ÁNGELUS
Santa María, Madre de Dios
LVII JM Paz
Lunes, 1 de enero de 2024

Queridos hermanos y hermanas, ¡Feliz Año Nuevo!

En este día, en el que celebramos a María Santísima Madre de Dios, pongamos bajo su mirada atenta el tiempo nuevo que nos ha sido dado. Que ella nos proteja este año.

Hoy el Evangelio nos revela que la grandeza de María no consiste en realizar algún hecho extraordinario, sino que, mientras los pastores se apresuran a Belén tras haber recibido el anuncio de los ángeles, (cf. Lc 2, 15-16), ella permanece en silencio. El silencio de la Madre es un rasgo hermoso. No es una simple ausencia de palabras, sino un silencio lleno de asombro y de adoración por las maravillas que Dios realiza. San Lucas observa que "María guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón" (Lc 2, 19). De este modo, hace un lugar en su interior para Aquel que ha nacido; en silencio y adoración, pone a Jesús en el centro y da testimonio de Él como Salvador. María, la Madre del silencio; María, la Madre de la adoración.

Así, es Madre no sólo porque llevó a Jesús en su seno y lo dio a luz, sino porque lo da a luz, sin ocupar su lugar. Ella permanecerá en silencio incluso bajo la cruz, en la hora más oscura, y seguirá haciéndole un lugar y engendrándolo para nosotros. Un religioso y poeta del siglo XX escribió: "Virgen, catedral del silencio / […] tú llevas nuestra carne al paraíso / y a Dios en la carne" (D.M. TUROLDO, Laudario alla Vergine. "Via pulchritudinis", Bolonia 1980, 35). "Catedral del silencio": es una bella imagen. Con su silencio y humildad, María es la primera "catedral" de Dios, el lugar donde Él y el hombre pueden encontrarse.

Pero también nuestras madres, con sus cuidados ocultos, con sus desvelos, son a menudo magníficas catedrales del silencio. Nos traen al mundo y luego continúan acompañándonos, muchas veces sin que nos demos cuenta, para que podamos crecer. Recordémoslo: el amor nunca sofoca, el amor hace un lugar para el otro. El amor nos hace crecer.

Hermanos y hermanas, al comienzo del nuevo año miremos a María y, con corazón agradecido, pensemos y miremos también a las madres, para aprender ese amor que se cultiva sobre todo en el silencio, que sabe dar espacio a los demás, respetando su dignidad, dejándolos libres para expresarse, rechazando toda forma de posesión, opresión y violencia. Hoy tenemos tanta necesidad de esto, ¡tanta! ¡Tanta necesidad de silencio para escucharnos! Como recuerda el Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz de hoy: "La libertad y la convivencia pacífica se ven amenazadas cuando los seres humanos ceden a la tentación del egoísmo, del interés personal, del afán de lucro y de la sed de poder". El amor, en cambio, está hecho de respeto, está hecho de amabilidad: de este modo derriba barreras y ayuda a vivir relaciones fraternas, a construir sociedades más justas, más humanas, más pacíficas.

Oremos hoy a la Santa Madre de Dios y Madre nuestra, para que en el nuevo año crezcamos en este amor manso, silencioso y discreto que genera vida, y abramos caminos de paz y reconciliación en el mundo.