Carta del Prelado (septiembre 2024)

Queridísimos: ¡que Jesús me guarde a mis hijas y a mis hijos!

El próximo día 14 de septiembre celebraremos la Exaltación de la Santa Cruz. Entre las lecciones que siempre podemos aprender mejor al contemplar a Jesús en el Calvario, os sugiero que nos fijemos ahora en una de las siete frases que el Señor pronunció desde aquella altura: «Tengo sed» (Jn 19, 28).

Cristo tiene sed de almas, de redimir el mundo, de llevar su palabra y su amor a todos los corazones. Esto nos debe interpelar personalmente a cada uno: ¿tengo esa misma sed?, ¿participo del fuego que arde en su corazón?, ¿me apremia el celo por las almas ahí donde estoy?, ¿me lanzo sin miedo a procurar encender a las personas que conozco, con la oración, con la expiación, con la amistad sincera? Podemos recordar, con san Josemaría, que nuestra misión es llevar a todas las almas –en medio del mundo– el fuego del Señor que guardamos en el corazón: «Que tu vida no sea una vida estéril. –Sé útil. –Deja poso. –Ilumina, con la luminaria de tu fe y de tu amor. Borra, con tu vida de apóstol, la señal viscosa y sucia que dejaron los sembradores impuros del odio. –Y enciende todos los caminos de la tierra con el fuego de Cristo que llevas en el corazón» (Camino, 1).

Iluminar, borrar, encender. Verbos que serán una realidad creciente en nuestra vida en la medida en que contemplemos el corazón llagado de Jesús y, por la fuerza del Espíritu Santo, nos encendamos en ese mismo fuego. Os he recordado otras veces que no hacemos apostolado, somos apóstoles; los cristianos somos Cristo que pasa por los caminos de la tierra. Y, a pesar de nuestra personal poquedad, queremos hacerlo, con la gracia de Dios, iluminando con doctrina clara las inteligencias, borrando con la propia expiación la suciedad del pecado, encendiendo de amor los corazones.

La Santa Cruz nos habla a todos. No tengamos miedo al amor, a dar vida en abundancia, aunque parezca que la perdamos nosotros, pues no es así. No temamos manifestar con nuestra vida a Cristo, a quien tantas almas buscan con sed, muchas veces sin saberlo. «Hemos de hacer vida nuestra la vida y la muerte de Cristo. Morir por la mortificación y la penitencia, para que Cristo viva en nosotros por el Amor. Y seguir entonces los pasos de Cristo, con afán de corredimir a todas las almas» (Via Crucis, XIV Estación).

En el deseo de llevar a Jesús a todas partes, sois un apoyo especialmente eficaz los enfermos: unidos a la Cruz de Cristo junto a María, como la contemplaremos el próximo día 15, con vuestros sufrimientos, sostenéis el mundo y sois fuente de fecundidad apostólica.

Pidamos al Señor, para todos en la Obra y en la Iglesia, que la experiencia del dolor nos encienda más y más la luz de la fe, la seguridad de la esperanza y el fuego de la caridad y, con ellas, la alegría. Sí, también la alegría en la Cruz: lux in Cruce, requies in Cruce, gaudium in Cruce!

Como ya os anuncié, en los próximos días tendrá lugar una nueva reunión de los expertos que estudian los posibles ajustes en los Estatutos de la Obra. Sigamos acompañando esos trabajos con nuestra oración.

Con todo cariño os bendice vuestro Padre

Roma, 11 de septiembre de 2024