1 Amad la justicia, gobernantes de la tierra,
pensad correctamente del Señor
y buscadlo con sencillez de corazón.
2 Porque se manifiesta a los que no le exigen pruebas
y se revela a los que no desconfían de él.
3 Los pensamientos retorcidos alejan de Dios
y el poder, puesto a prueba, confunde a los necios.
4 La sabiduría no entra en alma perversa,
ni habita en cuerpo sometido al pecado.
5 Pues el espíritu educador y santo huye del engaño,
se aleja de los pensamientos necios
y es ahuyentado cuando llega la injusticia.
6 La sabiduría es un espíritu amigo de los hombres
que no deja impune al blasfemo:
inspecciona las entrañas,
vigila atentamente el corazón
y cuanto dice la lengua.
7 Pues el espíritu del Señor llena la tierra,
todo lo abarca y conoce cada sonido.
8 Por eso quien habla inicuamente no tiene escapatoria,
ni pasará de largo junto a él la justicia acusadora.
9 Se examinarán los planes del impío,
el rumor de sus palabras llegará hasta el Señor
y quedarán probados sus delitos.
10 Porque un oído celoso lo escucha todo
y no se le escapa ni el más leve murmullo.
11 Guardaos, pues, de murmuraciones inútiles
y absteneos de la maledicencia,
porque ni la frase más solapada cae en el vacío
y la boca calumniadora da muerte al alma.
12 No os procuréis la muerte con vuestra vida extraviada,
ni os acarreéis la perdición con las obras de vuestras manos.
13 Porque Dios no ha hecho la muerte,
ni se complace destruyendo a los vivos.
14 Él todo lo creó para que subsistiera
y las criaturas del mundo son saludables:
no hay en ellas veneno de muerte,
ni el abismo reina en la tierra.
15 Porque la justicia es inmortal.
16 Los impíos, sin embargo, llaman a la muerte con gestos y palabras;
se desviven por ella, creyéndola su amiga:
han hecho un pacto con ella,
pues merecen compartir su suerte.
1 Razonando equivocadamente se decían:
«Corta y triste es nuestra vida
y el trance final del hombre es irremediable;
no consta de nadie que haya regresado del abismo.
2 Nacimos casualmente
y después seremos como si nunca hubiésemos existido.
Humo es el aliento que respiramos
y el pensamiento, una chispa del corazón que late.
3 Cuando esta se apague, el cuerpo se volverá ceniza
y el espíritu se desvanecerá como aire tenue.
4 Con el tiempo nuestro nombre caerá en el olvido
y nadie se acordará de nuestras obras.
Pasará nuestra vida como rastro de nubes
y como neblina se disipará,
acosada por los rayos del sol
y abatida por su calor.
5 Nuestra vida, una sombra que pasa,
nuestro fin, irreversible:
puesto el sello, nadie retorna.
6 ¡Venid! Disfrutemos de los bienes presentes
y gocemos de lo creado con ardor juvenil.
7 Embriaguémonos de vinos exquisitos y de perfumes,
que no se nos escape ni una flor primaveral.
8 Coronémonos con capullos de rosas antes que se marchiten;
9 que ningún prado escape a nuestras orgías,
dejemos por doquier señales de nuestro gozo,
porque esta es nuestra suerte y nuestra herencia».
10 «Oprimamos al pobre inocente,
no tengamos compasión de la viuda,
ni respetemos las canas venerables del anciano.
11 Sea nuestra fuerza la norma de la justicia,
pues lo débil es evidente que de nada sirve.
12 Acechemos al justo, que nos resulta fastidioso:
se opone a nuestro modo de actuar,
nos reprocha las faltas contra la ley
y nos reprende contra la educación recibida;
13 presume de conocer a Dios
y se llama a sí mismo hijo de Dios.
14 Es un reproche contra nuestros criterios,
su sola presencia nos resulta insoportable.
15 Lleva una vida distinta de todos los demás
y va por caminos diferentes.
16 Nos considera moneda falsa
y nos esquiva como a impuros.
Proclama dichoso el destino de los justos,
y presume de tener por padre a Dios.
17 Veamos si es verdad lo que dice,
comprobando cómo es su muerte.
18 Si el justo es hijo de Dios, él lo auxiliará
y lo librará de las manos de sus enemigos.
19 Lo someteremos a ultrajes y torturas,
para conocer su temple y comprobar su resistencia.
20 Lo condenaremos a muerte ignominiosa,
pues, según dice, Dios lo salvará».
21 Así discurren, pero se equivocan,
pues los ciega su maldad.
22 Desconocen los misterios de Dios,
no esperan el premio de la santidad,
ni creen en la recompensa de una vida intachable.
23 Dios creó al hombre incorruptible
y lo hizo a imagen de su propio ser;
24 mas por envidia del diablo entró la muerte en el mundo,
y la experimentan los de su bando.
1 En cambio, la vida de los justos está en manos de Dios,
y ningún tormento los alcanzará.
2 Los insensatos pensaban que habían muerto,
y consideraban su tránsito como una desgracia,
3 y su salida de entre nosotros, una ruina,
pero ellos están en paz.
4 Aunque la gente pensaba que cumplían una pena,
su esperanza estaba llena de inmortalidad.
5 Sufrieron pequeños castigos, recibirán grandes bienes,
porque Dios los puso a prueba y los halló dignos de él.
6 Los probó como oro en el crisol
y los aceptó como sacrificio de holocausto.
7 En el día del juicio resplandecerán
y se propagarán como chispas en un rastrojo.
8 Gobernarán naciones, someterán pueblos
y el Señor reinará sobre ellos eternamente.
9 Los que confían en él comprenderán la verdad
y los que son fieles a su amor permanecerán a su lado,
porque la gracia y la misericordia son para sus devotos
y la protección para sus elegidos.
10 Los impíos, en cambio, serán castigados por sus pensamientos,
pues despreciaron al justo y se apartaron del Señor.
11 Desgraciado el que desdeña la sabiduría y la instrucción;
vana es su esperanza, baldíos sus esfuerzos e inútiles sus obras.
12 Sus mujeres son necias,
depravados sus hijos
y maldita su posteridad.
13 Dichosa la estéril intachable,
cuyo lecho no conoció la infidelidad:
obtendrá su fruto el día del juicio.
14 Dichoso también el eunuco en cuyas manos no hay pecado,
ni tuvo malos pensamientos contra el Señor:
por su fidelidad recibirá un favor especial
y una herencia envidiable en el templo del Señor.
15 Porque el fruto del buen trabajo es glorioso
y la raíz de la prudencia es imperecedera.
16 En cambio, los hijos de los adúlteros no llegarán a la madurez,
y la prole nacida de unión ilegítima desaparecerá.
17 Aunque vivan largos años, nadie los tendrá en cuenta,
y al final su vejez será deshonrosa.
18 Si mueren pronto, no tendrán esperanza,
ni consuelo en el día del juicio,
19 pues la raza de los malvados acaba mal.
1 Más vale no tener hijos y ser virtuoso,
porque el recuerdo de la virtud es inmortal:
la reconocen Dios y los hombres.
2 Cuando está presente, la imitan,
cuando está ausente, la añoran;
y en la eternidad triunfa y se ciñe la corona,
vencedora en la lucha por trofeos incorruptibles.
3 En cambio, la numerosa prole de los impíos no prosperará:
nacida de retoños bastardos, no echará raíces profundas,
ni se consolidará sobre una base firme.
4 Aunque por algún tiempo reverdezcan sus ramas,
al estar mal arraigada, será sacudida por el viento
y descuajada por la furia del huracán.
5 Se troncharán sus brotes aún tiernos,
y sus frutos serán inservibles: verdes para comerlos,
para nada se aprovecharán.
6 Pues los hijos nacidos de uniones ilegítimas
en el juicio testificarán la maldad de sus padres.
7 El justo, aunque muera prematuramente, tendrá descanso.
8 Una vejez venerable no son los muchos días,
ni se mide por el número de años,
9 pues las canas del hombre son la prudencia
y la edad avanzada, una vida intachable.
10 Agradó a Dios y Dios lo amó,
vivía entre pecadores y Dios se lo llevó.
11 Lo arrebató para que la maldad
no pervirtiera su inteligencia,
ni la perfidia sedujera su alma.
12 Pues la fascinación del mal oscurece el bien
y el vértigo de la pasión pervierte una mente sin malicia.
13 Maduró en poco tiempo,
cumplió muchos años.
14 Como su vida era grata a Dios,
se apresuró a sacarlo de la maldad.
La gente lo ve y no lo comprende,
ni les cabe esto en la cabeza:
15 la gracia y la misericordia son para sus elegidos
y la protección para sus devotos.
16 El justo difunto condena a los impíos aún vivos:
juventud madura en poco tiempo,
afrenta para la longevidad del perverso.
17 La gente ve la muerte del sabio,
pero no comprende los designios divinos sobre él,
ni por qué lo pone a salvo el Señor.
18 Lo ven y lo desprecian,
pero el Señor se ríe de ellos.
19 Bien pronto serán cadáveres sin honra,
oprobio para siempre entre los muertos.
Pues el Señor los precipitará de cabeza, sin dejarles rechistar,
los sacudirá de sus cimientos y quedarán totalmente asolados;
vivirán sumidos en el dolor y su recuerdo se perderá.
20 Al rendir cuenta de sus pecados, comparecerán asustados
y sus delitos se levantarán contra ellos para acusarlos.
1 Entonces el justo estará en pie con gran aplomo
delante de los que lo afligieron y despreciaron sus trabajos.
2 Al verlo, se estremecerán de miedo,
estupefactos ante su inesperada salvación.
3 Arrepentidos y gimiendo de angustia se dirán:
4 «Este es aquel de quien antes nos reíamos
y a quien, nosotros insensatos, insultábamos.
Su vida nos parecía una locura
y su muerte, una ignominia.
5 ¿Cómo ahora es contado entre los hijos de Dios
y comparte la suerte de los santos?
6 Sí, nosotros nos desviamos del camino de la verdad,
la luz de la justicia no nos alumbró
y el sol no salió para nosotros.
7 Nos fatigamos por sendas de maldad y perdición,
atravesamos desiertos intransitables,
pero no reconocimos el camino del Señor.
8 ¿De qué nos ha servido nuestro orgullo?
¿Qué hemos sacado presumiendo de ricos?
9 Todo aquello pasó como una sombra,
como noticia que corre veloz,
10 como nave que surca las aguas agitadas,
sin dejar rastro de su travesía,
ni estela de su quilla en las olas.
11 O como pájaro que corta el aire
sin dejar rastro de su paso;
con un aleteo azota el aire ligero,
lo corta con agudo silbido,
se abre camino batiendo las alas
y al final no queda rastro de su paso.
12 O como flecha disparada al blanco,
cuya herida en el aire se cierra al instante,
siendo imposible conocer su trayectoria.
13 Igual nosotros: nacimos y nos eclipsamos
sin dejar ni una señal de virtud que poder mostrar,
nos consumimos en nuestra maldad».
14 Sí, la esperanza del impío es brizna que arrebata el viento,
espuma ligera que arrastra el vendaval,
humo que el viento disipa,
recuerdo fugaz del huésped de un día.
15 Los justos, en cambio, viven eternamente,
encuentran su recompensa en el Señor
y el Altísimo cuida de ellos.
16 Por eso recibirán de manos del Señor
la magnífica corona real y la hermosa diadema,
pues con su diestra los protegerá
y con su brazo los escudará.
17 Tomará la armadura de su celo
y armará a la creación para vengarse de sus enemigos.
18 Vestirá la coraza de la justicia,
se pondrá como yelmo un juicio sincero;
19 tomará por escudo su santidad invencible,
20 afilará como espada su ira inexorable
y el universo peleará a su lado contra los necios.
21 Certeras parten ráfagas de rayos;
desde las nubes como arco bien tenso,
vuelan hacia el blanco.
22 Una catapulta lanzará un furioso pedrisco;
las aguas del mar se embravecerán contra ellos,
los ríos los anegarán sin piedad.
23 Se levantará contra ellos un viento impetuoso
que los aventará como huracán.
Así la iniquidad asolará toda la tierra
y la maldad derrocará los tronos de los poderosos.
1 Escuchad, reyes, y entended;
aprended, gobernantes de los confines de la tierra.
2 Prestad atención, los que domináis multitudes
y os sentís orgullosos de tener muchos súbditos:
3 el poder os viene del Señor
y la soberanía del Altísimo.
Él examinará vuestras acciones
y sondeará vuestras intenciones.
4 Porque, siendo ministros de su reino,
no gobernasteis rectamente, ni guardasteis la ley,
ni actuasteis según la voluntad de Dios.
5 Terrible y repentino caerá sobre vosotros,
porque un juicio implacable espera a los grandes.
6 Al más pequeño se le perdona por piedad,
pero los poderosos serán examinados con rigor.
7 El Dios de todo no teme a nadie,
ni lo intimida la grandeza,
pues él hizo al pequeño y al grande
y de todos cuida por igual,
8 pero a los poderosos les espera un control riguroso.
9 A vosotros, soberanos, dirijo mis palabras,
para que aprendáis sabiduría y no pequéis.
10 Los que cumplen santamente las leyes divinas serán santificados,
y los que se instruyen en ellas encontrarán en ellas su defensa.
11 Así, pues, desead mis palabras;
anheladlas y recibiréis instrucción.
12 Radiante e inmarcesible es la sabiduría,
la ven con facilidad los que la aman
y quienes la buscan la encuentran.
13 Se adelanta en manifestarse a los que la desean.
14 Quien madruga por ella no se cansa,
pues la encuentra sentada a su puerta.
15 Meditar sobre ella es prudencia consumada
y el que vela por ella pronto se ve libre de preocupaciones.
16 Pues ella misma va de un lado a otro
buscando a los que son dignos de ella;
los aborda benigna por los caminos
y les sale al encuentro en cada pensamiento.
17 Su verdadero comienzo es el deseo de instrucción,
el afán de instrucción es amor,
18 el amor es la observancia de sus leyes,
el respeto de las leyes es garantía de inmortalidad
19 y la inmortalidad acerca a Dios;
20 por tanto, el deseo de la sabiduría conduce al reino.
21 Así que, si queréis tronos y cetros, soberanos de las naciones,
honrad a la sabiduría y reinaréis eternamente.
22 Os explicaré qué es la sabiduría y cuál su origen,
sin ocultaros ningún secreto,
sino que la rastrearé desde su origen,
esclareciendo lo que se conoce de ella,
sin pasar por alto la verdad.
23 No haré camino con la envidia corrosiva,
pues nada tiene que ver con la sabiduría.
24 Abundancia de sabios salva el mundo,
y un rey sensato da bienestar al pueblo.
25 Así pues, dejaos instruir por mis palabras y sacaréis provecho.
1 También yo soy un hombre mortal como todos
y descendiente del primero, formado de la tierra.
En el vientre materno fue modelada mi carne,
2 durante diez meses me fui consolidando en su sangre,
a partir de la simiente viril y del placer compañero del sueño.
3 Al nacer, también yo respiré el aire común
y al caer en la tierra que a todos recibe,
lo primero que hice, como todos, fue llorar.
4 Me criaron con mimos, entre pañales.
5 Ningún rey empezó de otro modo su existencia:
6 la entrada y la salida de la vida son iguales para todos.
7 Por eso, supliqué y me fue dada la prudencia,
invoqué y vino a mí el espíritu de sabiduría.
8 La preferí a cetros y tronos
y a su lado en nada tuve la riqueza.
9 No la equiparé a la piedra más preciosa,
porque todo el oro ante ella es un poco de arena
y junto a ella la plata es como el barro.
10 La quise más que a la salud y la belleza
y la preferí a la misma luz,
porque su resplandor no tiene ocaso.
11 Con ella me vinieron todos los bienes juntos,
tiene en sus manos riquezas incontables.
12 Disfruté de todos, porque la sabiduría los trae,
aunque yo ignoraba que ella era su madre.
13 Sin engaño la aprendí, sin envidia la comparto
y no escondo sus riquezas;
14 porque es un tesoro inagotable para los hombres:
los que lo adquieren se ganan la amistad de Dios,
pues los dones de la instrucción los recomienda.
15 Que Dios me conceda hablar con conocimiento
y tener pensamientos dignos de sus dones,
porque él es el mentor de la sabiduría
y el adalid de los sabios.
16 En sus manos estamos nosotros y nuestras palabras,
toda prudencia y toda inteligencia práctica.
17 Él me concedió la verdadera ciencia de los seres,
para conocer la estructura del cosmos y las propiedades de los elementos,
18 el principio, el fin y el medio de los tiempos,
la alternancia de los solsticios y la sucesión de las estaciones,
19 los ciclos del año y la posición de las estrellas,
20 la naturaleza de los animales y el instinto de las fieras,
el poder de los espíritus y los pensamientos de los hombres,
las variedades de las plantas y las virtudes de las raíces.
21 He llegado a conocerlo todo, lo oculto y lo manifiesto,
porque la sabiduría, artífice de todo, me lo enseñó.
22 La sabiduría posee un espíritu inteligente, santo,
único, múltiple, sutil, ágil, penetrante, inmaculado,
diáfano, invulnerable, amante del bien, agudo,
23 incoercible, benéfico, amigo de los hombres,
firme, seguro, sin inquietudes,
que todo lo puede, todo lo observa,
y penetra todos los espíritus,
los inteligentes, los puros, los más sutiles.
24 La sabiduría es más móvil que cualquier movimiento
y en virtud de su pureza lo atraviesa y lo penetra todo.
25 Es efluvio del poder de Dios,
emanación pura de la gloria del Omnipotente;
por eso, nada manchado la alcanza.
26 Es irradiación de la luz eterna,
espejo límpido de la actividad de Dios
e imagen de su bondad.
27 Aun siendo una sola, todo lo puede;
sin salir de sí misma, todo lo renueva
y, entrando en las almas buenas de cada generación,
va haciendo amigos de Dios y profetas.
28 Pues Dios solo ama a quien convive con la sabiduría.
29 Ella es más bella que el sol
y supera a todas las constelaciones.
Comparada con la luz del día, sale vencedora,
30 porque la luz deja paso a la noche,
mientras que a la sabiduría no la domina el mal.
1 Se despliega con vigor de un confín a otro
y todo lo gobierna con acierto.
2 La amé y la busqué desde mi juventud
y la pretendí como esposa,
enamorado de su hermosura.
3 Su intimidad con Dios realza su nobleza,
pues el Señor de todas las cosas la ama.
4 Está iniciada en la ciencia de Dios
y es la que elige entre sus obras.
5 Si la riqueza es un bien deseable en la vida,
¿hay mayor riqueza que la sabiduría, que lo realiza todo?
6 Y si la inteligencia es quien lo realiza,
¿quién sino la sabiduría es artífice de cuanto existe?
7 Si alguien ama la justicia, las virtudes son fruto de sus afanes,
pues ella enseña templanza y prudencia, justicia y fortaleza:
para los hombres no hay nada en la vida más útil que esto.
8 Y si alguien desea una gran experiencia,
ella conoce el pasado y adivina el futuro,
conoce los dichos ingeniosos y la solución de los enigmas,
prevé de antemano signos y prodigios
y el desenlace de momentos y tiempos.
9 Así pues, decidí hacerla compañera de mi vida,
sabiendo que sería mi consejera en la dicha
y mi consuelo en las preocupaciones y la tristeza:
10 «Gracias a ella obtendré gloria entre la gente
y honor entre los ancianos, aunque sea joven.
11 En el juicio lucirá mi agudeza
y seré la admiración de los poderosos.
12 Si callo, esperarán a que hable,
si tomo la palabra, me prestarán atención
y si me alargo hablando, se llevarán la mano a la boca.
13 Gracias a ella alcanzaré la inmortalidad
y legaré a la posteridad un recuerdo imperecedero.
14 Gobernaré pueblos y someteré naciones,
15 soberanos terribles se asustarán al oír hablar de mí;
me mostraré bueno con el pueblo y valiente en la guerra.
16 Al volver a mi casa descansaré junto a ella,
pues su compañía no causa amargura
y su intimidad no entristece, sino que alegra y regocija».
17 Pensaba en estas cosas
y reflexionaba sobre ellas en mi corazón:
la inmortalidad consiste en emparentar con la sabiduría,
18 en su amistad se encuentra un noble deleite,
hay riqueza inagotable en el trabajo de sus manos,
prudencia en la asiduidad de su trato
y prestigio en la conversación con ella.
Así pensaba tratando de hacerla mía.
19 Era yo un muchacho de buen natural,
me tocó en suerte un alma buena,
20 o mejor dicho, siendo bueno, entré en un cuerpo sin tara.
21 Pero, al comprender que no la alcanzaría, si Dios no me la daba
–y ya era un signo de sensatez saber de quién procedía tal don–,
acudí al Señor y le supliqué, diciéndole de todo corazón:
1 «Dios de los padres y Señor de la misericordia,
que con tus palabras hiciste todas las cosas,
2 y en tu sabiduría formaste al hombre,
para que dominase sobre las criaturas que tú has hecho,
3 y para regir el mundo con santidad y justicia,
y para administrar justicia con rectitud de corazón.
4 Dame la sabiduría asistente de tu trono
y no me excluyas del número de tus siervos,
5 porque siervo tuyo soy, hijo de tu sierva,
hombre débil y de pocos años,
demasiado pequeño para conocer el juicio y las leyes.
6 Pues, aunque uno sea perfecto
entre los hijos de los hombres,
sin la sabiduría, que procede de ti,
será estimado en nada.
7 Tú me elegiste como rey de tu pueblo
y como juez de tus hijos e hijas.
8 Me mandaste construir un templo en tu monte santo
y un altar en la ciudad de tu morada,
a imitación de la tienda santa que preparaste desde el principio.
9 Contigo está la sabiduría, conocedora de tus obras,
que te asistió cuando hacías el mundo,
y que sabe lo que es grato a tus ojos
y lo que es recto según tus preceptos.
10 Mándala de tus santos cielos,
y de tu trono de gloria envíala,
para que me asista en mis trabajos
y venga yo a saber lo que te es grato.
11 Porque ella conoce y entiende todas las cosas,
y me guiará prudentemente en mis obras,
y me guardará en su esplendor.
12 Así aceptarás mis obras,
juzgaré a tu pueblo con justicia
y seré digno del trono de mi padre.
13 Pues, ¿qué hombre conocerá el designio de Dios?,
o ¿quién se imaginará lo que el Señor quiere?
14 Los pensamientos de los mortales son frágiles
e inseguros nuestros razonamientos,
15 porque el cuerpo mortal oprime el alma
y esta tienda terrena abruma la mente pensativa.
16 Si apenas vislumbramos lo que hay sobre la tierra
y con fatiga descubrimos lo que está a nuestro alcance,
¿quién rastreará lo que está en el cielo?,
17 ¿quién conocerá tus designios, si tú no le das sabiduría
y le envías tu santo espíritu desde lo alto?
18 Así se enderezaron las sendas de los terrestres,
los hombres aprendieron lo que te agrada
y se salvaron por la sabiduría».
1 Ella fue quien protegió al padre del mundo, el primer ser humano
cuando él era la única criatura; lo levantó de su caída
2 y le dio el poder de dominar todo.
3 Pero cuando el criminal iracundo, Caín, se apartó de ella,
pereció por su saña fratricida.
4 Cuando por su culpa se inundó la tierra,
de nuevo la salvó la sabiduría,
llevando al justo Noé en un simple tablón.
5 Cuando la confusión de los pueblos malvados,
ella se fijó en el justo Abrahán, lo conservó intachable ante Dios
y lo mantuvo firme a pesar del amor hacia su hijo.
6 Cuando el exterminio de los impíos, ella salvó al justo Lot,
que huía del fuego que caía sobre la Pentápolis;
7 testigos de su maldad son aún:
una tierra desolada y humeante
y unas plantas con frutos malogrados;
y una estatua de sal que se yergue
como monumento al alma incrédula.
8 Por abandonar el camino de la sabiduría,
sufrieron la desgracia de ignorar el bien
y legaron a la historia un recuerdo de su insensatez,
para que sus faltas no quedaran ocultas.
9 La sabiduría, sin embargo, sacó de apuros a sus servidores.
10 Al justo Jacob que huía de la ira de su hermano
lo guió por caminos rectos,
le mostró el reino de Dios
y le dio a conocer las cosas santas;
le dio prosperidad en sus trabajos
y multiplicó el fruto de sus esfuerzos;
11 lo asistió contra la avaricia de sus opresores
y lo colmó de riquezas;
12 lo defendió de sus enemigos,
y lo protegió de los que lo acechaban;
y, tras duro combate, le concedió la victoria,
para que supiera que la piedad es más fuerte que todo.
13 Ella no desamparó al justo vendido, José,
sino que lo libró de caer en pecado;
14 bajó con él a la cisterna
y no lo abandonó entre las cadenas,
hasta entregarle el cetro real
y el poder sobre sus tiranos;
demostró la falsedad de sus calumniadores
y le concedió una gloria eterna.
15 Ella fue quien libró al pueblo santo,
a la raza irreprochable de la nación opresora.
16 Entró en el alma de un siervo del Señor, Moisés,
e hizo frente a reyes temibles con prodigios y señales.
17 Dio a los fieles la recompensa por sus trabajos,
los condujo por un camino maravilloso,
fue para ellos sombra durante el día
y resplandor de estrellas por la noche.
18 Les abrió paso a través del mar Rojo
y los condujo a través de aguas caudalosas;
19 sumergió a sus enemigos
y luego los sacó a flote desde lo hondo del abismo.
20 Por eso los justos despojaron a los impíos,
cantaron himnos, Señor, a tu santo nombre
y celebraron a coro tu mano vencedora,
21 porque la sabiduría abrió la boca de los mudos
y soltó la lengua de los niños.
1 Hizo prosperar sus empresas por medio de un santo profeta, Moisés.
2 Atravesaron un desierto inhóspito
y acamparon en parajes intransitables.
3 Hicieron frente a sus enemigos
y rechazaron a sus adversarios.
4 Tuvieron sed y te invocaron:
de una roca escarpada se les dio agua
y de una piedra dura remedio para su sed.
5 Lo que sirvió de castigo para sus enemigos
fue para ellos una ayuda en la necesidad.
6 En lugar de la corriente constante de un río,
enturbiado por una mezcla de sangre y barro
7 –castigo por su decreto infanticida–,
les diste agua abundante sin esperarlo,
8 mostrándoles por la sed que pasaron,
cómo habías castigado a sus adversarios.
9 Pues cuando sufrían una prueba, aunque corregidos con amor,
comprendían los tormentos de los impíos, juzgados con cólera.
10 Porque a unos los probaste como padre que corrige,
pero a otros los castigaste como rey severo que condena.
11 Los ausentes y los presentes se consumían por igual,
12 pues los embargó una doble tristeza
y gemían recordando el pasado;
13 cuando se enteraban de que sus propios castigos
eran en beneficio de los otros, reconocían al Señor.
14 Al que antes abandonaron en el agua y rechazaron con burlas,
al final de los sucesos lo admiraron,
tras sufrir una sed bien distinta de la de los justos.
15 Por sus insensatos y malvados pensamientos,
que los extraviaban hasta el punto de hacerles rendir culto
a reptiles irracionales y viles alimañas,
tú les enviaste como castigo una multitud de animales irracionales,
16 para que supieran que en el pecado está el castigo.
17 Pues bien podía tu mano omnipotente,
que había creado el mundo de materia informe,
enviar contra ellos manadas de osos o intrépidos leones,
18 o bestias enfurecidas, desconocidas y al efecto creadas,
que lanzasen resoplidos llameantes,
o despidiesen humaredas pestilentes,
o echasen chispas terribles por los ojos;
19 bestias capaces de aniquilarlos con su asalto,
y de exterminarlos con su aspecto estremecedor.
20 Y aun sin esto, podían haber sucumbido de un soplo,
perseguidos por la justicia, aventados por tu soplo poderoso,
pero tú todo lo has dispuesto con peso, número y medida.
21 Tú siempre puedes desplegar tu gran poder.
¿Quién puede resistir la fuerza de tu brazo?
22 Porque el mundo entero es ante ti como un gramo en la balanza,
como gota de rocío mañanero sobre la tierra.
23 Pero te compadeces de todos, porque todo lo puedes
y pasas por alto los pecados de los hombres para que se arrepientan.
24 Amas a todos los seres
y no aborreces nada de lo que hiciste;
pues, si odiaras algo, no lo habrías creado.
25 ¿Cómo subsistiría algo, si tú no lo quisieras?,
o ¿cómo se conservaría, si tú no lo hubieras llamado?
26 Pero tú eres indulgente con todas las cosas,
porque son tuyas, Señor, amigo de la vida.
1 Pues tu soplo incorruptible está en todas ellas.
2 Por eso corriges poco a poco a los que caen,
los reprendes y les recuerdas su pecado,
para que, apartándose del mal, crean en ti, Señor.
3 A los antiguos habitantes de tu santa tierra,
4 los aborreciste por sus prácticas abominables,
actos de magia y ritos sacrílegos.
5 A esos crueles asesinos de niños,
devoradores de entrañas en banquetes de carne y sangre humanas,
a esos iniciados en bacanales,
6 padres asesinos de seres indefensos,
decidiste eliminarlos por medio de nuestros antepasados,
7 para que la tierra que tú más apreciabas
acogiera a la digna colonia de los hijos de Dios.
8 Pero también con estos, como hombres que eran, fuiste indulgente
y les enviaste avispas como avanzadilla de tu ejército,
para exterminarlos poco a poco.
9 Aunque pudiste entregar a los impíos en manos de los justos en batalla campal,
o aniquilarlos de una vez con bestias feroces o con una orden fulminante,
10 los castigaste paulatinamente, dándoles ocasión de arrepentirse,
aunque sabías que eran de mala cepa, de malicia innata,
y que su modo de pensar no cambiaría nunca,
11 pues era una raza maldita desde su origen;
si les indultaste los pecados, no fue por miedo a nadie.
12 Pues, ¿quién puede decirte: «¿Qué has hecho?»,
o ¿quién se opondrá a tu sentencia?,
¿quién te citará a juicio por haber destruido las naciones que tú has creado?,
o ¿quién se alzará contra ti para vengar a los injustos?
13 Pues fuera de ti no hay otro Dios que cuide de todo,
a quien tengas que demostrar que no juzgas injustamente;
14 ni rey ni soberano que pueda desafiarte defendiendo a los que tú has castigado.
15 Siendo justo, todo lo gobiernas con justicia
y consideras incompatible con tu poder
condenar a quien no merece ser castigado.
16 Porque tu fuerza es el principio de la justicia
y tu señorío sobre todo te hace ser indulgente con todos.
17 Despliegas tu fuerza ante el que no cree en tu poder perfecto
y confundes la osadía de los que lo conocen.
18 Pero tú, dueño del poder, juzgas con moderación
y nos gobiernas con mucha indulgencia,
porque haces uso de tu poder cuando quieres.
19 Actuando así, enseñaste a tu pueblo
que el justo debe ser humano
y diste a tus hijos una buena esperanza,
pues concedes el arrepentimiento a los pecadores.
20 Pues, si a los enemigos de tus hijos, reos de muerte,
los castigaste con tanta benevolencia e indulgencia,
dándoles tiempo y lugar para apartarse de su maldad,
21 ¿con cuánta consideración no habrás juzgado a tus hijos,
con cuyos padres pactaste jurando alianzas de tan buenas promesas?
22 Así, pues, para aleccionarnos a nosotros,
castigas a nuestros enemigos con moderación,
para que al juzgar recordemos tu bondad,
y al ser juzgados esperemos misericordia.
23 Por eso, a cuantos vivieron insensata y depravadamente,
los atormentaste con sus propias abominaciones.
24 Se extraviaron muy lejos,
teniendo por dioses a los animales más viles y repugnantes,
dejándose engañar como niños inconscientes.
25 Por eso, como a niños sin juicio,
les enviaste un castigo que hacía reír.
26 Pero los que no escarmentaron con correcciones irrisorias,
iban a experimentar un castigo digno de Dios.
27 Al verse atormentados e irritados por aquellos seres
que tenían por dioses y ahora eran su castigo,
abrieron los ojos y reconocieron como Dios verdadero,
al que antes se negaban a reconocer;
y por eso les sobrevino el peor de los castigos.
1 Son necios por naturaleza todos los hombres que han ignorado a Dios
y no han sido capaces de conocer al que es a partir de los bienes visibles,
ni de reconocer al artífice fijándose en sus obras,
2 sino que tuvieron por dioses al fuego, al viento, al aire ligero,
a la bóveda estrellada, al agua impetuosa
y a los luceros del cielo, regidores del mundo.
3 Si, cautivados por su hermosura, los creyeron dioses,
sepan cuánto los aventaja su Señor,
pues los creó el mismo autor de la belleza.
4 Y si los asombró su poder y energía,
calculen cuánto más poderoso es quien los hizo,
5 pues por la grandeza y hermosura de las criaturas
se descubre por analogía a su creador.
6 Con todo, estos merecen un reproche menor,
pues a lo mejor andan extraviados,
buscando a Dios y queriéndolo encontrar.
7 Dan vueltas a sus obras, las investigan
y quedan seducidos por su apariencia, porque es hermoso lo que ven.
8 Pero ni siquiera estos son excusables,
9 porque, si fueron capaces de saber tanto
que pudieron escudriñar el universo,
¿cómo no encontraron antes a su Señor?
10 Son, pues, unos infelices, con la esperanza puesta en cosas sin vida,
los que llamaron dioses a obras hechas por manos humanas:
oro y plata labrados con arte, representaciones de animales
o una piedra inútil, esculpida hace mucho tiempo.
11 Pongamos por ejemplo a un leñador:
tala un árbol de fácil manejo,
lo descorteza hábilmente y, trabajando con destreza,
fabrica un objeto útil para usos comunes.
12 Con los desechos de su trabajo
se prepara una comida que le deja satisfecho;
13 y con el último desecho que para nada sirve,
un palo torcido y lleno de nudos,
lo coge y lo talla en sus ratos de ocio;
y con destreza reposada lo modela
hasta sacar una imagen humana
14 o la figura de cualquier vil animal.
Lo embadurna de minio, pinta su cuerpo de rojo
y recubre todos sus defectos.
15 Luego le prepara una hornacina digna
y lo coloca en la pared asegurándolo con clavos.
16 Para que no se le caiga, toma sus precauciones,
sabiendo que no puede valerse por sí mismo,
pues es una imagen y necesita ayuda.
17 Sin embargo, le reza por su hacienda, bodas e hijos,
sin avergonzarse de hablar con un ser inanimado;
pide la salud a quien está enfermo,
18 ruega por la vida a un muerto,
solicita ayuda al más torpe
y un viaje feliz al que ni siquiera puede andar;
19 y para las ganancias, las empresas y el éxito de sus tareas,
pide ayuda al que menos puede dársela.
1 Hay también quien, dispuesto a embarcarse para cruzar el mar encrespado,
invoca a un leño más frágil que la embarcación que lo lleva.
2 A esta la inventó el afán de lucro,
la construyó la pericia del artífice.
3 Pero es tu providencia, Padre, quien la pilota,
porque incluso en el mar abriste un camino
y una senda segura entre las olas,
4 mostrando así que puedes salvar de todo peligro,
para que se embarque aun el inexperto.
5 No quieres que las obras de tu sabiduría sean estériles;
por eso los hombres confían sus vidas a un leño insignificante,
y, cruzando el oleaje en una balsa, llegan sanos y salvos.
6 Ya al principio, cuando perecían los soberbios gigantes,
la esperanza del mundo se refugió en una balsa
que, pilotada por tu mano, legó al mundo una semilla de vida.
7 Bendito el leño que se utiliza para la justicia,
8 pero el ídolo hecho a mano, maldito él y quien lo hizo;
este porque lo fabricó, aquel porque, siendo corruptible, fue tenido por dios.
9 Dios aborrece igualmente al impío y su impiedad
10 y la obra será castigada junto con su autor.
11 Por eso los ídolos de las naciones también serán juzgados,
porque se han hecho abominables entre las criaturas de Dios,
ocasión de tropiezo para las almas de los hombres
y una trampa para los pies de los necios.
12 La invención de los ídolos fue el comienzo de la infidelidad
y su descubrimiento trajo la corrupción de la vida.
13 Porque no existieron al principio ni existirán eternamente.
14 Entraron en el mundo por la necedad de los hombres
y por eso tienen marcado un fin inmediato.
15 Un padre, afligido por un luto prematuro,
hace una imagen del hijo repentinamente arrebatado;
al que ayer era hombre muerto, hoy lo venera como un dios,
e instituye iniciaciones mistéricas para sus subordinados.
16 Con el tiempo se consolida la impía costumbre y se observa como ley.
17 Por decreto de los soberanos recibían culto sus estatuas
y como la gente que vivía lejos no podía venerarlos en persona,
representaba su figura lejana,
haciendo una imagen visible del rey venerado,
para adular con fervor al ausente como si estuviera presente.
18 La ambición del artista contribuyó a extender este culto,
incluso entre quienes no lo conocían,
19 pues este, deseoso sin duda de complacer al soberano,
forzó hábilmente el parecido para que resultase más hermoso.
20 La multitud, seducida por el encanto de la obra,
considera ahora objeto de culto al que poco antes honraba como hombre.
21 Y esto se convirtió en una trampa para los vivientes,
pues los hombres, víctimas de la desgracia o de la tiranía,
dieron el nombre incomunicable a piedras y leños.
22 Además, no les bastó con equivocarse en el conocimiento de Dios,
sino que, inmersos en la guerra cruel de la ignorancia,
dan a esos males tan graves el nombre de paz.
23 Así, con sus ritos infanticidas, sus misteriosos secretos
y sus delirantes orgías de rituales extravagantes,
24 ya no conservan puros ni la vida ni el matrimonio,
sino que se matan a traición unos a otros o se infaman con adulterios.
25 Reina por doquier un caos de sangre y crimen, robo y fraude,
corrupción, infidelidad, desorden y perjurio;
26 desconcierto entre los buenos, olvido de la gratitud,
contaminación de las almas, perversiones sexuales,
desórdenes matrimoniales, adulterios y libertinaje.
27 Porque el culto a los ídolos sin nombre
es principio, causa y fin de todos los males.
28 Los idólatras o se divierten frenéticamente, o profetizan oráculos falsos,
o viven en la injusticia, o perjuran con ligereza.
29 Como confían en ídolos sin vida,
no temen que el jurar en falso les ocasione daño alguno.
30 Pero les aguarda un doble castigo:
porque al seguir a los ídolos se han hecho una idea falsa de Dios
y porque han jurado injustamente y con engaño, despreciando la santidad.
31 Pues no es el poder de aquellos por los que se jura,
sino la condena que merecen los pecadores
quien persigue siempre las transgresiones de los malvados.
1 Pero tú, Dios nuestro, eres bueno y fiel,
eres paciente y todo lo gobiernas con misericordia.
2 Aunque pequemos, somos tuyos y reconocemos tu poder,
pero no pecaremos, sabiendo que te pertenecemos.
3 Conocerte a ti es justicia perfecta
y reconocer tu poder es la raíz de la inmortalidad.
4 No nos extraviaron las malas artes inventadas por los hombres,
ni el trabajo estéril de los pintores,
figuras embadurnadas con variados colores,
5 cuya contemplación despierta la pasión de los necios,
que llegan a desear la imagen sin vida de un ídolo muerto.
6 Amantes del mal y dignos de tales esperanzas
son quienes las hacen, quienes las desean y quienes las adoran.
7 También el alfarero se afana amasando la tierra blanda
y moldea cacharros para nuestro uso.
Con el mismo barro moldea las vasijas
destinadas a usos nobles e innobles, todas por igual:
el alfarero decide la distinta utilidad que tendrá cada una.
8 Luego, malgastando esfuerzos, modela un dios falso con el mismo barro;
lo modela uno que poco antes nació de la tierra
y que pronto regresará al lugar de donde fue sacado,
cuando le reclamen la vida prestada.
9 Pero no le preocupa tener que morir
ni que su vida sea efímera,
sino que compite con orfebres y plateros,
imita a los que forjan el bronce
y presume de modelar figuras falsas.
10 Su corazón es ceniza,
su esperanza, más vulgar que la tierra
y su vida, más despreciable que el barro,
11 porque desconoce al que lo modeló,
al que le infundió un alma activa
y le insufló un aliento vital.
12 Piensa que nuestra vida es un juego
y la existencia una feria de negocios;
dice: «Hay que sacar partido de donde sea, hasta del mal».
13 Ahora bien, él sabe mejor que nadie que peca,
pues fabrica con materia arcillosa frágiles vasijas y estatuas de ídolos.
14 Pero los más insensatos de todos y más ingenuos que un niño,
son los enemigos que oprimieron a tu pueblo,
15 pues tuvieron por dioses a todos los ídolos de las naciones,
cuyos ojos no les sirven para ver,
ni la nariz para respirar,
ni las orejas para oír,
ni los dedos de las manos para tocar
y cuyos pies son torpes para caminar.
16 Pues los hizo un hombre,
los modeló un ser de aliento prestado
y ningún ser humano puede modelar un dios a su semejanza.
17 Al ser mortal, sus manos impías producen un cadáver
y vale más él que los objetos que adora,
pues él tiene vida, mientras los otros jamás la tendrán.
18 También adoran a los animales más repugnantes
que comparados con los demás son los más estúpidos;
19 no tienen belleza alguna que los haga atractivos como a otros animales
y se quedaron sin la aprobación de Dios y sin su bendición.
1 Por eso, fueron justamente castigados por seres semejantes
y fueron atormentados por una plaga de alimañas.
2 En vez de ese castigo, favoreciste a tu pueblo
y, para satisfacer su apetito,
les proporcionaste como alimento
un manjar exquisito: las codornices.
3 Así que los egipcios, aun estando hambrientos,
perdían hasta el apetito natural,
asqueados por los repugnantes bichos que les habías enviado,
mientras los israelitas, después de una breve privación,
saboreaban un manjar exquisito.
4 Pues era justo que aquellos opresores sufrieran un hambre irremediable,
mientras a estos bastaba con mostrarles cómo eran torturados sus enemigos.
5 Incluso cuando les sobrevino la terrible furia de las fieras
y perecían mordidos por serpientes sinuosas,
tu ira no llegó hasta el final.
6 Para que escarmentaran, se les atormentó por poco tiempo,
pues tenían un signo de salvación como recordatorio del mandato de tu ley.
7 Y el que se volvía hacia él se curaba, no por lo que contemplaba,
sino gracias ti, Salvador de todos.
8 Así convenciste a nuestros enemigos
de que eres tú quien libra de todo mal.
9 Ellos morían por las picaduras de langostas y moscas,
sin poder encontrar remedio para sus vidas,
pues merecían ser castigados por tales bichos;
10 a tus hijos, en cambio, ni los dientes de las serpientes venenosas les pudieron,
sino que tu misericordia salió en su ayuda y los salvó.
11 Las mordeduras, que se curaban enseguida,
les recordaban tus palabras,
no fuera que cayeran en profundo olvido
y quedaran excluidos de tu bondad.
12 No los curó hierba ni cataplasma,
sino tu palabra, Señor, que todo lo sana.
13 Pues tú tienes poder sobre la vida y la muerte,
haces bajar a las puertas del Hades y haces regresar.
14 El hombre, en cambio, puede matar con su maldad,
pero no puede devolver el espíritu que se fue,
ni rescatar el alma ya prisionera.
15 Es imposible escapar de tu mano.
16 Los impíos que no querían conocerte
fueron castigados con la fuerza de tu brazo:
los persiguieron extrañas lluvias, granizadas, tormentas implacables
y el fuego los devoró.
17 Y lo más sorprendente era que con el agua, que todo lo apaga,
el fuego cobraba una violencia mayor,
pues el universo es paladín de los justos.
18 Unas veces la llama se amortiguaba,
para no abrasar a los animales enviados contra los impíos
y para que, al verlos, comprendieran que los impulsaba el juicio de Dios;
19 pero, otras veces, aun en medio del agua, la llama ardía con más fuerza que el fuego,
para destruir los frutos de una tierra malvada.
20 A tu pueblo, en cambio, lo alimentaste con manjar de ángeles,
y les mandaste desde el cielo un pan preparado sin esfuerzo,
lleno de toda delicia y grato a cualquier gusto.
21 Este sustento revelaba a tus hijos tu dulzura,
pues se adaptaba al gusto de quien lo tomaba
y se convertía en lo que cada uno quería.
22 Nieve y hielo resistían al fuego sin derretirse,
para que supieran que el fuego,
ardiendo entre el granizo y resplandeciendo bajo la lluvia,
destruía las cosechas de los enemigos;
23 mientras que, para que los justos se alimentaran,
se olvidaba hasta de su propia fuerza.
24 Porque la creación, sirviéndote a ti, su creador,
despliega su fuerza para castigar a los malvados
y la modera para beneficiar a los que en ti confían.
25 Por eso también entonces, adoptando todas las formas,
estaba al servicio de tu generosidad, que a todos sustenta,
según el deseo de los que te necesitan.
26 Así aprenderán tus hijos queridos, Señor,
que la variedad de frutos no alimenta al hombre,
sino tu palabra, que mantiene a los que creen en ti.
27 Pues lo que el fuego no pudo devorar
se derritió simplemente al calor de un tenue rayo de sol,
28 para que supieran que hay que adelantarse al sol para darte gracias
y salir a tu encuentro al rayar el alba.
29 Pues la esperanza del ingrato se derrite como escarcha invernal
y se escurre como agua inservible.
1 Grandes e inenarrables son tus juicios,
por eso las almas ignorantes se extraviaron.
2 Cuando los malvados creían que podían oprimir a la nación santa,
se encontraron prisioneros de las tinieblas, encadenados en una larga noche,
recluidos bajo su techo, desterrados de la eterna providencia.
3 Pensaban permanecer ocultos con sus secretos pecados
bajo el oscuro velo del olvido,
pero se vieron dispersos, presa de terrible espanto,
sobresaltados por alucinaciones.
4 El escondrijo que los protegía no los libraba del miedo,
pues a su alrededor retumbaban ruidos escalofriantes
y se les aparecían sombríos espectros de lúgubre aspecto.
5 No había fuego capaz de alumbrarlos,
ni el brillo resplandeciente de las estrellas
lograba iluminar aquella noche horrible.
6 Para ellos solo lucía una hoguera espantosa
que ardía por sí misma,
y cuando desaparecía la visión, quedaban tan aterrados
que les parecía más macabro aún lo que habían visto.
7 Los trucos de la magia habían fracasado
y su alarde de sabiduría quedó en ridículo,
8 pues los que prometían expulsar miedos y temores de la gente enloquecida,
enloquecían ellos mismos con un pánico ridículo.
9 Y aunque nada inquietante les atemorizase,
sobresaltados por el paso de las alimañas y el silbido de los reptiles,
10 sucumbían temblando,
negándose a mirar aquel aire inevitable.
11 Pues la maldad es cobarde y a sí misma se condena,
acosada por la conciencia, siempre se imagina lo peor.
12 Y el miedo no es otra cosa que el abandono de los auxilios de la razón:
13 cuanto menor es la confianza en uno mismo,
mayor parece la causa desconocida del tormento.
14 Durante aquella noche realmente imposible,
surgida de las profundidades del impotente Hades,
durmiendo todos el mismo sueño,
15 unas veces los perseguían espectros monstruosos,
y otras, al fallarles el valor, desfallecían,
pues los invadió un miedo repentino e inesperado.
16 Así, cualquiera que caía en una tal situación
quedaba atrapado, encadenado en aquella cárcel sin barrotes;
17 fuese labrador o pastor,
o un trabajador que se afana en solitario,
sufría, sorprendido, el ineludible destino,
18 pues todos estaban atados a la misma cadena de tinieblas.
El silbido del viento,
el canto melodioso de los pájaros en el ramaje frondoso,
la cadencia del agua fluyendo impetuosa,
19 el estruendo de las rocas al precipitarse,
la carrera invisible de animales al galope,
el rugido de las bestias más feroces,
o el eco que retumbaba en las oquedades de las montañas
los dejaba paralizados de terror.
20 El mundo entero resplandecía con luz radiante
y se dedicaba sin trabas a sus tareas;
21 solo sobre ellos se cernía una noche agobiante,
imagen de las tinieblas que les esperaban,
aunque ellos eran para sí mismos más agobiantes que las tinieblas.
1 Para tus fieles, en cambio, brillaba una espléndida luz.
Los egipcios, que oían su voz pero sin distinguir su figura,
los felicitaban por no haber padecido como ellos.
2 Les daban las gracias porque no se vengaban de los agravios recibidos
y les pedían perdón por su conducta hostil.
3 En lugar de esto les diste una columna de fuego,
como guía para un viaje desconocido,
y como sol inofensivo para su gloriosa marcha.
4 Bien merecían verse privados de luz y prisioneros de las tinieblas
aquellos que habían encerrado en la prisión a tus hijos,
que iban a transmitir al mundo la luz incorruptible de la ley.
5 Por haber decretado matar a los niños de tus fieles
–uno solo de los niños, abandonado, se salvó–,
en castigo, les arrebataste una multitud de hijos,
y los hiciste perecer a todos juntos en las aguas impetuosas.
6 Aquella noche les fue preanunciada a nuestros antepasados,
para que, sabiendo con certeza en qué promesas creían,
tuvieran buen ánimo.
7 Tu pueblo esperaba la salvación de los justos
y la perdición de los enemigos,
8 pues con lo que castigaste a los adversarios,
nos glorificaste a nosotros, llamándonos a ti.
9 Los piadosos hijos de los justos ofrecían sacrificios en secreto
y establecieron unánimes esta ley divina:
que los fieles compartirían los mismos bienes y peligros,
después de haber cantado las alabanzas de los antepasados.
10 Hacían eco los gritos destemplados de los enemigos,
y se extendía el lamento de quienes lloraban a sus hijos.
11 Idéntico castigo sufrían el esclavo y el amo,
y el plebeyo padecía lo mismo que el rey.
12 Todos por igual tenían innumerables cadáveres,
víctimas de un mismo género de muerte;
los vivos no daban abasto para enterrarlos,
porque en un instante había perecido lo mejor de su raza.
13 Aunque la magia los había hecho desconfiar de todo,
ante la muerte de los primogénitos reconocieron que este pueblo era hijo de Dios.
14 Cuando un silencio apacible lo envolvía todo
y la noche llegaba a la mitad de su carrera,
15 tu palabra omnipotente se lanzó desde el cielo, desde el trono real,
cual guerrero implacable, sobre una tierra condenada al exterminio;
empuñaba la espada afilada de tu decreto irrevocable,
16 se detuvo y todo lo llenó de muerte,
mientras tocaba el cielo, pisoteaba la tierra.
17 De repente los sobresaltaron horribles pesadillas,
los asaltaron terrores inesperados.
18 Tendidos y medio muertos, cada uno por su lado,
manifestaban la causa de su muerte;
19 pues sus sueños turbulentos los habían prevenido,
para que no pereciesen sin conocer el motivo de su desgracia.
20 También a los justos alcanzó la prueba de la muerte
y una multitud de ellos pereció en el desierto.
Pero aquella ira no duró mucho,
21 porque pronto un hombre intachable salió en su defensa,
manejando las armas de su ministerio:
la oración y el incienso expiatorio.
Hizo frente a la ira y puso fin a la catástrofe,
demostrando ser tu servidor.
22 Venció la indignación no a fuerza de músculos,
ni esgrimiendo la espada,
sino que con la palabra sometió a quien los castigaba,
recordando los juramentos y alianzas
que hizo con los antepasados.
23 Cuando ya los muertos yacían amontonados,
se puso en medio, detuvo el avance de la ira
y le cerró el paso hacia los que todavía vivían.
24 Pues en su vestido talar estaba el universo entero,
los nombres gloriosos de los patriarcas en cuatro hileras de piedras preciosas,
y tu majestad en la diadema de su cabeza.
25 Ante esto, el exterminador retrocedió atemorizado,
pues era suficiente una sola demostración de tu ira.
1 Pero sobre los impíos descargó hasta el fin una ira despiadada,
porque Dios sabía de antemano lo que iban a hacer:
2 que, tras dejarlos marchar y urgirlos con prisas,
cambiarían de parecer y saldrían a perseguirlos.
3 De hecho, aún estaban en los funerales
y llorando sobre las tumbas de los muertos,
cuando concibieron otro plan disparatado,
y a los que antes habían suplicado para que se fueran,
los persiguieron como fugitivos.
4 Su merecido destino los arrastraba a tales extremos
y los hacía olvidarse del pasado,
para que completaran el castigo que aún faltaba a sus tormentos
5 y, mientras tu pueblo realizaba un viaje maravilloso,
encontraran ellos una muerte insólita.
6 Porque toda la creación, obediente a tus órdenes,
cambió radicalmente su misma naturaleza,
para guardar incólumes a tus hijos.
7 Se vio una nube que daba sombra al campamento,
la tierra firme que emergía donde antes había agua,
el mar Rojo convertido en un camino practicable
y el oleaje impetuoso en una verde llanura,
8 por donde pasaron en masa los protegidos por tu mano,
contemplando prodigios admirables.
9 Pacían como caballos,
y retozaban como corderos,
alabándote a ti, Señor, su libertador.
10 Todavía recordaban lo sucedido en su destierro:
cómo la tierra, y no los animales, produjo mosquitos,
y cómo el río, en lugar de peces, arrojó multitud de ranas.
11 Más tarde vieron también un nuevo modo de nacer las aves,
cuando, acuciados por el apetito, pidieron manjares exquisitos
12 y, para satisfacerlos, salieron del mar las codornices.
13 Y los castigos cayeron sobre los pecadores,
no sin el previo aviso de violentos rayos,
pues justamente sufrían por sus propias maldades
y por haber albergado el odio más feroz contra los extranjeros.
14 Hubo quienes no acogieron a unos visitantes desconocidos,
pero estos esclavizaron a unos huéspedes bienhechores.
15 Más aún –y de eso se les pedirá cuentas–,
acogieron hostilmente a los extranjeros;
16 pero estos, después de recibir con agasajos
a los que gozaban de los mismos derechos que ellos,
los maltrataron con trabajos terribles.
17 Y también fueron heridos de ceguera,
como aquellos que a la puerta del justo Lot,
envueltos en densas tinieblas,
buscaban cada uno la entrada de su puerta.
18 Los elementos se intercambiaban sus propiedades,
igual que los sonidos del arpa pueden cambiar el ritmo,
manteniendo la misma tonalidad.
Y esto se deduce claramente a la vista de lo sucedido;
19 pues los seres terrestres se volvían acuáticos,
y los que nadan se paseaban por la tierra.
20 El fuego aumentaba en el agua su propia fuerza
y el agua olvidaba su poder extintor.
21 Las llamas, por el contrario, no consumían las carnes
de los débiles animales que entre ellas caminaban,
ni derretían aquella especie de manjar divino,
parecido a la escarcha y tan fácil de derretir.
22 En todo, Señor, engrandeciste y glorificaste a tu pueblo,
y no dejaste de asistirle en todo tiempo y lugar.