22) Que el Señor os acreciente,
a vosotros y a vuestros hijos.
15 (23) Benditos seáis del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.
16 (24) El cielo pertenece al Señor,
la tierra se les ha dado a los hombres.
17 (25) Los muertos ya no alaban al Señor,
ni los que bajan al silencio.
18 (26) Nosotros, los que vivimos, bendeciremos al Señor
ahora y por siempre.
¡Aleluya!
1 Amo al Señor, porque escucha
mi voz suplicante,
2 porque inclina su oído hacia mí
el día que lo invoco.
3 Me envolvían redes de muerte,
me alcanzaron los lazos del abismo,
caí en tristeza y angustia.
4 Invoqué el nombre del Señor:
«Señor, salva mi vida».
5 El Señor es benigno y justo,
nuestro Dios es compasivo;
6 el Señor guarda a los sencillos:
estando yo sin fuerzas, me salvó.
7 Alma mía, recobra tu calma,
que el Señor fue bueno contigo:
8 arrancó mi alma de la muerte,
mis ojos de las lágrimas,
mis pies de la caída.
9 Caminaré en presencia del Señor
en el país de los vivos.
10 Tenía fe, aun cuando dije:
«¡Qué desgraciado soy!».
11 Yo decía en mi apuro:
«Los hombres son unos mentirosos».
12 ¿Cómo pagaré al Señor
todo el bien que me ha hecho?
13 Alzaré la copa de la salvación,
invocando el nombre del Señor.
14 Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo.
15 Mucho le cuesta al Señor
la muerte de sus fieles.
16 Señor, yo soy tu siervo,
siervo tuyo, hijo de tu esclava:
rompiste mis cadenas.
17 Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
invocando el nombre del Señor.
18 Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo,
19 en el atrio de la casa del Señor,
en medio de ti, Jerusalén.
1 Alabad al Señor todas las naciones,
aclamadlo todos los pueblos.
2 Firme es su misericordia con nosotros,
su fidelidad dura por siempre.
¡Aleluya!
1 Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
2 Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia.
3 Diga la casa de Aarón:
eterna es su misericordia.
4 Digan los que temen al Señor:
eterna es su misericordia.
5 En el peligro grité al Señor,
y el Señor me escuchó, poniéndome a salvo.
6 El Señor está conmigo: no temo;
¿qué podrá hacerme el hombre?
7 El Señor está conmigo y me auxilia,
veré la derrota de mis adversarios.
8 Mejor es refugiarse en el Señor
que fiarse de los hombres,
9 mejor es refugiarse en el Señor
que fiarse de los jefes.
10 Todos los pueblos me rodeaban,
en el nombre del Señor los rechacé;
11 me rodeaban cerrando el cerco,
en el nombre del Señor los rechacé;
12 me rodeaban como avispas,
ardiendo como fuego en las zarzas;
en el nombre del Señor los rechacé.
13 Empujaban y empujaban para derribarme,
pero el Señor me ayudó;
14 el Señor es mi fuerza y mi energía,
él es mi salvación.
15 Escuchad: hay cantos de victoria
en las tiendas de los justos:
16 «La diestra del Señor es poderosa,
la diestra del Señor es excelsa».
17 No he de morir, viviré
para contar las hazañas del Señor.
18 Me castigó, me castigó el Señor,
pero no me entregó a la muerte.
19 Abridme las puertas de la salvación,
y entraré para dar gracias al Señor.
20 Esta es la puerta del Señor:
los vencedores entrarán por ella.
21 Te doy gracias porque me escuchaste
y fuiste mi salvación.
22 La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
23 Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente.
24 Este es el día que hizo el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo.
25 Señor, danos la salvación;
Señor, danos prosperidad.
26 Bendito el que viene en nombre del Señor,
os bendecimos desde la casa del Señor.
27 El Señor es Dios, él nos ilumina.
Ordenad una procesión con ramos
hasta los ángulos del altar.
28 Tú eres mi Dios, te doy gracias;
Dios mío, yo te ensalzo.
29 Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
1 (Álef) Dichoso el que, con vida intachable,
camina en la ley del Señor;
2 dichoso el que, guardando sus preceptos,
lo busca de todo corazón;
3 el que, sin cometer iniquidad,
anda por sus senderos.
4 Tú promulgas tus mandatos
para que se observen exactamente.
5 Ojalá esté firme mi camino,
para cumplir tus decretos;
6 entonces no sentiré vergüenza
al mirar todos tus mandatos.
7 Te alabaré con sincero corazón
cuando aprenda tus justos mandamientos.
8 Quiero guardar tus decretos exactamente,
tú no me abandones.
9 (Bet) ¿Cómo podrá un joven andar honestamente?
Cumpliendo tus palabras.
10 Te busco de todo corazón,
no consientas que me desvíe de tus mandamientos.
11 En mi corazón escondo tus consignas,
así no pecaré contra ti.
12 Bendito eres, Señor,
enséñame tus decretos.
13 Mis labios van enumerando
todos los mandamientos de tu boca;
14 mi alegría es el camino de tus preceptos,
más que todas las riquezas.
15 Medito tus mandatos,
y me fijo en tus sendas;
16 tus decretos son mi delicia,
no olvidaré tus palabras.
17 (Guímel) Haz bien a tu siervo: viviré
y cumpliré tus palabras;
18 ábreme los ojos, y contemplaré
las maravillas de tu ley;
19 soy un forastero en la tierra:
no me ocultes tus promesas.
20 Mi alma se consume, deseando
continuamente tus mandamientos;
21 reprendes a los soberbios,
malditos los que se apartan de tus mandatos.
22 Aleja de mí las afrentas y el desprecio,
porque observo tus preceptos;
23 aunque los nobles se sienten a murmurar de mí,
tu siervo medita tus decretos;
24 tus preceptos son mi delicia,
tus enseñanzas son mis consejeros.
25 (Dálet) Mi alma está pegada al polvo:
reanímame con tus palabras;
26 te expliqué mi camino, y me escuchaste:
enséñame tus mandamientos;
27 instrúyeme en el camino de tus mandatos,
y meditaré tus maravillas.
28 Mi alma llora de tristeza,
consuélame con tus promesas;
29 apártame del camino falso,
y dame la gracia de tu ley;
30 escogí el camino verdadero,
deseé tus mandamientos.
31 Me apegué a tus preceptos,
Señor, no me defraudes;
32 correré por el camino de tus mandatos
cuando me ensanches el corazón.
33 (He) Muéstrame, Señor, el camino de tus decretos,
y lo seguiré puntualmente;
34 enséñame a cumplir tu ley
y a guardarla de todo corazón;
35 guíame por la senda de tus mandatos,
porque ella es mi gozo.
36 Inclina mi corazón a tus preceptos,
y no al interés;
37 aparta mis ojos de las vanidades,
dame vida con tu palabra;
38 cumple a tu siervo la promesa
para que se mantenga tu temor.
39 Aparta de mí la afrenta que temo,
porque tus mandamientos son amables;
40 mira cómo ansío tus mandatos:
dame vida con tu justicia.
41 (Vau) Señor, que me alcance tu favor,
tu salvación según tu promesa:
42 así responderé a los que me injurian,
que confío en tu palabra;
43 no quites de mi boca las palabras sinceras,
porque yo espero en tus mandamientos.
44 Cumpliré sin cesar tu ley,
por siempre jamás;
45 andaré por un camino ancho,
buscando tus mandatos;
46 comentaré tus preceptos ante los reyes,
y no me avergonzaré.
47 Serán mi delicia tus mandatos,
que tanto amo;
48 levantaré mis manos hacia tus decretos, que tanto amo,
y recitaré tus mandatos.
49 (Zain) Recuerda la palabra que diste a tu siervo,
de la que hiciste mi esperanza;
50 este es mi consuelo en la aflicción:
que tu promesa me da vida;
51 los insolentes me insultan sin parar,
pero yo no me aparto de tu ley.
52 Recordando tus antiguos mandamientos,
Señor, quedé consolado;
53 sentí indignación ante los malvados,
que abandonan tu ley;
54 tus decretos eran mi canción
en tierra extranjera.
55 De noche pronuncio tu nombre,
Señor, y, velando, tu ley;
56 esto es lo que a mí me toca:
guardar tus decretos.
57 (Jet) Mi porción es el Señor;
he resuelto guardar tus palabras;
58 de todo corazón busco tu favor:
ten piedad de mí, según tu promesa;
59 he examinado mi camino,
para enderezar mis pies a tus preceptos.
60 Con diligencia, sin tardanza,
observo tus mandatos;
61 los lazos de los malvados me envuelven,
pero no olvido tu ley;
62 a media noche me levanto para darte gracias
por tus justos mandamientos.
63 Soy amigo de los que te temen,
y guardan tus mandatos;
64 Señor, de tu bondad está llena la tierra;
enséñame tus decretos.
65 (Tet) Has dado bienes a tu siervo,
Señor, con tus palabras;
66 enséñame la bondad, la prudencia y el conocimiento,
porque me fío de tus mandatos;
67 antes de sufrir, yo andaba extraviado,
pero ahora me ajusto a tu promesa.
68 Tú eres bueno y haces el bien;
instrúyeme en tus decretos;
69 los insolentes urden engaños contra mí,
pero yo custodio tus mandatos de todo corazón;
70 tienen el corazón espeso como grasa,
pero mi delicia es tu ley.
71 Me estuvo bien el sufrir,
así aprendí tus decretos;
72 más estimo yo la ley de tu boca
que miles de monedas de oro y plata.
73 (Yod) Tus manos me hicieron y me formaron:
instrúyeme para que aprenda tus mandatos;
74 los que te temen verán con alegría
que he esperado en tu palabra;
75 reconozco, Señor, que tus mandamientos son justos,
que con razón me hiciste sufrir.
76 Que tu bondad me consuele,
según la promesa hecha a tu siervo;
77 cuando me alcance tu compasión, viviré,
y tu ley será mi delicia;
78 que se avergüencen los insolentes
del daño que me hacen;
yo meditaré tus mandatos.
79 Vuelvan a mí los que te temen
y hacen caso de tus preceptos;
80 sea mi corazón perfecto en tus decretos,
así no quedaré avergonzado.
81 (Kaf) Me consumo ansiando tu salvación,
y espero en tu palabra;
82 mis ojos se consumen ansiando tus promesas,
mientras digo: «¿Cuándo me consolarás?».
83 Estoy como un odre puesto al humo,
pero no olvido tus decretos.
84 ¿Cuántos serán los días de tu siervo?
¿Cuándo harás justicia de mis perseguidores?
85 Me han cavado fosas los insolentes,
ignorando tu ley;
86 todos tus mandatos son verdaderos,
sin razón me persiguen, protégeme.
87 Casi dieron conmigo en la tumba,
pero yo no abandoné tus mandatos;
88 por tu bondad dame vida,
para que observe los preceptos de tu boca.
89 (Lámed) Tu palabra, Señor, es eterna,
más estable que el cielo;
90 tu fidelidad, de generación en generación;
fundaste la tierra y permanece;
91 por tu mandamiento subsisten hasta hoy,
porque todo está a tu servicio.
92 Si tu ley no fuera mi delicia,
ya habría perecido en mi desgracia;
93 jamás olvidaré tus mandatos,
pues con ellos me diste vida;
94 soy tuyo, sálvame,
que yo consulto tus mandatos.
95 Los malvados me esperaban para perderme,
pero yo meditaba tus preceptos;
96 he visto el límite de todo lo perfecto:
tu mandato se dilata sin término.
97 (Mem) ¡Cuánto amo tu ley!:
todo el día la estoy meditando;
98 tu mandato me hace más sabio
que mis enemigos,
siempre me acompaña;
99 soy más docto que todos mis maestros,
porque medito tus preceptos.
100 Soy más sagaz que los ancianos,
porque cumplo tus mandatos;
101 aparto mi pie de toda senda mala,
para guardar tu palabra;
102 no me aparto de tus mandamientos,
porque tú me has instruido.
103 ¡Qué dulce al paladar tu promesa:
más que miel en la boca!
104 Considero tus mandatos,
y odio el camino de la mentira.
105 (Nun) Lámpara es tu palabra para mis pasos,
luz en mi sendero;
106 lo juro y lo cumpliré:
guardaré tus justos mandamientos;
107 ¡estoy tan afligido!
Señor, dame vida según tu promesa.
108 Acepta, Señor, los votos que pronuncio,
enséñame tus mandatos;
109 mi vida está siempre en peligro,
pero no olvido tu ley;
110 los malvados me tendieron un lazo,
pero no me desvié de tus mandatos.
111 Tus preceptos son mi herencia perpetua,
la alegría de mi corazón;
112 inclino mi corazón a cumplir tus decretos,
siempre y cabalmente.
113 (Sámek) Detesto a los inconstantes
y amo tu ley;
114 tú eres mi refugio y mi escudo,
yo espero en tu palabra;
115 apartaos de mí los perversos,
y cumpliré los mandatos de mi Dios.
116 Sostenme con tu promesa, y viviré,
que no quede frustrada mi esperanza;
117 dame apoyo, y estaré a salvo,
me fijaré en tus decretos sin cesar;
118 desprecias a los que se desvían de tus decretos,
sus proyectos son engaño.
119 Tienes por escoria a los malvados,
por eso amo tus preceptos;
120 mi carne se estremece con tu temor,
y me estremecen tus juicios.
121 (Ayin) Practico la justicia y el derecho,
no me entregues a mis opresores;
122 da fianza en favor de tu siervo,
que no me opriman los insolentes;
123 mis ojos se consumen aguardando
tu salvación y tu promesa de justicia.
124 Trata con misericordia a tu siervo,
enséñame tus decretos;
125 yo soy tu siervo: dame inteligencia,
y conoceré tus preceptos;
126 es hora de que actúes, Señor:
han quebrantado tu ley.
127 Yo amo tus mandatos
más que el oro purísimo;
128 por eso aprecio tus decretos
y detesto el camino de la mentira.
129 (Pe) Tus preceptos son admirables,
por eso los guarda mi alma;
130 la explicación de tus palabras ilumina,
da inteligencia a los ignorantes;
131 abro la boca y respiro,
ansiando tus mandamientos.
132 Vuélvete a mí y ten misericordia,
como es tu norma con los que aman tu nombre;
133 asegura mis pasos con tu promesa,
que ninguna maldad me domine;
134 líbrame de la opresión de los hombres,
y guardaré tus mandatos.
135 Haz brillar tu rostro sobre tu siervo,
enséñame tus decretos;
136 arroyos de lágrimas bajan de mis ojos
por los que no cumplen tu ley.
137 (Sade) Señor, tú eres justo,
tus mandamientos son rectos;
138 has decretado preceptos justos
sumamente estables;
139 me consume el celo,
porque mis enemigos olvidan tus palabras.
140 Tu promesa es acrisolada,
y tu siervo la ama;
141 soy pequeño y despreciable,
pero no olvido tus mandatos;
142 tu justicia es justicia eterna,
tu ley es verdadera.
143 Me asaltan angustias y aprietos,
tus mandatos son mi delicia;
144 la justicia de tus preceptos es eterna;
dame inteligencia, y tendré vida.
145 (Qof) Te invoco de todo corazón:
respóndeme, Señor,
y guardaré tus decretos;
146 a ti grito: sálvame,
y cumpliré tus preceptos;
147 me adelanto a la aurora pidiendo auxilio,
esperando tus palabras.
148 Mis ojos se adelantan a las vigilias,
meditando tu promesa;
149 escucha mi voz por tu misericordia, Señor,
con tus mandamientos dame vida;
150 ya se acercan mis inicuos perseguidores,
están lejos de tu ley.
151 Tú, Señor, estás cerca,
y todos tus mandatos son estables;
152 hace tiempo comprendí que tus preceptos
los fundaste para siempre.
153 (Res) Mira mi abatimiento y líbrame,
porque no olvido tu ley;
154 defiende mi causa y rescátame,
con tu promesa dame vida;
155 la salvación está lejos de los malvados
que no buscan tus decretos.
156 Grande es tu ternura, Señor,
con tus mandamientos dame vida;
157 muchos son los enemigos que me persiguen,
pero yo no me aparto de tus preceptos;
158 viendo a los renegados, sentía asco,
porque no guardan tus palabras.
159 Mira cómo amo tus mandatos,
Señor; por tu misericordia dame vida;
160 el compendio de tu palabra es la verdad,
y tus justos juicios son eternos.
161 (Sin) Los nobles me perseguían sin motivo,
pero mi corazón respetaba tus palabras;
162 yo me alegraba con tu promesa,
como el que encuentra un rico botín;
163 detesto y aborrezco la mentira,
y amo tu ley.
164 Siete veces al día te alabo
por tus justos mandamientos;
165 mucha paz tienen los que aman tu ley,
y nada los hace tropezar;
166 aguardo tu salvación, Señor,
y cumplo tus mandatos.
167 Mi alma guarda tus preceptos
y los ama intensamente;
168 guardo tus preceptos y tus mandatos,
y tú tienes presentes mis caminos.
169 (Tau) Que llegue mi clamor a tu presencia,
Señor, con tus palabras dame inteligencia;
170 que mi súplica entre en tu presencia,
líbrame según tu promesa;
171 de mis labios brota la alabanza,
porque me enseñaste tus decretos.
172 Mi lengua canta tu promesa,
porque todos tus preceptos son justos;
173 que tu mano me auxilie,
ya que prefiero tus mandatos;
174 ansío tu salvación, Señor;
tu ley es mi delicia.
175 Que mi alma viva para alabarte,
que tus mandamientos me auxilien;
176 me extravié como oveja perdida:
busca a tu siervo, que no olvida tus preceptos.
1 Canción de las subidas.
En mi aflicción llamé al Señor,
y él me respondió.
2 Líbrame, Señor, de los labios mentirosos,
de la lengua traidora.
3 ¿Qué te va a dar o mandarte Dios,
lengua traidora?
4 Flechas de arquero,
afiladas con ascuas de retama.
5 ¡Ay de mí, desterrado en Masac,
acampado en Cadar!
6 Demasiado llevo viviendo
con los que odian la paz.
7 Cuando yo digo: «Paz»,
ellos dicen: «Guerra».
1 Canción de las subidas.
Levanto mis ojos a los montes:
¿de dónde me vendrá el auxilio?
2 El auxilio me viene del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.
3 No permitirá que resbale tu pie,
tu guardián no duerme;
4 no duerme ni reposa
el guardián de Israel.
5 El Señor te guarda a su sombra,
está a tu derecha;
6 de día el sol no te hará daño,
ni la luna de noche.
7 El Señor te guarda de todo mal,
él guarda tu alma;
8 el Señor guarda tus entradas y salidas,
ahora y por siempre.
1 Canción de las subidas. De David.
¡Qué alegría cuando me dijeron:
«Vamos a la casa del Señor»!
2 Ya están pisando nuestros pies
tus umbrales, Jerusalén.
3 Jerusalén está fundada
como ciudad bien compacta.
4 Allá suben las tribus,
las tribus del Señor,
según la costumbre de Israel,
a celebrar el nombre del Señor;
5 en ella están los tribunales de justicia,
en el palacio de David.
6 Desead la paz a Jerusalén:
«Vivan seguros los que te aman,
7 haya paz dentro de tus muros,
seguridad en tus palacios».
8 Por mis hermanos y compañeros,
voy a decir: «La paz contigo».
9 Por la casa del Señor, nuestro Dios,
te deseo todo bien.
1 Canción de las subidas.
A ti levanto mis ojos,
a ti que habitas en el cielo.
2 Como están los ojos de los esclavos
fijos en las manos de sus señores,
como están los ojos de la esclava
fijos en las manos de su señora,
así están nuestros ojos
en el Señor, Dios nuestro,
esperando su misericordia.
3 Misericordia, Señor, misericordia,
que estamos saciados de desprecios;
4 nuestra alma está saciada
del sarcasmo de los satisfechos,
del desprecio de los orgullosos.
1 Canción de las subidas. De David.
Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte
–que lo diga Israel–,
2 si el Señor no hubiera estado de nuestra parte,
cuando nos asaltaban los hombres,
3 nos habrían tragado vivos:
tanto ardía su ira contra nosotros.
4 Nos habrían arrollado las aguas,
llegándonos el torrente hasta el cuello;
5 nos habrían llegado hasta el cuello
las aguas impetuosas.
6 Bendito el Señor,
que no nos entregó
en presa a sus dientes;
7 hemos salvado la vida, como un pájaro
de la trampa del cazador:
la trampa se rompió,
y escapamos.
8 Nuestro auxilio es el nombre del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.
1 Canción de las subidas.
Los que confían en el Señor
son como el monte Sión:
no tiembla, está asentado para siempre.
2 Jerusalén está rodeada de montañas,
y el Señor rodea a su pueblo
ahora y por siempre.
3 No descansará el cetro de los malvados
sobre el lote de los justos,
no sea que los justos extiendan
su mano a la maldad.
4 Señor, concede bienes a los buenos,
a los sinceros de corazón;
5 y a los que se desvían por sendas tortuosas,
que los rechace el Señor con los malhechores.
¡Paz a Israel!
1 Canción de las subidas.
Cuando el Señor hizo volver a los cautivos de Sión,
nos parecía soñar:
2 la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares.
Hasta los gentiles decían:
«El Señor ha estado grande con ellos».
3 El Señor ha estado grande con nosotros,
y estamos alegres.
4 Recoge, Señor, a nuestros cautivos
como los torrentes del Negueb.
5 Los que sembraban con lágrimas
cosechan entre cantares.
6 Al ir, iba llorando,
llevando la semilla;
al volver, vuelve cantando,
trayendo sus gavillas.
1 Canción de las subidas. De Salomón.
Si el Señor no construye la casa,
en vano se cansan los albañiles;
si el Señor no guarda la ciudad,
en vano vigilan los centinelas.
2 Es inútil que madruguéis,
que veléis hasta muy tarde,
que comáis el pan de vuestros sudores:
¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!
3 La herencia que da el Señor son los hijos;
su salario, el fruto del vientre:
4 son saetas en manos de un guerrero
los hijos de la juventud.
5 Dichoso el hombre que llena
con ellas su aljaba:
no quedará derrotado cuando litigue
con su adversario en la plaza.
1 Canción de las subidas.
Dichoso el que teme al Señor
y sigue sus caminos.
2 Comerás del fruto de tu trabajo,
serás dichoso, te irá bien;
3 tu mujer, como parra fecunda,
en medio de tu casa;
tus hijos, como renuevos de olivo,
alrededor de tu mesa:
4 Esta es la bendición del hombre
que teme al Señor.
5 Que el Señor te bendiga desde Sión,
que veas la prosperidad de Jerusalén
todos los días de tu vida;
6 que veas a los hijos de tus hijos.
¡Paz a Israel!
1 Canción de las subidas.
¡Cuánta guerra me han hecho desde mi juventud
–que lo diga Israel–,
2 cuánta guerra me han hecho desde mi juventud,
pero no pudieron conmigo!
3 En mis espaldas metieron el arado
y alargaron los surcos.
4 Pero el Señor, que es justo,
rompió las coyundas de los malvados.
5 Retrocedan avergonzados
los que odian a Sión;
6 sean como la hierba del tejado,
que se seca y nadie la siega;
7 que no llena la mano del segador
ni la brazada del que agavilla;
8 ni le dicen los que pasan:
«Que el Señor te bendiga.
Os bendecimos en el nombre del Señor».
1 Canción de las subidas.
Desde lo hondo a ti grito, Señor;
2 Señor, escucha mi voz;
estén tus oídos atentos
a la voz de mi súplica.
3 Si llevas cuenta de los delitos, Señor,
¿quién podrá resistir?
4 Pero de ti procede el perdón,
y así infundes temor.
5 Mi alma espera en el Señor,
espera en su palabra;
6 mi alma aguarda al Señor,
más que el centinela la aurora.
7 Aguarde Israel al Señor,
como el centinela la aurora;
porque del Señor viene la misericordia,
la redención copiosa;
8 y él redimirá a Israel
de todos sus delitos.
1 Canción de las subidas. De David.
Señor, mi corazón no es ambicioso,
ni mis ojos altaneros;
no pretendo grandezas
que superan mi capacidad.
2 Sino que acallo y modero mis deseos,
como un niño en brazos de su madre;
como un niño saciado
así está mi alma dentro de mí.
3 Espere Israel en el Señor ahora y por siempre.
1 Canción de las subidas.
Señor, tenle en cuenta a David
todos sus afanes:
2 cómo juró al Señor
e hizo voto al Fuerte de Jacob:
3 «No entraré bajo el techo de mi casa,
no subiré al lecho de mi descanso,
4 no daré sueño a mis ojos,
ni reposo a mis párpados,
5 hasta que encuentre un lugar para el Señor,
una morada para el Fuerte de Jacob».
6 Oímos que estaba en Efratá,
la encontramos en el Soto de Jaar:
7 entremos en su morada,
postrémonos ante el estrado de sus pies.
8 Levántate, Señor, ven a tu mansión,
ven con el arca de tu poder:
9 que tus sacerdotes se vistan de justicia,
que tus fieles vitoreen.
10 Por amor a tu siervo David,
no niegues audiencia a tu Ungido.
11 El Señor ha jurado a David
una promesa que no retractará:
«A uno de tu linaje
pondré sobre tu trono.
12 Si tus hijos guardan mi alianza
y los mandatos que les enseño,
también sus hijos, por siempre,
se sentarán sobre tu trono».
13 Porque el Señor ha elegido a Sión,
ha deseado vivir en ella:
14 «Esta es mi mansión por siempre,
aquí viviré, porque la deseo.
15 Bendeciré sus provisiones,
a sus pobres los saciaré de pan,
16 vestiré a sus sacerdotes de salvación,
y sus fieles aclamarán con vítores.
17 Haré germinar el vigor de David,
enciendo una lámpara para mi Ungido.
18 A sus enemigos los vestiré de ignominia,
sobre él brillará mi diadema».
1 Canción de las subidas. De David.
Ved qué dulzura, qué delicia,
convivir los hermanos unidos.
2 Es ungüento precioso en la cabeza,
que va bajando por la barba,
que baja por la barba de Aarón,
hasta la franja de su ornamento.
3 Es rocío del Hermón, que va bajando
sobre el monte Sión.
Porque allí manda el Señor la bendición:
la vida para siempre.
1 Canción de las subidas.
Y ahora bendecid al Señor
los siervos del Señor,
los que pasáis la noche
en la casa del Señor.
2 Levantad las manos hacia el santuario
y bendecid al Señor.
3 El Señor te bendiga desde Sión,
el que hizo cielo y tierra.
1 ¡Aleluya!
Alabad el nombre del Señor,
alabadlo, siervos del Señor,
2 que estáis en la casa del Señor,
en los atrios de la casa de nuestro Dios.
3 Alabad al Señor porque es bueno,
tañed para su nombre, que es amable.
4 Porque el Señor se escogió a Jacob,
a Israel en posesión suya.
5 Yo sé que el Señor es grande,
nuestro Dios más que todos los dioses.
6 El Señor todo lo que quiere lo hace:
en el cielo y en la tierra,
en los mares y en los océanos.
7 Hace subir las nubes desde el horizonte,
con los relámpagos desata la lluvia,
suelta los vientos de sus silos.
8 Él hirió a los primogénitos de Egipto,
desde los hombres hasta los animales.
9 Envió signos y prodigios
–en medio de ti, Egipto–
contra el faraón y sus ministros.
10 Hirió de muerte a pueblos numerosos,
mató a reyes poderosos:
11 a Sijón, rey de los amorreos;
a Hog, rey de Basán;
a todos los reyes de Canaán.
12 Y dio su tierra en heredad,
en heredad a Israel, su pueblo.
13 Señor, tu nombre es eterno;
Señor, tu recuerdo de edad en edad.
14 Porque el Señor hace justicia a su pueblo
y se compadece de sus siervos.
15 Los ídolos de los gentiles son oro y plata,
hechura de manos humanas:
16 tienen boca y no hablan,
tienen ojos y no ven,
17 tienen orejas y no oyen,
no hay aliento en sus bocas.
18 Sean lo mismo los que los hacen,
cuantos confían en ellos.
19 Casa de Israel, bendice al Señor;
casa de Aarón, bendice al Señor;
20 casa de Leví, bendice al Señor;
los que teméis al Señor, bendecid al Señor.
21 Bendito sea en Sión el Señor,
que habita en Jerusalén.
¡Aleluya!
1 Dad gracias al Señor porque es bueno:
porque es eterna su misericordia.
2 Dad gracias al Dios de los dioses:
porque es eterna su misericordia.
3 Dad gracias al Señor de los señores:
porque es eterna su misericordia.
4 Solo él hizo grandes maravillas:
porque es eterna su misericordia.
5 Él hizo sabiamente los cielos:
porque es eterna su misericordia.
6 Él afianzó sobre las aguas la tierra:
porque es eterna su misericordia.
7 Él hizo lumbreras gigantes:
porque es eterna su misericordia.
8 El sol para regir el día:
porque es eterna su misericordia.
9 La luna y las estrellas para regir la noche:
porque es eterna su misericordia.
10 Él hirió a Egipto en sus primogénitos:
porque es eterna su misericordia.
11 Y sacó a Israel de aquel país:
porque es eterna su misericordia.
12 Con mano poderosa, con brazo extendido:
porque es eterna su misericordia.
13 Él dividió en dos partes el mar Rojo:
porque es eterna su misericordia.
14 Y condujo por en medio a Israel:
porque es eterna su misericordia.
15 Arrojó en el mar Rojo al faraón y a su ejército:
porque es eterna su misericordia.
16 Guió por el desierto a su pueblo:
porque es eterna su misericordia.
17 Él hirió a reyes famosos:
porque es eterna su misericordia.
18 Dio muerte a reyes poderosos:
porque es eterna su misericordia.
19 A Sijón, rey de los amorreos:
porque es eterna su misericordia.
20 Y a Hog, rey de Basán:
porque es eterna su misericordia.
21 Les dio su tierra en heredad:
porque es eterna su misericordia.
22 En heredad a Israel su siervo:
porque es eterna su misericordia.
23 En nuestra humillación,
se acordó de nosotros:
porque es eterna su misericordia.
24 Y nos libró de nuestros opresores:
porque es eterna su misericordia.
25 Él da alimento a todo viviente:
porque es eterna su misericordia.
26 Dad gracias al Dios del cielo:
porque es eterna su misericordia.
1 Junto a los canales de Babilonia
nos sentamos a llorar
con nostalgia de Sión;
2 en los sauces de sus orillas
colgábamos nuestras cítaras.
3 Allí los que nos deportaron
nos invitaban a cantar;
nuestros opresores, a divertirlos:
«Cantadnos un cantar de Sión».
4 ¡Cómo cantar un cántico del Señor
en tierra extranjera!
5 Si me olvido de ti, Jerusalén,
que se me paralice la mano derecha;
6 que se me pegue la lengua al paladar
si no me acuerdo de ti,
si no pongo a Jerusalén
en la cumbre de mis alegrías.
7 A los idumeos, Señor, tenles en cuenta
el día de Jerusalén,
cuando decían: «¡Desnudadla,
desnudadla hasta los cimientos!».
8 ¡Capital de Babilonia, destructora,
dichoso quien te devuelva
el mal que nos has hecho!
9 ¡Dichoso quien agarre y estrelle
a tus hijos contra la peña!
1 De David.
Te doy gracias, Señor, de todo corazón,
porque escuchaste las palabras de mi boca;
delante de los ángeles tañeré para ti;
2 me postraré hacia tu santuario,
daré gracias a tu nombre:
por tu misericordia y tu lealtad,
porque tu promesa supera tu fama.
3 Cuando te invoqué, me escuchaste,
acreciste el valor en mi alma.
4 Que te den gracias, Señor, los reyes de la tierra,
al escuchar el oráculo de tu boca;
5 canten los caminos del Señor,
porque la gloria del Señor es grande.
6 El Señor es sublime, se fija en el humilde,
y de lejos conoce al soberbio.
7 Cuando camino entre peligros, me conservas la vida;
extiendes tu mano contra la ira de mi enemigo,
y tu derecha me salva.
8 El Señor completará sus favores conmigo.
Señor, tu misericordia es eterna,
no abandones la obra de tus manos.
1 Al Director. Salmo de David.
Señor, tú me sondeas y me conoces.
2 Me conoces cuando me siento o me levanto,
de lejos penetras mis pensamientos;
3 distingues mi camino y mi descanso,
todas mis sendas te son familiares.
4 No ha llegado la palabra a mi lengua,
y ya, Señor, te la sabes toda.
5 Me estrechas detrás y delante,
me cubres con tu palma.
6 Tanto saber me sobrepasa,
es sublime, y no lo abarco.
7 ¿Adónde iré lejos de tu aliento,
adónde escaparé de tu mirada?
8 Si escalo el cielo, allí estás tú;
si me acuesto en el abismo, allí te encuentro;
9 si vuelo hasta el margen de la aurora,
si emigro hasta el confín del mar,
10 allí me alcanzará tu izquierda,
me agarrará tu derecha.
11 Si digo: «Que al menos la tiniebla me encubra,
que la luz se haga noche en torno a mí»,
12 ni la tiniebla es oscura para ti,
la noche es clara como el día,
la tiniebla es como luz para ti.
13 Tú has creado mis entrañas,
me has tejido en el seno materno.
14 Te doy gracias porque me has plasmado portentosamente,
porque son admirables tus obras:
mi alma lo reconoce agradecida,
15 no desconocías mis huesos.
Cuando, en lo oculto, me iba formando,
y entretejiendo en lo profundo de la tierra,
16 tus ojos veían mi ser aún informe,
todos mis días estaban escritos en tu libro,
estaban calculados antes que llegase el primero.
17 ¡Qué incomparables encuentro tus designios,
Dios mío, qué inmenso es su conjunto!
18 Si me pongo a contarlos, son más que arena;
si los doy por terminados, aún me quedas tú.
19 ¡Ojalá mataras, oh Dios, a los malvados!
Apártense de mí los sanguinarios,
20 pues hablan de ti dolosamente,
y tus adversarios cuchichean en vano.
21 ¿No odiaré a quienes te odian, Señor?,
¿no detestaré a quienes se levantan contra ti?
22 Los odio con odio sin límites,
los tengo por enemigos.
23 Sondéame, oh Dios, y conoce mi corazón,
ponme a prueba y conoce mis sentimientos,
24 mira si mi camino se desvía,
guíame por el camino eterno.
1 Al Director. Salmo de David.
2 Líbrame, Señor, del malvado,
guárdame del hombre violento:
3 que planean maldades en su corazón
y todo el día provocan contiendas;
4 afilan sus lenguas como serpientes,
con veneno de víboras en los labios. (Pausa)
5 Defiéndeme, Señor, de la mano perversa;
guárdame de los hombres violentos,
que preparan zancadillas a mis pasos.
6 Los soberbios me esconden trampas;
los perversos me tienden una red
y por el camino me colocan lazos. (Pausa)
7 Pero yo digo al Señor: «Tú eres mi Dios»;
Señor, atiende a mis gritos de socorro;
8 Señor Dios, mi fuerte salvador,
que cubres mi cabeza el día de la batalla.
9 Señor, no le concedas sus deseos al malvado,
no des éxito a sus proyectos. (Pausa)
10 Levantan la cabeza los que me rodean,
la iniquidad de sus labios los cubra.
11 Caigan sobre ellos carbones encendidos,
arrójalos en la fosa y no se levanten.
12 No arraigue en la tierra el deslenguado,
el mal persiga al violento hasta desterrarlo.
13 Yo sé que el Señor hace justicia al afligido
y defiende el derecho del pobre.
14 Los justos alabarán tu nombre,
los honrados habitarán en tu presencia.
1 Salmo de David.
Señor, te estoy llamando, ven de prisa,
escucha mi voz cuando te llamo.
2 Suba mi oración como incienso en tu presencia,
el alzar de mis manos como ofrenda de la tarde.
3 Coloca, Señor, una guardia en mi boca,
un centinela a la puerta de mis labios;
4 no dejes inclinarse mi corazón a la maldad,
a cometer crímenes y delitos;
ni que con los hombres malvados
participe en banquetes.
5 Que el justo me golpee, que el bueno me reprenda,
pero que el ungüento del impío no perfume mi cabeza;
yo seguiré rezando en sus desgracias.
6 Cuando caigan en las duras manos de sus jueces,
escucharán mis palabras amables;
7 como una piedra de molino, rota por tierra,
queden esparcidos sus huesos a la boca de la tumba.
8 Señor Dios, mis ojos están vueltos a ti,
en ti me refugio, no me dejes indefenso;
9 guárdame del lazo que me han tendido,
de la trampa de los malhechores.
10 Caigan los malvados en sus redes,
mientras que yo escapo ileso.
1 Poema de David cuando estaba en la cueva. Oración.
2 A voz en grito clamo al Señor,
a voz en grito suplico al Señor;
3 desahogo ante él mis afanes,
expongo ante él mi angustia,
4 mientras me va faltando el aliento.
Pero tú conoces mis senderos,
y que en el camino por donde avanzo
me han escondido una trampa.
5 Mira a la derecha, fíjate:
nadie me hace caso;
no tengo adónde huir,
nadie mira por mi vida.
6 A ti grito, Señor;
te digo: «Tú eres mi refugio
y mi lote en el país de la vida».
7 Atiende a mis clamores,
que estoy agotado;
líbrame de mis perseguidores,
que son más fuertes que yo.
8 Sácame de la prisión,
y daré gracias a tu nombre:
me rodearán los justos
cuando me devuelvas tu favor.
1 Salmo de David.
Señor, escucha mi oración;
tú, que eres fiel, atiende a mi súplica;
tú, que eres justo, escúchame.
2 No llames a juicio a tu siervo,
pues ningún hombre vivo es inocente frente a ti.
3 El enemigo me persigue a muerte,
empuja mi vida al sepulcro,
me confina a las tinieblas
como a los muertos ya olvidados.
4 Mi aliento desfallece,
mi corazón dentro de mí está yerto.
5 Recuerdo los tiempos antiguos,
medito todas tus acciones,
considero las obras de tus manos
6 y extiendo mis brazos hacia ti:
tengo sed de ti como tierra reseca. (Pausa)
7 Escúchame enseguida, Señor,
que me falta el aliento.
No me escondas tu rostro,
igual que a los que bajan a la fosa.
8 En la mañana hazme escuchar tu gracia,
ya que confío en ti.
Indícame el camino que he de seguir,
pues levanto mi alma a ti.
9 Líbrame del enemigo, Señor,
que me refugio en ti.
10 Enséñame a cumplir tu ley,
ya que tú eres mi Dios.
Tu espíritu, que es bueno,
me guíe por tierra llana.
11 Por tu nombre, Señor, consérvame vivo;
por tu clemencia, sácame de la angustia.
12 Por tu fidelidad, dispersa a mis enemigos,
destruye a todos mis agresores,
pues soy tu siervo.
1 De David.
Bendito el Señor, mi Roca,
que adiestra mis manos para el combate,
mis dedos para la pelea;
2 mi bienhechor, mi alcázar,
baluarte donde me pongo a salvo,
mi escudo y refugio,
que me somete los pueblos.
3 Señor, ¿qué es el hombre
para que te fijes en él?
¿Qué los hijos de Adán
para que pienses en ellos?
4 El hombre es igual que un soplo;
sus días, una sombra que pasa.
5 Señor, inclina tu cielo y desciende;
toca los montes, y echarán humo;
6 fulmina el rayo y dispérsalos;
dispara tus saetas y desbarátalos.
7 Extiende la mano desde arriba:
defiéndeme, líbrame
de las aguas caudalosas,
de la mano de los extranjeros,
8 cuya boca dice falsedades,
cuya diestra jura en falso.
9 Dios mío, te cantaré un cántico nuevo,
tocaré para ti el arpa de diez cuerdas:
10 para ti que das la victoria a los reyes,
y salvas a David, tu siervo, de la espada maligna.
11 Defiéndeme y líbrame de la mano de los extranjeros,
cuya boca dice falsedades,
cuya diestra jura en falso.
12 Sean nuestros hijos un plantío,
crecidos desde su adolescencia;
nuestras hijas sean columnas talladas,
estructura de un templo;
13 que nuestros silos estén repletos
de frutos de toda especie;
que nuestros rebaños a millares
se multipliquen en las praderas,
14 y nuestros bueyes vengan cargados;
que no haya brechas ni aberturas,
ni alarma en nuestras plazas.
15 Dichoso el pueblo que esto tiene,
dichoso el pueblo cuyo Dios es el Señor.
1 Himno de David.
(Álef) Te ensalzaré, Dios mío, mi rey;
bendeciré tu nombre por siempre jamás.
2 (Bet) Día tras día, te bendeciré
y alabaré tu nombre por siempre jamás.
3 (Guímel) Grande es el Señor, merece toda alabanza,
es incalculable su grandeza;
4 (Dálet) una generación pondera tus obras a la otra,
y le cuenta tus hazañas.
5 (He) Alaban ellos la gloria de tu majestad,
y yo repito tus maravillas;
6 (Vau) encarecen ellos tus temibles proezas,
y yo narro tus grandes acciones;
7 (Zain) difunden la memoria de tu inmensa bondad,
y aclaman tu justicia.
8 (Jet) El Señor es clemente y misericordioso,
lento a la cólera y rico en piedad;
9 (Tet) el Señor es bueno con todos,
es cariñoso con todas sus criaturas.
10 (Yod) Que todas tus criaturas te den gracias, Señor,
que te bendigan tus fieles.
11 (Kaf) Que proclamen la gloria de tu reinado,
que hablen de tus hazañas;
12 (Lámed) explicando tus hazañas a los hombres,
la gloria y majestad de tu reinado.
13 (Mem) Tu reinado es un reinado perpetuo,
tu gobierno va de edad en edad.
(Nun) El Señor es fiel a sus palabras,
bondadoso en todas sus acciones.
14 (Sámek) El Señor sostiene a los que van a caer,
endereza a los que ya se doblan.
15 (Ayin) Los ojos de todos te están aguardando,
tú les das la comida a su tiempo;
16 (Pe) abres tú la mano,
y sacias de favores a todo viviente.
17 (Sade) El Señor es justo en todos sus caminos,
es bondadoso en todas sus acciones.
18 (Qof) Cerca está el Señor de los que lo invocan,
de los que lo invocan sinceramente.
19 (Res) Satisface los deseos de los que lo temen,
escucha sus gritos, y los salva.
20 (Sin) El Señor guarda a los que lo aman,
pero destruye a los malvados.
21 (Tau) Pronuncie mi boca la alabanza del Señor,
todo viviente bendiga su santo nombre
por siempre jamás.
1 ¡Aleluya!
Alaba, alma mía, al Señor:
2 alabaré al Señor mientras viva,
tañeré para mi Dios mientras exista.
3 No confiéis en los príncipes,
seres de polvo que no pueden salvar;
4 exhalan el espíritu y vuelven al polvo,
ese día perecen sus planes.
5 Dichoso a quien auxilia el Dios de Jacob,
el que espera en el Señor, su Dios,
6 que hizo el cielo y la tierra,
el mar y cuanto hay en él;
que mantiene su fidelidad perpetuamente,
7 que hace justicia a los oprimidos,
que da pan a los hambrientos.
El Señor liberta a los cautivos,
8 el Señor abre los ojos al ciego,
el Señor endereza a los que ya se doblan,
el Señor ama a los justos.
9 El Señor guarda a los peregrinos,
sustenta al huérfano y a la viuda
y trastorna el camino de los malvados.
10 El Señor reina eternamente,
tu Dios, Sión, de edad en edad.
¡Aleluya!
1 Aleluya.
Alabad al Señor, que la música es buena;
nuestro Dios merece una alabanza armoniosa.
2 El Señor reconstruye Jerusalén,
reúne a los deportados de Israel;
3 él sana los corazones destrozados,
venda sus heridas.
4 Cuenta el número de las estrellas,
a cada una la llama por su nombre.
5 Nuestro Señor es grande y poderoso,
su sabiduría no tiene medida.
6 El Señor sostiene a los humildes,
humilla hasta el polvo a los malvados.
7 Entonad la acción de gracias al Señor,
tocad la cítara para nuestro Dios,
8 que cubre el cielo de nubes,
preparando la lluvia para la tierra;
que hace brotar hierba en los montes,
para los que sirven al hombre;
9 que da su alimento al ganado
y a las crías de cuervo que graznan.
10 No aprecia el vigor de los caballos,
no estima los jarretes del hombre:
11 el Señor aprecia a los que lo temen,
que confían en su misericordia.
12 (1) Glorifica al Señor, Jerusalén;
alaba a tu Dios, Sión.
13 (2) Que ha reforzado los cerrojos de tus puertas,
y ha bendecido a tus hijos dentro de ti;
14 (3) ha puesto paz en tus fronteras,
te sacia con flor de harina.
15 (4) Él envía su mensaje a la tierra,
y su palabra corre veloz;
16 (5) manda la nieve como lana,
esparce la escarcha como ceniza.
17 (6) Hace caer el hielo como migajas;
ante su helada, ¿quien resistirá?
18 (7) envía una orden, y se derriten;
sopla su aliento, y corren las aguas.
19 (8) Anuncia su palabra a Jacob,
sus decretos y mandatos a Israel;
20 (9) con ninguna nación obró así,
ni les dio a conocer sus mandatos.
¡Aleluya!
1 Aleluya.
Alabad al Señor en el cielo,
alabad al Señor en lo alto.
2 Alabadlo todos sus ángeles;
alabadlo todos sus ejércitos.
3 Alabadlo, sol y luna;
alabadlo, estrellas lucientes.
4 Alabadlo, espacios celestes
y aguas que cuelgan en el cielo.
5 Alaben el nombre del Señor,
porque él lo mandó, y existieron.
6 Les dio consistencia perpetua
y una ley que no pasará.
7 Alabad al Señor en la tierra,
cetáceos y abismos del mar,
8 rayos, granizo, nieve y bruma,
viento huracanado que cumple sus órdenes,
9 montes y todas las sierras,
árboles frutales y cedros,
10 fieras y animales domésticos,
reptiles y pájaros que vuelan.
11 Reyes del orbe y todos los pueblos,
príncipes y jueces del mundo,
12 los jóvenes y también las doncellas,
los ancianos junto con los niños,
13 alaben el nombre del Señor,
el único nombre sublime.
Su majestad sobre el cielo y la tierra;
14 él acrece el vigor de su pueblo.
Alabanza de todos sus fieles,
de Israel, su pueblo escogido.
¡Aleluya!
1 Aleluya.
Cantad al Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
2 que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sión por su Rey.
3 Alabad su nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
4 porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes.
5 Que los fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
6 con vítores a Dios en la boca
y espadas de dos filos en las manos:
7 para tomar venganza de los pueblos
y aplicar el castigo a las naciones,
8 sujetando a los reyes con argollas,
a los nobles con esposas de hierro.
9 Ejecutar la sentencia dictada
es un honor para todos sus fieles.
¡Aleluya!
1 Aleluya.
Alabad al Señor en su templo,
alabadlo en su fuerte firmamento;
2 alabadlo por sus obras magníficas,
alabadlo por su inmensa grandeza.
3 Alabadlo tocando trompetas,
alabadlo con arpas y cítaras;
4 alabadlo con tambores y danzas,
alabadlo con trompas y flautas;
5 alabadlo con platillos sonoros,
alabadlo con platillos vibrantes.
6 Todo ser que alienta alabe al Señor.
¡Aleluya!