Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En el Evangelio de la Liturgia de hoy, Jesús habla a los discípulos para tranquilizarles de todo temor e invitarlos a estar alerta. Son dos las exhortaciones fundamentales que les dirige: la primera es «no temas, pequeño rebaño» (Lc 12, 32); la segunda «estén preparados» (v. 35). "No temas" y "estén preparados". Se trata de dos palabras-clave para derrotar los miedos que a veces nos paralizan y para superar la tentación de una vida pasiva, adormecida. "No temas" y "estén preparados": detengámonos en estas dos invitaciones.
No temas. En primer lugar, Jesús anima a los discípulos. Acaba de terminar de hablarles del cuidado amoroso y providente del Padre, que se preocupa de los lirios del campo y de los pájaros del cielo y, por tanto, mucho más de sus hijos. Por eso no hay que afanarse y agitarse: nuestra historia está firmemente en las manos de Dios. Nos alienta esta invitación de Jesús a no temer. A veces, en efecto, nos sentimos presos de un sentimiento de desconfianza y de angustia: es el miedo a no lograrlo, a no ser reconocidos y amados, el miedo a no conseguir realizar nuestros proyectos, a no ser nunca felices, etc. Y entonces nos afanamos buscando soluciones, para encontrar algún espacio en el que emerger, para acumular bienes y riquezas, para obtener seguridades; ¿y cómo terminamos? Terminamos viviendo en la ansiedad y en la preocupación constante. Jesús, en cambio, nos tranquiliza: ¡no temáis! Fiaos del Padre, que desea daros todo lo que realmente necesitáis. Ya os ha donado a su Hijo, su Reino, y siempre os acompaña con su providencia, cuidando de cada uno de vosotros cada día. No temas: ¡esta es la certeza a la que atar el corazón! No temas: un corazón atado a esta certeza. No temas.
¡Pero saber que el Señor nos cuida con amor no nos autoriza a dormir, a dejarnos llevar por la pereza! Al contrario, debemos estar despiertos, vigilantes. En efecto, amar significa estar atentos a los demás, darse cuenta de sus necesidades, estar disponibles para escuchar y acoger, estar preparados.
La segunda palabra: «Estén preparados». Es la segunda invitación de hoy. Es sabiduría cristiana. Jesús repite en más de una ocasión esta invitación, y hoy lo hace a través de tres breves parábolas, centradas en un patrón de casa que, en la primera, vuelve sin previo aviso de la boda, en la segunda no quiere dejarse sorprender por los ladrones, y en la tercera vuelve de un largo viaje. En todas, el mensaje es este: es necesario estar despiertos, no dormirse, es decir no estar distraídos, no ceder a la pereza interior, porque, también en las situaciones en las que no lo esperamos, el Señor viene. Tener la atención puesta en el Señor, no estar dormidos. Es necesario estar despiertos.
Y al final de nuestra vida nos pedirá cuentas de los bienes que nos ha encomendado; por esto, vigilar significa también ser responsables, es decir, custodiar y administrar esos bienes con fidelidad. Hemos recibido tanto: la vida, la fe, la familia, las relaciones, el trabajo, pero también los lugares en los que vivimos, nuestra ciudad, la creación. Hemos recibido muchas cosas. Tratemos de preguntarnos: ¿cuidamos de este patrimonio que el Señor nos ha dejado? ¿Custodiamos la belleza o usamos las cosas solo para nosotros y para nuestras conveniencias del momento? Tenemos que pensar un poco en esto: ¿somos custodios de lo que se nos ha dado?
Hermanos y hermanas, caminemos sin miedo, en la certeza de que el Señor nos acompaña siempre. Y estemos despiertos, para que no nos durmamos mientras el Señor pasa. San Agustín decía: "Tengo miedo de que el Señor pase y no me dé cuenta"; de estar dormido y no darme cuenta de que el Señor pasa. ¡Estad despiertos! Que nos ayude la Virgen María, que ha acogido la visita del Señor y, con prontitud y generosidad, ha dicho su "he aquí".