Sábado.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy, fiesta de la Epifanía del Señor, el Evangelio (cf. Mt 2, 1-12) nos presenta tres actitudes con las cuales ha sido acogida la venida de Jesucristo y su manifestación al mundo. La primera actitud: búsqueda, búsqueda atenta; la segunda: indiferencia; la tercera: miedo.
Búsqueda atenta: Los Magos no dudan en ponerse en camino para buscar al Mesías. Llegados a Jerusalén preguntan: «¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Pues vimos su estrella en el Oriente y hemos venido a adorarle» (Mt 2, 2). Han hecho un largo viaje y ahora con gran atención tratan de identificar dónde se pueda encontrar al Rey recién nacido. En Jerusalén se dirigen al rey Herodes, el cual pide a los sumos sacerdotes y a los escribas que se informen sobre el lugar en el que debía nacer el Mesías.
A esta búsqueda atenta de los Magos, se opone la segunda actitud: la indiferencia de los sumos sacerdotes y de los escribas. Estos eran muy cómodos. Conocen las Escrituras y son capaces de dar la respuesta adecuada al lugar del nacimiento: «En Belén de Judea, porque así está escrito por medio del profeta»; saben, pero no se incomodan para ir a buscar al Mesías. Y Belén está a pocos kilómetros, pero ellos no se mueven. Todavía más negativa es la tercera actitud, la de Herodes: el miedo. Él tiene miedo de que ese Niño le quiete el poder. Llama a los Magos y hace que le digan cuándo había aparecido su estrella, y les envía a Belén diciendo: «Id e indagad […] sobre ese niño; y cuando le encontréis, comunicádmelo, para ir también yo a adorarle» (Mt 2, 7-8). En realidad, Herodes no quería ir a adorar a Jesús; Herodes quiere saber dónde se encuentra el niño no para adorarlo, sino para eliminarlo, porque lo considera un rival. Y mirad bien: el miedo lleva siempre a la hipocresía. Los hipócritas son así porque tienen miedo en el corazón.
Estas son las tres actitudes que encontramos en el Evangelio: búsqueda atenta de los Magos, indiferencia de los sumos sacerdotes, de los escribas, de esos que conocían la teología; y miedo, de Herodes. Y también nosotros podemos pensar y elegir: ¿cuál de las tres asumir? ¿Yo quiero ir con atención donde Jesús? «Pero a mí Jesús no me dice nada… estoy tranquilo…». ¿O tengo miedo de Jesús y en mi corazón quisiera echarlo? El egoísmo puede llevar a considerar la venida de Jesús en la propia vida como una amenaza. Entonces se trata de suprimir o de callar el mensaje de Jesús. Cuando se siguen las ambiciones humanas, las prospectivas más cómodas, las inclinaciones del mal, Jesús es considerado como un obstáculo.
Por otro parte, está siempre presente también la tentación de la indiferencia. Aun sabiendo que Jesús es el Salvador –nuestro, de todos nosotros–, se prefiere vivir como si no lo fuera: en vez de comportarse con coherencia en la propia fe cristiana, se siguen los principios del mundo, que inducen a satisfacer las inclinaciones a la prepotencia, a la sed de poder, a las riquezas. Sin embargo estamos llamados a seguir el ejemplo de los Magos: estar atentos en la búsqueda, estar preparados para incomodarnos para encontrar a Jesús en nuestra vida. Buscarlo para adorarlo, para reconocer que Él es nuestro Señor, Aquel que indica el verdadero camino para seguir. Si tenemos esta actitud, Jesús realmente nos salva, y nosotros podemos vivir una vida bella, podemos crecer en la fe, en la esperanza, en la caridad hacia Dios y hacia nuestros hermanos. Invocamos la intercesión de María Santísima, estrella de la humanidad peregrina en el tiempo. Que con su ayuda materna, pueda cada hombre llegar a Cristo, Luz de verdad, y el mundo progrese sobre el camino de la justicia y de la paz.
Después del Ángelus:
Queridos hermanos y hermanas:
Algunas Iglesias orientales, católicas y ortodoxas, celebran en estos días la Navidad del Señor. A ellas dirijo mi deseo más cordial: esta alegre celebración sea fuente de nuevo vigor espiritual y de comunión entre todos nosotros cristianos, que lo reconozcamos como Señor y Salvador. Y quisiera expresar de un modo especial, mi cercanía a los cristianos coptos ortodoxos, y saludar cordialmente a mi hermano Teodoro II en la feliz ocasión de la consagración de la nueva catedral en El Cairo.
La Epifanía es también la Jornada Misionera de los Jóvenes, que este año invita a los jóvenes misioneros a hacer propia la mirada de Jesús, para que se convierta en guía preciosa de su compromiso de oración, de fraternidad y de compartir con los coetáneos más necesitados.
Dirijo mi saludo cordial a todos vosotros, peregrinos, familias, grupos parroquiales y asociaciones, procedentes de Italia y de diferentes países. En particular saludo a los fieles de Lavello y los de San Martín en Río, las Hermanas de San José de la aparición, los jóvenes de confirmación de Bonate Sotto y Romano de Lombardia.
Un saludo especial a la procesión histórica-folclórica que promueve los valores de la Epifanía y que este año está dedicada al territorio de Monti Prenestini. Deseo recordar también la procesión de los Reyes que se realiza en numerosas ciudades de Polonia con amplia participación de familias y asociaciones. A todos vosotros deseo una buena fiesta. Por favor, no os olvidéis de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto!