ÁNGELUS.
I Domingo de Cuaresma, 10 de marzo de 2019

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El Evangelio de este primer domingo de Cuaresma (cf. Lc 4, 1-13) narra la experiencia de las tentaciones de Jesús en el desierto. Después de ayunar durante cuarenta días, Jesús es tentado tres veces por el diablo. Primero lo invita a que convierta una piedra en pan (v. 3); luego le muestra desde una altura los reinos de la tierra y le plantea convertirse en un mesías poderoso y glorioso (Lc 4, 5-6); finalmente, lo lleva a la cima del templo en Jerusalén y lo invita a que se arroje desde allí para manifestar su poder divino de una manera espectacular (Lc 4, 9-11). Las tres tentaciones indican tres caminos que el mundo siempre propone prometiendo grandes éxitos, tres caminos para engañarnos: la codicia de poseer ?tener, tener, tener? la gloria humana y la instrumentalización de Dios. Son tres caminos que nos llevarán a la ruina.

La primera, el camino de la codicia de poseer. Esta es siempre la lógica insidiosa del diablo. Empieza por la necesidad natural y legítima de comer, de vivir, de realizarse, de ser feliz, para empujarnos a creer que todo esto es posible sin Dios e incluso contra Él. Pero Jesús se opone diciendo: «Está escrito: "No solo de pan vive el hombre"» (Lc 4, 4). Recordando el largo camino del pueblo elegido a través del desierto, Jesús afirma que quiere abandonarse con confianza plena a la providencia del Padre, que siempre cuida de sus hijos.

La segunda tentación: el camino de la gloria humana. El diablo dice: «Si me adoras, todo será tuyo» (Lc 4, 7). Uno puede perder toda su dignidad personal, si se deja corromper por los ídolos del dinero, del éxito y del poder, para alcanzar la autoafirmación. Y se saborea la ebriedad de una alegría vacía que muy pronto se desvanece. Y esto también nos lleva a pavonearnos, la vanidad, pero esto se desvanece. Por eso Jesús responde: «Adorarás al Señor tu Dios y solo a Él darás culto» (Lc 4, 8).

Y luego la tercera tentación: instrumentalizar a Dios en beneficio propio. Al diablo que, citando las Escrituras, lo invita a obtener de Dios un milagro sorprendente, Jesús opone nuevamente la firme decisión de permanecer humilde, de permanecer confiado ante el Padre: «Está dicho: "No tentarás al Señor tu Dios"» (Lc 4, 12). Y así rechaza la tentación quizás más sutil: la de querer "poner a Dios de nuestro lado", pidiéndole gracias que, en realidad, sirven y servirán para satisfacer nuestro orgullo.

Estos son los caminos que nos presentan, con la ilusión de poder alcanzar el éxito y la felicidad. Pero, en realidad, son completamente ajenos a la manera de actuar de Dios; de hecho, nos separan de Dios, porque son obra de Satanás. Jesús, enfrentando estas pruebas en primera persona, vence la tentación tres veces para adherirse completamente al plan del Padre. Y nos indica los remedios: la vida interior, la fe en Dios, la certeza de su amor, la certeza de que Dios nos ama, de que es Padre, y con esta certeza superaremos toda tentación.

Pero hay una cosa, sobre la que me gustaría llamar la atención, una cosa interesante. Jesús al responder al tentador no entra en el diálogo, sino que responde a los tres desafíos solo con la Palabra de Dios. Esto nos enseña que con el diablo uno no dialoga, uno no debe dialogar, se le responde solamente con la Palabra de Dios.

Aprovechemos, pues, la Cuaresma, como un tiempo privilegiado para purificarnos, para experimentar la presencia consoladora de Dios en nuestras vidas.

La intercesión materna de la Virgen María, un ícono de la fidelidad a Dios, nos sostenga en nuestro camino, ayudándonos siempre a rechazar el mal y a acoger el bien.