Queridísimos: ¡que Jesús me guarde a mis hijas y a mis hijos!
El próximo día 15, solemnidad de la Asunción de nuestra Señora, se cumplirá el cincuenta aniversario de mi ordenación sacerdotal. Aunque todos los días son adecuados para dirigir al Señor aquella oración que aprendimos de don Álvaro –«gracias, perdón, ayúdame más»–, hay momentos, como este aniversario, en los que estas palabras adquieren una resonancia especial y más intensa en el alma.
Acompañadme con vuestra oración en mi acción de gracias y en mi petición de perdón y de ayuda. Extended vuestra oración también a los otros veintiocho numerarios que recibieron ese día la ordenación –seis de ellos se han ido ya al cielo– y a todos los sacerdotes en la Iglesia.
A quienes íbamos a recibir la ordenación ese 15 de agosto de 1971, nuestro Padre nos escribió una carta en la que, entre otras cosas, nos decía: «Os vais a ordenar, hijos míos, para administrar los sacramentos y para predicar la Palabra de Dios. Especialmente el sacramento de la Penitencia ha de ser para vosotros pasión dominante: habréis de dedicar muchas horas a administrarlo en el confesionario, mediante la confesión auricular, urgidos en vuestra caridad por el amor misericordioso de Jesús, reproduciendo en vosotros de este modo la imagen divina del Buen Pastor, que busca una a una las ovejas».
Acudamos a la intercesión de san Josemaría para que esto sea siempre una realidad en todos los sacerdotes. Recordemos también que todos, mujeres y hombres, con alma sacerdotal, a pesar de nuestras limitaciones y defectos, podemos ser «mediadores en Cristo Jesús, para llevar a Dios todas las cosas y para que la gracia divina lo vivifique todo», como escribía nuestro Padre. Y, como siempre, acudamos también a la ayuda materna de santa María.
Con todo cariño os bendice vuestro Padre
Fernando
Milán, 7 de agosto de 2021