ÁNGELUS.
Domingo, 13 de octubre de 2019

Queridos hermanos y hermanas:

Antes de concluir esta celebración eucarística, deseo saludarlos y darles las gracias a todos ustedes.

Expreso mi agradecimiento a los hermanos cardenales y obispos, así como a sacerdotes, monjas y religiosos y religiosas de todo el mundo, especialmente a los que pertenecen a las familias espirituales de los nuevos Santos. Saludo a todos los fieles laicos que se han reunido aquí.

Saludo a las delegaciones oficiales de varios países, en particular al Señor Presidente de la República Italiana y a Su Alteza el Príncipe de Gales. De hecho, con su testimonio evangélico, estos Santos han fomentado el crecimiento espiritual y social en sus respectivas naciones.

Dirijo un saludo especial a los delegados de la Comunión anglicana, con profunda gratitud por su presencia y también te doy la bienvenida a ti, querido hermano, nuevo Obispo aquí en Roma.

Os saludo a todos vosotros, queridos peregrinos, así como a todos los que han seguido esta Misa a través de la radio y la televisión. Dirijo un saludo especial a los fieles de Polonia que hoy celebran el Día del Papa: les agradezco sus oraciones y su constante afecto.

Y mis pensamientos se dirigen una vez más a Oriente Medio. En particular, a la amada y martirizada Siria, de donde vuelven a llegar noticias dramáticas sobre el destino de las poblaciones del noreste del país, obligadas a abandonar sus hogares a causa de las acciones militares: entre estas poblaciones hay también muchas familias cristianas. A todos los actores involucrados y también a la Comunidad internacional; por favor, renuevo mi llamamiento a comprometerse con sinceridad, con honestidad y trasparencia en el camino del diálogo para buscar soluciones eficaces.

Junto con todos los miembros del Sínodo de los Obispos para la Región Panamazónica, especialmente los ecuatorianos, sigo con preocupación lo que ha estado sucediendo en ese país en las últimas semanas. Lo encomiendo a la oración común y a la intercesión de los nuevos santos, y me uno al dolor por los muertos, heridos y desaparecidos. Animo a buscar la paz social, con especial atención a las poblaciones más vulnerables, a los pobres y a los derechos humanos.

Y ahora nos dirigimos a la Virgen María, modelo de perfección evangélica, para que nos ayude a seguir el ejemplo de los nuevos Santos.