ÁNGELUS
Domingo, 25 de junio de 2023

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días! ¡feliz domingo!

En el Evangelio de hoy, Jesús repite tres veces a sus discípulos: «No tengan miedo» (Mt 10, 26.28.31). Poco antes, les habló de las persecuciones que tendrán que soportar por causa del Evangelio, una realidad que sigue siendo actual: la Iglesia, de hecho, desde el principio ha conocido, junto con sus alegrías, y tenía tantas, muchas persecuciones. Parece paradójico: el anuncio del Reino de Dios es un mensaje de paz y de justicia, fundado en la caridad fraterna y en el perdón y, sin embargo, encuentra oposición, violencia y persecución. Jesús, no obstante, nos dice que no temamos: no porque todo irá bien en el mundo, no, sino porque para el Padre somos preciosos y nada de lo que es bueno se perderá. Por eso nos dice que no dejemos que el miedo nos detenga, sino que temamos otra cosa, una sola cosa. ¿Cuál es la cosa que Jesús nos dice que debemos temer?

Lo descubrimos a través de una imagen que Jesús utiliza hoy: la imagen de la "Gehenna" (cf. v. 28). El valle de " Gehenna" era un lugar que los habitantes de Jerusalén conocían bien: era el gran vertedero de basura de la ciudad. Jesús habla de él para decir que el verdadero miedo que hay que tener es el de desechar la propia vida. Y dice Jesús: "Sí, tengan miedo de esto". Como si dijera: no hay que tener tanto miedo a sufrir incomprensiones y críticas, a perder prestigio y ventajas económicas por permanecer fieles al Evangelio, sino a desperdiciar la existencia buscando cosas de poco valor, que no colman el sentido de la vida.

Y esto es importante para nosotros. De hecho, incluso hoy uno puede ser objeto de burlas o de discriminación si no sigue ciertos modelos de moda, que, sin embargo, a menudo ponen en el centro realidades de segunda categoría: por ejemplo, seguir las cosas en lugar de personas, rendimientos en lugar de relaciones. Veamos algunos ejemplos. Pienso en los padres, que necesitan trabajar para mantener a su familia, pero no pueden vivir solo para el trabajo, sino que necesitan tiempo para estar con sus hijos. Pienso también en un sacerdote o en una religiosa, que deben comprometerse en su servicio, pero sin olvidarse de dedicar tiempo a estar con Jesús, de lo contrario caen en la mundanidad espiritual y pierden el sentido de lo que son. Aún más, pienso en un joven o una joven, que tienen mil compromisos y pasiones: los estudios, el deporte, intereses varios, el teléfono móvil y las redes sociales, pero necesitan encontrarse con personas y realizar grandes sueños, sin perder el tiempo en cosas que pasan y no dejan huella.

Todo esto, hermanos y hermanas, conlleva cierta renuncia frente a los ídolos de la eficacia y el consumismo, pero es necesario para no perderse en las cosas, que luego se tiran, como se hacía entonces en la "Gehenna". Y en las "Gehennas" de hoy, en cambio, suele terminar la gente: pensemos en los últimos, a menudo tratados como material de descarte y como objetos no deseados. Permanecer fiel a lo que importa es costoso; cuesta ir contracorriente, cuesta liberarse de los condicionamientos del pensamiento común, cuesta ser apartado por los que "siguen la moda". Pero no importa, dice Jesús: lo que cuenta es no desperdiciar el mayor bien, la vida. Solo esto debe asustarnos.

Preguntémonos entonces: Yo, ¿de qué tengo miedo? ¿De no tener lo que me gusta? ¿De no alcanzar las metas que la sociedad impone? ¿Del juicio de los demás? ¿O más bien, de no agradar al Señor y de no poner en primer lugar su Evangelio? Que María, siempre Virgen, Madre Sabia, nos ayude a ser sabios y valientes en las decisiones que tomamos.