ÁNGELUS.
Fiesta del Bautismo del Señor.
Domingo 10 de enero de 2016

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En este domingo después de la Epifanía celebramos el Bautismo de Jesús, y hacemos memoria grata de nuestro Bautismo. En este contexto, esta mañana he bautizado a 26 recién nacidos: ¡recemos por ellos!

El Evangelio nos presenta a Jesús, en las aguas del río Jordán, en el centro de una maravillosa revelación divina. Escribe san Lucas: «Cuando todo el pueblo era bautizado, también Jesús fue bautizado; y mientras oraba, se abrieron los cielos, bajó el Espíritu Santo sobre él con apariencia corporal semejante a una paloma y vino una voz del cielo: "Tú eres mi Hijo, el amado; en ti me complazco"» (Lc 3, 21-22). De este modo Jesús es consagrado y manifestado por el Padre como el Mesías salvador y liberador. En este evento –testificado por los cuatro Evangelios– tuvo lugar el pasaje del bautismo de Juan Bautista, basado en el símbolo del agua, al Bautismo de Jesús «en el Espíritu Santo y fuego». De hecho, el Espíritu Santo en el Bautismo cristiano es el artífice principal: es Él quien quema y destruye el pecado original, restituyendo al bautizado la belleza de la gracia divina; es Él quien nos libera del dominio de las tinieblas, es decir, del pecado y nos traslada al reino de la luz, es decir, del amor, de la verdad y de la paz: este es el reino de la luz. ¡Pensemos a qué dignidad nos eleva el Bautismo! «Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos!» (1Jn 3, 1), exclama el apóstol Juan. Tal estupenda realidad de ser hijos de Dios comporta la responsabilidad de seguir a Jesús, el Siervo obediente, y reproducir en nosotros mismos sus rasgos, es decir: es decir, mansedumbre, humildad y ternura. Sin embargo, esto no es fácil, especialmente si entorno a nosotros hay mucha intolerancia, soberbia, dureza. ¡Pero con la fuerza que nos llega del Espíritu Santo es posible! El Espíritu Santo, recibido por primera vez el día de nuestro Bautismo, nos abre el corazón a la Verdad, a toda la Verdad. El Espíritu empuja nuestra vida hacia el camino laborioso pero feliz de la caridad y de la solidaridad hacia nuestros hermanos. El Espíritu nos dona la ternura del perdón divino y nos impregna con la fuerza invencible de la misericordia del Padre. No olvidemos que el Espíritu Santo es una presencia viva y vivificante en quien lo acoge, reza con nosotros y nos llena de alegría espiritual.

Hoy, fiesta del Bautismo de Jesús, pensemos en el día de nuestro Bautismo. Todos nosotros hemos sido bautizados, agradezcamos este don. Y os hago una pregunta: ¿Quién de vosotros conoce la fecha de su Bautismo? Seguramente no todos. Por eso, os invito a ir a buscar la fecha preguntando por ejemplo a vuestros padres, a vuestros abuelos, a vuestros padrinos, o yendo a la parroquia. Es muy importante conocerla porque es una fecha para festejar: es la fecha de nuestro renacimiento como hijos de Dios. Por eso, los deberes para esta semana: ir a buscar la fecha de mi Bautismo. Festejar este día significa reafirmar nuestra adhesión a Jesús, con el compromiso de vivir como cristianos, miembros de la Iglesia y de una humanidad nueva, en la cual todos somos hermanos. Que la Virgen María, primera discípula de su Hijo Jesús, nos ayude a vivir con alegría y fervor apostólico nuestro Bautismo, acogiendo cada día el don del Espíritu Santo, que nos hace hijos de Dios.