Ayer, en Pozzomaggiore, en Cerdeña, fue proclamada beata Edvige Carboni, una sencilla mujer del pueblo que en su humilde vida cotidiana abrazó la Cruz, dando testimonio de fe y de caridad. Demos gracias por esta fiel discípula de Cristo, que pasó toda su vida al servicio de Dios y del prójimo. Un aplauso para la nueva beata, todos.
Hoy queremos recordar de una manera particular a los refugiados, en el Día Mundial que las Naciones Unidas les dedican. Esta fecha invita a todos a la solidaridad con los hombres, las mujeres y los niños que huyen de las guerras, la persecución y las violaciones de los derechos fundamentales. ¡Qué nuestras comunidades eclesiales y civiles estén cerca de ellos y atentas a sus necesidades y sufrimientos!
Sigo también con preocupación las crecientes tensiones en el Golfo Pérsico. Invito a todos a hacer uso de las herramientas de la diplomacia para resolver los complejos problemas de los conflictos en el Medio Oriente. También renuevo un sincero llamamiento a la comunidad internacional para que haga todo lo posible por fomentar el diálogo y la paz.
Al final de esta celebración, un cordial saludo a todos los presentes. Extiendo mi saludo con afecto a los enfermos, a los ancianos, a los presos y a todos aquellos que, a través de la radio y la televisión, se han unido espiritualmente a esta Santa Misa. Expreso mi más sincero agradecimiento a todas aquellas instituciones, organizaciones, asociaciones y personas que han trabajado en mi breve pero intensa visita, colaborando generosamente con la archidiócesis de Camerino-San Severino Marche. Me gustaría enviar un saludo especial y mi aliento a los habitantes de San Severino Marche, que saludaré desde lo alto saludando en helicóptero a su ciudad.
Queridos hermanos y hermanas, caminad juntos por el camino de la fe, la esperanza y la caridad, fieles a los muchos testimonios de santidad con que se enriquece vuestra tierra. Pienso, entre otros, en San Venancio, San Severino, San Ansovino, San Nicolás de Tolentino, San Pacífico y la beata Battista Varano. También pienso en las numerosas figuras de «santos de la puerta de al lado» que no son beatificados ni canonizados, pero que han sostenido –y sostienen– y han transformado a las familias y comunidades con la fuerza de su vida cristiana.
Y ahora recemos juntos la oración del Ángelus. Encomiendo toda la comunidad diocesana a la Santísima Virgen, a quien veneráis en numerosos santuarios y a quien invocáis especialmente con el título de Santa María en Vía. Ella, que animó a la primera comunidad de discípulos de Jesús con su presencia materna, también ayude hoy a la Iglesia a dar un buen testimonio del Evangelio.