Mensaje del Prelado, 7.III.19)

Queridísimos, ¡que Jesús me guarde a mis hijas y a mis hijos!

San Josemaría nos exhortaba, con su palabra y su ejemplo, a sentire cum Ecclesia; a vivir en plena sintonía con la Iglesia. Una sintonía que nos lleva a alegrarnos con sus alegrías y a sufrir con sus sufrimientos.

En años difíciles, en los que san Pablo VI llegó a decir que «el humo de satanás» se introducía por las grietas de la Iglesia, nuestro Padre nos insistió en que eran «tiempos de rezar» y «tiempos de reparar». Esta misma exhortación querría que resonara también ahora en nuestras almas, ante la situación presente –distinta pero no menos difícil que aquella–, en la que junto a confusión doctrinal y errores prácticos, es muy penosa la división. También por esto, procuremos ser buenos hijos de la Iglesia, ayudando con nuestra oración al Papa en su misión de principio visible de unidad de fe y comunión.

Hijas e hijos míos, considerar las dificultades de la hora presente, ciertamente graves, no nos puede llevar a una actitud pesimista ni desesperanzada. Sobre todo porque, aunque compuesta por mujeres y hombres débiles, la Iglesia es Pueblo de Dios, Cuerpo de Cristo y Sacramento universal de salvación. Por otra parte, como nos decía don Javier –y de lo que todos tenemos experiencia–, «¡cuánta gente buena hay en el mundo!».

En la oración por la Iglesia, acudamos con frecuencia a san Miguel Arcángel, como el Papa Francisco pidió hace unos meses; a san José, patrono de la Iglesia universal, en especial el próximo día 19; y siempre a Santa María, Mater Ecclesiae.

Con todo cariño os bendice, en este comienzo de la Cuaresma, vuestro Padre

Fernando