ÁNGELUS

Domingo, 23 de febrero de 2020

Queridos hermanos y hermanas:

Mientras estamos aquí reunidos para rezar y reflexionar sobre la paz y el destino de los pueblos a orillas del Mediterráneo, al otro lado de este mar, en particular en el noroeste de Siria, se está produciendo una enorme tragedia. Desde nuestros corazones de pastores hacemos un fuerte llamamiento a los actores implicados y a la comunidad internacional para que silencien el ruido de las armas y escuchen los gritos de los pequeños e indefensos; para que dejen de lado los intereses y salvaguarden las vidas de los civiles y de los muchos niños inocentes que están pagando un alto precio.

Pidamos al Señor que mueva los corazones y que todos superen la lógica del enfrentamiento, del odio y de la venganza para redescubrirse como hermanos y hermanas, hijos de un mismo Padre, que hace salir el sol sobre malos y buenos (cf. Mt 5, 45). Invoquemos al Espíritu Santo para que cada uno de nosotros, a partir de nuestros gestos cotidianos de amor, ayude a construir nuevas relaciones, inspiradas en la comprensión, la aceptación y la paciencia, creando así las condiciones para experimentar la alegría del Evangelio y difundirlo en todos los ámbitos de la vida. Que la Virgen María, "Estrella de los Mares" [Santa Madre de Dios] a quien vemos como el más alto ejemplo de fidelidad a Jesús y a su palabra, nos ayude a caminar por este camino.

Antes de recitar juntos el Ángelus, agradezco sinceramente a todos los Obispos y a todos los que han participado en este encuentro sobre el Mediterráneo como frontera de paz; así como a aquellos –¡y son muchos!– que de diferentes maneras han trabajado para su éxito. ¡Gracias a todos!