ÁNGELUS
Viaje apostólico a Ecuador, Bolivia y Paraguay (5-13.VII.15)
Domingo 12 de julio de 2015

Campo Grande de N'u Guazú, Asunción.

Agradezco al Señor Arzobispo de Asunción, Mons. Edmundo Ponziano Valenzuela Mellid, y al Señor Arzobispo [ortodoxo] de Sudamérica, Tarasios, las amables palabras.

Al terminar esta celebración dirigimos nuestra mirada confiada a la Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra. Ella es el regalo de Jesús a su pueblo. Nos la dio como madre en la hora de la cruz y del sufrimiento. Es fruto de la entrega de Cristo por nosotros. Y, desde entonces, siempre ha estado y estará con sus hijos, especialmente los más pequeños y necesitados.

Ella ha entrado en el tejido de la historia de nuestros pueblos y sus gentes. Como en tantos otros países de Latinoamérica, la fe de los paraguayos está impregnada de amor a la Virgen. Acuden con confianza a su madre, le abren su corazón y le confían sus alegrías y sus penas, sus ilusiones y sus sufrimientos. La Virgen los consuela y con la ternura de su amor les enciende la esperanza. No dejen de invocar y confiar en María, madre de misericordia para todos sus hijos sin distinción.

A la Virgen, que perseveró con los Apóstoles en espera del Espíritu Santo (cf. Hch 1, 13-14), le pido también que vele por la Iglesia, y fortalezca los vínculos fraternos entre todos sus miembros. Que con la ayuda de María, la Iglesia sea casa de todos, una casa que sepa hospedar, una madre para todos los pueblos.

Queridos hermanos: les pido, por favor, que no se olviden de rezar por mí. Yo sé muy bien cuánto se quiere al Papa en Paraguay. También los llevo en mi corazón y rezo por ustedes y por su País.

Y ahora los invito a rezar el Ángelus a la Virgen.

Bendición

Que el Señor los bendiga y los proteja, haga brillar su Rostro sobre ustedes y les otorgue su misericordia. Vuelva su mirada hacia ustedes y les conceda la paz. La bendición de Dios Todopoderoso, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo descienda sobre ustedes y permanezca para siempre.