Queridos hermanos y hermanas:
Mientras que nos acercamos a la conclusión de esta celebración, deseo saludar y agradecer a todos vosotros que habéis participado en ella.
Ante todo a las Misioneras y a los Misioneros de la Caridad, que son la familia espiritual de la Madre Teresa. Que vuestra santa Fundadora cuide siempre vuestro camino y os conceda ser fieles a Dios, a la Iglesia y a los pobres.
Con grata deferencia saludo a las altas autoridades presentes, en particular a las de los países más vinculados a la figura de la nueva Santa, así como a las delegaciones oficiales y a las numerosas peregrinaciones llegadas de esos países en esta feliz circunstancia. Que Dios bendiga vuestras naciones.
Y con afecto os saludo a todos vosotros, queridos voluntarios y agentes de misericordia. Os encomiendo a la protección de la Madre Teresa: que ella os enseñe a contemplar y adorar cada día a Jesús Crucificado para reconocerlo y servirlo en los hermanos necesitados. Pidamos esta gracia también para todos aquellos que están unidos a nosotros a través de los medios de comunicación, en todos los rincones del mundo.
En este momento quiero recordar a todos los que se entregan al servicio de los hermanos en contextos difíciles y arriesgados. Pienso especialmente en las numerosas religiosas que entregan su vida sin guardarse nada para sí. Recemos en especial por la religiosa misionera española, la hermana Isabel, que ha sido asesinada hace dos días en la capital de Haití, un país muy probado, para el cual deseo que cesen tales actos de violencia y que haya en ese lugar más seguridad para todos.
Recordamos también a las demás religiosas que, recientemente, han sufrido violencias en otros países.
Lo hacemos dirigiéndonos en oración a la Virgen María, Madre y Reina de todos los santos.