Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En este cuarto domingo de Pascua, llamado domingo del Buen Pastor, el Evangelio (Jn 10, 11-18) presenta a Jesús como el verdadero pastor, que defiende, conoce y ama a sus ovejas.
A Él, Buen Pastor, se opone el "asalariado", a quien no le importan las ovejas, porque no son suyas. Hace este trabajo solo por la paga, y no se preocupa de defenderlas: cuando llega el lobo huye y las abandona (cfr vv. 12-13). Jesús, sin embargo, pastor verdadero, nos defiende siempre, nos salva en muchas situaciones difíciles, situaciones peligrosas, mediante la luz de su palabra y la fuerza de su presencia, que nosotros experimentamos siempre y, si queremos escuchar, todos los días.
El segundo aspecto es que Jesús, pastor bueno, conoce –el primer aspecto: defiende, el segundo: conoce– a sus ovejas y las ovejas le conocen a Él (v. 14). ¡Qué bonito y consolador es saber que Jesús nos conoce a cada uno, que no somos anónimos para Él, que nuestro nombre le es conocido! Para Él no somos "masa", "multitud", no. Somos personas únicas, cada uno con la propia historia, [y Él] nos conoce a cada uno con la propia historia, cada uno con el propio valor, tanto como criatura cuanto como redimido por Cristo. Cada uno de nosotros puede decir: ¡Jesús me conoce! Es verdad, es así: Él nos conoce como nadie más. Solo Él sabe qué hay en nuestro corazón, las intenciones, los sentimientos más escondidos. Jesús conoce nuestras fortalezas y nuestras debilidades, y está siempre preparado para cuidar de nosotros, para sanar las llagas de nuestros errores con la abundancia de su misericordia. En Él se realiza plenamente la imagen del pastor del pueblo de Dios, que habían delineado los profetas: Jesús se preocupa por sus ovejas, las reúne, venda la que está herida, cura la que está enferma. Así podemos leerlo en el Libro del profeta Ezequiel (cfr. Ez 34, 11-16).
Por tanto, Jesús Buen Pastor defiende, conoce, y sobre todo ama a sus ovejas. Y por esto da la vida por ellas (cfr. Jn 10, 15). El amor por las ovejas, es decir por cada uno de nosotros, le lleva a morir en la cruz, porque esta es la voluntad del Padre, que nadie se pierda. El amor de Cristo no es selectivo, abraza a todos. Nos lo recuerda Él mismo en el Evangelio de hoy, cuando dice: «También tengo otras ovejas que no son de este redil; también a esas las tengo que conducir y escucharán mi voz; y habrá un solo rebaño, un solo pastor» (Jn 10, 16). Estas palabras dan fe de su inquietud universal: Él es pastor de todos. Jesús quiere que todos puedan recibir el amor del Padre y encontrar a Dios.
Y la Iglesia está llamada a llevar adelante esta misión de Cristo. Además de los que frecuentan nuestras comunidades, hay muchas personas, la mayoría, que lo hacen solo en casos particulares o nunca. Pero no por esto no son hijos de Dios: el Padre confía todos a Jesús Buen Pastor, que ha dado la vida por todos.
Hermanos y hermanas, Jesús defiende, conoce y ama a todos nosotros. María Santísima nos ayude a acoger y seguir nosotros los primeros al Buen Pastor, para cooperar con alegría a su misión.