ÁNGELUS.
Solemnidad de la Epifanía del Señor.
Lunes, 6 de enero de 2020

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Celebramos la solemnidad de la Epifanía, en memoria de los Magos que vinieron de Oriente a Belén, siguiendo la estrella, para visitar al Mesías recién nacido. Al final del relato evangélico se dice que los Magos «avisados en sueños que no volvieran donde Herodes, se retiraron a su país por otro camino» (Mt 1, 12). Por otro camino.

Estos sabios, procedentes de regiones lejanas, después de haber viajado mucho, encuentran al que querían conocer, después de haberlo buscado durante mucho tiempo, seguramente también con mucho trabajo y vicisitudes. Y cuando finalmente llegan a su destino, se postran ante el Niño, lo adoran, le ofrecen sus preciosos regalos. Después de eso, se pusieron en marcha de nuevo sin demora para volver a su tierra. Pero ese encuentro con el Niño los ha cambiado.

El encuentro con Jesús no detiene a los Reyes Magos, al contrario, les da un nuevo impulso para volver a su país, para contar lo que han visto y la alegría que han sentido. En esto hay una demostración del estilo de Dios, de su modo de manifestarse en la historia. La experiencia de Dios no nos bloquea, sino que nos libera; no nos aprisiona, sino que nos devuelve al camino, nos devuelve a los lugares habituales de nuestra existencia. Los lugares son y serán los mismos, pero nosotros, después del encuentro con Jesús, no somos los mismos que antes. El encuentro con Jesús nos cambia, nos transforma. El evangelista Mateo subraya que los Reyes Magos regresaron «por otro camino» (Mt 1, 12). La advertencia del ángel los lleva a cambiar sus caminos para no encontrarse con Herodes y sus tramas de poder.

Cada experiencia de encuentro con Jesús nos lleva a tomar caminos diferentes, porque de Él proviene una fuerza buena que sana el corazón y nos aparta del mal.

Existe una sabia dinámica entre continuidad y novedad: vuelven «a su país», pero «por otro camino». Esto indica que somos nosotros los que debemos cambiar, los que debemos transformar nuestra forma de vida, aunque sea en el mismo ambiente de siempre, los que debemos cambiar los criterios de juicio sobre la realidad que nos rodea. Esta es la diferencia entre el verdadero Dios y los ídolos traidores, como el dinero, el poder, el éxito…; entre Dios y aquellos que prometen darte estos ídolos, como los magos, los adivinos, los hechiceros. La diferencia es que los ídolos nos atan a sí mismos, nos hacen dependientes de los ídolos, y nosotros tomamos posesión de ellos. El verdadero Dios no nos retiene ni se deja retener por nosotros: nos abre caminos de novedad y de libertad, porque es Padre que está siempre con nosotros para hacernos crecer.

Si te encuentras con Jesús, si tienes un encuentro espiritual con Jesús, recuerda: debes volver a los mismos lugares de siempre, pero de otra manera, con otro estilo. Es así, es el Espíritu Santo, que Jesús nos da, que nos cambia el corazón.

Pidamos a la Santa Virgen que podamos convertirnos en testigos de Cristo allá donde estemos, con una vida nueva, transformada por su amor.