REGINA COELI
Domingo de la Divina Misericordia, 27 de abril de 2014

Queridos hermanos y hermanas:

Antes de concluir esta fiesta de la fe, quiero saludar y dar las gracias a todos vosotros.

Doy las gracias a los hermanos cardenales y a los numerosísimos obispos y sacerdotes de todas las partes del mundo.

Mi agradecimiento se dirige a las delegaciones oficiales de numerosos países, llegadas para rendir homenaje a dos Pontífices que contribuyeron de manera indeleble a la causa del desarrollo de los pueblos y de la paz. Un agradecimiento especial dirijo a las autoridades italianas por la preciosa colaboración.

Con gran afecto saludo a los peregrinos de las diócesis de Bérgamo y de Cracovia. Queridísimos hermanos, honrad la memoria de los dos Papas santos siguiendo fielmente sus enseñanzas.

Expreso mi agradecimiento a todos aquellos que con gran generosidad han preparado estas jornadas memorables: a la diócesis de Roma con el cardenal Vallini, al ayuntamiento de Roma con el alcalde Ignazio Marino, a las fuerzas del orden y a las diversas organizaciones, a las asociaciones y a los numerosos voluntarios. ¡Gracias a todos!

Mi saludo se dirige a todos los peregrinos –aquí en la plaza de San Pedro, en las calles adyacentes y en otros lugares de Roma–; así como a cuantos están unidos a nosotros mediante la radio y la televisión; y gracias a los dirigentes y a los operadores de los medios de comunicación, que han dado la posibilidad de participar a muchas personas. Llegue un saludo especial a los enfermos y a los ancianos, a quienes los nuevos santos estuvieron especialmente cercanos.

Y ahora nos dirigimos en oración a la Virgen María, a la que san Juan XXIII y san Juan Pablo II amaron como sus hijos auténticos.