Queridos hermanos y hermanas:
Antes de que concluya esta celebración, me gustaría saludar a todos los que han tomado parte en ella mediante los medios de comunicación social. Pienso, en particular, en los jóvenes de todo el mundo que viven, de una manera inusual, a nivel diocesano, la Jornada Mundial de la Juventud, que se celebra hoy. Justo hoy estaba prevista la entrega de la cruz por los jóvenes de Panamá a los de Lisboa. Este evocador gesto se aplaza al domingo de Cristo Rey, el próximo 22 de noviembre. A la espera de ese momento, os exhorto a vosotros, jóvenes, a cultivar y dar testimonio de la esperanza, la generosidad y la solidaridad que todos necesitamos en estos tiempos difíciles.
Mañana, 6 de abril, se celebra el Día Mundial del Deporte para el Desarrollo y la Paz, convocado por las Naciones Unidas. En este periodo se han tenido que suspender muchos eventos, pero florecen los mejores frutos del deporte: la resistencia, el espíritu de equipo, la fraternidad, el dar lo mejor de sí mismo… Fomentemos, pues, el deporte para la paz y el desarrollo.
Muy queridos hermanos y hermanas, encaminémonos con fe en la Semana Santa, en la que Jesús sufre, muere y resucita. Invito a las personas y las familias que no pueden participar en las celebraciones litúrgicas a recogerse en casa para rezar, también con la ayuda de los medios tecnológicos. Abracemos espiritualmente a los enfermos, a sus familias y a quienes los cuidan con tanta abnegación; recemos por los difuntos, en la luz de la fe pascual. Cada uno está presente en nuestro corazón, en nuestro recuerdo, en nuestra oración.
Aprendamos de María el silencio interior, la mirada desde el corazón, la fe amorosa para seguir a Jesús en su camino hacia la cruz, que conduce a la gloria de la Resurrección. Ella camina con nosotros y sostiene nuestra esperanza.